¡Hola! Bueno este es mi primer fic y… ja no sé, siempre que "acabo" algo pienso que no está bien pero de igual manera osea, puede parecer que al final de este capítulo no llama demasiado la atención, pero es mucho más emocionante de lo que parece. Esto nada más es el comienzo, una especie de… Colisión Artística xD espero les guste y dejen comentarios de verdad me emociona leer-los ;)

CAPÍTULO 1: UN DÍA CASI "NORMAL"

Ese día todo parecía estándar, la rubia se había levantado don total normalidad, algo cansada luego de haber trasnochado leyendo un libro que se había obligado a acabar antes del día siguiente. Digamos, que durmió alrededor de cuatro horas.

Su trenza estaba algo despeinada, se la deshizo y la volvió a tejer con sus finos dedos antes de seguir haciendo cualquier cosa.

Desde pequeña siempre su gusto y pasión fue el arte. Por ello a los seis años comenzó a estudiar la danza clásica pero mayormente el ballet, aunque su gusto musical era otro.

Se aprendió la historia de vida de cada autor de romanticismo y clasicismo, por supuesto, compositores de danza.

-Astrid, baja enseguida, el desayuno ya está –se oyó una voz directamente desde la cocina-
-En un momento –Contestó fingiendo estar calmada –

Se quitó la ropa del día anterior ya que al haber estado leyendo no se quiso poner el pijama. Fue como, comer leyendo, llevar el libro a todas partes y así terminó en el tapete recostada contra su cama.

Se puso una calza negra con una falda gris con tablas por encima, zapatillas azul fuerte con manchas negras en todos lados (algo que no necesariamente debía hacer contraste con todo lo demás), remera roja ajustada al cuerpo y por debajo una tres cuartos de estampado en colores en tonos marrones, y era todo lo que se componía en su guardarropa, sin ignorar una bandolera color marrón oscuro gastado que siempre lleva consigo a todos lados.

Lista y con todo pensando que no necesitaría nada más ya que tenía el resto en su auto bajó por las escaleras. Luego de desayunar se despidió de sus padres y su adorada perra San Bernardo y marchó rumbo a un nuevo entorno.

Hipo dormía plácidamente en su cama, claro, no acostumbra irse a dormir demasiado tarde, pero esa noche se quedó terminando el capítulo 7 de su libro "Una historia algo peculiar" el cual tenía decidido publicar ese año.

Su gato negro largó un par de maullidos, su dueño no reaccionaba, tenía el sueño algo pesado. Comenzó a maullar más fuerte y más molestamente hasta que el castaño despertó sobresaltado.

-Oh, ¡No! Llegaré tarde a clases, y para completar el primer día –Dijo y al momento su gato saltó y se fue corriendo del susto hasta la cocina -. Es el colmo –Pero lo que no sabía era que faltaba casi hora y media para que toque la campana de entrada -.

Se levantó, -normalmente duerme con una camiseta cualquiera del día anterior – tomó sus muletas ya que no podía caminar mucho sin ayuda de las mismas y fue al armario, se vistió sus zapatillas negras, un pantalón marrón oscuro que hace juego con su chaleco de cuero un poco más largo que de la cintura para abajo y una remera algo holgada de color verde entre claro y oscuro. Un tono indefinido.

Miró el reloj, las 6:35 am "Al menos no tendré que desayunar a los apurones" se dijo.

Le dio la respectiva comida a su mascota, y luego de esto se dispuso a preparar algo para él. Cuando decidió que no tenía hambre, tomó una pera de la fuente que se encontraba en la mesa llena de frutas y prosiguió a juntar sus libros, su laptop, afinar su cello, preparar las dos primeras cosas mencionadas en su mochila sin apuro alguno y dirigirse hacia su auto.

Por un momento procuró ponerse de pie sin usar ayuda, sólo su cuerpo. En un pequeño impulso que dio logró lo que quería, su pierna postiza sirvió de mucho. Por las dudas se llevó junto un bastón de madera y las pesadas muletas de las cuales no estaba tan contento.

