La serie Once Upon a Time, sus personajes, y demás mencionados aquí, no me pertenecen.

Sé que ha pasado un montón de tiempo, pero tengo la justificación perfecta, y es que el año pasado recibí un diagnóstico de esos que te detienen la vida, y bueno, tras una larga y dolorosa recuperación estoy de vuelta. Digamos que la operación se llevó mi inspiración, pero no soy de dejar cosas inconclusas.

Como siempre, mi recomendación musical y en esta ocasión muy personal, escuché está canción para escribir este capítulo: She used to be mine – Sara Bareilles

PD: Leí todos sus reviews durante este tiempo, este capítulo es para todos ustedes, en especial para Lunediose.


CAPÍTULO 24

—¿Sabes lo que extraño?

La pregunta vino de la nada. La ventana estaba ligeramente abierta y una brisa de aire hacía volar suavemente la cortina. Emma desvió la mirada del sartén que sostenía en su mano y detrás de ella estaba Regina.

—Solíamos ser algo parecido a una familia… al menos eso creo.

—Lo éramos —dijo Emma de inmediato, con una sonrisa simple, y volvió a centrar sus ojos en los huevos que estaba revolviendo en la sartén—. ¿Crees que podremos volver a serlo alguna vez?

—Se siente como si no hubiésemos dejado de serlo.

—Pero creo que… que nunca nos dimos una verdadera oportunidad, que yo nunca nos permití tener una oportunidad real —sonrió apenas y disimuló su propia ironía llevando la cuchara a la boca para saborear lo que estaba preparando.

Regina caminó hasta el balcón, abrió las cortinas y observó la calle vacía.

—Hay días en que pienso que sería muy fácil dejar todo atrás y hacer exactamente lo que quiero hacer. Perdonarnos y admitir que sigo completamente enamorada de ti.

Emma perdió la concentración en eso, la cocina quedó olvidada y si sabía que estaba de pie era porque podía sentir el piso frío bajo sus pies. Observó fijamente la figura de espaldas frente a ella, el cabello negro que llegaba a mitad de espalda sin haber tenido la oportunidad de seguir con sus dedos cada mechón oscuro volando libremente con el viento helado que Regina parecía disfrutar.

—Pero nunca he sido buena perdonando y eso de dejar ir… todos saben que no es lo mío. Sin embargo, la idea no deja de darme vuelta en la cabeza, al igual que esas canciones que escuchas en algún lado y de pronto no puedes dejar de repetirla.

—Con el tiempo se pasa, la olvidas.

—¿Tú crees?

—Yo… —se mordió el labio dispuesta a pensar las palabras perfectas pero ese nunca ha sido su fuerte—. Me gustaría ser parte de esto, por si un día volvemos a ser… no quiero haberme perdido nada.

Regina sostuvo su mirada los segundos suficientes. No era necesario que dijera nada, porque la petición colgando en el aire era algo que deseaban las dos por igual, solo habían admitido estar en diferentes tiempos pero el amor, el amor continuaba habitando el mismo espacio.

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MARY MARGARET

Caminé despacio por el cementerio, no importaba el tiempo que pase, sentarme sobre la tumba de mi hijo nunca sería fácil, dejar las flores más bonitas que creí le gustarían a él no era lo mismo que sostenerlo en mis brazos, contarle historias cuando ya no estaba conmigo era solitario, pero la peor parte era tener que dejarlo atrás, el momento de partir, caminar imaginando lo diferente que hubiese sido todo. Siempre iba a dolerme, era una parte de mi corazón que estaba perdida para siempre y había hecho las paces con eso, con lo que no podía reconciliarme aún era esos escasos segundos de regreso al auto.

La ciudad y las personas que la habitaban parecían cambiar, podía estar sentada en el restaurante de la abuela tomando un chocolate caliente leyendo un libro pero todo era diferente. Cuando David entró esa mañana y me saludó con su sonrisa amable, no éramos nosotros mismos, éramos una versión diferente. Lo había visto casi a diario, vi que en lugar de una taza de café ahora llevaba dos y fui consiente que su amistad con Kathryn empezaba a florecer aunque ninguno de los dos parecía notarlo. Esperaba estar en lo correcto, porque me hacía feliz verlo feliz, me daba esperanza, me hacía creer que yo también sería capaz de seguir adelante.

