Hey! Aquí Yatziri.

Después de todo, estaba leyendo mun libro de mi carrera (estudio psicología) y me di cuenta de que había 3 sentidos más y que sin ellos esta historia no estaría completa.

Con este epilogo doy cierre definitivo a mi corta vida en el fandom de Percy Jackson. A partir de ahora dedicaré mis días a mi fic de Las Crónicas de Kane, con el que he decidido retirarme de todo el mundo de fanfiction.

Desde ya doy las gracias a todos los lectores habidos y por haber en mi historia. Gracias por sus comentarios, por seguirla, por perseverar conmigo. Gracias por hacerla uno de los solangelos más leidos en la plataforma.

P.D.- Justo lo acabo de terminar, así que seguro se me fueron unas faltas terribles de horrografía así que me disculpo, pero quería colgarlo antes.

Los quiero y espero leerlos pronto de nuevo.


Los personajes no son míos. Son de Rick Riordan


EPILOGO

EL TODO

(equilibrio, temperatura y cinestesia)

NICO

Entró por la ventana de un salto, rodó por el suelo y se levantó en un respiro entrecortado. Era la segunda vez en la semana que después de las prácticas profesionales un pequeño karpoi le seguía, no quería saber que hacía tan cerca de Long Island así que se limitaba a darle esquinazo cada vez que lo veía, rogando a los dioses que no causara problemas que él y su novio debían de arreglar.

La lampara del pequeño salón se iluminó de golpe, revelando la silueta de Will.

Nico le sonrió ladinamente y alzó la barbilla como saludo, a su vez, el rubio alzó las cejas y señaló la puerta con la mirada celeste.

-No tiene sentido que la puerta esté al frente si te empeñas en saltar por la ventana. ¿sabes? – le reprochó.

Nico alzó los hombros al mismo tiempo que ocultaba las manos sobre los pantalones negros.

-Había un pequeño karpoi, le di esquinazo de nuevo, no quiero problemas por aquí. Si no nos encuentra seguro que no pasa nada.

Will suspiró y se quitó la bata blanca. Como siempre, ver a Will se asemejaba mucho a ver el sol, brillaba y ardía con tanta intensidad que hasta las sombras mas oscuras parecían debilitarse.

Su novio se acostó sobre el sillón y colocó sus antebrazos sobre los ojos, la respiración cortada, el pecho moviendose con brusquedad le dijo que algo no iba bien.

-¿Will? – le llamó él, apresurandose al salón e inclinando el torso una vez que se encontro por encima de él. El chico frente suyo dejó escapar un exhalación profunda que se mezcló con un sollozo poco propio.

Nico miró a la puerta, tamborileando los dedos en su pierna. Después de algunos años aún le provocaba nerviosismo tocarlo aunque su piel ardía en deseos de hacerlo.

Acarició la mejilla del rubio y en una maniobra rápida de combate le tiró al suelo, colocandose sobre él para dejarlo inmovilizado y tomandole de las manos para que no huyera de su mirada.

Will cerró los ojos con fuerza, pero las lágrimas ya caían por sus pomulos.

-¿Qué pasó? – demandó él con voz tremula. - ¿Qué pasó, William?

El rubio forcejeo apenas para librarse, algo que jamás solía hacer. El nudo que Nico no sabía que se estaba formando empezaba a incomodarle.

-Sonny murió hoy. – le declaró llorando abiertamente. –El tumor regresó de la noche a la mañana y no hubo salvación alguna, ni todos los ruegos a Apolo sirvieron.

Nico carraspeó, y a pesar de todo una sonrisa ligera se formó en sus labios.

Sonny era la primer paciente oficial de Will en el hospital en que había empezado a trabajar, una pequeña que hasta ese día tenía cinco años y que había luchado con un tumor oseo desde que nació.

Sonny era un alma que debía de haber sido reclamada desde el primer día. Nico la había visto, la muerte se movía con ella, la muerte se parecía a ella, pero Will había intentado salvarla, como un ángel demasiado estúpido para intentar lo inevitable.

-Lo intentaste bien...

-UN INTENTO NO ES SUFICIENTE – le escupió. –ESA NIÑA TENÍA UNA FAMILIA. ELLA MERECÍA VIVIR.

-Le diste unos años de vida en un hospital, seguro que no bastaron, pero ella ya está bien.

Will le miró con esperanza, como si recordara quién era por fin, un poco del antiguo brillo que tenía empezaba a volver.

-¿Lo está, verdad? Nunca tuvo la oportunidad de hacer nada malo. Ella era pura en todos los sentidos...

-Estará en un buen lugar. Sé que lo hara.

Will dejó de luchar bajo sus brazos y se relajó, aún en sus gestos el dolor se asomaba. Nico no soportaba verlo así, en general, no soportaba ver la desesperación , la desesperanza, el dolor. En el inframundo había miles de millones de almas que padecían cada uno de esos males por elección propia para toda la eternidad, no hacia falta que en vida aún caragaran con ese peso, no cuando podían cambiarlo.

-Perdon – se disculpó Will. – a veces, cuando estoy en el hospital se me olvida que hay un mundo más allá de las camillas y la enfermedad. – sonrió con dificultad y le miró significativamente, él lo soltó y le dejó apoyarse en los antebrazos.

Nico le sonrió a penas y le besó la frente, mirando por detrás de su cabeza.

