Resumen: Hay una sola cosa que Draco desea para esta Navidad. ¿Será posible que este año reciba aquello que tanto anhela? DRARRY

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Son propiedad de Rowling y Warner Bro.

Notas de autora: ¡Hola a todos! No tengo palabras para agradecer la gran aceptación que ha tenido este fic en Fanfiction. ¡Muchísimas gracias a todos los que comentaron, agregaron a sus favoritos y siguen la historia! En verdad lo aprecio. ^_^

Ahora sí, les dejo el punto de vista de Harry. Espero que lo disfruten tanto como yo lo hice escribiéndolo.


All I Want For Christmas Is You

24 de Diciembre de 2005

Me encuentro caminando por un oscuro corredor del Ministerio. El sonido de mis pasos es lo único que rompe el profundo silencio. Miro con nerviosismo a mis costados, pero no hay nadie. El pasillo está totalmente vacío. Sin embargo, no puedo evitar sentir que no estoy solo en él. Un extraño presentimiento me indica que alguien está observándome. Mis corazonadas nunca me han fallado antes, así que decido no arriesgarme y apresuro el paso, para huir de esa invisible amenaza.

Lo que sea que esté siguiéndome acelera su marcha y la sensación de acecho se vuelve insoportable. Comienzo a correr con todas mis fuerzas y alcanzo uno de los ascensores. Las puertas se cierran con un fuerte chirrido y mi respiración está agitada, mas poco me importa porque aquí estoy a salvo. Esa presencia ha dejado de seguirme. Cuando logro recuperar el aliento, la voz de una persona se escucha a mis espaldas, alterando mis nervios nuevamente, pero esta vez por un motivo totalmente distinto.

─ ¿Por qué tan agitado, Potter?

Doy un respingo al escuchar esa pregunta ser realizada en un altanero tono. Rápidamente me doy la vuelta y allí lo encuentro. Me paralizo ante la idea de estar encerrado en un lugar tan pequeño con él, puesto que no tengo cómo escapar. Mi cerebro parece haberse desconectado y lo único que puedo hacer es observar como un idiota al mago frente a mí.

Cuando creo que ya nada puede ser peor, lo siento acercarse a mí. Retrocedo involuntariamente y una arrogante comisura se eleva de sus labios. Al parecer mi repentino temor lo divierte en demasía. Si sólo supiera que el motivo de mi miedo no es porque él pueda lastimarme, sino por lo que yo pueda llegar a hacerle si continúa mirándome de esa forma.

Siento mi espalda tocar la fría superficie de la puerta del ascensor y comprendo que estoy atrapado. Dejando salir una triunfadora sonrisa, acorrala mi cuerpo con el suyo y mantiene mis manos fijas a los costados, impidiéndome cualquier tipo de movimiento. No puedo quitármelo de encima y sinceramente no estoy seguro de querer hacerlo de todos modos.

Sus ojos me observan con diversión y no consigo evitar perderme en esa mirada que me estremece. Se acerca con lentitud hacia mi oreja derecha y me susurra con una condenadamente sensual voz, que sacude mi cuerpo por completo.

─ ¿Asustado, Potter?

Ninguna palabra sale de mi boca. Mi cerebro se ha totalmente desconectado, ya ni siquiera puedo dejar escapar algún patético balbuceo. Cierro mis ojos y disfruto de la sensación de tenerlo tan cerca de mí, murmurando cosas que mis embotadas neuronas no alcanzan a captar del todo.

─ ¿Ya ni siquiera hay un "Eso quisieras, Malfoy"? ¿Qué sucedió con el valiente Gryffindor vencedor de Señores Tenebrosos? ¿Acaso le comió la lengua una serpiente?

No lo resisto más, el calor que emana su cuerpo está matándome y sus murmullos sólo incrementan mi excitación de tal manera que es doloroso. En un desesperado movimiento, giro mi rostro y capturo su boca. Draco sonríe dentro del beso y me aprieta más contra él, logrando que nuestras erecciones se rocen. Gemimos con desespero y es allí cuando todo se vuelve mucho más intenso. Trato de quitarle su costoso abrigo, a la vez que él comienza a recorrer mi cuello con sus labios, besando y succionando con fervor. Es como si estuviera marcándome como de su propiedad. Y yo no podría estar más que de acuerdo ante esto.

─ Draco… Draco, por favor…

Mis palabras suenan casi como un ruego, pero no me importa. Lo necesito ahora, porque no sé cuánto más podré soportar. Una de sus manos se cuela por entre los pliegues de mi túnica y cuando está por alcanzar mi erección, un extraño pitido se escucha. Intento ignorarlo, mas no puedo hacerlo. A mi alrededor todo comienza a desdibujarse y siento el calor del otro cuerpo alejarse del mío.

Finalmente, despierto en mi habitación completamente agitado. Pequeñas gotitas de sudor caen de mi frente y percibo una dolorosa tensión en mi miembro. Los cobertores apresan mi cuerpo como una serpiente y me maldigo por la comparación que he hecho. Los aparto con furia e intento calmarme. Cuando estoy un poco más compuesto, giro mi rostro hacia el lado izquierdo de mi lecho y como siempre, me desilusiono. Estoy solo en esta gran cama, después de haber vivido un fantástico y frustrante sueño húmedo.

El pitido que interrumpió mi sueño continúa escuchándose y volviéndome hacia la mesa de luz, encuentro al responsable. Con rabia, tiro el despertador contra la pared y éste se hace añicos al instante. Más frustrado que nunca, me levanto y dirijo mis pasos al baño, para intentar calmar un poco esta excitación. Una vez allí, me meto bajo la lluvia y comienzo un rápido vaivén sobre mi erección. En pocos minutos, alcanzo el clímax gimiendo su nombre.

Dejo que el agua limpie mi estropicio y apoyo mi frente contra el frío azulejo, preguntándome por qué no puedo sacar a Malfoy de mi mente. ¿Por qué tiene que aparecer todas las noches en mis sueños? ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado? ¿Acaso el destino nunca me dará un respiro? Al parecer no. Ya que no hay otra explicación al hecho de haberme enamorado de Draco-estoy-malditamente-bueno-Malfoy.

