Los personajes no me pertenecen, son prestados para esta historia que invente y espero que la disfruten.


Empatía 3: especial

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Le gustaba estar al aire libre.

Entre los árboles se apreciaba el vuelo exiguo de un ave con pecho amarillo. El lugar se hallaba bordeado por vegetación poco tupida. Era una zona muy conocida de acampada, y sus padres había organizado una reunión, como él lo entendía un tipo de excursión para conocidos. Aunque el lugar, tenia sospechosamente más gente de la que se suponía.

Mientras miraba a todos los niños jugar cerca del lago, una envidia dolorosa comprimía su pecho.

Las risas divertidas llegaban a sus oídos, pero él no se podía sentir más molesto.

Tantos niños a sus alrededor y ni uno se acercaba.

En su infantil mente no entendía por completo el miedo de los otros y apretó los puños hasta el dolor, por la frustración. Y en un intento físico de controlar sus mente apretó más sus manos.

Deseaba ser como ellos, participar en simples juegos de poder que no dañaban a nadie. Y es que para un niño de 9 años levantar una roca con la mente era sencillo. Especialmente si querías probar tu habilidad a los otros niños. Sin embargo, ya hace dos años que sus habilidades psíquicas habían aparecido y desde entonces los otros niños no lo incluían en sus juegos.

Todo ellos estaba aterrados de él.

Eso se debía a que el despertar de sus poderes fue francamente impredecible, además de escalofriante.

Nació maldito. Así se sentía.

Empezó a patear guijarros del camino de piedras sueltas que se encontraba bajo sus pies, con esa emoción de vacío que le daba amargura, todavía con esas acciones no lograba aliviarlo. Tenía prohibido usar sus habilidades en público, era demasiado peligroso y aun no controlaba el flujo de energía que corría como una batería inagotable por su mente.

Una simple piedrecilla floto junto a un niño que se concentraba completamente en ella.

Ojala fuera tan fácil. No, al revés, más difícil. Si él quería levantar una insignificante piedrecilla, se levantaban todas a su alrededor, cien de ellas. Unas veces podía ser tranquilamente y otras, como las dos últimas veces al entrenar con su padre, se alzaron como el estallido de varias armas, con la violencia de un litigó mortal cruzaron en aire y cortaron todo lo que estuvo a su paso. Ahora su progenitor tenía una cicatriz larga y vertical en la mejilla derecha, un recordatorio de que debía entrenar mucho más si no quería acabar con la vida de sus padres y dejarse huérfano a sí mismo.

Tragando la amargura de ese pensamiento realizó una media vuelta, dando espadas a esos niños, y enviando a lo más profundo de su corazón los sueños infantiles de jugar con normalidad. De tener un amigo.

Fue a buscar a sus padres entre esa gran reunión de gente. Lo único que le quedaba por hacer era prestar atención a las charlas intensas que se desarrollaban. Cosas sobre la reciente corrupción de consejo gobernante y la necesidad de proteger la vida de los empáticos que carecían de poder de ataque.

Él no entendía mucho, pero era mejor que enfrentar el desprecio de los otros niños, o peor, sus mirada aterrorizadas aún cuando el no deseaba dañarlos.

No lo soportaba, y prefería aburrirse con la plática de los adultos.

Pronto vio a sus padres, quienes estaban rodeados por un tumulto de personas de diferentes etnias. Varios de ellos daban sus opiniones al respecto sentados junto a sus progenitores en una gran mesa alargada de madera. Unos estaban parados tratando de escuchar mejor, otros cuantos asentían o negaban, era una cosa interesante de ver.

Sin embargo no fue eso lo que detuvo en seco sus pasos, fue la pequeña niña peña peli rosa que acababa de soltar la mano de su madre. Su vestido rojo se ondeaba con el viento y su mirada verde saltaba de un lugar a otro como si no supiera a donde ir. La pequeña, que lucía un tanto más joven que él, encendió algo desconocido y apremiante en su interior, en lugar donde segundos antes un hueco negro lo agobiaba, ahora la nerviosa curiosidad empezaba a pulsar.

Llevado por esa sensación de euforia empezó a caminar a donde la niña cortaba flores amarillas. A medida que se aceleraba se hacía más nítido el sonido de su tarareo inocente, así como el aumento en el repiqueteo de sus latidos.

