Bueno. Con casi un mes de retraso, he aquí el nuevo capítulo. Tengo que disculparme con todas y todos los que esperaron la actualización en año nuevo, pero lamentablemente me quedé sin internet. Y cuando tenía acceso, el capítulo se me borraba. Sufrí horrores escribiendo tres veces el mismo capítulo. Casi lloro cuando por fin pude editar esta sección. ¡Lo siento mucho! Pasaré a dar mis respuestas a sus comentarios y, reitero, lamento el enorme retraso.

AnhiVann: ¿Cierto que son buenos amigos? Espero se sigan comportando así, aunque nunca se sabe! *risas*

fangirl #1: No me desviaré. Solo hice la mención para que no se vieran tan... Solos en este mundo, jaja. Esta vez fue un poco más largo que los anteriores, ¡Espero te guste!

xShiruko: ¡Cochinadas por todas partes! *risas* Eso lo dejaré a imaginación del lector. Lamento el retraso y que esperaras para el año nuevo. ¡Discúlpame!

ColdestSnow: El grito de fangirl me sale espontáneo, yo al menos no lo controlo. *risas de nuevo* Los capítulos que se vienen son aun peores, o al menos en el manga fue así para si *lagrimea*

Criss Crosszeria: Siendo sincero, agradezco tus mensajes capítulo por capítulo. Son unas ternuritas, ¡Yo también quiero un Sawamura y un Miyuki! Por cierto, agradezco y me halaga que me digas que escribo bien. Mi meta, aunque suene altruista, es llegar a ser uno de los mejores escritores del fandom. ¡Me esforzaré montones por eso! Así que, a todos. ¡Llamen a sus amigos y amigas! ¡Que comenten y den sus opiniones! *risas* Sobre la foto, si fuera yo un dibujante, te la regalaría. Lamentable que no lo sea *lloro*

Sin más que decirles, espero les guste esta entrega. Me hacen muy felices sus comentarios. Como siempre, el amigo Disclaimer nos dice que los personajes no son míos, salvo de su respectivo autor. Sólo el OC que aparece brevemente será de mi autoría y no influirá en grandes proporciones con la trama principal.


Eran pasadas las cuatro de la tarde cuando despertó. Su estómago no parecía querer darle tregua ante la necesidad de nutrientes. Con pereza, dejó que sus pozos absorbieran luz del día, sintiendo el cuerpo pesado, especialmente en su pecho. Ahogó un bostezo y enfocó su vista hacia el costado, observando una escena que bien podría quedarse horas en la misma posición. Con los labios entreabiertos, una diminuta sonrisa y la respiración acompasada, casi al ritmo de la suya, lo único que quería era robarle un beso y sonreír.

- ¿Te sientes mejor, Sawamura? – Una voz conocida para él provenía del lado contrario, sin haber advertido su presencia antes.

Youichi dejó la revista a su lado, aquella que le acompañó mientras vigilaba el sueño de ambos, preocupado por la fiebre leve que había afectado a su compañero. El tono de preocupación usado en su pregunta le hizo recordar que antes estuvo a punto de desmayarse producto de su sobre esfuerzo.

- Mucho mejor – asintió, en voz baja – Gracias, Kuramochi-senpai – agradeció al peliverde.

Sintió algo húmedo en su frente siendo removido, siendo una compresa fría aquella que le mantuvo a raya su temperatura.

- Te dejaré para que lo despiertes. Tienen que almorzar – informó con calma, dirigiéndose a la puerta – No vuelvas a dormirte – advirtió, cerrando la puerta suavemente.

Quedó a solas con el cátcher. Una situación que no tenía hace bastante tiempo, sin contar la noche en el hospital, obviamente. Sintió uno de los pies del mayor junto a los suyos, haciéndole jugar un poco con él. Movió con cuidado su brazo derecho, hasta poder liberar su mano y acariciarle el cabello sobre la frente. Sinceramente le agradaba verle sin gafas, aunque sabía que el otro poco podía enfocar sin ellas.