Me daba risa pensar en la cara de Emma cada vez que le decía que estaba bien con que su padre siga adelante. Puedo entenderla, pero ella no puede comprender que después de todo lo que hemos pasado su padre y yo siempre nos amaremos en una manera única, porque parte de nuestra felicidad juntos siempre se basó en que el otro fuese feliz, y eso no cambiará, aunque lo sigamos siendo por separado.

Era ella quien me preocupaba, porque la falta de amor en su vida la había mal acostumbrado. Me era difícil mantener la distancia y no involucrarme. Una parte de mí sabía que debía dejarla hacer las cosas a su manera, pero quería ayudarla, quería solucionarle la vida mágicamente para poder verla feliz cuanto antes. Si tan solo hubiese estado a su lado a medida que crecía, haberla abrazado cada noche, repetirle lo mucho que la amaba…

Una parte de mí sabe que si mi historia hubiese sido otra, ninguno de nosotros estaría aquí.

Así que hice lo que Regina cree que siempre hago: inmiscuirme; aunque según Henry, esta es la parte del libro en que comienza la verdadera historia de amor.

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EMMA

Waffles de chocolate y manzana con batidos de fresa; tres golpes en su puerta y las más sinceras intenciones de simplemente hacer las cosas bien.

—Emma —Regina abrió la puerta, evidentemente sorprendida de verme en su casa.

—Pensé traer un desayuno de agradecimiento.

—Desayunamos ayer en tu casa.

—No me pareció suficiente. Aún tengo dos días libres y Henry ama los waffles.

—Está en la biblioteca. Las vacaciones están por terminar, son sus últimos días allí, quiere aprovecharlos al máximo.

—Oh... bueno... te dejaré tu parte del desayuno y le llevaré su parte a Henry.

—Gracias.

—Quizá podamos coordinar alguna cena familiar, puede ser en casa de la abuela, algo que nos permita crear una rutina saludable para Henry.

—Eso sonó como algo que yo diría —dijo Regina sonriendo.

—Quizá te ayude a darme un sí. No tiene que ser ahora, piénsalo y házmelo saber.

—Ok.

La llamada no se hizo esperar. A la mañana siguiente Regina me llamó para decirme que Henry consideraba que los domingos debían ser nuestros días en familia, y fue así que acordamos que almorzaríamos todos juntos. David se burló de mí, diciendo que no debía manejar con esa sonrisa tonta plasmada en mi cara porque ocasionaría un accidente.

—Tú y yo debemos sentarnos a hablar de Kathryn.

—Somos muy buenos amigos.

—Yo diría que mucho más que eso.

—Estamos saliendo juntos adelante, como amigos. Ella tiene su negocio y yo el mío, nos apoyamos mutuamente, al igual que Ruby y Lily.

—Tienen sexo ¿sabías?

—Por todos los cielos. Las personas pueden ser simplemente amigos, deberías intentarlo alguna vez.

—Créeme que lo estoy intentando.

—Te quiero —dijo besando mi cabeza al despedirse.

La biblioteca parecía también un lugar nuevo, Regina había llegado a un acuerdo con la tienda de electrónica para comprar algunos computadores y Henry había prácticamente programado cada uno de ellos él solo, tenía la sonrisa más tonta y orgullosa pintada en su cara, al igual que Regina. Belle fue muy amable al llamarnos y contarnos.

—Eso lo heredó de mí —dije orgullosa. Regina solo sonrió—. Soy buena con las computadoras.

—Lo eres.

Regina dejó mi lado para arrodillarse junto a Belle acomodando los cojines y peluches que hacían lucir adorablemente acogedor el rincón de lectura para los más pequeñitos. Mi menté vagó por un instante y pude ver una pequeña de ojos marrones abrazada a un oso de peluche escuchando emocionada a Belle contar su historia favorita.

Henry me devolvió a la realidad, estaba listo para ir por el helado que le prometimos. No era domingo, era viernes, pero celebrar a nuestro hijo debía ser una cosa de dos, fue lo que Belle dijo, y ella y Henry compartieron una mirada extraña.

Los tres caminamos hacia la heladería, la tarde estaba llegando a su fin y hacía frío.

—Deberíamos tener más escuelas en Storybrooke —dijo Henry.

—Tenemos una excelente escuela que cubre muy bien las necesidades de todos.

—Pero no todos pueden pagarla.

