Al fin actualización =) No sé cómo irá la cosa, pero han pasado muchas cosas…

¡A disfrutar! ¡No me tiren piedras!


Resumen:

Tras encontrar a Gaara en un callejón y lleno de droga, Naruto lo lleva al hospital. Allí, los mejores cuidados de mano de Tsunade y su equipo médico se encargarán de él, bajo la atenta mirada de su hermana, Temari, quien empieza a darse cuenta de que necesitaba el apoyo de Shikamaru, que no duda en ayudarla.

Shikamaru también recuerda el pasado que lo une a Tayuya y la razón por la cual ella lo odia. Está enlazado a Gaara, a quien violó y drogó. Tayuya fue detenida y está bajo investigación.

Matsuri también recuerda el pasado donde conoció a Gaara, pero parece haber más entre ellos que ese corto recuerdo.

Tenten no puede dejar de emocionarse por las acciones de Neji y cuando se lo cuenta a Karin, quien se ha refugiado con ella porque tiene problemas en su casa y con Suigetsu, el profesor de natación, esta le asegura que puede estar colándose por el Hyûga.

Y hablando de Hyûga, se descubrió que Hiashi estaba enamorado de Minato y que por eso odia a Kushina. Y la mayor de las hermanas se ha confesado a Naruto, desmayándose. Naruto está completamente emocionado con la idea de estar saliendo con Hinata, pero Sakura le golpea por denso.

Sakura también sus propios problemas, pues ha tomado la misma decisión que Hinata en su momento y seguir adelante. La persona que el destino pone delante y se ofrece es Sasori, el primo enamorado de Temari y ex enemigo.

Sasuke experimenta celos más intensos y se da cuenta de que la cagó completamente con Sakura. Pero eso no quiere decir que se rinda.

Y Sai finalmente despierta…

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ºCapítulo 15º

El regreso del perdido

Sí, quizás no somos perfectos pero luchamos por sobrevivir.

No quiero perder más de lo que ya perdí. No a ti.

Solos no podemos con todo, aunque creamos que sí, así que toma mi mano, caminemos juntos.

Aunque tú ahora se la extiendes a otro.


—Te hiciste de rogar para despertar. ¿Verdad?

Sai sonrió a Kiba por sus palabras mientras intentaba obviar que estaba clavándole las uñas en la pierna. Los chicos habían ido llegando en grupos después de que Ino les había avisado de que despertó.

Shikamaru y Temari fueron los primeros en llegar. La chica se había disculpado con él y aunque no entendía por qué, no quiso indagar al notar el dolor que le causaba lo que considerase su culpa. Sin embargo, Ino se lo explicó.

Su primo, Sasori, estaba detrás de ello también. No llegó a participar en sí, pero tampoco detuvo a nadie. Intentó hacer memoria a cuenta de quién era el sujeto, pero tenía ciertas lagunas en su mente de aquel día.

—Les dimos una buena zurra de regreso —aseguró Kiba emocionado.

Sai sí le había preguntado acerca de ello.

Le contaron que la clase se había marchado furiosa, menos Ino, que se quedó cuidándolo todo el tiempo, para buscar venganza. Y la obtuvieron. Deidara había quedado para el arrastre. No podía sentirse contento por eso. Por algún motivo.

Quizás fuese su lado como artista o quizás, que él no había podido evitar las lágrimas de Ino. Lloró cuando despertó, le sostuvo la mano mientras le quitaron los tubos y algunas máquinas para las que no conocía nombre y no tenía ganas de pensar.

Ino durmió lo que quedó de noche, pero él estuvo todo el tiempo mirándola. Se soltó de su mano y desde entonces, había rehusado su cercanía cada vez que tenía oportunidad.

No fue capaz de protegerla. Incluso casi…

De solo recordarlo el estómago se le revolvía.

Y todo por aquel condenado dibujo que hizo. Si alguien le hubiese dado un puñetazo para detenerle por aquel entonces no podría estar menos agradecido. Ahora ya era tarde. Sus manos habían creado la causa.

—No tenéis que preocuparos más por Deidara.

Sai escuchó la voz, pero no vio a la persona. Ino se inclinó para poder ver mejor y los demás demostraron con la tensión de sus cuerpos que no era alguien conocido. Cuando avanzó hasta los pies de su cama, la reconoció.

Kurotsuchi.

—¿Quién eres? —cuestionó Naruto interponiéndose.

Ella le miró y luego desvió su atención hacia Sai.

—Espero verte cuando te recuperes en la sala de arte, Sai. Puedes respirar tranquilo.

Naruto le miró y él asintió para que se relajara. Se hizo a un lado, pero tampoco muy lejos.

—¿Vas a pedir disculpas en su lugar? —cuestionó Ino.

—No —respondió ella—. Me ha contado todo lo que ocurrió y puedo empatizar contigo como mujer, pero es su deber como hombre disculparse. Nadie tiene por qué sacarle las castañas del fuego. Ha de hacerlo él solito.

Su respuesta pareció agradar a muchos y la tensión menguó más. Incluso Ino, aunque no había terminado de hablar.

—¿Sois pareja?

Kurotsuchi la miró.

—¿Importa? —cuestionó a su vez.

—No podría salir con alguien que ha intentado violar a una persona.

La mayor asintió lentamente.

—Lo comprendo. Por suerte, no todas tenemos las mismas ideas e impresiones o desconocemos los secretos tras un hombre. Como he dicho, empatizo contigo. Nada más.

Ino bufó.

—Así que existen ese tipo de mujeres —sentenció—. Como quieras.

Kurotsuchi inclinó los hombros y le miró.

—Recupérate bien.

Después se marchó. Kiba silbó.

—Pensar que alguien existe que sea capaz de amar a ese cerdo —espetó—. Mi posibilidad de encontrar novia aumenta.

Shino le dio un codazo para callarlo.

—Aquí están.

La voz de la enfermera de guardia era irritante. La vio entrar junto a alguien más y luego le rogó que se los llevara. Los chicos empezaron a ponerse en pie, como si acabasen de pillarles haciendo algo malo.

Kakashi los miró, sonriente.

—Os gusta el hospital. ¿Eh? — dijo—. Porque la clase no la pisáis mucho, pese a que son horas ya de sobras de que estéis ahí.

—Es que… —protestó Choûji.

Kakashi se llevó una mano hasta la barbilla.

—A ver, los únicos que tienen permisos de ausencia, hasta donde yo sé son los siguientes: Sai, por obvias razones. Gaara, también por obvias razones. Ino, por también obvias razones. Temari y Shikamaru.

—¿No por obvias razones? —cuestionó Kiba sonriente.

—Tira a clase —respondió Kakashi sonriendo de forma muy peligrosa.

Kiba casi corrió.

Los demás le fueron siguiendo, despidiéndose de él con apretones, gestos y sonrisas. En realidad, las que faltaban era Sakura, Hinata, Karin y Tenten. Los demás no habían dudado en ir a visitarlo como excusa para escaparse de clases.

—Ves poco a poco, Sai —le dijo Kakashi antes de alejarse—. Poco a poco.

Sai miró al techo y se preguntó si se lo diría por la recuperación o por los recuerdos.

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Tenten, Sakura, Hinata y ella estaban ya en clases cuando llegaron los demás. Arrastrando los pies, informándoles de la salud de Sai y el estado de Gaara. Karin no le dio mucha importancia, aunque se alegraba por ellos. En realidad, tenía la estúpida creencia de que los chicos de esa clase eran como la mala hierba.

—¡Ah, Hinata!

La susodicha levantó la cabeza de sus cuadernos para mirar hacia el escandaloso de turno. Era sorprendente que compartieran sangre de alguna forma. Naruto tan rubio y ella tan pelirroja. Claro que eso no tenía nada que ver.

—¡Tenemos que…! ¡Ouch!

Ambos miraron hacia atrás. Kakashi le había golpeado con un cuaderno en la cabeza.

—Naruto, siéntate de una vez.

Naruto iba a abrir la boca cuando Sakura se levantó para tirarle de la mejilla.

—Haz caso, diablos.