Aun cuando le tacharan de loco, de enfermo, o simplemente de homosexual en su más despectivo tono, le encantaban las facciones de Kazuya Miyuki. Tenerlo frente a frente le ayudaba a admirar esas particulares cejas y sus largas pestañas bien cuidadas. La piel levemente bronceada y aquellas marcas que delataban el uso del casco y protector le daban un aspecto gracioso. Si bien sabía el otro protegía su piel, el sol durante años hizo lo suyo, además de las enormes gafas deportivas. Podría haber seguido durante horas mirándole y admirando la belleza del mayor, pero sabía que si tardaba, probablemente su senpai le reñiría y provocaría un despertar con mal sabor a su novio.

- Kazu… - le llamó suavemente como sólo hacía en privado y en contadas ocasiones – Kazuya, despierta – dijo un poco más alto, sin quitarle ternura a su voz.

Probablemente fue el calor y el ligero movimiento a su cabeza el que le despertó de tan relajante y componedor sueño. Soñaba algo agradable, con olor a océano y brisa marina, aunque no podía recordar completamente de que se trataba.

- ¿Ummh? – Un sonido sordo desde su garganta seco, similar a un ronroneo de sus cuerdas vocales pudo apreciarse en los oídos del mayor - ¿Eijun? – Parpadeó un poco, tratando de enfocar aquella cabellera que reconocía hace tiempo.

- Dame un segundo, buscaré tus gafas – escuchó decir al otro.

Sintió como el calor y aroma del menor se alejaba un momento, para luego sentir nuevamente una presión sobre el colchón. Una tibia mano le puso sus gafas, mientras él alzaba las manos para acomodarlas en su cara. Ahí pudo ver claramente la cara de su novio, quien le regalaba una tierna sonrisa.

- ¿Dormiste bien? – Preguntó Miyuki, al verlo con su brazo lesionado sin el cabestrillo, casi inerte sobre su pierna izquierda.

- Perfecto – respondió sincero – Tuve un poco de fiebre, los chicos me trajeron hasta acá y Kuramochi-senpai estuvo cuidándonos. Se fue hace poco, dijo que debíamos ir a almorzar – comentó la situación.

Soltó un suspiro al escuchar el nombre de su compañero – Al menos sé que no molestará por vernos dormir juntos – estiró su cuello y algunas de sus vértebras cervicales sonaron levemente. Giró algunas veces su cabeza sobre su eje hasta que escuchó el gruñir de un estómago que conocía muy bien – Vamos a comer – rió profusamente al ver la cara de avergonzado del otro.

Acomodó el brazo de Sawamura en el cabestrillo y salieron de la habitación, calmados.

Pasaron al baño para cepillarse los dientes, dado que sentían un mal sabor por dormir tantas horas. Decidieron tomar un baño luego de terminar las sesiones de rehabilitación por la noche, para dormir relajados. Iban a medio camino rumbo al comedor cuando se encontraron con un adormilado Furuya yendo hacia el mismo lugar.

- ¡Hola, Furuya! – Sawamura le saludó efusivo, golpeándole la espalda con mediana fuerza.

- Ho-hola – respondió con su calmada voz, un poco resentido. Vio a Miyuki y también le saludó, con un leve movimiento de cabeza. Miró a su compañero por unos segundos y luego siguió caminando.

- ¿Eh? – El menor ladeó su cabeza - ¿De verdad? – Preguntó al entender el lenguaje silencioso del pelinegro.

- ¿Cómo logras entenderle? – Miyuki alzó una ceja incrédulo, sin poder encontrar una forma de descifrar al más alto de los tres.

- Pero si es muy claro – dijo como si fuera normal – Claro que puedes comer con nosotros, Furuya. ¿Somos amigos o no? –

- Umh… - respondió sin mucho ánimo, abriendo la puerta del comedor.

Sawamura se detuvo ante el gesto del pelinegro, que fue directo hasta el mesón por una bandeja, dejando a la pareja atrás. Estaba bastante conmocionado.

- ¿Qué sucedió? ¿Qué dijo? – El de gafas estaba impaciente.

- N-no creo que debas saberlo, Kazu – murmuró con un leve sonrojo en su rostro.

La cara de póker de Miyuki era digna de ser retratada. Para que Sawamura le dijera eso, significaba algo que realmente podía alterarlo bastante más de lo que él podía presionar a su novio.