—Claro que sí —dijo Regina como si lo que nuestro hijo dijera fuese una locura—. Hay un perfecto programa que se asegura de dar becas a aquellos que lo necesiten.

—La abuela dijo que le cortaría las bolas a George por cortar el programa de becas.

—Idioma.

—Él no puede hacer algo así, y tú abuela le cortará las bolas primero.

—Emma. —Regina me regañó—. Estoy segura que todo se solucionará de la mejor manera y ningún niño saldrá perjudicado.

—Tu mamá tiene razón.

Regina no parecía querer recuperar su puesto en la Alcaldía, pero George debía ser derrocado antes que nos lleve al completo caos.

Nos sentamos en la heladería, cada uno con su respectiva copa de helado, hablando sobre la lista de útiles, uniformes, clases extra curriculares. Henry y Regina tenían todo un plan a seguir para poder optar por una de las mejores universidades.

—¿Y cuál es la carrera ideal de acuerdo al plan?

—Cualquiera —dijo Henry con la boca llena de helado—, siempre y cuando estudie en una universidad.

Era evidente que el plan principal era que Henry fuese feliz por encima de todas las cosas.

—¿Puedo tener otro?

—No —dijimos Regina y yo al unísono.

Prácticamente lamió los restos de helado que le quedaron y a pesar de sus ojos de cachorro Regina no cedió.

—Mamás —dijo Henry terminando de limpiarse las mejillas con una servilleta y convirtiéndola en una bola arrugada entre sus manos—. Gracias... por... intentar ser una familia.

Las dos dejamos nuestros helados de lado, mirándolo con una sonrisa avergonzada.

—Tú siempre harás de nosotros una familia, Henry —dijo Regina dejándome sin palabras y calentando mi corazón.

—Deberían intentar darme un hermano, es cansado estar solo en el medio.

—Hey —llamé su atención—, tu única preocupación es ser solo un niño, aunque yo cometa un montón de errores voy a esforzarme para que tú y tu mamá estén bien, y todos los niños que ella tenga serán míos también, voy a quererlos como te quiero a ti e intentaré echarlos a perder, es mi trabajo en esta familia.

Henry sonrió, sacudí su cabello y él se arrimó contra Regina dejando que lo abrazara, robó el helado de Regina y ella se lo permitió.

—¿Tendrás un bebé pronto?

Henry era inteligente, pero un niño al fin y al cabo, su pregunta fue honesta a pesar de la pequeña incomodidad que generó en su madre.

—Es complicado.

—No lo es, si no puedes adoptar estoy seguro que Emma te ayudaría, su magia es la más poderosa de todas, y si te quitas el brazalete podrías quedar embarazada.

—Creo que se está haciendo tarde y está conversación...

—Se que no están juntas, pero no sería mejor tener un bebé con alguien que conoces, estuve leyendo algunos libros sobre magia y revisando sitios en internet…

—Tu mamá tiene razón, chico. Vamos. Se está haciendo tarde —fue todo lo que pude decir para salvar a Regina, aunque debo confesar que solo quería que Henry insistiera con su loca idea lo suficiente para convencerla.

Aunque el camino de regreso a casa fue incómodamente silencioso, me sentía saltar de alegría, fue tan evidente que hasta David lo notó.

—¿Qué pasa contigo? —preguntó al verme entrar al departamento.

—Nada —dije con una gran sonrisa.

—Dime.

—Es solo que tengo el mejor hijo. Creo que estoy recuperándolo, que me quiere otra vez —dije dejándome caer en el sofá frente a él.

—Siempre te ha querido.

—Me equivoqué en grande, pude haberlo perdido para siempre.

—Tiene un gran corazón. —Bajó el volumen del televisor—. Unos meses antes hubieses pasado por lo mismo que Regina, pero está madurando, entendiendo que todos cometemos errores.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Claro.

—¿Crees que mi magia es capaz de embarazar a alguien?

—Bueno —sus ojos se abrieron un poco, pero lo manejó lo mejor que pudo, imagino que hubiese sido la misma reacción si siendo una adolescente le hubiese confesado que me gustaban las chicas—. Regina tiene magia y tú eres el fruto del verdadero amor, la salvadora, se supone que tu magia es poderosa. ¿Has intentado cambiar de forma? Si haces partes que funcionen creo que podrías dejarla embarazada.