Trato de encontrar el momento exacto en que dejé de odiar a ese egocéntrico y estirado Slytherin, mas fracaso en el intento. No puedo recordar el instante en que comencé a verlo como algo más que mi némesis. Una voz en lo más profundo de mí me dice que fue en algún punto de mi sexto año, cuando trataba de descubrir los planes de Malfoy. Todas esas noches que pasé en vela vigilando el mapa del Merodeador, controlando cada movimiento que él daba y cada pensamiento que le dirigí, habían contribuido a que concentrara mi atención en cosas que poco tenían que ver con mi "misión".

Porque seamos realistas… ¿Quién en su sano juicio piensa que su enemigo posee un color de ojos muy atrayente, mientras realiza una de sus "vigilancias"? Para no variar, Hermione había tenido razón por entonces. Me había obsesionado con Malfoy y cuando quise acordarme, ya era demasiado tarde. Malfoy había pasado a ser Draco en mi mente y mis sentimientos fueron de una insana obsesión a ser algo más poderoso y a la vez peligroso... me había enamorado de él.

Suspiro con pesar ante estos recuerdos que asaltan mi mente y me digo que estoy completamente jodido. Porque no hay forma en que Draco corresponda mis sentimientos. Él aún me odia y en cierta forma no puedo culparlo por ello. Después de todo, fui yo quien rechazó su mano en primer lugar. Y no puedo evitar preguntarme qué habría ocurrido si la hubiera aceptado. ¿Acaso en este momento estaríamos duchándonos juntos, después de haber tenido una pasional sesión de sexo matutino?

Cierta parte de mi cuerpo parece interesarse ante esta idea, pero me obligo a dejar estos pensares de lado. De nada me sirve cavilar en cómo se hubieran desarrollado las cosas en ese universo paralelo, porque no es esa mi realidad. Este depresivo pensamiento instala un agudo dolor en mi pecho. Siento mis ojos picar y una horrible sensación de ahogo impedirme respirar con normalidad. Maldiciéndome por ser tan sentimental, termino de enjuagar mi cuerpo y salgo del baño.

Comienzo a vestirme como un autómata, importándome poco que mi camisa no convine con mi sweater. ¿Por qué debería? De todos modos no es como si el hecho de dedicarle tiempo a mi aspecto, fuera a hacer que Malfoy se fije en mí. Ya lo he intentado en el pasado y de nada sirvió. Él ni siquiera se inmutó ante ello.

Una repentina aparición me aparta de estos nuevos deprimentes pensamientos que comienzan a formarse. Al ver a Kreacher parado frente a mí, entiendo que mi día solo irá de mal en peor.

─ Disculpe que lo moleste, amo. Pero la sangre sucia está esperándolo en la cocina.

─ Kreacher… te he dicho cientos de veces que no la llames así.

─ Kreacher lo lamenta, amo… Lamenta que la sangre de esa mujer esté tan sucia. ─ Responde bajando su cabeza con fingido arrepentimiento y murmurando por lo bajo lo que en verdad siente.

─ ¡Suficiente! Dile a Hermione que bajaré en un minuto. Y prepara el desayuno.

─ Sí, amo.

Haciendo una pronunciada reverencia, desaparece y me apresuro a terminar de cambiarme. Lo que menos necesito en este momento es hacer enfadar a Hermione por mi tardanza. Aparto cualquier pensamiento relacionado a cierto sexy Slytherin y salgo de mi habitación. Rogando a quien sea porque estas cavilaciones se mantengan alejadas de mi mente, al menos hasta que Hermione se vaya.

Entro a la cocina y la encuentro sentada, bebiendo una taza de té. Al verme, sonríe con calidez y se acerca a darme un fuerte abrazo. Mi cara queda enterrada en su enmarañado cabello, mas no le doy importancia. Cuando nos separamos, ella deja salir una pequeña risita y puedo ver un brillo emocionado en sus ojos.

─ Lo siento, Harry. He estado muy sentimental últimamente. Creo que las hormonas están haciendo estragos en mí.

─ No hay nada que perdonar. ¿Cómo está el bebé?

─ Muy bien, por fortuna. No puedo esperar a tenerla en brazos.

Responde con entusiasmo, frotando su protuberante panza. Y no logro evitar sentirme feliz por ello. Hermione es como una hermana para mí, es por eso que me alegra saber que ella y Ron han encontrado la felicidad el uno con el otro. Al menos ellos lo han conseguido, en cambio yo… jamás podré saber qué se siente estar junto a esa persona que le da sentido a tu vida.

Algo de mis desolados pensamientos deben haberse reflejado en mi mirada, ya que siento una mano de Hermione tomar la mía y hablarme con un tono suave, tal cual madre preocupada con su hijo.

─ Harry… ¿Estás bien? Te ves algo… triste. ¿Es por Malfoy?

─ ¿Qué? No… él no… Estoy bien, Hermione. No te preocupes por mí.

─ ¿Seguro? Sabes que puedes decirme lo que sea.

─ Lo sé y en verdad te lo agradezco. ─ Respondo con un suave murmullo, tratando de mantener a raya mis depresivos pensamientos. Fingiendo que nada ocurre, tomo mi taza de café y le doy un sorbo. La amarga infusión parece relajarme lo suficiente como para poder hablar sin que mi voz tiemble. ─ No quiero sonar grosero, pero… ¿No deberías estar en Rumania? Creí que iban a pasar Navidad en la casa de Charlie.

─ Así es pero Ron y yo decidimos viajar hoy. ¿Estás seguro de que no quieres venir con nosotros? He hablado con Ginny y creo que está comenzando a olvidarte. Ya no hace muecas cada vez que Ron y yo te nombramos a ti o a Malfoy. Creo que el ir a cubrir los entrenamientos de la selección de Quidditch de Inglaterra la ha distraído y ayudado a entender que ella nunca podrá ocupar el lugar de Malfoy.

Al escuchar esto, siento un gran alivio inundar mi ser. Decirle la verdad a los Weasley no fue algo sencillo. Se requirió de mucha paciencia y el incondicional apoyo de Hermione para que comprendieran el porqué de haberme enamorado de Draco Malfoy. Los más difíciles de convencer fueron Ron y Ginny, especialmente esta última. Supongo que en su mente, ella creía que lo del Slytherin sólo era un capricho mío nada más. Algo que con el tiempo olvidaría y me haría darme cuenta que era con ella con quien debía estar. ¡Qué equivocada estaba!

