Disclaimer: Total Drama series no me pertenece, sino que a Jennifer Perth y Tom McGill. Escribo por diversión, no por dinero y blah, blah, blah...
Resumen: Scarlett poseía un poder único que la hacía diferente y especial. Pensó que nunca conocería a nadie cómo ella. Hasta que encontró a Max, y con él, un mundo que jamás imaginó. / AU. Scax (Scarlett/Max)
Prólogo
Era típico.
Parecía que sus padres se ponían de acuerdo entre ellos, para mudarse a otra ciudad cada vez que comenzaba a acostumbrarse a la actual.
No había otra explicación. ¿Por qué otro motivo sería ésta su segunda mudanza del año, y la onceava de su vida?
Suspiró pesadamente, acurrucándose en aquel asiento de autobús, casi adoptando una posición fetal. No podía decir que estaba nerviosa, porque luego de haber pasado tantas veces por lo mismo, ya estaba por demás acostumbrada.
Era la misma sensación de siempre, la sensación de no pertenecer. También estaba acostumbrada, pero eso no hacía que le molestara menos.
Vio con pereza cómo las gotas de lluvia resbalaban por la ventanilla, casi jugando una carrera, que fue ganada por la gota más regordeta entre ellas.
Scarlett odiaba los días de lluvia. En ellos, se sentía terriblemente débil. Sin ganas de moverse. Sin ganas de nada.
Sus padres y su hermano mayor creían que eso se debía a que la lluvia tenía un efecto negativo en su ánimo. Estaban equivocados, pero no demasiado.
No, no le gustaba la lluvia. Lo único bueno que ésta tenía, era el delicioso aroma a tierra mojada que dejaba al marcharse. Scarlett amaba ese aroma, casi tanto como amaba el aroma de un libro nuevo, o un champú con esencia de fresas.
La lluvia no afectaba del todo su ánimo. Afectaba su vitalidad, se la arrancaba de raíz.
Y es que es difícil para alguien que puede generar fuego con sus manos soportar miles de pequeñas gotas esparciéndose por cada resquicio de piel que encontraban.
Al principio, Scarlett creía que todo el mundo era igual que ella. Creía que todos podían encender una montaña de hojas en llamas. Creía que era normal.
Pero con el correr de los años, se dio cuenta de que no era así. Se dio cuenta de que aquello sería mal visto por los demás, fruto de la envidia o el miedo. Con el correr de los años, Scarlett creció.
Y al crecer, aprendió a ocultar aquello que la hacía diferente. Nunca pensaba en hacer brotar llamas desde sus dedos, como si estos fueran diminutas y delicadas antorchas. Porque si lo pensaba, ocurría. Y si ocurría... estaba perdida.
Se concentró en cosas que pudieran distraerla. Descubrió el placer de la lectura, y la capacidad de un libro de transportarla a otros mundos, mundos que jamás conocería si no fuera por ellos.
También dedicó su tiempo a sus estudios, desesperada por destacar en algo que no fuera su extraña condición. Una silenciosa forma de ocultar aún más en el fondo de su ser, aquello que la atormentaba.
Se enderezó un poco al darse cuenta de que estaba llegando a su destino. La Secundaria Pahkitew. Según su madre, tenía las mejores recomendaciones, los programas de estudio eran prometedores... y no pudieron conseguir nada mejor en tan poco tiempo.
Bajó del autobús luego de empujar a varias personas en el camino. Había pedido permiso varias veces, y como nadie se apartó, se dispuso a repartir algunos empujones. Poco le importaron los reclamos e insultos que recibió.
Apenas tocó la acera con sus zapatillas planas negras, alzó la vista para admirar el enorme edificio que se erguía frente a ella.
"Escuela Secundaria Pahkitew.
Educación, educación, y nada más que educación."
Aquello era lo que rezaba el vistoso muro de mármol en la entrada. Scarlett frunció los labios. Con un lema cómo ese, sinceramente esperaba todo lo contrario.
Recargó su mochila en su hombro, y soltó un suspiro. Luego de esconder un rebelde mechón de su cabello pelirrojo tras su oreja derecha, avanzó hasta la puerta principal, rechazando con esfuerzo la idea de darse la vuelta y correr lejos, lo más lejos que sus piernas le permitieran.
Estiró su brazo para empujar la puerta y entrar, pero alguien tiró de ésta antes. Salieron corriendo un par de adolescentes, uno de ellos empujándola en el proceso, seguramente sin intención. Scarlett luchó por mantener el equilibrio, y cuándo lo logró, se contuvo de gritar un par de improperios para entrar de una vez.
El lugar parecía aún más espacioso estando adentro. Los casilleros de alineaban elegantemente en continuas hileras, y varios estudiantes se repartían alrededor del recibidor.