—No había pensado en eso. Pensé más bien en algún tipo de ritual o sacrificio, pedirles a las hadas un deseo.

—Eso también podría funcionar, tienes un montón de opciones, aunque no sé qué tan dispuesta esté Regina en este momento a tener un bebé contigo.

—Lo sé. Solo...

—¿Solo qué?

—Pienso que ella quería que tuviéramos esto... y yo lo rechacé, le dije que era absurdo, porque lo era para mí, la idea de tener una familia murió cuando fui lo bastante grande y me di cuenta que nadie me adoptaría.

—Deja de ser tan dura contigo misma —me abrazó y besó mi cabeza—. Hemos pasado por mucho, es momento de ser felices. Si quieres tener un bebé con ella, habla con ella, abre tu corazón y sigue haciendo las cosas bien, tarde o temprano se dará cuenta que eres su mejor opción.

—No me siento como la mejor opción de nadie.

—Entonces ella jamás volverá a fijarse en ti. Se enamoró de la grandiosa mujer que cortó su árbol de manzanas, la enfrentó y estuvo allí para defenderla cuando fue necesario. ¿De qué Regina te enamoraste tú?

—De todas las versiones, papá.

Me sonrió como si esperara que yo entendiera la respuesta que me había dado.

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REGINA

Henry parecía sumergido en sus pensamientos. La conversación en la heladería hace unos días me había hecho pensar que debía ser honesta con él. La inseminación podía ser un éxito, pero también podía fracasar.

—¿No te gustaría adoptar?

—Claro que sí, es solo que no es tan fácil.

—¿Y tener un bebé con Emma?

—Emma y yo no estamos juntas.

—Me tienen a mí, que diferencia habría si tienen un bebé, ¿crees que sería diferente porque será tu propia sangre y yo no lo soy?

—No. No es eso. Me gusta que tú y ella estén en un mejor lugar, pero nosotras seguimos teniendo algunas diferencias.

—No la quieres.

—Henry.

—Estoy cansado de esperar que seamos por completo felices. Yo creo que se aman, pero no saber con seguridad si conseguirán su final feliz juntas es frustrante, al menos si no se amaran haría todo más fácil para seguir adelante.

—Lamento que esto te afecte. Nunca fue mi intención.

—No es tu culpa. Nada de esto lo es. Emma no quiso ser una familia y se dio cuenta tarde. Quiero que seas feliz mamá, que todos seamos felices. Lamento querer tener más de lo que tenemos.

—No digas eso —acaricié sus mejillas y besé su frente—. Se vale quererlo todo, en especial cuando tus deseos son los mejores, y me alegra que seas honesto conmigo.

—No quiero que pienses que es igual que antes, cuando fui a buscarla a Boston.

—Sé que no es así, todos queremos tener una familia, no es malo desearlo.

—¿Crees que es tonto desear que mis mamás estén juntas?

—Claro que no —lo atraje hacia mí y besé su frente—. ¿Te sientes bien para ir con Emma?

—¿Tú estás bien?

—Claro que sí.

—No me gusta que te quedes sola, ¿has pensado cómo será todo cuando tengas al bebé?

—Soy la adulta aquí ¿recuerdas?

—Pero ya no soy un niño pequeño.

—Estaré bien. Las clases comenzarán pronto y seguro querrás amanecerte jugando juegos de video.

—Siempre puedes unirte a nosotros si deseas.

—Por supuesto.

Claro que había pensado cómo sería todo estando embarazada, ser una madre soltera no fue fácil y no tenía la menor idea de cómo sería estar embarazada, mi cabeza estaba repleta de temores y dudas, pero mi mayor miedo era que la inseminación no funcionara.

Henry empacó algunas de sus cosas en su mochila y caminamos hasta la casa de Emma, olvidamos que había vuelto a trabajar así que la llamé y ella me dijo que estaría en casa en unos minutos. Nos encontró sentados junto a su puerta y una sonrisa burlona adornó su cara al vernos.

—Olvidé llamar primero.

—Voy a sacar una copia de mi llave para ti, por Henry —aclaró rápidamente.

—Pudimos haber ido a la estación.

—No con esta mochila tan pesada. Parece que traes piedras.

Puso la mochila en su espalda y me brindó su mano ayudándome a poner de pie.

—Traje mi palanca y algunos juegos. Debes estar oxidada.