Cuatro largos años fueron necesarios para que comprendiera que esto era algo más que un simple encaprichamiento. Allí fue donde todo se complicó. Ya no pude volver a poner un pie en la Madriguera, sin ser hechizado por una encolerizada pelirroja. Es por ello, que escuchar a Hermione decir todo esto me pone muy contento. En verdad aprecio a Ginny, es como una hermanita pequeña para mí y no deseo que sufra por mi culpa. Saber que está superándome no hace más que tranquilizar mi alma.

No puedo evitar preguntarme si yo alguna vez podré superar a Draco. Una sarcástica voz dentro de mí, parecida a la de Malfoy, me dice que soy un total idiota al creer que eso pueda ser posible. Rápidamente aparto mi mente de estos pensares y concentro mi atención en la mujer frente a mí.

─ En verdad agradezco la invitación, Hermione. Pero no voy a cambiar de parecer. Son pocas las veces que pueden reunirse con Charlie y no quiero que mi presencia llegue a incomodar a nadie.

─ ¡Tu no incomodas a nadie!

─ Sabes que eso no es cierto. Bill aún no entiende del todo cómo es que puede gustarme el "responsable" de que le hicieran esas cicatrices. Y ni qué hablar de Ginny. Si lo que dices es cierto, ella recién está comenzando a aceptar todo esto y si yo estoy allí, eso podría hacer que se sienta incómoda.

─ Quizás tengas razón. ¿Pero qué harás entonces? ¡No puedes quedarte sólo!

─ Estaré bien, Hermione. He pasado once años de mi vida con los Dursley. No hay forma de que esta Navidad sea peor que las que pasé con ellos. Tú sólo ve y disfruta tus vacaciones. Y saluda a todos por mí.

Hermione parce no querer insistir más en ello, por lo que se levanta de su asiento y dándome un fuerte abrazo, sale en dirección a la chimenea. Una vez allí y con los polvos flu en sus manos, se gira hacia mí.

─ En verdad espero que tengas una feliz Navidad, Harry. Te la mereces más que nadie. ¿Quién sabe? Quizás te quedes encerrado con Malfoy en el ascensor y allí puedas decirle la verdad.

Sin volver a mirar atrás, Hermione exclama con voz clara la dirección de su casa y desaparece. Un escalofrío recorre mi cuerpo al recordar el sueño de esta mañana. ¿Es posible que ella sepa algo de eso o sólo fue una coincidencia? Y de saber algo… ¿Cómo lo supo? Me obligo a calmarme y pensar con claridad. Es obvio que fue una coincidencia, no es posible que ella sepa algo. Para ello, Hermione debería saber Legeremancia y hasta donde sé, ella jamás ha querido aprender a leer la mente.

Estoy comportándome como un paranoico, por lo que apurando los últimos tragos de café, termino mi desayuno. Me levanto y trato de quitar alguna de las arrugas de mi túnica de Auror, antes de meterme en la chimenea y exclamar mi destino, esperando que mi día mejore un poco.


Una sensación de mareo se extiende por todo mi cuerpo y temo devolver el café que acabo de beber. Sin duda viajar por la red flu no es nada agradable. Aterrizo en una chimenea del Ministerio y no consigo evitar tambalearme al salir de ella. ¿Es que nunca voy a acostumbrarme a salir sin caerme?

Mirando hacia todos lados para comprobar que nadie ha visto mi momento de torpeza, me enderezo y camino por el hall en dirección a los ascensores. A cada paso que doy, distintos magos y brujas me saludan e intentan entablar una conversación, por lo que aprieto el paso. Odio toda esta irritante atención, especialmente porque la única persona que quisiera que me la brindara, es aquella que no lo hace.

Sacudo mi cabeza y apresuro mi andar, para no adentrarme nuevamente en pensamientos que sólo me provocan dolor. Ingreso en el primer ascensor que veo y es entonces cuando sé que, haga lo que haga, mi día no mejorará. El secretario de Malfoy ya está allí, con su impecable túnica y cargando varios papeles en sus brazos. No puedo evitar gruñir en mi interior. Si alguien me preguntara por qué le tengo tanto resentimiento, posiblemente no sabría qué responder con certeza. Sólo sé que el simple hecho de que alguien tan joven y atractivo trabaje para Draco, hace que mis tripas se retuerzan en desagrado.

La sarcástica vocecita dentro de mi mente vuelve a incordiar, diciéndome que esta reacción es producto de mis innegables celos. No obstante, no la escucho y me digo a mi mismo que no tengo motivo alguno para estar celoso de ese sujeto.

Trato de distraerme con algo mientras espero a que las puertas del ascensor se cierren, pero mi plan se arruina al ver la persona que entra. Derrochando elegancia y superioridad, Malfoy ingresa antes de que las puertas se cierren. Mis nervios se elevan, provocando que mis manos tiemblen. No tengo más opción que esconderlas en los bolsillos de mi túnica, evitando con ello que note mi nerviosismo. ¿Cómo es posible que él luzca tan imponente e imperturbable, mientras que yo soy un completo manojo de nervios? Es hasta casi injusto.

─ Buenos días, Christian.

Saluda a su secretario y yo siento rugir a la bestia que vive dentro de mí en desacuerdo. Porque él acaba de llamarlo por su nombre y eso es algo que no se ve con frecuencia. Malfoy jamás suele llamar a nadie que no sea muy cercano a él por su nombre. No consigo evitar cuestionarme el motivo por el que ese idiota tiene tal privilegio. La bestia comienza a arañar todo a su paso y me veo forzado a tranquilizarme, antes de que le parta la cara a hechizos a ese imbécil por osar tocar lo que es mío.

Suspiro con derrota al recordar que él es todo menos mío. Para Draco no significo nada, sólo soy un mal recuerdo del pasado. Tal es así, que ni siquiera se ha percatado que yo también estoy en el ascensor. Cuando creo que mi día jamás mejorará, algo completamente extraño ocurre. Algo que me dejará el resto del día cavilando en ello.

─ Potter.

Draco me saluda y yo me paralizo. Mi cerebro se detiene y no es capaz de elaborar una respuesta. Ni siquiera un balbuceo sale de mi boca. Mi corazón comienza a latir con fuerza y temo que todos puedan escucharme. El recuerdo del sueño de esta mañana se cuela en mi mente, haciendo reaccionar a cierta parte de mi cuerpo que debería permanecer dormida. Especialmente al estar en un ascensor con otras personas. Reprimo mi excitación lo mejor que puedo y me fuerzo a dejar salir una contestación al saludo, antes de que crea que soy un idiota por mi prolongado silencio.

