Hola, primeramente les pido disculpa por la gran demora en subir este epílogo, tuve algunos problemas personales que me quitaron el tiempo y la tranquilidad necesaria para escribir. Bueno, está semana edité a todos los capítulos y espero haber quitado gran parte de los errores ortográficos y/o gramaticales, ahora les dejo con el epílogo, ¡buena lectura! Nos leemos abajo ;) LEAN LA NOTA AL FINAL, ¡POR FAVOR!
Gracias por los reviews, alertas y favoritos.
Capítulo sin beteo así que, de antemano, disculpen cualquier error que se me haya escapado.
N/A: El habla de Mandy casi siempre está en cursiva, pues se trata de una niña de dos años de edad que habla a su manera y comete las equivocaciones normales para su edad ;)
Disclaimer: La saga Crepúsculo pertenece a Stephenie Meyer, yo solamente me divierto con sus personajes, ya que me enamoré de ellos. Esta historia es una idea mía y ahora la comparto con ustedes.
Hay días que no puedo creer que ya te tengo a mi lado; hay días que tengo miedo a despertar y descubrir que todo fue un sueño vívido. Hay días que las horas no son suficientes para amarnos y habrá días y más días en que me cuestione todo eso nuevamente, pero hoy sé que en la vida hay días buenos y malos; hay días de luz y de tinieblas; hay días de coraje, hay días de miedos; hay días de soledad, pero sobre todo hay días de amor, porque finalmente te tengo a mi lado
(Jane Bells)
Epílogo
POV Bella
Tantas cosas suceden en la vida de una persona en el período de tres años, yo fui madre y a cada día sigo aprendiendo a serlo, nadie dijo que sería fácil, me acuerdo de que cuando estaba cerca del parto me puse mucho nerviosa ante esta nueva perspectiva de mi vida, mi marido creía que eran nervios por el parto, un poco, sí, lo era, pero sobre todo era miedo a equivocarme como lo hizo mi madre, Esme, que no era una suegra, sino una madre para mí, me ayudó mucho en este proceso de reconocerme como una mujer distinta de mi madre. A cada día sigo aprendiendo, mi propia niña me lo enseña; ser madre es un aprendizaje diario y los hijos son los mejores maestros y una suegra amorosa y sabia es una consejera preciosa. No obstante, a pesar de mis recelos de madre primeriza, con Edward nos salimos bien como padres, pocas fueron las veces que importuné a mi suegra con mis preocupaciones, mi marido era un gran apoyo desde el nacimiento de nuestra hija, ahora estaba mucho más segura de mí misma, tanto como madre, tanto como mujer, por eso por lo que meses atrás le dije a Edward que estaba pensando en aumentar a nuestra familia, él estuvo de acuerdo y yo inmediatamente dejé de tomar la píldora, de eso ya hacía tres meses.
— Bella, hija, ya me voy — me llamó la señora Cope, que ahora era la ama de llaves de nuestro hogar. Con una niña pequeña y una gran casa para hacerme cargo me fue imposible conciliar las dos tareas.
— Hasta mañana, Emma — le dije dando un abrazo a modo de despedida, ella se aproximó de Mandy que jugaba en el suelo con unos bloques de castillo.
— Hasta mañana, angelito — dijo ella, besando la coronilla de mi niña.
Mi hija le sonrió y le dio un beso estallado en la mejilla.
— Hata manana, abu Emma — se despidió mi niña, causando risa a Emma y a mí por su manera de hablar.
Tras la salida de la señora Cope me senté en el suelo junto a Mandy y me dediqué a jugar con ella.
Después de su nacimiento tuve que hacer una gran elección en mi vida, podría volver a trabajar y dejar a mi hija a cargo de otra persona o en una guardería, sin embargo cada vez que pensaba en esa hipótesis mi corazón se encogía en mi pecho, tras mucho pensar y hablar con Edward sobre el tema, quien dijo que me apoyaría en mi decisión, decidí que iba a dejar mi profesión por algún tiempo, quería ser madre a tiempo completo, mi corazón me lo pedía, así que pedí demisión del hospital antes mismo de terminar el tiempo de mi baja maternidad. No me arrepiento de mi elección, empecé a trabajar siendo todavía una chica que apenas había dejado la adolescencia atrás, tenía mucho conocimiento científico, pero muy poco de la vida, la maternidad me haría madurar para encarar mi profesión de una manera distinta, amaba ser una enfermera, no obstante en algunos momentos serlo me traía grandes sufrimientos, como cuando un niño moría o cuando lo veía sufrir en su tratamiento, estas cosas siempre se me pasaron factura, mis colegas de trabajo sufrieron en el inicio de sus carreras, pero después de un tiempo se acostumbraron y eso jamás me sucedió; me encantaba ayudar a la cura de un niño, pero tanto como me alegraba por su salud, me entristecía por su mala condición o muerte.
