Capítulo 31

Una frase: el bloqueo de escritor es una mierda.

¡A leer!


Fue casi de repente la aparición del fenómeno.

El cielo estuvo despejado la mayor parte del día, hubo un viento seco la mayor parte del día y el sol irradiaba con tal fuerza que su piel causando algunas leves quemaduras. Entonces, cayó la noche. El viento entró húmedo por la puerta doble de su balcón. Salió solo un momento, inquieta por la humedad en el viento y justo un minuto después un trueno rompió la calma en el oscuro y despejado cielo, la lluvia empezó y cayó mojándola en instantes.

A Bryce no le gustaba cuando la lluvia llegaba de una forma tan impredecible. La naturaleza era impredecible e imparable; lo sabía tan bien como sabía que en Salem no había cambios tan abruptos de clima y que si la lluvia llegaba de repente cuando el día estaba seco y soleado, solo significaba problemas.

El cielo parecía estar iluminado por la luz cenicienta y se viese las formas de las nubes, cristalinas, pálidas y llenas de agua. No se había nublado hasta hace 20 minutos y el efecto que tanto le ocasionaba molestia en el cielo (era como si la luz cenicienta fuera un dios tratando de conquistar el cielo nocturno; Hati por fin mordiendo la luna) le llenaba de mucha amargura y desconfianza.

Algo que le molestaba más que la luz cenicienta, era la luna de esa noche. No sólo el cielo estaba iluminado por la luz cenicienta, sino también la luna creciente, tintada de un color rojo rosáceo, pero que entre más la mirabas, el efecto cambiaba y se veía rojo escarlata. Una luna abatida por algo. En los 900 años que llevaba viva contadas veces había visto a la luna tan visible durante una tormenta, cada una de esas ocasiones algo catastrófico pasaba.

La luna no era un fenómeno único; la luna con ese color significaban cosas malas.

Era como la luna sangrienta que presagiaba el poder de los muertos sobre los vivos por una semana, pero diferente. Cuando ella era una novicia su maestra la llamaba la luna de las malicias. Una luna que aparecía solamente cuando la carga negativa de las energías de un lugar era mayor que las cargas positivas. La energía de la naturaleza revertía su polaridad, subían y manchaban la luna. El color entre rojo y rosa se hacía porque a pesar de la polaridad negativa, no se podía quitar completamente la carga positiva, de todos los seres de la naturaleza.

Y sin importar la leve carga positiva, el rosa, la negatividad, la maldad era tal que cualquier bruja, sea buena o mala, podía usar magia negra al doble de su magnitud y las consecuencias de las reglas wiccanas sobre la magia y preservación de la vida se multiplicaban.

El celular de Bryce comenzó a sonar. Fue hasta su mesita de noche, lo tomó y volvió a su lugar de antes.

— ¿Lo andas viendo? —preguntó. Puso la llamada en altavoz para poder secarse el pelo mientras hablaba.

La lluvia fue tan intensa en el minuto que estuvo en el balcón que su cabello se mojó como si acabara de salir de la ducha.

Su voz sonó más ronca de lo que imaginó. El frio aire que entraba por el balcón estaba haciendo su mella en su garganta.

— Sí. —La respuesta fue tensa.

— ¿Recuerdas la última vez que apareció la luna de las malicias? —se sentó en la cama.

— 18 de abril de 1906.

— El gran terremoto de San Francisco.

— Dudó que se repita otro terremoto igual.

Ella también lo dudaba. Cada vez que aparecía la luna de las malicias provocaba un efecto diferente en cada parte del mundo.

— ¿Crees que tiene que ver con Joséphine? —le preguntó a Tana sentándose en la cama. La toalla reposo sobre sus hombros, sabía que mojaba la cama con su pantalón húmedo, pero no le preocupaba.

— Creo que ella va a aprovechar la luna para hacer de las suyas—aseguró la mujer. Bryce se temía esa respuesta; claro que la usaría, como cualquier otra bruja mala en el mundo. Ésa maldita luna inclinaba la balanza a un lugar donde las suyas estaban en clara desventaja. Y tan solo verla y tener la certeza del lugar en donde se inclinaba la balanza era igual o peor a ser atropellado cien veces por un auto grande—. Sólo era cuestión de tiempo para que la luna se pintara. Los últimos 100 años han estado llenos de una locura infernal.

Bryce asintió y miró hacia el balcón. ¿Podría olerse la tierra mojada? Su maestra decía que podías saber si iba a llover por el olor de la tierra; un olor rico a tierra húmeda que se percibía hasta en el cemento. También decía que si querías saber el humor de los dioses y los numens debías de estar bajo la lluvia.

Estuvo bajo la lluvia segundos, pero sintió algo. El agua era caliente, como si estuviese siendo hervida por los rayos y truenos antes de salir de las nubes. Sintió la violencia de un acto cruel y las gotas que atraparon sus labios sabían a sangre.

Si ella sintió eso, ¿qué sentirán los empáticos? ¿Qué sentiría Killa o Adeleine? ¿O Shappa? Ese viejo piel roja escuchaba el viento susurrar. Y el viento andaba gritando.

Envidiaba aquella conexión de los antiguos habitantes del continente con la naturaleza. Escuchar el viento era escuchar a los dioses mismos.

— No me gusta nada de esto—confesó lanzando la toalla a la cama.

— ¿Y crees que a mí sí? —espetó Tana—. Sabes, tengo muchos problemas ahora como para pensar que Joséphine vuelva a intentar hacer algo o algún otro aquelarre estén problemas por las brujas que han jodido.

— No puedes deslindarte de ellas, Aitana. Si están en problemas debemos de ayudar… Lo sabes.

— ¿Ellas nos están ayudando con Joséphine? —Bryce no respondió. Frunció el ceño y los labios, no lo hacen, lo sabía, pero era su deber como bruja ayudar a sus hermanas. No importa que no estuviera de acuerdo con que usaran un nombre para encubrir el pasado o para tener más aceptación—. No, Bryce. Cada quien debe de resolver sus problemas.

— Aitana…

— Deja de usar ése jodido nombre y por favor, no entremos a lo mismo. Tengo muchos problemas como para salir de pleito contigo.

— Como tú no estás de humor, yo tampoco—aseguró Bryce irritada.

— ¿Seeley trató de manosear tus piernas de nuevo?

Bryce gruñó. Seeley era un grano en su trasero y se estaba volviendo cada vez peor.

Hoy en su biblioteca más que nunca entendió, mientras le contaba la historia de su matrimonio con una bruja y de los hijos que procreo con ella, porque Dago sentía unas inmensas ganas de plantarse frente a él, escupirle en la cara y decirle, mientras se reía: « ¿adivina quién se cogió a tu esposa? ¿Adivina de quién fue la semilla que germino dentro de ella?». Tana tenía mucha razón en decir que Adeleine prefería mil veces coger y tener los hijos de un perro que los de él.

Al final, Adeleine fue a la única bruja que no pudo engañar. Ella se casó con él dispuesta a destruirlo. Y al final renunció a todo para alejarlo de lo que más amaba. Admiraba eso de ella; pero no evitaba sus grandes equivocaciones.

— No me hables de él—escupió Bryce con asco. Mejor dime, ¿qué tratabas de decir con Joséphine vuelva a intentar algo? Por tu voz, parece que acaba de salir de su agujero e intento algo.

— Hoy. Hizo un hechizo de muñecas.

— ¿Qué? —Bryce volvió en sus pasos y se metió de nuevo a su habitación. Fue al baño y tomo una toalla para secarse—. ¿Joséphine hizo un hechizo de muñecas?

— Eso dije. ¿Tienes que repetir mis palabras para entenderla?

— A mí no me hablas así. Si estás de un humor de perros, trágatelo, respira y háblame de mejor modo, ¿está claro? No olvides quien de las dos es más fuerte.

Tana no respondió. Su respiración fue tensa sobre el celular y espero a que ella se tranquilizara o dijera algo.

— Explícame lo del hechizo de muñecas.

— Joséphine uso el hechizo con Linus y con Killa. Puede sacar a Linus, pero Killa salió sola. Me cuesta admitirlo, pero creo que las clases de Dago de defensa personal y su terquedad de aprender por propia mano leyendo los libros de ésa chica en San Francisco están funcionando.

— Su nombre es Nezza; es la hija de Gloriana.

— Me da igual cómo se llama. Joséphine se está metiendo en un camino peligroso. ¿Te das cuenta que nada de esto estaría pasando si la hubieses matado cuando te reuniste con ella? Débil o no, eras más fuerte que Joséphine. Debes de quitarte de una maldita vez aquella debilidad que sientes por ella.

Bryce se mordió el interior de sus mejillas. Deseaba replicarle, pero ella tenía razón. Supo que tenía razón en cuanto se lo grito en su última visita a Salem.

— Bien. Ahora a lo importante. ¿Sabes lo que Joséphine trato de hacer? —gruñó Bryce.

— No soy ninguna pendeja para no darme cuenta.

— ¡Entonces ten cuidado! —le gritó regañándola—. Es lista, uso un truco viejo con alguien que amas para obligarte a intervenir. Si tan sólo Killa hubiese estado contigo cuando a ella le afecto la maldición…

— No tendría mis poderes, lo sé. Tranquilízate, no usara el mismo truco dos veces.

— No seas arrogante. Lo mismo has dicho en el pasado y las cosas no terminaron bien.

— Joséphine no es igual a otros. Y no es arrogancia, es conocimiento. Joséphine y yo nos conocemos, sabe que después de su primer truco yo estaré alerta en la misma vía por si trata de usarlo de nuevo. Si quiere tener existo, debe de ser por otro canal que no esté vigilando.

— Sin embargo, los usara a ellos.

— Sí—admitió. Su voz un poco beligerante, parecía mostrar más de uno de los deseos que tenía respecto a Joséphine. Aquel pequeño siseo como de cuchilla, la ponía de nervios—. Yo sé lo que hago.

— ¿Lo sabes? Ya no lo creo. Estos últimos meses no has estado más que cometiendo error tras error y temo uno nuevo.

— Es fácil denotar los errores de los demás, ¿y los tuyos? —preguntó Tana tranquila.

Bryce apretó su mano libre en un puño. La levantó, hizo hacia atrás y después hacia adelante en un movimiento rápido. La lámpara de su mesita de noche salió volando contra la pared.

Respiró profundamente. Eso fue un golpe bajo.