- Déjame aclararlo primero con él – pidió el pitcher - ¿Podrías traerme mi comida? – Pidió amable, sabiendo que eso le daría unos minutos para hablar con el pelinegro.

- Seguro… - ladeó la cabeza, dejando al otro a cargo de buscar una mesa.

Se acercó hasta el recibidor, donde encontró nuevamente a la cocinera. Pidió su comida y la del castaño oscuro, mientras el pelinegro ya había tomado su ración y fue a sentarse con su novio. Los vigiló a la distancia, sin poder escuchar lo que hablaban. Bueno, técnicamente, era ver a Sawamura murmurar y descifrar al más alto, dado que lograba entender cada señal del otro, algo que en cierto modo le causó un dejo de envidia y celos por la complicidad que tenían.

- No te ves bien así de enojado, Miyuki-chan – escuchó decir a la cocinera, quien dejaba los platos con comida sobre las bandejas – Sabes que Sawamura-chan no te engañaría jamás – afirmó muy divertida y sonriente.

- El que debería preocuparse de eso es él – sonrió un tanto engreído - ¿Quién sabe? ¡De seguro encuentro alguien mejor! – Bromeó, soltando una risa.

La mujer solo sonrió. En el tiempo que llevaba en esa cocina, podía reconocer muchas acciones, palabras, tonos y personas. Sobre todo, conoció muchos adolescentes enamorados. Y en él, precisamente, veía unos ojos únicos y especiales, capaces de amar con locura irracional y posesiva. Ella sabía muy bien cuánto amor podía tener Miyuki Kazuya en su interior, porque incluso antes de que ellos mismos supieran que estaban enamorados, ella ya había echado a andar la maquinaria del amor, por simples acciones que les delataban aun cuando no eran su intención.

Con ambas bandejas ya listas y la comida servida, decidió que era momento de interrumpir a ambos, caminando con cuidado hasta llegar a la mesa y dejar la comida frente al pitcher y la otra su lado.

- Entonces, ¿Ya terminaron? – En su voz pudo sentir ese rastro de celos que esperaba no descubriera su novio.

- S-si… - Musitó el castaño oscuro – Tengo que decirle, Furuya – se dirigió al pelinegro, quien giró la cabeza aburrido hacia la ventana – Vamos, no te enfades –

El aura de enojo irradiada por el pelinegro era obvia incluso para Miyuki.

- Hazlo – respondió malhumorado el pelinegro, llevándose una porción de arroz a la boca.

- Primero – enumeró el castaño oscuro, mirando a su novio – Furuya dice que está feliz por nosotros y que nos apoyará. Incluso dijo que podía lanzar todo el partido que viene para que me recupere por completo –

- Ya lo sabía. Es su instinto – con cara de capitán obvio, esperaba lo siguiente, mientras rodaba los ojos.

- Segundo – levantó dos dedos frente al cátcher – Está celoso – dijo en voz baja.

- ¿Ah? ¿De quién? – Alzó una ceja.

- De… de… mi – arrastró las palabras sin ánimos de pronunciarlas.

Un silencio interrumpido por el masticar de Furuya era lo único que se escuchaba en el salón. El cerebro de Miyuki trabajaba a máxima velocidad, sabiendo la respuesta desde el inicio. Dudaba que se tratara de una broma con sólo mirar la cara del castaño oscuro, la cual claramente estaba roja, con una mezcla de dolor y de vergüenza. Un suave click en su cabeza hizo que reaccionara ante la incómoda situación.

- Con permiso, Furuya – se levantó de su asiento y tomó de un brazo a su novio, arrastrándolo hasta la salida. Miró a ambos lados y decidió llevarlo hasta la máquina expendedora que estaba cerca. Dejó al menor entre la pared y la máquina, y él tapando cualquier ángulo de salida.

- ¿Quién eres? – Preguntó enojado.

- ¿Eh? –

- Responde –

- Sa-Sawamura Eijun – tartamudeó, mirando al mayor.

- No – enarcó las cejas, molesto - ¿Quién eres, para mí? –

- Ah… ¿Tu novio? – No pudo afirmarlo, desconocía las intenciones tras las preguntas de Miyuki.