Por un momento se preguntó si estaba enfermo, pero lo descartó ya que hace dos días acababa de tener su chequeo médico y el doctor dijo que estaba muy sano. Que era muy fuerte…

Bueno, él no se sentía de esa forma ahora mismo, con su cuerpo convirtiéndose en un nervio a la expectativa.

-Ho-hola –logró decir nervioso, temeroso de que al verlo, ella también saliera corriendo. Ella no contesto y eso le dolió más que con los otros niños, porque esta vez puso en ese pequeño esfuerzo, una esperanza que finalmente nunca tuvo. No obstante los segundos pasaron y la niña no corrió lejos de él. Esa preciosa criatura, de grandes ojos verdes, continuaba mirándolo, la expresión fascinada de la pequeña hizo que todas sus células saltaran de sorpresa. Por primera vez en su vida se ruborizo y como en un reflejo de sí mismo, la niña también lo hizo -¿quisieras… ser mi amiga? – se atrevió a decir debido a las respuestas de ella a su presencia, y más aun ante la posibilidad de ser aceptado por alguien más que por sus padres.

La peli rosa asintió lentamente, y así igual de lentamente se fue acercando a él sin apartar esos desconcertantes ojos jade de su rostro, como si pudiera saber lo que él sentía y fácilmente viera al verdadero Sasuke. No al niño que trataba de ser fuerte y ecuánime, sino al que no deseaba estar solo. Una vez estuvo cerca, ella levanto la mano y con la delicadeza de su edad apartó algunos mechones negros que ocultaban parcialmente su cara.

El inesperado contacto lo hizo contener la respiración.

Estaba tan cerca de ella que podía ver sus pecas rosadas esparcidas en sus mejillas y nariz. Lo suave que se veía su piel, y la mirada amable e inocente en sus ojos. Una mirada dedicada a él.

Mía.

La palabra por si misma era extraña, pero la sensación de pertenencia era indudable.

-Aléjate de él niña – la voz hizo respingar a la pequeña, que volteó algo alarmada en dicha dirección. Unos cinco niños mayores que le pequeño Uchiha formaron una dispareja fila india a unos pasos de ellos dos y sus miradas iban desde la temerosa, hasta la despreciativa –él te va a lastimar.

El pecho del moreno de nueve años se hundió ante tal acusación. No podía negarla porque era cierta, ahí estaba su padre como muestra. Y demás accidentes por no saber controlar sus dones, donde más de uno salieron heridos. Incluso llegaron a decirle asesino.

A su edad la sola idea de haber matado a alguien, inclusive si era por accidente, le daba arcadas.

Para su renovada sorpresa, la pequeña no se movió de su lado. Más bien frunció sus cejas rosadas a los niños mayores que se habían acercado y les saco la lengua con arrebato.

Por primera vez en toda esa tarde empezó a divertirse, y una tenue sonrisa curvo sus labios.

-no sea tontita –dijo el niño mayor de ese grupo, tratando de engatusar a la pequeña – nosotros de cuidaremos y puedes divertirte más. Te compramos un helado su quieres - su sonrisa trataba de ser indulgente y la verdad era que su aspecto era por mucho, mejor que el de Sasuke. Sus suaves cabellos rubios brillaban, hacia ondas en su frente, y sus ojos era de un gris plata tan claro que parecía brillar a la luz, además que no tenía en su piel un solo rasguño como los que el mismo había adquirido con el arduo entrenamiento de su padre –ven…–el tono era amistoso y el muchachito rubio le ofreció la mano a la pequeña.

Sasuke apretó los puños con renovada frustración. Si fuera un niño promedio, podría decir algo reclamar o pelear. Pero no lo era y si descontrolaba, aunque fuera un poco, era capaz de matar a alguien. De hacerlo pedazos.

Trago pesado. No mataría, incluso si eso le partía en dos y arruinaba todas sus esperanzas.

Con estupefacción vio como, una vez más la niñita despreciaba al otro niño dando un guantazo a la mano que este le ofrecía.

-¡No! –Exclamó ella enojada –¡es yi amigo! –Dijo convencida, aferrada como una lapa al brazo infantil del joven moreno que no se movió de estupefacción- ¡vete, shu, lo lastimas! –las palabras lo tomaron desprevenido y respingo.

