¡Hola!
Os dejo con el último capítulo de este fic que, como recuerdo, va en paralelo a "Dos escorpiones"
Agradezco desde aquí a Artemiss90, Kimi-Sousuke, Miss Neko Dragneel, Sabaku no judith, Saktar, TsukihimePrincess, Victoria Nike, lilly jane, neverdie, sakura-sparda, El-Ninja-Samurai, Kaito Hatake Uchiha, Lule de Zodiak, Mary Yuet y Megaterio por el apoyo brindado a través de seguir o marcar como favorita esta historia. ¡Mil gracias!
También a todos los que habéis ido comentando esta historia capítulo a capítulo, os he ido contestando por privado :) Y Sslove y Beauty que me han seguido a pesar de no tener cuenta. ¡Muchísimas gracias!
Cierro también el capítulo de el castigo de Poseidón, por lo que esta parte ya se cierra por completo. Voy a dedicarme un tiempo a cerrar las historias que tengo en AO3 e iniciaré una historia en plan drama y aventuras, con Camus y su maestro. Para los que no lo sepan, uno de mis primeros fics trata sobre Milo y como consigue la armadura de Escorpio, junto a su maestro y la ayuda de los dioses egipcios. Ese fic se titula "Serket, la diosa escorpión" y quería abrir otro en ese estilo, pero con Camus, y siguiendo los acontecimiento de ese otro fic con Milo. Tengo descartes de capítulos y los he retocado, añadiendo y quitando cosillas. Lo subiré dentro de poco.
De momento, quiero descansar de la saga de humor.
¡Espero que haya sido de vuestro agrado! ¡Nos vemos!
6. Relevos en cabo Sunión
Saga y Kanon se miraron inquietos, mientras observaban a Poseidón doblar de nuevo la carta y meterla en un sobre.
–Podéis iros a vuestra celda– informó el dios de los mares–. Mañana será un día de sorpresas…
El misterio en torno a la misiva inquietó a los gemelos, no así a Radamanthys quien simplemente se encogió de hombros y decidió salir del templo.
Una vez a solas, Poseidón ordenó llamar a Sorrento. El austríaco se acercó y con una reverencia saludó a su señor.
–Sorrento, acaba de llegarme una carta de parte del Patriarca de Atenea, preguntándome si habría hueco para más de una persona en cabo Sunión. ¿Qué opinas al respecto?
El general se encogió de hombros.
–Que no hay más sitio. Sólo para uno más.
–Eso ya lo sé– respondió Poseidón ante tal obviedad–, pero quiero saber si debería deshacerme de Saga, Kanon y meter a otros tres. Con lo cual sumarían cuatro junto a Radanabis. Lo digo porque estarán a tu cuidado…
–Radanabis no, mi señor. Radamanthys– corrigió el austríaco–. Pues teniendo en cuenta de que no tendré que sufrir a Kanon, me parece bien. Además, tengo que hacer unas tareas bastante tediosas, por lo que no me vendrá nada mal cuatro pares de manos para ayudarme.
Poseidón sujetó la carta entre las manos.
–¿Entonces le digo que sí?– preguntó por última vez y cuando Sorrento asintió, el dios soltó un "Sea pues, nueva carne de cañón".
A la mañana siguiente eran los dos gemelos quienes dormían a pierna suelta sobre los catres, mientras que Radamanthys había madrugado y se hallaba observando el horizonte.
De pronto, observó un puntito negro en la distancia, que subía y bajaba dando bandazos en el aire, hasta que se hizo más grande y el inglés pudo comprobar que era Myu en forma de mariposa.
El espectro alado se personó delante del juez, conformándose como un humano.
Llevándose los dedos a las sienes, Myu compuso una mueca de dolor.
–¿Qué te pasa?– preguntó el inglés, al percibir el gesto–. ¿Te duele la cabeza?
El austríaco musitó un "tengo una resaca terrible" y sacudió las alas.