- ¿Lo soy? – Cuestionó - ¡Sí o no, Eijun! –Subió el tono de su voz, dando a entender que estaba bastante furioso con el asunto.

- ¡Eres mi novio, Kazuya! – Afirmó con fuerza, cerrando los ojos.

- ¡Me importa un carajo si Furuya o cualquier otro está enamorado de mí! – Le tomó con fuerza, apretándole el hombro sano - ¡Te elegí porque me enamoré hasta los pies de ti! – Se vio en la obligación de golpearse la frente con la palma de una mano.

Si Sawamura era un genio descifrando al introvertido pelinegro, él podía leer entre líneas y con subtítulos en alta definición al pitcher frente a él. Sabía muy bien y debía dejarlo claro nuevamente que iba a estar con él, pasara lo que pasara, costara lo que costara. Claro que podía oler y sentir la inseguridad del menor, tanto que le dolía.

- ¡Aaah! – Se agarró los cabellos con fuerza, apretando su agarre contra su novio - ¡No puedo creer que de verdad lo pensaste! –

- M-Me duele, Miyuki… -

- ¿¡Qué mierda le estás haciendo?! – Kuramochi justo iba pasando cuando notó la pelea de ambos, corriendo de inmediato para socorrer al menor que se quejaba de dolor.

Llegó corriendo, girando bruscamente al de gafas, haciendo que soltara al pitcher. Su puño derecho estaba apuntando hasta su cara cuando sintió un fuerte agarre a su abdomen. Sawamura le detuvo de golpear a su compañero.

- ¡No, Kuramochi-senpai! – Rogó, aferrándose al peliverde, ignorando el dolor de su hombro lesionado - ¡Es un mal entendido, no lo golpees! – Volvió a suplicar.

- ¡Te estaba haciendo daño, Sawamura! – Replicó enojado, aun sujetando de la camisa al castaño claro, quien permanecía en silencio, apretando los dientes.

- Es mi culpa, no le hagas daño, por favor – dijo convencido.

- ¡Y una mierda! – Gritó a todo pulmón - ¡No permitiré que te haga daño! ¡Ni yo ni nadie quiere verte sufrir de nuevo! –

- Este idiota… - Miyuki sopesó las palabras que iba a decir, aun cuando sabía el peliverde podría no querer escucharle – Cree que voy a dejarlo e irme con Furuya. Tiene miedo de que vaya a dejarlo por otro – explicó muy cabreado. Apretó el puño y golpeó la muralla tras él, liberando parte de su rabia con ese simple gesto.

- ¿¡Y eso justifica que quisieras golpearlo, imbécil?! – Se giró para encararlo.

- ¡No iba a golpearlo! – Se defendió.

- ¡No fue eso lo que vi! – Rebatió el otro.

- ¡No peleen, por favor! – El pitcher se interpuso entre ambos – Por favor, Youichi-nii – lagrimeó para convencerlo – Kazuya está enfadado porque de verdad creí que me dejaría por Furuya. A él le entregaron el número uno, tengo miedo – su nariz goteaba.

- Eijun… - el peliverde le abrazó gentil y cariñoso – No dejaré que te lastime. Nunca – susurró un poco más calmado.

- No te lastimaré nunca, Eijun – explicó el de gafas, mirando al peliverde mientras estiraba sus brazos, dándole a entender que quería abrazarlo – Ven – cuando el otro decidió soltarlo, le abrazó posesivamente – Te amo, no te cambiaré por Furuya. Ni por otra persona – con la voz más tierna que pudo sacar trató de convencerle – Y aunque quisiera, tienes un guardián que me mataría si lo hago – sonrió alegre, mirando fijamente al parador en corto.

- Más te vale. La próxima te reviento la cara – frunció el ceño.

La mirada cargada de determinación de Miyuki le decía, gritaba y escupía que jamás lo haría. Una mirada tan cargada como la que vio en los ojos del mayor el día en que aquella bola golpeó la realidad del equipo, aquello que permanecía oculto al escrutinio público.

