Sinceramente, nunca creí incursionar tras casi 3 años sin publicar una historia. Sin embargo, con casi la temporada de esta serie animada llegando a su fin, me vi conmovido por la emoción. Tras leer algunas historias publicadas, me decidí y he aquí mi resultado. Es el primer capítulo, un tanto largo, pero me convence el resultado.
No poseo un Beta Reader, tengo la convicción de que no cometí muchos errores y la redacción es bastante decente. Si ven algún error, agradeceré que me lo digan en sus comentarios, así voy mejorando más y más.
Contexto: Ad portas a un nuevo campeonato, una lesión saca a relucir aspectos ocultos en algunos miembros del equipo. ¿Por qué los personajes parecen sacados de foco? Pues, han tenido un avance emocional que, entre ellos, dista del habitual que todos conocemos.
Disclaimer: Diamond no Ace no me pertenece. Los créditos a sus respectivos dueños y al creador del manga. Sólo escribo con afán de entretener a los lectores de este website.
Un simple lanzamiento les separaba de su siguiente etapa en el campeonato de otoño. Tras haber entrenado todo un año, asegurándose de no cometer los mismos errores del pasado, buscaron la manera de llegar a la cima, remediando en parte la decepción de no llegar al torneo nacional con sus anteriores superiores.
Era el segundo año de Sawamura Eijun, pitcher del equipo Seidou. El tercero de su cátcher, Miyuki Kazuya. Ambos en el mismo partido, ambos cómplices de la jugada que les permitiría avanzar a la siguiente fase. Su único obstáculo era probablemente el bateador más peligroso de la región, aquel que había bateado un home run y destruido la convicción del de segundo al montículo.
Sawamura llevaba nueve entradas lanzando. Incluso cuando podía cambiar con su compañero Furuya o confiar en Kawakami para finalizar el partido, sabía que era su misión acabar ese partido tan crucial.
Todoroki Raichi, sin embargo, sabía y conocía muy bien al pitcher. Reía, se emocionaba, intuía y olía la adrenalina y ansiedad del ambiente. El aura que ambos despedían lograría intimidar hasta a los más fuertes. Pero había algo distinto, algo que Raichi no podía describir, algo que le erizaba la piel, algo que seguramente pasaba por alto. Algo que, sin duda alguna, incomodaba a su espalda.
En ese instante, Todoroki entendió el motivo. Fue justo cuando vio al pitcher tomar impulso con su brazo látigo, ocultando su lanzamiento hasta el final. Por medio segundo, giró su mirada hacia el cátcher, observando esa simple complicidad. Volvió su mirada al frente y vio la bola a medio trayecto, obligándole a concentrarse al máximo, mas sabía era en vano, porque no le daría de lleno y la trayectoria sería otra, no la deseada.
Golpeó con una fuerza monstruosa, tanto que sus manos no podían sostener por mucho tiempo el bate, la velocidad y fuerza de la bola era demasiada en un solo punto, y dado que le golpeó con una zona poco habitual en su bate, sintió su muñeca tensarse.
La esfera salió volando, a la vez que el bate en sus manos se escapaba hacia un costado. Sin embargo, no corrió. No cumplió su único deber, que era avanzar en base. Vio la trayectoria de su batazo y su rostro se desfiguró, en una mueca de auxilio, de dolor, de vergüenza y de llanto comprimido, sabiendo que iba a causar un daño probablemente irreversible.
- ¡Hacia atrás! –
Fue lo único que alcanzó a escuchar, sin darse cuenta que desde que golpeó con su bate, el cátcher estaba de pie corriendo hacia el montículo, tirando su guante y casco lejos, gritando sin control su orden para salvar al pitcher.
Sawamura logró desviarse unos centímetros antes de que el proyectil le golpeara de lleno en un costado de su hombro izquierda, salvando su clavícula pero no así sus dos primeras costillas superiores, las cuales crujieron y se despedazaron, según pudo sentir por el sonido que emitió al chocar con sus músculos y por la fuerza que traía la misma bola que había lanzado.
El umpire se vio en la obligación de detener el partido, llamando a una camilla. Todo el equipo de Seidou se levantó de sus puestos, otros corrieron. El primero, sin dudarlo, fue Miyuki Kazuya, aquel que previó el accidente.
