Hola a todos y todas. Como dije, tenía la intención de subir un One Shot del Cross Over de Elsa y Jack (Frozen y Rise of the Guardians). En principio iba ser un único capítulo, pero lo fui alargando y ha acabado siendo minific. Para que no se haga pesado lo he dividido en 7 capítulos más un posible epílogo. Digo posible porque los 7 capítulos ya están escritos, pero el epílogo no. Lo importante es que trataré de subir un capítulo por semana, o incluso dos. En cuanto a mi otro proyecto, Invierno, no penséis que lo he abandonado xD ni mucho menos, lo que pasa es que con todos estos exámenes no podía pensar bien en la trama, por eso preferí desahogarme un poco con esto, que es más cortito. Bueno, eso es todo, espero que os guste y tened paciencia si en este primer capítulo no ocurre gran cosa.
¿Y si durmieras?
¿y si en sueños, soñaras?
¿y si en el sueño fueras al cielo,
y allí cogieras una extraña y hermosa flor?
¿y si, al despertar...
tuvieras esa flor en la mano?
Samuel Taylor Coleridge
1. Juernes
El campus era grande y moderno. Ocupaba como varios campos de fútbol y, además de los grandes aularios y explanadas de verde y esponjoso césped, también tenía varios laboratorios, gimnasio y una enorme biblioteca. Todo ello era nuevo, ya que apenas había sido inaugurado tres años atrás, y su primera generación aún poblaba los pasillos. Se respiraba aire de felicidad, pese a que la vida del universitario estaba plagada de exámenes, había algo que nadie les podía quitar, la alegría de un puente y tres días sin tener que madrugar ni ir a aburridas clases a que te explicasen cosas sencillas para que después en el examen te preguntaran cosas infinitamente difíciles. Aun así, aún había gente que en vez de disfrutar de la tarde, iban a la biblioteca a repasar lo estudiado.
La susodicha biblioteca era un gran edificio rectangular de tres plantas de altura. En la planta baja encontrábamos las oficinas de administración, donde podías pedir los libros que quisieras llevarte a casa, así como los ordenadores para hacer trabajos online. La primera y la segunda estaban plagadas de grandes estanterías repletas de infinidad de libros, todos ellos de diversos y dispares temas, desde una antigua edición de la poesía del siglo XVII hasta el más moderno ejemplar de física molecular. El mobiliario en la tercera planta era mucho menos complejo. Se trataba de una gran sala llena de mesas con sus respectivas sillas y flexos, enfocada al estudio. Lo normal sería que la gente estuviera allí con la cabeza gacha, sumergiéndose en los apuntes, con su nivel máximo de concentración, pero seamos sinceros, ¿quién a esas horas y ese día mantendría la concentración? Pocos a decir verdad.
Una joven pelirroja entró a la puerta de la biblioteca con paso decidido y comenzó a subir las escaleras. Tenía un rostro infantil, lleno de pequeñas pecas, lo que denotaba que aún se encontraba en primer curso. Pese a tener un rostro de esos que han sido creados para tener en ellos una sonrisa, la expresión de la chica tenía más bien un gesto opuesto. Su ceño estaba fruncido, y en sus ojos podía atisbarse una mezcla de enfado y cansancio.
Llegó a la tercera planta con la respiración un tanto agitada. Si bien era cierto que su indignación le había proporcionado fuerzas extras, también era humana, y cualquiera que subiera tres plantas de escaleras con paso rápido, hacía que su cuerpo lo notase. Abrió la puerta con más fuerza de lo que habría deseado, por lo que todos los que estaban dentro se voltearon a mirarla. La chica escrutó su alrededor, escaneando la estancia y buscando a alguien. Finalmente la encontró. Se encontraba en una mesa apartada y pegada a la ventana y sin nadie a su alrededor. Sólo podían verse un montón de hojas desordenadas y esparcidas a lo largo de la mesa, como prueba silenciosa de que no quería que nadie la acompañase. Ella tenía el cabello rubio, de una tonalidad platina, ya rozando el albinismo. Cuando abrió la puerta, había levantado la vista en esa dirección, mirando con desaprobación a la joven pelirroja que acababa de entrar. Tras ver que se dirigía a su mesa, volvió a posar su vista en la hoja que descansaba bajo sus brazos, tratando de ignorar lo que se le venía encima, pese a que bien sabía que ya no podría estudiar.
La pelirroja se sentó frente a ella y se quedó observando cómo trataba de aparentar concentración. Pero ya la conocía lo suficientemente bien como para saber que esperaba una pregunta.