— Te sientas cómoda frente a tu escritorio, observándolos. ¿Crees que observando sabrás el pasado de Killa? ¿O el próximo desencadenamiento de poder de Linus? En lugar de enseñarles a controlarse, son tus ratas de laboratorio. ¿No te das cuenta que andas actuando mal?

— ¿De qué te sorprende? Estoy usando tu forma de enseñar, en lugar de la mía.

— ¡La tuya es un asco!

— Da resultados. No seas una estúpida, Bryce. Si tú hubiese usado esté método no estarías quejándote y me mandarías a callar si te digo que no funciona. Bien, no funciona. Usare mis métodos.

— Tus métodos harán que necesite un escudo anti balas.

— ¿Qué quieres? ¿Qué los mime? ¿Les bese sus heridas y le diga que todo estará bien? No quiero, no sirve. Te fuiste, no sabes cómo han estado las últimas semanas. Puedo trabajar con el miedo y la fortaleza, no con la tristeza y la conmiseración. Pero son jóvenes, luchan, son tercos como el demonio y harían cualquier cosa para hacerme ver que no están siendo débiles o tengo la razón. Puedo trabajar con su miedo y su estupidez. Quiero hacerlo, ¿y tú que quieres?

— Quiero un balance entre mi método y tú método.

— Deja de molestar. Yo le voy a enseñar y si no te gusta, bien, ven a Beacon Hills y hazlo tú.

Bryce apretó los labios y su rostro comenzó a crisparse con una mueca. No van a aceptar. La verdad era que no tenía intenciones de ayudar a Linus. ¿Qué sabía ella sobre entrenar a un cambiaformas? Sabía cosas de balams y eso podría ayudarle solamente para detener su descontrol, sin embargo, su interés no iba más allá. Su interés era Killa, pero Linus venía incluido en el paquete. Ella no iría a ningún lugar o estaría con ella si no supiera que eso ayudaba a Linus, y esa ayuda ya se la daba Tana, sino, ¿por qué más le enseñaba? Acepto, porque sus manos estaban atadas.

Y ella no podría ayudar mejor a Linus de lo que ya estaba haciendo Tana. ¿Qué excusa tendría Killa para acercarse a ella?

Entonces, una idea se le cruzo rápidamente en la cabeza. Rápida como los relámpagos de afuera. Tana no hacía algo; ayudar a Derek.

— Eso imagine—Bryce salió de su ensoñación—. ¿Por qué no la ayudas a salvar al idiota hombre lobo? Con los cazadores de brujas aquí, la bestia de Willka y la enviada de las superioras no voy a poder. No tengo tiempo.

— Tiempo te puedes hacer, pero no quieres.

— Sabes lo que pienso sobre ayudar a hombres lobos.

No sólo de hombres lobos, de cada cambiaformas sobre la tierra. Él único que toleraba era Dago.

— ¿Has averiguado algo?

— No. Has estudiado el hechizo de Bianca más que yo, tienes libros y conocimiento. No importa cuánto he hojeado el grimorio de Adeleine, no viene nada y Killa ya debe de saberlo. Le deje el libro en su cuarto hace semanas y no dudo que lo haya hojeado de vez en cuando antes de dejarlo en un cajón juntando polvo.

Lo cual significaba que Killa no estaba muy cerca de perdonar a su abuela. Y Adeleine se lo merecía.

Sus ojos se clavaron en la luna. Estaba mucho más roja.

— La luna está más roja.

— Deja de preocuparte por la luna. Si sucede algo, Bryce, lo sabremos mañana. Lo supimos en San Francisco con el terremoto, ¿no?

— Es que… No me gusta esta luna, Aitana.

Bryce escuchó un gruñido.

— Sé que no es fácil dejar de pensar en eso. Dago es quien te hace olvidar las matanzas y los malos augurios y ahora está aquí haciendo lo que juro hacer…

— Corta el rollo.

— Búscate otra forma de olvidar y distraerte.

— ¿Es la manera en la que dices que te encanta tenerlo en Beacon Hills?

— ¡Por supuesto que no! Es la maldita tapadera de Killa y es una boca suelta con ella. Le dijo sobre el origen del caníbal.

— ¿Entonces?

— ¿Entonces qué? Compra una botella de vino, una caja de baterías y déjame en paz. Tengo mucho que hacer, adiós.

Bryce gruñó. Algo le paso para estar tan intolerante y malhumorada.

— Si pasa algo en Beacon Hills me avisas. No dudes en llamarme si necesitas ayuda.

— Claro—Tana colgó.

Bryce lanzó el celular a la cama y continuó mirando la lluvia.

Iba a pasar algo, lo presentía. Mañana lo más seguro, ya fuese un terremoto o un huracán o una matanza. En algún punto del mundo pasaría y rezó porque no fuese en Beacon Hills.

Ya había demasiadas cosas, demasiados problemas. Camino hacia su closet y saco la caja que había traído desde Portland a finales del verano. La puso sobre su cama y miró la ceniza que estaba dentro de ella.

Sonrió mientras enterraba sus dedos en las cenizas. En las cenizas estaban su llave de entrada.

Tomó un puño de las cenizas en su mano, apretó y se dirigió de nuevo al balcón. Bien, ayudaría a Killa de una manera. Resolvería uno de sus problemas y esperaba así ella también la aceptara. Se estaba volviendo cada vez más fuerte, podría estar en Beacon Hills unas semanas sin ser tan afectada.

Pero antes debía de asegurarse que no iba en un mal momento.

Pegó el puño en sus manos, murmuró algunas palabras en nórdico antiguo y abrió el puño. Sopló las cenizas y éstas volaron por el balcón hacia el viento. La lluvia las mojó, como si fuesen gasolina, las cenizas se prendieron y comenzaron su trayecto a Beacon Hills.


Scott salió rápido del carro, levantando su chamarra sobre sus hombros para mojarse lo menos posible. Llegó pronto a la entrada de la casa de Kira y tocó fuerte la puerta.

Su celular sonó en su bolsillo y lo sacó. Al prender la pantalla vio un mensaje de Isaac.

«Siento no haberte avisado. Con lo del robo del mosco y Derek he estado con las patas para arriba. Respondiendo a tu pregunta, pienso quedarme un tiempo; no sé si volveré a la escuela, Chris quiere que lo haga. Ahorita tuve que salir de la ciudad, pero regreso el domingo en la noche. ¿Nos vemos el lunes?»

Scott escribió rápido la respuesta. Le había mandado un mensaje desde que Derek lo corrió del loft con aquella expresión tan rara. Quería preguntarle si sabía algo más sobre el humor de Derek, parecía que algo le molestaba y sentía que algo le ocultaba. Levantó la mano en puño para volver a tocar la puerta mientras guardaba el celular. La puerta se abrió y se detuvo en ceño para no golpear la nariz del padre de Kira. Vestía pijama y tenía una cara confundida mientras apretada el pomo de la puerta con una mano y con la otra apretaba un libro.

— Scott, ¿qué haces aquí?

— Vengo por Kira—le explicó. El padre de Kira se vio confundido.

— Kira no me dijo que iban a salir.

— Dije que vengo por ella, no que ella quisiera salir.

— ¿Crees que la mejor forma de llevar una relación es obligar al otro a salir cuando no quiere?

Scott no lo creía, tampoco se sentía cómodo hablado de eso con el padre de Kira, pero ya estaba ahí, había tomado una determinación y no se iría hasta que Kira estuviera alado de él en el auto y fueran camino al club donde Stiles, Lydia y Malia los esperaban.

— Kira no sale por miedo al zorro. ¿Cree que es bueno que esté encerrada y sola? El zorro podría tomar más control si se aleja de sus amigos.

Scott suspiró y espero a que el padre de Kira dijera algo. Él lo miraba, como analizando sus palabras y tratando de saber si era ciertas o no sus palabras. Scott comenzó a mover uno de sus pies incómodo. ¿Dejaría que Kira se fuera con él? ¿O se podrían en el mismo plan que la madre de Kira tratando de encontrar aparte formas de controlar el zorro?

— Tienes suerte que mi esposa no está. —El padre de Kira se movió y lo dejo pasar.

Scott le sonrió y entró dirigiéndose rápidamente a la habitación de Kira.


Tana dejo la taza de té frente a la mujer de cabellos oscuros que hace más de 15 minutos llegó en medio de la lluvia para hablar con ella.

— ¿Té? —Noshiko Yukimura enarcó una ceja.

Su cabello estaba sorprendentemente húmedo al igual que la chaqueta. Ambos se le pegaban a la cara y pecho como si fueran una segunda piel.

— Bebe—ordenó Tana en un gruñido. No llevaba ni cinco minutos de haber regresado. La había dejado en la sala con la chimenea prendida para que se calentara en lo que subía a su cuarto a devolverle la llamada de Bryce.

— No quiero té— Noshiko hizo hacia atrás la taza. Después, se apartó el cabello mojado de la cara—. Quiero una salvación para mi hija.

Tana se sentó en el sofá individual y miró a la mujer. Algo que le gustaba de Noshiko era su fortaleza. Aun pidiendo ayuda seguía mostrándose fuerte. Cuando vino a Beacon Hills por segunda vez y le dijo lo que pensaba hacer, no lo hizo como una manera de pedirle permiso, ella nunca hacia eso. Solamente le aviso para que no estuviese inmiscuyéndose en sus cosas como en Oak Creek. Rondo tanto el campo tratando de encontrar al ser sobrenatural que sentía y admiró como ella pudo ocultarse de ella hasta que escondió el nogitsune en el nemeton. Le aviso de su nueva caza y no intervino porque sabía que era cosa de ella, ella no tenía por qué meterse.

Ahora, fuerte y con un rostro tranquilo le decía lo que quería. No le pedía ayuda, casi se lo exigía.

— Mi nieta está fuera de Beacon Hills.

— ¿Importa? Tu nieta no estaba aquí cuando el zorro despertó. Es por aquella chica, tu alumna, que el zorro despertó—le recordó con amable condescendencia.

Tana odio el tono.

— El zorro comenzó a despertar en el momento que usaron a tu hija para meter al nogitsune en el cuerpo de Stiles—replicó un poco brusca—. Eres técnicamente lo mismo que ella, sabes tan bien como yo que un proceso así deja secuelas. La presencia de Raven con la esencia de una bruja y la leve de la naturaleza de mi nieta sólo lo alentó a hacer acto de presencia, hubiese salido con ella o sin ella en Beacon Hills.

— Pero tuvo la mala suerte de ser ella. ¿Por qué no estás preocupada?

— Porque tu hija está lejos de ella. Le rehúye como un conejo a un zorro. Es irónico como se revirtieron los papeles.

