Capítulo 4

Pasaron las horas y el pequeño grupo de Kuvira salió de la biblioteca con la impresión de que podrían deshacerse del suspenso en Francés. Su profesora provisional era una de las mejores alumnas y además habían repasado todos y cada uno de los temas que, según la asesora, aparecerían en la evaluación.

Kuvira se quedó limpiando el desorden que habían dejado atrás sus pupilos. ¿Cómo era posible para nueve personas dejar un desastre así? Soltó un suspiro, al menos después de eso era completamente libre y apenas eran las 8:30. No se había equivocado, las cosas iban marchando bien. Al menos tendría tiempo para ella.

Se dirigió a la cafetería para tomar algo caliente antes de dejar sus bitácoras en la sala de profesores. Ordenó un café negro con infusión de frutos rojos, una recompensa merecida por el esfuerzo que había florecido esa mañana. Se sentó cerca de una ventana, y procedió a hundirse en uno de sus libros.

El vapor había dejado de salir del termo. La bebida había cedido a la temperatura a su alrededor. Kuvira se perdió en su lectura por completo. Un silencio casi mortal imperaba por todo el lugar hasta que alguien se detuvo delante de ella tomando su libro sin mucho cuidado, casi arrebatándolo de sus manos.

—Veinte mensajes de texto sin contestar son suficientes como para hacerme pensar que moriste —Dijo Korra con aire exagerado.

—Creo que bien sabes cuánto odio que hagas eso —Dijo sin subir la mirada.

—Vaya, tan temprano y estás en ese humor, ¿qué sucede? —Los ánimos de la morena bajaron de inmediato a las profundidades del inframundo.

—Nada en especial... —Tenía tantas cosas en mente. —Tuve 96 en Historia y mi grupo tiene examen pasado mañana. Todo tranquilo.

Tomó el delgado libro de las manos de su amiga mientras se sentaba, lo dejó junto a su mochila que no era más que un escurridizo costal de tela de Ba Sing Se.

—Acabo de ver a Suyin... —Dijo Korra con intención de cotillear.

Kuvira levantó una ceja mientras tomaba un sorbo de su café y abría las noticias en su teléfono.

—Izumi estaba hablando con ella...

—Normal, ¿no? —Siguió concentrada en su lectura.

Un pesado silencio rodeó a las dos chicas. Korra miró el libro que estaba leyendo su amiga. Las Batallas en el Desierto. La historia de un muchacho que sin planearlo ni pensarlo tenía que adaptarse a sus nuevos cambios. La globalización imparable luego de una revolución. Y sobretodo, la revolución en su cabeza tratando de lidiar con el amor. Cualquier joven de su edad pasaba por ello. Era ridículamente normal. Lo complejo para buena o mala suerte, era que se había enamorado perdidamente de la madre de su mejor amigo, y todo el mundo se enteró luego de un tiempo. Tal vez era predecible que Kuvira estuviera leyendo una novela así pero solía cambiar de una historia a otra dependiendo de su humor. Y eran esas mismas historias las que maleaban sus emociones por el resto del día, quizá por el resto de la semana.

—¿Me estás escuchando? ¿Qué tanto piensas?

Los delgados labios apenas se abrieron. Dejó su dispositivo en la mesa e inclinó su cabeza hacia atrás dejándola reposar sobre sus brazos flexionados detrás de su nuca. Miró al techo y dio un suspiro seco.

—Me besó... —Una sonrisa pícara se escapó mientras articulaba las palabras. La atónita reacción de su amiga era invaluable. —De vuelta a casa, ayer.

—Pero... Espera... ¿Qué? —No podía creerlo.

—Tomaré la libertad decir que fue lo mejor que me ha pasado... —De un momento a otro su sonrisa se tornó cínica. —La culpa nunca se había sentido tan bien.

Korra había recobrado la compostura, comenzaba a asimilar las escasas palabras de Kuvira. La entendía vagamente, o al menos eso era lo que creía. Quizás era eso de lo que hablaban Izumi y Su. ¿En verdad podía decirle que la había visto con los ojos llorosos? Parecía estar en su propio universo. Aunque era posible que supiera del daño que se avecinaba.

—Sé que es casada, todo el mundo lo sabe. Simplemente no es algo que pueda evadir. Ella tampoco puede y entonces... Sólo sucedió. —Su voz se tornó arrogante.

—Pero...

—No me atrevería a destrozar un hogar, no soy capaz. —Miró a la ventana con cierto remordimiento —Hoy por la mañana no tocamos el tema. Vi que llevaba una de las flores en su bolso. Quizás tampoco de vuelta a casa podamos hablar. Volveré en bicicleta y dudo que quiera ir a pie, no le agrada el viento.

Tu dois oublier...

Ta gueule, sé bien que las cosas pueden ser un desastre. Acompáñame a entregar mis bitácoras. —Guardó el libro, su móvil y tomó su termo —Si voy contigo y la encuentro no será tan incómodo. Andando.

—Korra-Escudo-Social reportándose a sus labores debidas —Dijo levantando un brazo en forma de saludo militar.

Las escaleras siempre parecían interminables y a pesar de ser más de mediodía, el caprichoso clima en Zaofu no había cedido. La niebla se colaba desde los pasillos descubiertos y vagaba sin problemas helando los alrededores y dejando poca visibilidad al paso de las dos jóvenes. Todo parecía mudo y solitario.