De un fuerte tirón rompió el uniforme superior de su lanzador, descubriendo la zona que había salido dañada. Contrajo una mueca por la mancha rojiza y morada que se formaba, una gran hinchazón sin duda.
- ¡Eijun! ¡Eijun! – Le llamaba por su nombre, cosa que rara vez sucedía – No te vayas a dormir, quédate despierto, quédate conmigo – le tomó con fuerza la mano derecha.
- ¿Tan mal se ve, Kazuya? – Le preguntó, sonriendo levemente, jadeando y evitando mostrar mucho dolor al respirar - ¿Crees que podré seguir lanzando… contigo? – De antemano sabía la respuesta. Solo quería escuchar su voz, diciéndole lo contrario.
- Seguirás lanzando. Y seguiré atrapando para ti – sonrió, sabiendo que mentía de forma horrorosa. Una lágrima escurridiza amenazaba con delatarle – Estaré contigo, Eijun. Te recuperarás y volverás mejor que antes – trataba de animarle.
La camilla había llegado, junto con algunos paramédicos. No soltó la mano del pitcher aun cuando le subieron a su transporte.
- Terminen el juego – Sawamura movió su mano izquierda, la cual tenía la bola aprisionada. Aun habiéndole impactado en el cuerpo, la atrapó.
Ni el umpire podía creerse la tenacidad del chico. Asintió y recibió la bola. Se alejó y gritó al campo - ¡OUT! ¡Bateador fuera! ¡Seidou gana el juego! – Alzó su mano derecha con la bola, indicando que el jugador la había atrapado.
- Déjalo que se marche. Estará bien. Iremos a verlo – Kuramochi tomaba el brazo de Miyuki, separándolo para que pudieran atender al menor. Lo arrastró un poco hasta juntarse con el resto de sus compañeros, cerca de la banca - ¿Qué fue todo eso? ¿Desde cuándo le llamas por su nombre? – Cuestionó sin titubeos.
El resto del equipo permanecía en silencio. Incluso el entrenador parecía interesado en la respuesta.
Miyuki supo entonces que debía decirlo. Aunque pareciera obvio y casi lógico, debía asumir la responsabilidad a nombre de ambos. Nunca creyó que sería puesto en evidencia en medio de un partido tan importante.
Mientras contaba la historia, ya habían guardado sus implementos y se disponían a subirse al autobús que los llevaría de vuelta a la escuela, tras un breve desvío al hospital donde se encontraba el miembro del equipo herido. Algunos de sus compañeros, más interesados, preguntaban y querían conocer más la historia de ambos, cosa que les sorprendía a cada detalle que mencionaba.
¿Quién en su sano juicio iba a creer que el atolondrado y efusivo Sawamura iba a terminar de novio con el casi tóxico e irónico Miyuki?
- ¿Y cuándo pretendían decirnos la verdad? – Kuramochi parecía ser el más herido por la falta de confianza de sus compañeros en un asunto tan delicado.
- Es nuestra vida privada – respondió seco el de gafas, frunciendo ligeramente el ceño demostrando que no era un tema fácil de hablar ni de expresar – Si me disculpas, iré a hablar con el entrenador – se puso de pie y caminó por el pasillo del vehículo, hasta llegar donde el mencionado. Mientras caminaba pensaba en la mejor forma de abordar el tema y lograr su cometido, conociendo el temperamento del hombre mayor.
- Podrás quedarte a cuidarle, me comunicarás lo que digan los especialistas – el entrenador Kataoka le leyó la mente, sin siquiera moverse un centímetro – Felicidades, a ambos – sonrió ligeramente, asustando al menor.
- Muchas gracias, entrenador – hizo una pequeña reverencia.
La verdad es que Miyuki resistió el dejar caer una lágrima ante su entrenador. Sabía muy bien lo que significaba tener su apoyo incondicional en todo esto. Sus compañeros soltaron un suspiro, como si hubiesen aguantado la respiración escuchando la voz de su entrenador.
La llegada al centro médico fue silenciosa. El de gafas descendió del bus, despidiéndose de sus compañeros y los adultos. Le pidieron dar la información apenas supiera algo, por lo que caía en él una gran responsabilidad. No podían permitirse una baja tan importante a menos de un partido de la gran final, que definiría su paso al torneo nacional.
