Hola después de meditar bastante he decidido (me he propuesto) acabar este fic sea como sea. Cuando lo empecé hace cuatro años era super pequeña, ahora no es que sea mucho mayor pero algo sí jajaja y bueno mi redacción creo que ha ido mejorando un poco y no estaba particularmente orgullosa de este fic, pero sí de la idea, del recuerdo y de esta pareja maravillosa. Por ello voy a finalizarlo y por eso mismo necesito su ayuda, necesito saber qué les parece la historia, si creen que va demasiado lento, si hay ooc, qué les gusta, qué les disgusta, qué esperan de esto… todo lo que les parezca. Me haría super feliz saber que los antiguos seguidores siguen ahí! Y bueno también saber si hay alguno nuevo.

He decidido que el fic constara de 20/21 caps como máximo, así que aun queda espero que antes del 2019 lo haya acabado.

SALUDOS Y GRACIAS POR LEER.

Adiós parte I

El sol caía acurrucándose tranquilo entre las montañas e Ino lo veía descender con lentitud mientras agonizaba con el silencio de Naruto. No había dicho nada, solo le había obligado a hacer las maletas después se había sentado cercano a la ventana con un humeante té en las manos. Absorto observaba como el astro mayor moría entre destellos purpúreos con la respiración calmada y la mente lejana a aquel lugar.

-Naruto, no sé que demonios te pasa hoy, pero necesito respuestas.

Él la miró con aquellos zafiros que usualmente desprendían una calma cálida y acogedora pero que ahora se veían casi atormentados, sin emitir sonido alguno desvió la mirada fijándola en las vetas de madera del suelo, después dio un trago que le pareció interminable y volvió a centrar su mirada en ella.

-Te llevaré lejos de aquí, ahora mismo eres un peligro para la aldea. Iremos a un lugar remoto en el país del bosque y allí Tsunade volverá a realizar varias pruebas… sino conseguimos ningún dato, nada que nos verifique que lograras estar a salvo yo mismo acabaré con la vida de nuestros hijos.

-No.

-Creo que no estás entendiendo la gravedad del asunto Ino.

-Te equivocas eres tú el que es incapaz de entender la gravedad de sus palabras. - sentenció mientras se acercaba a él, completamente decidida. - Si alguien ha de morir seré yo.

La miró casi venerándola, Ino se presentaba ante sus ojos como una diosa caída de los astros. Envuelta en llamas y en el brillo del polvo astral. Ella siempre titánica y decidida, llena de orgullo bajo aquella apariencia delicada le plantaba cara después de haberse vuelto una sombra en los dos últimos meses. Siempre le gusto eso, la iniciativa que rayaba casi con la locura, la estupidez absoluta… tan semejante a él mismo. Sonrió satisfecho, henchido de arrogancia y sin preámbulos, en un movimiento rápido, la apretó contra su cuerpo.

No se dio cuenta, pero de un momento a otro ella pareció volverse liviana, y se dejó reposar en el fuerte busto del Hokage. Como una niña pequeña se aferró a su túnica disfrutando de aquel contacto. Se sintió tan a salvo resguardada en aquellos brazos que la rodeaban, escondida bajo el mentón del hombre más fuerte que sus ojos habían visto jamás, que pudo percibir el ritmo acelerado de su corazón retumbar contra su pecho. Estaba emocionada y no podría explicar el por qué.

Cuando se separaron ambos se tomaron de las manos y dieron un ultimo vistazo a aquella pequeña guarida que se convirtió en un pequeño hogar para ellos, quizás si todo salía bien podrían volver antes de que Ino se pusiera de parto. Ese era el único deseo de ambos; porque eso significaría muchas cosas que se podían resumir en que estarían a salvo y que su única preocupación sería enfrentarse al consejo.

-Es la hora Ino, debemos marcharnos.

-Está bien Naruto, en marcha.

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Naruto caminó seguro por aquellos pasillos, admiró como las otras veces que tuvo el placer de estar allí el encanto que poseía la torre del morikague. Estaban dentro de los árboles, conectados por túneles subterráneos engarzados con las raíces que volvían a llevarte a la superficie, siempre resguardado en la forma circular que te envolvía en su corteza. Realmente era un cumulo de estancias casi idénticas que creaban una especie de laberinto; debía de reconocer que la primera vez que estuvo allí pensó que si no era acompañado a la salida se quedaría allí encerrado por siempre y bueno ahora podría decir que tenía identificadas casi todas las estancias con sus respectivas vías de escape.