Para mi desgracia, Draco me ha dado la espalda y está preguntándole algo a su asistente. Lo más probable es que se haya cansado de esperar mi respuesta y concluyera en que no valía la pena perder su tiempo conmigo. Me pateo internamente por haber dejado pasar esta oportunidad única e irrepetible.

─ ¿Ya has enviado los permisos al Departamento de Transporte?

─ Sí, señor Malfoy. Y están de acuerdo con su propuesta acerca de los trasladores. Cuando usted lo ordene, pondrán a su disposición el personal adecuado para realizar la tarea encomendada. ¿Desea que les confirme una fecha, señor?

─ No. Todavía debo retocar algunos detalles.

Escuchar a ese imbécil dirigirse a Malfoy con un lambiscón tono, hace que mis instintos asesinos se despierten. No soporto la forma en que intenta congraciarse con él. A cada "Sí, señor Malfoy" que deja salir, mi rabia se hace imposible de sostener. Lo único que quiero es moler a maldiciones a ese tipo, hasta que entienda que debe apartarse de Draco si no desea tener una muerte lenta y dolorosa. La bestia que vive en mí ruge con aprobación ante esto y debo forzarme a controlar mi temperamento, antes de que haga algo de lo que me arrepienta en el futuro.

Somos los últimos en quedar en el ascensor y cuando alcanzamos la quinta planta, Draco sale del elevador sin mirar atrás, con un elegante y altivo andar, seguido de cerca por su asistente. Antes de que las puertas se vuelvan a cerrar, susurro al aire aquello que debí haber hecho desde un principio.

─ Hola, Malfoy.

Sé que esto jamás llegará a sus oídos. Quedará como un simple murmullo perdido en el tiempo. Aun así, conservo la esperanza de algún día poder mantener mi nerviosismo aparte, al menos hasta que pueda corresponder su saludo. Suspiro con pesar al darme cuenta de que quizás esto nunca vuelva a ocurrir.

El ascensor continúa su descenso hasta el segundo piso y cuando las puertas se abren, me apresuro a salir. Camino con pasos decididos hasta la bulliciosa oficina de Aurores. Incluso desde el pasillo puede oírse el gran alboroto que los presentes hacen. Saludo a todos los compañeros con los que me cruzo y tomo asiento en mi cubículo. El gran jaleo dentro de esta sala consigue distraer mi mente de cualquier desolado pensamiento. Comienzo a trabajar en uno de los casos que tengo asignados y enterrado queda cualquier sentimiento referente a Malfoy. Al menos por unas cuantas horas, podré ocupar mi atención en algo más que él.


Me paso todo el día sentado en mi escritorio rellenando informes y archivando misiones completadas. El tiempo parece haber transcurrido más rápido de lo debido, ya que al levantar la mirada descubro que sólo los Aurores que tienen guardia han quedado aquí. El resto de ellos han partido a sus hogares a esperar la llegada de la Navidad. No teniendo apuro por regresar a casa, me acomodo mejor en la silla y decido tomarme un descanso, antes de continuar con el siguiente caso.

Desafortunadamente, el destino no parece apiadarse de mí y antes de que pueda siquiera relajar un poco mis adoloridos músculos, el jefe de Aurores se acerca a mi lugar y me encomienda una tarea que pondrá mis nervios de punta.

─ ¡Potter, qué bueno que aún estés aquí! Necesito que le entregues esta carta al Jefe del Departamento de Cooperación Mágica Internacional.

Mi cuerpo se paraliza al oír a quién debo entregarle eso. No sé qué se supone que deba decir. No puedo negarme a realizar la tarea, ya que no tengo una excusa coherente que lo amerite. Además, mi jefe me obligará a realizarla de todos modos. Pero no puedo evitar temblar ante el hecho de tener que ir a ese lugar y enfrentarlo a él.

¿Cómo haré para explicarle el motivo de mi presencia allí, si ni siquiera pude responderle el saludo esta mañana? ¿Cómo se supone que pueda entregarle una carta sin que note mis temblorosas manos? ¿Qué haré para mantener bajo control mis sentimientos? ¿Cómo evitaré saltarle encima y besarlo hasta la inconsciencia?

Estoy a punto de entrar en pánico, no encuentro una sola solución a mis interrogantes. Si mi jefe nota mi repentina alteración, no lo deja entrever. Más bien parece decidido a ignorarlo adrede. Me entrega un pequeño sobre con un oscuro sello en él y mis manos tiemblan visiblemente al tomarlo.

Una vez en mi poder, la guardo rápidamente en uno de los bolsillos de mi túnica. No estoy seguro de que mis manos puedan sostenerla sin tirarla al suelo, producto de los excesivos nervios que me acometen.

─ Y Potter… Así debas hechizarlo, asegúrate que Malfoy lea la carta. ¿Entendido?

─ Sí, pero… ¿Por qué debo…?

─ No hay tiempo para explicaciones ahora. Apresúrate antes de que Malfoy se vaya.

Sabiendo que no obtendré más información que esta, reúno todo mi valor Gryffindor y dirijo mis pasos a un lugar al que jamás creí ir. Entro en el ascensor y antes de lo previsto, la extraña voz anuncia que he llegado al quinto piso. Hago un esfuerzo sobrehumano para incitar a mis piernas a moverse y comienzo a recorrer el pasillo frente a mí. No tengo idea de dónde está la oficina de Malfoy, por lo que me aseguro de prestar mucha atención a los letreros ubicados en cada una de las puertas.

Finalmente, llego al final del pasillo y allí encuentro una sala que no posee puerta. En ella se puede apreciar un escritorio, junto a un archivero. Varios sillones están estratégicamente ubicados, en lo que supongo debe ser el lugar de espera. Otra puerta se vislumbra a unos metros más allá del escritorio, la cual presenta una placa. Sin embargo, a esta distancia me es imposible entender lo que dice.

Entro en la sala con la intención de ver más de cerca la inscripción, pero es innecesario. Parado junto al archivero, el secretario de Malfoy ordena unos papeles. No quedan dudas, la puerta conduce a la oficina de Draco. Suspiro y me apresuro a poner mi mejor pose de imponente Auror, con la clara intención de darme algo de confianza y por qué no de asustar al imbécil que tengo en frente.