Él bajó la vista hacia ella.

—Oí, Karin, por favor, cámbiame el sitio.

Dio un respingo ante su petición. Hinata y Sakura miraron también hacia ella, pero había desviado la mirada hasta el puesto de Naruto. El asiento de Ino estaba vacío, junto al de Temari y Gaara.

El único que estaba ocupado era el de Sasuke y su dueño ya estaba en él. Sus miradas se encontraron por un instante en que el estómago le dio un vuelco. Volvió la mirada al frente.

—Ni hablar —negó.

Naruto hizo un puchero mientras era arrastrado por Sakura hasta su lugar.

—¡Eres un desastre, Naruto! —lo regañaba.

Hinata le tocó el brazo, tímida.

—Karin… ¿Quieres que me siente yo dónde Sasuke? Ya que él quiere sentarse ahí…

Lo sopesó.

—Así sí —accedió.

Se levantó recogiendo sus cosas y se acercó a ellos.

—Puedes sentarte.

Naruto no se lo pensó dos veces. Pareciera que ni siquiera se fijó que Sasuke le seguí poco después hasta que se sentó en el asiento de Hinata, maldiciéndole por sus peticiones extrañas.

—Gracias —susurró Hinata.

Al parecer, o era muy despistada o realmente tonta. Porque hasta los demás se dieron cuenta que el hecho de querer sentarse en su escritorio era para estar con ella. Y acababa de frustrarle el intento a Uzumaki, quien lloriqueaba frente a Kakashi, que se negaba a darles más tiempo de cambios.

—Karin —nombró Hatake—. Ya que estás más cerca. ¿Puedes abrir ese lado de la persiana?

Asintió y se levantó. Miró distraída al exterior justo cuando le vio, mirando hacia las ventanas de su clase.

No estaba segura, podría ser cosa de su pánico, pero le pareció que sonreía.

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Se detuvo al verla salir de su clase. Ella no le vio al principio, pero cuando lo hizo, se acercó a él. Pese a que las otras chicas le preguntaron si estaba bien, ella asintió y se acercó. Fue bastante divertido ver la tensión en sus rostros a medida que sus pasos la llevaban hasta su altura. Especialmente, dos de ellos.

Naruto Uzumaki se había detenido de lo que parecía tener tanta prisa por hacer para mirarlos y su rostro estaba lleno de preguntas y tensión. A su lado, Sasuke Uchiha también los miró, sólo que no había duda, aunque sí tensión y, si no iba muy mal encaminado, celos.

—Recibí tu mensaje —le dijo una vez llegó a su altura—. ¿Estás segura?

Ella asintió. Él extendió su mano, ofreciéndosela.

—¿Se lo has dicho al chico rubio?

—Naruto entenderá —aseguró Sakura—. Y al otro no podía importarle menos.

Sasori no estaba seguro de eso. Quizás Sakura no mirase de la misma forma que él o no le interesase más bien.

Sakura le tomó la mano al final y sonrió.

—Ahora tengo clases en el laboratorio con Kurenai.

—Comamos luego —invitó.

Sakura asintió.

—Sí, tenemos mucho de qué hablar.

Sasori le dio la razón. Lo había.

Caminó de regreso al taller mirando el mensaje de nuevo.

[Pelirosa]: 12:26: Soy Sakura (no pelirosa, que eres capaz de haberme agendado así). He estado sopesando lo que hablamos antes en la floristería. Si sigue en pie, por favor, considérame. Llevará mi tiempo, pero lo conseguiré.

El esfuerzo era entrañable y a la vez, horrible. ¿Cómo podía ella esforzarse en olvidar a un hombre que claramente seguía en su mente? Nadie podía borrar a las personas de la nada, no cuando habían significado tanto y llenaban por completo tu mundo. La comprendía, no obstante, por qué él mismo iba a usarla para olvidar a su prima.

La diferencia es que su prima realmente no quería saber nada de él como hombre. Sin embargo, Sasuke Uchiha tenía la cara de alguien a quien le quitan algo importante. Quizás estaba metiéndose en líos que podría evitar.

—¿Esa era Sakura?

Se detuvo antes de chocar contra él. Itachi Uchiha miraba en la misma dirección por la que él regresaba.

—Lo es.

Itachi bajó la mirada hacia él.

—Sostenías su mano.

—Sí —confirmó indiferente.

Itachi no se movió y Sasori frunció el ceño.

—¿Qué? —cuestionó—. Si tienes algo que decir, dilo.

—Conozco a Sakura desde que era una niña —comenzó cruzándose de brazos—. Y también sé lo que significa para mi hermano.

Sasori lo estudió un momento con la mirada.

—Ajá. ¿En serio? —cuestionó sarcástico.

Itachi pareció no esperarse esa pregunta.

—Me parece a mí que estar tanto tiempo lejos de tu hermano ha fundido lo que crees de él o las ideas preconcebidas que te dan el hecho de que siempre le veas como un crío. Dime una cosa, Itachi: ¿Por qué a tu hermano le guste jugar con las mujeres he de rendirme con Sakura, con la que, por cierto, voy a salir?

Itachi frunció el ceño, claramente desconocedor del todo de esa situación.

—¿A qué te refieres?

—Dices que tu hermano está interesado en Sakura, pero el interés egoísta no hace a nadie feliz.

Itachi no era tonto, pero Sasori tampoco. No tenía ganas de tener a un hermano tan protector como Itachi encima. Además, tampoco quería que conociera el plan de Sakura, se lo contase a Sasuke y que rápidamente obtuviera el premio con un gesto de galán.

Los malditos Uchihas parecían estar hechos para comerse el mundo.

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Itachi entró en la cafetería, pero no buscaba algo de comida. Lo vio sentado junto al grupo de siempre, aunque sin Naruto. Estaba con el ceño fruncido y aunque alguien parecía estar hablándole directamente no le prestaba atención.

Se acercó y le dio una palmada en el cuello, ganándose un gruñido y una mirada de advertencia. Luego la sorpresa.

—¿Qué haces aquí, Itachi? —cuestionó pasando por encima de uno de los chicos para llegar a él—. ¿Ha ocurrido algo?

—No. Tengo clases —le recordó. Aunque cuando se lo había contado Sasuke estaba tan adormecido que dudaba que le escuchase—. ¿Y Naruto?

—Persiguiendo a… No importa —zanjó frotándose la nuca—. ¿A qué ha venido el golpe?

—Parecías a punto de mandar todo a la mierda.

Sasuke desvió la mirada y la pasó por encima de los demás alumnos. Seguramente, buscando la causa de su molestia. Itachi la vio, sentada en una mesa cerca de la puerta mientras miraba distraídamente el móvil y escuchaba a las chicas sentadas a su alrededor.

—Ven —ordenó.

Su hermano dudó al principio, pero finalmente cedió.

—No puedo estar en el lado de los pequeños, por llamarlo de algún modo —recordó deteniéndose junto a la entrada—. Así que aquí está bien.

—¿Por qué no? —preguntó confuso.

—¿Ves algún universitario por aquí? —preguntó.

Sasuke negó y él se encogió de hombros. Las reglas de Tsunade.

—Iré al grano —advirtió—. ¿Qué pasa con Sakura?

Notó la reacción por un instante antes de que desapareciera. Sasuke cambió la postura a una más retraída y cerrada que reconocía. Con las manos en los bolsillos y las espaldas ligeramente curvadas.

—Sasuke —dijo—. Os vi juntos muchas veces. Erais niños, lo sé, pero hace poco volví a veros y fue distinto. Esa tensión entre ustedes. Imagino que eres igual de torpe que yo con estos temas. Si no vas con pies de plomo, te la van a quitar.

Él chasqueó la lengua como respuesta.

—Me lo habré ganado —aseguró frotándose el pecho con molestia.

Itachi no perdió detalle de ese gesto.

—Seguramente has hecho algo tan estúpido que no sabes ni cómo remediarlo. No —corrigió—, lo sabes. Sin embargo, eres orgulloso y no puedes hacer lo que debes de hacer porque te ata esa clase de sentimiento que ha hecho caer muchas relaciones.

