Hola, volví, si con mucho retraso y dejenme pedirles disculpas por la demora pero ya empezaron las clases en la U, y creanme cuando les digo que las carreras del área de la salud son las peores :( En serio, no te dejan vida. Son las 12 de la noche, de un día lunes ya, acá en Chile y yo mañana tengo que levantarme a las 6:30. Esto si que es amor por ustedes.

Bueno, no importa. Quiero decirles que este capítulo salió de 30 hojas y que con este iniciamos el Vasallaje. Ahora quiero preguntarles algunas cosas pero vamos a lo primero que es que puedan leer por fin. Diganme que les pareció y si quieren algo especial ahora que inician por fin los Juegos. Eso, nos leemos abajo para responder comentarios.

Disfruten!


Ruptura

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POV Katniss

Hace mucho que no me despierto por las pesadillas, son contadas las ocasiones en que realmente lo hago y cuando es así, siempre están los brazos de Peeta para protegerme y está mañana es igual a las anteriores que he tenido desde que nos casamos y empezamos a compartir cuarto. Estoy envuelta en sus definidos brazos cálidos que me arropan por completo y me dan el arrullo suficiente para no sufrir de las pesadillas de los Juegos o las que vienen por el Vasallaje. Me despierto debido al constante y armonioso palpitar del corazón de Peeta bajo mi oreja. Es siempre relajante escuchar como ese músculo le da vida y se mantiene fuerte en su pecho. A veces es más tranquilo, como ahora que duerme pacíficamente sin ninguna pesadilla que atormente su descanso. Otras veces es más fuerte y descontrolado, como cuando hacemos el amor y su corazón retumba sin cesar contra sus costillas.

Con cuidado, me doy vuelta entre sus brazos, evitando despertarlo y enfrento su rostro marfileño. Sus pómulos están alzados y redondeados como siempre, y sus largas pestañas rubias lanzan sombras delicadas sobre ellos. Su boca está entreabierta, dejando circular el aire que sale con un ligero aroma a dentífrico de menta. Me relajo escuchando el pacífico ruido de su respiración tranquila y me muevo un poco, intentando bloquear los rayos del sol que puedan despertarlo al darle de lleno es el rostro.

Me levanto un poco, y acaricio su mentón y sus mejillas que tienen una ligera capa de vello rubio que lo hace ver más adulto. Casi de 20, cuando Peeta cumple recién años en octubre. Es finísima y sólo se nota cuando le prestas atención pero está ahí y me gusta deslizar las puntas de los dedos por su barbilla rubia. Peeta de a poco va despertando, revoloteando las pestañas como cada mañana, abriendo sus impactantes ojos azules, logrando que mi corazón se salte un latido sin querer. Su sonrisa aparece en cuanto ve mi rostro y es instantánea la alegría que me da de verlo.

-Buenos días Preciosa - dice y me besa corto los labios, y aprieta sus manos en mi cintura, acercándome a su cuerpo, deslizando sus piernas entre las mías hasta sentir cada parte de él.

-Buenos días - digo y descanso mi cabeza bajo la suya, justo en el hueco que queda entre su cuello y su hombro. Pego un respiro y encuentro la ansiada fragancia de Peeta, canela y eneldo, con un sutil toque de madera y bosque. Ese que se quedó en su piel la primera vez que estuvimos juntos. Nos sumergimos en un silencio relajante que no es incómodo en lo absoluto, yo acariciando la piel de su brazo, sintiendo como sus vellos se erizan a mi tacto tímido y él enredando sus dedos en mi cabello despacio, jugueteando con las puntas, pasándolas por mi cuello y mis hombros. Peeta se tensa en un momento y yo lo miro sin entender su reacción.

- En cualquier momento nos vendrán a buscar - dice Peeta con aire trágico mientras acaricia distraídamente mi cadera y sube por el borde de mi cuerpo, con su toque pluma que estremece mis extremidades. - No quiero pasar horas escuchando a Effie hablar sobre modales, y menos quiero que Haymitch tenga la oportunidad de recriminar lo que pasó ayer -

-Pues imagínate lo pesado que se pondrá conmigo - mis dedos se deslizan por su torneado pecho y dibujan líneas imaginarias por sus pectorales y su abdomen. - Tú le caes mejor - digo con un fingido reproche en mi voz. Peeta ríe hacia adentro y asiente aunque no lo veo y sólo siento el movimiento de su cabeza contra la mía.

-Si, tenemos claro a quien quiere más - dice y capto un tono de burla en su voz.

- Por supuesto, el alcohol jamás será quitado del primer puesto - digo y Peeta vuelve a reír para después besar mi coronilla con dulzura. Cuando Peeta termina su carcajada escuchamos los pasos de alguien en el pasillo y luego un golpe en nuestra puerta que apaga toda pizca de diversión en ambos. Peeta se estira sobre su cuerpo y suelta mi cuerpo para ponerse de pie. Enreda una mano en su cabello y lo peina algo antes de abrir la puerta de nuestra habitación y dejar ver a la Avox de cabello rojo. Lleva en sus manos un sobre de color perla que tiene un pomposo sello en su reverso. Se lo entrega y se retira con una venia respetuosa que nos deja a los dos algo idos. ¿No debería ser nuestro mentor quien golpea nuestra puerta para arrastrarnos a practicar nuestra postura frente a las cámaras?

Peeta cierra tras de él y abre el sobre con cuidado para dejar ver un delicado trozo de papel que está adornado por una cuidadosa y pulcra letra llena de florituras. Son palabras simples escritas por las manos de Effie que dice que tenemos el día libre ya que debido a nuestra reciente Gira de la Victoria sabemos como manejarnos con el público sin ser molestos o mal educados.

-Que bien, tenemos el día libre - dice Peeta mientras se tira a la cama y reposa su cabeza justo sobre mi vientre. Mis manos por inercia se dirigen a su cabello rubio que desordena sin consideración.

-Que lástima que no podamos salir a ningún sitio - digo mientras retuerzo un mechón de cabello en mis dedos. Peeta me mira hacia arriba y muestra una espléndida sonrisa antes de hablar.

-¿Quién dice que no podamos? - Con eso se coloca de pie y camina hasta el intercomunicador de la habitación y habla con voz clara cuando preguntan que se le ofrece. - Quiero una canasta con comida y refrescos. Unos cuantos sándwich y fruta por favor. - dice y luego agrega cuando me mira - y una manta si es que se puede - Con eso cierra la comunicación y se acerca a mí. El tejado, por supuesto. Es el único sitio al que podemos ir un día como hoy, cuando queda tan poco para entrar en esa arena que nos separará para siempre.

Nos tomamos de la mano y nos damos un largo y tendido baño antes de vestirnos y subir al tejado con una canasta repleta de comida, una manta, y los útiles que usa Peeta para dibujar.

Las escaleras son empinadas pero ninguno de los dos se hace del pasamanos, Peeta porque lleva la cesta en sus manos y yo porque no soltaré su mano. De todas formas, sé que si resbalo, él me sostendrá sin importarle nada. La puerta está adornada por un símbolo plateado del Capitolio, el águila imponente que nos dice donde estamos.

El día está caluroso así que ambos nos inclinamos a la ropa de verano. Peeta con unas bermudas de color caqui y una camiseta burdeo. Yo uso algo más corto y opto por un vestido blanco de tela que me llega a las rodillas.

El tejado está igual que aquella vez antes de los Juegos del año pasado, cuando Peeta y yo subimos a hablar después de las entrevistas. Y me doy cuenta del cambio que hemos sufrido. En ese momento, yo hubiese dado lo que fuese por volver a casa para ver a Prim, y no importaba si eso acarreaba la muerte del hijo del panadero. Ahora es todo distinto. Ahora soy capaz de dar mi vida por el hombre que tengo a mi lado. Por el joven de la zona comercial que hizo todo por mantenerme a salvo.

Peeta deja caer una manta a cuadros en el piso y ambos nos sentamos sobre ella, sintiendo el sol calentar nuestra piel y el viento pegar en nuestros oídos. Estamos a mucha altura pero ni siquiera somos capaces de darle importancia a eso. Los árboles que crecen en la azotea son más grandes que la última vez y hay más plantas que antes, lo que le da el aspecto de un jardín en las alturas. Peeta se acomoda contra mí y deja caer su cabeza en mi regazo, cerrando los ojos cuando el sol le pega en el rostro. Mis dedos se dirigen a hacia sus párpados y acarician la delicada piel dorada que cubre tan bellos ojos azules. Peeta ronronea contra mi pierna y busca más contacto, en especial en su cabeza en donde enredo cada cabello rubio.

-Estás logrando que me de sueño otra vez Katniss - dice y yo le sonrío aunque no es capaz de ver mi gesto hacia él.

-Comamos entonces, tengo mucha hambre - Saco de la canasta un sándwich de queso, con un gran y jugoso pedazo de carne en el medio. Peeta también coge algo de comida aunque él elige algo más liviano como lo es pan con queso blanco.

La mayor parte de la mañana la pasamos así, comiendo y bebiendo desde chocolate caliente, algo que me hace suspirar cada vez que el líquido entra en contacto con mi paladar. También tomamos té y café y cuando ambos nos sentamos totalmente satisfechos nos dejamos caer en la manta, abrazados en un enredo de brazos y piernas. Mi mentón esta justo en el hombro de Peeta y mis brazos rodean su cuello, acariciando su nuca. Sus manos por el contrario están en mis piernas, subiendo y bajando sin un ritmo en particular.

- No quiero pensar en lo que viene, quiero imaginar que estamos en casa, en la pradera o en nuestro jardín - dice con la boca pegada a mi cabello. Es más como un susurro pues su voz sale despacio y contenida. Porque ambos sabemos que queda poco pero no es lo quiero. Deseo disfrutar cada segundo que me queda junto a Peeta, no quiero arrepentirme de nada, de no haber vivido lo que quería cuando do tuve la oportunidad. Así que le sigo el hilo, y finjo, porque es más fácil que aceptar que en dos días estaremos listos para morir.

- ¿De qué hablas Peeta? Estamos en casa - digo y Peeta alza su cabeza para regalarme una sonrisa que congela cada célula de mi cuerpo.