Ahora, dos años después de esa decisión, no me preocupaba en poner una fecha para volver al trabajo, mi niña era mi prioridad y me encantaba estar siempre con ella, verla crecer delante de mis ojos, verla dormir y despertar, ver el nacimiento de sus dientes, la primera papilla, la primera palabra, que sí, fue mamá, pero luego enseguida dijo papá, así que no pude presumirme por mucho tiempo; verla dar sus primeros pacitos, educarla, mis días estaban llenos de amor y de dicha y quería seguir de esa manera por algunos cuantos años más, sonreí levando una mano a mi vientre, Edward iría ponerse contentísimo por la novedad, más un ser fruto de nuestro amor estaba por llegar a nuestras vidas, ya sospecha desde una semana, pero esperé a que realmente tuviera un retraso significativo en mi menstruación para hacer una prueba de embazo, hice tres pruebas de farmacia, y todas salieron positivas, para mi alegría.
— Mamá… — me llamó mi hija, sacándome de mis pensamientos, ella me tendía un bloque para que yo pusiera en su sitio.
Mi niña estaba tan hermosa, su rostro era redondo, con grandes ojos marrones, como los míos, con unas largas pestañas, mejillas sonrosadas, una boquita como un capullo de rosa y una naricita respingona, el pelo, de mismo color que el de su padre, pendía en suaves rizos hasta la altura de su mentón, no es por ser hija mía, pero Mandy era una niña hermosa y encantadora, y sobre todo, feliz y mucho amada por todos. La envolví en mis brazos y llené sus mejillas regordetas con varios besitos, su risa llenó toda la habitación, hinchando mi corazón de amor.
— Mi amor, vamos hacer una sorpresa a papá hoy — le dije seriamente.
— Sopesa… ¡Sí! — Dijo ella entusiasmada.
Tomé su manita regordeta y llevé hasta mi vientre.
— Me pediste un bebé, como el de la tita Alice — empecé a decirle, ella asintió, los ojos abiertos llenos de ilusión. Mi amiga estaba embarazada de siete meses, iba a tener mellizos, ella y Jasper llevaban un año y medio de casados y eran muy felices, a Mandy le encantaba sentir los bebés de Alice y luego me vino a pedir un bebé para ella misma.
— Pues aquí en la tripa de mamá, hay un bebé.
— ¿Bebé aquí? — Preguntó ella, tocando mi vientre con cuidado.
— Sí, el bebé está aquí, y luego mi tripa estará igual a de la tita Alice.
Ella abrió una gran sonrisa y enseguida dijo: — Mi bebé… — acarició mi vientre y enseguida frunció el ceño —, no binca — dijo con un mohín tristón.
Me reí.
— Por ahora es muy pequeñito, todavía no brinca, pero luego el crecerá y tú lo sentirás brincar.
— Vale — aceptó ella.
— Cuando papá llegue en casa quiero que le digas nuestra sorpresa a él, ¿vale?
— ¡Vale!
Seguimos jugando por más media hora, después yo le di la cena y nos acurrucamos en el sofá para ver El mundo de Luna, su dibujo animado preferido, ella era una monada cantado la canción tema de la animación, "Yo quiero saber", que en su habla se convertía en "Yo quielo saber". Casi una hora después Edward llegó y Mandy al oírlo se bajó del sofá con toda la agilidad que le era posible para sus dos años y fue de encuentro a su padre.
— ¿Dónde están mis princesas? — Preguntaba mi marido mientras dejaba su maletín sobre el aparador cerca de la puerta de entrada.
— ¡Aquí, papi! — Chilló nuestra hija corriendo a su encuentro.