El rugido del estómago de Sawamura los distrajo. Les recordó que estaban almorzando y que debían comer para continuar con su rehabilitación con Chris. En silencio y tras agarrarle fuertemente la mano al menor, Miyuki le arrastró hasta el comedor de vuelta, donde el pelinegro esperaba en el mismo lugar, con su bandeja vacía. El peliverde les acompañó, más que nada porque quería asegurarse que todo estaba bien con su nuevo hermano menor. No lo admitiría, pero cuando escuchó su nombre de la boca de Sawamura, su corazón dio un brinco de alegría por reconocerle como un hermano, tras saber que su familia le había dejado atrás. Sería una gran responsabilidad, pero estaba dispuesto a tomarla, con o sin el apoyo del Kominato mayor.

- Lo siento – Furuya se disculpó cuando se sentaron – Nunca fue mi intención que discutieran – se sinceró, ante la mirada de reproche del cátcher.

- Lo siento. Elijo a Eijun – soltó el de gafas.

- ¡Kazuya! – Le recriminó el otro. Se puso de pie y caminó hasta el pelinegro, quien había agachado la cabeza ante la declaración del otro. Tomó el asiento al lado del más alto y se sentó – Discúlpame, Furuya. Nunca quise herirte. De haberlo sabido antes, quizás la historia sería otra – utilizó la mano del brazo que podía moverlo para ponerla sobre el pecho del as del equipo, específicamente a la altura del corazón – Sé que podrás encontrar lo que buscas. Prometo ayudarte con lo que necesites, cuenta siempre conmigo, por favor, Furuya – pidió, apretando un poco la camiseta que llevaba puesta el más alto.

El pelinegro tomó sutilmente la mano de su compañero, con delicadeza pero a la vez con fuerza y determinación – Satoru… - dijo con voz firme.

- Eijun – sus ojos brillaron. Y vio como los del pelinegro también refulgían ante sus palabras – Tendrás que entrenar el doble – bromeó, soltando su mano y sonriendo.

Furuya se puso de pie y se alejó, en silencio, con un aura a su alrededor de calma y vigorosidad.

- Y tú tienes que comerte tú comida – Kazuya le arrastró la bandeja hasta él, cargada de vegetales y un trozo grande de carne.

- ¡Odio los vegetales! – Lagrimeó infantil, haciendo reír a ambos mayores ahí presentes.

Le acompañaron en la misión de almorzar. O al menos el de gafas lo hizo, ya que el peliverde había almorzado antes, mientras cuidaba la fiebre del menor. Su querido cuñado le llevó una charola debidamente cubierta con su almuerzo, tras enviarle un mensaje por el móvil diciéndole que estaba ahí, hambriento y abandonado.

- Por cierto, Kuramochi-senpai – Sawamura se tomaba una pausa entre sus vitaminas y la comida para charlar - ¿Harucchi lo sabe? – Se llevó un brócoli a la boca, masticándolo lentamente mientras hacía una mueca de desagrado por el sabor y textura.

- Sí, Ryousuke dijo que se lo debíamos – explicó el otro, bastante aburrido por la espera – Dijo que no quería mentirle a su hermano menor. Y que también sabía le apoyaría – sonrió.

- ¡Oooh! – Se le alegró el rostro al castaño oscuro - ¡Entonces tenemos que salir a celebrar! – Exclamó muy contento.

- ¿Celebrar? – Kuramochi alzó una ceja – ¿Celebrar qué? ¿El que puedas seguir lanzando después de lesionarte? –

- ¡Vamos al karaoke, Kuramochi-senpai! – El menor le ignoró y ya planificaba la salida - ¡Será divertido! Podríamos luego ir a un parque, o quizás… -

Sawamura ya planificaba todo el día, sin darse cuenta que se comía sin rechistar todo su plato, como si buscara recuperarse luego para poder realizar todo lo que tenía en mente.

- Y Kazuya podría preparar esa lasaña que le queda genial para la cena –

- No voy a cocinar una lasaña para 10 personas, Eijun – suspiró cansado de solo pensarlo – Además, primero tienes que recuperarte – trató de ponerle los pies sobre la tierra, sin lograrlo.

- Ya déjalo, es imposible pararlo cuando tiene una idea – suspiró pesadamente el peliverde.

