Gracias por los reviews que me motivaron a escribir esto, a decir verdad no saben cuánto sufrí escribiéndolo pues realmente no sabía que escribir (lol) así que decidí dejarlo en un final abierto. Espero que lo disfruten.

Advertencias: Posible OOC y faltas de ortografía.

Disclaimer: KNB no me pertenece, ni ningún personaje.


Cuando el avión se encontraba aterrizando, Midorima sabía que extrañaría a su hermana aunque no a su padre. Y es que por mucho que su relación haya mejorado, ninguno de los dos quería aceptar sus equivocaciones.

Habían pasado ya varios años desde que se graduó de la preparatoria (8 para ser exactos), y decidió hacerle frente a su padre haciéndole ver los errores que cometió con él, para que no los cometiera con su hermana.

Si bien al principio fue algo difícil con lo cual lidiar, su casa por fin se sentía más como un hogar. Por primera vez, sitio que había hecho algo bien en toda su vida.

No fue hasta el último semestre de la preparatoria que decidió que quería ser doctor. Aunque a muchos no les sorprendió, cuando escucharon de la propia voz del ex jugador de Shutoku que su especialidad sería pediatría, tomando en cuenta su personalidad y su nula experiencia con niños creyeron que solo se trataba de una broma de mal gusto.

Y es que cuando le preguntaban la razón de aquella "locura", el respondía que simplemente se habían dado las condiciones. Tan solo su senpai Miyaji sabían la verdadera razón, pues tanto el cómo Midorima habían sido los únicos que se encontraban presentes cuando Takao comentó que su mas grande sueño era ser pediatra. Sin embargo ambos tenían una clase de pacto no acordado de no hablar de ello, pues mencionar a Takao aún era un tema delicado para Midorima en aquella época.

Fue en su 7mo semestre de la universidad que se le presento la oportunidad de ir a Inglaterra a estudiar como parte de un proyecto de intercambio, donde podría continuar con sus estudios.

Cada año aprovechaba las vacaciones de diciembre para regresar a Japón para renovar sus documentos y así poder pasar nochebuena con su familia como le había prometido a su hermana. Sin embargo ese tenía que regresar antes de lo planeado, pues tendría que iniciar sus prácticas de pediatría en hasta donde el recordaba, era una clase de internado. Suspiró, solo le faltaban 2 años para poder titularse como pediatra.

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Un auto fue a recogerlo al aeropuerto, el equipaje no era muy pesado, pero no era de sorprenderse ya que realmente no llevaba mucho. Algunos años de experiencia, le habían bastado para darse cuenta que en ese país solo requería de unos cuantos sacos, un buen abrigo, y un paraguas.

El camino hacia la entrada principal estaba decorado con rocas de colores, y flores de distintos tonos, entre ellos tulipanes, lirios, narcisos, margaritas, claveles, entre otras, pero con una gran cantidad de arbustos que simulaban un laberinto. Aquel lugar parecía realmente un castillo a pesar de solo tratarse de un "simple" internado para chicos.

La entrada principal contenía dos puertas enormes perfectamente diseñadas en donde se hallaban los directivos que lo recibieron gentilmente, mientras que los auxiliares ordenaban el equipaje donde se alojaría, dándole tiempo para descansar un poco.

Midorima se sentía cansado y realmente no quería presentarse en la "fiesta" de bienvenida que le habían preparado, solo deseaba tomarse un baño y tomar un poco del aire fresco que no podía encontrar en Tokio.

Después de darse un baño y arreglarse, decidió dirigirse (obligatoriamente) al salón principal donde se encontraría con la fiesta de bienvenida.

Al parecer era el único que faltaba en el lugar, pues apenas fue presentado y se sentó, empezaron a servirse la cena, quiso preguntar por dos asientos vacíos, pero le pareció que sería de mala educación.

Prefirió platicar con la que parecía ser la única mujer de aquel lugar, una tal Alexandra García. Al parecer era hija de una pareja de estadounidenses, pero por distintas razones termino siendo la maestra de geografía de aquel lugar.

Revisó su reloj, ya eran las 7pm y no le había avisado a su hermana que por fin había llegado, probablemente se lo echaría en cara cuando hablaran. Pidió permiso para salir y se disculpó mientras se alejaba un poco para tener un poco de privacidad.

