Capítulo 8

Abraxas Malfoy había entendido hace muchos años cuál era su propósito en la vida cuando decidió seguir a un chico sangre sucia a pesar de todo lo que le decía su mente. Mirando como terminó su vida ahora mismo, podía estar seguro que todas sus decisiones fueron las correctas.

—¿En serio crees que esto funcionará? —preguntaba el cuadro de una de sus compañeras del colegio mirando con sospecha a la brocha en su mano.

—Por supuesto. Hay pocas posibilidades de que algo pueda afectarte dentro de la pintura considerando que no eres una pintura de verdad. Ahora quédate quieta—respondió el rubio mientras acercaba la brocha a la pintura y comenzaba con sus trazos.

La mujer del cuadro, Walburga, lo miraba fijamente, pero sin sospecha alguna. Después de tantos años, ella estaba necesitando salir del cuadro más que nada en este mundo.

—La mayoría de líneas están muriendo. ¿sabias? En su guerra, Voldemort sacrifico a muchos de los nuestros—comentó Walburga en un tono pensativo y calmado. Algo de toda la situación le recordó la grave situación en la que se encontraban.

Los trazos de la brocha de Abraxas se detuvieron un momento antes de suspirar y volver a su trabajo de crear todo lo necesario para obtener la memoria.

—Lo sé. ¿Recuerdas que habíamos trabajado en eso durante un tiempo? Después de enterarnos que Tom era un Gaunt…era obvio que teníamos una respuesta. Pero ahora mismo tendremos que hacer mucho para lograr lo que queremos. Va a ser difícil, Wal—replicó el mago mientras seguía moviendo la brocha por el lienzo.

La mujer asintió antes de mirar el marco del lienzo.

—Lo sé. Por eso mismo quiero salir de aquí y hacerlo pedazos. Imagina todo lo que ha caído en la desgracia por Dumbledore y la estupidez de Voldemort. Tantas líneas que tendremos que recuperar solo para no desaparecer. Sabes que cuentas conmigo—dijo en voz baja Walburga antes de suspirar y quitarse el sombrero negro que descansaba en su cabeza y la imagen de la anciana que yacía en el retrato, cambiaba lentamente a la figura de una mujer más joven y conservada.

Abraxas levantó una ceja al ver las acciones del retrato de reojo.

—Wal, ¿Por qué tenías ese horrible sombrero de bromas el día en el que nos enfrentamos a Voldemort? —preguntó con una mezcla de incredulidad y confusión.

—Porque estábamos escondiéndonos de él cuando Regulus nos levantó el Imperius. Orión probablemente olvidó que estaba con el broche que lo mantenía oculto. De algún modo extraño, Voldemort olvidó que nosotros los magos envejecemos más lento que ellos. A los 60 años apenas comenzaríamos a tener una que otra arruga. Atrapada en este cuadro, estoy en estasis—comentó Walburga mirando el sombrero antes de dejarlo en uno de los cuadros cercanos.

—Bueno, tiene sentido. La verdad creo que por eso Lucius se ponderaba porque me veía como me veo—replicó Abraxas acabando la primera pintura y prosiguiendo a la siguiente mientras la mujer dentro del cuadro movía el nuevo objeto en su cuadro a un punto más cómo para el pintor.

—¿Qué pasará con Sirius? —preguntó de la nada el rubio mientras cambiaba su varita a su mano dominante y comenzaba a tallar runas en un punto de la pintura y en el nuevo objeto que había pintado.

—Lo que él quiera que pase. Sabes bien que Sirius pasó muchos años discutiendo y peleando contra todas las tradiciones de la familia. Si no fuera porque Alphard huyó hasta que fingió su muerte, hubiera estado solo en el mundo—comenzó a explicar Walburga mientras Abraxas asentía y continuaba con sus runas.

—Por esa misma razón. Si decide quedarse como el heredero Black, podrá hacerlo. Si quiere irse y casarse con alguna bruja, podrá hacerlo. Regulus puede hacerse cargo de todo. La verdad, es que ese muchacho puede hacer lo que quiera. No puedo atarlo a esta casa y a esta familia si tanto lo detesta. Sería hacerle lo mismo que Voldemort nos hizo a todos nosotros—finalizó el cuadro mirando como las runas brillaban y el pintor se movía a otro punto del cuadro.