Mis pasos lo alertan y se gira para ver quién ha ingresado. Un pequeño rastro de sorpresa se vislumbra en sus ojos, pero rápidamente es eliminado. Reanuda su tarea y no parece para nada acobardado ante mi actuación de "Auror todopoderoso". Gruño internamente ante esto, porque eso sólo puede significar que este tipo es alguien que no se deja amedrentar por lo que mi fama de héroe representa, volviéndolo un contrincante difícil de atemorizar.

Decido ignorarlo y dirijo mis pasos hasta la puerta de la oficina de Draco. Sin embargo, soy detenido antes de que siquiera traspase el escritorio de su secretario.

─ ¿Puedo ayudarlo en algo?

─ El jefe de Aurores me ha enviado.

─ Lo lamento, el señor Malfoy no podrá recibirlo hoy. Déjeme su mensaje y yo se lo comunicaré.

─ Mira… ¿Christian, cierto? ─ Dejo salir con el mayor desprecio posible, tratando de contar hasta mil para no partirle la cara de un puñetazo a este insolente. ─ Me importa una mierda la orden que Malfoy te haya dado. Entraré en esa oficina y seré yo quien le dé el mensaje a tu jefe. ¿Te queda claro? Y ya me gustaría verte intentar detenerme.

Finalizo mi advertencia con una de mis más intimidantes miradas, aquella que Ron llama "la mirada vencedora de Señores Tenebrosos". Un rastro de temor pasa fugazmente por los azules ojos del joven y sonrío internamente. He ganado la batalla.

Sin decir nada más, reanudo mi andar y me paro frente a la puerta de Malfoy. Ahora es mi turno de sentirme amilanado. Ni siquiera la pequeña victoria de hace un momento me inspira algo de seguridad. Antes de que mis nervios vuelvan a tomar el control de mi ser, golpeo con mis nudillos la puerta.

Una vez hecho esto, sé que no tengo vuelta atrás. No puedo huir a ningún lado, a pesar de que mi instinto de supervivencia me exhorta a alejarme de aquí lo más rápido que pueda. Mas no me hecho atrás. Por fortuna, mi valentía Gryffindor se mantiene firme, brindándome la confianza que claramente no siento.

Al no obtener respuesta, vuelvo a tocar y espero. Miro disimuladamente hacia un costado y descubro que el asistente de Malfoy se ha ido. No tengo tiempo de sentirme orgulloso ante mi exitosa intimidación, cuando lo escucho invitarme a pasar.

─ Adelante. ¿Qué se te olvidó, Christian?

Abro la puerta y no consigo reprimir mi irritación al confundirme con ese idiota.

─ No soy "Christian".

Escupo el nombre de su asistente con el mayor desdén posible, dejándole bien en claro lo mucho que me enferma su equivocación. Draco no parece perturbarse ante mi áspera respuesta. Por el contrario, su cordial actitud me sorprende por completo y me hace sentir como un maldito inmaduro.

─ Buenas noches a ti también, Potter. Por favor, pasa y toma asiento.

Su educado tono de voz al dirigirse a mí me asombra. Por un momento, dudo si hacer lo que me sugirió o quedarme a resguardo junto a la puerta. Afortunadamente, mi cerebro parece estar despierto y alerta, ayudándome a tomar una rápida decisión. Doy los pasos necesarios hasta el escritorio de Malfoy, mas no tomo asiento. Temiendo que al hacerlo, los nervios quizá me jueguen una mala pasada y termine volcando algo de su ordenado escritorio.

─ Mi jefe me ha pedido que te entregue esto, Malfoy.

Utilizo un tono más medido y me dispongo a buscar la carta. El destino me demuestra una vez más que me odia, haciéndome quedar como un torpe frente a él al no poder sacar la carta de mi bolsillo. Maldigo mi jodida suerte y deseo por un segundo que el suelo me trague, para detener esta humillación.

Draco vuelve a sorprenderme al no dejar salir ningún comentario sarcástico. Ni siquiera una risita escapa de sus labios. Permanece imperturbable y eso me hiere más que si se hubiera burlado de mí. Porque esto sólo demuestra la indiferencia que me tiene. Ya ni siquiera disfruta de avergonzarme. No significo nada para él.

Después de incontables intentos, logro sacarla y se la entrego. Nuestros dedos se rozan por unos segundos, siento una cálida sensación recorrerme por completo; similar a ese cosquilleo que sentí al tomar por primera vez mi varita. Mi mente no puede evitar pensar lo maravilloso que sería sentirlo tocar mi cuerpo con sus manos. Un agradable escalofrío me advierte que debo dejar de lado este tren de pensamientos, antes de que cierta zona de mi anatomía reaccione de forma indecorosa.

Regreso a la realidad a tiempo para ver a Draco posar su mirada en el sobre. Por un instante, en sus ojos puede entreverse algo parecido al miedo, pero rápidamente su imperturbable máscara vuelve a alzarse. No tengo tiempo de preguntarle si todo está bien, ya que él levanta su rostro y se dirige a mí con recelo.

─ ¿Estás seguro de que tu jefe fue el que te entregó esto?

Esa pregunta me descoloca por unos segundos. Su desconfiado tono parece acusarme de algo pero no entiendo de qué. Mi cerebro está en su máximo apogeo y se percata de inmediato del motivo de su sospecha. Él cree que le estoy jugando una broma, ya que no hay razón alguna para que yo haya decidido entregarle personalmente esta carta. La lógica indica que debería habérsela dejado a su secretario y éste se encargaría de dársela. En especial, cuando Malfoy pareció haber dado la orden de no ser molestado por nadie.

Siento una gran irritación comenzando a formarse dentro de mí. No puedo creer el bajo concepto que tiene de mí, creyendo incluso que he venido hasta aquí sólo para jugarle una treta. Apuesto a que no tendría ninguna duda de esa carta si su asistente se la diera. Mi rabia alcanza niveles insospechados ante este pensamiento y creo ver todo de color rojo a mí alrededor. Impregnando el mayor rencor posible, dejo salir lo primero que se me cruza por la mente.

─ La miopía no me impide reconocer a mi jefe, Malfoy.

Una vez más, Draco me sorprende por su increíble autocontrol. Ignorando por completo mi clara provocación, me explica con educación el motivo de su recelo. Y nuevamente, siento mi cara arder en vergüenza por mis arranques de inmadurez.

─ Lo decía porque el sello de este sobre tiene el escudo de armas de los Malfoy. Si el jefe de Aurores me hubiera enviado esto, llevaría el sello del Ministerio.