–¿Qué quieres? –preguntó finalmente, con un poco de suerte podría hacer que se fuera. La pelirroja simplemente ignoró su pregunta. En su lugar, cogió un bolígrafo de la mesa y comenzó a mirarlo de perfil como tratando de buscar sus imperfecciones. La rubia bufó, sabía de sobra que a su hermana le encantaba cargar de teatralidad sus escenitas–. Anna –repitió para que le hiciera caso.
La pelirroja finalmente acabó posando sus azules ojos sobre los de su hermana. Sin duda su hermana era hermosa. Su pelo rubio solía estar recogido en una larga trenza que le caía por el hombro, pero en esta ocasión se había hecho un moño sujeto con un lápiz. Pese a ese rudimentario peinado seguía estando preciosa. La curva que hacía el nacimiento de su pelo en la nuca, y el flequillo cayendo despreocupadamente a los lados demostraban que su belleza era natural, que no necesitaba arreglarse para estar guapa. –Anda, Elsa, pero si estás aquí –dijo con fingida sorpresa. Elsa la miró con recelo, no terminaba de entender el comportamiento de su hermana, aunque supuso que estaría cargado de ironía–. Sí, me sorprende verte aquí –respondió Anna a la pregunta no formulada–. Es que verás, es juernes –continuó ella–. Y no me cabe en la cabeza como la solterona de mi hermana, en lugar de estar en la calle de caza, sigue aquí, refugiándose en... –observó el título de uno de los libros que estaban sobre la mesa–. Técnicas de marketing y procesos... ¿burocráticos? –El rostro de Anna se transformó en una mueca de asco, Elsa apoyó la cabeza en su mano, y puso en blanco los ojos con pesar. –¿Se puede saber que mierdas es un proceso burocrático?
–Primero, baja la voz –riñó Elsa–. Segundo, ¿juernes? Esa palabra no existe. Y tercero, un proceso burocrático es...
–Por el amor de dios, Elsa, que me da igual –interrumpió su hermana. Le encantaba hablar–. Recoge todo eso y vamos a casa, esta noche saldremos. Y si te relacionaras con... gente y no con procesos burocráticos, sabrías lo que es un juernes. –Elsa enarcó las cejas con escepticismo. Anna dedujo que estaba esperando a que se lo explicase. –Es el término que la gente social usa para referirse a un jueves cuando el viernes no hay clase, como hoy –terminó de decir mientras se levantaba, le daba la espalada y se encaminaba a la puerta.
Elsa miró a Anna con desdén, juernes, ¿y qué más? –No iré a ninguna parte, tengo que estudiar –repuso con toda tranquilidad, haciendo que Anna se diera la vuelta.
–¿Con que esas tenemos, eh? –dijo Anna algo molesta. Se sentó de nuevo en la silla, pero esta vez puso una cara un tanto afligida–. Elsa... no quiero perderte. Estás siempre estudiando, ya no hablamos, ya no vamos de compras... ya no hacemos muñecos de nieve.
Elsa suspiró, Anna había cambiado de táctica, la de choque no había funcionado, así que ahora probaba con la lastimera, tratando de buscar su fibra sensible, pero ya eran demasiados años. –¿No vamos de compras porque estoy estudiando siempre? ¿No será porque pasas todos los días con Kristoff? –inquirió ella con una mirada de arrogancia. Anna iba a decir algo, pero se lo pensó y calló. Sabía que su hermana tenía razón. Hizo un puchero, pero no se fue. Volvió a coger el bolígrafo y se lo puso entre la nariz y el labio superior, poniendo una cara graciosa que exasperó del todo a Elsa–. Oye, si quieres mañana vamos de compras pero por favor, deja de interrumpirme –concedió finalmente Elsa.
A Anna se le abrieron los ojos de emoción, pero después puso un gesto pensativo, como si acabase de caer en la cuenta de algo que había olvidado. –Mañana... mañana Kris y yo habíamos quedado en ir a su pueblo, ese que está en las montañas. –Elsa la miró con una sonrisa cansada. Acababa de darle la razón a lo discutido anteriormente. –Pero... puedes venirte... –dijo, como si estuviera haciéndolo sobre la marcha–. Sí, ¿por qué no? Vente con nosotros.
La cara de Elsa era un poema, no había esperado eso, aunque debía haberlo supuesto, la capacidad de improvisación de su hermana era espantosamente grande. –Oye, yo no... el tiempo... –se trabó Elsa.
Anna se levantó de golpe de la silla, ganándose una mirada molesta por parte de todos los que aún intentaban estudiar, aunque ella las ignoró. –Nos vemos mañana, hermanita –respondió burlescamente, poniendo especial énfasis en la última palabra y salió canturreando por la puerta. Elsa se maldijo interiormente y se cubrió la frente y los ojos con ambas manos.