Pues a decir verdad le avergonzaba tener que llevarlas, para tocar cello era mucho esfuerzo tener que dejarlas luego de sentarse, y requería ayuda de otra persona que le pase el instrumento; aunque a veces resultaba desenfundarlo sentado dejándolo antes de afirmarse en el suelo.

Ya con todas las cosas dentro del móvil –Un Corvette amarillo -, iba a subirse a él pero antes recordó algo. Sus medicinas y despedirse de su amigo. Le dio unos cuantos mimos hasta que el felino trepó a la habitación a seguir durmiendo.

Por fin, luego de tomarlas, subió al auto y rogó no marearse ni nada durante el viaje. Eran cerca de dos kilómetros hasta la Universidad.

Otra mañana normal, esta vez, el entorno carecía de gris, según Andy. Una joven con un estilo súper alocado, el cabello frisado* y con rulos por todas partes. Un largo no muy particular, más que debajo de los hombros, un corte desprolijo que personalmente tiene género propio. Su color natural –Nadie le cree – es de un castaño oscuro medio grisáceo hasta por cerca de las puntas donde se vuelve apenas rubio; puntas pequeñísimas de un rubio fuerte y nativo.

Despierta sin necesidad de su reloj sonante, despertador, como quieran llamarlo. Bosteza estirándose y baja de la cama. Su perro -Un Gran Danés – entró a su habitación para despertarla de su profundo sueño, pero al llegar ella fue la que lo recibió con un abrazo.

-Hola, grandote, ¿Qué tal dormiste? –Le acaricia las orejas y éste ladra contento - Ven aquí –Dijo mientras se levantaba –

Lo primero que hizo fue ponerse unos jeans negros bastante cómodos y de una tela algo flexible, ya que suponía debía estar "presentable" –En su punto de vista - optó por una musculosa negra, con una camisa tres cuartos remangada y del mismo color por encima, una boina -que por lo general es negra -, en realidad las tiene en tonos grises u oscuros, lentes de sol con contorno redondeado; un estilo de los 80, o así parece. Nunca lo supo.

Normalmente lleva prendas así, pero rara vez combina colores fuertes. Su look nunca cambia. No olvidemos sus auriculares, los cuales siempre tiene puestos en el cuello, pero continuamente tiene que decidir entre quitarse su gorra, aunque se siente más cómoda escuchando música sin ella. Sólo la lleva un día en que no está "rara", como se llama a sí misma.

Guardó en su mochila –una de jean casi negra - cosas básicas que siempre lleva; su cuaderno de bocetos, su caja de lápices, su estuche de acuarelas y óleos, un cuaderno para anotar cualquier cosa que le pidieren en clases, por supuesto su laptop, su almuerzo: un sándwich de vegetales, y basta mencionar sus más preciados objetos: rollers, por supuesto, negros. Tiene dos pares, otro gris, pero los usa sólo en caso de emergencia.

Desayunó unos huevos con tocino, y se despidió de su fiel compañero. Es tan grande que no necesita pararse totalmente en dos patas para llegarle a los hombros, en esa posición mide casi dos metros. De igual manera es tierno.

Puso sus cosas en el mini cooper, y se dispuso con un aire de contenta falso a conocer un "nuevo aspecto" en su vida. Libertad.

Los tres estudiantes se dirigían con distinto humor al comienzo de un nuevo estudio, los tres tenían distintos puntos de vista de lo que sucedería. Hipo iba tranquilo, Andy de igual manera, pero algo eufórica en el sentido de que así es su estado alegre siempre. Astrid, Astrid estaba más contenta casi que nadie, por fin podría mezclar estilos musicales de ballet con otros y formar su propia coreografía, con su propia libertad y sin tener que seguir las reglas de nadie.