— ¿Estás divertida? —le preguntó Noshiko con desdén.

— ¿Me veo divertida?

La verdad no. Se veía estresa, molesta y con una cara de los mil infiernos.

— Te ves infeliz. ¿Es por la luna?

— Es por todo—confesó Tana—. No hablemos de la luna, me pone de mal humor. Mira, no sé cómo resolver lo de tu hija. No sé qué podrían hacer.

— Tienes libros, Tana. Contactos y acceso a información, puedes averiguar cómo ayudar a mi hija con el zorro. Dices que no vaya con las skinwalker…

— Yo ya fui con ellas. La solución que ellas me dieron no aseguraba existo ni se adaptaba a mis necesidades o a las de Raven.

— Pero tal vez se adapten a las mías y las de Kira.

— ¿Quieres perder a tu hija? Porque eso pasara. Le pondrá una prueba para saber si pueden ayudarla, lo cual podría tomar mucho tiempo; y si no la pasa, ellas la obligaran a ser una más. Una skinwalker. ¿Eso quieres?

— Los kitsunes tenemos siglos.

— Pero tal vez Kira no quiera tener siglos. ¿Lo has pensado?

Noshiko miró a Tana. Estaba tranquila, sus ojos dorados estaban llenos de parsimonia. Una verdadera rareza. Siempre encontraba algo de animosidad en su mirada; la parsimonia parecía tan antinatural.

— Ocupo otra solución, entonces— exigió.

Tana miró el fuego de la chimenea. ¿Otra solución? Ella quería otra solución, muy bien.

— Sella al zorro—. Tana lo dijo rápido, como si tratase de ahorrarle algún dolor.

— Quiero una solución, no destruir quién es.

— La magia de tus antepasados puede sellar al zorro. Usa su primera cola, lo que quedaron de las tuyas y tus antepasados. Es la única manera. Kira puede descubrir de nuevo quien es.

Noshiko miró al té. Mentiría si decía que no lo había pensado en su momento. Las skinwalker no eran una opción, Satomi se lo dijo al igual que Tana. Prefieren tener más a ayudar.

— No lo haré—aseguró Noshiko.

— Noshiko, hay dos opciones: o la salvamos volviéndola humana o nos sentamos y esperamos a que el zorro la domine y trata de matar a sus amigos y novio. —Las palabras de Tana fueron letales, igual a una cuchilla atravesando la carne cruda.

Su tono de voz intimidaría hasta al más fuerte, pero no a Noshiko. Después de 900 años, la animosidad de Tana no era suficiente para hacerla levantarse, dar vuelta y caminar hacia la puerta con la cola entre las patas, esperando lo inevitable.

Para salvar a Kira era capaz de ir con las skinwalkers, aunque eso significase perderla por siglos.

Levantó los ojos a ella. Tana seguía con la mirada sin animosidad, y ahora se dio cuenta que lo que había en su mirada no era parsimonia, sino que si mirada era anodina. La detestaba. Sus propios ojos se volvieron duros e impenetrables.

Cuando Tana notó el cambio, entrecerró los ojos con interés y se inclinó hacia adelante.

— ¿Por qué no usamos la otra opción?

— ¿No crees que si hubiese otra opción ya la hubiese usado? Mi alumna no es mi persona favorita, pero tampoco quiero que sea asesinada por tu hija.

— Un grimorio de origen quechua. Tiene más de 2000 hojas y dicen que tiene hechizos antiguos, leyendas, criaturas, hechos y maleficios que ninguna otra bruja ha visto. Respuestas a los hechos más insólitos.

Tana la acuchilló con la mirada mientras se enderezaba y hacía su voz más brusca. Se preguntaba como supo ella del grimorio

— ¿Cómo sabes de ése grimorio? ¿Tienes una idea de lo que hablas?

— Yo siempre hablo de lo que sé con seguridad—aseguró Noshiko—. Visite a Satomi antes de venir. Escuche una historia donde ella era amiga de una joven bruja. Nuestra reunión no fue del todo amable y correcta, pero hablamos. Me platico que en tu aquelarre estaba la bruja indígena que lo escribió. Una esclava cuya estirpe llegó a su amiga. Debo de admitir que saber que esa bruja tenía un grimorio tan rico en magia e historia del "nuevo mundo" y que lo hizo crecer al paso de los siglos, al paso que convivía con más culturas indígenas fue casi tan interesante como saber que una bruja se volvió amiga de las dos alfas más populares de estos tiempos.

— No podemos usar el grimorio—Tana enterró las uñas en los codos del sofá.

— ¿No podemos o no quieres? Puedes muy bien pedir prestado el grimorio a la familia.

— ¿Satomi no te lo dijo? —siseó Tana volviendo a inclinarse hacia adelante—. Su amiga bruja lleva más de 18 años muerta. La familia está dividida y pérdida y el último miembro en tener el libro en sus manos fue una niña que lo escondió y no recuerda donde lo dejo.

— No te entiendo.

— ¿Qué no entiendes? ¡El grimorio está perdido, bruta! Llevo meses buscándolo porque ahí también está la clave para terminar con la bestia que toma a Beacon Hills como su McDonald's. Y no lo encuentro.

— ¿Y la niña?

— Te dije, no lo recuerda.

— Sé bien que hay formas para recuperar los recuerdos. Usa una.

— Es más complicado que eso—siseó Tana molesta—. Los métodos mágicos no sirven con ella. Ella no tiene poderes, por lo que su abuela uso otros medios para protegerla de las intromisiones indeseadas.

— ¿Estás segura?

— Lo estoy—aseguró Tana—. Lo traté una vez y me hice mucho daño.

Noshiko volvió a bajar la vista casi derrotada. Un momento después la levantó, con una cara de haber tenido una idea muy buena.

— ¿Y un hombre lobo? Puede entrar a sus recuerdos.

— Es una idea estúpida.

— ¿Por qué? ¿Por qué no servirá o por qué los odias?

— Porque cabe la posibilidad que eso le haga daño o le haga daño al hombre lobo. Lo que le hicieron deja secuelas.

— ¿Y? A todos nos han hecho algo y tenemos secuelas muy profundas.

Tana se levantó del sofá y camino hacia la chimenea. Su paso firme, como el de una leona acechando a una gacela. Al darse vuelta, tenía un humor en su rostro capaz de almendrar hasta las bestias más salvajes, pero no a ella.

— Pero nunca has visto las secuelas de una bruja. Yo trate de entrar y me lanzó contra la pared antes de pasar la primera barrera. Si un hombre lobo usa sus garras… La posibilidad de que lo lastime es muy grande y si lo lastima, la conexión con sus garras le devolverán el golpe. No me arriesgare a tener a una bruja descontrolada por ahí. Ya tengo suficiente con Raven.

— No te creo. —Noshiko se levantó también. Abrió la boca y luego la cerró, haciendo una pausa. Su mirada era letal, no la miraba contenta con sus palabras y en ella estaba la consciencia de que sabía que mentía—. Mientes.

— No me importa que creas. Yo no pienso arriesgarme.

Tana no mintió. Realmente había la posibilidad de que pasara lo que le planteó a Noshiko. Aparte, Killa no dejaría que ningún hombre lobo entrara en su cabeza. Menos si ése hombre lobo fuese Scott McCall o alguno de su manada.

— Debes de estar mintiendo. A ti no te importa mentir si con eso consigues lo que quieres.

— Mira—Tana hizo una pausa brusca. Se veía enojada, su mandíbula se tensó y parecía que usaba gran parte de su fuerza para no dejar de mirarla—. Me importa un bledo lo que pienses. No me conoces, ¿crees que puedes saberlo con chismes o unos cuantos encuentros? Por supuesto que no, idiota. Yo quiero ayudarte, me guste o no, porque si tu hija se vuelve loca y mata a Raven, mata a sus amigos y a otras personas, tendré a mujeres muy odiosas en Beacon Hills. No me he pasado los últimos 100 preservando este lugar lejos de ellas como para que por la estúpida de tu hija mate a una bruja y traiga a esas mujeres del infierno aquí porque ella no puede controlarse.

— No te permito que…

— ¡No! —Tana gritó señalándola con un dedo, regañándola—. Vienes a mi casa a pedir opciones, de una forma sutil quieres ordenarme que te ayude. ¡No lo haré! Hace semanas te dije que te ayudaría sólo porque no me ayuda esta jodida estupidez, sino créeme que me daría igual si tu hija es una bomba de tiempo. Si quieres que te ayude, mujer imbécil, ¡no vengas a cuestionar lo que te digo! El grimorio está perdido, fin. No entra en la tabla de salvación para encontrar el jodido grimorio. Si lo encuentro, será por mis medios y si viene ahí la solución para salvar a tu estúpida hija, te la daré. Pero si sigues aquí, si sigues buscando con altivez, condescendencia y tranquilidad, puedes largarte, porque hasta ahí terminara mi ayuda. ¡La puerta está muy grande! —señaló la puerta—. Puedes irte y si tu hija trata de atacar a cualquier inocente, la matare. No lo dudes.

— Si le haces algo a mi hija…

— ¿Qué? —preguntó Tana. Su cara mostraba una fiera furia. Su expresión le recordó a la cara de los onis. Fiera, mostrando los dientes y una mirada oscura sin fondo—. No puedes contra mí Noshiko. Puedes venir a buscarme, vengarte todo lo que quieras, pero te mataré tan fácil como quito una pelusa de mi ropa. Lo sabes.

Lo sabía. Si tuviera el poder de sus colas podía ser rival para Tana, pero ahora no. Ya no era tan fuerte como antes, no sanaba como antes. Podía pelear contra ella, defenderse hasta dejarla muy cansada y herida, pero si algo había aprendido de todas las historias sobre las brujas y sobre Tana Wyatt, era que al final ella ganaba.

Una vez en el pasado pelearon. Tenía todo su poder y la fuerza de un cuerpo joven, pero ni aun así pudo vencerla. Tana uso su poder para detenerla. Hizo el interior de su cuerpo hervir… Hervir hasta que la sangre salió por su boca y tuvo la seguridad de que no continuaría atacándola.

Ese día se dio cuenta que con Tana se debía andar con pies de plomo.

— Muy bien—dijo después de unos minutos en silencio—. Lo haremos a tu modo.

Tana la miró con molestia y amargura.

— Para ganar tienes que perder. Lo entiendes, ¿verdad?

— Lo entiendo— Noshiko rodeó el sofá y se dirigió a la puerta de la casa.