—Sabes que su reacción era obvia considerando toda su infancia. Tal vez, ahora que le están demostrando que todo fue una manipulación y que toda tu locura Black va hacia la insana obsesión que tienes con Orión y que la locura de Orión simplemente tomaba la forma de ignorar la seriedad de cualquier situación, puede que les dé una oportunidad. Digo, no creo que Sirius sea tan irracional. Mi Lucius terminó siendo alguien muy racional y maduro—contestó Abraxas antes de cambiar a otra esquina y proseguir con sus runas.

El cuadro resopló un par de veces antes de arreglar un mechón de su cabello.

—No metas a Orión en todo esto. Si volviendo de Albania con sus descubrimientos sobre la localización de la tiara quiere seguir huyendo, será obvio por qué. Además, Lucius terminó así de maduro y racional porque el pobre muchacho tenía a su madre. Ambos sabemos que si hubiera sido por ti no te hubieras casado siquiera y la línea Malfoy hubiera terminado contigo—refutó Walburga quitando un par de cosas de la esquina final del cuadro para que pueda proseguir con sus runas.

—¡Dijiste que no ibas a hablar de eso! ¡¿Qué ibas a hacer si estaba cerca y lo escuchaba?!—exclamó Abraxas mirando con pánico a sus alrededores soltando un suspiro de alivio al ver que no había nadie en las cercanías.

—Es obvio que no iba a pasar. Está muy ocupado revisando los libros que necesita y poniéndose al tanto de todo lo que había pasado y teniendo al chico Potter pasándole los libros y todo lo demás—declaró la bruja con una sonrisa en su rostro antes de reír estruendosamente al ver el rostro del mago rubio.

—¡Estas completamente rojo!

—¡Cállate!

~AB~

El viento soplaba con mucha fuerza, tratando de borrar las huellas de las pisadas que daba una persona en la nieve en medio de la nada, Siberia, Rusia.

El hombre, completamente vestido de ropajes oscuros y abrigados, se movía con lentitud mientras su rostro, enrojecido por la nieve y con leves copos en sus pestañas oscuras, mantenía una sonrisa a medida que avanzaba.

Al llegar a un punto de su camino, el hombre levantó su brazo y una varita, completamente negra, soltó un destello morado.

Lentamente, el viento comenzó a arremolinarse con más y más fuerza, casi maniatando al mago como si de una muñeca de trapo se tratase hasta que, en medio de la ventisca, una sombra aparecía.

La sombra comenzó a crecer y crecer hasta que, cuando el viento paró, el hombre se vio frente a una mansión oscura. Con cuidado, comenzó a bajar su brazo sin soltar la varita en su mano.

Caminando hacia ese lugar, la sonrisa en su rostro aumentó hasta que las puertas se abrieron automáticamente sin que el hombre diera algún indicio de tocar la puerta.

—¡Ya llegué, mi vida! —exclamó el hombre comenzando a quitarse su sombrero con orejeras, la bufanda negra que traía en el cuello, los guantes afelpados y el gran abrigo negro. Dejándolo todo en manos del elfo domestico que apareció de la nada para recibir todo lo que soltaba, el hombre se adentró a la casa.

—¡Puedes esconderte, mi cielo, pero te encontraré, tesoro! —seguía exclamando antes de reír un poco y seguir caminando hacia el interior de la casa finalmente quitándose un broche en forma de cuervo que estaba en su ropa y el anciano de ojos negros lentamente cambiaba a un hombre de rasgos aristocráticos y cabello negro corto con uno que otro cabello plateado en sus sienes.

Finalmente, el hombre abrió una gran puerta de madera mirando a la figura que yacía en un ataúd de hielo.

Un hombre casi de la misma edad que el recién llegado, de cabellos más largos hasta su quijada vestido con finas túnicas yacía en el ataúd de hielo en medio de la habitación.

—Oh, mi precioso bebé, nada que no pueda arreglar—murmuró el hombre antes de mover su varita en varias direcciones por toda la extensión del ataúd de hielo hasta que una serie de luces se revelaron en el hielo brillando con fuerza.