Siempre que veía sus siluetas no dejaba de pensar que con él había encontrado el equilibrio correcto, el intervalo entre la oscuridad total y la luz cegadora. Ambos se complementaban bastante bien, en todos y cada uno de los ámbitos, incluso en las peleas; eran escandalosas, caoticas y de el golpe siempre salían chorros de sombras cálidas que abrigaban el entendimiento del otro con fuerza, que los hacían sentirse más juntos, como si hubieran creado algo íntimo.

Dejó sus labios en la frente de él, aspirando el aroma de su cabello, respirando con calma para que el mismo Will se tranquilizara, quería sanar, a su manera, el inevitable hueco de la muerte de la pequeña.

Supo que estaba dando resultado cuando los sentidos de Will empezaban a reaccionar a su toque.

Al principio las largas pestañas de Will habían acariciado su barbilla y sabía que estaba viendo las venas que se le maracaban en el cuello, aquellas que le gustaba ver porque entonces sabía exactamente cual era su pulso y se convencía a sí mismo que estaba sano, que no desaparecería en las sombras, que no lo iba a dejar solo.

Después se tomaría su tiempo para dejar que el silencio fuera la mejor compañía del oído, porque sabía que le gustaba escuchar su respiración.

Para ese punto Will ya estaría tranquilo, ya habría dejado su mente en blanco porque Nico sabía que la cercanía del otro bastaba para que no pensaran en otra cosa y él se estaba esforzando en que su novio lo sintiera cerca, quería hacerle saber que aunque alguien le iba a faltar toda su vida había alguien dispuesto a estar con él toda la que les quedaba.

Will ladeó la cebeza y aspiro por el cuello de Nico, su nariz acariciando con delicadeza la parte sensible de su cuerpo, erizandole el cabello de la nuca irremediablemente. Él cerró los ojos y también ladeó la cabeza para no negarle al rubio uno de los placeres que, en la intimidad, solía recordarle con ahínco: amaba su aroma.

Su novio se sentó apropiadamente en el suelo y lo sentó a él también, colocando sus muslos encima de los de él, dejandolos muy juntos, respirando al mismo tiempo y sin dejar de acariciar con la nariz su cuello.

Las manos hábiles de Will se colaron bajó su camiseta y le abrazó con fuerza, él sólo atinó a entretejer sus manos en los rizos de él y mantenerlo cerca. No era la primera vez que moría uno de los pacientes de su novio, la reacción siempre era distinta, siempre le afectaba y después de el abrazo que compartía con él se esforzaba por seguir adelante, pensando que el proximo viviría.

Will besó su cuello con devoción, separando los labios para hacerlo estremecer con su aliento pero que el roce de ellos fuera real, cerrando la boca infinitamente lento para que al concretar él pudiera saber que lo amaba.

Un subito calor en sus mejillas y orejas le hizo saber que estaba sonrojado, que como siempre, Will se las había ingeniado para subir su temperatura con solo un beso de gracias.

Bufó y le fulminó la sombra con la mirada, golpeandolo juguetonamente en la cabeza, a lo que el rubio rió nasalmente y mordió el lóbulo de su oreja como venganza.

Él gruñó, con la intensión de que sonara agresivo y enojado, pero tal vez no logró su objetivo, ya que Will jaló con insistencia, acariciando con su lengua aquel pedazo de metal que se había puesto hace ya bastante tiempo.

-No empieces de imbecil, William – gruño él por lo bajo, aunque a decir verdad, le encantaba la delicia de cosas que él siempre le hacía. El solo recuerdo de sus noches, tardes e incluso mañanas le puso ansioso, no quería que su cuerpo reaccionara a los recuerdos, no cuando lo único que deseaba era consolar a su novio. – trato de consolarte.

Will buscó su mirada y le guiñó un ojo travieso.

-Me consuelas, Nico. – le musitó sobre los labios antes de acariciarlos con los propios, cada beso era medido, cada beso le agradecía su presencia, su calor, su abrazo. Atrapando la piel del labio inferior con insistencia, jalando sensualmente sólo con la fuerza del músculo, sin usar los dientes, aunque después fue imposible, él no pudo resistirse a sentir sobre los suyos el labio provocador de Will.

Y en medio de todo aquello podía sentirse a sí mismo en el espacio, la realidad era muy concreta, no flotaba, estaba encadenado al piso.

Sabía exactamente donde estaban las sombras de ambos y cómo se recortaban en el suelo, sabía cómo golpeaba el aire y en que dirección, también sabía donde estaban sus manos (acariciando la espalda de Will), sabía donde estaban sus labios (sobre los de su novio), sabía que la distancia entre sus torsos era nula y que algo empezaba a despertarse entre ellos.

Sabía que sus sentidos empezaban a vivir cuando el amor que le inspiraba Will se volvía una imperiosa necesidad de mostrarselos, de hacerlo sentir que todo el tiempo en que su cuerpo (el de Nico) no lo amaba, los sentidos de él estaban dormidos.

Se separarón un momento para mirarse a los ojos.

Nico podía ver la chispa de la gratitud, el deseo y el amor en ellos, infló el pecho, orgulloso. A su manera (particular y única) había alegrado a la única persona que era el sol.

A final del día... ¿quién había dicho que la sombra no cura a la luz?