La puerta se cerró con un fuerte portazo y Tana puso una cara amargura tal que hasta ella le sorprendía poder ponerla.

Para ganar había que perder. Odiaba con todo su ser la certeza de aquella frase.


Kira cerró la puerta del auto de la mamá de Scott y se puso el cinturón, seria. Accedió a salir con Scott y sus amigos solamente por la cara suplicante de él. Al pedirle que saliera con él, con ellos, su cara era tan suplicante que se sintió mal pensar en decir no. Estar abrazada a su almohada después de que se fuera, tratando de no llorar por herirlo, como otras veces, le afectaba ahora más que tenía la cruda consciencia que le hacía daño, más que el caníbal, más que las muertes y sus propios problemas.

«¿Y si ves eso por qué no has hecho algo para arreglarlo?». Kira quiso sacudir la cabeza para alejar las palabras de Lydia. No lo hizo para no verse más idiota de lo que ya se sentía.

Se sintió muy atacada por Lydia en la mañana, se sintió tonta y más triste de lo que ya estaba, pero la crudeza y realidad de las palabras era lo que necesitaba para salir del agujero de miedo, vergüenza y culpa. No se equivocó en nada, ni siquiera en lo de Raven, a pesar de lo mucho que le costaba admitirlo; por eso, en parte, también estaba sentada alado de Scott, el cabello un poco húmedo por el aguacero y sus dedos se movían temblorosamente por el material del cinturón.

— Si no quieres ir, estás a tiempo de salir y quedarte—le dijo Scott mirando lo que hacía con las manos. Estaba ansiosa, era obvio.

Kira le devolvió la mirada. Las palabras que le dijo Lydia le rondaban la cabeza sin importar cuanto tratara de apartarlo o tratara de negarlas. Perdería a Scott si seguía alejándose, lo lastimaría más de lo que ella se lastimaría y eso la llenaba de culpa, miedo y vergüenza. Si él se iba con otra, ella tendría la culpa, lo arrastraría a eso.

Pensaba en lo que le dijo Lydia. ¿Realmente estaría como le dijo Lydia que estaría? ¿Está comenzando a tener los primeros síntomas de un corazón roto? ¿Cuáles eran? ¿Lloraría por ella?

— Lo siento—se disculpó y Scott puso una cara llena de confusión—. Lo siento por más que mi comportamiento de esta mañana.

— ¿Por qué más lo sientes? —La voz de él fue delicada como una caricia. No juzgaba.

Kira respiró y exhaló todo el aire acumulado en sus pulmones esperando que así también se fuera la tensión acumulada en parte de su espalda.

— Por lo que me he alejado de ti en este mes, por refugiarme en Lydia y Malia. Por ser tan mala novia.

Él asintió y dejo de mirarla. Su vista fue a los limpiaparabrisas como ver la forma en que subían y bajaban, limpiando el vidrio, fuese tranquilizador.

— Fue culpa de los dos—admitió Scott para tratar de quitarle algo de peso a sus acciones.

Kira negó con la cabeza energéticamente. ¿Por qué siempre hacia eso? Scott debía de aprender a dejar de ser tan bueno y tratar de no quitarles responsabilidad a las personas de sus acciones.

— No, es mía.

— Es de los dos—repuso Scott con voz más firme.

— ¿Por qué dices que es de los dos? —le preguntó un poco exasperada. Quería sentir el peso de sus acciones, y no entendía porque no la dejaba.

— Te alejaste, por eso. Lo hiciste y yo entendí porque. Tienes miedo, el zorro te ha dominado varias veces. Veo cómo te pones cuando está cerca Raven o hablamos de ella… hasta cuando nos besamos das un salto atrás asustada. Pensé que darte tiempo era lo mejor—Scott volvió a mirarla, un solo segundo, después volvió a mirar hacia el parabrisas.

La lluvia se había hecho tan torrencial en tan poco tiempo. Cuando vio a Kira acostada y en pijama se le antojo tanto acostarse con ella, acurrucarse un rato y no salir. Estar solamente ellos, pero sabía que no era solamente volver a ser pareja, era volver a meter a Kira con sus amigos, con sus planes y ser un poco más social.

— Te agradezco que me lo dieras. Lo necesito… taba. Lo necesitaba.

Scott volvió a mirarla.

— ¿Lo necesitabas?

— Lo necesitaba.

— Entonces, ¿si te pidiera que me besaras ahora o que hagamos el amor, lo haría sin estar temblando o decir no?

Kira sintió como le echaban encima un balde con agua fría. No se esperaba una pregunta así. Scott la miraba con cierto recelo, y al mismo tiempo con alguna clase de hambre, de necesidad.

— Es… Es una pregunta fuera de lugar.

— No lo es. Saltas cuando te beso, tratas de ni siquiera agarrarme la mano o estar aunque sea unos cuantos centímetros lejos de ti. ¿No te has preguntado porque llevo más de dos semanas sin besarte? —Nunca se lo preguntó. La verdad, estuvo tan ocupada pensando en no lastimarlo, no lastimar a sus amigos con su pobre control, que no se había dado cuenta de eso—. Es horrible ver como saltas, ver tu duda y miedo en tu mirada. Es como si te estuviera violando.

— Lo siento. —Kira hizo todo lo posible para aguantar las lágrimas, tragárselas. Odiaba que Lydia tuviese razón, en su voz rota se notaba: lo lastimo.

— No quiero que lo sientas, quiero saber si podré tocarte, besarte o solo abrazarte si me dan ganas o necesito un abrazo tuyo.

Kira lo pensó. Sintió una lagrima salir de uno de sus ojos y rodar por su mejilla. La limpió rápida y después respondió.

— No lo sé. Quizás sea cuestión de tiempo.

— Ya no quiero darte más tiempo—confesó—. Es tremendamente egoísta, lo sé, pero tengo miedo que si te doy más tiempo termines dejándome o yo ya no sepa cómo es estar contigo. Ya perdí a Allison—Kira tragó fuerte. Comenzó a tener ganas de salir de auto; detener la conversación—. Y ahora que te amo como lo hago, no puedo soportar perderte también. Siento que me sumiré en una oscuridad si lo hago. Y aunque todo me dice que debo de darte tu espacio, ser paciente y estar ahí con los brazos abiertos… no puedo, ya no quiero, quiero seguir el consejo que me dieron y estar contigo aunque digas que no me necesitas. Porque si no me necesitas, yo sí te necesito.

Scott desvió de nuevo su rostro. Sus ojos estaban rojos por las lágrimas contenidas y su voz más cortada que antes. Agacho su rostro contra el volante y apretó sus manos contra él.

Kira, por otro lado, estaba tiesa, casi en shock. No sólo por lo que le dijo, sino porque por primera vez le dijo que la amaba. No sabía cómo reaccionar a eso. ¿Se habrá dado cuenta? ¿Se habrá dado cuenta de lo que le dijo?

Pestañeó rápidamente, saliendo de su congelamiento. — Scott…

— Por favor, no…

Kira alargó su mano hasta tocar su hombro.

— ¿Sabes por qué Raven tenía mi camisa de lacrosse? —preguntó Scott volviendo a mirarla.

— Porque la suya se llenó de sangre, lo sé.

— ¿Y sabes por qué te la dio a ti y no directamente a mí?

— No.

— Ayer hablamos mucho. Me confeso cosas que ni te imaginas y a la vez me hicieron darme cuenta que es una persona que se merece mi amistad, aunque a ninguno de ustedes le parezca, quiero dársela.

— Puedes dársela a quien quieras.

— Lo sé. Te dio la camisa como una ofrenda de paz, porque quiere tener una relación por lo menos civilizada con todos nosotros. Porque… quiero creer que en parte quiso obligarnos a hablar.

— ¿Por qué quiso hacernos hablar?

— Porque sabe que no lo hemos hecho.

— Claro… De acuerdo, no. ¿Y estás seguro que fue esa su intensión?

— Hable con ella menos de una hora y sé no es suficiente para conocer a alguien, pero estoy seguro porque cada cosa que me dijo fue sincera. Y pienso como actuaria, me imagino un escenario y me parece certero, no sé por qué. Quizá le estoy haciendo caso a mis instintos. Y ella abrió la conversación hablando de ti, de nuestra relación. Sintió mi temor de perderte y me aconsejo, me justifico tus acciones con tanto sentido y luego me dijo que debía de ignorarlas, porque querías sentirte fuerte y la única manera de creértelo y mantenerme seguro era alejándote. Me dijo que no te permitiera hacerlo y no quiero, Kira, no quiero que te alejes, quiero estar contigo porque te amo, te necesito. Y estar plantado en un sofá o en tu cama aunque no me hables o grites que no quieras verme no es algo que creo que puedo soportar. Quiero que me hables, me cuentes lo que temes y quiero ser tu apoyo, tu hombro en que llorar. Si no puedes permitírmelo, dímelo ahora y si quieres finalizamos todo aquí, antes de hacernos más daño.

— ¿Es eso lo que quieres? —Kira aguantaba las ganas de llorar.

— No lo quiero, ese es el problema. Pero no quiero que salgamos lastimados y si todo va a seguir como siempre yo…

— ¿Me amas?

Scott estaba sorprendido por su pregunta. La miró como si creyera la pregunta estúpida.

— Respóndeme. ¿Lo haces o fue algo que dijiste sin darte cuenta?

— Lo hago—aseguró Scott con sinceridad—. Lo hago desde hace meses.

Kira supo que era cierto. Lo escuchó en su voz, lo vio en sus ojos. Se quitó el cinturón y se acercó a él, acunando su rostro entre sus manos y junto sus labios en un beso lleno de sentimiento y necesitado.

Después de unos segundos, separaron sus labios y juntaron sus frentes.

— Lo siento, lo siento. No sabía que te hacía daño. No puedo creer que ella tuviese razón. Dios, lo siento.

— Está bien. —Scott la abrazo. El abrazo fue algo torpe, como si no procesara aún las disculpas que le pedía—. Podemos resolver esto. Quiero ayudarte a que ya no tengas miedo.

— Lo sé, pero, ¿cómo? —Kira lo apretó fuerte—. Ni siquiera mi mamá sabe cómo ayudarme.

Scott, aunque no quería, rompió el abrazo. Kira había llorado un poco, limpió sus lágrimas y le dio un beso más en los labios antes de soltar su rostro.

— No sé. Hay que descubrirlo juntos, a la marcha, ¿sí? Mientras, sigamos juntos, seamos el apoyo que necesitamos.