Elsa estaba guardando una botella de agua y alguna barrita energética de chocolate en una pequeña mochila con bastante mala gana. Si bien era cierto que su hermana la había obligado a ir con ella a traición al pueblo de Kristoff, contaba con poder levantarse a una hora razonable, ducharse con tranquilidad, cepillarse el pelo y desayunar. Pero por supuesto, debía haber previsto que nada normal podría pasar con los planes improvisados de su hermana.
A las 7:30, Anna había recibido una llamada de su novio, apremiándola con la excusa de que si no salían pronto las carreteras se llenarían de coches y tardarían demasiado en salir. Como había sido su novio quien se lo dijo, salió disparada de su cama como un resorte y entró a trompicones en la de su hermana, gritándola que se despertara. Por supuesto que se había ganado un buen golpe en la cara con la almohada, ya que Elsa tenía unos despertares algo violentos si no la dejaban dormir. Al final, tuvo que hacer su papel de hermana mayor, resignarse e ir al baño a asearse la cara para despertar. Todo lo demás pasó corriendo. Anna se aseó más rápido que una parada de Formula 1, iba arriba y abajo por la casa, cogiendo ropa para el frío, llenando su mochila de gorros y bufandas que luego no usaría y cantando cualquier tontería. A diferencia de la pelirroja, Elsa necesitó mucho más tiempo para arreglarse, su cabello era largo, por lo que le costó secarlo y trenzarlo. Cuando salió del baño, Anna ya se había vestido por completo, llevaba un grueso abrigo y una bufanda que le tapaba todo el cuello, haciendo parecer que no tenía. Miró a su hermana esbozando una jovial sonrisa, a lo que Elsa respondió lanzándole una mirada con todo el odio que podía expresar.
Cuando hubo terminado de hacer su mochila, Elsa se puso una fina rebeca, ya que para ella el frío nunca había sido un problema, y se dirigió a la puerta, donde Anna la esperaba, gritándola esporádicamente que se diera prisa. Cuando ambas estuvieron listas, Anna abrió la puerta y Elsa miró sus pies. –¿Pretendes ir descalza? –inquirió con desdén. Anna sonrió, y subió corriendo a su habitación a ponerse unas botas. Elsa suspiró y salió fuera. En la entrada de su casa les esperaba Kristoff en su coche. Si es que a esa tartana se le podía llamar coche.
Cuando se acercó al coche, Kristoff salió de él rápidamente. El chico siempre le pareció guapo. Era rubio, con una complexión fuerte, marcados brazos, hombros anchos y una bonita nariz respingona. Pero lo que más apreciaba Elsa de él, era su personalidad. Desde que Anna rompió con su anterior novio, Hans, Elsa había puesto el listón de pareja para su hermana demasiado alto, casi de forma insalvable. Es más, le había hecho pasar un infierno al pobre Kristoff hasta que finalmente pudo darle su visto bueno. Sin duda él la amaba. –Hey Elsa, creí que al final no vendrías, con eso de salir tan pronto –dijo él, interrumpiendo las cavilaciones de la rubia–. Porque te lo dijo, ¿no? ¿Te dijo que saldríamos pronto?
–Oh, pues no, la verdad es que no me lo había dicho... qué cosas –respondió Elsa con una muy tristemente fingida indiferencia. «Tonta... Anna... te dije que se lo dijeras, ahora seguro que estará de morros todo el viaje», pensó Kristoff mientras esbozaba una sonrisa de disculpa. Él siempre había pensado que Elsa tenía una belleza impresionante, como alguien que no compite en la liga de los mortales. La típica persona que ves y piensas: es inalcanzable. Más aún viendo lo fría y distante que se comportaba con todo el mundo. Sólo gracias a la relación con su hermana, había conseguido comprobar que todo era una máscara, una coraza que por alguna razón ella había construido a lo largo de los años. Él ya le había preguntado a Anna el porqué de su actitud, y ella siempre le respondía que estaba relacionado con la prematura muerte de sus padres. «La maldición de tener que madurar demasiado pronto para hacerse cargo de su hermana y todas las obligaciones correspondientes», pensó Kristoff en ese momento.
