Disclaimer: Candy Candy pertenece a Kyōko Mizuki Y a Yumiko Igarashi, AlenDarkStar solo es dueña de este fic. Conjunto de One – shoots relacionados entre sí. Narrados desde la perspectiva de diferentes personas pero con una historia en común.
Capítulo 1: De castillos y cuentos de hadas
Desde pequeña su sueño era ser feliz como las princesas de los cuentos de hadas que adoraba escuchar junto a Annie. A veces soñaba con ser la protagonista de esas bellas historias, conocer a su príncipe azul y ser feliz para siempre.
Sus sueños eran infantiles pero nunca los olvidó. Quizás no había tenido buena suerte en el amor pero no podía quejarse, era feliz. El hogar de Ponny, sus amigos, ser enfermera, detalles dulces en su vida, quizás con un toque agridulce.
A pesar de que vivía en un orfanato ella era feliz. Prefería ignorar las tristezas y disfrutar de las pequeñas cosas que la vida le daba. Quizás no tuviera grandes lujos ni conociera sus orígenes, pero sí cariño, amigos y hermosos recuerdos. El hogar de Ponny ocupaba un lugar importante en su corazón, por eso procuraba regresar cada vez que tuviera la oportunidad. Hacía travesuras pero nunca tuvo malas intensiones. La inocencia era una cualidad que mantuvo incluso más allá de la niñez y que no deseaba perder.
Pocas veces dudaba de la gente, ella solía creer que en el interior de todos había algo de bondad, que todos merecían una segunda oportunidad, actitud que le había causado muchos problemas y que se negaba a cambiar pues también le había permitido hacer grandes amigos, encontrar algo de bondad e incluso salir de problemas.
Casi siempre solía meterse en problemas pero nunca lo hacía por mala intención. Cuando ató a los patitos nunca pensó en lastimarlos, solo quería evitar que se perdieran, se le hacía triste el pensar que pudieran quedar huerfanitos.
No acostumbraba callarse lo que pensaba, aunque eso pudiera ser calificado como imprudencia e incluso como rebeldía. Era testaruda, no lo podía negar, cuando se proponía algo no se detenía hasta llegar al final.
El hogar de Ponny era un lugar lleno de cariño y comprensión. Ella esperaba encontrar eso al salir de su lugar especial pero no tardó en enfrentarse a su realidad. Duras lecciones le hicieron entender que no importa lo amable que pueda ser no podría agradarle a todo el mundo y no debería preocuparse por ello. Entendió que tener buenos amigos, aunque pocos era mejor que tener muchos falsos amigos.
Soñaba en ser amiga de Annie por siempre, crecer juntas y encontrar a una familia que las adoptara a ambas y continuar siendo hermanas, un sueño que nunca pudo volverse realidad. No porque no lo hubiera intentado, lo había hecho en tantas ocasiones que incluso les causó varios problemas, la actitud de ambas daba una mala imagen del orfanato y sería injusto que otros niños pagaran por su egoísmo. Llegó el día que tanto temían, Annie fue adoptada, ella prefirió tener ser adoptada en vez de quedarse con ella en el hogar de Pony.
Y sin embargo no la odiaba por ello, nunca podría hacerlo. Era su mejor amiga, su hermana del corazón, ambas llegaron al hogar de Ponny el mismo día. Entendía el porqué actúo como lo hizo, mentiría si diría que nunca lo sospechó. Todo aquello había empezado el día en que Tom fue adoptado, Annie anhelaba tener padres, como los otros niños, quería sentirse parte de una familia, al igual que ella.
Quizás no pudieran crecer como hermanas pero no quería perder su amistad. Ella era su hermana del corazón, su primera amiga. Y ella siempre estaría allí para cuando la necesitara, sin importar si no se lo permitían.
Annie le había mentido, le dijo que no le interesaba ser adoptada, incluso que debían hacer lo posible para que no las tomaran en cuenta. Ingenuamente le había creído pero no se arrepentía de su decisión. Eran amigas y ella solo quería verla feliz, incluso si para ello debía sacrificar su propia felicidad y por irónico que sonara, la amistad que tenían, ese vínculo que consideraba irrompible.
La primera vez que se enamoró era una niña. Fue el día en que se separó de Annie, cuando lo vio por primera vez. Aquel día también fue el primero en que sus ojos se cubrieron de lágrimas, nunca había sentido tanta tristeza como en ese momento. Le dolía tanto separarse de su mejor amiga, aquella a la que consideraba una hermana. No le gustaba llorar pero le era inevitable hacerlo.