— Hola, mi princesita — dijo él tomándola en brazos, plantando un beso en su moflete —, hola mi otra princesa — dijo mirando a mí que iba justo atrás de nuestra hija para evitar que ella se cayera.
— Hola, señor Cullen — contesté, aproximándome de ellos para recibir un beso ligero en los labios.
— ¿Cómo fue el día de mis chicas? — Preguntó él, haciendo cosquillas en la tripa de nuestra hija, haciéndola reírse.
— Muy tranquilo, ¿verdad, cariño?
— Sí — afirmó Mandy dulcemente, con su cara de inocente.
Edward se rió, él sabía muy bien de lo que ella era capaz, nuestra hija solo se quedaba quieta cuando estaba jugando con algo muy atractivo para ella o cuando estaba viendo dibujos o durmiendo, en los demás momentos ella siempre estaba corriendo, tocando en cosas, lo que me hacía caminar todo el día tras ella, Edward lo hacía en sus días libres.
— Papá, sopesa — llamó su atención nuestra hija, ya me imaginaba la cara de Edward al enterarse de la novedad.
— ¿Una sorpresa? — Cuestionó él, mirándome interrogativamente, mi única respuesta fue sonreírle a lo que él frunció el ceño.
— Vamos a sentarnos en el sofá para que Mandy te pueda contar nuestra sorpresa.
Nos sentamos en el sofá y Edward acomodó nuestra hija sobre sus rodillas de frente a nosotros.
— Entonces, ¿cuál es la sorpresa?
Mandy me miró y yo asentí.
— Voy ganar mi bebé — dijo atropelladamente.
— ¿Qué bebé? — Cuestionó su padre, todavía sin comprender.
— Mi bebé, en la tipa de mami — explicó ella, con un gesto de impaciencia, apuntando mi vientre.
— ¿En la tripa de mamá hay un bebé? — Preguntó y ella asintió con vehemencia. — ¿Hay un bebé? — Preguntó volviendo su rostro al mío, se veía tan ilusionado cuanto Mandy cuando le di la noticia.
— Sí, hay un bebé — le dije, llevando mis manos sobre mi vientre.
— ¡Tenemos un bebé, Mandy! — Exclamó levantándose con nuestra hija en brazos haciéndola girar.
Mandy se carcajeó feliz, él se detuvo y volvió a sentarse a mi lado con nuestra pequeña sentada en su regazo con la espalda pegada a su pecho.
— ¿Estás bien? — Preguntó llevando una mano a mi rostro.
— Estoy bien, Edward, solamente sentí algunas náuseas.
Él me sonrió y aproximó nuestros rostros para besarme dulcemente, nos separamos cuando escuchamos las risitas ahogadas de nuestra hija, que ponía las manitas sobre los ojos con vergüenza.
Sonreímos.
— Gracias, amor — agradeció él, visiblemente emocionado por la noticia.
— Por nada ¡Felicidades, papá! — Le dije dejando un ligero beso en sus labios para luego tomar a mi hija de su regazo y llenar su carita risueña de besos.
— ¡Felicidades, mamá! — Exclamó él, a lo que sonreí encantada. — Felicidades, hermana mayor — dijo él, haciendo cosquillas en la pancita de nuestra niña.
Nuestra noche fue de risas, felicidad y mucho amor.
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El día siguiente Edward me acompañó al consultorio de Kate, me hicieron un análisis de sangre que confirmó lo que ya sabíamos, luego mi amiga me hizo una ecografía y pudimos ver el embrión de nuestro nuevo bebé, todo estaba perfecto, estaba embarazada de cuatro semanas. Kate nos felicitó y dijo que guardaría el secreto, ya que pensábamos hacer una barbacoa para dar la noticia a la familia. Mi amiga estaba viviendo con Garrett desde seis meses atrás, por ahora ellos no pensaban oficializar la unión, decían que estaban felices así y que en el futuro imitarían mi boda, harían una ceremonia reservada para la familia. Su hermana Tanya seguía viviendo en Londres, se casó con Demetri, su novio desde antes de mi boda, y ambos trabajaban en un bufete de abogados muy prestigiado en la ciudad, pero ya hacían planes para volver a Seattle y tener un bufete propio. La doctora Denali, la tía Carmen, como le gustaba ser llamada fuera del hospital, seguía trabajando como directora allí, metiendo miedo al equipo hospitalario como siempre hizo, Eleazar también seguía como director del hospital privado, pero ambos ya tenían el tiempo necesario para la jubilación, así que era una cuestión de tiempo para que dejasen sus puestos de trabajo; ambos estaban felices por el suceso de sus hijas en sus carreras y en la vida amorosa, ahora estaban a la espera de que una de ellas les diera un nieto para poder consentirlo.