-Si estamos juntos, todo sitio es mi hogar - dice y con eso, nos quedamos en silencio, solamente oyendo el silbido de los pájaros, el viento mecer los árboles suavemente y el compás de nuestras respiraciones tranquilas. El dedo de Peeta delinea mi hombro con parsimonia y luego de un rato se detiene.

-¿Qué pasa? - levanto mi cabeza y veo cómo Peeta coge una manzana de la canasta de mimbre y la toma entre sus manos, observando el verde intenso de la cáscara de la fruta.

- Se me ocurre un juego - dice y desenreda nuestros cuerpos, sentándose conmigo a su lado. Toma la manzana entre sus manos, haciéndola girar con algo de presunción y la lanza al borde del tejado, justo donde termina el edificio y la manzana cae. O espero que caiga porque en seguida es devuelta por el campo de fuerza que rodea el Centro de Entrenamiento y cae en mi regazo. Río cuando veo el rostro travieso de Peeta y cojo entre mis manos la fruta para volver a lanzarla al campo de fuerza y cuando regresa, Peeta la coge al vuelo, siguiendo con el mismo juego un buen rato, apostando quien la atrapa más veces o que tan fuerte puede ser el lanzamiento.

Cuando me vuelve a dar hambre, dejamos el juego para almorzar y luego de eso, Peeta se dedica a dibujarme mientras yo me dedico a utilizar mi nueva habilidad para hacer nudos y hago una corona de flores que hay en la azotea.

Peeta está concentrado, frunciendo ligeramente el ceño, el lápiz se desliza sobre el papel tan rápido y certero que en unos cuentos minutos me veo a mí misma sentada a la luz de sol con el cabello revuelto y flores en las manos.

- No sé cómo es que me ves de esa forma - comento cuando Peeta me deja ver su libreta de dibujos, en ella estoy de una manera armoniosa que pienso no va conmigo.

- Para mí eres así de perfecta Katniss - dice, zanjando el tema, tumbándose conmigo en mi regazo. El sol es fuerte pero a pesar de eso no nos movemos y permanecemos acostados y acariciándonos mutuamente, sin que nada importe. Sin la presión de los Juegos y las lágrimas descontroladas de los demás, sólo él y yo.

Peeta en algún momento saca de su bolsillo una cámara digital, pequeña y muy parecida a la que ocupamos cuando nos fuimos de luna del miel al distrito 4 y comienza a tomarnos fotos, haciendo gestos, soltando risas y besando mis labios sin pudor.

- Te amo Katniss - dice contra mis labios, delineando cada parte de mi boca, jugando sin pudor con mi lengua, y mis dientes muerden sin querer cada extensión de su boca.

Peeta me recuesta suavemente en la manta a cuadros, quedando yo abajo. Me miró con esos hermosos ojos azules, ojos que estaban llenos de deseo por mí. Nuestros labios se unieron de nuevo en un beso lascivo, nuestras lenguas se movieron desenfrenadamente en nuestras bocas y cada vez que nos separábamos para buscar aire se podía notar en hilito fino de saliva que nos unía. Las caricias de Peeta me recorrieron por completo, causando miles de corrientes eléctricas en cada lugar donde su tacto caliente dejaba paso. Me aferre fuertemente a su camiseta que más que ayudar estaba empezando a estorbar. Quería sentir las manos de mi Chico del pan recorriendo mi cuerpo caliente sin nada entre medio de nosotros. El deseo me estaba quemando por completo y arquee fuertemente la espalda cuando sentí su delicado toque en la cara interna de mi muslo derecho, justo donde empezaba mi feminidad.

Note como se erguía arriba de mí, tenía sus piernas a mi costado abiertas y vi como con lentitud se quitaba la camiseta por encima de su cabeza, y la arrojaba lejos de nosotros con violencia, dejando a la vista su tonificada figura. Su abdomen era una de las partes de su cuerpo que más me gustaba junto con su espalda y sus pestañas largas. Me gustaba la forma en que se delineaba cada uno de los músculos que tenía y como sus pectorales de marcaban sin ser escandaloso. Y me gustaba ese pequeño camino de vellos rubios que empezaba bajo su ombligo y terminaba justo donde estaba su miembro.

Besé delicadamente su mandíbula y fui subiendo por el borde de su cuello, dando lamidas y chupetones por cada extensión de su piel dorada. Cuando llegué a su oreja, tire suave de su lóbulo y lo mordí logrando que Peeta gruñera contra mi piel.

-Katniss - dice él y enseguida se vuelve a tumbar sobre mí, yendo a mi pecho donde empieza a acariciarlos por sobre la ropa. Es inmediato el efecto pues me estremezco por completo en cuanto sus manos comienzan a frotar sin compasión mis pechos y la sensación es exquisita. Con cuidado y siempre mirándome a los ojos, comienza a abrir la parte delantera del vestido, desabotonando y dejando mi sostén blanco al descubierto. Peeta desliza su lengua por mi escote y luego con sus manos lo desabrocha por el frente.

-Me gusta este sostén, tu piel se ve más favorecida con él - dice y con eso lo quita y lo lanza junto a su camiseta. Mira un par de segundos embelesado mis pechos, soplándolos ligeramente, provocando que mis pies se doblen por el placer. Luego prueba con su lengua y mi erguido pezón disfruta de la boca de Peeta que succiona y lo delinea con frenesí. De a poco siento como mi ropa interior lo paga y como la humedad entre mis piernas es cada vez más grande. Juguetea constantemente con él y con su mano atrapa el otro y lo pellizca en la punta y lo amasa. Es demasiado el calor que siento, mi cuerpo va aumentando de temperatura, el sudor va empapando mi frente y la de Peeta. Mis manos se posan en su espalda y la rasguña sin compasión pero parece ser que a mi marido ni le importa pues sólo gruñe y aprieta con más fuerza, haciéndome gritar sin poder detenerme. Delineaba cada músculo de su trabajada espalda, sentí sus hombros fuertes y deje mis uñas clavadas en su piel.

- Ah, Katniss, eso duele - dice él entre respiros entre cortados aunque no hace nada por evitar que le deje marcas en su espalda. Sigo bajando mis manos hasta llegar a su estrecha cintura y cadera, hasta llegar a sus glúteos cubiertos por las bermudas, dándoles un ligero apretón que hace a Peeta gruñir. Siento la lengua traviesa de Peeta dejar mis pechos y bajar por mi vientre hasta llegar a mi ombligo donde lame y succiona, buscando dejar marcas y un camino húmedo hasta mi intimidad. Siguió bajando hasta llegar a mi pelvis, y luego baja y lame la cara interna de mis muslos, haciendo que arquee la espalda y me remueva inquieta en la manta.

-¡Peeta! - digo mientras él llega hasta mi intimidad y aspira fuertemente, logrando que vuelva a suspirar su nombre sin control.

- Me encanta esta parte - y con eso lleva sus manos a mis caderas y mete sus dedos en el borde de mi ropa interior, la cual baja despacio por mis piernas y las saca de un solo movimiento. Yo aspiro con dificultad cuando siento la lengua de Peeta en mi interior y es igual de placentero que siempre. Mis piernas se enredan en su cuello y mis manos viajan automáticamente a su cabeza, donde enredo su cabello y lo ayudo a marcar el ritmo de sus lamidas.

-¡Ah, Peeta! - digo en cuanto siento su lengua intercambiar por dos dedos que me penetran sin cesar y veo el gesto de suficiencia de Peeta, que acaricia mis piernas y luego vuelve a meter su cabeza en mi feminidad. Su lengua lame el botón que me da placer y yo abro mis piernas y elevo las caderas para lograr que Peeta entre más profundo. - ¡Más, más rápido! - Peeta eleva la cabeza, me da un asentimiento y de un tirón abre su pantalón, sacando su miembro lo necesario y de un sólo golpe esta dentro de mí, ambos suspiramos cuando llega lo más profundo.

- Me encanta lo estrecha que eres, mi amor - dice mientras se sienta en el suelo, cruzando sus piernas a lo indio, yo coloco mis piernas a sus costados y comenzamos un suave vaivén que nos hace gemir y suspirar a ambos. Sus manos se posan en mis caderas y marca el ritmo, a veces más rápido y otras más lento pero siempre placentero. Y lo amo, amo a este hombre que con sus caricias me lleva al cielo sin esfuerzo. Amo la forma en que sus labios entreabiertos buscan aire con desesperación. Amo la forma en que nuestros cuerpos se unen como si hubiesen sido hechos para estar juntos y encajar a la perfección. Amo la forma en que sus ojos se cierran y se vuelven blancos cuando giro en su miembro. Me encanta la forma en que sus hombros se vuelven cada vez más tensos cuando el orgasmo está por azotarlo. Peeta parece que no aguanta porque deja mis caderas y toma mis muslos y me eleva, haciendo gala de su fuerza. Y me empotra en la pared de la azotea y me penetra con tanta fuerza que mi cabeza se echa hacia atrás y sólo veo el cielo azul sobre nosotros.

-¡Te amor, Katniss, te amo! - dice como una mantra cada vez que me penetra. Se apoya en la pared con sus dos manos y cambia el ángulo de penetración haciendo que grite sin control cuando toca un punto dentro de mí demasiado placentero.

-Peeta - él toma mis manos y las coloca sobre mi cabeza y me besa tan profundo que pierdo la conciencia de donde estoy pero jamás de con quién estoy. Su lengua recorre mi labio y lo succiona con fuerza para volver a embestir con fuerza mis caderas.

Y con esa última penetración ambos llegamos al cielo en unos segundos que son hermosos. Siento el líquido correr entre mis piernas y como Peeta se derrama por completo en mi interior. Su cabeza descansa en el hueco que queda entre mi cuello y mi hombro y se queda ahí, recuperando la respiración. Su pantalón esta enganchado en sus caderas y mi vestido está arremangado en mi cintura y abierto en el frente. Daríamos un gran espectáculo si alguien nos viese en este momento.

-Te amo Peeta - digo en un susurro mientras acaricio su nuca y él me sonríe con tanto amor que no es necesario que hable para saber la respuesta. Por que sé que él me ama también y no hay una mejor sensación que esa.

Las piernas de Peeta fallan y se dobla la real para quedar medio parado en la ortopédica. Yo bajo mis piernas de sus caderas y ambos nos dejamos caer en la manta, agotados a más no poder pero satisfechos y saciados. Extrañaba el cuerpo de Peeta pegado al mío.