—Patearé tu trasero, niño.

—Coman algo decente, que no sean solo golosinas.

—¿Por qué no vamos al cine? Hay una película excelente a las ocho, es un clásico.

—Yo... no lo sé.

—Va a encantarte, todo el mundo la ha visto y realmente estoy muriendo por verla.

—¿La de terror? —Preguntó Henry demasiado emocionado.

—Henry no tiene edad para...

—Vamos mamá.

—Vamos. ¿Cuándo fue la última vez que fuiste al cine?

Era solo una película, qué de malo había en ir a verla, tendríamos a Henry entre nosotras.

—Está bien. Pero faltan un par de horas.

—Necesitas cambiarte de ropa primero.

Torcí los ojos, pero también accedí hacerlo. Fue una buena idea porque Emma decidió llevarnos a la sala de juegos donde me dejé convencer de colocarme un arnés y escalar una pared falsa junto con Henry, Emma no participó, era preciso que no se precipitara después de su quebranto de salud, a cambio logró ganar un conejo de peluche en un juego de dispararle al blanco.

—Solo tienes ventaja porque usas un arma todo el tiempo. Y yo ni siquiera deseaba ganar un peluche, soy demasiado viejo para esas cosas.

—Entonces es bueno que lo haya ganado para tu mamá.

Tomé el conejo y tuve que cargarlo conmigo todo el tiempo. Fue vergonzoso que la gente me viera con eso en las manos.

Henry corrió hacia la pista de carreras, algo que pudimos hacer los tres. Quise ganar, pero Emma era una conductora irresponsable que no tuvo problemas con chocarnos y hacernos a un lado para poder vencernos.

—Voy a conservar este para mí —dijo besando su pequeño trofeo de plástico.

—Deberías dejarnos ganar —se quejó Henry.

—Claro que no.

Emma fue a comprar los boletos para ir al cine mientras Henry y yo íbamos al baño, cuando salí él estaba conversando con el hijo de Michael Tillman y otros dos compañeros de la escuela, me alzó la mano para indicarme dónde estaba y siguió conversando. Me puse en la larga cola para comprar las palomitas y fue realmente incómodo tener una pareja delante de mí que no podía dejar de besarse.

—Mamá —Henry se acercó junto con Hansel—. ¿Te importa si voy con mis amigos? El señor Tillman comprará mi entrada y entrará con nosotros.

—Veremos la última de Marvel —dijo Hansel.

—Debemos preguntarle a Emma.

—Sí vas con ella no se molestará. Estaré en la otra sala.

Apenas asentí salió corriendo junto con sus amigos. Tillman me hizo de la mano indicándome que se haría cargo. Emma se acercó a mí con una gran sonrisa y sacudiendo las entradas recién compradas.

—Tengo los mejores asientos. Es la mejor película del mundo, no puedo creer que no la hayas visto.

Su emoción me hizo sentir culpable.

—Henry va a ir con sus amigos a ver otra película.

—Oh —dijo dejando de sonreír y sacudir las entradas—. Te llevaré a casa.

—No tienes que hacerlo. Quieres ver esa película y ya compraste las entradas, no deben desperdiciarse todas.

—Da igual. Ya la vi. Vamos, te llevaré y luego volveré por Henry.

—Ya estoy en la cola y llevo rato sin comer palomitas.

—¿Estás segura?

—Debe ser realmente buena.

—Lo es.

Compramos dos bolsas grandes de palomitas con mantequilla, dos gaseosas grandes y dos barras de chocolate. Emma había elegido excelentes asientos. No teníamos a Henry entre nosotras así que nos sentamos una junto a la otra. Pude darme cuenta que la mayoría de espectadores eran parejas y algunos adolescentes. Cuando las luces se apagaron me di cuenta que no debí haber aceptado quedarme.

—Gracias por quedarte —dijo Emma como si hubiese leído mis pensamientos.

Me llené la boca de palomitas, una tras otra para no tener que hablar, no era que tuviéramos que hacerlo, lo bueno del cine es que la gente siempre pide silencio, eso funcionó hasta que todos comenzaron a gritar, incluso las parejas besándose.

—Esto es horrible —dije desviando la mirada de la pantalla, pero el sonido de la sierra eléctrica me hizo estremecer.

