Penúltimo capitulo. Sé que dije que iba a subir todos los días, pero solo quedan dos capítulos, o sea...tiene que tener emoción.

Ademas este está un poquitito más largo.

Espero me perdonen por mi dramatismo con los capítulos, pero hoy es viernes y los viernes son siempre de locura.

Le queda perfecto.

Sasu: No, no hubo explicaciones, pero las habrá. No Karin tampoco es familiar de Sasori, es pura casualidad que los dos tengan cabello rojo xD.

¿Qué les trajeron los reyes? Pedí un novio y me trajeron cupones para tacos (¿salí ganando?)

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Vamos por tacos al pastor, Nanami Hara


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¿Cómo? Ni yo misma lo sabía. Hablamos con Itachi desde un principio y le dijimos que lo mantuviera en secreto de Fugaku, Mikoto, Kushina y Minato. Naruto y yo estábamos en Las Vegas antes de las 12 horas y como lo hicimos es un misterio hasta para nosotros.

Sabíamos con lo qué tratábamos, padre conocía a la mayoría de los grandes maleantes de la ciudad, para bien o para mal. Pero descubrimos rápidamente gracias a sus contactos quién había sido el cómplice de esta estupidez. Rápido lo supimos, es difícil alguien que se arriesgue con los Uchiha y sobre todo que sea tan ambicioso. Los amigos de padre le aseguraron que el único capaz de eso, era Terry.

No me sorprendió enterarme que era uno de los enemigos públicos de padre. Antes un apostador profesional, dejándolo con el tiempo para centrarse en la gran cantidad de dinero que ganó y utilizándola para hacerse de poder en la cloacas de la ciudad. Ahora prefería tener a sus peleadores en el boxeo y a sus propios profesionales de las cartas en los casinos.

¿Qué más jugoso que capturar un Uchiha y ganarse de paso la lealtad de un clan Yakuza importante? Era bastante probable que no estuviera enterado de los problemas que ya acarreaba consigo Sasori.

El plan era simple pero riesgoso.

Teníamos que ir al casino de Big Daddy Terry—así me dijo padre que lo conocía—y lograr ser invitados a una sala para profesionales, si lográbamos sacar suficiente dinero del casino, podríamos llamar la atención de Big Daddy. Nos daría dos opciones, ofrecería trabajar para él o ser papilla por querer tomar su dinero.

Pero si padre estaba en lo correcto, Sasori debería estar con él y por lo tanto, Sasuke.

Solo esperaba que siguiera entero.

Itachi prometió encargarse de mantener todo en secreto. Los únicos que participaríamos en tan alocado plan, éramos Naruto, Itachi, mi padre y yo.

La policía, inútil como siempre seguía interrogando a todos los que se cruzaban por los alrededores. Itachi puso a nuestra disposición a su régimen de seguridad privada para cuando encontráramos a Sasuke dentro del lugar. Se harían pasar por turistas y en cuanto diéramos la señal de haber encontrado al hermanito—su nombre clave—, les lloverían a cantaros los guardaespaldas de la familia Uchiha.

Cuando estábamos retocando lo último del plan, recibí una llamada. De madre.

Con maldita mala suerte, algún bocón les dijo del secuestro a los padres de Sasuke. Fueron los padres de Naruto los que los convencieron de quedarse en Rusia que era donde estaban, que Itachi se encargaría de todo.

Madre me aseguró que el clan de Sasori no tenía idea de sus planes y que lo más seguro era que Sasori solo contaba con la protección de los matones de la ciudad pues ningún Sabaku estaba con él.

Prometió también mover cielo y tierra junto a Kushina y Mikoto si algo nos pasaba.

—Madres— dije rodando los ojos al terminar la llamada.

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Era tan extraño andar de nuevo con tacones y vestidos diminutos, pero ahora sin pelucas ni lentes de contacto.

Mi vestido era con holanes a la altura del vientre para disimular la pancita—gracias al cielo nadie menciono nada cuando dije que necesitaba un vestido ese tipo por el sobrepeso—.

Me sentía extrañamente libre caminando por la ciudad, aunque determinada al ver a Naruto caminar junto a mi.

En un principio iba a ser los tres, Naruto, Itachi y yo, pero por razones obvias, el Uchiha suponía una amenaza si lo relacionaban con su cautivo. Prefirió manejar las cosas más diplomáticamente, asegurándose que la cárcel más triste y horrible del mundo tuviera un lugar para Sasori.