Me acomodo entre sus brazos luego de limpiarnos, y dormimos casi toda la tarde, hasta que Peeta me despierta para ver el atardecer del Capitolio.

- Pensé que te gustaría verlo - dice mientras pasa sus brazos sobre mis hombros, y deja su cabeza en el hueco de mi cuello, aspirando mi aroma sin perder de vista el atardecer. Mi cuerpo reposa contra su torso y nos quedamos así, viendo como las nubes anaranjadas van poblando el cielo que de a poco se va cubriendo de estrellas tintineantes. La noche va tomando un color violeta con tintes de rosa hasta llegar al azul oscuro que se salpica de puntos blancos. Peeta acaricia mi vientre, mis caderas y lo oigo suspirar en repetidas ocasiones hasta que me doy la vuelta entre sus brazos y lo miro con una ceja enarcada.

-¿Qué pasa? - pregunto, Peeta niega con la cabeza y con una sonrisa triste pintada en el rostro. Tomo su cara entre mis manos y lo obligo a mirarme a los ojos pero no logro ver nada fuera de lo normal, y me molesta, porque Peeta es muy bueno mintiendo y ocultando cosas mientras que yo soy un libro abierto para todos.

-No es nada, sólo pensaba - dice dando por zanjado el tema cuando me toma de la cintura y me besa despacio en los labios.

No bajamos a cenar y nadie viene a buscarnos en todo caso. Peeta saca más comida de la canasta y jugamos a adivinar qué platillo es. Es mejor para ambos, pues abajo sólo causamos las lágrimas desesperadas de los demás y la ira de Haymitch. Peeta comenta lo mismo y sólo descendemos del tejado cuando ya es muy tarde y el vestido blanco comienza a ser muy delgado para la noche y los brazos de Peeta no son suficientes para cubrir todo mi cuerpo y los ligeros temblores que me recorren por completo.

Bajamos despacio por las escaleras y nos dejamos caer en la cama con la misma ropa, a ninguno le importa en todo caso. Peeta se acuesta dándome la cara y acariciando mis mejillas, besando mis párpados que se empiezan a cerrar por el ajetreado día.

POV Peeta

Un hijo. ¡Dios, ¿por qué tenía que pensar en tener un hijo justo ahora?! ¿Por qué?

Katniss se queda dormida en tiempo récord. Sólo deja caer su cabeza sobre la almohada y sus ojos se cierran para quedar dormida sobre mi brazo extendido, con su mano en mi cuello y la otra rodeando mi abdomen. Y es cuando las imágenes del día se reproducen sin control en mi cabeza. Recuerdo todo, y mi mente se queda repasando el momento en que hicimos el amor en la azotea, la forma en que mis caderas chocan contra las suyas, la forma en que suspira mi nombre y luego la exquisita sensación de sentirla por completo sin un preservativo de por medio. Y es cuando la realidad me azota por completo. Y es cuando me insulto a mí mismo. ¿Tener sexo sin protección? ¿Por qué no se me ocurrió tomar alguno de mi cajón de la mesita de noche?

¿Por qué no se me ocurrió que Katniss podría quedar embarazada en esta ocasión? Es absurdo. Me recuerdo que no es la primera vez que lo hacemos sin protección, no es la primera vez que las hormonas me han ganado a mí o a Katniss y hemos terminado haciendo el amor en cualquier momento importando sólo el vaivén de nuestros cuerpos calientes.

Me fijo en la figura de Katniss, apoyada como siempre en el costado de mi cuerpo, donde parece encajar a la perfección, con su vientre plano, donde no hay ningún hijo mío creciendo en su interior. Pero, ¿y si fuese así? ¿Y si Katniss estuviese embarazada de un mes, cuando decidimos saltarnos el entrenamiento un día y terminamos en el jardín haciendo el amor? Hay posibilidades pero ninguno de los dos se paró a pensar que podría haber quedado embarazada, que pudimos haber concebido una vida y que ahora podría estar creciendo en su vientre. Que podría estar en el Vasallaje de los Veinticinco sobreviviendo como todos los demás.

El miedo me paraliza en un sólo instante. Estoy asustado de que Katniss este embarazada y que ese hijo nuestro este en peligro. ¿Cancelarían los Juegos si no son veinticuatro tributos sino que veinticinco? ¿Dejarían a Katniss fuera de la contienda si resulta que va a ser madre?

Si resulta que mi sueño no es más que una premonición como lo fue con Nathan y en su cuerpo alberga la vida de un pequeño que aún no ha visto la luz de sol pero ya tiene un corazón que late y una vida por delante que tiene que vivir de una forma u otra. Mis ojos se empañan de lágrimas cuando recuerdo al niño de mi sueño que lloraba por su madre, que lloraba por Katniss. Que sus ojos eran tan azules como los míos y su cabello era tan rubio como el de mi padre o de mis hermanos pero tenía aquella nariz de los Everdeen y la forma de su rostro era idéntica a la de mi esposa. Un pequeño niño de cabello dorado que pateara el vientre de su madre cada vez que oyera mi voz y sintiera mis caricias. Esa criatura inocente que se caería cuando aprendiera a caminar pero que yo estaría siempre para levantarlo y protegerlo con mi vida.

Me doy cuenta que el amor que podría sentir por Katniss sólo se compararía al de tener un hijo con ella, al de verla con el vientre redondeado, o sonriéndole y cantándole una nana cada noche antes de dormir. Lo amaría con cada respiro de mi vida, lo protegería hasta con mi último aliento.

Un niño que pudiese nacer sin el yugo del Capitolio, sin el miedo constante de que será arrebatado de nuestros brazos para enviarlo a los Juegos. Él sería mi hijo, sería mi campeón, mi vida.

Con esa nueva resolución en mi mente, y con las lágrimas escurriendo por mis ojos, coloco mis manos sobre su vientre y lo acaricio, sabiendo que protegeré a este niño, incluso si aún no llega a existir. Porque pelearé por un mundo en donde nuestros hijos estén sanos y salvo, porque haré lo que sea necesario por lograr un mejor lugar para verlos crecer.

- Te prometo que te protegeré. Papá siempre estará aquí para ti - y es con esa idea naciendo en mi mente que me quedo dormido, soñando con el niño de ojos azules y rizos rubios.


Al día siguiente no tengo la suerte de despertar por las caricias de Katniss sobre mi rostro, o por el sonido quieto de su respiración acompasada. Es más, creo que tanto ella como yo nos despertamos sobresaltados por el llanto desconsolado de una mujer.

Mi instinto actúa solo, por lo que no suelto la cintura de Katniss y la atraigo a mi cuerpo, pensando que es ella quien llora, pero me doy cuenta de que no es así, es más, ella está tan desconcertada como yo. Ambos buscamos a las personas que están frente a nuestra cama, de pie y vestidos de forma ostentosa. Y encontramos al equipo de preparación de Katniss, parados, sin quitarnos la vista de encima, con los ojos llenos de lágrimas que no quieren ser derramadas.

Katniss se sienta, no sin cierta dificultad, en la cama, pues no estoy dispuesto a soltarla, así que también me siento en la cama, con mi brazo derecho apretándola contra mí. Pero eso empeora aún más las cosas pues los llantos incesantes de una de las estilistas de Katniss se vuelven más fuertes y las lágrimas caen descontroladas por sus mejillas verdes musgo.

- Octavia - dice la otra mujer del grupo y se acerca a ella y le rodea los hombros con su delgado brazo. - Recuerda lo que nos pidió Cinna - dice pero puedo notar que su voz se rompe a mitad de camino y termina por soltar un gemido herido que me pone los pelos de la nuca de punta. Octavia asiente y se recompone para salir de la habitación un segundo. Yo aprovecho esa distracción, me deslizo de la cama y quito las sabanas que cubren nuestros cuerpos, poniéndome de pie.

El hombre del equipo, Flavius, se da la vuelta cuando ve que me acerco a Katniss y la otra chica, Venia imita a su compañero para darnos más espacio.

-Tenles paciencia - le digo a Katniss, quien frunce el ceño pero lo elimino cuando beso su frente y luego sus labios en un beso dulce. No me quiero separar de ella pero sé que será poco tiempo, así que la abrazo contra mí y luego de darle una ligera caricia en la cabeza, me retiro. Paso al lado de sus estilistas y salgo de la habitación antes que la imagen de Katniss embarazada me nuble. Tengo que sacarme esa idea de mi cabeza por lo menos durante el día. No puedo estar viviendo la mentira de un hijo que probablemente no existe.

Sé que apenas entre a mi antigua habitación, mi equipo estará igual o peor que el de Katniss así que me mentalizo y respiro varias veces antes de entrar a la habitación. Mi equipo está, como lo pensé, peor que el de Katniss. La chica de mi equipo, Sherry está llorando y los dos chicos, Puls y Elion igual. Sherry es pelirroja, con los ojos de un verde fosforescente que me pone la piel de gallina cada vez que me mira y la piel es naranja con leves tatuajes que simulan ser enredaderas. Elion es bajito, menudo, tiene el cabello azul, con unos ojos rojos del tono de la sangre y con pestañas largas que le llegan hasta el nacimiento del cabello. Puls por otro lado es albino, con ojos lilas y bastante grande.

Todos ellos, junto a Portia estuvieron a mi lado por cerca de un año entero, no estoy listo para dejar ir a mi equipo de preparación porque significa dejar ir a mi estilista, a aquella mujer que se volvió mi mejor amiga cuando no sabía que hacer con mi vida luego de los Juegos. Portia siempre estuvo ahí para apoyarme y tengo miedo de desprenderme de ella y decirle adiós a mi vida. De dejar atrás la vida que sin querer me dio el Capitolio.

Apenas los veo noto lo mal que están y cómo lo llevan. Sherry por una lado tiene los ojos tan rojos de llorar que la mezcla con el verde me hace apartar la vista cuando me miran fijamente y me paralizan enseguida. Elion se aprieta las manos varias veces y su camisa está arrugada debido a los tirones que le da sin cesar y que aumentan cuando me ven. Puls, por otro lado está arrojado sobre una de las almohadas de mi antigua cama, y llora sin parar a pesar de que esa cama no la he usado desde hace bastante tiempo y por tanto no tiene ni siquiera la forma de mi cuerpo. Evito cualquier comentario o mirada que me vaya hacer perder los estribos y los saludo ligeramente.