Sawamura terminó su comida en tiempo record, algo positivo de toda la situación. El cátcher sopesaba la idea que planteaba el menor, sabiendo que en realidad sería una forma de escapar de la soledad y tristeza que le embargaba el no contar con su familia y quizás algunos de sus compañeros.

La puerta del comedor se deslizó con calma, llevando consigo a una persona desconocida en los terrenos de la escuela y en los sectores del equipo de béisbol. Una figura joven, de cabellos negros, ojos cubiertos por unas gafas oscuras redondas y una tenida bastante informal aunque de buena presencia.

- Buenas tardes – saludó cordial – busco a Sawamura Eijun, me dijeron que podría encontrarlo por aquí –

Entró con calma, cerrando tras si la puerta. No se quitó las gafas, esperando una respuesta del grupo de jóvenes que estaba sentado un poco más lejos.

- ¡Soy yo! – El aludido levantó el brazo - ¡Aquí, aquí! – Le llamó alegre, invitándolo a acercarse.

El hombre caminó hasta el lugar, quedándose de pie a un costado.

- Un gusto conocerte – le extendió la mano derecha saludándole – Soy Alexander, mucho gusto – Se quitó las gafas, revelando unos ojos oscuros como la noche, pero con brillo y jovialidad en ellos.

Pudo apreciarse su edad, no más de veinte años aunque pareciera de menos.

- ¿Extranjero? – Kazuya notó el hecho que se presentó con su nombre, algo habitual en gente no japonesa.

- Algo así – respondió el otro – Mi madre era japonesa, mi padre inglés. Aunque ahora mis padres son ambos japoneses – sonrió cordial.

- ¿No eres el chico que apareció en televisión? – Le reconoció el peliverde, un poco confundido.

- ¿Hoy en la mañana? Sí. ¿Puedo sentarme? – Recibió una afirmación silenciosa, por lo que se sentó en el asiento donde estaba Furuya anteriormente – Soy el dueño del T Stadium, donde tendrán su próximo juego –

- ¿¡Eh?! – Sawamura se sorprendió - ¡Pero si eres bastante joven! –

- Tengo veintidós años – soltó una risa muy ligera – Pero ese no es el motivo de mi visita – se puso un poco más serio - ¿Sería posible que converse a solas con Sawamura-kun? – Preguntó a ambos mayores enfrente – Es sobre su lesión – se apresuró en aclarar.

Tanto Miyuki como Kuramochi se miraron cómplices. Entendieron que era algo serio y más si se trataba de la lesión del pitcher. Decidieron dejarle a solas con el menor, aunque aclararon que esperarían afuera si surgía algo raro. Cuando cerraron la puerta, el pelinegro se giró para ver al menor.

- Iré directo al grano, Sawamura-kun – su voz se puso seria - ¿Por qué le pediste al médico que mintiera sobre tu lesión? –

Sawamura se puso pálido. Era un secreto lo que había conversado con el especialista y suponía que el secreto no saldría de la boca del adulto.

- Aunque no lo creas, soy médico y abogado, además de ser el dueño del centro donde te atendiste – aclaró – Tienes micro fracturas en tres costillas y el húmero desastillado en dos partes. ¿Sabes que si quieres volver a lanzar tienes que estar fuera de las canchas por al menos tres meses, cierto? – Frunció el ceño.

- Lo sé… - agachó el rostro – Pero no puedo salir. No cuando estamos tan cerca de cumplir el sueño de ir al torneo nacional –

- ¿A qué costo? ¿Qué no puedas volver a lanzar en tu vida después del partido clasificatorio? – Recalcó.

El menor levantó la cabeza despacio – Al costo de verlo feliz. De verlo cumplir su sueño y su meta – sus ojos cargados de fuego demostraban la determinación innata del pitcher.

Alexander se quedó en silencio al verlo. Era lo suficientemente inteligente para saber y entender a quién se refería. Estaba preparado para esa respuesta, aunque significara el destrozo deportivo y físico del lanzador.