Nos habíamos comido las palomitas y bebido toda la gaseosa; media hora de película era más que suficiente para mí, en especial porque la pareja detrás de nosotros parecía gritar a propósito haciéndome sobresaltar, como si hubiesen ido al cine para gritar sin sentido. Emma puso una mano en mi rodilla y se acercó a mí.

—Está bien —dijo en un susurro solo para mí sobando mi rodilla—. ¿Quieres salir?

—Es solo una película.

Los chicos delante de nosotros gritaron emocionados e imitaron los sonidos de la sierra eléctrica y fue difícil ocultar mi sobresalto.

—Veremos una romántica la próxima vez.

Ni siquiera presté atención a sus palabras. Me dejé llevar fuera de la sala. Emma robó mi barra de chocolate y se la comió frente a mí.

—Me lo he ganado —dijo con la boca llena.

—No puedo creer que dejen entrar a cualquiera a ver esa película, pretendías que Henry la viera —dije casi horrorizada.

—Es un clásico. Debo suponer que vieron peores cosas en el Bosque Encantado.

—Es perturbador.

—Metámonos a otra sala.

—Debemos pagar primero.

—Ya estamos dentro. Vamos.

—Emma.

—Ya pagamos.

Tomó mi mano e ingresamos a otra sala; no conseguimos buenos asientos, pero fue mucho mejor que la película que abandonamos, incluso la gente era diferente. Reímos todo el tiempo y ella no parecía molesta por no haber terminado de ver su película, fue por más palomitas y compartimos también una gaseosa grande. Casi le pregunté si así hubiese sido una cita real entre nosotras.

Salimos al mismo tiempo que Henry, se despidieron y él estaba tan cansado que se quedó dormido en el asiento trasero mientras Emma me acompañó hasta la puerta de mi casa.

—Debemos repetirlo pronto. Que pases buena noche —besó mi mejilla y esperó a que yo entrara para irse.

Subí las escaleras hasta mi habitación, cerré la puerta y me arrimé contra la madera, cerré los ojos y esperé que mi corazón se desacelerara.

—Nunca voy a dejar de amarte, Emma Swan.

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EMMA

Debo confesar que no pude borrar mi sonrisa, incluso durante la tediosa reunión de trabajo a la que George nos obligó a ir. El tipo era un idiota que no sabía lo que hacía, no tenía la menor idea de cómo sacar adelante una ciudad, se negó a contestar las preguntas que le hicieron diciendo que ya habría tiempo para eso, lo primordial debía ser asegurar que nadie en Storybrooke usara magia libremente.

—Ese ni siquiera es un problema, estoy más interesado en hablar sobre el alza de impuestos —dijo un representante del gremio de trabajadores.

—Ese será el primer punto de la próxima reunión —dijo Sidney guiando a todos hacia la salida.

El descontento era evidente y eso solo añadía razones a mi gran sonrisa.

—Swan —dijo George interponiéndose en mi camino.

—¿Qué quieres?

Esperó unos segundos hasta que todos estuvieran lejos, incluido Sidney.

—Espero que Regina no esté planeando usar magia para quedar embarazada.

—Regina no es tu problema.

—Mientras cumpla mis reglas.

—Y aunque no lo haga. Ni siquiera te atrevas a pensar en ella, no olvides que yo no tengo un brazalete en mi muñeca.

—No me amenaces.

—Entonces no me des razones.

Salí de allí echando chispas, no soportaba ni siquiera que la nombren, seguía creyendo que era una completa estupidez que Regina accediera tener su magia bloqueada. Me subí en la patrulla y fui a dar una vuelta, obviamente terminé frente a su casa, no sé cuánto tiempo permanecí allí, pero debió ser demasiado. Regina salió envuelta en un abrigo pesado para protegerse del intenso frío que estaba haciendo.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—¿Cuándo vas a quitarte el brazalete?

—No lo haré. Me ha ido bien sin mi magia. No creo necesitarla.

—Si algo llegara a pasar, si tan solo sientes que alguien pretende algo, ¿me llamarás?

—Eres el sheriff.

—No solo por eso.

—Está helando. Vete a casa.

Iba a hacerlo, pero Henry fue a pasar la noche con sus amigos, así que fui al bar por una copa, hace mucho tiempo que Ruby y yo no conversábamos, era bueno poder ponernos al día.

—El restaurante va bien.

—Eso es evidente.