El sonrojo en mis mejillas es tan potente que no necesito un espejo para notarlo. Abro mi boca para intentar decir algo pero nada sale de ella. No encuentro las palabras adecuadas para disculparme por mi anterior arrebato. Una vez más, he dejado que mis sentimientos tomen el control, causándome gran humillación en el proceso.

Es casi curioso cómo, con unas pocas palabras, Draco me haya dejado como un completo idiota. Debí haber sabido que el sello no pertenecía al Ministerio. Después de todo, me he pasado el día entero colocando el mismo en los archivos de cada misión completada. ¿Cómo pude ser tan tonto para no haberlo notado?

Escucho un suspiro escapar de sus labios y se hace agua mi boca. Ese pequeño gesto remueve algo en mi ser. Mi calor corporal se eleva con el simple pensamiento de morderlos y besarlos hasta el cansancio. Rápidamente aparto mi mente estos libidinosos deseos. Lo que menos necesito en este momento es excitarme frente a él.

El incómodo silencio que nos rodea me preocupa, porque estoy seguro de que en cualquier momento Draco me echará de su oficina. Y no quiero hacerlo. No he estado tan cerca de él desde Hogwarts y sé que una vez que salga de aquí, volveré a mi penosa vida. Observándolo desde las sombras y rogando porque algún día signifique algo para él.

Necesito encontrar una excusa para quedarme. ¿Pero qué? ¿Qué puedo hacer para que no me eche? El recuerdo de la orden de mi jefe me facilita un pretexto adecuado y le agradezco internamente por haberme enviado en esta "misión".

─ Deberías leerla. Supongo que debe ser algo importante, porque de otro modo mi jefe no me hubiera pedido que me asegurara que la leyeras.

Frunce el ceño ante mis palabras y es en ese gesto donde puedo apreciar al verdadero Draco. Sonrío internamente ante esto y espero con paciencia a que acabe de leer, pero algo no está bien. Su imperturbable máscara se quiebra y me digo que algo muy malo debe haber ocurrido para que él reaccione de esta forma. Sus manos tiemblan, haciendo que la carta se balancee en ellas. Siento unos deseos irreprimibles de consolarlo por aquello que lo perturba. Sin embargo, no puedo hacer eso por obvias razones. Me limito a preguntarle qué es lo que ocurre, mordiéndome las ganas de abrazarlo y decirle que todo estará bien.

─ Malfoy… ¿Te encuentras bien? Estás muy pálido. ¡Draco, responde!

Entro en pánico al verlo perdido en un mar de desesperación. Tal es así, que sólo me percato de haberlo llamado por su nombre cuando él posa su mirada en mí, buscando una explicación ante este hecho. Explicación que no podré darle sin confesar lo que siento por él. Desvío mi mirada, evitando con ello tener que responder a su no formulada pregunta. Una mancha en la pared a mi izquierda capta mi atención y no logro que mi curiosidad se mantenga a raya.

─ ¿De qué es esa mancha?

─ Tinta.

─ ¿Tinta? ¿Quieres que la limpie?

Me pateo internamente al dejar salir esta estúpida pregunta. ¿Por qué demonios me ofrecí a limpiarla? Malfoy creerá que tengo complejo de elfo doméstico o algo por el estilo. Su respuesta vuelve a despertar una gran furia en mí.

─ ¿Por qué todo el mundo tiene una extraña obsesión con limpiar mi pared? Christian también me preguntó lo mismo.

La simple mención de ese idiota hace que el león que vive dentro mío ruga y destroce todo a su paso. ¿Es que no puede ni siquiera estar dos segundos sin nombrar a ese imbécil? Siento mi corazón romperse ante esto, porque la única explicación a que no deje de traerlo a colación es que a Draco le gusta su asistente. Después de todo, yo suelo hacer lo mismo con él.

La ira que recorre mi cuerpo me asusta incluso a mí. La bestia en mi interior clama venganza, desea con todo su ser aniquilar a quien ha osado quitarme lo más importante de la vida. Lo único que quiero es tomar a Draco de su costosa túnica y hacerle el amor sobre este escritorio. Reclamarlo como mío, demostrarle que puedo hacerlo feliz… que estamos hechos para estar juntos. Pero sé que no haré nada de esto, porque no soy tan egoísta como para forzarlo a corresponder mis sentimientos.

Estar en esta habitación se ha vuelto sofocante y sólo quiero escapar. Huir de esta dolorosa cercanía, que sólo me demuestra lo muy lejos que estaré siempre de él. Dirijo mis pasos hacia la puerta, con la clara intención de salir de aquí, mas soy detenido.

─ Potter, espera. ¿Qué haces?

─ ¿Qué no es obvio? Me voy. Mi misión era entregarte esa carta y asegurarme que la leyeras, por lo que ya no tengo nada más que hacer aquí.

─ Espera, no puedes…

Alcanzo la perilla de la puerta y descubro que ésta no se abre. No estoy de humor para soportar alguna estúpida broma, por lo que sin girarme a verlo le ordeno que abra.

─ Já, já. Muy gracioso, Malfoy. Abre la puerta.

─ No puedo.

─ ¿A qué te refieres con que no puedes? ¡Deja de bromear, idiota! ─ Grito con enfado, comenzando a perder la paciencia y preocupándome un poco por la situación en la que me encuentro. Lo siento acercarse y pararse a mi lado, por lo que me obligo a calmarme. No tengo fuerzas para pelear con él, no en este momento. ─ Abre la maldita puerta, Malfoy.

─ ¡Ya te dije que no puedo! ¡Está cerrada y permanecerá así hasta mañana!

Una alarma comienza a sonar en mi interior ante esto. Mis manos comienzan a temblar y siento el pánico apoderarse de mí. Nuevamente me fuerzo a tranquilizarme, no solucionaré nada si dejo que el miedo tome el control.

─ ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué está ocurriendo?

─ La carta que me trajiste decía que no podríamos salir de aquí hasta mañana. No importa qué hechizos realicemos, ni cuanto intentemos derribarla, nada funcionará.

─ Espera un segundo. ¿Estás diciendo que estaré encerrado hasta mañana… contigo?

No puedo evitar desesperarme al pensar en que tendré que pasar toda la noche con él. Es entonces cuando comprendo que estoy completamente jodido. No hay forma de que pueda estar encerrado en este pequeño lugar sin que Draco descubra que lo amo. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Cómo mierda voy a salir de esta?