"Te ves más linda cuando sonríes que cuando lloras"
Esas fueron las palabras que le había dicho aquel joven que tocaba la gaita escocesa. Esas palabras conquistaron su corazón y la hicieron sonreír. No sabía cómo se llamaba así que lo bautizó como el Príncipe de la Colina, era el príncipe de su cuento. Quería volver a verlo pero solo tenía una pista, aquel prendedor que se le había caído. Ella prometió que no volvería a llorar. Promesa que no tardó en romper…
El Príncipe de la Colina desapareció sin que pudiera evitarlo. Un broche era la única evidencia de que él había existido y que no era solo un sueño. Quería volver a verlo, ver su sonrisa y escucharlo tocar la gaita escocesa aunque le recordara a un grupo de caracoles.
Aquellas palabras la hicieron sentirse querida y especial. Como princesa de un cuento. Desapareció sin decir ninguna palabra. La única prueba que tenía de su existencia era un pequeño broche, de un material fino que indicaba eLeagancia.
Cuando aceptó ser adoptada no solo quería formar parte de una familia, aceptó porque tenía una pequeña esperanza de encontrarlo. De una manera u otra el broche del príncipe de la colina estaba relacionado con los Leagan.
Quería volver a verlo, descubrir su identidad y ese broche era la única pista que tenía. Lo apretó contra su pecho, sintiendo como todo el dolor que había sentido desaparecía dejando una sensación de calidez en su pecho.
Si le hubieran hecho esa propuesta años antes no la hubiera aceptado. Su mundo era el Hogar de Ponny y no quería dejarlo. Pero ese momento era diferente, la única pista que tenía sobre el príncipe de la Colina se encontraba con los Leagan y una voz en su interior le decía que debía ir a ese lugar.
Era una niña pequeña, deseosa de ser feliz. Inocente y traviesa, sincera y soñadora. En esa época realmente creía en los cuentos de hadas. Pero la vida se encargo de enseñarle una dura lección, de hacerla madurar a la fuerza.
Los sueños que había construido comenzaron a romperse. En el hogar de Ponny ella podía sentirse una princesa, pero fuera, la realidad era muy diferente. No encontró el cariño con el que soñaba, tan solo miradas despectivas y humillaciones.
Pero eso no fue lo que más le dolió. Annie regresó a su vida, era toda una señorita. Y sin embargo no quería saber nada de ella, le avergonzaba el que supieran su pasado, el que fue una niña de Ponny.
Ella había salvado su vida, no dudo ni un segundo en hacerlo, aún cuando debía arriesgarse. Annie no, unas palabras pudieron haber hecho la diferencia, pero prefirió callar, dándoles la razón a los hermanos Leagan.
Era doloroso el sentirse ignorada, el pensar que esos lazos que formaron en el hogar de Ponny no importaban. Sentimientos que desaparecieron al ver el lazo de Annie, no necesitó de palabras para saber que estaba equivocada y que aún seguía siendo amigas.
Decidió apoyar la decisión de Annie, no quería ser la responsable de arruinar su sueño. Encontró una familia, debería estar feliz de que su amiga estuviera cumpliendo sus sueños. Lamentablemente esa felicidad le duró tan poco. La acusaron de ladrona y no pudo defenderse, hacerlo hubiera sido traicionar la confianza de Annie.
Eliza y Neal nunca quisieron verla como a una hermana, en ocasiones llegó a creer que la veían como a una rival, algo que le parecía absurdo, esas nunca fueron sus intenciones, de hecho no tenía ningunas.
Su vida con los Leagan dejó en su memoria amargas experiencias. Sin embargo no todo fue dolor, conoció a personas importantes en su vida, a Archie, Stear y a Anthony… Anthony. Principalmente Anthony, aunque fue poco el tiempo que pasaron juntos antes de ese trágico día, cuando las rosas se marchitaron.
No pudo evitar suspirar ante su recuerdo. Lo conoció en un jardín, entre las rosas. Él limpió sus lágrimas y le dio una nueva razón para sonreír. Por un tiempo creyó que él era su príncipe de la colina, eran tan parecidos, no solo físicamente, ambos le habían dicho la misma frase.
No le importó. Porque amaba a Anthony por ser Anthony. El Príncipe de la Colina era un hermoso recuerdo, seguía deseando conocerlo pero su corazón había elegido a alguien más, quería compartir su vida junto a Anthony.
Su primer baile fue mágico, parecía un cuento de hadas donde ella era la princesa. Aunque Eliza y Neal intentaron evitar que llegara a la fiesta ella contó con su "hada madrina". Stear y Archie le habían dado un hermoso vestido y Anthony bailó con ella. Fue mágico.