- No hay remedio – suspiró, poniéndose sus gafas – Conseguí aplazar el partido unos días. Pero te daré otro regalo, Sawamura-kun – sonrió – En dos días vendrá el médico a buscarte. Haremos que tu recuperación sea en dos semanas, pero después tendrás que descansar durante seis meses si quieres seguir lanzando – explicó – No puedes contarle de esto a nadie –

- No puedo prometer eso. Kazuya merece saberlo – negó suavemente – Él, mis amigos, no puedo esconderles esto –

- Ya les mentiste una vez. Confío en que podrás hacerlo de nuevo – se levantó de la silla – Enviaré algunos refuerzos para tu rehabilitación, pero nada de sobre esforzarte – caminó hasta la salida - ¡Y no te deprimas, muchacho! – Exclamó llegando a la salida - ¡Nos veremos en el karaoke! – Bromeó, mientras salía y se despedía de los mayores de forma muy rápida, alejándose a una velocidad normal, sin dar espacio a que le detuvieran.

Miyuki entró, seguido de Kuramochi y Chris, quien llegaba a tiempo para la sesión. Se acercaron hasta el menor, esperándole a que reaccionara.

- Averigüé un poco sobre él – hizo referencia al chico que acababa de salir – Maximillian Alexander Yagami – nombró al pelinegro – Hijo de un magnate de la economía japonesa, también es empresario. Y es hijo de un cantante muy famoso, aunque retirado –

Kazuya estaba atento a la charla de Chris, y no pudo evitar sorprenderse - ¿Un magnate financiero y un cantante? – Cuestionó - ¿Dos hombres? – Recalcó.

- Exacto – afirmó el mayor de todos – Tengo la sensación que por eso ha brindado su ayuda – puntualizó.

- ¿De qué hablaron? – Preguntó el cátcher, interesado por el silencio que mantenía su novio.

- ¿Eh? – Salió de su ensimismamiento – Yo… Nada importante – sonrió falsamente, cosa que no pasó desapercibida para ellos.

- ¡Qué ganas de aplastarte la cabeza! – El peliverde se exaltó ante la mentira de Sawamura - ¡No puedes mentirnos! – Le recordó, mientras apretaba con una mano el cráneo del menor.

- ¡Auch! ¡Auch! – Se quejaba - ¡No puedo decírselos! –Afirmó, mientras le soltaban – prometí mantenerlo en secreto – dijo en voz baja.

- Confiemos en él, chicos – Chris entendía al menor, al menos – Anda, tenemos que hacer algunos ejercicios. No tengo toda la tarde disponible – sentenció.

La tarde acababa y la rutina de ejercicios leves del menor también. Decidieron darle la privacidad suficiente a la pareja para que pudieran asearse y tomar un baño tranquilo, por lo que disfrutaron de la gran tina de agua caliente para los dos solos. Cuando terminaron, la noche ya había caído y, de tanto ajetreo durante el día, fueron directamente a la cama. Ambos descansaron de forma separada, aunque Miyuki dormía con un ojo abierto prácticamente, cuidando el sueño del menor, quien a veces se giraba hacia su hombro lesionado y se quejaba por la presión, acomodándole nuevamente y dejando una almohada para que evitara girarse.

Cuando la mañana comenzaba a brillar nuevamente sobre el cielo, una visita femenina llegaba hasta la escuela, bajando de un automóvil bastante cómodo y lujoso. Tomó el bolso deportivo que le acompañaba y se estiraba al cielo.

- ¡Me deberán una muy grande con esto! – Se alegró al pensar lo que podría cobrar con aquella visita – Muy bien, veamos de qué está hecho este equipo – sonrió maquiavélicamente.

Sus largos cabellos castaños bailaban con la brisa matutina.

La tranquilidad no estaría presente aquel día.


La misteriosa dama será un personaje de otra serie. No mencionaré de cuál, salvo sus habilidades y su nombre, lo cual será suficiente para que puedan saber a quién me refiero. Ni tampoco tendrá mucho protagonismo, seguiremos teniendo nuestra dosis de MiyuSawa sin falta, ¡Lo prometo!

Me despido en esta ocasión, esperando saber sus impresiones, dudas y comentarios. Si sienten que alguna parte fue un tanto forzada... Pues pido comprensión, fueron tres veces que tuve que escribir este capítulo.

¡Nos leemos!