Sasuke le miró sin comprender.

Itachi se encogió de hombros.

—He visto a un hombre orgulloso caer por eso y perder a la persona que amaba por ello. Y a otro, comerse el orgullo por la mujer que ama.

—¿Quién?

—Nuestro padre. Era orgulloso y estúpido y perdió a nuestra madre con su crueldad. Y el segundo, puedo decir que Yahiko, o Pain, como le conocéis.

Su hermano pareció dudoso.

—Mira, Sasuke, hasta Naruto ahí donde lo ves, es orgulloso a su modo, pero estoy seguro de que hará lo que sea por la mujer que ame.

Sabía que hablar de a quien consideraba su mejor amigo, pero también su rival lo despertaría un poco. Aunque eso no quitaba la evidencia de la realidad.

—¿Eres consciente de que Sakura va a estar saliendo con Sasori pronto? —preguntó.

Sasuke volvió a rascarse el pecho y gruñó.

—Ya lo he visto.

Itachi se encogió de hombros.

—Seguro que estás preguntándote cosas como: ¿por qué de entre todos él? —puntualizó—. Te diré que Sasori no es como Deidara, pero tiene una vena un poco extraña. No obstante, cuidará de ella. La cuidará tanto que es capaz de que quedársela si no haces nada. A las mujeres les gusta eso cuando han sufrido tanto por amor.

Le dio la espalda para retomar su camino hacia sus clases.

—Pero yo no tengo ni idea de amor, claro.

Y tú tampoco, Sasuke. Has de batallar por él y espero que seas capaz de ganar.

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Naruto la encontró finalmente en el pasillo tirando un papel. No estaba seguro de por qué diablos el destino quería que cada vez que intentaba acercarse a ella las cosas se complicaran. Algo lo interrumpía, era confundido o Hinata simplemente tenía algo que hacer.

Esa vez no, se prometió. Estaba dispuesto a hacer las cosas bien o al menos, intentar comprender por qué no estaba yendo las cosas como debían. Porque no había ningún cambio notorio en Hinata y todavía le dolía el golpe que Sakura le diera la noche anterior.

—¡Hinata!

Ella dio un respingo al escucharle, quizás porque había gritado demasiado y caminaba hacia ella como si fuera el fin del mundo. La muchacha se pegó contra la pared sin comprender qué pasaba, y sí, bien, era culpa suya por estar encajonándola contra la pared. Con una mano a cada lado y ella en el centro, sin escapatoria.

Probablemente, alguien que supiera quién era él y no reconociera o se imaginase quién era Hinata, pensaría que estaba acosándola.

—¿N-Naruto? —cuestionó ella jugando con sus dedos—. Yo tengo que…

—No —negó—. Llevo todo el día queriendo hablar contigo, Hinata —protestó con un deje infantil sin querer—. ¡Estoy harto de esperar, ttebayo! Necesito hablar.

Hizo un puchero que pareció funcionar. Ella asintió, obediente y cohibida.

Diablos. ¿Cómo podía ser tan guapa? No lo entendía. No podía entender cómo había estado tan ciego. Sí, Sakura también era hermosa y debía de reconocer que tenía un gusto exquisito con ambas.

—Hinata… ayer yo, al parecer me expresé mal. No sé bien por qué, pero Sakura me golpeó y cuando lo hace generalmente es porque hago las cosas mal, aunque crea que están bien. Especialmente en estos temas.

Tragó, nervioso.

—Tú… ayer realmente —comenzó—. ¿Dijiste que me amas?

Hinata le miraba con sus ojos muy abiertos. Sus mejillas se tiñeron más de color y cuando cabeceó para afirmar estuvo a punto de golpearle la barbilla si no llega a retroceder.

—Dilo —suplicó.

Necesitaba escucharlo de nuevo. Rememorar ese momento durante toda la noche no había sido suficiente.

—Es… es muy… incómodo ahora… —tartamudeó pellizcándose las mejillas—. Además… yo necesito estar preparada y…

—Oh, por dios. Sois vomitivos.

Naruto se tensó al no reconocer la voz. Hinata se aferró de su camisa al instante, temblando. Sus ojos volvían a estar muy abiertos, pero lejos de la emoción de sus sentimientos de sorpresa, era pánico lo que reflejaban en ese instante.

—¿Hinata? —le preguntó.

Pero ella palideció tanto que no podía ni hablar. Sólo temblaba y parecía estar cerca del llanto.

Se fijó mejor entonces en la persona tras él. No podía verla adecuadamente por el ángulo y la posición, pues continuaba manteniendo a Hinata entre sus brazos.

Él se hizo a un lado, moviendo entre sus dedos una máscara con agilidad. Llevaba el uniforme del instituto y una placa que lo convertía en uno de 2-b. No lo había visto en su vida. No reconocía su aura, la sensación de estar a su lado. De haber compartido risas o hasta puñetazos.

Pero ese tipo tenía a Hinata completamente muerta de miedo.

Iba a volverse cuando ella cayó de rodillas. Naruto intentó sujetarla, agachándose

—¿¡Hinata!? ¡Hinata!

Ella se había desmayado.

Al mirar hacia atrás en busca del sujeto ya no estaba. Sólo quedaba la máscara donde había estado. Nada más.

Su móvil vibró en el bolsillo. Lo sacó y descolgó sin mirar.

—Naruto.

—Shikamaru —ladró—. No es un buen momento.

—Creo que sí lo es —negó Shikamaru—. Te necesito aquí.

Luego colgó. Naruto maldijo entre dientes, llamó rápidamente a Sakura y después, cargó a Hinata en brazos hasta la enfermería.

Shizune abrió la boca para preguntar pero él no respondió.

Le latían los oídos.

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Shikamaru le entregó el hielo para que se lo pusiera en la mejilla. Temari le miró agradecida y guiñó un ojo cuando sintió el frescor contra la piel y la hinchazón. La enfermera se marchó dejándolos a solas en la sala de espera.

—No debí de entrar, perdón —se disculpó.

—No pensaste demasiado en sus actos —dijo posando una mano sobre sus hombros—. Creo que no podremos hacer nada hasta que se desahogue.

Temari le miró.

—¿Por eso le has llamado?

—Sí —reconoció—. Me aferraré a esa esperanza.

Temari desvió la mirada hasta el suelo.

A Shikamaru se le partía el corazón cuando la veía de esa forma. Una mujer fuerte, estoica, que parecía incapaz de tener miedo estaba aterrada por la preocupación. Su hermano era lo único que le quedaba y lo comprendía.

Por eso estaba dispuesto hasta hacer algo tan drástico.

—Gracias —susurró ella.

Shikamaru descartó cualquier agradecimiento. Él realmente no estaba haciendo nada. Hacer una llamada por teléfono y haber salvado a Temari de ser golpeada con más fuerza no implicaba ser un héroe. Tampoco quería serlo.

Era demasiado problemático.

Aunque siempre le pasaba igual: cuando debía de serlo no lo era. Como pasó con Tayuya.

Su padre le había llamado esa noche mientras dormía en casa de Temari. Ocupó el sofá, negándose a dormir en la cama de Gaara o en el cuarto de su difunto hermano y, menos todavía, con ella. Como si de dos amigas se trataran. ¡Ni hablar! Eso sí podía ser problemático.

Le había contado que Tayuya fue traspasada al servicio de inteligencia y que no iba a ser fácil. Conocía al jefe de inteligencia y era una bestia de hombre con una capacidad increíble para sacar información. No sabía cuál era el límite de Tayuya, pero hombres más grandes que ella habían caído.

Y dado que había niños de por medio, dudaba que fueran magnánimos.

Lo comprendía y Tayuya debería de ceder a esa parte pequeña de su mente que era más noble. Olvidarse de las drogas, de lo que le debiera a la persona que la estaba manipulando y recordar lo que sufrió para entregarlo en bandeja.

Sin embargo… también había recibido una llamada al despertarse de su padre.

Tayuya fue hallada muerta en su celda. Envenenada. Alguien le había regresado la flauta, cuyo objeto era una prueba importante para su detención. Al llevársela a la boca seguramente había absorbido el veneno.