–Vengo de parte de nuestro señor Hades– informó sin poder abrir los ojos completamente–. Quiere que regreses cuanto antes, hay bastante desmadre en el Inframundo. De hecho ahora tengo que ir a hablar con Poseidón para que te libere. ¿Cómo hago para bajar al templo submarino?
Al escuchar el movimiento del mar removerse, Myu se asustó y se transformó de nuevo en insecto, batiendo las alas tratando de no caer al agua.
De ellas surgió la nereida, quien apareció con su casco repleto de fruta.
–¡Buenos días!– saludó la muchacha alegremente. Al ver solo a Radamanthys despierto, preguntó al inglés la causa de que los gemelos siguieran durmiendo.
–Se han pasado la noche sin pegar ojo por el trauma de Kaça incluso Kanon ha vomitado– informó el juez.
Dando más bandazos, Myu revoloteó alrededor de la joven captando su atención. Ella alzó sus finos dedos blancos y la mariposa se depositó en ellos
–¡Anda mira que cosita tan mona!– exclamó la joven sonriendo, pero el espectro se personificó rápidamente provocando el grito de la danesa, quien se retiró asustada.
Myu se giró y se tapó los oídos.
–No chilles, que tengo resaca– gimoteó el austríaco, mientras Radamanthys reía–. Tú debes ser Tethys, ¿verdad?
La danesa asintió, aún con el susto metido en el cuerpo.
–Es que necesito ir a ver a Poseidón porque tengo que llevarme a mi señor conmigo– informó rápidamente el espectro.
–¿Ya se tiene que ir?– preguntó la nereida, visiblemente entristecida–. Pues vaya…con lo que me divertía verlos pelear a todos…en fin, deme la mano y no se suelte.
Dicho esto, la muchacha se sumergió en las aguas, llevándose consigo al espectro.
Radamanthys suspiró entristecido contagiado por el sentimiento de la joven danesa, pero al girarse y ver a los gemelos pensó en lo afortunado que sería librándose de ellos. El juez colocó las manos alrededor de su boca a modo de altavoz.
–¡REPETIDOS!– bramó con fuerza, provocando que los hermanos se despertaran de golpe.
–¡No estás en el campo, pedazo de gañán!– gritó de vuelta Kanon, mientras se restregaba los ojos. Su hermano se revolvió en el catre y soltó una maldición en griego, cagándose en todos los familiares que hubiera podido tener el inglés.
–No es por nada, pero entiendo y hablo el griego perfectamente, bandarra– masculló el inglés, encarándose a Saga, por lo que Kanon intervino y como cada mañana, de nuevo se enzarzaron en una buena gresca.
–¡Si es que no os puedo dejar solos!– gritó la danesa, quien había regresado de dejar a Myu con Poseidón, con lo cual desplegó una barrera de coral entre los tres contrincantes separándoles. Una vez tranquilizados, ella abrió la celda.
–Todas las mañanas igual, ¿es que no podéis llevaros bien entre vosotros?
–Eso es imposible– respondieron los tres al únisono, mientras la muchacha ataba las muñecas de los guerreros. Tethys sacudió la cabeza con media sonrisa dibujada en el rostro.
–Pero no os preocupéis, que a partir de mañana todo cambiará– informó ella, sacándoles del recinto.
–¿Vas a admitir al fin tus sentimientos hacia mi?– preguntó Kanon quien se hizo ilusiones al escuchar la risa de la joven, pero ella lo negó.
–Eso sí que es imposible que ocurra– respondió divertida–. Vámonos– apuró a los guerreros y los cuatro se zambulleron en el agua.
Dirigiéndose de nuevo al templo de Poseidón, Tethys anunció su presencia ante su dios, tras lo cual se colocó a su vera.
–¿Qué haces tú aquí?– preguntó Saga al ver al espectro de Papillón, quien gruñó molesto.
–¡Que no grites, que tengo resaca!– respondió el austríaco, quien se hallaba charlando animadamente con su compatriota Sorrento.
–Bueno ya estamos todos reunidos– declaró Poseidón dando un golpe con su tridente al suelo–. A ver, tengo noticias para los tres. Pero empezaré con Radanabis.