Scarlett supo que debía buscar su casillero, y por eso sacó de su mochila un pequeño mapa de aquel gigantesco lugar. Comenzó a caminar, bastante segura de que parecía un patito mareado, viendo a todos lados a cada rato, buscando a su mamá.
Recorrió algunos pasillos, doblando en algunas esquinas, y retrocediendo en otras. Frunció el ceño, culpando mentalmente a su tonto mapa. ¿No debía ser sencillo y fácil de leer? Más que una guía a través de una Secundaria, parecía un mapa del tesoro.
—Ehm... ¿disculpa?
Scarlett se sobresaltó un poco, y se dio la vuelta bruscamente. Vio a una chica frente a ella, con una pequeña sonrisa conciliadora en sus labios. Sus rasgos parecían orientales, pero su piel no era muy clara. Sus bonitos aretes de plumas rojas llamaron su atención.
—Hola—saludó la chica con voz suave, ladeando un poco su cabeza hacia la derecha—. Eres nueva, ¿cierto?
La pelirroja asintió levemente, logrando que la sonrisa de su interlocutora se ensanchara.
—Lo supuse. Mi nombre es Sky—se presentó, tendiéndole una mano que ella estrechó brevemente—. ¿Y tú eres...?
—Scarlett.
—Oh. Bonito nombre. ¿Me permites?
Scarlett dudó unos momentos, pero le entregó el mapa, dónde señalaba con la tinta azul de su bolígrafo dónde se suponía que estaba su casillero. Sky sonrió.
—Es hacia el otro lado... ven, te guiaré—se ofreció, y sin más comenzó a caminar y en la dirección correcta
La pelirroja decidió seguirla, acomodándose sus gafas, que se le estaban resbalando por la nariz. En silencio, regresó por pasillos que reconoció, y otros que no.
Sky se detuvo al fin, frente al casillero que reconoció como suyo por un número negro pintado sobre el metal rojo.
—Aquí es.
—Muchas gracias—respondió amablemente, tomando de nuevo el papel que la chica le devolvía, y se dispuso a abrir su casillero
Mientras acomodaba sus libros dentro del limitado espacio, no pudo evitar sentirse observada. Casi pudo jurar que Sky no se había movido de allí, y lo pudo confirmar al verla moverse para posicionarse a su lado, o bien, para hacerse visible.
—Entonces, ¿cuál es tu salón?—preguntó, observándola terminar su quehacer
—Es el salón 5-B—susurró ella, por fin cerrando la puerta metálica
—Oh, no puede ser. ¡También es el mío!
Scarlett se esforzó en formar una sonrisa, pero tuvo la sensación de que sólo había logrado mostrar una mueca. Sky, por su parte, rió un poco.
Le hizo una ligera señal con su mano, indicándole tácitamente que la siguiera. Scarlett no estaba muy acostumbrada a seguir a perfectos desconocidos, pero a sabiendas de que nunca llegaría al salón por su cuenta, no tuvo otra opción.
Siguió sus elegantes pasos, jugueteando con las mangas de su suéter amarillo de lana. Con sorpresa, la vio detenerse frente a una puerta abierta, y apartarse para dejarla pasar primero en un gesto ligeramente burlón.
Al entrar, Scarlett vio que el ambiente dentro de aquella habitación era distendido y relajado. Las sillas repartidas por todos lados, y los alumnos se sentaban dónde les placía. Scarlett nunca había visto tal demostración de desorden en un salón de clases.
Tímidamente buscó un asiento libre, pero Sky la tomó del brazo con delicadeza, para guiarla a un asiento junto al suyo. Scarlett reprimió una mueca, pero finalmente se sentó allí. "¿Qué más da?", pensó.
Vio a su alrededor, examinando sin mucho interés a la variedad pintoresca de alumnos a su alrededor.
Pudo distinguir a un par de gemelas rubias, que a pesar de ser idénticas, se veían distintas en sus uniformes de porristas, pero al intentar identificar más personas, oyó que la puerta se abría de repente, y por ella entraba un hombre sonriente, captando su atención.
Vestía informalmente, y tampoco se había afeitado. Tenía una barba incipiente, y su cabello azabache estaba algo despeinado.
—Buenos días, buenos días—soltó en la forma de un alegre y desafinado canto, recibiendo saludos parecidos por parte de sus alumnos habituales
Él soltó una carcajada ante su entusiasmo, y tomó asiento despreocupadamente sobre su escritorio de caoba. Scarlett pudo sentir su mirada sobre ella, y apartó la vista, abochornada.
—Vaya, parece que tenemos una nueva alumna—anunció, y cual si fuera un detonante, todos los ojos se volvieron hacia ella—. Soy Chris McLean, profesor de éste grupo. Tu grupo.