No se lo había dicho todavía a Temari. No consideraba que fuera un momento y menos con Gaara en esa situación.

—Tenemos que avisar a Tsunade de que seguramente habrá jaleo un rato —recordó poniéndose en pie—. Dudo que Naruto lo haga tranquilamente. Parecía estar ocupado cuando le he llamado.

—Sí… —reconoció ella mirando hacia la puerta.

Interceptó a una enfermera cercana para pedirle hablar con Tsunade y esta asintió. La directora a veces pasaba más tiempo en el hospital que en la universidad, especialmente si sus alumnos estaban en él, así que no tardó demasiado en aparecer.

—¿Estás seguro de que funcionará? —le preguntó.

—Eso creo —asintió.

—Un creo no me basta —advirtió Tsunade.

Naruto apareció justo por su derecha. Estaba colorado en señal de que había corrido hasta el lugar y le lanzó su chaqueta a Temari para que la sostuviera. Luego le miró a él y después, a Tsunade.

—Lo haré, vieja.

Tsunade se llevó una mano a la cadera mientras veía la puerta cerrarse tras él.

—Igual que su padre, este idiota.

Shikamaru la miró.

—¿Conoció al padre de Naruto? —cuestionó.

—Sí, le conocí —respondió Tsunade sentándose junto a Temari—. He conocido a muchos hombres importantes y Minato fue uno de ellos hasta su muerte. Sólo que, por lo bajo, de esos que no quieren que se note mucho pero que el pueblo igualmente valora. Iba a ser condecorado como alguien importante cuando murió.

Shikamaru tenía un vago recuerdo del hombre. Sabía que Naruto se parecía mucho a él y que su madre lo recalcaba muchas veces. Sakura quizás tuviese un recuerdo más amplio y aunque nunca hablaba de él, estaba seguro de que le recordaba mucho.

—Los muertos, muertos están —añadió Tsunade dando una palmada en la pierna de Temari—. Los vivos hemos de vivir y dudo mucho que nuestros muertos quisieran que nosotros llorásemos todo el tiempo. No soy la más indicada para decirlo, claro, pero llorar no solucionará las cosas que tenemos delante. Nos ayudará a desahogarnos, sí, pero no abre caminos, al menos, no honorables.

Shikamaru miró hacia la puerta. No podía ver nada porque Naruto la había tapado con algo. Que no se escucharan ruidos podía ser una buena señal o tan mala como cualquiera. Tsunade se alejó ante una llamada y Temari se levantó para tirar de su manga.

—¿Crees que Tsunade haya perdido a alguien importante? Por como habla pareciera que sí.

Shikamaru la miró a ella y luego a la mujer, que gesticulaba a una enfermera.

—Puede ser —asintió—. Tiene pinta de que sí. Además, como médico es posible que algún paciente que fuera importante muriera en sus manos. Solo son deducciones, claro.

Temari asintió y le miró.

Shikamaru alcanzó a ver la sombra de algo chocar contra ellos tras un crujido. Se interpuso, abrazándola y algo le rozó la espalda. Al volverse, se percató de que era la puerta de la habitación.

Los dos corrieron para ver qué ocurría, pero fue Naruto quien había golpeado la puerta. Gaara estaba sentado en la cama, con los puños apretados y más pálido.

Tsunade se acercó también para ver qué ocurría.

—¿¡Acabas de darle una patada a la puerta!? —gritó la mujer.

Naruto lo ignoró. Los miró, aferró a Temari del brazo con fuerza y la lanzó contra Gaara, quien, para su sorpresa, extendió un brazo para sostenerla.

—¡Ella es tu hermana, ttebayo! ¿Acaso crees que eso no es importante? —gritó Naruto señalándolo—. ¡No sólo perdiste tú un hermano ese día! ¡Temari también! Y ahora ha estado a punto de perder otro. ¿Entiendes el doble dolor que estás causando? ¿¡Realmente crees que estás solo!?

Shikamaru tiró de su brazo, pero Naruto se soltó.

—Sí, puede que estés jodido de mierda. El dolor de perder a alguien duele como una condenada patada en el alma. ¡Pero ella lo ha vivido también! Y cuando te necesitaba. ¿Dónde estabas, Gaara? ¿Tirando de mierda para pasarlo? Ella no lo hizo y aguantó todas tus mierdas hasta ahora. ¿Has visto alguna vez llorar a Temari? —cuestionó.

Shikamaru apretó los labios al percatarse del rostro de la susodicha.

—¡Mírala!

Gaara tembló y bajó lentamente la vista hacia ella. Temari desvió la mirada pero eran obvias sus lágrimas. Gaara desvió su mano hasta su mejilla al notar el golpe que le había dado y apretó los labios, culpable.

—Haz las cosas bien, Gaara. Y sal de esta. Después, yo mismo te daré una zurra de necesitarlo —aseveró Naruto.

Recogió su chaqueta que había caído al suelo cuando empujó a Temari y le miró a él, guiñándole un ojo, antes de marcharse a toda prisa, huyendo de Tsunade y sus gritos.

Shikamaru miró a ambos hermanos. No logró captar lo que Gaara susurró, pero Temari negó y, por fin, sonrió.

Shikamaru les dio la espalda para salir. Tsunade colgaba justo en ese momento.

—Sé que es un momento delicado, pero acabo de llamar a tu padre. Tendrán preguntas que hacerle —explicó.

—Me imagino, sí —confirmó.

No sabía cómo se lo tomaría Gaara ni qué respuestas daría. Esperaba que realmente Naruto hubiera podido hacer por él. Estaba seguro de que tomaría su promesa en serio y que, cuando Gaara saliera y de necesitarlo, hablarían de nuevo y quizás, esa vez, con los puños.

—¡Shikamaru!

Se detuvo al llamar el ascensor y la vio correr hacia él. Sonreía y aunque todavía se notaba el golpe en su cara, parecía estar más animada.

—¿Te marchas?

—Un rato —respondió—. Iré a clases y luego volveré —explicó—. No podemos faltar siempre los dos.

—No, cierto —reconoció ella—. Quería darte… eh. —Hizo una pausa, nerviosa—. Yo…

—De nada.

Temari le miró y él sonrió, rascándose la nuca.

—No diré que no ha sido problemática la cosa, pero… no me importa ayudarte. Así que… de nada.

Le acarició la cabeza y fue a entrar al ascensor. Antes de que la puerta se cerrase, ella tiró de él. Un beso torpe en la mejilla y luego volvió con su hermano.

Shikamaru no estaba seguro de a qué piso le dio después, pero de que tenía la mejilla caliente sí que lo estaba.

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Hinata despertó con una pesadilla. Reconocía el olor de dónde se encontraba y por un instante, pensó que no estaba sola. Que él estaba a su lado y era aterrador. Pero no había nadie en la silla a su lado y Shizune estaba inclinada en la mesa, escribiendo algún informe. Cuando el somier crujió miró hacia ella, sonriéndole.

—¿Qué tal te encuentras?

—Algo mareada —confesó llevándose una mano a la cabeza—. Tengo frío.

—Parece que estás aterrada —reconoció Shizune inspeccionándola—. ¿Ha pasado algo?

—Yo…

No sabía cómo explicarlo.

Había sentido mucho miedo durante toda la mañana, esperando a que Naruto llegara a clases y, por un lado, alegrándose de que no lo hiciera por ir a ver a Sai. Pero cuando vio que sí que volvía, el miedo comenzó.

No entendía bien por qué, pero le daba pánico ser rechazada.

Se había declarado en el ascensor antes de desmayarse. Despertó en su casa con Hanabi encima de ella dispuesta a hacerle muchas preguntas que no supo cómo responder, aunque así supo que Naruto fue quien la llevó a casa y que su padre, por suerte, no lo sabía.

Pero ahora estaba muerta de miedo, porque sí, Naruto la había interceptado en el pasillo y por su aspecto llevaba rato corriendo en su búsqueda. Y pudo volver a expresar bien sus sentimientos pese a que quería huir para no escuchar una negativa.

Y luego…

Luego le escuchó.