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Sonrió derrotado mientras colgaba, le había llamado para avisarle que al fin había llegado a aquel lugar y termino por escucharla quejarse de que tan mal hermano mayor era por no llevarla con él mientras que él se disculpaba y le prometía llevarle un recuerdo la próxima vez que regresara a Japón.

Decidió regresar al salón antes de preocupar a sus nuevos compañeros por su ausencia, antes de tropezarse. Miro el piso con desprecio para verla causa de su (casi) caída, un balón de basket, al parecer había llegado a una cancha de baloncesto y no se había dado cuenta.

Se sorprendió, tenía años de no jugar basketball. Tomo el balón entre sus manos mientras se posicionaba en el centro, no tenía la medida de una cancha oficial, lo podía saber con una simple mirada, pero no le importo, eso era por los viejos tiempos.

Cerró sus ojos para concentrarse y lanzo el balón, encestándolo perfectamente un lanzamiento de 3 puntos como solía hacerlo en la preparatoria, sonrió amargamente, fueron grandes épocas.

Wohh! ¡Eso fue increíble abuelo! -una voz lo saco de sus pensamientos. — ¡Apuesto a que eres escolta!

El peliverde frunció el ceño ¿Abuelo? Tenía 26 años, cosa que tomando en cuenta los años que se requerían para ser un doctor especializado en pediatría, era un gran logro.

Volteo molesto para ver a aquella persona que lo llamo viejo. Sus ojos se cruzaron con una inocente mirada que de un niño de unos 10 años que lo veía divertido. Desvío la mirada avergonzado que acaso ya no le enseñaban modales a los niños?

— ¿Qué haces aquí? ¿Que no deberías estar adentro con tus compañeros?

— Me enviaron a buscarte, como te tardaste pensaron que probablemente te habías perdido, pero no quise interrumpir tu llamada -dijo mientras desviaba la mirada y hacia un puchero.

— … ya veo –respondió mientras se rascaba la nuca, quizás había sido algo duro con aquel niño — gracias.

¡De nada! –dijo con una enorme sonrisa en el rostro. Al menos tantos años de (dura) práctica le habían ayudado a aprender cuando disculparse— te gusta el basket? –Preguntó. — Lo sé porque vi como sonreías mientras sujetabas el balón -menciono.

— Si, solía jugar baloncesto en la secundaria y la preparatoria como escolta -respondió mientras botaba el balón contra el piso — ¿cómo lo supiste? -preguntó.

— Hmm… simplemente lo supe -respondió mientras sonreía — aunque quizás es porque juego como base mientras. Además tu técnica fue perfecta - aprovecho que el de lentes se le quedo viendo para robarle el balón.

Había algo especial en ese niño que no lo dejaba de sorprender, incluso adivino la posición con la que solía jugar. Sonrió.

— Entonces…

— ¿Entonces qué?

— ¿Jugaras conmigo? –Preguntó.

No -respondió cortante — estoy aquí para hacer mis prácticas como pediatra, no para jugar basketball… de ser así me hubiera quedado en Japón –pensó mientras le robaba el balón.

— ¡Pero no tengo nadie con quien jugar! Además eres un escolta y yo un base… es el destino viejo!

— El destino a veces puede ser cruel… además, a quien le dices viejo? ¿Acaso no te han enseñado modales? –Preguntó molesto, mientras se regañaba mentalmente. Ese mocoso lo estaba haciendo comportarse como un niño y no entendía porque.

— Si, pero no es mi culpa, no me has dicho tu nombre -alegó mientras fruncía el ceño.

— Midorima Shintarou -dijo mientras se preparaba para lanzar el balón.

Es muy largo… -respondió mientras inflaba sus mejillas antes de sonreír con picardía — ¡Ya se! ¡Te llamare Shin-chan!

Sintió su cuerpo tensarse mientras levantaba la vista para encontrarse con una familiar mirada azul que lo observaba divertido.

Quizás había sido la familiaridad con la que aquel niño le había hablado o el hecho de que nadie le había llamado de aquella forma en años como si se tratara de una maldición, pero por segunda vez en toda su vida fallo uno de sus lanzamientos mientras el frió aire nocturno le despeinaba algunos cabellos.

Por segunda vez en su vida, sintió algo romperse dentro de sí mientras sentía una lagrima mojar su mejilla.

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Takao...


Gracias por leer.