Al entrar a la sala de profesores, Kuvira se limitó a dejar el sobre con las bitácoras en el escritorio de la recepción. No había ni un alma además de la poco amistosa secretaria del coordinador, quién parecía impaciente por largarse. Llenó el formato indicado y se marchó. Korra esperaba en el pasillo.

—Carajo, ¿qué te pasó? —Apenas había podido ver con detalle el considerable raspón su rodilla.

—Puedo tener el brazo medio arrancado y apenas te darías cuenta —Le dio una dulce y sarcástica sonrisa —Su me ha hecho caer de la bicicleta cuando venía de camino.

—Deberías poner atención en lugar de imaginar escenarios poco prudentes con la profe. Vamos a que te pongan algo, se ve ligeramente horrible.

—Lo pensé, pero Kya no paraba de reír sola. Puede ser la mejor pero a veces asusta con sus métodos alternativos. Me quedaré así hasta volver, no luce tan mal —Lanzó su termo vacío a un contenedor de basura cerca de la puerta de la oficina.

—Entonces deja que yo te ayude... —Suyin apareció por detrás de las dos chicas sosteniendo un montón de sobres sellados. —Anda, vamos a la oficina, ahí hay un botiquín.

Ambas se quedaron heladas mientras veían pasar por un lado a Su, rogaban a los espíritus que no haya escuchado su conversación. En silencio entraron a la oficina, la mayor había puesto algo de té a preparar mientras ordenaba los sobres por colores. Se quedaron estáticas sin saber que decir en junto a la puerta, Korra tenía un "estás en problemas, querida" escrito por toda la cara mientras miraba a Kuvira tratándo de calmarse

—Siéntate en aquella banca. —Tomó una bolsa con algodón del botiquín. —Korra, ¿te parece si vas por algo de agua? —Extendió su mano para darle una pequeña botella, acto seguido la morena asintió y salió de la oficina.

—Pero hay agua aqu...

—No la quiero cerca. —Su interrumpió a su alumna mientras humedecía una mota de algodón en alcohol para limpiar la herida.

Kuvira se quedó sin palabras. ¿Era momento de hablar? Miró confundida al escritorio de la amargada asistente, no había absolutamente nadie. Seguro que hablarían. ¿Seriamente? El semblante de Su lucía vacío. No podía predecir nada. Ni siquiera estaba segura de en qué momento había huído la secretaria.

—Volverá en cualquier momento, salta escalones como gigante. —Prefirió silenciar cada pensamiento que pudiera escapar involuntariamente.

—Sigue hablando y no mires, quizá duela un poco más. —La voz de Su sonaba extraña. Apagada.

Está bien —¿De donde vino tal aspereza?— No me molesta y tampoco debería molestarte que ella esté aquí... —Cerró los ojos al sentir su piel arder al contacto con el alcohol.

—¿Y la autoridad que tenía? No tengo tus 17 años, no me trates de tú... —Contestó fríamente. Apartó la mirada y se concentró en la curación. Tomó una gasa y cubrió con cuidado la enrojecida piel de Kuvira.

—Lo siento... Gracias — Algo no estaba bien.

Su se levantó y guardó las cosas de vuelta en la caja. Evadió la disculpa y siguió acomodando los medicamentos y material de primeros auxilios antes de guardarlos en el estante de madera junto a ella. No se sentía cómoda rechazándo de tal manera a su alumna, pero después de haber hablado y reflexionado con Izumi, no creía tener realmente otra alternativa. Al menos no por los próximos días antes de idear algo mejor. Parte del resentimiento con ella misma se había esfumado después de curar la herida de Kuvira, pero sabía que incluso eso había sido arriesgado.

Professeur... —Kuvira se detuvo detrás de la mayor.

Sabía que la estaba evitando. Le molestaba bastante. ¿Para que había echado a Korra de la sala si no era para que tuvieran un momento que sólo podía quedarse entre ellas dos? En el momento en el que Su volteó, antes de que pudiera armar cualquier respuesta, se impulsó sobre ella. Su brazo derecho cerró el espacio entre Beifong y la pared. Su mano izquierda tomó ligeramente un mechón de cabello y lo apartó del rostro de la profesora. Sus labios hicieron el resto.

El tiempo volvió a detenerse, sintió cómo sus piernas temblaban. Ignoraba si era efecto de la adrenalina o del raspón. No le tomó más importancia. Prefirió abrir los ojos para contemplar a su profesora, quién seguía perdida en el beso y había cerrado los ojos luego de calmar su sorpresa. Fue completamente correspondida. Sus respiraciones estaban agitadas, demasiado como para poder considerar un accidente inocente aquel beso.

—Ku... No puedo... No podemos...

—¿No podemos... Evitarlo?

Suyin tomo entre sus manos la cara de la joven y se volvió a acercar para besarla. Antes de continuar susurró con un hilo de voz:

La culpa nunca había se había sentido tan bien.

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Poderosa nota de la autora: No quiero descuidar ésta historia, sólo que después del final, las últimas líneas de Su rompieron un poquito mi corazón. Me sentí tan torpe shippeando Suvira en ese momento jajajaja. En fin, espero que lo disfruten :3

Montones de amor y de paso Feliz Año Nuevo, Mel.