-Hola - y con eso Elion explota y llora desconsolada con Puls a su lado. Miro a Sherry que me asiente y se pone de pie para entregarme una bata de algodón de color azul y señalarme el baño porque no es capaz de hilar palabras sin que su voz se rompa.

Yo entro en un segundo al baño y cierro tras de mí antes de que el show sea peor, le dio un ciclo fuerte de lavado, con sales de mar y con mucho shampoo y acondicionador para usar la mayor cantidad de tiempo parado bajo el agua tibia que resbala por mi cuerpo y cae al piso de forma estrepitosa. Miro insistentemente mi pierna de acrílico blanco y luego recorro con mis dedos el muñón que se une a una base de metal donde están conectados los nervios de mi pierna.

Jamás se lo conté a Katniss, probablemente jamás lo haga en verdad pero cuando me quitaron la pierna, hicieron un tratamiento exclusivo que jamás en mi vida imagine. Era una prótesis que se conectaba a mis nervios, y que gracias a ello era capaz de acostumbrarme mejor al movimiento de esta y para moverme, a pesar de que a veces los cables no funcionaban del todo bien en invierno debido al frío. No recuerdo como la colocaron ciertamente porque el dolor fue indescriptible cuando conectaron los nervios a la placa central pero jamás he necesitado un repuesto o estar yendo constantemente al Capitolio para una rehabilitación más exitosa. No existe una mejor prótesis que esta y ahora me doy cuenta, a unas horas de volver a entrar a una nueva arena que la pierna me ha ayudado más de lo que esperaba cuando me dijeron que tendría que andar con un miembro que no era mío. Ya ha pasado un año desde que quede cojo y eso de una forma u otra afecta indirectamente a mi mente y a mi consciencia. En estos Juegos podría no sólo perder una pierna o un brazo, podía perder mi vida si no era precavido.

Con esa positiva y excelente actitud, salí de la ducha cuando ya no podía quedar más limpio. No era capaz de sentir ni mi propio olor en aquella piel que me pertenece. Ni tampoco el de Katniss. Me envolví con una toalla las caderas y busque otra para secarme el cuerpo, no queriendo usar la alfombra que me secaba en un segundo con aire. Lo cierto es que tendría que estar apurado para evitar que mi grupo de estilistas se suicidaran de la pena en mi habitación. Me envolví con la bata que me había entregado Sherry y salí del baño con una toalla colgada en mis hombros.

Cuando salgo ninguno está llorando, aún sollozan pero definitivamente los ánimos se han calmado en mi habitación. No quiero romper tan mágico y tranquilo momento así que evito hacerles preguntas a mis estilistas y me acerco hasta donde está el espejo de cuerpo entero y una silla con ruedas bien acolchada y confortable.

Me dejo caer en la silla que mi equipo de preparación tiene para mí y pienso en miles de cosas que me llevan lejos de los llantos incesantes de mi trío excéntrico. No estoy preocupado ni tampoco de ánimos para consolar a personas que sufren por razones adversas a las mías, y que lógicamente no tienen un real sentido más que el de la pena por perder a su ticket de ingreso a las mejores fiestas de la capital. Me quedo en silencio, imitando el mudismo de mi equipo, que sólo lo rompe cuando necesitan hablar sobre que maquillaje me irá mejor en el escenario repleto de luces.

A pesar que están más calmados, rompen a llorar un par de veces y es en ese momento en que abandonan uno a uno la habitación hasta que sólo queda Puls, que arregla mi cabello, limpia mis uñas y coloca ese asquerosa crema que tuve que usar la última vez en la arena para que no me creciera vello facial.

En un momento entra Portia a la habitación y mira a través del espejo mi reflejo y se acerca de a poco, evitando interrumpir a Puls que traga saliva cada pocos segundos. Toca su hombro con gentileza y el chico se sobresalta en su lugar. Mira a mi estilista y luego a mí y sonríe con los ojos abnegados en lágrimas.

-Fue un placer trabajar contigo Peeta, conocer a alguien tan gentil y bueno como tú - Y con eso se va de la habitación, llorando en el camino hasta la puerta. Cierra tras de sí y yo sólo atino a mirar a mi amiga que trae una gran bolsa negra que esconde mi traje de esta noche.

-¿Cómo estás llevando todo? - dice ella mientras se sienta en la cama del frente y me mira con sus ojos profundos. Sus pestañas siempre largas y definidas revolotean cuando parpadea y noto que ella está igual de triste que mi equipo aunque es más profesional y se mantiene siempre digna y tranquila.

-Todo lo bien que puedo llevar esto Portia - digo, ella se pone de pie y me acaricia la mejilla con delicadeza, dándome un apretón en el hombro. - Entonces, - digo para cambiar el aire deprimente que está teniendo la conversación y guiarla hacia otro rumbo - ¿qué es lo que usaré hoy? - me pongo de pie y tomo la bolsa que está tendida sobre la cama y la abro, dejando a la vista un traje que no es cualquiera que haya usado antes. Este es importante porque pocas veces he tenido que repetir la ropa que uso en el Capitolio y sé que hay alguna razón realmente oculta si Portia se ha inclinado a una vestimenta así.

De la bolsa saco una chaqueta blanca que ha permanecido igual de inmaculada que la primera vez que la use. También saco una chaqueta más corta y una camisa de cuello dorado. Unos pantalones de tela también blancos con correas para amarrar bajo unas botas de montura del mismo color. Y por último unos guantes que la primera vez me molestaron constantemente en la ceremonia.

-Mi traje de novio - digo con la voz entrecortada, es imposible que no me de un ataque de emociones ahora que vuelvo a ver este traje. No recordaba específicamente como era, como cada detalle le daba un toque de elegancia nada propio en los trajes de novios que usaría un habitante del distrito 12. Los gemelos de oro puro que descansan en la misma cajita de terciopelo que la última vez que los vi junto a la cigarrera dorada que tiene mi apellido grabado en pulcras letras cursivas.

-El presidente insistió en que lo usaras - dice Portia con un cierto toque de enojo en su voz. Su ceño está ligeramente fruncido pero luego de una última mirada a mi traje me da una sonrisa resplandeciente y tranquilizadora.

Necesito ayuda con el traje pues mis manos tiemblan tanto que siento que en cualquier momento mis piernas dejarán de funcionar y caeré sobre mis rodillas, no siendo capaz de ponerme de pie otra vez. Me coloco la camisa blanca, luego la chaqueta corta. Portia acomoda el cuello dorado en su lugar mientras yo pienso y miro constantemente el anillo de titanio que descansa en mi dedo anular de la mano izquierda. Hace casi cuatro meses no lo usaba y desde el momento en que nos casamos con Katniss no ha dejado mi mano nunca. Sólo para la nueva postura de argollas y la ceremonia del tueste. Ahora pienso que ese anillo negro estará en mi dedo hasta que estos estén rígidos y fríos porque de alguna manera ese anillo simboliza nuestro amor y la promesa de que no nos rendiremos.

Los pantalones son más fáciles, las botas también y al final sólo queda la chaqueta blanca y los gemelos de oro que caen tan bien como la primera vez. Me miro en el espejo de cuerpo completo y el estómago se me contrae completamente cuando veo mi reflejo.

Es el mismo chico de aquella vez, está igual. Tiene el mismo cabello rubio corto y desordenado en el frente, haciendo que caiga sobre sus párpados. También tiene exactamente la misma altura, tal vez unos dos o tres centímetros más alto. Sus hombros están algo más anchos pero por los arreglos a la ropa no se nota tanto. Sus ojos son igual de azules y aunque no reflejen lo mismo, sabe que sigue esa misma llama de coraje y de valentía, de entrega. No tiene esas ligeras manchas amoratadas en sus pómulos pues no ha peleado con su antiguo rival desde hace meses. Tampoco tiene esa aura de nerviosismo y de alegría excesiva porque en el fondo sabe que cuando acabe la noche y salga el sol no estará pensando en su luna del miel en el cuatro, sino que estará en la arena de los Septuagésimo Quintos Juegos del Hambre, en el Vasallaje de los Veinticinco.

Portia me entrega una botella con agua mineral y le doy dos grandes sorbos y la vacío en segundos pero el nudo de mi garganta no se va y tampoco baja. Estoy listo, lo sé, pero no soy capaz de gritarlo a los cuatro vientos así que Portia toma mi mirada decidida como una señal y me pasa los guantes blancos y yo los coloco en su lugar, sonriéndole de vuelta.

-¿Listo?- dice y sé que lo estoy, así que asiento. Mi voz sale desde mi pecho y estalla como siempre en mi boca.

-Siempre -


Effie está arreglando el cuello de mi chaqueta como por quinta vez cuando se me va el aire y siento que las piernas me tiemblan frenéticamente.

Katniss aparece por el borde del pasillo, vestida con el mismo vestido blanco con el que nos casamos. Su cabello está recogido de otra forma, en una especie de moño alto con mechones chocolates que caen enmarcando su rostro perfecto. Sus ojos grises están resaltados por el maquillaje y cuando me mira no puedo evitar suspirar como enamorado que soy. De su cuello cuelga su sinsajo, en su mano lleva el anillo de compromiso y el del matrimonio, ese de titanio negro que hace juego con el mío y que ahora parece arder en la piel de mi dedo anular. Me acerco a ella, puedo ver la resignación que tiene y también el nerviosismo que presenta. Es claro que le disgusta tener que usar otra vez su vestido por órdenes del Presidente Snow, pero a la vez puedo ver otro sentimiento en sus ojos grises y eso me abruma mucho.

-Hey - dice mientras me toma fuertemente de la mano y entrelaza nuestros dedos de forma sincronizada y sé que estoy en el lugar correcto cuando estamos así. La esencia de su cabello me trae loco, acerco mi nariz a su cabeza y deslizo por su cuello, dándole un beso justo donde su pulso late descontrolado.

-Te ves igual de hermosa que la primera vez - digo y acaricio su mejilla con la punta de mis dedos.

-Gracias - dice ella que mira con disgusto mis dedos enfundados en los guantes blancos, así que me los quito y acaricio su piel sin ninguna barrera. - Te extrañe hoy - refunfuña y yo me río de su expresión de disconformidad. Katniss besa la punta de mis dedos aún con el ceño fruncido, luego me besa a mí hasta que el ascensor llega a la planta, deteniéndose frente a nosotros. Katniss y yo nos separamos pero no la suelto en ningún momento. Siempre me quedo a su lado, cuando entramos y las puertas se cierran, y en el extraño viaje en elevador.