El juez cerró los ojos, mientras que Kanon esbozaba una amplia sonrisa y Myu se quedaba mirando a su señor, al tiempo que le preguntaba "¿Cómo te ha llamado?".
–Y dale, que no se lo aprende de una vez– gruñó el aludido–. Soy Radamanthys, no Radanabis.
Poseidón se mesó la barbilla y giró la cabeza hacia Sorrento, quien asintió con un carraspeo.
–En fin, siervo de mi hermano– soltó el dios–, que Myu me ha traído una carta de Hades pidiéndome que te libere, que tienes que regresar al Inframundo. Así que desde este momento, eres libre, aunque me fastidie este hecho…
–Manda narices que se aprenda el nombre de Myu y lo acaba de conocer y el mío es incapaz de recordarlo y eso que llevo aquí unos días– murmuró el Wyvern–. De acuerdo mi señor Poseidón, cumpliré las órdenes que ha mandado mi señor Hades. Ha sido un…¡qué coño, no ha sido un placer, me habéis hecho sufrir aquí lo indecible!
Los allí presentes abrieron los ojos como platos ante tal atrevimiento.
–¿Qué pasa?– exclamó el juez–. Llevo mucho tiempo primero aguantando a los caballeros dorados merodeando en mi territorio, después me llevan al Santuario y tengo que seguir soportándoles y estos días encerrado con los Repetidos descerebrados. ¿Cómo voy a estar encantado? ¡Me largo al Inframundo, estoy harto de todos vosotros!– dijo señalando a los allí reunidos–. Y a usted, señor Poseidón, recuerde bien mi nombre Radamanthys. No Radanabis.
El dios de los mares torció el gesto y sacudió la cabeza.
–Pues aún tendrás que esperar para volver al Inframundo, que tengo que comentarles a los gemelos unas cosas. Vosotros– dijo dirigiéndose a ellos–, Shion me pide que os releve en vuestros puestos, por lo que seréis liberados también y deberéis regresar al Santuario inmediatamente.
Los hermanos se miraron encantados y preguntaron al dios la razón de aquello.
–Bueno– dijo el dios rascándose la quijada–, creo que ya os habéis atemperado un poco y quiero carne fresca en mi celda.
–Vamos, que quieres mano de obra barata para que te ayuden– indicó Kanon, por lo que recibió un codazo por parte de su hermano.
–Gracias Saga– indicó Poseidón–. Pero la verdad es que es más por el cansancio que tengo de veros todos los días que por otra cosa. Lo malo es que no esperaba lo de Radanabis y quisiera que me enviara cuatro nuevos guerreros. Así que a cambio de vuestra libertad, tenéis que decirle a Shion que me mande cuatro caballeros de oro.
Los gemelos cruzaron unas miradas de preocupación y asintieron.
–Pues bien, si todo está hablado, podéis retiraros. Tethys, acompáñales a la superficie, por favor– indicó a la joven danesa, quien se hallaba de nuevo con semblante triste.
La muchacha guió a los dos espectros y a los gemelos hacia la superficie. Los primeros en marcharse de allí fueron los espectros.
–El único placer que he tenido en estos días ha sido tu presencia– dijo Radamanthys, tomando la mano de la muchacha y besándosela–. Siempre a tu servicio.
A continuación se giró hacia los gemelos y simplemente le atizó un capirotazo a Kanon en la frente.
–Os odio, Repetidos. No quiero que volváis a darme la vara nunca más, ¿entendido?
Kanon se frotó la frente dolorido y fue a devolverle el golpe, pero Myu se llevó al Wyvern de allí rápidamente.
–¡Cobarde!– gritó el menor, blandiendo el puño en alto–. ¡Ahora nos has dado motivos para ir a molestarte más Unicejo! Será posible…
Saga y Tethys rieron al ver el enfado del ex general.