— Mis padres se pondrán contentísimos cuando sepan que les viene otro nieto a camino — me susurró Edward al oído, mientras salimos de la consulta.
— Nieta, es niña — afirmé con convicción, de la misma manera que tres años atrás supe que esperábamos a nuestra hija, ahora en esta segunda gestación también presentía que otra nena estaba en camino.
— ¿Sí?
— Sí.
— Bueno, no me quejo, soy un hombre de princesas.
Me reí.
— ¿Querías un niño? — Le pregunté cambiando de tono a un serio.
— Me alegro de que estemos esperando un hijo, no importa si es niño o niña, lo importante es que es nuestro, a decir verdad desde que Mandy y tú me dieron la noticia en mi cabeza veo a otra princesita, pero si es niña, podemos ir por el niño, tenemos tiempo para eso.
— Oh, Cullen, ni siquiera doy a luz a éste — llevé mi mano hasta mi vientre —, ya estás hablando de una tercera gestación.
— Esto lo decidirá usted, señora Cullen, en el momento adecuado, por supuesto, por ahora vamos a disfrutar de este embarazo.
— Sí, vamos a disfrutarlo — estuve de acuerdo.
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Invitamos a nuestra familia y amigos para una barbacoa en el domingo, y antes de que empezáramos a comer Edward pidió la atención de todos, diciéndoles que teníamos un anuncio a hacerles, mi marido levantó a nuestra hija y la dejó de pie sobre la mesa, nosotros nos posicionamos a su espalda, sosteniéndola.
— ¡Vamo tener un bebé! — Anunció ella feliz con su voz cantarina, dando brincos sobre la mesa, Edward la tomó en brazos rápidamente para que no se hiciera daño.
— Ahhhh… ¡Seré abuela nuevamente! — Exclamó Esme feliz, ella salió de su sitio y vino a darnos las felicitaciones. Enseguida Carlisle se la unió.
Mis suegros desde un año atrás se habían trasladado a Seattle, Carlisle se había jubilado, había terminado sus días como médico de la manera tranquila que previó cuando se trasladó de Chicago a Forks; ellos ahora querían estar cerca de nosotros, principalmente por Mandy, así que cuando mi suegro tuvo lo de su jubilación concluida ellos dejaron todo atrás y compraron una casa cerca de la nuestra, mientras que la casa Cullen de Forks se transformó en nuestro sitio de vacaciones, y esta era la única casa que íbamos a tener allí, ya que meses después de que Mandy nació yo logré vender las casa de mis padres, hoy en día ella se había transformado, tras algunas reformas, en una guardería.
Nuestra familia y amigos nos felicitaron, Carmen y Eleazar fueron los últimos y tras felicitarnos Carmen dijo mirando a su hija que estaba sentada al lado de su novio.
— Ves, Kate, mi hermana ya va por el segundo nieto, mientras tú y tu hermana no me dieron ninguno.
— No te preocupes, mi suegra, ya estamos en ello — le respondió su yerno, haciendo Kate sonrojarse y esconder el rostro en su pecho.
Tras reírnos nos reunimos alrededor de la mesa para comer y charlar. Mandy y Matt, que fueron los primeros a comer, correteaban por el jardín, Matt ahora con cuatro años, era un niño muy apuesto, su pelo había oscurecido un poco, ya no era rojizo, más bien castaño rojizo y sus grandes ojos azules lo hacía irresistible, él y Mandy eran inseparables y a Emmett le encantaba molestar a mi esposo, como lo hizo desde el día que nos visitó en el hospital por el nacimiento de nuestra hija.
— Míralos — dijo Emmett a Edward cuando vio a Matt aproximarse de nuestra hija con una florcita en la mano que debió de recoger de alguna de las plantas del jardín. Mandy aceptó la flor y le sonrió dulcemente al niño. — ¿Será que nuestros nietos tendrán los ojos marrones o azules?