Cuando entramos al casino, la familiaridad del ambiente me golpeo, haciéndome sonreír, independiente de las razones que me arrastraban una vez más a Las Vegas.

Nos confiábamos de no ser reconocidos por Sasori a pesar de no estar con una fachada, porque creía en la veracidad de los informantes de papá que nos habían asegurado hasta lo incansable que a sus protegidos los mantenían en cámaras de seguridad junto a Big Daddy con la única comunicación de un teléfono y un elevador.

No había cámaras con las cuales mi ex prometido pudiera reconocernos. Ojala hubiese podido aplicar lo mismo con Itachi, pues sospechaba que era un maldito genio para las cartas, pero el caso era distinto y era demasiado conocido para arriesgarnos.

Reconocí a varios personajes entre la muchedumbre, como agentes de Itachi.

Naruto y yo decidimos separarnos, y aunque el rubio no era ninguna sorpresa para las cartas, era bastante entretenido sacar cantidad exorbitante de dinero de las traga moneras y de los dados. Tenia una suerte que podía fácilmente competir contra la habilidad de un veterano en las cartas.

Varias veces había sido él, en nuestros viajes con mi familia a los casinos—anualmente—quién sacaba la mayor cantidad de efectivo, de los juegos más absurdos.

Cuando me acomodé en una mesa con algunos chicos que parecían tener mi edad y burbujearon cuando vieron lo corto de mi vestido y color de mi cabello. Rosa.

Me relajé un poco al escuchar una de las canciones preferidas del Jiraya cuando jugaba con Kakashi. Elvis Presley, Viva las vegas. Era divertida, por lo menos Big Daddy temia buen gusto al poner el ambiente en las mesas. Me reí de mi pensamiento al poco después escuchar a Britney Spears.

Ignoré las miradas y el intento de conversación de uno de los universitarios Estadounidenses. En cuanto la mesa estuvo llena, repartieron.

Recordé que precisamente así conocí a Sasuke. Jugando con él en una mesa, aunque él no había sido ni la mitad de encantador que una babosa muerta. Fue un matón de pies a cabeza conmigo.

Los chicos que parecían estar viviendo unos días en la ciudad del pecado por pura diversión, tomando sus ahorros para poder hacer el viaje, lo estaban perdiendo todo conmigo. Me sentí un poco mal, pero solo un poco, mi prioridad era Sasuke.

Con esa determinación, no me contuve en las siguientes tres mesas, dejando en claro que yo era una profesional. No tenia tiempo para fachadas sobre ser una chica tonta con mucha suerte, o una novata con talento. Yo era simplemente la profesional que padre y toda su familia forjaron en mi con los años.

Pasaron tan solo un par de horas y ya tenia $30000 en fichas. Me encontré con Naruto cuando estaba pasando a una mesa de BlackJack. Tenia un saco lleno de monedas, se dirigía a la misma mesa que yo.

—¿Ya te invitaron?—le pregunté

—Un no, pero si ganó un par de partidas aquí, seguramente lo harán

—Yo ya gané suficientes, pero necesito un golpe duro a la casa. Creo que me iré a otra para dejarte hacer tus jugadas—asintió. Me alejé después de besarle la sien.

Conseguí acomodarme con algunos peces gordos, perdí las dos primeras con la cara completamente inexpresiva y la tercera, cuando uno de ellos se confió, deje caer un BlackJack. Logre añadir $25000 a mis logrando 55 grandes en menos de tres horas.

En cuanto me levanté con una sonrisa amable, vi de reojo que Naruto era escoltado por dos hombres grandes hasta el elevador. Fui a otra mesa y antes de poder hacer mi apuesta, un tipo con cicatrices en la cara se acercó a mi.

—Disculpe señorita, al gerente le ha llamado la atención su habilidad para las cartas—vio la cantidad de fichas que estaba dispuesta a arriesgar en la primer partida, y como serpiente me susurró— La invita cordialmente a su sala VIP. Si fuese tan amable de seguirme—no esperó a que aceptara su propuesta. simplemente me dijo que lo siguiera, pero no me hice del rogar, porque al final de cuentas mi objetivo era llegar a esa sala y ganar sobre todos.

—Claro—me levanté con mis fichas y mi bolso pegado al cuerpo—solo tengo que decirle a mi cuñado que llegare tarde a casa.—Tal vez sospechó de mi al tener a cuatro asiáticos en el casino ese día, destacando. Y lo decía por Naruto, Sasuke, Sasori y yo.