La pelirroja asintió una sola vez, aún avergonzada, e incómoda por ser el centro de atención. Podía sentir todas aquellas miradas sobre ella, escrutándola, como cientos de agujas perforando su piel. No le gustaba esa sensación.
—¿Por qué no te pones de pie, y nos cuentas un poco sobre ti?
Y aquella pregunta, que más bien cumplía la función de orden por parte de su profesor no logró mejorar su ánimo. Tomó aire, y lo soltó lentamente, aún ante aquellas miradas atentas que seguían sus movimientos.
Se puso de pie, fijando su vista en un punto inexistente frente a ella.
—Mi nombre es Scarlett, y ésta es la tercera... esperen, no, la cuarta Secundaria a la que asisto—resumió con voz apagada, concentrando sus esfuerzos en no comenzar a estrujar sus manos—. Lo más probable es que deba mudarme en unos meses, aunque si tengo suerte, terminaré éste curso aquí. Depende de mis padres. Así que... no se acostumbren mucho a mi presencia.
—¿Aire, tierra, agua o fuego?
Al escuchar esa voz, algo rasposa y despectiva, buscó con su mirada al autor de esa pregunta. Lo encontró en un muchacho sentado al fondo del salón, completamente alejado de los demás. Lo que más le llamó la atención de él, además de su extrema palidez, era su estridente cabello morado. Nadie nacía con ese color de cabello, se dijo a sí misma. Era un tinte, y uno de calidad.
Lo observó de forma interrogante, recibiendo de él una mirada vacía, y aún así, expectante por una respuesta de su parte.
Scarlett titubeó. No sabía a qué se refería con tal pregunta. No creía, ni quería saberlo. Aún así, ¿qué posibilidades había de que ese regordete y bajito muchacho supiera su secreto, el que ni siquiera su familia podría imaginar? Absolutamente ninguna.
—Fuego—soltó entonces, con bastante seguridad, y sólo por dar una respuesta
Vio al chico formar una pequeña sonrisa torcida, y asentir una sola vez.
—Eso pensé.
Luego de eso, oyó algunos murmullos entre sus compañeros, y supuso que ellos se preguntaban de qué demonios estaban hablando. Oyó el ensordecedor sonido de una bocina, y volvió su vista al frente, hacia el profesor que sostenía dicho objeto en su mano con una pequeña sonrisa.
—Toma asiento, Scarlett—concedió, asintiendo en su dirección—. Y no escuches a Max. Él es raro.
Ella obedeció, escuchando al chico llamado Max bufar, como desmintiendo las palabras de su profesor. Sky le dio un suave apretón a su brazo, llamándole la atención, por lo que pudo ver la sonrisa amable que le ofrecía.
Se esforzó en devolverle el gesto lo mejor que pudo.
—Bien, chicos, saquen sus libros de Álgebra—ordenó el profesor McLean, dejando la bocina sobre su escritorio y poniéndose de pie, tomando un marcador negro—. Repasaremos ecuaciones, nada muy difícil, pero según sus pruebas del mes pasado, son pésimos en esto...
Scarlett sacó su libro de su mochila despacio, y su compañera de pupitre le enseñó en que página se habían quedado. Mientras reojeaba la página indicada, oyó algunos murmullos cerca de ella.
—Fuego...—susurró una de las gemelas rubias, con una pequeña sonrisa ilusionada
—Cálmate, Samey—le ordenó su hermana con tono autoritario—. Seguramente ella es mejor que tú.
La pelirroja frunció un poco el ceño al escucharlas, pero decidió no prestarles más atención. Tenía que concentrarse en la clase, para poder obtener excelentes calificaciones desde el mismísimo primer día.
Sin embargo, su mirada no pudo evitar buscar nuevamente al chico de aquella inquietante pregunta.
Notó que él también la observaba, con la misma intensidad que antes, inquisidor y curioso. Apartó la vista, abochornada.
Max era raro.
¡Hola!
Síp, nuevo fic.
Ahora, aclaremos algunos puntos importantes. Ésta historia comparte su idea principal con El Tesoro Perdido de Pahkitew, de la grandiosa Umeki-Nara, pero ambos tienen tramas completamente distintas. Algunos personajes tendrán ciertas similitudes (?), lo entenderán al leer, y eso se debe a que planeamos algunas cosas juntas.
Ya verán que las historias no tienen casi conexión entre sí. Aún así, lean El Tesoro Perdido de Pahkitew, porque promete muchísimo. Y es fantástico, como todo lo que escribe Umeki-sama *O*
Los que me conocen sabrán que tengo la necesidad de responder cada review que recibo. Los que no me conocen, pues ahora lo saben.
Si les gustó, pueden dejar un review. Y si no les gustó, también. Las críticas constructivas son altamente aceptadas.
Creo que eso es todo.
¡Nos leemos!
_-*-_-*-_KovatePrivalski97._-*-_-*-_