—¿Las cosas van mejor con Regina? Los rumores dicen que están pasando mucho tiempo juntas.

—No como tú y Lily.

—Solo nos divertimos. Somos demasiado parecidas para convertirlo en algo serio y ella no va a quedarse por aquí, es un espíritu libre.

—Siempre lo fue.

—Tú y Regina.

—Hemos salido un par de veces, por Henry. Es como ser padres divorciados con un niño en el medio, es complicado.

—¿Regina sigue en pie con lo del embarazo?

—Sí. ¿Cómo es que todos parecen saber sobre eso?

—Es un pueblo pequeño. La gente no está muy de acuerdo.

—Ese no es su maldito problema.

—No puedes culparlos, pertenecemos a cuentos de hadas, puedes sacarnos del bosque, pero no el bosque de nosotros.

—Lamento desilusionarlos, me encantaría decir que tendremos un matrimonio de ensueño con lindos bebés mágicos…

—No suenes tan desdichada. Nadie dijo que sería fácil, en especial si se trata de un cuento de hadas. Ve a hacer algo jodidamente romántico, inventa una estúpida excusa, has que se te ponche una llanta justo frente a su casa, cualquier cosa.

—Acordamos tomar un trago tú y yo, tiempo de chicas, como antes.

—Estoy muriendo de sueño, mañana tengo un examen y tú tienes un montón de fans a los cuales complacer con una jodida historia de amor. Nieve seguro querrá ser la madrina del primer bebé, pero tendrás que darme el segundo.

—¿Un segundo bebé?

—Un poco de fe no va a matarte.

Yo debía ser la mujer más lenta del mundo, y seguramente necesitaba que la gente me empuje para dar un salto de fe, pero mi padre tenía razón, Regina se había enamorado de mí una vez y debía haber algo en mí que ella siguiera amando.

—Perdí las llaves en el bar y creo que David está con Kathryn, por eso no contesta su teléfono —fue una horrible excusa, mucho peor que fingir una llanta ponchada—. ¿Tienes el número de Kathryn?

—Claro. Pasa.

La seguí hasta el estudio, marcó un par de veces, pero Kathryn no contestó.

—No contesta. ¿Quieres que llame a tu madre?

—No. Tendría que decirle que David está con Kathryn y no creo que sea una buena idea.

—Ella está de acuerdo con eso.

—Yo no estaría tan segura. Al menos Henry está con sus amigos. Gracias de todas formas.

—Puedes quedarte aquí.

—¿Estás segura?

—Sí.

—Pareces un poco ocupada —dije al darme cuenta del montón de carpetas esparcidas por todo el estudio.

—No es nada. Te prestaré un pijama.

—Sabes que duermo en ropa interior. Estaré bien. ¿Quieres que te ayude con esto?

Las carpetas eran expedientes de los donadores. No era algo con lo que deseaba encontrarme y pasada la primera impresión que me deslumbró al verla con tan solo una bata corta de seda y un albornoz delicado que apenas cubría su figura, pude darme cuenta que parecía contrariada.

—¿Está todo bien?

—Si —dijo recogiendo torpemente todo el desorden.

—No quiero molestar, puedo romper la cerradura de mi puerta.

—No seas tonta. Puedes quedarte.

—Es solo que parece que hay algo molestándote.

Me acerqué a ella y le quité las carpetas de las manos, las organicé sobre el escritorio e hice lo mismo con el resto.

—Le diré a mi madre que venga, sé que están unidas.

—No somos mejores amigas ni nada de eso.

Se sentó en el sofá y dobló las piernas debajo de ella.

—¿Estás nerviosa por lo de la inseminación?

—La gente dice que es un error.

—¿Te han dicho algo?

—Es un pueblo pequeño.

—Son unos idiotas.

—Nosotros no hacemos las cosas así en el Bosque Encantado.

—Este es el mundo real, los niños van a la escuela, hay comida en lata y atención médica.

—No conozco a ninguno de esos hombres, cómo voy a saber si elijo al correcto.

—No lo sé. Supongo que debes elegir alguien saludable e inteligente.

—¿Y si no es suficiente?

—Lo será porque es tu bebé, y no habrá nada más importante que eso.

Me senté en el sofá junto a ella y tomé su mano.

—Es raro tener esta conversación contigo.

—Cuando quieras.