¿Cómo sabía ella que le dolía?

-¡Como quieras niña tonta! –eso fue lo último que supieron de ese grupo.

Durante toda la tarde la peli rosa no soltó su mano y continuó observándolo abstraída en alguna cosa desconocida que él pudiera poseer. Su frustración se desvaneció por la alegría de poder jugar con alguien.

A pesar que la madre de la niña le dio una mirada ansiosa, también hubo en eso ojos tan verdes como los de la pequeña Sakura, una chispa de entendimiento. La dejo a su cargo esa tarde, jugaron mucho mientras los adultos continuaban con el debate.

Todavía con la notoria diferencia de edades, y las palabras que Sakura no lograba pronunciar bien, él no se podía sentir más feliz.

Cuando llegó la hora de partir una tristeza más profunda se introdujo en él. La idea de no verla más era angustiosa. Y por lo visto no solo él se sentía así.

-¡No, no, me vo con Sasu-un!- gritaba ella apretada a su tronco como si él fuera un salvavidas –he queyo coo Sasuk-un - lloriqueó. Sasuke acarició sus cabellos rosas para calmarla, aunque él se sentía igual de agitado.

-Por favor Sasuke-kun –dijo entonces la mamá se Sakura -ayúdame a que te suelte, trata de aflojar sus manos de tu cuerpo – pero por primera vez en su corta existencia estuvo enormemente tentado a aferrarse a la peli rosa igual que ella lo hacía a él. Sin embargo, los cansados ojos verdes de la mujer mayor lo miraban con anhelo y con un brillo incomodo que no supo identificar.

Suspiró.

¿Qué más podía hacer?

- Oi, Sakura – él levanto su redonda carita con sus dos manos –me aprietas mucho –ante su afirmación ella dejo de apretarlo, pero de todas maneras se aferró a su camisa blanca.

Las miradas de los únicos cuatro adultos que quedaban, se mantenían sobre ellos dos.

Era extraño que los mayores estuvieran tan callados y a la espera.

-¿Mamaña bujamos ota vee? – la lagrimitas era pequeñas gotas en la comisura de los verdes ojos, y el infantil Uchiha se sintió conmovido por la inocencia de ella y su fuerte deseo de permanecer a su lado -¿shii?

No quería irse y la abrazó con la incertidumbre de si volvería a verla.

-Sí, mañana vamos a jugar otra vez – solo que no sabía, y no creía que eso fuese probable. Solo con esas palabras la niña se soltó de su ropa y le dio los brazos a su madre.

-Muy bien hijo – lo elogio su padre con orgullo y gravedad como si supiera algo que el mismo desconocía. Y mientras veían como la otra familia iba a su transporte dinámico, algo por dentro lo lastimaba.

Más tarde atravesaba la carretera en silenció, su madre dormía profundamente, y solo su padre y él iban despiertos.

-¿papá? – llamó la atención del mayor sin poder evitarlo.

-¿Sí? –fue todo lo que dijo concentrado al frente.

-¿volveré a jugar con Sakura? – algo que necesitaba saber, en lo que no podía dejar de pensar todavía si la pequeña tenía tan solo 3 años y el 9, estar con ella lo alegraba.

-Sí hijo... –suspiró Fagaku dándoles a su voz un tono comprensivo - Mañana se mudan a la casa vecina – las palabras fueron como una cascada que le inundó de renovada energía.

-¡¿De verdad, papá?!- prácticamente salto el muchachito en su asiento. Ese asomo emocional no propio de él, de dio vergüenza –yo…

-De verdad Sasuke – la diversión destilaba en la voz de su padre, y por una vez esa cara cansada del hombre que era su progenitor y entrenados sonrió en su dirección con un brillo pícaro que lo ruborizo.

-¿queeeé?

-Nada Sasuke, nada – le dijo el mayor sin perder ese brillo que lo cohibía.

No se podía imaginar que in año después, cuando pensó que sería feliz y veía en esa pequeña algo más que a una familia, le arrebatarían todo en unas cuantas horas.

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Bien, este es el especial de cómo se conocen Sasuke y Sakura. Espero le haya gustado. Pienso hacer dos especiales más entre capítulos ya que ellos conviven por un año (como amiguitos) antes de que pase lo del primer capítulo.

Muchos saludos

Correcciones en un mes.