-Pues ahora no te dejaré para que puedas extrañarme - digo. Kat se pega a mi cuerpo y mi mano viaja hasta su cintura estrecha esfundada por el pesado vestido de seda blanca y perlas.

Haymitch y Effie van hablando de algunas cosas sin sentido y mis oídos no los escuchan en ningún momento. Mis ojos están fijos en mi esposa, no existe nada más que ella en mi vida.

Cuando llegamos a la primera planta nos separamos de nuestros estilistas, de Effie y Haymitch, nos tomamos de la mano para dirigirnos al fondo del escenario, donde está el resto de los Vencedores. Somos los últimos en llegar así que cuando entramos en la estancia todos se quedan mudos al ver nuestros atuendos. Es más que obvio que muchos de ellos recuerdan la ropa de nuestra boda, más que nada porque varios fueron invitados a ir. Aún así, la mayoría reacciona de forma poco amable y nos observa con expresiones de molestia y envidia.

Finnick se acerca con un elegante traje de colores oscuros y se queda mirando a Katniss un buen rato antes de soltar con aire juguetón.

-¡Y yo que pensé que jamás tendría la dicha de volver a ver semejante obra de arte otra vez! - dice para luego silbar ruidosamente provocando la sonrisa de Katniss. - Con el permiso de tu esposo aquí presente. - me palmea la espalda con afecto, mientras me manda una mirada comprensible - Te ves mejor así que con ese traje en llamas de la otra vez, ahí si que dabas miedo Katniss - con eso el aire se vuelve más ligero y las miradas de los otros Vencedores ya no son molestia, es un juego para nosotros.

-Si pues créeme que no quería perderme la oportunidad de que me vieses otra vez con este vestido - Katniss toma la vaporosa tela que cae por sus piernas, soltándola, logrando que salten brillos de la tela. Finnick sólo sonríe y aunque sé que es una situación preocupante porque fue el mismo Presidente Snow quien ordenó que nos vistiésemos así, no quiero agregar otra preocupación a la pesada que llevo en la espalda desde hace meses.

Johanna también se acerca en algún momento y aunque al principio se ve que está molesta, cuando nuestro amigo del cuatro le explica silenciosamente que fueron órdenes del Presidente se pone a hablar con nosotros, incluso susurra algo al oído de Katniss, lo que provoca una sonrisa de desafío en sus facciones.

Arregla un poco el collar de sinsajo y nos quedamos los cuatro parados, esperando que nos llamen para subir al escenario.

De a poco, todos vamos entrando, nos sentamos uno al lado de los otros. Soy el último en subir y cuando entro, le doy la mano a Katniss, entrelazando nuestros dedos.

En esta entrevista, Caesar Flickerman está vestido con un traje púrpura, el cabello lavanda y los labios del mismo tono, con esa sonrisa demasiado blanca adornado su rostro. Comienza con un tono jovial a hablar, dando el discurso de bienvenida, sobre cómo las estrellas más brillantes de Panem se reunirían en una sola noche especial.

Comienzan los Vencedores del uno, Cashmere y Gloss, y el sentimiento que ellos expresan se repite en todas las entrevistas. Traición y resentimiento. La mayoría de los tributos de este año tiene más de 25 años, son los veteranos, los que pasaron por los horrores de la Arena y sobrevivieron. Se nos prometió una vida libre de todas las penurias que viven los demás en los distritos y faltaron a su palabra. Estamos enojados y es el único sentimiento que nos guía.

Cashmere es la primera en salir y me alegra ver lo buena que es actuando, especialmente cuando se coloca a llorar diciendo que una pena la estado atormentando desde que dieron el anuncio del Vasallaje, pensando en la tristeza del Capitolio al perder a todos sus Vencedores.

Gloss sigue la misma línea de su hermana y agradece el amor y el cariño que le ha dado el Capitolio, que los hicieron sentirse en casa cuando estaban tan lejos de su distrito y que no sabe quien sufrirá más, si ellos o nosotros.

Enobaria y Brutus no están por la labor, al contrario, están ansiosos por entrar a la Arena, asegurando que uno de ellos ganará la mejor contienda de asesinos experimentados que vaya a tener Panem.

Siguen los del tres, Beetee y Wiress que alegan que el Vasallaje puede ser detenido por el Presidente, que él tiene tanto poder y que por tanto sería capaz de reescribirlo y evitar la pena a su pueblo.

Luego viene Mags, que dice que con su lengua enredada dice que ya no está para esto, tragedia, y golpea un par de veces la superficie del escenario.

Finnick recita un poema para su verdadero amor. Pero suena bastante falso para alguien que lo conoce en verdad. A pesar de eso veo varios desmayos cuando mujeres e incluso hombres piensan que el poema está dirigido a ellos.

Johanna a pesar de la fuerte personalidad que tiene se comporta inocentemente y finge llorar cuando alega que el fuerte vínculo que tienen los Vencedores con los capitalinos no debería de ser roto.

Seeder es inteligente y dice que en su distrito el presidente Snow es visto como alguien todo poderoso y que por tanto para él no sería difícil evitar el Vasallaje. Chaff apoya a su compañera y dice que si no han sido cancelados los Juegos es porque no le importamos lo suficiente al mandatario y tampoco la felicidad de su gente.

Y luego llaman a Katniss. Yo beso su frente y aspiro el aroma a bosque que desprende, la ayudo a colocarse de pie, mostrando una resistencia cuando tenemos que separarnos aunque sean tres minutos. Eso parece ser suficiente para que varios de los presentes suelten suspiros y lloren en el hombro de alguien más cuando ven nuestros rostros proyectados en las pantallas que cuelgan sobre nuestra cabezas.

Estamos logrando nuestro cometido, eso se refleja en las lágrimas de las personas presentes en el estudio.

Katniss comienza a caminar con el hermoso vestido blanco que deja un halo casi celestial detrás de ella con cada paso que da. Ver a la Chica en Llamas otra vez con su vestido de novia es mucho para algunos que estallan en llantos y en gritos. ¿Por qué nosotros? ¿Por qué cuando estamos en el inicio de nuestras vidas con todo un futuro por delante, juntos?

Veo que ni siquiera Caesar con el excelente desplante que tiene sobre el escenario es capaz de tranquilizar a la multitud que ha visto el inicio de nuestra relación, que vio a los trágicos amantes del distrito doce darse su primer beso, ganar los Juegos, celebrar la Gira de la Victoria y luego casarse en televisión nacional. Nosotros somos la mayor representación de amor que ha visto el Capitolio pero estamos siendo arrebatados de su vida, de sus cotilleos incesantes y de los flash de las cámaras.

El rostro del presentador se vuelve algo pálido bajo el maquillaje cuando logra captar a Katniss con su vestido y suelta algo parecido a un gemido cuando la saluda.

Toman asiento y los tres minutos pasan tan rápido como un parpadeo. Las respuestas de mi esposa se las lleva el grito colectivo de la gente entristecida y sólo cuando estamos por llegar al final de la entrevista el público se calma y permite a Caesar rescatar el momento.

- Bueno, Katniss, resulta obvio que hoy ha sido una noche muy emotiva, ¿Hay algo más que quieras decir? - Katniss sonríe tristemente y antes de hablar me manda una mirada que las cámaras captan y hacen al público llorar.

- Sólo decir que lamento mucho que no puedan ver el "felices para siempre" de Peeta y yo - dice pero vuelve su vista al frente y cambia el tono de su voz por uno más seguro - pero me alegra de que puedan volver a ver este vestido, ¿no es lo más bonito que hayan visto? - y con eso se pone de pie y comienza a girar.

Primero va despacio, levantando las pesadas mangas de seda blanca por sobre su cabeza y luego más rápido, logrando que tema que caiga con los tacones que usa. Pero no lo hace, al contrario, logra seguir girando hasta que del ruedo del vestido comienza a salir humo. Al principio logro ver una chispa que se desdibuja por el movimiento pero de a poco se va haciendo más grande hasta cubrir gran parte de su vestido. Las perlas que cubrían su cintura y busto, caen estrepitosamente sobre el suelo pero Katniss no deja de girar. Su expresión de total asombro, y durante un momento me quedo embelesado por su figura y las llamas que la cubren de pies a cabeza. Es ese el fuego de Katniss, son esas llamas a las que me sometí con el primer beso que nos dimos, con la primera vez que hicimos el amor.

Cuando ya es una bola de fuego, Katniss se detiene, con las mejillas sonrosadas y la boca entreabierta por donde circula su errante respiración. Pienso por un segundo que pudo haber quedado desnuda por la calcinación de su vestido pero al contrario, veo una pieza de seda negra que la cubre de los pies hasta el inicio de sus pechos. Es un vestido negro que se encuentra cubierto con cientos de plumas negras que caen sobre sus piernas y sobre sus brazos. Ella se ve en la gran pantalla frente suyo y levanta las mangas del vestido, y es cuando noto las grandes alas que tiene mi esposa, y como la forma de ellas se asemeja al ave que cuelga en su pecho en un dije de oro. La perplejidad que tiene en su rostro me hace saber que no tenía idea de lo que estaba pasando pero ahí está, es ella, es el símbolo de la revolución, lo que tanto teme Snow.

Cinna a convertido a Katniss en un ave.

Katniss es un Sinsajo.


Katniss continúa soltando humo durante unos segundos y puedo notar el poco entusiasmo que refleja el rostro de nuestro presentador. Pese a ello es capaz de disimularlo y en menos de un segundo se encuentra aplaudiendo y sonriendo.

-Plumas - dice él mientras toca las suaves alas negras de Katniss -Eres como un ave - mi esposa levanta sus brazos y suelta con orgullo mal disimulado.

-Es un sinsajo - yo no puedo evitar sonreirle. - Es el ave de mi insignia - explica ella al confundido conductor de televisión.

Él aprieta levemente la mandíbula en señal de reconocimiento cuando ella termina su explicación. Es más que obvio que está al tanto de lo que significa el sinsajo en los distritos y en la revolución y lo que para los capitolinos es un simple truco de vestuario para otros es la chispa que necesitan para encender el fuego contra el Capitolio.

A pesar de eso, Caesar en hábil con las palabras y en un segundo está recompuesto con la misma vigorosidad que lo caracteriza.