–Pues nosotros nos vamos también– dijo Saga, tomando a la joven y dándole dos besos en la mejilla a modo de despedida–. Un verdadero placer, en eso le doy la razón a Radanabis– dijo guiñándole un ojo a la nereida, quien comenzó a reírse por la ocurrencia, hasta que sintió que Kanon la alzaba en volandas y la estrechaba contra su cuerpo.
–¡Mi reina de los mares, te voy a echar de menos!– dijo apretándola con fuerza y llenándole la mejilla de besos.
Tethys pugnaba por liberarse de su captor, pero cuando más hacía por deshacerse de él, más fuerte la apresaba.
Saga tuvo que reprender a su hermano para que la soltara de una vez.
–¡Pero si luego vas a darme la vara cuando vaya a trabajar al bar!– dijo la nereida–. De ti no me libro nunca.
–Pues como debe ser pequeña, tú y yo estamos destinados, aunque sigas sin querer comprenderlo. ¿Has escuchado eso del destino y el hilo rojo?
Tethys miró con extrañeza a Kanon, quien se cruzó de brazos.
–Yo tampoco. Sólo sé que Dohko lo dice mucho y parece algo importante.
–Ya ves, mi hermano ese gran sabelotodo– dijo Saga sacudiendo la cabeza–. Tethys, cuida bien de los compañeros que vendrán aquí, ¿de acuerdo?
La joven asintió y finalmente los gemelos desaparecieron escaleras arriba, en dirección al Santuario.
Ella se quedó unos instantes frente a la celda, y al girarse y verla vacía se preguntó quiénes vendrían.
–Avisaré a los soldados para que coloquen de nuevo los colchones– musitó retomando sus quehaceres.
Por su parte, los gemelos pararon sus pasos frente a la puerta del Santuario.
–Tengo unas ganas de pegarme un duchazo en condiciones– musitó ansioso el mayor, mientras entraba en el recinto, pero su hermano le sujetó por la camiseta.
–Quieto ahí– soltó su hermano menor–. Si volvemos ahora, tendremos que ir a una audiencia con Shion.
–Sí, ¿y?– preguntó Saga–. ¿Qué problema hay?
–Que estoy cansado de tanto sermón– soltó el menor–. Quiero pasar lo que queda del día a mi bola.
–Kanon eso no…– comenzó a decir Saga, pero al ver la chispa en los ojos de su hermano finalmente claudicó–. Está bien, todo esto de cabo Sunión me ha hecho recordar por qué me dejaba llevar por tus palabras…
Y saliendo del Santuario, los dos se perdieron por el camino hacia Rodorio, con la intención de pasarse el resto del día en un bar.
Al caer la noche, el dios recibió la notificación de uno de sus soldados, avisándole de la presencia de tres personas en las escaleras de cabo Sunión, solicitando permiso para entrar.
–Sí que han tardado en venir– dijo el dios–; Tethys, ve a por ellos por favor.
Asintiendo por la orden dada, la nereida fue en busca de los tres caballeros en cuestión. Al subir a la superficie, pudo distinguir en la escalera tres figuras.
–¿Hola?– preguntó la joven–. ¿Sois caballeros de Atenea?
–Dos caballeros y una amazona, para tu información– respondió una conocida voz femenina.
La nereida recordó entonces a Shaina de Ofiuco y frunció el ceño. Pasó la vista por los otros dos caballeros y se mantuvo en silencio hasta que se acercó.
–Daos la mano y seguidme– dijo fríamente, tomando la mano del hombre que más cerca estaba de él y arrastrando a los tres guerreros se zambulló en el agua.
Cuando los tres condenados llegaron al templo de Poseidón, éste los recibió con cara de incertidumbre.
–Esperaba a tres caballeros de oro, pero en lugar de eso me manda a una amazona de plata, ¿quién eres?
Antes de que pudiera contestar, Tethys carraspeó e informó a su dios de la identidad de aquella mujer. Al quedarse con cara de circunstancias, la danesa siguió hablando.
–La que se metió en tu templo y recibió la flecha de Sagitario, sacrificándose por Seiya.
En ese momento, la chispa de un vago recuerdo le hizo acordarse de ella.