Preferí pensar que ignoraba el rastro que dejábamos.

Asintió con la cabeza y llamé a Itachi mientras seguía al tipo hasta el ascensor.

—Cuñado—saludé con una sonrisa en cuanto escuché su suspiro de alivio en la línea—parece que mi pequeño y yo llegaremos más tarde de lo previsto. Conseguimos bonitos privilegios.—el hombre estaba volteando de vez en cuando, pero supuse que el japonés no era su fuerte—Solo tengo que pisar fuerte con el tacón para que se active el rastreador ¿verdad?

—Ya esta activado, solo tienes que hacer eso cuando encuentres a Sasuke. Si estas en peligro rompe el tacón, nos enviara una alarma, y a la policía.

—Pero estos zapatos con muy lindos—hice un puchero pero finalmente deje de hacer el tonto y corté la llamada al entrar al ascensor. Bossa Nova sonaba incómodamente en el silencio que siguió a nuestro ascenso.

Las puestas se abrieron, y sentí como si el mar rojo me hubiese partido a la mitad para dejarme pasar. Caminamos por el enorme, amplio, largo y alto pasillo. con columnas cada tantos metros, con plantas que tenían apariencias tropicales y una gran alfombra roja.

Supe que no iba a gustarme nada la gente que estuviera en lo alto de ese casino.

Llegamos a las grandes puertas negras dobles. Me detuvo la puerta cortésmente, cuando entré cerró detrás de mi sin entrar.

La habitación, era grande y redonda. Los techos eran altos y todo ahí parecía costoso. A Big Daddy le iba bien en el negocio ¿verdad?

Varias mesas estaban distribuidas por la redonda estancia. Había una tarima, igualmente redonda, con escalones elegantes. Asemejaban las escaleras para el olimpo. todo era brillante y elegante.

Naruto estaba en la mesa del centro. En la plataforma circunferencial. Subí los escalones con elegancia y me senté a su lado luego de palmearle la mano.

Me recibió con una sonrisa.

—¿Cómo te va Naruto?—nuestras conversaciones eran en japonés a menos que estuviéramos comunicándonos con alguien más.

—Que bueno que llegaste, pensé que esto no era lo mío y necesito algunos consejos—me sonrió como si no estuviera temblando por perder casi todo lo que ganó en los pisos de abajo.

—Retírate y ve a una mesa de abajo—señalé con la mirada una que estaba repleta de jóvenes ricachonas.—si vas con ellas se distraerán con tu cara y podrás ganar algunos billetes de los que perdiste. Yo recuperare aquí lo tuyo—le besé la mejilla como despedida.

—¿Dices que soy muy guapo y ganaré dinero por eso?—sonrió como galán de película barata al empezar a descender por los escalones.

—Digo que tienes cara de mono y estarán tan sorprendidas que tal vez te den unas monedas si te subes a un monociclo—le di la espalda cuando lo escuché repelar.

El resto de los individuos sentados junto a mi me veían con aprensión. Un hombre atractivo pero maduro, en la esquina; una mujer entrada en años elegantemente vestida del otro lado; una mujer joven pero con cara de arpía a las tres en punto; un viejo con cara de veterano junto a mi; y finalmente el asiento que Naruto desocupo fue utilizado por un hombre joven, de dinero y simplón.

The House of the Rising Sun de The animals sonaba sobre nuestras cabezas cuando un hombre parecido a Kakashi, guapo pero apático, nos repartió las cartas.

Me reí entre dientes por la letra de la canción, hablando de un pobre diablo que lo perdió todo en las vegas, y todos nosotros jugando poker bajo la estela de la canción. Big Daddy tenia un humor sádico, irónico y divertido.

Si tan solo no hubiera raptado a mi novio y padre de mi hijo, tal vez pudo haberme agradado.

Perdí la primera mano, intencional o no, sabía que si no hubiese perdido a propósito, ganas estaría en posibilidades diminutas. No era por los jugadores a mi lado. Era el repartidor quien me veía con desafío apático en la mirada.

Pero ambos sabíamos que yo no intentaba ganar la primer mano, estaba vigilándome.

Entonces Big Daddy no solo tenía a sus profesionales succionando el dinero de otros casino, se aseguraba que no succionaran el suyo.

si demostraba ser mejor que él, podría conocer a Terry y tal vez, si sabia cómo mover mis cartas o por pura suerte, ver a Sasuke.