Estaba segura de que era su voz. La recordaría de por vida. No pudo verlo a causa de la altura de Naruto, pero estaba segura. El miedo era real.

—Sabes, un chico ha estado hace un rato contigo cuidándote. Esperaba a que te despertaras, pero al final se ha marchado a clases.

—¿Naruto? —cuestionó.

Shizune pareció dudar.

—Sí, creo que era él. No estoy segura, todavía no sé todos vuestros nombres. ¿Te ves con fuerzas de regresar a clases o prefieres quedarte un poco más?

Negó.

—No, iré. No quiero perderme nada.

Porque Ino contaría más tarde con sus notas, estaba segura de eso. Además, no necesitaba estar encerrada a solas en ese momento. Necesitaba un lugar que considerase seguro y con los chicos y chicas que conocía se sentía así.

Pero cuando abrió la puerta se quedó en shock. Supo que Sakura estaba por igual, de pie frente a su escritorio. La miró y pudo sentir el mismo terror.

—Hinata, por favor. ¿Puedes tomar asiento? —demandó Kakashi—. Sakura, siéntate.

Ambas obedecieron. Se tomaron de las manos, preocupadas. Miró hacia atrás.

Naruto estaba pálido y con los puños apretados. Se percató de que Karin también estaba pálida y echada hacia atrás.

El terror acababa de ser instalado en 2-b.

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Temari se inclinó para dar las gracias al hombre que acababa de arreglar la puerta y después, se volvió hacia la bolsa sobre la única silla para sacar algunas de las pertenencias de su hermano. Desde lo ocurrido con Naruto, Gaara estaba callado, pensativo y sólo respondía con ciertos monosílabos.

Y cuando sentía que iba a darle otro ataque, se aferraba a ella como si de un niño pequeño se tratase.

Se había disculpado por golpearla, por todo lo que había hecho durante esos años y por no pensar en ella.

Era como si acabase de nacer un Gaara nuevo. De alguna forma.

Entendía que iba a necesitar su espacio y lo respetaba, sólo atendiendo cuando él la necesitaba. No quería agobiarlo con abrazos o besos, cosa que tampoco sería muy dado de ella.

—¿Alguien ha roto la puerta?

Temari se volvió hacia la voz. Por un instante, era como ver un Shikamaru más adulto. Shikaku Nara levantó una mano para saludar.

—Siento la intromisión —dijo—. Pero los tres sabemos que esto iba a pasar tarde o temprano y he escuchado que ya te sientes mejor como para poder tener una charla coherente.

Temari buscó la mirada de Gaara, quien asintió lentamente con la cabeza. Sus manos todavía temblaban cuando apretó las sábanas contra él.

—No creo que sea… —comenzó.

—Temari —interrumpió Gaara con tranquilidad—. Está bien.

Ella le miró y luego asintió. Shikaku se adentró más y cerró la nueva puerta tras él.

—Prefiero la discreción —explicó al notar que ambos hermanos le miraban.

La miró a ella primero.

—Espero que mi chaval se haya portado bien contigo —soltó.

Temari sintió que le subía el calor al rostro. Carraspeó y desvió la mirada, encontrándose con una muy curiosa de Gaara. Volvió a mirar a Nara.

—Sí, gracias —le dijo finalmente.

Shikaku sonrió.

—Me alegro. Ya sabes: las puertas de mi casa estarán siempre abiertas.

Temari no supo qué decir ante esa invitación. No era normal que los adultos decidieran esas cosas tan abiertamente. Más bien, les cerraban las puertas.

Aun así, agradeció y se hizo a un lado para que pudiera centrarse en Gaara.

—Supongo que Shikamaru ya os lo habrá contado, pero detuvimos a la persona que te puso en esas condiciones —comenzó.

Gaara tragó.

—Tayuya —nombró casi sin voz.

Shikaku asintió.

—Sí. Ella misma. Había ADN suyo en tus uñas y tuyo en su flauta. Además, dudo que te drogaras con esa cantidad a ti mismo a menos que quisieras matarte. Confesó drogarte, pero no nos dijo nada más. Sin embargo, tenemos la sospecha de que aparte de drogarte en contra de tu voluntad, también te…

—Sí.

Gaara lo interrumpió sin mirarla. Miraba fijamente al policía. Shikaku no ondeó más.

Temari, sin embargo, sintió que se clavaba las uñas en las palmas de la mano. La próxima vez que viera a Tayuya quizás hiciera algo más que mandarla a volar contra un coche.

—¿Cuánto tiempo estará en la cárcel? —preguntó.

Shikaku la miró con sorpresa.

—¿No os lo ha dicho Shikamaru?

Temari intercambió una mirada con Gaara.

—¿Decirnos qué? —cuestionó ella.

Porque no recordaba que le dijera algo en especial cuando se marchaba. Más bien, sólo tenía la mente ligeramente en babia a causa del atrevimiento que había tenido por besarlo en la mejilla.

—Tayuya ha sido encontrada muerta esta mañana en su jaula de detención. La flauta estaba junto a ella. Fue envenenada.

Temari se llevó la mano a la boca, aterrada y culpable por sus pensamientos.

—Temari —nombró Gaara.

Ella le miró. Extendía una mano temblorosa hacia ella. Hacía años que eso no pasaba. Incluso sus ojos llenos de una ternura que no esperaba.

Se acercó, sentándose a su lado.

—Veo que no lo sabíais.

—No —aseguró Temari intentando que su voz no temblara—. Mi hermano hace poco que puede estar consciente, así que Shikamaru seguramente no quería enturbiar su descanso.

—Comprendo —aceptó Shikaku—. Lamento la noticia, entonces.

Estuvo muy tentada de negarse a sentirlo.

La oscuridad de Tayuya había afectado a su hermano y por su culpa estuvo a punto de morir de una sobredosis.

—Gaara —nombró Shikaku—. Siento tener que preguntártelo, pero… ¿Recuerdas algo? ¿Quién conseguía la droga?

Temari miró a Gaara, quien fruncía el ceño concentrándose.

—Ahora mismo no — reconoció—. Mi cabeza está algo confusa todavía.

Shikaku asintió y se acercó a ellos extendiendo una tarjeta.

—Si recuerdas algo, puedes llamarme. Si no, mi hijo estará siempre disponible. Creo que a él sabréis más dónde encontrarle.

Le guiñó un ojo a ella y tras inclinar la cabeza, se marchó. Gaara tomó la tarjeta. Luego la miró.

—¿Hay algo que no sepa?

Temari se puso en pie, nerviosa.

—¡Nada!

Al volver a mirarle, él sonreía. Como no hacía en años.

Esa vez no pudo aguantar el llanto y tampoco las ganas de abrazarle.

.

.

Matsuri sonrió, apoyada en la pared mientras escuchaba a Temari hablar. Le contaba cosas emocionantes de la escuela a Gaara, quien asentía de vez en cuando o hasta hacía alguna que otra pregunta.

No podía controlar su alegría, tanto, que el llanto escapó de su control e hipó tan ruidosamente que escuchó que ambos hermanos callaron. Dejó la maleta en la puerta y echó a correr.

Ese no era su momento.

Era de ellos dos.

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.

Sasuke no entendía qué estaba ocurriendo pero estaba ahí, de pie, a su lado. Naruto estaba tan tenso que las uñas empezaban a herirle la piel. Hinata y Sakura permanecían a una distancia prudente y por lo que podía comprender, ese chico les causaba terror.

Al principio pensó que era por la similitud que tenía hacia Naruto. Físicamente se parecían, sólo que el nuevo era moreno, aunque sus ojos eran mitad y mitad. Azul y negro. Su postura era similar a Naruto.

Se había presentado a sí mismo como Menma Uzumaki.

Al hacerlo, Karin se había levantado y salido de clase, ignorando el llamado de Kakashi. Parecía aterrada. Sólo la había visto así una vez y fue por su causa.

Que fingiera no recordarlo no significaba que no lo hiciera.

La había utilizado y ni siquiera fue educado con ella. La dejó atrás tras saciarse sexualmente, obviando que acababa de entregarle su primera vez o que dejaba a una mujer en un lugar peligroso.