Siguió caminando escuchando la sutil respiración del cuerpo de elite que le acompañaba a su visita, aún después de seis años de excelentes relaciones diplomáticas con el País del Bosque seguían siendo muy escrupulosos en cuanto a confianza se refería. No mentiría, aquello le molestaba sin embargo el Morikague a pesar de su susceptibilidad había aceptado el acuerdo aún arriesgo de la propia seguridad de sus ciudadanos.

No se percató, pero de un momento a otro se encontraba ya entrando en aquella estancia desprovista de vida, solo habitaba la luz del fuego y un escritorio de granito, lo único que no era de madera en aquella maraña de pasillos.

-Pueden retirarse. - clamó una voz desde las sombras. – Hokague-sama tome asiento.

-Le he dicho mil veces que puede llamarme por mi nombre, ya hay confianza.

-Lo sé, son… manías.

-Entiendo.

Y en ese momento pudo contemplar el rostro de su acompañante; ojos grandes y fieros hechos de un azul cobalto que se asemejaba al mar, piel pálida surcada por dos cicatrices que parecían partirle a la mitad y un cabello tan oscuro que podría haber sido de cualquier Uchiha. Él era Yagami Tsukino la máxima autoridad del país.

-Debo agradecerte esto, he creído conveniente una compensación económica dado que…

-No. Te estás precipitando aún no estamos a salvo.

Naruto le miró fijamente.

-La compensación no es de mi incumbencia. Sólo quiero que esto no suponga ningún riesgo, no hablo sólo de mi villa, de la tuya hablo del mundo shinobi. ¿Otra guerra? ¿Ganaríamos esta vez?

Bajó la mirada y se mordió el labio con fuerza, sabía que todo se estaba complicando más de lo necesario y aunque hiciera todo lo posible para mantenerse bajo control, guardando una templanza inexistente sabía que debía formular una estrategia que les salvara del caos. Por ello cuando la confianza en el consejo de su propia villa se vio hundida, supo que podría encontrar una alianza en aquel país rebelde que jamás había hincado la rodilla ante nadie.

-Por tu silencio imagino que compartimos opinión. No he averiguado mucho del grupo rebelde que pretende sustraer el Kyubi de tu interior, sin embargo, sé con completa certeza que no saben nada acerca del delicado embarazo de su prometida.

-Debe de seguir así, dentro de un mes partiré a una misión. He sido enviado por el consejo, creo que es una simple estrategia de nuestro enemigo. Intentarán mellar a mi equipo y a la vuelta darán el golpe final.

- ¿Qué vas a hacer?

-Seguir con el plan previsto, tú sólo mantén a salvo a mi familia.

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La sangre, después del largo y cansado viaje, comenzó a circular con naturalidad por sus piernas entumecidas pero sus ojos siempre brillantes fueron un reflejo de todo aquello que podía contemplar.

El olor sin duda era especial, el rumor de los pájaros y una luz triste colgando en el techo de un porche desvencijado le dieron la bienvenida. Era todo lo que había allí abajo, en aquel enorme cráter de volcán. Desprovisto de vida, vestido con un impoluto luto desde hace siglos, condensado en arena y pedazos de roca ya fría.

Levantó la cabeza y contempló aquel porche siendo seguida por Tsunade, las tablillas crujieron bajo sus pies creando un ruido melancólico que la detuvo a menos de un metro de la puerta, que se mostraba con el mismo aspecto que toda la construcción, débil y vieja, como un castillo de naipes. Giró su rostro confundida para toparse con la apremiante mirada de la nieta del primer Hokague que la escrutaba de manera acusadora, parecía sugerir con aquellos ojos cálidos como la miel que se diera prisa.

Lo que estaba delante de ella la dejó muda, casi corto su respiración. Un recibidor alumbrado por la única bombilla que quedaba sujeta a uno de los brazos de la lámpara, magnifica y sucia de telarañas, que colgaba del techo. Un fondo oscuro de muebles apilados unos sobre otros como en las mudanzas. Aquel lugar era tétrico, sin una pizca de ese encanto natural que suelen tener algunas construcciones antiguas, solo era polvo sobre polvo, objetos sobre objetos, era como un baúl viejo lleno de recuerdos triviales sepultado bajo capas ingentes de tierra.