Kira dijo que sí y volvieron a besarse. El beso fue más largo que el anterior, más rico en emociones: disculpa, amor, miedo, culpa, pero sobretodo unión. Kira rompió ahora el beso, recordando de nuevo las palabras de Lydia. Era molesto que no pudiese quitárselas de la cabeza. Parecía una canción pegajosa que a cada rato pasan por la radio.

— Lydia me dijo que la solución quizá esté en el inicio—le comentó limpiándose algunas lágrimas que quedaron en sus mejillas.

— ¿Cómo que en el inicio?

— Raven despertó al zorro, ella piensa que puede ayudar a "dormirlo" —hizo comillas con sus dedos— de nuevo.

Scott frunció el ceño, pensativo. Hizo un leve sonido con los labios cerrados y después un movimiento rápido con la cejas mientras las liberaba de la presión.

— Parece tener sentido.

— ¿Crees que quiera ayudarnos? —le preguntó.

— Me dijo no con lo del caníbal, pero también dijo que si la necesitábamos para cualquier otra cosa, estaba dispuesta a ayudar.

— Entonces, debemos de decirle.

— El lunes—Scott volvió a acercarse a ella para besarla. El beso fue más profundo y las manos de él se fueron a sus caderas tratando de acercarla más a él, pero el movimiento en el auto era muy limitado por el espacio. Scott rompió el beso—. ¿Y si no vamos al club?

— ¿No?

— Mi mamá no está, tiene turno de noche en el hospital—comentó Scott—. ¿Y si mejor vamos a mi casa y estamos sólo tú y yo?

Kira lo pensó un momento. Por su rostro pasaron varias emociones.

— No tenemos que hacer nada que no quieras, sólo te quiero para mí.

— Lydia nos mataría—dijo casi divertida.

— Estoy dispuesto a arriesgarme si te tengo sólo para mí por algunas horas.

Kira sonrió.

— Te usare de escudo. Lydia da miedo enojada.

Scott rió y prendió el auto.


— Muy bien, ¿qué harás si viene un chico lindo y yo comienzo a sonreír como tonto? —le preguntó Mason a Liam.

Liam suspiró y quiso rodar los ojos. Estaban fuera del club, desde fuera escuchaba la música y hasta la pared temblaba. Estaban bajo el pequeño techo de la entrada para evitar mojarse, pero no ayudaba mucho. El viento era fuerte, su rostro era golpeado por la lluvia con tanta precisión que parecían las gotas tener alguna clase de GPS a su rostro y tenían puestos pequeños guantes de box.

— Me alejo y me voy a la barra a beber—murmuró Liam—. ¿Ahora podemos entrar? —Se sentía extrañamente ansioso por entrar al club. Se trataba de decir que no era porque Hayden trabajaba ahí, pero sería mentira.

— ¿Podrías decirlo con más emoción? Mi vida amorosa es un asco, necesito emoción buena y grande de mi escudero.

Liam puso mala cara—. ¿Un escudero? No necesitas uno, ¡una linda sonrisa y ya tienes a varios a tus pies!

Mason puso sus manos en sus hombros y los apretó. —Amigo, mírame.

Liam lo hizo con fastidió.

— No le he pagado 50 dólares más a Hayden cada vez que venimos sólo para que te acobardes y no quieras entrar porque ella sigue mirándote feo y diciéndote: «púdrete» o pegue goma de mascar en los pantalones.

— Ya no lo hace.

— No, ahora dice que te vayas a la mierda, te escupe la goma en el pelo y pica con un lápiz los hombros si por una desgracia termina sentada tras de ti.

Liam bajo el rostro, ocultando su expresión entre melancólica, culposa y enojada. Eso apenas comenzó hace dos días.

— Se la pasará. Apenas acaba de empezar a hacer eso.

— Sí, apenas. Fue un error pensar que dejaría de darle los 50 dólares porque ahora te sonreía y hablaba bien.

— Se le pasara.

— Han pasado años desde aquel accidente. A.Ñ.O.S—enfatizó Mason lentamente—. No será sencillo que se le pase rápido. Una chica puede guardar el odio en su corazón por siglos.

— Alguien me dijo que no. Que ese caparazón de odio era fácil de penetrar si sabías como llegar.

Mason frunció el ceño y apartó sus manos de sus brazos.

— ¿Quién te lo dijo?

— Una chica de Facebook.

— Oh, ¿ahora andas buscando consejos amorosos por Facebook? Eso es patético.

— ¡Oye! —se quejó Liam.

— Pídeme consejos a mí, ¿por qué, sino, soy tu mejor amigo gay?

— Eres malo dándome consejos. Eres gay, pero no significa que sepas cómo funciona el cerebro femenino.

— ¡Obvio que no! Es muy complicado, ¿por qué crees que soy gay? Para no enfrentarme a esos problemas—Mason bufó y Liam lo miró confundido.

Mason sonrió, se movió para quedar frente a la puerta, toco y pronto se abrió. Una joven morena, de ojos cafés y cabello ondulado y largo la abrió y los miró; a Liam con un odio cargado a hacia él. Liam suspiró, no sólo por el aspecto demacrado en el rostro de Hayden (Mason ya se veía menos cansado, con menos ojeras y más energía), sino por el odio en la chica.

No la entendía, se dijo mientras ella terminaba de abrir la puerta, Mason le daba el dinero de las entradas y dinero extra para que él entrara y pasaban por la puerta. Antier quiso sentarse con ella en la biblioteca (después de deliberarlo mucho tiempo), pero lo insultó y volvía a tratarlo mal. No comprendía porque, Mason pensaba que pasaba por el SPM.

— Muy bien—musitó Mason cuando se acercaron a las cortinas de cuencas—. Detente.

— ¿Ahora qué? —preguntó Liam, exasperado.

Mason volvió a tomarlo de los hombros y, mirándolo a los ojos, le preguntó:

— ¿Qué pasa si estoy con alguien y vez en estos labios un mueca, y estos ojos suplicantes?

Liam rodó los ojos.

— Contesta.

— Lo asusto diciéndole que soy tu novio y le gruño.

— ¡Eso es! ¡Con todos los dientes!—le dio unas palmadas—. ¡Vamos!


La música estaba a todo volumen en el club. Stiles no sabía el nombre del lugar, sabía que era un club nuevo en la ciudad, lo hicieron durante el verano y era antes una vieja fábrica en la zona industrial. Las paredes eran de hormigón largas (una pared era igual de grandes que dos paredes de su cuarto), pintadas de distintos colores, pero todos tonalidades frías: azul, violeta, turquesa, verde, azul claro, índigo. Las luces en el techo, por otro lado, eran luces de colores cálidos como amarillas, rojas y rosas en ocasiones. La combinación de colores le extrañaba tanto como lo fácil que los demás respetaban la zona de baile con la que no lo es.

Había sofás individuales, amplios y un buen número de mesas y sillas alrededor de la pista y por lo menos de montículos pegadas cerca de las paredes donde varios jóvenes se ponían a bailar; no era raro que los que bailaban en la pista lo estuvieran animando a seguir bailando.

La barra ocupaba casi toda una pared, era larga, de madera, pero la parte de arriba revestida de plástico duro, húmedo y frio. A diferencia de lo que se veía en las películas o series, no estaba llena de gente ni el barman estaba más que aburrido, con sus ojos pequeños y grises viendo como muchas jóvenes con vestidos cortos y shorts al ras de sus nalgas comenzaban a bailar pegados con otras chicas o chicos.

— Es como si estuvieran teniendo sexo en la pista—comentó el barman. Era el más grande en todo el lugar, debía de tener cerca de 30, sus ojos eran pequeños y grises, sus cabellos estaban pintados de gris platinado, su nariz pronunciada, cara pequeña y alargada, y orejas bastante grandes. A Stiles se le figuró a una rata.

— Sí—afirmó Stiles. Separó su brazo de la barra y notó que estaba mojado. Puso una mueca y el barman, apenas viéndolo, le paso un pequeño trapo seco. Stiles lo tomó—. Gracias.

El barman cara de ratón sólo dijo: «hmm» y continuó viendo la pista con los brazos cruzados.

Stiles dejo de limpiarse el brazo y tomo su celular que estaba en la barra. Hace unos cinco minutos que se había apartado del grupo he ido a la barra. Lydia y Malia estaban bailando en la pista y se le habían perdido en el cumulo de cabezas y cuerpos danzantes… Ugh, el barman tenía razón, algunos parecían estar teniendo sexo en la pista.

Scott seguía sin responderle. Se le estaba haciendo raro que no hubiese llegado con Kira ya.

Volvió a mandarle otro mensaje.

«¿Kira te dijo que no, hermano? Si te dijo que no, ¡ven! Estoy muriéndome de aburrimiento aquí, ocupo a alguien que molestar».

Suspiró y miró la pista de nuevo, mientras apretado el celular en su mano. Buscaba las cabezas de sus amigas entre la gente. Tardó varios minutos en poder encontrar a Malia, bailaba con un chico rubio y estaba riendo de algo que le decía. ¿Malia riendo? Vaya, jamás pensó que viviría para ver eso. Malia riendo con alguien que no fuera él o Scott o las chicas a veces eran raro. Era raro que riera considerando lo fría e inapta que era con otras personas.

Hizo un movimiento sutil con las cejas y busco a la cabeza con cabellos rubio fresa de Lydia. Ella era mucho más baja que Malia por lo que era difícil encontrarla. Aparto la vista después de un rato. Las luces comenzaron a molestarle los ojos. Se volvió hacia la barra y se talló los ojos.

— Después de un rato te acostumbras—aseguró el barman.

— ¿En serio?

— Sí.

— Yo pensé que era ciego—musitó Stiles viendo al barman. Sus pupilas ni siquiera se dilatan por tanta luz, tampoco pestañeaba y no seguía a nadie con la mirada cuando pasaba frente a él.

— Dije que estaban teniendo sexo en la pista, ¿aun así creías que estaba ciego?

— Los ciegos tienen muchos instintos—replicó Stiles—. Y no sé tiene que ser muy listo para saber que en lugares como este se baila hasta que la ropa parece desaparecer.

— ¿Y cuándo te pase el trapo?

— Pensé que oíste cuando me estaba sacudiendo el agua con la mano.

El barman lo miró con ojos entrecerrados.

— ¿Y mi trabajo?

— Si un mono puede aprender lenguaje de señas y ganarte en las cartas, un ciego puede servir bebidas.

— Sí que sabes cómo hablar con las personas, muchacho—dijo el barman sarcásticamente.