—Yo te despierto. Oh, Hidra Imparable. Que resuene tu nombre y tu legado. ¡Despierta! —dijo el hombre sin dejar de mover su varita mirando como aquellas luces en el hielo se unían y tomaban la forma de una constelación.

La constelación de la Hidra.

Alrededor de aquellas luces el hielo comenzó a evaporarse, dejando una neblina en su lugar hasta que finalmente el recién llegado apuntaba su varita al pecho del hombre y sonreía.

—Mi querido, es hora de despertar—murmuró antes de picar su mejilla con la punta de su varita riendo hasta que el hombre del ataúd de hielo abrió sus ojos y se alejó del instrumento y del hombre.

—¡Para ya, Orión! —exclamó el hombre sentándose en la mesa que había sido su ataúd de hielo mirando a todas las direcciones y luego centrándose de nuevo en el hombre que lo despertó.

El hombre, Orión, se mantenía riendo acercando su varita a su cuerpo antes de guardarla y acercarse al otro.

—Ah, pero te extrañé, pastelito—replicó Orión sonriendo antes de abrazar al hombre con fuerza mientras este suspiraba y trataba de quitárselo de encima.

—¿Podrías parar? Escuché tus gritos por toda la casa—declaró el hombre antes de zafarse finalmente de Orión, quien se mantenía sonriendo a su lado.

—Bueno, tenías que escucharme de algún modo, Alphard. Fue muy difícil encontrarte, mi vida. Me tocó buscar todas las casas Black de fuera de Inglaterra. Fui a la casa de España, Noruega, Portugal, Francia, Polonia, Grecia y a los jardines de China. Sabía que no estabas en los jardines, pero quería ver como estaban. ¡Son preciosos! ¿Sabías? Así que cuando ya no tenía donde buscar a menos que vaya a la casona de India o a la cabaña de Japón o en la isla en el Pacífico, vine a revisar la de Rusia y te encuentro hecho un heladito de Alphard—explicó el hombre estirándose soltando un suspiro de satisfacción al escuchar el sonido de sus huesos.

Alphard lo miro un momento antes de reír. Inmediatamente Orión se le unió en la risa. Ambos sabían que, si un Lord de la familia quería encontrar a uno de los miembros, este necesitaba hacer un rito oscuro en una habitación de ritos y con un mapa dejaba caer una gota de sangre que le indicaría donde estaba dicha persona.

—Ah, es bueno verte de nuevo, Orión. Me hiciste reír bastante—declaró Alphard antes de palmear el hombro de Orión y levantarse de donde estuvo su ataúd.

—Y bien, ¿Cómo estás aquí vivo y todo lo demás? —preguntó Alphard levantando una ceja mientras Orión sonreía y se aferraba a su brazo para comenzar a caminar.

—Verás, todo comenzó con el hijo de Eileen, que trabajaba como espía para la Orden de Dumbledore,…

~AB~

En un rincón del Numero 12 de Grimmauld Place, una explosión sacudió un par de habitaciones sin alertar al resto de los miembros de la casa.

—Bien, eso no funcionó. Es hora de probar otra cosa—murmuró un hombre cubierto de hollín negro en todo su rostro mientras parpadeaba y trataba de quitarse el hollín de su boca y sus ojos.

Un chasquido del viejo elfo a su lado lo dejó en un estado prístino de nuevo.

—Ah, gracias Kreacher. Como vimos, mezclar hueso de dragón, sangre de murciélago y agua del Nilo para sumergir al relicario solo termino haciendo que el relicario explote todo. Vamos de regreso a los libros. Debe haber otra forma—declaró el mago antes de levantarse mirando todo el desastre.

—Amo Regulus, Kreacher limpiará todo. Si, Kreacher limpiará todo para el Amo Regulus—aseguró el viejo elfo mientras el hombre se acercaba y palmeaba la cabeza del elfo domestico con una sonrisa.

—Lo sé. Gracias por tu duro trabajo, Kreacher. Estaré en la biblioteca de nuevo si me necesitas entonces—declaró Regulus sonriéndole al elfo domestico antes de colocar el relicario que susurraba cosas en una caja que la cerró callando los susurros del mismo.

El elfo asintió rápidamente a sus palabras antes de que el hombre saliera de la habitación mirando al cuadro de uno de sus antepasados.