Karin no volvió a acercarse a él desde entonces y, aunque por un lado resultó un alivio, tampoco era agradable conocer los motivos.

Se preguntó si Sakura conocería ese detalle. Si eso haría que le odiara más. Si tan solo pudiera controlar su condenada boca cuando hablaba con ella.

—¿Qué queréis? —cuestionó Menma indiferente—. Estáis haciendo que pierda el tiempo para observarme.

Naruto rechinó los dientes.

—¿Quién eres? —cuestionó.

Menma le miró.

—Es obvio. ¿No crees? —inquirió enarcando una ceja—. Ah, espera. Escuché decir que eras algo lerdo para las cosas. Vale, te lo resumiré: soy tu hermano. Y…

Levantó una mano para saludar a Sakura y Hinata detrás de ellos.

—Ellas ya me conocen.

Sasuke miró un momento hacia atrás para verlas y eso bastó para que Naruto se lanzase sin pensarlo. Cuando quiso atraparlo estaba en el suelo, de bruces. Menma se había movido rápido. Demasiado.

—¡Bastardo! —exclamó Naruto tosiendo sangre.

—¿Yo? ¿Bastardo? —cuestionó con arrogancia—. No, no. Yo nací del mismo lugar que tú. Hermanito.

Luego pasó al lado de ellos, deteniéndose junto a las chicas.

—Veo que cumpliste tu promesa, Hinata —dijo—. Aunque ya no me haces falta.

Miró a Sakura y luego a él. Sasuke frunció el ceño.

—Qué mal gusto tenéis, chicas.

Finalmente, se alejó.

Sasuke ayudó a Naruto a incorporándose.

—Oye…

—Lo sé —interrumpió Naruto—. Lo sé. Tengo que arreglar esto.

—Pero no sabes cómo —puntualizó—. No tienes que hacerlo solo.

Naruto se limpió la sangre de la barbilla.

—Lo sé. —Le miró y asintió, confiado—. Ellas están asustadas.

Miró de nuevo hacia Hinata y Sakura. Sopesó la idea de ofrecer su hombro a Sakura. Quizás era un buen momento.

—¡Pelirosa!

Se detuvo.

Sasori avanzaba hacia ellas y por su aspecto, había corrido. Sakura soltó a Hinata para aceptar el agarre de sus manos, temblando.

—Sasuke… —murmuró Naruto mirándole.

Sasuke le soltó lentamente, tensando la espalda.

—Está bien —dijo apartando la mirada—. Ve con Hinata.

Pero Neji también se había movido hasta llegar a ella y Hinata parecía reconfortada por su seguridad. Naruto ladeó la cabeza.

—Mi madre. He de ver a mi madre.

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Sakura suspiró más aliviada mientras caminaba con Sasori. Le había contado lo que ocurriera, el secuestro, que Menma fuera el causante y lo que habían descubierto. Sasori la escuchó en silencio, sin presión, permitiendo que se explicara, que sacara el miedo que sentía.

Esperaba que Hinata consiguiera lo mismo.

—Gracias por venir, Sasori —agradeció aceptando también la lata de café caliente que le dio.

—Me llamaste. ¿Recuerdas?

—Lo sé —reconoció estirando las piernas—. No pensé qué hacer. Estaba asustada. Es como ver una versión oscura de Naruto. Es asfixiante. Da la sensación de que tu mejor amigo se ha corrompido y que va a hacer todas las peores pesadillas.

Sasori se apoyó en la mesa frente a ella. Habían caminado hasta el taller de Sasori, en la galería. Deidara no estaba y la exposición estaba abierta.

—Creo que Naruto es también uno de tus puntos débiles.

Sakura abrió la lata y dio un pequeño sorbo.

—Lo es —confirmó—. Hace años pasó algo que…

Se mordió el labio inferior.

—No puedes contar —terminó por ella.

—No —asintió—. No todavía. Es algo que… no puedo enfrentarlo.

Sasori bebió de su propia bebida, dándole su tiempo.

—Por mi culpa pasó algo muy grave, Sasori —confesó—. Algo que no sé si Naruto llegue a perdonarme nunca.

Sasori se encogió de hombros.

—No le conozco lo suficiente como para afirmar si sí o no, pero dudo que sea así —aseguró él.

Sakura sonrió irónica.

—No eres el primero que me lo dice, pero mis pesadillas no dicen lo mismo. Y Menma pasó a formar parte de ellas como el reflejo horrible de Naruto. Es una idiotez, lo sé.

—No, no lo es —aseguró él. Dejó la lata para tomarle de las manos, arrodillándose frente a ella—. Quieres mucho a Naruto y te da miedo perderle. Es normal. No de una forma amorosa, por supuesto, sino como algo un poco más complicado. Algo que no necesita lazos de sangre siempre.

Sakura asintió y le sonrió.

—Justo así me siento.

—Algún día tendrás que encarar tus miedos, sin embargo —añadió—. No puedes vivir siempre con miedo.

—Lo sé —reconoció—. Y creo que ahora va a sufrir. Menma es su hermano. No sé si sea mentira o no, pero… Naruto está en pánico, aunque no lo parezca.

—¿No estaba Sasuke con él? —cuestionó Sasori.

Sakura enarcó una ceja.

—No lo digo por celos —añadió antes de que ella preguntara—. Pero es obvio que las cosas están tensas entre ustedes. Creo que habría esperado que yo no apareciera y que fueras hacia ellos.

Sakura asintió.

—Lo sé y precisamente por eso no lo he hecho. No puedo depender siempre de aferrarme a falsas esperanzas o amabilidad forzada. Sin embargo, no puedo dejar a Naruto solo.

—¿Quieres que vaya contigo? —propuso.

—¿Harías eso? —cuestionó sorprendida.

Él asintió.

—Esa es la parte dura de tener pareja, Sakura: tu novio siempre estará ahí.

Ella se echó a reír.

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Kushina abrió la puerta con una sonrisa que se fue borrando a medida que reconoció al hombre frente a ella. Él levantó una mano, sonriente.

—Sigues igual de hermosa que siempre, Kushina. No has cambiado nada.

Kushina no cambió la cara. Sopesaba cuánto tardaría en llegar al bate de béisbol que guardaba para ciertos casos.

—Y tu cara de apatía hacia mí tampoco. Venga, mujer, no seas así. Que tu hija lleva su nombre gracias a mí.

—Jiraiya —nombró—. No me lo recuerdes.

Cuando supo más tarde de dónde salió estuvo a punto de escalabrar a Minato por ello.

—Sé qué hace mucho tiempo, Kushina. Pero tengo que hablar contigo. Es importante.

Kushina se cruzó de brazos.

—Si es por la obertura de la tumba de mi marido, ya lo sé —dijo—. ¿Habéis encontrado quién ha sido?

—Tenemos una pista —confirmó Jiraiya—. Pero vengo por otra cosa. Naruto ya debe de haberse enterado antes que tú, porque se ha movido antes de lo que esperábamos. Esto es algo que debía de contarte Minato, pero falleció y no pudo hacerlo.

Kushina se llevó una mano al pecho, confusa.

—¿Contarme? ¿De qué hablas?

Jiraiya extendió una mano hacia el sofá para invitarla a sentarse. Una vez lo hizo, extendió un papel frente a ella.

—Esto. Sé que cuando lo leas lo comprenderás.

Kushina lo tomó entre sus dedos intrigada. Hasta que casi soltó una carcajada.

—Sé qué es esto. Es la partida de nacimiento de Naru… —Su voz se apagó, al igual que su sonrisa se borró de sus labios—. No, no puede ser.

Jiraiya se arrodilló frente a ella.

—Lo es. Aquella noche diste a luz a dos bebés.

Kushina negó, aturdida.

—No puede ser… Minato no…

—Minato murió antes de poder cumplir la promesa que me hizo. Descubrir dónde estaba su hijo. Os lo robaron aquella noche. Fingió que no lo sabía para no asustarte.

—Es imposible. Las ecografías, durante el parto…

Jiraiya asintió comprendiéndolo.