-¡Vaya, hay que quitarse el sombrero ante tu estilista! No creo que nadie pueda negar que es lo más asombroso que hemos visto en una entrevista - dice y señala hacia el público donde una cámara ya lo ha localizado y apunta hacia él - Cinna, has una venia - el estilista de Katniss lo hace y le manda un beso a mi esposa para ser alabado y aplaudido por todos en el público. El zumbido que marca el final de los tres minutos de Katniss se escucha como algo lejano debido a los vítores y gritos de la gente en el estudio.

Caesar se despide de ella y le besa los nudillos de la mano derecha. Con eso Katniss sale del escenario con una sonrisa satisfecha en su rostro.

En el camino nos cruzamos pero soy incapaz de mirarla a los ojos si pienso y pienso en lo que haré a continuación. Porque estoy más que seguro que en la fragilidad de nuestra habitación Katniss me reclamará por haberle ocultado lo que estoy planeando hacer. Así que sigo de largo y evito verla de reojo hasta que llego al escenario y saludo al publico.

Los pocos metros que me separan de la silla se hacen infinitos cuando siento la inminente culpa que me azota sin compasión. ¿Qué estoy haciendo? ¿Vale la pena mentir sin escrúpulos por un hijo que tal vez jamás tendré? No, no puedo pensar así. Tengo que creer en que saldremos con vida de esa arena, que sobreviviremos a la inminente guerra que se acerca y que lograremos ser felices juntos. Porque lucharemos por ello, codo a codo y siempre uno al lado del otro. Por tener la oportunidad de vivir.

Caesar Flickerman me sonríe alegremente y me saluda con entusiasmo, dándome la mano con fuerza. En seguida veo como le quita importancia al asunto de Katniss, y como en unos cuantos segundos estamos haciendo bromas sobre fuego, plumas y pollos chamuscados. Pero mi mente está dispersa, no está aquí presente porque a pesar de estar determinada las dudas me carcomen por completo y me pregunto cuanto de lo que diré será mentira.

Caesar redirige la conversación y va al tema que todos quieren oír.

-Bueno Peeta, - dice con un tono de falsa tristeza que me irrita por completo - dinos, ¿Qué pensaste cuando te enteraste del Vasallaje? -

¿Qué pensé? Vaya, eso es difícil porque mi mente estaba tan confusa que no puedo definir mis emociones del momento en una sola palabra. Estaba frustrado porque no había podido arreglar mis problemas con Katniss, estaba enojado porque sabía que el Vasallaje era arreglado para matar a la mayor cantidad de Vencedores en los distritos que pudiesen estar a favor de la rebelión. Estaba determinado a sacar con vida a mi mujer de allí sin siquiera saber los planes que tenía el trece para nosotros. Estaba enamorado y lo sigo estando como el primer día que la vi.

- Pues, estaba muy confundido - digo y dejo pasar el silencio que se instala en el estudio. - Conmocionado. Es decir - aclaro un poco mi garganta y continuo - estaba disfrutando de una tarde a gusto con Katniss cuando... - me detengo porque siento como si me hubiesen metido una placa de hierro ardiente por la boca. Y no fuese capaz de encontrar mi voz.

-¿Te diste cuenta que sería una de las últimas? - me ayuda Caesar, y yo asiento y miro a las personas que están en el estudio. Cada mirada está clavada en mí y cada oído está escuchando lo que digo. Y estoy listo para soltar la bomba y terminar lo que los anteriores Vencedores iniciaron. Recorro al público y espero que estas personas sin conciencia me ayuden a salvar a mi esposa de todo esto.

Mi mirada se dirige a Katniss y le sonrío tristemente. Si, en ese momento nos dimos cuenta que podrían ser las últimas tardes que viviríamos.

- Si, - digo y suelto un suspiro - Caesar, ¿Tú crees que las personas aquí presentes sean capaces de guardar un secreto? - le coloco el toque de inocencia perfecto y de complicidad. ¿Ante quien guardarían el secreto cuando todo Panem esta viendo esto?

Las risas del público se vuelven en jadeos y Caesar responde siguiéndome el juego en todo momento.

-Estoy seguro que si Peeta - dice y se inclina esperando el nuevo chisme, o más importante, la nueva bomba que soltaré otra vez en televisión nacional.

- Nos volvimos a casar - digo y sé que Katniss va a matarme por esto así que evito mirarla y bajo la cabeza hasta el público. Mi voz sale tan despacio que pienso que no me oyeron pero los gritos angustiados de la gente me indican lo contrario. Enfocan a Katniss y puedo notar la sorpresa en su rostro y como luego se oculta tras la falda de su vestido negro. Rezo internamente para que luego de esto no haya una disputa en nuestro piso.

-¿Se volvieron a casar? - exclama Caesar bastante sorprendido y yo procedo a explicarle la ceremonia del tueste que se hace en nuestro distrito - Vaya, quien hubiese pensado que nuestros trágicos amantes renovarían sus votos tan temprano. Pero dime Peeta, ¿fue antes del Vasallaje? -

Por supuesto. He aquí el gran dilema. Si lo hacíamos antes del Vasallaje hubiese sido la prueba de amor invaluable e incondicional pero no fue así. Con Katniss revalidamos nuestros votos después del Vasallaje porque sabíamos que nos quedaba poco tiempo, porque éramos conscientes de que podríamos no volver a tener un momento así de íntimo otra vez.

-Claro que fue antes - le digo molesto - Probablemente lo habríamos pensado mejor de haber sido después sin embargo, ¿quien se lo podría haber imaginado? - Sólo Snow lo sabía, sólo él y un puñado de personas en el Capitolio - Nadie - digo y aprieto mis puños en mis rodillas - Pasamos los Juegos, vencimos, todos estaban felices de vernos juntos, de empezar una vida como una pareja casada - mi voz se quiebra y le da el toque necesario de dramatismo que necesito y me callo un segundo. - ¿Cómo íbamos a esperarnos algo así? - digo y bajo la cabeza, consciente de la cantidad de personas que me observa.

-No podían Peeta - dice y palmea mi hombro con algo que parece ser lástima que no quiero ni necesito - Nadie podía saber pero debo confesar que me alegro de que tuvieran unos cuantos meses de felicidad juntos - ¿unos meses? ¿para él es suficiente? Porque para mí no lo es, y jamás lo será porque no he vivido todo lo que un esposo debe vivir junto a su mujer.

Los aplausos no dejan de escucharse y es cuando aprovecho el momento para voltear mi mirada a Katniss. Su rostro aún está metido entre los pliegues del vestido pero cuando levanta la cabeza puedo ver lágrimas asomándose por el borde de sus ojos grises.

Está llorando. Y soy el causante de ello. Veo como le manda a la audiencia una sonrisa triste y poco natural. Está triste y es por lo que he dicho, por revelar que nos casamos otra vez.

- Yo no me alegro - digo alzando la voz, esperando que la multitud se calle. No sonrío, ya no tengo necesidad de hacerlo, los tengo comiendo de mi mano y ahora los destrozaré sin contemplaciones.

-Bueno, disfrutar de un tiempo aunque sea breve es mejor que nada ¿no, Peeta? - dice con un tono que no acepta reproches pero yo los hago de igual manera.

-También pensaría de la misma manera de no ser... - la voz se me corta y recuerdo el sueño que tuve, a la versión en miniatura de Katniss y yo, como todas nuestras cualidades se fundían en un sólo ser para formar al niño más perfecto que hubiese visto, y lo vería siempre así porque ese niño podría ser mi hijo si nuestro futuro fuera diferente - de no ser por el bebé - digo y suelto unas lágrimas cuando pienso que si no salimos de esa arena jamás veré crecer a un niño en la panza de Katniss, no veré como corre por la pradera con sus piernas regordetas.

El efecto es casi inmediato. La onda expansiva que logra es alucinante pues la gente del estudio comienza a encajar las piezas y cuando se da cuenta de las implicaciones que tienen comienzan a gritar como animales heridos.

Todos comienzan a reclamar y a decir cosas como barbarie o asesinato, porque a nadie se le pasa por alto lo que está explícito detrás de mis palabras. Nunca en toda la historia de los Juegos había ocurrido algo así. Aunque a cada edición se han enviado a niños indefensos jamás ha pasado que han hecho ir a uno que aún no nace. Que crece en el vientre de su madre y que aún no ve el mundo atroz en el nacerá.

La cara de Katniss es proyectada en primer plano en las pantallas y ella luce tan atónita como los demás. Hasta que sale de su estupor y comienza a llorar, no de manera dramática, es más, es un llanto suave que me dice que tal vez ella también pensó en tener una familia, aunque sea una sola vez, a pesar de todas las dificultades que podría haber. Yo hubiese estado dispuesto a irme con Katniss si eso garantizaba la salud y el bienestar de mis hijos.

Caesar no es capaz de frenar los alaridos y los lamentos del público y cuando suena la campana que anuncia el fin de mis tres minutos me coloco de pie y camino hasta mi silla.

No me atrevo a mirar a mi esposa y en su lugar miro a Caesar que intenta con todas fuerzas refrenar a la multitud que pide que se cancelen los Juegos del Hambre por primera vez. Cuando suena el himno se logra calmar algo pero los gritos aún continúan algo más despacio.

Katniss se levanta a mi lado y entrelaza sus dedos con los míos, la miro y besa mis labios despacio. No veo enojo en sus ojos, sólo tristeza, así que respondo el beso con ternura y cuando nos alejamos juntamos nuestras frentes y narices. Nos miramos y ambos estamos igual de determinados, así que cuando le da la mano y agarra el muñón de Chaff, sé porque lo hace. Es entonces cuando, como una fila de dominó, todos los otros Vencedores se toman de las manos, algunos más rápido que otros, como Finnick y Mags, los adictos del seis o los del tres, mientras que otros como Enobaria y Brutus tardan más pero ceden ante la presión de los demás. Al final nos convertimos en un grupo unido por la misma causa: la crueldad del Capitolio. Nos volvemos el símbolo de la unión que necesita la revolución.

Katniss me mira y sonríe, señalando la pantalla y la imagen se queda grabada a fuego en mi retina. La única muestra de unidad que ha habido entre los distritos desde los Días Oscuros.

La pantalla se va a negro pero no la han cortado a tiempo, todos lo han visto.