Miyuki se adentró hasta la recepción, preguntando por su compañero 'y algo más' en sus adentros. Le indicaron la habitación trescientos dos, por lo que debería subir al tercer piso y aguardar a que el médico le diera permiso de ver la condición del menor.
Cuando llegó, el médico estaba haciendo algunas revisiones, por lo que tomó asiento en una banca ubicada cerca de la puerta de la habitación, dejando su bolso a un lado. Su rostro serio, los brazos cruzados y su mirada afilada esperaban atento a cualquier movimiento que se suscitara.
- ¿Familiar de Sawamura Eijun? –
El médico salió de la habitación con impecable traje blanco y unos pantalones negros. Demostraba unos treinta años, sin embargo era una gran eminencia en el ámbito de lesiones deportivas. Una estatura digna de un jugador de baloncesto, parecía más eso que un médico.
- Soy el capitán del equipo. Su familia es de Nagano, no pudieron venir de inmediato – aclaró, poniéndose de pie para conversar.
- ¿Es usted Miyuki Kazuya? – Preguntó, mirando la ficha que traía en una tableta de madera. El menor asintió – El paciente está estable. De milagro solo sufrió pequeñas lesiones en sus costillas superiores. Recibió un golpe fuerte, así que tendrá que reposar y usar un cabestrillo para descansar su brazo – el hombre pasó la hoja y miró sus apuntes en la que venía – Podrá jugar en dos semanas más. Nada de movimientos bruscos si quiere lanzar. Es todo – Volvió las hojas y acomodó sus gafas oscuras, observando detalladamente al menor.
- ¿Alguna medicación? –
- Solo analgésicos suaves, podría tener problemas de dopping si le damos otra cosa – aclaró. Alzó una ceja, recordando algo importante - ¿Seidou, cierto? – Miyuki asintió – Takigawa Yuu le dará las jornadas de rehabilitación en su escuela. Si no tienes más consultas, puedes pasar a verle, estuvo preguntando por ti – el mayor se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el otro extremo.
El castaño se acercó hasta la puerta y la abrió con cuidado, llevando su bolso colgado en su hombro. Logró divisar al pitcher, descansando sobre una cama y con los ojos cerrados. Le pareció tierno el descansar con un hombro vendado y una sonrisa satisfecha en su cara.
- Eres realmente un idiota – soltó despacio, cerrando la puerta y remarcando su sonrisa burlona en sus labios.
- Quería dejar que Furuya lanzara el resto de los partidos – respondió divertido, girando levemente su cabeza para observar al otro - ¿Enfadado? – Preguntó inocente, temiendo el regaño.
- Por horas pensé que no volveríamos a jugar juntos – explicó calmado, dejando su bolso a un costado de la cama. Tomó el taburete y se sentó cerca, tomando la mano del menor – No vuelvas a hacer una estupidez, por favor – apretó su mano contra la del menor.
- Lo prometo – asintió, con la mirada cargada de determinación – Los chicos lo saben – más que una pregunta afirmó la situación que habían ocultado durante meses.
- Creo que fui muy obvio – soltó una risilla – ¿Quieres descansar? – Cuestionó, viendo el rostro cansado del castaño oscuro, además del bostezo insonoro que emitió.
- No te vayas… - pidió, apretando su mano con la del mayor, con muy poca fuerza.
- Tranquilo, me quedaré contigo esta noche –
Miyuki se levantó suavemente, depositando un tierno beso en la frente del pitcher. Eijun ya había entrado en estado de sueño y sólo sintió el cálido gesto antes de irse a dormir.
Pasados algunos minutos, el de gafas se levantó y se alejó unos metros. Sacó su móvil y llamó al entrenador, comunicándole el estado del menor y las indicaciones del médico. El adulto asentía con monosílabos, hasta que se despidió, indicando que ahora podría ir a tranquilizar al equipo. La comunicación se cortó tras unos breves segundos más y la habitación quedó en silencio, nuevamente, únicamente interrumpido por algunos suspiros ahogados del menor, que seguramente estaba empezando a sentirlas dolencias musculares asociadas al golpe.
Al rato entró una enfermera a la habitación. Tomó algunos apuntes y revisó el estado del suero y los signos vitales del pitcher. Al ver al de gafas, sonrió amable y le preguntó si eran muy unidos, a lo que el otro afirmó sin mucho cuidado.