Pero también él había conseguido comprobar, gracias a pequeños gestos, miradas o frases, que la "princesa de hielo" también tenía un corazón, uno bien grande. Se podía decir que él haría cualquier cosa por Anna, pero en comparación con lo que haría Elsa, se quedaba a la altura del betún. Ella se desvivía por su hermana, podría mover mundos por ella si era necesario. Pero también se dio cuenta de que poco a poco esa preocupación iba desapareciendo a medida que él había aparecido en la vida de la pelirroja. Elsa confiaba en él, y no había sido difícil, como cuando en una noche lluviosa la había invitado al cine, y gracias a Elsa, tuvo que quedarse media hora en la puerta de la casa, calándose hasta los huesos, hasta que la rubia había asomado la cabeza por la puerta y le había dicho que se fuera a casa, que Anna no saldría esa noche. Después recordó oír los gritos y protestas por parte de la pelirroja, pero sobretodo, se acordó la pulmonía que cogió al día siguiente.
Justo en ese momento, Anna apareció por la puerta, cargada con una mochila. El rubio se fue a donde estaba ella y la besó en los labios. –Oye, ¿nos vamos? –interrumpió Elsa a través de la ventanilla trasera.
Kristoff sonrió en dirección a ella, y después se volvió a Anna con una mirada cargada de reproche. –No le dijiste que teníamos que madrugar, ahora está enfadada.
–Bah, siempre está enfadada –respondió Anna, quitándole importancia con un gesto. Ambos se subieron en la parte de delante. El coche tardó un par de intentos en arrancar, probablemente debido al frío, o eso le pareció a Anna.
Llevaban varias horas de viaje. A cosa de las doce de la mañana, pararon y tomaron un almuerzo cerca de una gasolinera, y después siguieron. Anna se había quedado dormida con la cabeza apoyada en la ventanilla, babeando. Kristoff por su parte, había puesto la radio con el volumen bajo, y seguía conducía con seguridad por la desierta carretera. Elsa observa el paisaje. El pueblo de Kristoff estaba en las montañas, si mal no recordaba por las pobres explicaciones de su hermana. Sería el típico pueblo marginal lleno de nieve y con cuatro o cinco cabras pastando los últimos matojos de hierba que el invierno había considerado perdonar. –Podríamos haber salido a una hora normal y llegar por la noche, porque para el tráfico que hay... –comentó en voz baja, con exceso de ironía.
Kristoff sonrió con pesar. –Lo siento, Elsa –se disculpó él–. Tenía que haberme ocupado personalmente de decírtelo, como lo íbamos a organizar y esas cosas.
Elsa sonrió a su vez. –Era broma, no te preocupes –respondió con tranquilidad viéndole a través del espejo retrovisor. Tras un minuto de silencio volvió a hablar–. Me alegro de que seas tú quien esté con ella. Ya no tengo que cuidarla.
Kristoff pasó la mirada al espejo y de vuelta a la carretera. –Gracias. –Había sido sólo un momento, pero había sentido esa mirada de calidez, esa mirada que ella sólo reservaba a su hermana, pero esta vez, dedicada a él. Por dentro se alegró de que ella confiase en él de esa manera. Después pensó algo, aunque no estaba segura de si estaría bien preguntarlo. –Oye, Elsa... una pregunta.
Elsa lo miró con curiosidad. –Dime.
–Por... ¿Por qué no tienes novio? –dijo él con cuidado, pese a aparentar que estaba concentrado en tomar el desvío que hacía salir de la carretera principal y entrar en la carretera regional que llevaba al pueblo, mucho más pequeña y en peores condiciones, en realidad estaba atento a la respuesta de la rubia.
Ésta le miró divertida. –¿Has visto a algún chico que se haya interesado en mí? –respondió con otra pregunta.
Kristoff iba a responder un "por supuesto que sí, ¿quién no?" pero entonces se puso a pensar... Ella tenía razón, nadie había mostrado interés alguno por ella. No porque fuera fea, ni mucho menos, era por lo contrario. A ojos de la mayoría de chicos ella estaba fuera de sus posibilidades; seria y ocupada en sus libros de texto, o con su hermana. Tendrá novio, había oído decir a algunos chicos del campus. Maldita ignorancia, por ser tan guapa estaba sola. –Ya veo... quizá si salieras más con los de clase.
Elsa se apoyó en la ventanilla. Justo en el lateral de la carretera se extendía un frondoso bosque de pinos salpicados con nieve blanca y limpia. Le pareció ver a unos niños jugando entre los árboles, pero pasaron demasiado rápido para que pudiera fijarse en ellos. –No, no me gustan las fiestas, demasiado ruido, demasiado calor, demasiada gente... yo prefiero estar más apar...