Stiles se encogió de hombros.

El barman refunfuño algo y después se alejó hasta el otro extremo de la barra donde unas chicas se habían juntado para pedir unas bebidas.

Stiles volvió a ver la pista. Se dejó de apoyar en la barra cuando ya no vio la cabeza castaña de Malia ni al chico rubio con el que bailaba.

— Oye—Lydia llegó alado de él y lo tomó del hombro, apretándolo ligeramente antes de soltarlo cuando se volvió a verla—. ¿Has estado aquí todo el tiempo?

— Algo así.

Lydia lo miró mal.

— ¿Querías venir para estar todo el tiempo apoyado en la barra como motorista de una película de los 70?

— No puedes negar que se veían súper sexy.

Lydia lo miró incrédula y después no puedo evitar lanzar unas cuantas carcajadas. Su mirada se suavizó, endulzó de la misma manera en que lo había mirado cuando lo encontró acariciando la madera de su puerta.

— ¿Has visto a Malia? —preguntó Stiles mirando sobre su hombro a la pista—. Hace rato estaba con un chico rubio y ahora no está.

— Creo que fue al baño. ¿Estás celoso? —preguntó Lydia, sin saber exactamente porque le molestaba la pregunta.

— Preocupado más bien. Ya sabes, estuvo mucho tiempo como coyote, apenas sin comprender lo de la amistad, mucho menos lo del cortejo.

— ¿Cortejo? —Lydia enarcó una ceja.

— Sí, ya sabes. No es como si los hombres movieran la cola y le compensaran a lamber la cara. Ellos solo quieren una cosa e irán por eso.

— ¿Ahora eres la mamá gallina de tu ex novia? —preguntó Lydia divertida.

— Y una de mis mejores amigas—señaló Stiles levantó un dedo.

— Tenle confianza. Ella lleva mucho tiempo siendo humana para saber qué hacer. No es tonta.

— Pero, aun así…—Stiles puso una mueca.

Lydia negó. La faceta de mamá gallina de Stiles era linda, pero molesta. Ya la había visto en algunas otras ocasiones y quizás eran los sentimientos de Malia que aún residían dentro de ella por él (era su primer amor) lo cual hacía que ella los soportara. Con otro probablemente ya hubiese gritado o golpeado.

— Stiles, vamos a bailar.

— Pero quiero seguir hablando con el barman—Stiles señaló al muchacho. Lydia lo miró sobre su hombro, el barman ahora hablaba con un grupo de chicas al otro lado de la barra—. Estamos teniendo una muy fructífera conversación.

— ¿Así? ¿De qué?

— Capacidades de los ciegos y monos.

— No seas ridículo—Lydia le tomó la mano—. Vamos a bailar.

— Lydia, n…—Stiles se cayó cuando su celular comenzó a sonar en su mano. Se soltó del agarre de Lydia y abrió el mensaje que le había mandado a Scott. Frunció el ceño—. ¿Para ti que significa esto?

Lydia se inclinó para ver mejor la pantalla. El mensaje era de dos líneas muy mal escritas y apenas sin espacios. Entendió «no ir» y «Kira».

Lydia sonrió. Kira le hizo caso.

— ¿Por qué sonríes?

— No van a venir.

— ¿Quiénes? ¿Scott?

— Y Kira.

— ¿Por qué? —Stiles miró de nuevo el celular.

— ¿Cuándo fue la última vez Scott te mando un mensaje tan encriptado en un lenguaje extraño?

Stiles lo pensó un momento y después la miró.

— Oh—rió—. Bien por ellos.

— Ahora —Lydia le tomó la mano—. Vamos a bailar.

Stiles iba a decir algo para quejarse cuando Lydia ya lo estaba jalando a la pista y entre los cuerpos pegados.


Cora bajó de las escaleras ya varias horas después de su discusión con Derek. La iluminación era leve, pero buena. Camino hacia una de las vigas donde estaba el interruptor de más de los focos y el lugar se ilumino más, despejando la fina película de luz roja que entraba sobre la gran ventana frente a la entrada que pintaba la mesa como si sobre ella inundara la sangre. Ella no la miró por estar buscando a Derek.

No estaba en su cama y tampoco en el sofá.

— Derek, ¿dónde estás? —lo llamó buscándolo por todo el loft. Adentro no estaba y se dirigió a la puerta del loft, enfurruñada.

Hiijo de perra. Si no estaba tan malo, ¿por qué se quedó a cuidarlo? Ni lo cuidaba, se había pasado todo el día arriba porque no dejaban de pelearse.

Cuando abrió la puerta se encontró con Derek con el cabello y ropa mojada. Tardó muy poco en darse cuenta que no venía solo, alado de él, estaba alguien inerte como un saco de papas. Derek lo sostenía pegándolo a su costado, rodeando con una de sus manos su cintura y rodeando una de las manos de la persona su cuello.

— Derek, ¿qué rayos…?—Se cayó abruptamente cuando el hombre levantó levemente el rostro y se dio cuenta de quién era antes de dejarlo caer de nuevo. Se apartó de la puerta mientras decía—. ¿Peter?

— Lo encontré en el estacionamiento inconsciente—explicó Derek metiéndose al loft y caminando hasta dejar a Peter en su cama sin mucha delicadeza.

Jadeó después de dejarlo y comenzó a dar largas respiraciones para recuperar el aire. Su mano se dirigió a su herida y puso una mueca.

Cora para ese momento ya estaba alado de él y lo miró preocupada.

— ¿Estás bien? —preguntó alargando la mano para apartarle la camisa húmeda de su cuerpo.

Derek detuvo su mano tomándola por la muñeca.

— No.

— Deja de ser un imbécil, ¿sí? —le pidió alejando su mano con brusquedad. Frunció su ceño molesta, se sentía molesta pero aun así sus ojos vagaron por la camisa. Como era blanca y estaba mojada ésta se pegaba a su torso. No sangraba y eso la lleno de alivio.

Se sentía como una jodida idiota estarse preocupando con lo imbécil que Derek estaba siendo con ella, pero no podía evitarlo. Temía que algo le pasará, que el veneno dejara sus secuelas.

Derek suspiró.

— Lo siento.

— ¿Qué?

Derek se dio media vuelta para poder estar frente a ella. Las palabras de Cora hace algunas horas retumbaron en su cabeza hasta aturdirlo, hasta que se dio cuenta de lo idiota que estaba siendo con ella. — Lo siento… Lo siento por todo. No he sabido cómo afrontar esto, tu amistad con… con Killa, los secretos que compartes con ella, los que ahora yo comparto con ella. Es demasiado y en lugar de separar las cosas, he sido un idiota y te he regañado y achacado cosas que no son tu culpa.

— Sabes que yo no te diré que es normal. No lo es, eres un idiota y no importa cuánto tiempo ha pasado de cuando éramos hermanos y nos veíamos a diario y te seguía como un perrito. Debemos de aprender a ser hermanos de nuevo, eso sí lo acepto.

Derek asintió.

— Lo sé. Poco a poco—se volvió para ver a Peter—. Ahora debemos de saber qué hacer con él.

— Sí, hablando de eso. ¿Cómo que lo encontraste abajo?

— Escuche ruido y cuando baje me di cuenta que era él. Me miró con una sonrisa petulante—gruñó—; dijo una frase y después se desmayó.

Derek se inclinó sobre la cama y miró la camisa de Peter. La rompió a la mitad y se apartó para que Cora viera el torso de su psicótico tío.

— A pesar de lo tentadora que era la idea de dejarlo en el suelo desangrándose, ya no soy así—explicó Derek y terminó de quitarle la camisa—. ¿Puedes traer el botiquín?

Cora fue por él y regreso después de unos segundos. Derek ya se encontraba hincado sobre la cama y limpiaba las heridas en el torso de Peter con su camisa rota. Era de color gris como el pans deportivo que estaba sucio con lodo, mojado y lleno de sangre.

— Gracias—Derek tomó el botiquín y lo abrió.

— ¿Lo ocupas?

— No está sanando—explicó Derek—. Le pondré un poco de alcohol y la tapare. No son tan profundas, pero está demasiado desgastado como para sanar. La mayor parte de la sangre tampoco es suya.

— ¿Qué fue lo que paso? ¿No estaba en Eichen House después de casi matar a Scott?

— De alguna manera huyó—Derek olfateó sobre él mientras dejaba su mano inerte sobre su cuerpo. En su mano había un pedazo de gasa con alcohol—. Huele a… es extraño. Huele a varios cambiaformas. Reconozco algunos, pero los demás…

— ¿Cambiaformas? —Cora comenzó a acercarse.

— No te acerques—ordenó Derek y comenzó a limpiar las heridas con la gasa.

Cora lo ignoró y se inclinó del lado puesto donde él estaba para poder ver las heridas. Algunos eran rasguños y otros eran marcas de dientes.

— ¿Con qué se habrá peleado?

— Ni idea—Derek siguió limpiándolas sin ningún cuidado y cuando acabo puso unas gasas adhesivas en las heridas.

— ¿Debemos de llamar a Eichen House?

— Luego—dijo Derek levantándose—. Quiero saber primero qué paso y cómo escapo. Nadie ha podido jamás salir de Eichen House y él lo hizo. ¿Por qué?

— Imagino que tiene que ver con Scott y Malia.

— Con Scott puede ser. Con Malia no lo creo. Peter no es mucho del tipo afectivo, ni siquiera con su hija. Si la quiere será para obtener algo de ella y ella no va a querer. No se considera una Hale, se considera una Tate. —Aunque al inicio Malia se veía interesada por conocer sus raíces, después de un tiempo dejo de buscarlo para hablar sobre su familia. Tampoco se lo comentaba, comprendía que no se sintiera unida a una familia que no supo a la que pertenecía hasta hace unos meses. Ella era una Tate, tuvo una madre y una hermana que perdió por su descontrol y miedo por culpa de su madre biológica y tenía un padre que la amaba y quería recuperar el tiempo perdido, no como Peter que no actuaba o se acercaba a ella sin querer algo. En su mirada y cara muchas veces llegó a ver lo que le pesaba tener unos padres biológicos como los que tenía.

— No me gusta que se quede—confesó Cora, sabía que lo que decía tenía sentido, pero no le gustaba—. Es muy manipulador. ¿Cómo sabremos que nos dice la verdad?

— No sabremos. Ve a dormir, yo voy a vigilar a Peter.

— No. Mejor yo lo vigilo, toma mi cama y descansa.