—Abuelo Arcturus—saludó Regulus respetuosamente sonriéndole un poco al cuadro mientras el hombre del cuadro se fijaba en el hombre.

—Regulus. Escuché de Walburga y Cygnus que tratas de destruir un pedazo de alma sin dañar al recipiente—declaró el hombre mirando con cuidado el artículo en la caja que yacía en uno de los brazos de Regulus.

Regulus asintió lentamente a sus palabras.

—Bien, en ese caso deberías seguirme. Mel podía ser muchas cosas, pero era increíblemente inventiva cuando quería—declaraba Arcturus Black comenzando a moverse por los cuadros con Regulus siguiéndolo por los pasillos de la casa.

—¿Mel? ¿La abuela Melania? —preguntó Regulus moviéndose con cuidado de algunos objetos malditos que estaban en medio de todo el lugar.

Después de todo, esta clase de pasillos y habitaciones estaban cerradas para todos los que no fueran Black y su madre había sacado a Sirius de esta zona de la casa después de que casi la explota en varias ocasiones.

—En efecto. Uno de los tíos de Mel había intentado hacer un horrocrux con la muerte de un Muggle, pero eso solo causo muchos problemas hasta que el padre de Mel decidió destruir el horrocrux para asegurarse que su horrible hermano muriera por completo—explicó Arcturus sin agitarse por todo el viaje que hacía de cuadro a cuadro hasta que el cuadro del matrimonio de Arcturus y Melania apareció en una de las salas de recepción de Grimmauld Place.

—¡Oh! ¡Mi nieto Reggie! —saludó la mujer, Melania Black sonriéndole a su nieto que llegaba a la sala jadeando por el viaje.

—Abuela Melania—respondió Regulus sonriendo un poco. Cuando era niño, le gustaba esconderse en esta habitación con sus abuelos cuando su madre y su hermano discutían.

—Bien, Arcturus me dijo lo que estabas haciendo así que pensé que podría ayudarte un poco. ¿Tienes una pluma y un pergamino? Esto va a ser un poco complejo de explicarte y Artie, aquí presente, va a ayudarnos—declaró la bruja en el cuadro con una sonrisa mientras el hombre a su lado asentía.

—De acuerdo, abuela. Lo tengo todo listo—declaró Regulus sacando una pluma con tinta sin fin y un pergamino y sentándose cruzando las piernas en el piso después de usar su varita para limpiar el polvo en el suelo, colocando la caja a su lado.

—Bien, el primer paso para comenzar el proceso de sacar el alma de alguien sería…

~AB~

El mundo mágico había entrado en negación ante la idea de que el Señor Oscuro volviera, sin embargo, una serpiente que se deslizaba en medio de la noche ignoraba todo acerca de esta situación y seguía su camino buscando y buscando.

Finalmente, la serpiente vio con toda la atención del mundo a un extraño ser que olía como su maestro y al extender su lengua, comprobó que sus sentidos no le mentían.

Esperó y esperó hasta que finalmente pudo ver al extraño ser moviéndose hacia la dirección de la casa de su amo y siguió su camino.

Lo más extraño de todo, era que el hombre de vestiduras negras, olía a una magia más fuerte que la magia a la que olía su amo.

Si no hubiera sido una serpiente, hubiera tenido una idea vaga de lo que pasaba en ese momento y de lo importante que hubiera sido si informaba de ese pequeño aspecto a su amo. Sin embargo, la serpiente siguió su camino buscando lo que se le fue ordenado.

Tenía el aroma muy leve que había dejado el extraño objeto de tejo y fénix en su viaje hacia su verdadero maestro.

Iba a encontrar al muchacho, envenenarlo y traerlo.

Tal vez, así finalmente su amo le entregue a aquella rata que se volvía un hombre rata y seguía apestando a una deliciosa rata.

¿Sería mejor comerlo en su forma más grande? ¿Podría su amo cortarlo en pedazos para que pueda comerlo?


Y bueno, no creí que iba a sacar un capítulo de este fic en particular hoy, pero aqui esta.

No sé que esperar de este fic realmente, el plan era otro pero Orion y Walburga se salieron de control y los demás Blacks se unieron y bueno, aqui tienen.

¡Gracias por leer!