La primera en llegar fue Astrid, quien no dudó en bajar a ver primordialmente sus horarios y preguntar dónde estaba el sótano, del mismo nadie sabía y había un gran salón con una tela enorme colgada a un lado, un piso de madera especial para bailar y una acústica perfecta. Sin olvidar el gran piano de cola que yacía escondido en un rincón tapado con una tela negra.

Las clases comenzarían recién dentro de algunas horas, casi al mediodía. Astrid ya estaba en su auto buscando algunas cosas que olvidó bajar.

Quien llegó después fue Hipo, bajó pasivamente de su auto y averiguó los mismos horarios que la rubia de la trenza, por lo que volvería a su auto en busca del cello. Cuando estaba dirigiéndose al estacionamiento llega Andy en su pequeño móvil. Se puso los rollers y los auriculares con el volumen algo fuerte, y andaba mirando hacia abajo concentrada en quién sabe qué cosa.

Todo sucedió al mismo tiempo, Hipo se dirigía a su auto mientras miraba el resto de sus papeles, Astrid volvía del suyo mientras caminaba hacia atrás tratando de que la alarma se encienda con un montón de cosas en las manos, y Andy recién llegaba y paseaba distraídamente cuando un choque brusco frenó todo.

-¿Q-qué pasó? –Decía Andy algo mareada –

-Qué torpe soy, menos mal que no traía el cello…

-Disculpen, no vi por dónde iba –luego una confusión se armó en medio de la nada -.

-¿Quiénes son? –Preguntó Andy –

-Lo mismo digo yo –aportó Hipo mirándolas -

-¿Quién eres tú? –Dijo Astrid mirando a la otra rubia –

-No lo sé, no lo sé… –Comenzó a decir desesperadamente tomándose la cabeza (sus lentes se le cayeron con el impacto y no veía nada por el sol, se había quitado los auriculares hacia atrás quedando los mismos en su cuello) – Simplemente no lo sé –Casi se le corta la voz de un pequeño sollozo que estuvo a punto de largar -. Siempre me pasa.

-Tranquilízate –Dijo Hipo comprensivamente (con mucha razón) para que se calme –

-¿Tú qué haces? –Le preguntó Astrid a Hipo con respecto a su dedicación para romper el hielo–

-Soy músico. ¿Tú?

-Estudié danza desde los seis años ¿Y qué hay de ti? –Miró a Andy, una cadena de preguntas se formuló rápidamente –

-Hago arte, el arte de pintura.

El colegio específicamente es de arte, las clases son las mismas excepto por la única materia particular en la que pueden elegir qué habilidad estudiar. Los tres habían decidido por cosas totalmente distintas, pero que se unen entre sí.

-Bien, yo… Iré al sótano a practicar –Dijo Astrid para cortar el silencio incómodo que surgió –

-Yo también. Antes buscaré mi cello

-Y yo –Dijo al último Andy –

Astrid se ofreció a acompañar a Hipo a su auto, cuando lo vio renguear un poco se sorprendió.

-¿Qué pasa en tu pierna?

-Me la amputaron hasta la rodilla

-Auch, Pero… ¿Por qué?

-Me diagnosticaron meningococo B –Astrid lo miró estupefacta, pero de igual manera no se animó a preguntar más –

-¿Me echas una mano con esto? –Dijo Hipo cuando abrió la cajuela, debía sacar las muletas ya que el equilibrio comenzó a ceder y si seguía caminando así al día siguiente no podría ni siquiera levantarse de la cama. Claro, tenía la pierna postiza, pero aún no se acostumbraba y no era tanto el tiempo desde que se la habían colocado, dos o tres semanas quizás.

Se colocó la mochila y Astrid tuvo que llevarle el cello.

-Perdón por hacerte cargar con mis cosas…

-No es molestia, no te culpes por eso. Vamos, sigamos caminando –Dijo con una sonrisa de solidaridad y un tono de "no te preocupes" -.