Cada momento que había pasado con él era especial. Anthony siempre fue tan caballeroso, amable y dulce, como el príncipe de su sueño. Era capaz de hacerla sonreír incluso después de soportar las maldades de los hermanos Leagan.
Su muerte la marcó de por vida. Ya no tenía deseos de quedarse en ese lugar, donde todo le recordaba a Anthony. Podía ser egoísta de su parte el despreciar todo lo que el bisabuelo William había hecho por ella, el rechazar el hogar que le ofrecían pero no lo podía evitar, aquello era más fuerte que ella. Cada minuto que pasaba allí su corazón dolía más, nunca había lamentado tanto dejar el hogar de Ponny, anhelaba tanto esos días en que Annie era su mejor amiga y ambas escuchaban cuentos de princesas.
El tío Abuelo William, quien en ese momento no conocía la había enviado a un internado en Europa. Al principio se negó, no quería dejar el hogar de Ponny pero no tuvo alternativa, no le dieron la oportunidad de elegir.
Albert, el príncipe de la Colina, su ángel de la guardia, su mejor amigo. Le debía tanto, desde el momento en que lo conoció había cuidado de ella incluso cuando no lo supiera. Descubrir que el era el tío abuelo William fue toda una sorpresa, una agradable. De todos sus conocidos, él nunca le había fallado.
Entendió el que ocultara su secreto, no estaba en sus manos. Su oportuna aparición logró salvarla de un compromiso sin amor. La ayudó en tantas ocasiones que no podía evitar sentirse en deuda con él.
Fue en el viaje cuando conoció a Terry. Al principio lo confundió con Anthony pero cuando la llamó Tarzan pecosa supo que no era él. La primera impresión que tuvo de él no fue la mejor y ciertamente no deseaba volver a verlo.
Nunca imaginó que estudiaran en el mismo internado ni que llegara a reencontrarse con sus antiguos amigos a quienes no veía desde el suceso con Anthony. Felicidad que se vio opacada con la llegada de Eliza y Neal quienes no perdieron oportunidad de fastidiarla. Su vida cambió tanto en poco tiempo.
El festival de Mayo la había hecho tan feliz, era algo propio, una de las pocas cosas con las que podía sentirse identificada. Felicidad que fue empañada por la intervención de Eliza. Afortunadamente su ángel de la guardia intervino, le envió dos disfraces y aunque el principio pensó que se trataba de un error supo cómo aprovechar la situación.
La opinión que tenía sobre Terry estaba cambiando. Era un rebelde, grosero e irresponsable, pero también podía ser valiente, un héroe… y antes de siquiera notarlo, se había enamorado de él. Creyó que Terry sería su destino hasta el día en que ambos cayeron en la trampa de Eliza. Terry se sacrificó por ella y prefirió afrontar el castigo.
Poco después ella siguió sus pasos. Entendió que su felicidad no se encontraba en ese lugar, quería encontrar su propio camino y logró. Ser enfermera era lo que más felicidad le causaba, poder sentirse útil.
Ser una dama de sociedad no era lo suyo, no soñaba con vivir en castillos ni eLeagantes bailes. Nunca renunciaría a la libertad a la que estaba acostumbrada, tantas reglas la harían sentirse sofocada.
Soñaba con ser una princesa, vivir su cuento de hadas y ser feliz. No tenía un castillo, gran parte del día la pasaba en el hospital. Pudo salvar vidas, encontrar nuevas amistades. Y aunque experimento lo que era ver morir a un paciente, aunque sus fuerzas la abandonaron por un tiempo, entendió que ese era su lugar.
Su reencuentro con Terry no fue tan romántico como había soñado. Eliza seguía empeñada en seguir tras Terry a pesar de las veces en que este la rechazaba. Seguía con sus intentos para separarlos y desafortunadamente muchos de estos eran efectivos. Pero no fue ella quien logró separarlos.
Otra mujer cayó presa de los encantos de Terry. No usó las mismas trampas que Eliza pero si algunas mentiras. Ella salvó la vida de Terry aún arriesgando la propia, atando con ella a Terry, más por compromiso que por amor. La culpa fue la herramienta que usó esa mujer, en varias ocasiones intentó quitarse la vida, diciendo que no deseaba vivir sin él. Candy no podía hacerle algo así a Susana, no cuando su vida dependía del hombre que ella también amaba.
Debía decir adiós a Terry. Lo amaba, era cierto, pero nunca se perdonaría si ese amor provocaba la muerte de alguien, no era lo suficientemente egoísta como para luchar por él. Debía resignarse a dejarlo ir, a aceptar que lo suyo no podía ser. Aceptar que no tendría una vida de cuento de hadas, porque…
No era una princesa…