- El sofá puede extenderse, si quieres quedarte a dormir es mejor ahí – ofreció amable la mujer, señalando el mueble en sí – Hay algunas mantas en el armario, para ti y para él, si la noche se torna muy fría puedes arroparle –
- Muchas gracias – inclinó suavemente su cabeza.
Luego de la pequeña charla, la enfermera se retiró, no sin antes decirle que por la mañana podrían irse, dado que el alta ya estaba firmada para ese momento.
El castaño claro inspeccionó su bolso, buscando algunas de sus pertenencias. Se dio cuenta que no tenía algunos utensilios de aseo, así que dejó sus cosas, tomó su billetera y se alistó para salir. Se aseguraría de dejar su bolso a la vista, en caso que el menor despertara y no le encontrara, supiera que volvería por sus cosas.
Caminó y llegó hasta la recepción, preguntando si había alguna tienda cerca. Tres cuadras tendría que caminar, lo cual consideró no sería demasiado. Emprendió rumbo a la citada y, cuando llegó, buscó lo que iba a necesitar: dentífrico, dos cepillos para los dientes, dos paquetes de ropa interior y, dándose un gusto, compró un café que se iría bebiendo por el camino.
Una vez pagado todo, volvía al hospital a un ritmo calmado. Todo el trayecto muy pensativo, de ida y vuelta, analizando en su mente el partido, la situación del menor, la de ambos. Tan pensativo estaba que llegó a la entrada del recinto cuando el reloj marcaba las diez de la noche. Ahí, divisó a unas personas que reconocía, lo cual no sabía si le alegraba o le traería problemas.
- Estamos buscando a Eijun, es mi nieto. Sawamura Eijun – el abuelo del menor quería ver a su familiar, acompañado de la madre y el padre del chico.
- Señor, el paciente se encuentra bien. Lamentablemente no es horario de visitas y ya hay alguien que le acompañará durante la noche. El médico fue muy estricto en indicar que sólo una persona podría quedarse – la recepcionista se notaba un poco nerviosa ante la presión de la mirada de los tres adultos.
Miyuki entendió entonces que sería su hora de hacer acto de presencia.
- ¡Somos su familia! ¿Puede llamar al médico y decirle que nos deje verlo? – La madre de Sawamura se veía un tanto alterada por la situación de su hijo, casi al borde del colapso – Vinimos desde Nagano, no podemos irnos sin verle antes – algunas lágrimas brotaban de sus ojos, haciendo que el corazón del cátcher se contrajera.
- Disculpen… - Miyuki interrumpió antes de que la recepcionista pudiera responder.
Los adultos miraron a Miyuki, observando el uniforme de la misma escuela que su hijo. Además, sabían que se trataba del cátcher, dado que seguían siempre los partidos de Sawamura y Seidou, en general.
- Soy Miyuki Kazuya, el capitán del equipo – se presentó muy cordial – Eijun se encuentra bien, está durmiendo y con algunos calmantes encima – explicó rápidamente.
- ¿Tú eres quien se va a quedar? – Preguntó el abuelo, girándose para verle completamente.
- Sí. He ido a comprar algunas cosas, mañana temprano le darán el alta – levantó la bolsa que traía, mostrando los artículos que había comprado.
- ¿Te importaría si dejas que me quede con mi hijo esta noche? – La mujer, un poco más calmada, hacía la petición que de seguro no podría negar.
En su mente, Miyuki analizaba la situación. No podría rechazar la petición, pero tampoco quería dejar a su novio sin explicarle, aunque seguramente entendería.
- No tengo ningún problema, señora –
El menor miró a la recepcionista. De alguna forma, la mujer entendió el mensaje.
- Señores, lamento informarles que el paciente habló con el médico. Le pidió expresamente que le acompañara… - revisó unos papeles antes de dar un nombre – Miyuki Kazuya – extendió el papel que tenía la firma del médico, con la indicación que mencionaba – Si gustan, puedo ayudarles a buscar algún lugar para pasar la noche, dada la distancia que recorrieron hasta aquí – ofreció amable, tratando de solucionar el problema.