—Te desmayaste tras tener a Naruto. ¿Lo recuerdas? —Kushina asintió—. Minato fue expulsado de la sala de partos. Todo estaba planeado desde que te quedaste embarazada. Tu hijo vivió alejado de ti por la familia Uzumaki.

—¡Esos…!

Se puso en pie, dispuesta a matar a cualquiera de ellos que se encontrara. Jiraiya le puso una mano en el hombro.

—Kushina, debes de calmarte. Ahora más que nunca —le pidió—. Has conocido una parte de la verdad. Naruto, piensa que está ahora mismo en un completo caos.

—¿Por qué sabes todo esto? —cuestionó, temblando.

—Porque continué la investigación que mi alumno no pudo terminar. Debido a que he estado siguiendo pistas de bebés vendidos para droga, encontré muchas partidas de nacimiento y recordé que tenía esta que Minato me dio por si le pasaba algo. Tu hijo, éste —señaló la partida que todavía sostenía entre sus manos—, no está sano. No enfermo de salud, pero sí corrompido. Los Uzumaki decidieron quedárselo y corromperlo.

Kushina se llevó una mano a la frente, mareada.

—Todo esto es mucha información, me siento mareada…

—Es natural —confirmó Jiraiya ayudándola a sostenerla.

Kushina hipó.

—Tengo dos hijos… de verdad tengo dos hijos.

—Los tienes. Uno es Naruto Uzumaki, al que has criado como madre soltera durante todo este tiempo. Y el otro, es este niño que te robaron al nacer y que tu marido ha estado buscando como loco hasta que murió. Luego, yo decidí seguir su investigación y he descubierto quién es y que, al ser criado por los Uzumaki, ha crecido en unas condiciones insanas.

Kushina le miró, furiosa.

—¿Qué le hicieron a mi bebé?

Jiraiya frunció las cejas con ternura pese a que su respuesta iba a ser dura.

—Corromperlo para que os odie.

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Neji la ayudó a bajar del coche y la acompañó hasta su dormitorio. Hinata estaba agotada y todavía continuaba pálida.

—¿Le conoces? —preguntó finalmente. No había abierto la boca durante el traslado y Neji había tenido mucho tiempo para deducir cosas—. ¿Es el hermano de Naruto de verdad?

Hinata cabeceó dos veces.

Se sentó en la cama y miró hacia él. Neji entendió y cerró la puerta. Luego se acercó a ella, sentándose a su lado.

—¿Me prometes no contárselo a mi padre? —pidió.

Neji dudó. Le debía mucho a su tío. Demasiado. Pero Hinata parecía realmente necesitar desahogarse.

—De acuerdo —concedió.

Hinata se lamió los labios y se llevó una mano al vientre, donde sus heridas estaban cicatrizando bien al final.

—Conozco a Menma. Fue quien nos secuestró a Sakura y a mí aquella vez. Uno de sus hombres me metió dentro del coche y cuando pasábamos vi a Sakura. Pensé que estaba mal y no lo pensé. Él accedió al verla. No sabía que la conocía.

—¿Por qué se conocen? —inquirió.

—No estoy segura. Creo que Sakura recordó por un momento, pero jamás me lo ha dicho.

—Entiendo —asintió.

Hinata continuó.

—A Sakura la durmieron y a mí me mantuvo despierta. Me amenazó con matar a Naruto o a Sakura de decir quién era. Así que lo mantuve en secreto hasta ahora. Y quiero seguir haciéndolo porque no sé qué va a pasar. Haberse descubierto de golpe, es muy extraño.

Neji le dio la razón. En realidad, para todos había sido un shock cuando lo presentaron en clase. Puede que el que más fuera Naruto, pero no había sido indiferente para el resto.

—Menma me aterra —confesó abrazándose a sí misma—. Es peligroso.

Pasó un brazo por sus hombros para tranquilizarla.

—Tranquila, no lo hará de nuevo. No estarás sola.

Naruto le sonrió trémula y miró hacia la ventana.

—Nunca podemos estar tranquilos —dijo—. Primero fue el caos con los Uchiha. Itachi enviándome un mensaje en plena noche, Sasuke odiándome por formar parte de lo que no quería hacer, tú, sufriendo mientras mi padre movía los hilos y te usaba por encontrar la verdad. Ahora eres libre.

—Y tú también —le recordó—. Naruto. ¿Verdad?

Hinata enrojeció delatándose.

—Siempre lo supe —reconoció.

—No me digas eso —suplicó escondiendo su rostro en su pecho —. Me esforcé tanto porque no se notase, en seguir el camino…

—Lo sé y tu padre también. ¿Por qué te crees que hace la vista gorda algunas veces?

—¿A qué te refieres? —cuestionó mirándole.

—Ayer te trajo él a casa. ¿Verdad? Fingió no enterarse y me lo contó cuando regresé —explicó—. Hanabi cree que no se enteró.

Hinata enrojeció, sorprendida.

—Oh, madre mía.

—Sí —asintió—. Creo que lo aceptará.

Hinata guardó silencio por un instante.

—¿Qué hay de ti, Neji-nii-san? —cuestionó.

Neji dio un respingo por la pregunta. Bajó la mirada hacia la de ella.

—¿Qué?

Hinata sonrió dulcemente.

—¿No hay nadie que te guste? Nada impide que puedas ser feliz.

Por un instante, el rostro de una persona cruzó su mente. Parpadeó para borrar la idea.

—Escuché rumores de que tú y Tenten…

—No —negó raudo—. No estamos saliendo. Fue una locura de Lee.

—¡Oh!

Hinata no hizo más preguntas de las debidas. Le gustaba eso de ella. Pero él no podía sacarse de la cabeza la cara de Tenten mientras lo pensaba de nuevo.

Empezaba a ser molesto.

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Gaara observó a su hermana colocar las cosas sucias en la nueva maleta tras sacar ropa limpia. No se sentía todavía bien del todo. Había pasado de ser una mierda a ver que el mundo no giraba sólo a su alrededor. Pensó que herir a Temari consolaría su dolor y, sin embargo, lo había empeorado.

Y había vuelto a golpearla.

Se miró la mano, cerrándola en un puño.

—¿Te encuentras bien?

Levantó la mirada de nuevo a ella, que se había detenido para mirarle, con la ropa que había doblado para meterla en el armario.

—¿Tienes otro ataque?

—No —negó.

Sólo estaba furioso consigo mismo.

No lograba comprender por qué Temari continuaba ahí pese a todo el dolor que le había hecho pasar. Era ridículo que tuviera esa suerte. La estaba teniendo.

Quizás era cierto y el amor podía cambiar las cosas. Las perspectivas.

—No entiendo por qué Matsuri ha dejado la bolsa y se ha marchado —protestó Temari al guardar la ropa—. Esta chica es un caos.

Gaara la recordaba. El último encuentro también.

Si le llegaba a odiar no iba a extrañarle. Si no quería verle… tampoco.

No era una joya, ni muchos menos el hombre con el que debía de perder el tiempo.

Seguramente en esa escuela habría muchos y mejores que él. Él necesitaba su propio proceso para mejorar, para volver a ser él mismo de alguna forma. Las pesadillas tenían que marcharse, su vida debía de establecerse, encontrar algo en lo que pudiera encontrar el sendero.

Y sí, debía de darle las gracias a Naruto.

Era cierto. Temari ya había perdido un hermano, estuvo a punto de perder dos. Si tan solo consiguiera recordar…

El teléfono de su hermana lo sacó de sus pensamientos. Temari miró el móvil y no contestó, enviando a la persona al buzón de voz.

—¿Quién era? —le preguntó.

Temari frunció el ceño con enfado.

—Alguien a quien no quiero volver a ver nunca más.

Gaara no comprendió.

—He aprendido que tener parte de la misma sangre no siempre provee cosas buenas —terminó.

Entonces, le vino a la memoria algo.

Recordaba a Matsuri en su casa, mojada. Estaba con Sasori y otro hombre. Recordaba la bolsita de droga que Matsuri encontró poco después.

Se llevó una mano a la cabeza.