Edward gruñó bajo y enseguida hizo lo único que un padre celoso podía hacer.
— Mandy, ven con papi, princesita — la llamó mi marido, apartando nuestra hija de su primer pretendiente.
Fue imposible no reírnos, entre rizas y conversas amenas comemos.
— Bueno, ya que ustedes empezaron esta reunión con buenas noticias, queremos encerrarla de la misma manera — empezó a decir Emmett, cuando terminábamos de comer el postre, y lo completó Rosalie:
— ¡Estoy embarazada!
— ¡Ah! — Chillamos Alice y yo al mismo tiempo, luego corrimos a abrazar a nuestra amiga, bueno, yo corrí, porque Alice embarazada de casi ocho meses tardó su tiempo en levantarse.
— Seremos madres casi al mismo tiempo — me dijo Rosalie.
— Lo importante es que nuestros hijos tendrán poca diferencia de edad, crecerán juntos y disfrutaran de la niñez juntos, serán amigos como sus madres — nos dijo Alice cuando llegó hasta nosotras.
— Qué felicidad, chicas — les dije abrazándolas, lo que era posible por el abultado vientre de Alice, dentro de algunos meses más estaríamos Rose y yo de la misma manera.
— Nuestro deseo hecho realidad, Carlisle, una casa llena de niños — oímos Esme decir a mi suegro, ya que ellos consideraban los hijos de mis amigas sus nietos también. Vimos Carlisle abrazar a Esme con amor, ambos sonrientes.
— ¿Quién un día hubiera imaginado que íbamos llegar a tener tantos nietos? — Preguntó Carlisle retóricamente. — Y todo gracias a ti, Bella — dijo mirándome —, volviste a nuestra vida y nos trajiste personas maravillosas — dijo mirando con cariño a mis amigos.
— Ay, Carlisle, que soy un balón de hormonas — dijo Alice limpiado sus lágrimas — es suerte nuestra poder tener a tú y a Esme en nuestras vidas — consiguió decir mi amiga —, y sí, todo fue gracias a Bella, a Bella y a Edward, al amor de ambos — terminó ella sonriendo a mi marido y a mí.
— Bueno, creo que debemos hacer un brindis por la felicidad de nuestras familias y por la salud de nuestros hijos — sugirió Edward acercándose a mí y envolviéndome en sus brazos.
— Jugo para las embarazadas — dijo Jasper mientras entregaba a Alice un vaso con jugo de naranja, la miraba con devoción y yo sabía que ninguna de las mujeres allí presentes tenían motivos para envidiar a mi amiga, porque nuestros maridos nos miraban de la misma forma. Hasta la señora Cope, que empezó una relación con un señor también viudo de su misma edad, ellos llevaban seis meses juntos, pero el amor que se profesaban era evidente. John fue su primer novio y por motivos del destino fueron apartados, cada cual siguió con sus vidas y ahora volvieron a reencontrarse.
— Seré el hermano mayor — dijo un orgulloso Matt en brazos de su padre.
— ¿Oto bebé? — Preguntó Mandy en brazos de Edward.
— Sí, mi amor, la tita Rose también va a tener un bebé — le expliqué — Matt será un hermano mayor igual que tú.
— Toy feliz con mi bebé, Matt feliz con su bebé — concluyó ella sonriendo.
Edward y yo nos reímos.
— Sí, princesa, todos estamos felices — le dijo mi marido.
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Una semana después Alice dio a luz a sus bebés, una hermosa niña de pelo negro y piel blanca, Marianne era una miniatura de su madre, y un niño, Philip, regordete y rubio como Jasper, ambos tenía a su padre totalmente embobado.
Cuando estaba de casi veinte semanas el ultrasonido nos reveló que esperábamos más una niña, una vez más mi intuición no me había fallado, a Mandy le encantó la noticia, salimos de compras para conmemorar y ella misma eligió algunas prendas para su hermanita. Rosalie días después descubrió que estaba a espera de otro niño, Emmett no perdió tiempo, ya no le bastaba emparejar a Mandy y a Matt, ahora emparejaba a nuestros hijos no nacidos para el horror de mi marido. Rosalie y yo nos divertíamos mucho a costa de ellos, principalmente de Edward, ya que Emmett hacía sus insinuaciones para burlase de él, que siempre gruñía o hacia mala cara con la simple mención de que un día los niños de nuestros amigos iría a robarle sus princesitas.