- Puedo llamar a la escuela. Estoy seguro que pueden dejarles usar algunas habitaciones de la escuela y venir a buscarles – Miyuki sabía que debía tratarles con cuidado – Podrán verlo allá apenas lleguemos –
Los mayores se miraron entre sí y asintieron. La opción que les ofrecía el chico de gafas era mejor que cualquier otra. Tampoco podía ir contra la petición de su hijo, por lo que no les quedaban muchas alternativas.
Miyuki tomó el teléfono de su bolsillo derecho y llamó al entrenador, frente a ellos. Le explicó la situación y, por suerte, el mayor fue comprensivo y le dijo que llegaría en media hora con un transporte para la familia
- ¿Podríamos pasar a ver al paciente? Mientras esperamos el transporte, será muy breve – pidió el de gafas a la recepcionista, quien dijo que no tenía problemas.
Subieron por el ascensor en silencio. Un silencio tan incómodo que Miyuki no sabía cómo reaccionar ante tanta presión. Podría hacer algún comentario, pero estaba casi seguro que sólo acarrearía problemas.
Llegaron a la habitación y entraron primero los adultos, mientras el cátcher cerraba la puerta sin mucho ruido. Los cuatro se acercaron hasta la cama. Nadie se atrevía a despertarlo. Y estaba claro que querían conversar con él.
- Sawamura, despierta – Miyuki se acercó por el lado contrario, apretando ligeramente su hombro no lesionado con un poco de fuerza, sabiendo cuál era la correcta para despertarle.
- Umh… - giró la cabeza hacia el de gafas - ¿Pasa algo, Kazuya? – Le llamó por su nombre, un poco somnoliento.
- Tus padres y tu abuelo, vinieron a verte – le habló con suavidad, girándole la cabeza hacia el otro costado.
- ¿Papá? ¿Mamá? ¿Abuelo? – Les reconoció, espantándole un poco el sueño - ¿Qué hacen aquí? – Alzó un poco más la voz, sorprendido de verles.
- Nos enteramos de tu accidente y vinimos a verte. Nos preocupamos mucho – la madre se sentó en el taburete al costado, pasando la yema de sus dedos sobre el vendaje – Qué irresponsable de tu parte lesionarte –
- Estaré bien, mamá – afirmó, tratando de enfocarla completamente – Pero no tenían que venir, Miyuki-senpai iba a quedarse aquí –
- Lo sabemos. Nos ofreció quedarnos en algunas de las habitaciones de su escuela, vendrán por nosotros en unos minutos más – el abuelo no parecía muy contento con la situación.
El menor giró su cabeza hacia el castaño claro, quien asintió y le dijo que lo habló con el entrenador.
- ¿Hay algo que quieras contarnos, Eijun? – Su padre hizo la pregunta que probablemente ninguno de los dos chicos quería escuchar.
Un incómodo y tenso ambiente apareció tal como una bruma que envuelve a sus víctimas, causando pánico y terror entre los dos menores ahí presentes.
- No creo que sea buena idea conversar de eso ahora, señor – trató de excusarse el de gafas, sin embargo, el menor levantó su brazo derecho en señal de que quería hablarlo.
- Miyuki Kazuka – señaló al cátcher – Mi novio, hace ocho meses, veinte días y tres horas – le presentó – Mi padre, mi madre, mi abuelo – les indicó uno a uno, con imperante parsimonia.
El silencio era más pesado que en el ascensor, pudo sentir el cátcher. Llevó su mano hasta la de su novio y la apretó con fuerza, dándole a entender que estaría con él, pase lo que pase.
Los adultos se miraron entre sí. No dijeron media palabra y se marcharon de la habitación, con rumbo a la recepción. Antes de que la puerta se cerrara, el abuelo le dio una última mirada, con cariño hacia su nieto, y luego de amenaza al chico de gafas.
- Estaré contigo, pase lo que pase – el de cabello castaño claro se agachó para posar su frente con la del menor, pasando sus dedos para limpiar las lágrimas de sus ojos.
La indiferencia de su familia sólo le indicaba una cosa: Sus padres no estaban de acuerdo. Y su abuelo no podía cambiar eso.
¿Que tal la primera parte? Pues, en las siguientes pretendo explayar un poco el pasado, explicar cómo fue que llegaron a quererse, respetarse y madurar tanto, aun cuando las personalidades de ambos no dan para eso. Sin embargo, igual los volveré a su centro, tarde o temprano.
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