Temari apretó el botón en cuestión de segundos.

Sí, iba a ser una jodida mierda recordar.

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Tenten se encontró con Shikamaru justo cuando salía del comedor. Bostezaba y arrastraba los pies. Llegó justo después de que todo el alboroto se formase por el supuesto hermano de Naruto. Algo que, al parecer, nadie sabía. Ni siquiera él mismo.

—Si vas a comer algo, acaban de cerrar —le advirtió.

Él la miró como si no la reconociera en un principio. Tenten se llevó una mano a los cabellos. Los llevaba sueltos e iba en pijama. A esa hora, sólo los profesores y estudiantes de dormitorio debían de estar por los pasillos.

—Ahg, diablos. Me quedé sopa en la biblioteca y tenía hambre. Tsk, volveré a casa entonces.

—Espera —le dijo—. Toma, anda.

Le entregó uno de sus panecillos. Shikamaru lo miró como si acabase de ver el cielo abierto. Lo aceptó y ahí mismo le dio un bocado.

Tenten se mordisqueó los labios.

—¿Cómo está Temari?

Él la miró.

—Sí, lo sé. Nos llevamos fatal ahora —reconoció—. Pero eso no quita que me preocupe.

Shikamaru masticó antes de hablar.

—Está bien. Gaara está recuperándose.

Suspiró aliviada. Después de todo, le habían buscado incesantemente. No conocía del todo los detalles, pero al menos, parecía ser que tanto Sai como Gaara evolucionaban bien.

—Shikamaru —recordó—. ¿No deberías de estar con Naruto?

Shikamaru la miró sin comprender.

—¿Has venido para dormir en la biblioteca? —cuestionó irónica. Él carraspeó por ser pillado—. Dios, tu vagancia es increíble. Como sea.

Fue a pasar por su lado cuando él la retuvo.

—¿Qué ha pasado?

—Pues… al parecer tiene un hermano. Moreno, con un ojo de cada color y da bastante miedo, la verdad —reconoció—. Karin se ha marchado pálida y todo.

Shikamaru estaba perplejo.

—Naruto no tiene hermanos.

Tenten se encogió de hombros.

—Pues hoy sí.

Nara chasqueó la lengua, girándose. Se detuvo y la miró.

—Eras muy amiga de Tayuya. ¿No?

Tenten bufó.

—¿En serio tengo esa cara? Sólo intentó manipularme. Incluso me incitó para seducir a Neji. Por su culpa…

—Está muerta —le interrumpió. Tenten abrió la boca—. Creía que deberías de saberlo. No sé qué te habrá contado o hasta qué punto la conocías, pero… ten cuidado.

Luego echó a correr. Probablemente, en busca de Naruto.

Estaba completamente en shock. ¿Tayuya? ¿Muerta? ¿Acaso serían con los que se habían codeado la noche del frustrado robo?

Se cubrió la boca, aterrada.

Sus pies se movieron solos mientras corrió hacia la salida y cruzó las calles.

Cuando llamó a la puerta ni siquiera era consciente de haberlo hecho, hasta que le vio.

—Neji… —murmuró—, por favor, ayúdame…

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—Esto es tuyo.

Ino mostró la carpeta que había estado reservando para ese momento. Sai la miró sin verla realmente. Ella la puso sobre sus rodillas por si quería abrirla.

—Kakashi me la dio cuando estaban operándote —explicó—. Vi lo que hay dentro.

Sai levantó la mirada de la carpeta a ella.

—¿Por qué? —cuestionó.

Todavía tenía la voz tomada por la intubación.

—Necesitaba hacerlo —confesó—. Necesitaba conocerte mejor. Yo… tengo que disculparme contigo, Sai.

Él llevó una mano hasta la suya.

—No tienes que hacerlo. No fue tu culpa. Yo dibujé algo que no debía y te envolví en todo esto. Deidara sólo quería asegurarse de que nunca abriera la boca para contar sus abusos.

—No, no es cierto —negó ella—. Yo no me di cuenta. No me fijé en que, a tu modo, querías ayudarme. Sai, no comprendía ni tu arte ni a ti. ¡Pero ahora sí!

Abrió la carpeta para mostrar los dibujos. De ella, de aquel suceso.

—Tienes unas manos maravillosas.

Sai miró los dibujos. Movió su mano hasta la carpeta y la cerró. Luego la miró a ella.

—Ya no importa, Ino.

Ino no lo comprendía.

—¿Qué quieres decir?

Él sonrió, ausente, lejano.

—No voy a volver a dibujar.

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Sonrió mientras se recostaba en el colchón.

Podía imaginarse todo el caos en esa pequeña casa. A su madre, a su hermano. Ambos gritándose en busca de respuestas y preguntas a las que ninguno tendría una respuesta que no hiriera al otro.

Le habían dicho que su hermano era fuerte. Había vencido a un mayor. Se metía en más peleas que dedos tenía en las manos y tenía un carácter que impresionaba o quizás simplemente es que no había escuchado bien los bastos halagos que escuchaba siempre de él. Aunque no de los Uzumaki, claro.

Miró la fotografía de su prima sobre la mesita de noche. Karin, tan impertinentemente creída y dolida como ella misma.

—¿Por qué eres así, prima? —cuestionó.

Luego lanzó el cuadro contra la pared y soltó una carcajada.

El juego había comenzado.

Y no se detendría hasta el final. Hasta que esa falsa familia se rompiera en mil pedazos. Hasta que no pagase su sufrimiento con sangre.

De nuevo.

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Rin levantó la copa y brindo al aire. La fotografía frente a ella en la mesa de su pequeño y casi vacío piso. El chico en ella sonreía pese a las marcas que desfiguraban su cara. Pasó el meñique por encima y suspiró, antes de dar un sorbo.

El timbre la hizo volver en sí.

Kakashi Hatake estaba al otro lado de la puerta.

Se apoyó contra el quicio y cruzó de brazos, mientras él enarcó una ceja.

—Ya has averiguado dónde vivo. Y eso que sólo te dije que no funcionaba el gas y la luz.

—¿Pones en duda mis capacidades? —cuestionó él mostrándole una caja de herramientas.

No pudo soportarlo más y se echó a reír.

—Dios, pareces un manitas y todo.

—Ey, soy muy buenos con herramientas —aseguró pasando cuando se lo permitió—. ¿Velas? ¿No incendiarás la casa?

—No soy una cría —protestó cerrando la puerta y guiándolo a la zona de contadores.

Él se detuvo a medio camino al ver la fotografía. Ella le imitó.

—Es nuestro aniversario hoy. Sería —corrigió—. Olvídalo. Son cosas tontas.

Kakashi suspiró y la siguió.

—No son tonterías, Rin —dijo dejando la caja en el suelo—. No tienes por qué aguantar todo sola.

Abrió la puerta para echar un vistazo y luego la miró.

—Al menos, ya no.

Rin bebió algo más y dejó la copa en una repisa.

—Vale, dime en qué te ayudo.

Él le entregó una linterna.

—¿En serio? —ironizó soltando una carcajada.

—Sí, la última vez que te di una herramienta se la tiraste a alguien a la cabeza.

—Exagerado —protestó.

—¿Tú crees? Porque todavía tengo un chichón —puntualizó.

Ella le dio una palmada en el hombro.

Volvió a reír.

Y, Dios, lo necesitaba tanto.

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—Ha creado un jodido caos —gruñó Tsunade golpeando la mesa—. No sólo con la clase, también en casa de los alumnos. ¿Esto era lo que querías?

La sombra negó y apretó los puños.

—No es lo que quería, es lo que esperaba. Voy a usar una de mis últimas bazas.

—¿La familia Namikaze te parece una baza? Son personas, sufren. Esa mujer ha estado sufriendo desde que perdió a su marido, sobreviviendo con su hijo y llorando.

—Lo soportará —dijo él—. Eso espero.

Tsunade sacudió la cabeza. Cuando volvió a mirar, él ya no estaba.

—Esto es un caos.

Continuará...

¡Una de las sombras ha sido descubierta! ¿Qué secretos traerá consigo? ¿Y las otras dos sombras?