Las luces del lugar, al igual que la pantalla se apaga y quedamos a oscuras. Temo perder a Katniss así que aprieto con fuerza su mano y agarro su cintura, pegándola a mi cuerpo.

-¿Peeta? - dice y yo la atraigo más a mi y comienzo a caminar con cuidado de no tropezar.

-Estoy aquí, vamos - digo y ambos comenzamos a movernos antes de que los agentes de la paz que están presentes comiencen a hacer presión sobre nuestras espaldas con sus armas.

Caminamos juntos hacia el ascensor y aprieto el botón que marca hacia arriba. Veo a Finnick y a Johanna que se apresuran para tomar el ascensor con nosotros pero son interceptados por los agentes de la paz, así que cierro las puertas y espero a que empiece a subir.

Katniss se recarga contra mi cuerpo y yo la abrazo con fuerza los doce piso que hacen falta para llegar al nuestro. Cuando las puertas se abren en la planta la aferro por los hombros y la volteo para que me mire. No debe de quedar mucho tiempo para que lleguen Agentes de la Paz revisando cada piso.

-No queda mucho tiempo así que dime, ¿debo disculparme por algo? - ella me mira fijamente, evaluando mi expresión pero no luce molesta, es más, acaricia mis mejillas y mis pómulos con cariño.

- Por nada - me sonríe por completo. Asiento y la atraigo al círculo de mis brazos, donde aspiro con fuerza su aroma y descanso mi cabeza sobre la suya.

-Bien, - beso su cabeza - estaba dispuesto a rogar, ¿sabes? - y eso provoca que ella ría contra mi cuello, provocando que me den cosquillas cuando su respiración choca contra mi piel.

- ¿Pensabas en esa posibilidad? - dice Katniss luego de unos segundos pero no suelta mi cuerpo así que su voz queda contenida contra mi ropa. No entiendo lo que dice así que le planteo mi duda y ella vuelve a preguntar - ¿Tener hijos conmigo? - dice, yo entiendo, logrando responder.

-Si, muchas veces pasó por mi cabeza pero sabía que no sería capaz de mandarlos a la Cosecha jamás. Pensaba en que podríamos habernos ido del distrito doce y criarlos en el bosque - digo y Katniss parece sorprendida con la posibilidad que le planteo. Tal vez jamás pensó en irnos con ellos.

Cuando está por hablar llega Haymitch solo. Sin Effie y sin nuestros estilistas.

-Allí fuera es una locura - dice nuestro mentor con aire cansado - Todos han sido enviados a casa y han cancelado la repetición de las entrevistas en televisión. - dice y luego me mira - Por cierto, fue una excelente estrategia lo del bebé - sonrío y ambos caminamos hasta la ventana e intentamos escuchar y entender la confusión de las personas abajo.

- ¿Qué están diciendo? - pregunto mientras veo a la gente que grita desesperada en la calle. -¿Están pidiéndole al presidente que pare los Juegos? - digo sorprendido y me levanto hasta tomar la cintura de Katniss y atraerla hacia mí.

-No creo que ni ellos mismos sepan qué pedir. Toda la situación no tiene precedentes. Incluso la idea de oponerse a la agenda del Capitolio es una fuente de confusión para la gente de aquí -Dice Haymitch - Pero de ninguna forma Snow cancelaría los Juegos. Lo saben, ¿verdad? - asiento porque está más que claro que no lo hará pero sirvió para que las cosas se descontrolaran en la capital. Sirvió para conseguir patrocinadores.

- ¿Los otros se han ido a casa? - pregunta Katniss.

- Se los ordenaron. No sé qué suerte estarán teniendo para pasar entre la multitud.- dice Haymitch. Pienso en Portia y en qué la veré mañana pero nuestra escolta es otro caso. Tal vez jamás la volvamos a ver.

-Entonces nunca volveremos a ver a Effie - digo yo porque no la vimos la mañana de los Juegos hace un año atrás por lo que está vez será igual. - Dale las gracias de nuestra parte. -

- Más que eso. Hazlo especial de verdad. Es Effie, después de todo. - dice Katniss - Dile cuánto la apreciamos y que fue la mejor escolta que pudimos haber tenido y dile... dile que la queremos mucho.-

Durante un rato sólo nos quedamos ahí en silencio, retrasando lo inevitable. Después Haymitch lo dice y es como una patada para ambos.

- Supongo que aquí también es cuando nos decimos adiós. - dice y se acerca levemente a nosotros con los ojos tristes.

-¿Un último consejo? - pregunto a nuestro mentor.

-Sigan con vida - dice Haymitch con aspereza pero para nosotros es casi una broma personal. Nos da un abrazo rápido a cada uno pero cuando está por separarse le hablo rápido porque desde que ocurrió lo del vestido de Katniss está noche no he dejado de pensar en mi estilista.

-Llévate a Portia - y con eso me separo dejando a Haymitch confundido. Necesito saber qué mi amiga estará bien, que estará a salvo incluso si es lejos de su hogar. Asiente y vuelve a hablar.

-Vayan a la cama. Necesitan un descanso - dice nuestro mentor.

- Cuídate, Haymitch - y con eso va una afirmación más que explícita. Tiene que sobrevivir y salvar a Katniss.

Cruzamos la sala en unos cuantos pasos pero cuando estamos por llegar a la puerta, la voz de Haymitch nos detiene.

- Katniss, cuando estés en la arena...- empieza hablándole a mi esposa y se detiene mirándome fijamente.

-¿Qué? - pregunta ella a la defensiva.

-Recuerda quién es el verdadero enemigo - dice nuestro mentor y ella asiente. - Eso es todo. Sigan adelante. Váyanse de aquí - ambos asentimos y seguimos nuestro camino hasta la habitación.

No me suelta y yo tampoco tengo ganas de hacerlo. Nos desvestimos en un imperturbable silencio y cuando hacemos el amor se siente como la primera vez que usamos estas prendas. La primera vez que la vi con ese vestido blanco de perlas que ahora es negro y emplumado. La primera vez que use guantes en los dedos.

Nos amamos hasta que el sol despunta, despiertos en duerme vela. Justo ahora está tendida sobre la cama, conmigo descansando sobre su espalda desnuda. Beso cada recóndito lugar de su espalda morena, sus hombros, su cintura estrecha. Katniss ríe cuando beso un particular punto del costado de sus costillas que le produce cosquillas.

-¿Qué pasa amor? - digo mientras sigo insistiendo en el mismo sitio pero ahora con mis manos - ¿Sufres de cosquillas? -

-Peeta, detente - dice y se da la vuelta sobre su cuerpo, quedando así nuestros pechos en contacto. Acaricia mi cabeza, mi frente y mis mejillas con calma, como si realmente tuviésemos todo el tiempo del mundo en nuestras manos. - Me gusta tu cabello así - dice y mete las manos por mis rizos rubios y los jala levemente. Le sonrío y beso sus párpados y luego sus labios siempre con calma, intentando que este momento dure por siempre.

Deslizo mis manos hasta su vientre, donde nuestro bebé crecería si realmente hubiese sido concebido. Aún así sueño con las ligeras pataditas que hubiera dado al reconocer mi voz hablándole cada noche, o cuando su madre le cantará nanas para dormir. Imagino su risa cuando mis manos traviesas se deslizaran en su barriga y le produjeran cosquillas, o cuando hubiese sido capaz de darle a una ardilla en el ojo con una flecha de la misma manera que su madre.

- Me lo imaginaba como un niño - digo con la voz entrecortada. Continuo acariciando su vientre y sus mejillas coloradas - De cabellos rubios igual que los míos aunque tendría tu nariz y esa forma ovalada de tu rostro - Katniss sonríe pero es forzado, lo noto en las arrugas inexistentes que rodean sus ojos.

- Sólo una vez lo pensé, - dice y yo la miro fijamente esperando que hable - tener hijos. Pero lo descarté enseguida porque sabía que si ellos llegaban hasta los once años serían cosechados por ser hijos nuestros - asiento y cuando ella decide dejar de hablar, sé que ha dado el tema por zanjado, así que me decido a acariciar su cuerpo, sus hombros, su rostro y ella hace lo propio con el mío.

Es en esta situación que nos encuentran Portia y Cinna, acurrucados uno al lado del otro. Veo algo de niebla en los ojos de mi estilista y en el de Katniss.

Katniss entristece enseguida, sus ojos se tornan descontrolados y me aferra con más fuerza. Ahora nos separaremos y con suerte nos volveremos a ver cuando estemos en las plataformas antes de que inicien los Juegos. Cuando el conteo este llegando a su fin y debamos volver a sobrevivir. Tendremos que encontrarnos. Juntos somos más fuertes, juntos podemos mantenernos con vida.

Aferro a Katniss a mí y deposito un corto beso en sus labios y en su frente.

- Te veré pronto - digo mientras nos alejamos uno del otro - lo prometo.

-Te veré pronto - dice ella y esa es mi señal para ponerme de pie porque sé que si sigo haciendo esto más largo no podré dejarla ir.

Nuestros estilistas están dados vueltas hacia la pared así que tomo mis pantalones y me coloco aunque no soy capaz de encontrar una camiseta así que camino con el torso desnudo hasta tocar el hombro de Cinna y de Portia.

-Gracias por todo Cinna - digo y él asiente y me palmea la espalda. Portia toma de mi brazo y ambos salimos de la habitación y caminamos lentamente por el pasillo que nos conduce hacia mi habitación.

Cuando llego a mi habitación, tomo una gran bocanada de aire y entro al cuarto que me recibió la primera vez que puse mis pies en el Capitolio. Sobre la cama hecha hay una cajita pequeña de terciopelo azul. Es del mismo tamaño que mi Palma y cuando Portia me ve tomarla con seguridad, pregunta.

-¿Qué es eso? - dice ella y yo abro la cajita. En ella hay un relicario de oro, circular y con el sinsajo de Katniss grabado en él, de dos hojas, con una foto pequeña en el interior. Es de Katniss y mía, en el día de nuestra boda, ambos dándonos el beso que sellaba nuestros votos. Se lo pedí a Effie cuando llegamos y veo que lo dejó acá antes de irse. Siento una ola de nostalgia cuando veo nuestros rostros sonrientes y enamorados.

Cuando Portia ve la foto me sonríe y ambos caminamos hasta la sala de estar donde esperamos a que nos llamen para subir a la azotea.