Se inclinó hacia mí y no dudé en abrazarla.

—Todo va a salir bien, Regina. Lo prometo.

—¿Crees que estoy yendo demasiado rápido con esto? Quizá debería pensarlo mejor, si no he podido elegir un donante es por algo.

—Es normal. No es cualquier decisión la que estás tomando, es normal que tengas dudas, estoy segura que es parte del proceso, seguramente muchas mujeres que pasaron por esto también se preguntaron lo mismo.

—Pero yo no soy de este mundo —dijo apartándose de mí—. Es que ni siquiera creo que vaya a funcionar. Las mujeres de este mundo no tienen magia, no han pasado congeladas en el tiempo por veintiocho años. Ni siquiera merezco algo tan bueno.

—No te atrevas a decir algo así. Mereces todo lo mejor. Eres una mamá extraordinaria, si quieres tener un bebé lo tendrás, no importa la manera.

—Pero yo creo que sí importa —dijo mirándome fijamente a los ojos—. Estoy cansada. Te llevaré a la habitación de invitados.

Me dio uno de sus pijamas, puso toallas limpias en el baño, un cepillo de dientes nuevo y una manta extra por si tenía mucho frío en mitad de la noche.

—Estoy al otro lado del pasillo por si necesitas algo.

—Regina —la detuve en el umbral de la puerta—. Sabes que yo haría cualquier por ti ¿cierto? No estoy aquí porque perdí mis llaves, estoy aquí porque te amo y estoy haciendo mi mejor esfuerzo por volver a conquistarte.

—Lo sé —dijo en un susurro, dejándome sola en la habitación de invitados, justo al extremo opuesto de su habitación.

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REGINA

El cansancio me ayudó a dormir profundamente toda la noche, pero no fue difícil escuchar el timbre de la puerta a primera hora de la mañana. Nieve llegó con algunas cosas para el desayuno, parecía que intentaba llenar mi refrigerador cada vez que podía.

—Emma pasó la noche aquí.

—No es lo que piensas.

—No estoy pensando nada. Deberías aprovechar y pedirle que te lleve al médico.

—Creí que tú me llevarías, lo hablamos y…

—Te llevaré si lo deseas, pero las dos sabemos que no es a mí a quien quieres a tu lado en ese momento.

—Ni siquiera sé si lo haré.

—¿Por qué no?

—No lo sé. Estoy teniendo segundos pensamientos.

—Eres muy buena dejando que tus miedos te dominen, toma el control de esto y has lo que realmente deseas.

Escuchamos a Emma bajar las escaleras, se asomó a la cocina, ya vestida y lista para irse.

—Hola mamá. Perdí mis llaves, Regina me dejó pasar la noche.

—No he pedido explicaciones.

—Gracias por todo, Regina.

—¿Crees que podrías llevarla al médico?

Como si la situación no fuese lo suficientemente torpe ella decidió empeorarlo todo.

—Nieve —protesté.

—Solo piénsenlo y me avisan.

Nieve se fue, dejándonos en medio de una incomodidad palpable en la cocina.

—Sabes que quiero hacer esto contigo, estaré allí si lo deseas.

No dijo nada más, besó mi frente y me dio las gracias por permitirle pasar la noche.

Decidí salir de casa para despejar mi mente, tenía que comprar algunas cosas para Henry, y al igual que otros días la gente fue amable, solo podía suponer que la razón por la que se acercaban a mí estaba relacionado directamente con Emma. Eran solo pequeños agradecimientos que significaban muchísimo para mí, una ofrenda de paz que alivianaba mi alma.

Crucé por el parque con la intención de acortar camino sin tener que subirme a mi auto y dar la vuelta a la ciudad, pude reconocer que la mujer caminando hacia mí era un hada por el hábito que ellas aún disfrutaban usar. Quise apartarme de su camino, pero ella se interpuso en el mío.

—Lamento no haber respondido tu llamado.

—¿Disculpa?

—Debimos haberte salvado, y nunca podremos recompensarte, pero quizá podemos hacer algo bueno. Nunca es demasiado tarde.

—No necesito nada de ustedes —quise alejarme, pero ella simplemente no me dejó, puso su mano sobre mi muñeca y el brazalete que contenía mi magia desapareció—. ¡¿Por qué hiciste eso?!

—Para que puedas tener un bebé. Es la única manera.