Una gran sacudida en el coche hizo sobresaltó a todos los ocupantes. Hasta Anna se despertó. Elsa se puso rígida, agarrándose fuerte al manillar de la puerta. Kristoff tiró del freno de mano y pisó también el pedal. –¡Creo que hemos pinchado! –gritó, respondiendo a la pregunta obvia. El frenazo echó hacia delante a todos, y de no ser porque llevaban el cinturón, habrían salido despedidos por la luna del coche. Elsa, que había estado apoyada contra la ventanilla, se dio un golpe en la sien que le dejó un poco aturdida. Cuando el coche paró definitivamente, todo se quedó en un gran silencio–. ¿Estáis todas bien? –preguntó Kristoff.
–Sí... uf... qué golpe... –se quejó Anna–. ¿Tú qué tal, Elsa? –preguntó dándose la vuelta, pero cuando la vio pegó un grito. –¡Elsa!
Kristoff se dio la vuelta alarmado por la reacción de su novia. Cuando vio lo que ocurría suspiró. Un pequeño hilo de sangre le caía a Elsa por la mejilla. Se había hecho un rasguño por el golpe, pero nada grave. –Oye, Anna... no grites tanto, que me duele la cabeza –se quejó Elsa. Anna rió nerviosamente al ver que su hermana estaba bien.
Anna y Kristoff se bajaron del coche. Anna fue rápidamente a ayudar a Elsa a salir, mientras que su novio se agachó junto a la puerta, haciendo un recuento de los daños. Se habían pinchado la rueda delantera izquierda, y para colmo, vio como un líquido rosado salía de la parte baja del coche. –Mierda –susurró Kristoff viendo la situación en la que se encontraba.
Anna estaba ayudando a Elsa a sentarse en el arcén, ya que se encontraba algo mareada por el golpe. –¿Qué pasa, Kris? –preguntó ella.
Kristoff se incorporó y empezó a mirar a su alrededor, como buscando algo. –Hemos pinchado, Anna. Y parece que tenemos una fuga en el conducto del anticongelante –explicó él sin mirarla–. Pero creo que sé donde estamos, me parece que hay un área de servicio con gasolinera por aquí cerca, quizá pueda comprar un parche o algo. Iré a ver.
Anna se puso de pie. –Voy contigo –dijo, sorprendiendo a su novio. Cuando iba a replicar ella continuó–. Elsa se dio un golpe, tengo que comprar un botiquín.
–Hey, Anna. No montes tanto escándalo –dijo Elsa con voz tranquila–. Sólo ha sido un golpe.
Anna miró a Elsa de soslayo. –Y por eso estás sangrando, ¿verdad? –dijo señalando al pequeño hilo de sangre seca que tenía en la mejilla. Claramente la herida ya había dejado de sangrar–. No y no, te quedas aquí a vigilar el coche.
Kristoff la miró impresionada, Anna nunca usaba un tono imperativo como ese, siempre era Elsa. Supuso que esa tensión reflejaba la preocupación que sentía Anna por su hermana mayor. Se encogió de hombros y se dirigió a Elsa. –No te preocupes, volveremos pronto.
Ya había pasado media hora desde que Kristoff y Anna se habían ido al área de servicio. Elsa seguía esperando pacientemente con la cabeza apoyada en una mano. El dolor había mitigado un poco con el frío del ambiente, pero aun así, seguía molestándole. Se puso en pie y se acercó un poco al comienzo del bosque, donde ya había restos de nieve. Gracias a las condiciones climáticas del lugar, había toneladas de nieve. El hecho de que nevase con frecuencia, el incesante frío invernal y la ausencia de contaminación creaban el escenario propicio para ello.
Elsa cogió un puñado de nieve y se quedó mirándolo, disfrutando de la esponjosa textura que ella ofrecía y veía como su calor corporal iba derritiendo lentamente la base de la misma. Con la ayuda de la otra mano comenzó a darle forma de esfera. Fue entonces cuando oyó una carcajada arrastrada por el viento. Se oía infantil e inocente. Elsa miró alrededor, tratando de buscar al dueño de esa risa. Se adentró un poco en el bosque, notando al instante como la temperatura bajaba, principalmente debido a la fotosíntesis de los árboles. Continuó andando con cautela. Sólo por un instante. vio una figura vestida de blanco perderse entre los troncos de los árboles. Volvió a escuchar esa cálida risa, pero en esta ocasión era más de una voz. Elsa gritó, tratando de llamar la atención de esa persona, pero ésta no debió de darse por aludida. A lo lejos volvió a ver la silueta, pudo distinguir que llevaba bufanda.
Bien, no me matéis todavía xD este capítulo era puramente introductorio, en el siguiente ya saldrá Jack. Espero reviews para que me digáis qué os va pareciendo, yo os lo agradecería. Nos vemos la semana que viene :3