- Entonces, ¿un bebé? - dice ella y yo le sonrío algo forzado. No es del tema que me gustaría hablar así que sólo bajo la mirada y asiento con desgana.

- Si, Katniss está embarazada - digo colocando todo el convencimiento que tengo en mi voz. No puedo fingir que no es cierto porque debo creerlo si con eso salvo a Katniss. Portia me mira sorprendida y aguanta las lágrimas ligeras que amenazan con salir de sus ojos y arruinar su trabajado maquillaje. Suspiro y durante unos minutos nos mantenemos en completo mutismo.

-No creo que sea el momento oportuno para felicitarte - dice ella mientras juega con el dobladillo de su falda y deja que las lágrimas corran por sus mejillas dejando un camino negro por ellas.

- Siempre pensé que cuando supiera que iba a ser papá sería el día más feliz de mi vida, más si era con Katniss. - hago una pausa y analizo las palabras que voy a decir a continuación - Pero no me siento así - Portia me mira y coloca su mano en mi hombro - Si tengo suerte podré sacar a Katniss de la arena con vida pero jamás conoceré a mi hijo. - la voz se me quiebra a la mitad de la oración y temo llorar porque el dolor es tan real como si ese niño estuviera en el vientre de mi esposa.

- ¿Cómo crees que sería? ¿Tu hijo? - dice ella cuando ha recobrado la habilidad para hablar. Yo le sonrío levemente.

- Me lo he imaginado como una versión pequeña de mí mismo - digo y sigo contándole sobre mi sueño, donde vi a ese pequeño de ojos azules. - De cabello rubio y ojos azules, pero con la nariz y el rostro de Katniss - Portia asiente y mantenemos el silencio hasta que un encargado del Capitolio nos lleva hasta la azotea.

Cuando llegamos a ella, veo el aerodeslizador volando sobre nuestras cabezas. La escalera cae frente a nosotros y un agente de la paz me apremia para que suba así que tomo la escalera de cuerda y una corriente me recorre el brazo y lo inmoviliza por completo mientras me suben al aerodeslizador. En él, el médico me coloca el rastreador que me seguirá durante toda la arena y que les dirá mi exacta posición en ella. Me reúno con Portia quien intenta hacerme comer algo pero mi estómago no está por la labor. Lo único que hago es beber mucha agua para no deshidratarme como el año pasado.

El aerodeslizador despega y las ventanas se tornan negras lo que me impide saber dónde será todo. Cuando llegamos a la Sala de Lanzamientos me doy una ducha rápida, y luego Portia me ayuda a colocarme el uniforme de este año. En esta ocasión han elegido un mono azul oscuro, con detalles en gris y celeste. Es ajustado y se pega a la piel con cada movimiento.

Ella sube la cremallera que hay en la espalda y me da las características que parece tener la tela.

- No es precisamente una armadura, y tampoco los protegerá del calor o del frío - paso los dedos por la elástica tela y comienzo a mover mis brazos y mis piernas, probando la flexibilidad. Portia me entrega un cinturón morado que tiene alguna clase de líquido en él y con eso termina mi vestimenta. Los zapatos son de nylon y de suela de goma, también de color azul marino. - Si le han dado alguna clase de tratamiento a la tela, tal vez los proteja del sol - dice y me entrega la cajita de terciopelo de donde saco el relicario y hago el intento de colocarlo. Mis manos tiemblan constantemente por las emociones del momento que no soy capaz de cerrar la cadena. Portia me ayuda y engancha ambos extremos del relicario. El sinsajo queda prendido en mi cuello, brillando levemente en mi pecho.

Luego de unos segundos, rompo el silencio que se ha instalado entre nosotros y formulo la pregunta que me ha estado dando vueltas en la cabeza desde anoche en la entrevista.

-Portia, ¿Cinna estará bien? Ya sabes, después de lo que pasó ayer - ella parpadea y las lágrimas vuelven a caer de sus ojos. Realmente hago memoria y pienso que nunca había visto llorar a mi estilista anteriormente. Es extraño porque siempre he visualizado a mi amiga como una persona de fuerte carácter.

- No lo sé, espero que sí. Yo... - tartamudea un poco y yo paso mis manos por sus hombros intentando calmarla. - si hubiese sabido... - dice y con eso vuelve a llorar. La atraigo a mí y la abrazo fuertemente para susurrar en su oído de forma apresurada.

- Necesito que te mantengas a salvo - digo y siento como Portia se tensa bajo mis brazos - Mantente cerca de Haymitch - nos separamos y ella asiente aunque puedo notar que tiembla ligeramente.

- ¡Tributos a sus cápsulas! - la voz sale de los parlantes y me mentalizo para subir a mi plataforma. Le doy un último abrazo a mi amiga y ella besa mi mejilla mientras arregla mi cabello desordenado.

-Cuídate Peeta - le asiento y entro a la cápsula que se cierra a mis costados y comienza la ascensión que me llevará hasta la arena. La plataforma es lenta y mis manos se cierran en puños debido a los nervios. Veo como Portia llora en silencio hasta que soy completamente cubierto por los metales oscuros que rodean a la estructura de vidrio.

Cuando llego a la Arena caigo de rodillas por la frenada que da la plataforma pero me recompongo enseguida y comienzo a analizar el lugar.

El viento me agita el cabello y el olor a sal de mar me pega en la nariz. Reconozco la sensación de una brisa que te podía mojar en minutos.

-¡Damas y caballeros, que inicien los Septuagésimo Quintos Juegos del Hambre! - Comienza la cuenta regresiva que hace que las personas que están a mis costados se alisten y analicen la arena de la misma forma que yo.

Estoy en una plataforma de metal, pero hay un espejo que me rodea por completo. No, no es un espejo, es agua, agua de mar. Por eso tiene olor a sal. Cielo rosado, agua azul. Lo único que veo de tierra es la pesada Cornucopia de oro que resplandece bajo el fuerte sol del verano.

- Cuarenta y cuatro, cuarenta y tres... - hay unas pequeñas hileras de rocas que se encuentran a los costados y separan a la Arena en partes iguales. Creo que son alrededor de doce y son parecidas a los rayos de una rueda. Me acuclillo en la plataforma y tomo un puñado de agua entre mis manos. Es salada. La puedo sentir en mi paladar. La frente de a poco se me está mojando debido al sudor y al agua.

-Diez, nueve, ocho... - miro a mi costado y veo a Enobaria en la plataforma que está más cerca de mí y al otro extremo está el tributo masculino del distrito diez. Busco con la mirada a Katniss pero no soy capaz de verla, posiblemente oculta por la Cornucopia.

-Tres, dos, uno - Suena el gong que da inicio al Tercer Vasallaje de los Veinticinco.

Da inicio a la pesadilla que nunca quise ver llegar.

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¿Y qué les pareció? ¿Raro, extraño? Acepto criticas constructivas :D

Fue complicado para mí hacer este capítulo y durante un tiempo tenía pensado en que Peeta intentaría averiguar y sacarse de la cabeza si Katniss estaba embarazada pero no sabía cómo seguir con ese marco, si les gustaría tener a un tercer miembro en la familia Mellark Everdeen o quisieran esperar hasta que todo se calme.

Bueno, llegó el momento de responder a sus hermosos comentarios.

Quiero avisar que Asdepica se ha ganado el otro fic que estaba regalando al decir comentar el fic y lograr los 100 comentarios. Lo logramos!

Felicitaciones a ustedes chicos!

Julietacu: Hola, gracias por tus condolencias, son bien aceptadas y si, es difícil perder a un amigo de toda la vida pero sé que está mejor y que cuidara siempre de mí. A mí también me encanta ver y sentir todo lo que piensa Peeta en todas estas situaciones y en este caso, él siempre está pensando en su familia o en Katniss y eso es muy leal de su parte. Lo de Peeta? Bueno, esto es algo particular y quiero decir que aunque he preguntado quien les gustaría lo cierto es que debo ver con quién puedo desenvolverme mejor como voz de la rebelión así que aún no es seguro que sea Peeta el rescatado. ¿Los Vencedores? Los tengo más o menos visto y en todo caso creo que les gustará la forma en que llevaré la historia en Sinsajo. Saludos y muchas gracias por leer, espero que el capítulo te haya gustado y que me des tu opinión sobre él.

Enya: Espero que hayas visto todas las pistas de este capítulo y que me digas que te pareció. Al principio fue muy difícil y ahora les pediré ayuda a ustedes, que me digan que les parecería mejor, si Katniss debería o no estar embarazada. Ojalá que te haya gustado y pues, no, no los iba a aliar con Brutus y como ya he dicho antes aún estoy viendo a quien salvar de los Vencedores pero está más o menos definido. Eso, saludos y espero que comentes y me digas tu valiosa opinión.

Taivs: Debo decir que amo siempre tus comentarios y si, son de los pocos que respondo en privado :D Pues, ya te he dicho todo lo que se me pudo haber ocurrido y creeme que sobre el tema que te dije, estoy planteándolo bien para que tenga un buen arco argumental. Saludos y muchos besotes para ti

AsdePica: Te ganaste el fic! Felicidades, ojalá y me expliques mejor de que va tu historia pero tranquila, creo que ya tengo ideas aunque tendras que tener paciencia porque no he podido escribir mucho pero saldrá, no te preocupes. Saludos y espero que te haya gustado el capítulo.

Ana Karen Mellark: Tanto tiempo! Es un placer leer tus comentarios otra vez. Si, siempre hago capítulos largos porque no me gusta dejar un gusto a poco en una historia. A mi no me gustan los capítulos cortos cuando leo y no creo que a los demás también. Si, estoy viendo todo lo del secuestro pero quiero decir que les va a gustar como quedara al final la historia, será digna de ustedes.

Y por último, Lucy! Tenme paciencia que ahora no tengo tiempo pero saldrá, llevo la mitad de la historia y quiero tenerla lista para subir los tres capítulos que aborda.

Bueno, como último, quiero preguntarles dos cosas.

La primera, y como ya leyeron el capítulo, quiero que me digan si: ¿Katniss debería no estar embarazada?

Y segundo: ¿Si Katniss es secuestrada, por que debería ser ella y no Peeta?

Eso es todo, intentaré volver lo antes posible para no perder la continuidad de la historia. Saludos y besos para todos ustedes.

Blue!