La preocupación me inundó en cuanto pensé en él. ¿Cómo estaría?

Debía concentrarme, pero era inevitable estar ansiosa cuando estaba tan cerca y tan lejos.

La siguiente la gané con dos parejas—Dos cuatro y dos reinas—, saqué el dinero de la vieja elegante, haciéndola retirarse y embolsándome 100,000.

Gané más por suerte que por habilidad las siguientes dos manos y cuando estaba por retirarme, noté que solo quedaba yo en la mesa. Los otros se retiraron en cuanto habían visto mi "Full" en la jugada pasada.

—Quedamos solos señorita—por primera vez sonrió, pero no lo hizo maliciosamente y por el contrario, fue como si me comprendiera y decidiera tener una partida amistosa, seria, pero amistosa, conmigo.—¿Le gusta el BlackJack, señorita?—le sonreí casi tímida y asentí.—Si me lo permite, abriré una nueva baraja y podemos jugar—asentí un poco asustada, pero emocionada por un nuevo reto.

Nerviosa lo observe barajear las cartas con maestría y con un pequeño espectáculo distractor. No fue hasta que escuché un murmullo persistente sobre la canciones de Bobby Womack que me di cuenta que estaba rodeada de personas, al tanto de mi juego, como espectadores. ¿Desde hacia cuanto? La canción se llamaba If You Think You're Lonely Now—Si piensas que estas sola ahora—, lo cual también era irónico si solo tomábamos en cuenta el nombre, porque la letra era más para unos enamorados.

Aunque pensándolo bien, también nos quedaba a Sasuke y a mi ahora que estábamos separados y con una discusión pendiente. ARG.

Desperté de mi revoltura de pensamientos, cuando pusieron las dos cartas iniciales, consiguiendo un 19. Me quedé, perdiendo contra la casa, que tenia un 20.

El repartidor era bueno. En este juego se necesitaba más que contar las cartas y tener buena suerte. Necesitaba tener astucia para ganarle a este individuo.

Perdí $25,000.

Respiré y pedí un Martini seco con muchas aceitunas. Al momento me llego el pensamiento de que conocía a Sasuke hace menos de un año, porque yo seguía siendo menor de edad, y ya estaba arriesgando el pellejo por él. Debía quererlo mucho.

Me entregaron mi bebida y le di un sorbo antes de aceptar las primeras dos cartas, poniendo sobre la mesa 30 grandes de lo 175,000 que me quedaban.

Saqué un 20 inmejorable, ganando mi apuesta y recuperando la perdida.

Las siguientes 9 manos fueron un juego de tira y afloja donde gané hasta 546 mil dólares.

No podía decir que estuviera de racha, porque si el repartidor no fuera ese, ya tendría fácil 800.

Decidí arriesgarme en la siguiente, si ganaba conseguiría el millón y un poco más, por ende, tenia grandes posibilidades de conseguir una invitación al despacho de Big Daddy.

—500—acerqué las fichas al centro del cuadro.

Escuché varias apreciaciones de los espectadores. Las ignore.

Iba por el todo o nada.

Salió la primera carta con un 6 seguido de un 3. Necesitaba doce para el 21.

—Más—ordené

Un tres, haciendo doce. Necesitaba nueve.

El sudor me escurría por la espalda.

Mierda Sasuke.

Me entraron ganas de llorar, y sin saber dónde había ido a parar toda mi compostura, gemí a punto de echarme a derramar las lagrimas.

—Tranquila—me dijo el repartidor para mi sorpresa. Aspiré un par de veces.

—Más

Un cuatro me hizo suspirar de alivio y consternación al mismo tiempo. Nunca esto de jugar a las cartas, me había parecido tan estresante como ahora.

Yo no sabía si el repartidor sabía qué carta era la siguiente, sospeché que si, pero él se mantuvo apacible, con la cara, como bien dicen, de poker.

Con un cinco o menos de un cinco estaba perfecta. La casa tenia un rey, y una carta boca abajo, estaba obligándome a apostar alto con mis cartas.

—Más

Exhalé dramaticamente al verlo sacar la siguiente carta, que decidiria si yo era digna o no, de ver a Sasuke. Aspiré cuando al revelar la carta me encontré con una pesadilla.

Un rey.

Lloré silenciosamente, ignorando cuando revelo su segunda carta siendo un BlackJack, un rey y un as.