No tengo tiempo de idear algún plan de escape, lo escucho dirigirse a mí con un mordaz tono, el cual me destroza una y otra vez.

─ Sí, así es. Lamento que tengas que pasar nochebuena con un malvado y asqueroso Mortífago, San Potter. Pero no hay nada que podamos hacer.

─ No… no es eso lo que yo… ─ El que crea que no quiero estar con él por ese motivo me pone a balbucear incoherencias. Necesito explicarle, decirle que mi desesperación se debe a que no conseguiré estar toda la noche a su lado, sin lanzarme a besarlo y demostrarle lo que siento. Pero no reúno el valor suficiente para hacerlo. En cambio, pregunto algo que me ha rondado la mente desde que le entregué el sobre. ─ ¿Quién envió la carta?

─ Mi madre.

─ ¿Pero por qué? ¿Por qué querría tu madre encerrarte junto a la persona que más odias?

No logro ocultar la gran tristeza que me provoca el saber que soy la persona que más odia. Lo busco con la mirada y lo encuentro junto a la manchada pared. Para mi sorpresa, Draco me observa con curiosidad.

─ Tú no eres la persona que más odio, Potter.

─ ¿No? ─ Escucharlo decir que no soy a quien más odia, instala un pequeño rastro de esperanza en mi corazón. Sin embargo, no me permito hacerme ilusiones. Tal vez no sea a quien más odia pero eso no significa que él no me deteste. Y así se lo hago saber. ─ Pero aun así me odias.

─ ¡Yo no te odio, imbécil! ¡Y dudo que alguna vez lo haya hecho!

Ese desesperado grito me congela en el lugar. No es posible que esto esté pasando. ¿Habré escuchado mal? El rostro de Draco expresa más que mil palabras. Cierra sus ojos, tratando de buscar el valor necesario para decir aquello que lo atormenta y eso es lo único que necesito para decidirme a actuar.

Reuniendo toda la confianza que tengo, dirijo mis pasos hasta que estoy a unos centímetros de Draco. La cercanía es tal que puedo percibir el calor que emana su cuerpo. Él aun no me ha visto, por lo que aprovecho estos segundos para que mi valentía Gryffindor tome el control y realice aquello que he querido hacer por un largo tiempo.

Me acerco un poco más a su rostro y es allí cuando abre sus ojos. Sus grises iris me hipnotizan, a tal punto que sería capaz de hacer lo que sea por él. Nuestros alientos se mezclan y provocan agradables escalofríos en mi cuerpo. Draco suspira una vez más y ese es el detonante. Ya no puedo resistirlo más.

─ Potter, yo…

No dejo que termine de hablar, simplemente tomo sus labios entre los míos y descubro que el paraíso sí existe. Acercamos nuestros cuerpos sin dejar de besarnos, pero aun así no es suficiente. Draco coloca sus manos en mi cintura y me pega a su cuerpo, haciendo que nuestras erecciones se rocen. No puedo reprimir un gemido ante esta hermosa fricción y es allí donde él aprovecha a intensificar el beso.

Nuestras lenguas juguetean y yo me siento flotar ante las sensaciones que experimento. Con delicadeza, llevo mis manos a su cabello y enredo mis dedos en él. Ahora sé que este es mucho más sedoso de lo que siempre imaginé. El calor de nuestros cuerpos se eleva y el aire comienza a escasear, pero no quiero que esto se acabe. Extendemos el beso lo más que podemos, hasta que respirar se vuelve dificultoso y no nos queda otra que separarnos.

Nuestras miradas se cruzan y es allí donde tomo la decisión de decirle lo que siento. Porque comprendo que no tengo nada que perder. Aún si Draco se arrepienta de lo que ha ocurrido, siempre tendré conmigo el recuerdo del mejor momento de mi vida. Nada ni nadie podrá hacerme olvidar el maravilloso beso que compartimos.

─ ¡Dios, Draco! No tienes idea de cuánto tiempo deseé hacer eso. ─ Susurro con desespero, dejando un corto beso en sus labios. ─ No sabes lo difícil que es para mí soñarte cada noche y despertar todas las mañanas completamente solo en mi cama.

Recuerdo cada amanecer que despierto solo, después de haber soñado con él y no puedo hacer otra cosa más que acercarlo a mí. Dejando otro pequeño beso, continúo con mi declaración.

─ Lo nervioso que me pones cada vez que estás cerca de mí. ¡Si ni siquiera pude devolverte el saludo hoy! No sabes las ganas que tengo de asesinar a cualquiera que intente flirtear contigo, como ocurrió en la cena de beneficencia, cuando ese imbécil no paraba de insinuársete.

El recuerdo de ese amargo momento se cuela en mi mente, un desagradable escalofrío me recorre entero al rememorar las distintas ocasiones en que ese infeliz puso sus manos en Draco, ignorando por completo las negativas del Slytherin. Mis instintos asesinos se despertaron como nunca esa noche y juro que de no haber sido porque Draco se encargó él mismo de sacárselo de encima, no habría quedado nada de ese tipo.

Aíslo estas malas memorias y lo beso por última vez, antes de decir de una vez por todas lo que he callado por tantos años.

─ No hay forma en que sepas cuánto te amo.

Cierro mis ojos y suspiro aliviado contra sus labios. Al fin lo he hecho, ya no hay vuelta atrás. Ahora todo depende de él. Un gran nerviosismo se instala en mí al esperar por su respuesta, sea cual sea esta. Cuando creo que moriré de incertidumbre, Draco hace aquello que he soñado noche tras noche. Me besa. Con una intensidad asombrosa, queriendo demostrar con esto todo lo que no consigue decir en palabras.

─ Harry…

Susurra mi nombre luego de separarnos y algo hace se enciende en mi ser al escuchar de sus labios llamarme así por primera vez. Porque esto sólo me demuestra que soy alguien importante en su vida. Vuelvo a besarlo, esta vez con fiereza. Siento deseos de fundirme con él, de marcarlo como mío y que él haga lo mismo conmigo.

Sin embargo, el molesto y necesario oxígeno nos aparta nuevamente. Aun así, nuestros cuerpos permanecen muy cerca uno del otro y en ningún momento dejamos de tocarnos. Una extraña mancha detrás de la cabeza de Draco me recuerda en la pared que estamos posados.