— He descansado lo suficiente, Cora—replicó Derek—. Tú no. Duerme unas horas, yo cuido a Peter.

— De acuerdo. —Lo miró de arriba abajo—. Deberías de cambiarte.

— Se está volviendo molesto tu papel de mamá primeriza.

— Ya—Cora levantó las manos y rodó los ojos—. Una se preocupa… Me voy a descansar. Cualquier cosa me llamas.

— Cora, ¡ve a dormir! —repitió un poco más irritado.

Cora lo miró mal. ¡Qué carácter! ¿Así era cuando de pequeños la mandaba a dormir? No recordaba que fuese tan mandón. Estaba en la escalera cuando se detuvo. Veía la espalda de Derek, pero podía notar que no estaba tenso a pesar de no verle la espalda. Sus hombros estaban relajados y su respiración compasada. Su voz era irritada hace unos momentos, pero no estaba molesto ni quería pelea, lo noto. Noto que era más un hermano enojado por su testarudez que por otra de las cosas que se había estado molestado anteriormente. Sonrió. A Cora no pudo evitar gustarle. Cuando se enojaba con ella antes por ser testaruda mantenía mucho más la calma y ahora se dejaba fluir un poco más. Le gustaba que no fuera como un tempano de hielo.

Terminó de subir las escaleras y dejo solo a Derek con su tío.


Tanto en el club donde estaban Mason y Liam, como en el que estaban Lydia, Stiles y Malia la música sonaba hasta hacer vibrar las paredes, las luces se movían sobre todos y todos estaban bailando ignorando lo que sucedía afuera.

La lluvia se hacía cada vez más fuerte, las calles se llenaban de agua tapando hasta los baches y los jardines y bosque se llenaban de agua hasta formar lodo. En la mañana el día estaría hermoso, el bosque, el pasto, árboles y flores se verían más llenas de vida y brillantes por la lluvia, mostrando la belleza después de la tormenta, ignorando ante la mayoría de los ojos que la misma torrencial lluvia borro las huellas de la sangre derramada en Eichen House y alrededores.

Todas las criaturas encerradas en las paredes de Eichen House ahora vagaban libres, algunas haciendo destrozos a propiedad pública y privada, un pequeño número lastimando a personas, ya que, ¿con aquella lluvia quien quiere salir? Quizá sólo los pobres diablos borrachos que tuvieron la pena de encontrarse con un wendigo tan flaco y desesperado por comida que apenas dejo hasta los huesos. El cuerpo no sería encontrado hasta muchos días después, sin pistas del criminal y con marcas de dientes que hicieron pensar a los policías y peritos que fue un ataque animal.

Aparte de algunos adolescentes y borrachos que terminaron saliendo después de una semana ardua de trabajo que terminaron siendo víctimas de las criaturas que salieron de las paredes de Eichen House, la policía también estaba afuera. En la planta de energía oeste de la ciudad comenzó a tener un problema. Hace un par de horas hubo un corto que dejo a una parte de la ciudad sin luz. Técnicos fueron a reparar el daño, pero algo los encontró a ellos a mitad del camino. De los tres que entraron, solo salieron dos. Uno inconsciente con una mordida profunda en la pierna y sin un buen tajo de carne y otro hombre que salió más o menos ileso (tenía rasguños en sus brazos y cara) que hablaron a emergencias.

Fuera de la planta de energía estaban dos patrullas de policía y dos ambulancias donde paramédicos estaba atendiendo a los técnicos heridos en una y la otra esperaba para llevarse el cuerpo no recuperado. El sheriff Stilinski estaba fuera de la ambulancia, usando un sombrero para que la menor cantidad de agua le cayera en el rostro mientras tomaba la declaración del técnico consciente.

El técnico era un hombre robusto, piel aceitunada con una incipiente barba negra pintada con algunas canas, cejas pobladas y pequeños ojos redondos. Uno de los paramédicos estaba suturando uno de sus rasguños de su brazo mientras respondía las preguntas del sheriff.

— Un puma—contestó el técnico después que el sheriff le preguntara que fue lo que los ataco.

— ¿Un puma? — Al repetir su declaración el sheriff no pudo evitar el tilde escéptico. Después de saber lo que se escondía en Beacon Hills, atacando a sus habitantes, le parecía casi ridículo pensar que un puma fuese la razón de su llama.

— Yo lo vi—repuso el técnico.

— La planta no tiene luz, ¿cómo lo vio?

— Las luces de emergencia—respondió el técnico—. Se prenden cuando hay una baja de energía. Era un puma. Su pelaje era color arena, ojos brillantes y amarrillos y la forma en la que rugía. Apenas pudimos salir vivos Jeremía y yo. Iván… —Los ojos del técnico se enrojecieron al recordar a su compañero caído.

— Debemos de llevarlos al hospital—dijo el paramédico con tono autoritario—. ¿Ya acabo con sus preguntas?

El sheriff asintió e iba a decir algo más cuando uno de sus ayudantes le llamó para decirle que los de control animal habían llegado. El sheriff se despidió con un movimiento de cabeza y fue hacia la pick up blanca con las letras "control animal" pintadas en grandes letras color negras en el lado que veía. Debajo de las letras había dos líneas azules apenas separadas por un pequeño especio en blanco. Frente a su agente se encontraban dos hombres. Los dos vestían con pantalones color crema y chamarras azules. Cuando se acercó lo suficiente se dio cuenta que en las chamarras estaba bordado el escudo de control animal.

— Buenas noches, sheriff—saludo uno de ellos. Extendió la mano a él y el sheriff la tomó y se sintió extrañado por los ojos azules del sujeto. Se veía como de su edad, sus ojos azules eran claros, pero penetrantes. Sus mejillas estaban ligeramente caídas como las de un perro bulldog y su cabello estaba tan negro que de no ser por las salpicaduras de canas en ciertos lugares diría que se lo pintaba—. Vaya noche para tener un problema animal, ¿no?

— Vaya que sí—coincidió el sheriff. El cielo parecía estarse cayendo sobre sus cabezas y la tierra se mojaba tanto que el lodo parecía estar en una transición para ser arena movediza—. ¿Son nuevos? —preguntó viendo al otro hombre. Frunció el ceño. El otro hombre era joven, alto, con risos negros hasta los hombros, ojos marrones rojizos y estaba pulcramente afectado—. ¿No te conozco?

— Dagobert Löwenmaul—dijo secamente el joven—. Soy amigo de la familia Wyatt.

El sheriff miró de arriba abajo a Dago. La chamarra la llevaba abierta, debajo se veía una delgada camisa de tirantes negra húmeda y no parecía estarle afectando la humedad. Su amigo titiritaba por el frio, llevaba guantes y hasta un gorro negro de lana sobre la cabeza, pero él no llevaba más que la chamarra.

— Oh, claro. Te vi en el hospital y la casa de…

— ¿Qué animal está adentro? —interrumpió Dago.

— Se más amable Dago—regañó el otro sujeto de control animal. La mirada azul amonestaba al joven que se veía enfurruñado—. Perdónelo, es apenas su primer día de trabajo.

— ¿También el suyo?

— Llevo trabajando un mes, pero no es la primera vez que trabajo en control animal—explicó—. Soy Waldo Fisher.

El sheriff asintió. Había algo en ése hombre, en Waldo Fisher que le incomodaba. Quizás era lo penetrante de su mirada. Miró la planta de energía sobre su hombro y señalándola explicó—: Hay un puma adentro. Quizá más. Mato a un técnico y dejo herido a dos. No he mandado a ninguno de mis hombres porque ya los habían llamado a ustedes.

— Es mejor así—aseguró Waldo—. Dago, saca las escopetas con tranquilizantes del auto—Dago asintió y dio vuelta al pick up para tomar las escopetas—. Matar a un animal no siempre es la solución, no si hay más opciones, sheriff.

— Supongo.

Dago regreso, sin la chamarra puesta, y puso alado de Waldo con las escopetas, dos varas de control. Le paso una escopeta y una vara a Waldo y éste las tomo sin dejar de mirar al sheriff.

— Tenga la radio prendida. Cuando tengamos al o los pumas sometidos, le diremos para que puedan entrar los enfermeros por el otro cuerpo.

Waldo no esperó a que respondiera. Con una seña de cabeza le indico a Dago que lo siguiera. Los dos se dirigieron a la planta, a la gran puerta que uno de ellos —no supo cuál— abrió con cuidado y entraron uno detrás del otro con una coordinación militar. Hasta la forma en la que agarraban las armas era familiar. Su manera de tomar el arma, de presionarla sobre su pecho o agarrarla con las dos manos le recordaba mucho a cuando estaba en el ejército. Hasta su manera de hablar, pausada, firme y directa era como la de un militar experimentado. No dio vueltas, no se mostró nervioso ante el peligro y había visto anteriormente a varios de control animal temer a un perro rabioso, él no.

¿Sería militar?

El primer pasillo con el que se encontraron estaba pintado con una luz roja que decía peligro, aunque ninguno de los dos lo sentía.

— No sé porque tomar este empleo—le espetó Dago mientras caminaban por el pasillo y daban vuelta.

— Estaremos cerca.

— ¿Cerca? ¿Siendo de control animal estaremos cerca de qué?

Waldo no respondió inmediatamente. Miraba el pasillo tratando de acostumbrarse a la luz roja.

— Cerca de todo. La luna está roja, lo que te dije que pasaría hace días pasó justo hoy y tú sabes las cosas que sucede con una luna como esta: nada bueno.

Dago lo sabía. Desde que se convirtió en bluatsauger había vivido por lo menos tres lunas rojas. Había visto otras, pero solo tres eran verdaderos augurios de malas cosas, su piel se erizaba dolorosamente (y nunca pasaba) y se sentía con la necesidad de estar siempre alerta. Sin embargo, no entendía porque era necesario tener un trabajo tan estúpido para poder estar pendiente de todo.

— No lo necesitamos—aseguró Dago y frunció el ceño cuando comenzó a escuchar sonidos extraños saliendo de las paredes. Se detuvo y pego el oído al cemento de las paredes.

— ¿Qué escuchas? —Marcus se detuvo y mientras esperaba que le respondiera saco una pequeña lámpara de su pantalón y la instalo sobre la base que anteriormente había instalado en la escopeta.

— No lo sé. Parece una colmena de abejas—Dago se alejó de la pared—. Creo que en el pasillo del otro lado hay cables pelados.

