Entropía.

La luz de la luna era lo único que iluminaba tenuemente la habitación.

Había dos figuras en la cama totalmente mezcladas, casi fusionadas. Se podía distinguir la una de la otra gracias a las tonalidades diferentes de piel. Una más oscura que pertenecía al cuerpo más pequeño de los dos pero algo más robusto y musculoso. La piel más clara cubría la figura más alargada, una piel más delicada.

Eran dos jóvenes amantes, quizás algo más. Se movían lentamente, intentando llegar a todos los lugares posibles. Con el mismo ímpetu con el que unas manos buscarían tesoros enterrados en los áridos y hermosos desiertos. Eran como dos grandes imanes atrayéndose mutuamente, como dos cuerpos celestes perdidos en medio de un oscuro e infinito pero concreto espacio parado en el tiempo, buscando un mismo eje.

Se acariciaban como si fuera la primera vez que se encontraban después de varios siglos, se miraban y se susurraban como si aquella fuera la última oportunidad que tuvieran de compartir el mismo trozo del universo. El movimiento y el ritmo que seguían sus cuerpos eran algo ciertamente ancestral, pero a la vez era algo nuevo e inexplorado. Estaban creando un sentimiento. Algo que no podía ser nombrado ni siquiera usando todas las estúpidas metáforas de todas las culturas de la Tierra conocida.

Lo que ellas compartían no tenía nombre, las palabras se crean para dar significado a algo que ya existe. Aquello estaba aún por nombrar. Alguien debería llamar a todas las sabias matriarcas y los grandes estudiosos de todas las tribus para definirlo.

"Korra…" Se oyó decir a una de las dos con un susurro sensual casi sin aluiento, en medio de agitadas y pesadas respiraciones.

La dueña de la tez oscura y cuerpo fibrado había perdido la cuenta de cuantas veces había oído su nombre esa noche, pero le seguía provocando las mismas emociones que las primeras veces. Se encontraba debajo del cuerpo de su querida compañera y esa vez, al oír su nombre, y entender el lenguaje no verbal de la otra, se irguió rápidamente mientras le rodeaba la cintura y la besaba apasionadamente.

Lo hizo con tal fuerza que, aún sin esa intención, la muchacha más alta de piel nívea ahora había perdido el equilibrio y había caído en su espalda soltando un gritito del súbito movimiento. El aparatoso gesto había hecho que se separaran abruptamente del beso y ambas empezaron a reír.

¿Cómo era posible que experimentaran tantas sensaciones en tan poco tiempo, y tan profundas?

Korra colocó las manos a los lados de la cabeza de Asami, aguantando con sus brazos el peso de su cuerpo. La pasión expresada físicamente de unos momentos atrás ahora se había traducido a algo silencioso, ambas se miraban fijamente, con los ojos entrecerrados porque los párpados no aguantaban tanta pasión ni actividad como sus almas.

Asami entonces notó un brillo en aquellos claros ojos azules, por lo que podía apreciar. Una de sus mejillas se humedeció y se dio cuenta de que era una lágrima de Korra.

Asami sonrió levemente como entendiendo a la perfección aquella lágrima, la secó con sus labios dejando una leve marca de su pintalabios en la cara de la otra muchacha y con sus manos acarició su pelo, viendo como más lágrimas se formaban.

No preguntó, solo espero unos instantes.

"Nunca antes había sentido esto." Intento explicar Korra con un hilo de voz.

Asami seguía con sus calmantes movimientos y la miraba diciéndole con sus ojos que su explicación le interesaba más que nada y que además tenía todo el tiempo del mundo para hacerla. Podría haber pasado solo un minuto, o quizás varias horas.

Korra parecía entenderla, y continuó. "Es….es como cuando entro en el estado de Avatar. Dejo de pensar y mi alma actúa sola." Korra había desviado su mirada hacia el pelo oscuro ondulado y brillante de Asami y empezó a jugar con él con su mano izquierda. La ingeniera sentía como si en su interior todo se vaciara, y a la vez sus sentidos se…

"Mis sentidos se agudizan y siento cosas en mi cuerpo que no puedo explicar." Mientras oía esta explicación las manos de Asami parecían también actuar solas y llegaron a la fuerte espalda de la Avatar, mientras ésta hacía descender su mano libre por el cuerpo de Asami.

Korra ahora le hablaba directamente al oído. "Y llega un momento en el que simplemente me dejo llevar…"

Asami ahora se aferraba con más fuerza a la espalda de Korra mientras intentaba suprimir los ruidos que querían escapar de su boca, fallando totalmente y a la vez que sus ojos se cerraban involuntariamente. Una de las manos de la avatar viajaba por todas partes de su cuerpo, pero la otra tenía un destino fijo al que acababa de llegar. "En cuanto me dejo llevar tengo la sensación que estoy volando más libre que nunca y nada me puede frenar." Combinaba su explicación con algunos besos al cuello de la joven ingeniera que abrazaba con sus piernas las caderas de la otra.

En esos momentos sus caderas ya habían empezado a moverse en sintonía sin haberles dado la orden, Asami ya no intentaba frenar sus leves gemidos que iban aumentando su intensidad conforme la Avatar la llevaba cada vez más lejos. "Asami…"

Al oír su nombre hizo un inmenso esfuerzo para abrir sus párpados y mirar a Korra directamente a los ojos y lo que vio allí la conmocionó. "Tú me haces sentir incluso más que todo eso."

Korra sintió como el cuerpo de Asami se arqueaba debajo de ella a la vez que sentía unos dedos clavándose en su espalda con fuerza. La imagen de Asami con su pelo desordenado por encima de su frente y con expresión de total libertad y placer siendo solo iluminada por la luz de la luna llena era una de las cosas más maravillosas que Korra había visto y experimentado jamás. Durante unos instantes el tiempo pareció pararse solo para ellas dos.