─ ¿Seguro que no quieres que quite esa mancha de la pared? Podrías ensuciarte la túnica. ─ Pregunto en un suave tono.

─ Si te soy sincero… lo que menos me importa ahora es que mi túnica se estropee, Potter. Descuida, mañana haré que Christian la limpie.

Mi corazón estalla en cientos de fragmentos al oír su respuesta. Ha vuelto a nombrar a su asistente y yo he regresado a ser Potter para él. Siento rabia recorrer mis venas al comprender que haga lo que haga, no podré sacarle de la mente a ese idiota. Y me maldigo a mí mismo por haber sido tan ingenuo de creer que soy correspondido. No puedo soportar más esto, por lo que me alejo de Draco antes de haga algo patético como implorarle que me dé una oportunidad.

Dirijo mis pasos hasta su escritorio y me quedo allí, rumiando por dentro lo mucho que mi destino me aborrece. Draco no dice nada por un momento y tampoco parece querer acercarse a mí, lo que comprueba mis sospechas. De repente y contra todo pronóstico, me pregunta algo que me descolocará por unos instantes.

─ Estás celoso de Christian. ¿Verdad? ─ Un fuerte sonrojo se apodera de mis mejillas sin que pueda evitarlo. De todos modos intento negarlo todo, mas él no deja que si quiera comience a justificarme. ─ ¡Sí lo estás! Oh, Merlín esto es hilarante.

Draco comienza a reír ante este descubrimiento y yo no me decido si lanzarle un puñetazo o partirle la boca de un beso. Jamás lo he escuchado reír así, sin sarcasmo ni malicia. Saber que he sido el que logró sacar estos hermosos sonidos de sí, solo acrecienta mi amor por él. Me juro a mí mismo tratar de hacer que ría de esa forma más seguido, incluso si es a costa mía.

Trato de fingir estar enfadado, a pesar de que lo único que quiero es contemplarlo así de feliz por siempre.

─ ¡Ya deja de reírte, idiota!

─ Lo siento… es sólo que esto es tan…

Las risas continúan por un rato más, hasta que finalmente logra componerse. Lo observo acercarse y comienzo a inquietarme. Cuando llega junto a mí, me acorrala contra su escritorio y acerca nuestros cuerpos lo más que puede. Mi mente recuerda el sueño de esta mañana y yo no puedo hacer otra cosa más que querer escapar, por lo que forcejeo con él para huir. Es entonces cuando Draco se aprovecha de la situación y acorrala mis manos a los costados. Ahora sí estoy completamente atrapado.

─ Eres un idiota, Potter. ¿Lo sabías? ─ Intento volver a zafarme de su agarre pero no lo consigo. ─ ¡Por Salazar, no puedo creer que estés celoso de mi asistente! ¡Él ni siquiera es gay!

─ ¿Qué…?

─ Tiene esposa y un hijo de un año.

Al escuchar esto, mi boca se abre en una mueca de estupefacción. Siento mi cara arder en vergüenza y no es para menos. He tratado horrible a ese pobre chico y sólo por mis infundados celos. ¡Merlín, él ni siquiera era gay! ¡Pero es que no había forma de que hubiera podido saber que no lo era! Culpa y remordimiento asaltan mi ser, haciéndome sentir aun peor de lo que ya estoy. ¿Cómo diablos voy a disculparme con él ahora?

No puedo brindarle mucha más atención a estos pensamientos, porque Draco se ha acercado a mi oreja derecha y está susurrando en ella con su sensual voz. El sueño de esta mañana vuelve a colarse en mi mente y esta vez sonrío por dentro. Ahora no habrá molestos despertadores que arruinen esto.

─ ¿De verdad necesitas que te diga con palabras que al único que deseo es a ti?

─ Draco… ─ Susurro su nombre, intentando decirle que no tiene que hacer esto, pero me ignora por completo y sigue con su declaración.

─ ¿En verdad debo explicarte lo mucho que quiero quitarte ese condenado uniforme y hacerte mío sobre este mismo escritorio?

Su voz me cautiva y provoca que agradables temblores recorran todo mi cuerpo. No resisto más y giro mi rostro para capturar sus labios. No obstante, Draco tiene otros planes en mente, por lo que aparta su rostro a tiempo y continúa murmurando, dejando que su aliento rebote en la piel de mi oreja. Esto sólo acrecienta la excitación que poseo, a tal punto de que es doloroso.

─ ¿Tienes idea de cuánto soñé con tenerte sólo para mí, gimiendo mi nombre una y otra vez, rogándome porque no pare?

─ Draco, por favor… ─ Ya no puedo más, siento que va a matarme del deseo pero él no escucha mis ruegos.

─ No, no lo sabes. Como tampoco sabes que yo… también te amo.

Mi corazón salta en éxtasis al escuchar esas palabras que tanto he añorado oír. Percibo un placentero calor recorrer todo mi cuerpo y mis manos temblar de emoción. Reuniendo todas mis fuerzas, consigo librarme de su apretado agarre y aprovechando este momento de sorpresa, tomo su rostro con mis manos y lo beso con infinita pasión. Draco cuela una de sus manos entre mi túnica e intenta quitarla con desesperados forcejeos. Comienzo un descenso de besos y mordidas a lo largo de su mentón y cuello, dejando leves marcas en esa inmaculada piel.

No puedo creer que al fin esto esté ocurriendo… que en verdad sea correspondido. Agradezco a mi destino por haberme concedido el único deseo de Navidad que poseía. Porque sí, todo lo que quería para esta Navidad… es a ti, Draco. Y eso… es precisamente lo que he tenido.


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Notas de la autora: si han llegado hasta acá, se los agradezco infinitamente. Espero que les gustara y cumpliera con sus expectativas. Ustedes me dirán en sus comentarios si les gustó más el punto de vista de Draco o el de Harry.

Por ahora no sé cuándo volveré, trataré de que sea pronto pero todo depende de la inspiración de mi musa.

Ahora sí, les deseo un muy feliz año nuevo. Espero que hayan comenzado bien el 2015 y que el resto de este les traiga mucha felicidad, amor, salud, dinero y Drarry… mucho, Drarry. ;)

Besitos y ya nos leemos.


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Respuesta rewiew:

kasandra potter: ¡Muchas gracias por tus buenos deseos! Espero que te gustara el punto de vista de Harry. Besito enorme y feliz año nuevo. ^_^