–Ah sí, esa niña que quiso enfrentarse a mi…– soltó con sarcasmo, sonriendo abiertamente.
–Exacto– apuntilló Tethys sonriendo a su vez.
Después de golpear a Milo por soltar un "punto para Poseidón", Shaina se retiró máscara y se cruzó de brazos.
–La misma que te dio una paliza, rubia– respondió remarcando las últimas palabras. Deathmask aguantó la risa y le dio un codazo al caballero de Escorpio, mientras decía por lo bajini "pelea en el barro, por favor". Shaina se giró bruscamente y el compadreo entre los dos caballeros de oro cesó de inmediato.
La aludida miró don desprecio a la amazona y fue a replicarla, pero Poseidón la mandó callar.
–Shaina de Ofiuco– dijo solemnemente el dios–, aquí eres mi prisionera y no voy a tolerar que te gastes esos humos con mis subordinados. Tethys es mi mano derecha, así que cualquier cosa y grábate bien esto en la mente, cualquier cosa que le digas será como si me lo dijeras a mi. Y créeme, ya sabes que es mejor tenerme contento, ¿entendido?– dijo golpeando el suelo con su tridente.
Con un leve cabeceo de asentimiento, Shaina entendió al momento lo que Poseidón le había indicado y agachó la cabeza en señal de sumisión.
–Bien– dijo Poseidón–, pues ya podéis ir a la cárcel. ¡Buenas noches, que descanséis!
A continuación, Tethys ató a los tres reos y los arrastró consigo hacia la superficie, encerrándoles en la celda.
–Luego os subiré la cena– informó ella–. Mañana por la mañana vendrá Krishna a por vosotros para la misión que tendréis que realizar junto a él.
Y sin decir nada más, se lanzó al agua.
Deathmask toqueteó los barrotes buscando la manera de salir de allí, mientras que Milo observaba los colchones que recientemente habían recolocado los soldados marinos. Repasó fijamente con los ojos los cuatro catres hasta que al fin dio con lo que buscaba. Lo recogió entre los dedos y lo observó detenidamente.
–Un pelo de Kanon– dijo sonriendo, comprobando que el tono y la largura eran los pertenecientes a su amigo–, yo me quedo con esta cama– dijo saltando en el catre superior del lado derecho de la cueva.
Dándose la vuelta Deathmask corrió hacia la cama que se hallaba justo debajo.
–Y yo con esta, que seguro que Saga pernoctó aquí– apuntó, tumbándose feliz–. Además, así puedo putearte, golpeando tu cama– exclamó dirigiéndose a Milo, quien se asomó al borde de su camastro y le amenazó.
Pronto el siciliano se hallaba golpeando con sus pies la cama del caballero de Escorpio, hasta que este saltó de la misma y comenzó a pincharle repetidamente, provocando los aullidos de dolor del caballero de Cáncer.
Shaina se dirigió a la puerta de la celda y se retiró la máscara de plata.
–Voy a tener que aguantar a dos niñatos malcriados…
–¡Y vas a tener que dormir en la cama del Unicejo!– respondió Deathmask, mordiendo la mano a Milo.
Tras liberarse de los dientes del siciliano, Milo retorció el brazo de su compañero.
–Shaina, ponte a buscar los pelos de su ceja, para cerciorarte de que duermes en su cama.
Los dos hombres no paraban de reírse con aquellas ocurrencias, hasta que la muchacha se encaminó rauda hacia donde estaban y les propinó sendos golpes en la cabeza.
–¡Ya está bien!– gritó, mientras se sentaba en la cama de abajo del lado izquierdo, exactamente donde había dormido Radamanthys–. ¡No os quiero oír hablar en toda la noche! ¡Idiotas!
Al tumbarse la joven dio la espalda a los dos hombres, hasta que pegó un grito y saltó de la misma con cara de asco.
–¡Hay un pelo duro corto y rubio en la almohada!
Sin poderlo evitar, sus dos compañeros prorrumpieron en carcajadas, mientras la italiana trepaba a la cama de arriba.