Habia perdido, dejé escapar la oportunidad de salvar a Sasuke por una jugada de mocosa apresurada. Era una estupida.

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Casi podia sentir la presencia de los matones, diciendome que me fuera, que tenia menos de 50,000 que era lo que necesitaba para permanecer en esa sala VIP. Lloré en silencio y sin ver a nadie, observando las cartas siendo recogidas del fondo oscuro y rojo de la mesa. Rojo sangre.

—Te amo pequeña—me dijo con ternura, Naruto al oido antes de besarme la coronilla de la cabeza y darme dos fichas de 200,000.

Me levanté sobresalta y lo vi retirarse a otra mesa con un monton de fichas.

Ah, Naruto.

Eres mi mejor amigo.

—Voy a recuperar mi dinero—le advertí al repartidor, sentandome de nuevo, limpiandome las lagrimas y retandolo con la mirada.

Me sonrió para mi sorpresa y asintio con camaradería. Este tipo me agradaba.

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No fue fácil y me tomó más de una hora, recaudar un millón, pero lo había logrado. el repartidor no me había ayudado y en cuanto obtuve una moneda de oro y platino con seis ceros, me sentí la reina.

—¿A qué has venido?—me preguntó cuando volteé para todos lados, la gente se había dispersado, regresando a sus asuntos, pero yo no estaba buscando por ellos. Esperaba alguna señal de ser el centro de atención de los matones que esperaban en las entradas.

Negué con la cabeza en cuanto empezó a barajear las cartas de nuevo.

—Si quieres conocer al jefe, necesitaras al menos cuatro de esas—los ojos casi se me salen de las orbitas.—Pero no creo en verdad que quieras el dinero ¿Por qué estas aquí?—lo vi con desconfianza. Se encogió de hombros dentro de su camisa con chaleco.

—¿Alguna sugerencia?—lo vi reír entre dientes.

—No estés en mi mesa—lo tomé como personal.

Acerqué de nuevo al centro, 500,000.

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—Dos reinas—aprecié la apuesta en cuanto las cartas cayeron ante mi. 20.—Me quedó

Recibí felizmente mi tercera moneda de millón.

Tenia tres malditamente preciosos y jodidos millones de dólares.

Risiblemente, acerqué 600 al centro, pero el repartidor no tuvo tiempo ni de parpadear porque ya me habían levantado, elegante, pero firmemente de los brazos.

—Acompáñenos señorita

—No vengo sola—me solté con un gruñido del par de tipos que me sujetaban los hombros y cuide de mis tres monedas de millón, dentro del bolso.

—¡Ey!—Naruto apareció casi corriendo por la circunferencia del lugar, apartando con la mayor educación que podía, a los estorbosos.

—¡Naruto!—salté a sus brazos.

—¿Ese tambien?—escuché gruñir a uno de los tipos.

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Para mis adentros estaba cantando Hanabi de Ikimono Gakari por ser la ultima canción que recordaba cantar cuando iba al karaoke en secundaria con mis amigos. Estaba nerviosa y tenia unas ganas de seguir llorando, impresionantes. Incluso tuve que pegarme a la espalda de Naruto cuando nos metieron al elevador, para poder ocultar las lagrimas y ahogar los gemidos.

¿Qué me pasaba?

Le eche la culpa al Jet Lag y me recompuse cuando las puertas se abrieron.

Un escritorio con un flacucho chico junto a puestas dobles, blancas, escribía algo en una computadora. Parecía una secretaria, pero secretario.

—¿si?—preguntó sin apartar la mirada de la pantalla.

—Terry mando por ella—me señaló—él no nos dejo tomarla—se sobó la mandíbula mientras ayudaba al otro a salir de ascensor. Naruto tampoco había salido impune, ganándose un gancho al estomago que revisé en la oportunidad que se me presentó. no era nada.

—¿Una profesional y un boxeador, verdad?—continuo sin despegar la vista de su hoja de calculo, creó que vi.

Una campana sonó cuando las puertas dobles se abrieron delante de nosotros.

Una figura en una silla, desvió su atención de quien sea con quien hablara— desde nuestro lugar no podíamos ver a su interlocutor—, y nos dio la bienvenida poniéndose de pie.

—Bienvenidos, soy Terry. Big Daddy Terry

Y como siempre: Naruto.

—¡¿BIG DADDY ES UNA MUJER?!

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Bye-bye.