— Esperemos que ahí no esté nuestro puma—Marcus continuó caminando y Dago lo siguió—. Sé que piensas que esté trabajo no tiene sentido, pero es lo mejor para mantener un bajo perfil si nos encuentran en algún lugar y no nos arresten por estar violando propiedad privada.

— ¿Crees que estar yendo por perros y gatos rabiosos a las casos y establecimientos es la mejor forma para estar buscando cazadores, a la creación de Willka y a lo que sea que aceche en la noche evitará sospechas? —La voz de Dago sonaba entre incrédula y desesperada. Bufó—. Estás imbécil.

— Control animal está siempre en todas partes.

— Los forenses y los policías también y eso no lo hace menos raro.

— De acuerdo, tienes razón—Marcus se paró y lo miró irritado—. No tuve tiempo para conseguir papeles para un mejor trabajo con bajo perfil. He usado la cubierta de un agente de Control Animal cientos de veces y es la que mejor tengo perfilada, ¿ok? Cualquier otra, no tengo un curriculum lo suficiente grueso como para no levantar sospechas y no quiero venir con otra identidad. Mi propósito es estar cerca de mi sobrina sin mentir.

Dago lo fulminó con la mirada y elevó su voz varias octavas.

— Te haces llamar Waldo Fisher.

— ¡He tenido ese nombre por 15 años! —exclamó Marcus extendiendo sus brazos—. Si no te parece demándame. Ahora—Marcus volvió a agarrar su arma con las dos manos— deja de quejarte. Te estoy quitando tiempo de discusiones con Tana y ¿qué otro trabajo te da tanto tiempo libre?

— ¿Tiempo libre? Debo de cumplir con una jornada de 8 horas al día.

— No consecutivas—apuntó Marcus como si fuese un punto muy bueno—. Deja de quejarte. He estado con esta fachada por cinco años, es buena y te aseguro que mínimo el 80% de los casos que nos topemos no serán de animales salvajes. Puede que hasta nos encontremos con la manada de Scott McCall—Marcus comenzó a caminar de nuevo. Dieron vuelta al pasillo, la luz seguía roja, pero pronto se toparon con que el piso del pasillo estaba lleno de agua—. Sería bueno mantener un ojo en ellos; evitarles un poco los problemas.

— ¿Por qué? —preguntó Dago—. ¿Aparte de aquella percepción extrasensorial sacaste algo más de tu unión con Killa?

La unión ya había terminado, Dago lo supo hace unas horas mientras manejaban por toda la ciudad para tratar con algunos animales descontrolados y se maldecía por aceptar ése trabajo. Mientras miraba la luna, Marcus comentó que la había visto en un sueño y que por eso supo que se acercaba. Le había preguntado si supo la fecha exacta, pero le había dicho que no, que esperaba saberla en otros sueños, pero justo el día que soñó por primera vez con ella, perdió toda habilidad extrasensorial y dejo de sentir su mente unida a la de su sobrina. Dago pensaba que por esa razón decidió regresar después de un mes. Linus fue un movimiento para mantenerla segura y para endulzar su camino a ella hace un mes cuando el lazo se hizo débil, ahora que el lazo se rompió definitivamente, no podía esperar que el tiempo menguara el enojo de ella, debía de actuar ahora que no sabía cómo se sentía.

Dago se detuvo cuando noto que el agua le llegaba hasta las rodillas.

— De acuerdo. ¿Por qué hay tanta agua aquí?

— Se debió de romper una tubería—dijo Marcus sin dejar de caminar.

Dago volvió a caminar, el agua subía cada vez más y cuando por fin alcanzo a Marcus, éste se encontraba parado frente a un gran agujero en el piso. El agujero era lo suficiente ancho como para que dos hombres cupieran por él y largo. Marcus puso la lámpara hacia el agujero y notó que llegaba hasta el alcantarillado de la ciudad. Estaba inundado y de ahí era donde entraba el agua.

— Un puma no pudo hacer este agujero—dijo Dago mirando el agujero.

— Tal vez no era un puma—dijo Marcus moviéndose. Pronto terminó sentado en el suelo húmedo, sus piernas colgando dentro del agujero—. El técnico debió confundir un cambiaformas con un animal.

— ¿Hay alguna diferencia? —preguntó Dago.

Marcus sonrió y se dejó caer. El agua del alcantarillado boto hacia arriba y un olor desagradable le llegó a Dago.

— ¿No vas a venir?

— Solo la mierda debe de estar en las alcantarillas.

— ¿Debo de sentirme ofendido?

— Siéntete como se te dé la gana.

— Ven acá mierda.

— ¿Dónde crees que iba a ir? —Dago saltó dentro de agujero.

Cuando Dago cayó, el agua se levantó más y salpicó a Marcus.

— ¿Te moje? —preguntó con una cara inexpresiva. Marcus lo fulminó con la mirada y le dio la espalda para avanzar por la alcantarilla.

Mientras Marcus se fijaba con su lámpara y el arma en alto todo lo que tenía enfrente, Dago vigilaba su espalda en la misma posición. Eran sedantes lo que había en las armas, una estupidez, pensó Dago, ahora que había una gran posibilidad de estar enfrentándose a un cambiaformas.

Cuando doblaron al pasillo y fue en ese momento cuando Dago olio la sangre. Marcus no gritó cuando le jalo de la chamarra y lo tiro al suelo, tiraba su lámpara y él se precipitaba rápidamente enfrente.

Marcus sólo escucho el sonido de os cuerpos chocando y los gruñidos y rugidos de la batalla. Todo estaba oscuro así que no podía ver la pelea, rápido busco su lámpara o la de Dago por el agua sucia del alcantarillado. Cuando la encontró, el sonido había parado. Levantó la lámpara a Dago y lo vio limpiándose la sangre de la boca y cuello.

Frente a él un cuerpo. Se levantó y fue hacia él. No estaba a más de 10 pasos de él y del cuerpo inerte. Mantuvo la pelea cerca y pudo ver que en la pared donde estaba reposando el cuerpo estaba agrietada. Antes de ver bien el cuerpo, puso la lámpara en el rostro de Dago y en su cuerpo.

La ropa también estaba manchada.

— Sabía que tu raza no era muy limpia a la hora de matar, pero... ¿tenías que beber su sangre?

— No la bebí.

— Oh, sólo sucios entonces—puso la lámpara al cuerpo—. Deberías de ser más limpio. ¿cómo explicaras la sangre en tu ropa? ¿Cómo dirás que es del puma si no podremos llevarles el cuerpo?

Marcus se agacho. La cara del muerto era la de un hombre de como unos 40 años, cabello negro y rizado, rasgos muy animalescos. Apenas estaba cambiando sus rasgos a unos más humanos. Un gran pedazo de carne le faltaba en su cuello.

— Le arrancaste la garganta.

— ¿Vas a quejarte?

— No. Es una medida muy bárbara, pero efectiva, debo de admitirlo—se levantó—. Su ropa es gris. Pants y sudadera. Y por su nivel de descontrol, una cerveza a que escapo de Eichen House.

— No voy a apostar en algo obvio. Su sangre sabe a tranquilizantes. Un hombre puma no es normal en california.

— ¿Cómo habrá escapado de Eichen House?

— Tendrá que ver con la luna y tu visión incompleta.

— Puede ser. Si el escapo, no pudo ser el único. No espera próximamente un gran trabajo.

Dago puso una mueca. Tener a más como él afuera era sinónimo de más excusas que debían de decir para explicar porque no encontraron al puma. Miró al cuerpo. Le esperaban muchos cuerpos por esconder.

— Tú vas a explicar porque encontramos al puma.


Las luces dentro del "Sinema" comenzaban a marear a Liam. Las luces y el humo inundaban a todo el lugar y en más de una ocasión tropezó con personas. Se sentía muy fuera de lugar; no había con nadie con quien tener suerte, sino contaba a tres tipos que le dijeron que se veía delicioso como una fruta madura.

Bufó mientras se sentaba en un banquillo de la barra. Apestaba ser el compinche de Mason. Hace rato que había conocido a un chico, Corey o algo así se llamaba y le había dejado solo. ¿Debería de irse?

Una chica morena con cabello largo y un vestido brillante cruzó su periferia. Se movió en el banquillo siguiendo a la chica, a Hayden. Rápido había llegado al otro lado de la barra y recogía unas bebidas que estaban dentro de unas pipetas.

— ¿Cómo va la noche? —le preguntó casi gritando para que pudiera escucharlo.

Ella lo miró solo un segundo y después regreso a lo que estaba haciendo. Puso las pipetas en una bandeja redonda y unos tragos más y se fue.

Liam suspiró sintiendo la derrota. ¿Por qué ahora parecía que lo odiaba de nuevo?

En lugar de lamentarse y golpear su cabeza contra la barra como tenía pensado se levantó y fue directo a perseguirla. Tuvo que esquivar a varias personas para poder volver a encontrarla. Su olfato no servía en un lugar apretado con tantos olores. Cuando una persona solamente los separaba, varios gritos se escucharon sobre la música.

Un momento un gran grupo de personas comenzó a correr alejándose de una parte de la pista, empujando a todos.

Liam entonces olió la sangre, le dio otra mirada a Hayden (quién parecía no entender porque todos comenzaban a correr) y se dio vuelta corriendo al lado contrario que los demás. La música paró, alguien gritó que el caníbal estaba en el club y los gritos y las personas corriendo se multiplicaron.

Casi no podía caminar entre las personas corriendo despavoridas, tuvo que ayudar a varios que terminaron en el suelo por ser empujadas y hasta pisadas. Cuando estaba ayudando a una chica a levantarse, cuidando de no ser pisada, fue cuando logro ver el charco de sangre.

Era grande, no estaba lejos del cuerpo. Un chico moreno con la cabeza rapada estaba en el suelo, su estómago abierto y un hombre maduro y con ojeras estaba abriendo cada vez más el agujero en su estómago para sacar sus órganos y comérselos.

Levantó rápido la chica, le dijo que se fuera y la empujo y se acercó más rápido al cuerpo. Ese no era el caníbal, era un wendigo.

— ¡Liam! —gritó Mason.

Liam lo buscó sobre el tumulto y los gritos. Lo ubicó, casi en la salida. En alivio lo inundó, estaba a salvo y el chico con quien estaba trataba de hacer que se fuera con él. Fueron empujados por las personas entrando y Mason pronto se perdió en la entrada.

Bien. Eso facilitaba las cosas. Volvió a correr hacia el cuerpo, pero el wendigo ya no estaba. Sólo el cuerpo y las personas despavoridas que gritaban cuando lo veían y rodeaban el charco de sangre.