Los meses de embarazo se pasaran en un abrir y cerrar de ojos, mi hija y mi marido me tuvieron siempre muy mimada, lo que me ayudó a llevar mejor las náuseas que me acompañaron desde del inicio al fin de mi gestación. Rosalie dio la luz una semana antes que yo, Peter Alexander, era una copia de su padre, mientras que Matt era una mezcla de ambos, Peter nació con una maraña de pelo negro y segundo la madre de mi amigo, era una copia de su hijo cuando nació, lo que fue comprobado conforme el niño iba creciendo, tenía el pelo, los ojos y los hoyuelos de su padre, era una preciosura, parecía haber heredado el sentido de humor de su padre también, se reía por todo y era muy dado a la gente.
Mi segundo parto fue más tranquilo que el primero, ya que sabía a lo que debía atenerme, estaba más tranquila y tras dos horas de labor de parto Emily Elizabeth vino al mundo, llorando a todo pulmón. Nuestra Mily era un bebé regordete con poquísimo pelo, para extrañamiento de su hermana, que se puso a llorar desconsolada cuando sus abuelos la llevaron al hospital para conocer a su hermanita.
— Es niño… me… me… mintió — hipó ella, llorando en brazos de Edward.
— Princesa, que ni todas las niñas nacen con la cabeza llena de pelo como tú — empezó a explicarle mi marido, ya que le habíamos mostrado sus fotos de bebé días antes del parto —, el pelo de Emily crecerá con el tiempo.
— ¿Es nena? — Le preguntó formando un puchero en los labios.
— Sí, mi amor, mírala, tiene tu misma naricita — le dije yo, ya que Mily estaba en mis brazos.
Edward se sentó el en borde de mi camilla sentando a Mandy sobre su regazo.
— Es igual que la tuya, mami — dijo ella.
— Sí, mi amor, las tres tenemos la misma nariz.
— Y las tres son las princesas de papi — le dijo Edward, besando su mejilla, Mandy se rió feliz.
— Dame tu mano — le pedí a mi pequeña.
Cogí su mano y la llevé hasta la de Emily, que atrapó en su manita uno de los dedos de su hermana.
— Owww — suspiró Mandy, haciéndonos reír.
Ella se inclinó desde el regazo de su padre y dejó un beso sobre la frente de Mily.
— Te cuidalé, hemanita — musitó ella.
Edward y yo nos miramos, una sonrisa de felicidad estampada en el rostro de ambos, lo sabía, mi sonrisa era el reflejo de la suya, y la suya de la mía. La vida nos había dado obstáculos a que superarlos, luchamos, los superamos y encontramos nuestra felicidad.
— Lista para empezar nuevamente, señora Cullen — Me preguntó él tendiéndome su mano libre, uní mi mano a la suya.
— Contigo a mi lado estoy lista para empezar nuevamente todos los días — le aseguré.
Él me sonrió y se inclinó para besarme en los labios, oímos la risita de nuestra hija mayor y nos reímos también, felices en tener una nueva vida nacida de nuestro amor, una nueva vida que representaba más un nuevo comienzo.
Fin…
Y ahora sí, historia finalizada :D Espero que les haya gustado este epílogo.
Bueno, si llegaste hasta aquí es porque te gustó mi historia, entonces déjame un comentario, los reviews son mi sueldo, ¡no se olviden!
Quiero agradecer a todas (os) que me acompañaron en esta historia, las personas visibles y las invisibles, gracias por dar una oportunidad a este fic de una chica brasileña que ama la lengua española, los países de habla hispánica y sus distintas culturas y acentos. Tengo dos nuevas historias en mi ordenador, pero decidí publicarlas solamente cuando las tenga concluidas o casi concluidas, así no les hago esperar por las actualizaciones, si tengo tiempo y tranquilidad tal vez suba una de ellas hasta el final del año, por ahora me despido de ustedes deseándoles mucha paz y salud a todas (os), ¡nos leemos!
Gracias por los reviews en el capi anterior: JoseFan, aliceforever85, chica guest, Aguus y Marianacs y gracias a todos que en algún momento de esta historia me dedicaron alguno minutito para escribirme una palabra.
Saludos llenos de cariño, ¡y gracias por leerme!
Jane