-Que poco acogedor.

Viró los ojos y giró sobre sus talones con una mueca de los más singular sobre sus finos labios.

-Menos mal que usted no tendrá que quedarse. -Respondió con malhumor, sintiendo como de un momento a otro estallaría. - ¿Dónde está Naruto? Porque esto es el colmo, no pienso quedarme aquí, voy a dar a luz a seres humanos no a jarrones del siglo pasado.

La mujer adulta reprimió una carcajada y luego miró a la chica, comprendía que aquel lugar no fuera agradable en absoluto para ella sin embargo era lo mejor de lo que podían disponer.

-Ino sé que esto no es de tu agrado, tampoco sería del mío pero…

- Ni pero ni nada. No pienso quedarme aquí. ¿Qué demonios os creéis? Me alejáis de mi vida, me ocultáis en un lugar extraño y ahora me lleváis a otro lugar, en otro país y me queréis abandonar a mi suerte en esta lata de sardinas.

Los gritos retumbaron contra la madera, aquella voz aguda y nasal rebotó contra las paredes inundando todo. Los cristales vibraron mostrando su debilidad y las bombillas ennegrecidas parecieron encenderse. Tsunade frunció sus cejas dando a sus ojos un aspecto felino.

Optó por permanecer en silencio con los brazos cruzados sobre el pecho, observando sin cansancio como la joven hija de Inoichi se paseaba por la estancia toqueteando los objetos amontonados y soltando una verborrea interminable que no escuchaba. En cierta parte aquello estaba aportándole datos significativos, una semana después del incidente Ino parecía estar en perfectas condiciones. Casi el ochenta por ciento de su cuerpo había sufrido quemaduras de gran envergadura, aquello habría tardado en curarse un mes a lo mínimo, pero contra todo pronostico sus quemaduras se redujeron en apenas tres días y ahora lucía una energía desbordante como si todo su cuerpo fuera una maquina inagotable de chakra.

No cabía duda, el chakra del Kyubi por algún motivo había sido transferido de manera inintencionada a los futuros hijos que esperaban. Pero eso no era saludable de ningún modo, había visto los cambios metabólicos en el organismo de la joven, y si bien no había sufrido ningún daño aparte de las quemaduras no estaba segura de que Ino pudiera soportar el poder de Kurama.

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Soltó todo el aire de sus pulmones y miró al techo, sus ojos ya estaban vidriosos, las lagrimas no tardarían en abandonarla. Las palabras de Tsunade se repetían una y otra vez en su cabeza, como una cascada sin fin. Su cuerpo no aguantaría, aquel chakra acabaría con ella de un momento a otro, no era lo suficientemente fuerte para controlarlo.

Escuchó los pasos acercarse y contempló el rostro de Naruto que la observaba desde la puerta, sus ojos estaban inundados de una tristeza infinita que hacía ver la suya menos agónica. Podía, como en un libro, leer de sus pupilas el tremendo sufrimiento que se había posado sobre sus hombros. Pensó que hacía, quizás, demasiado tiempo que no veía esa expresión en aquel rostro siempre vivo.

Parecía tan derrotado como ella. Sin embargo Ino aún aguardaba porque él luchara como hacía siempre, necesitaba dejar de sentir ese frío que se asemejaba tanto a una hoja de acero sepultada en sus entrañas. Quiso gritar que no tuviera miedo que ella no lo tenía, pero solo lo susurró porque el terror a morir se apoderó de su espíritu sepultando su bravura bajo litros de sangre.

-Naruto…- él pareció enfocar su mirada de nuevo.- séllame.

-Ino aunque lo haga tú podrías…

-Hazlo, sé que puedo hacerlo.

Él estaba dudando, ella lo supo, por eso se enderezó y caminó hacía él. Sus manos pequeñas agarraron el rostro lánguido del joven, provocando que su mirada cayera sobre ella, y pudo ver su gesto deformarse al encontrar una sonrisa cálida, real, igual a las que él regalaba.

-Podemos hacerlo. Sé que ellos no quieren lastimarme.

-Ino… no puedo arriesgar tu vida.

-Yo no puedo arriesgar la de nuestros hijos, y ahora la de uno de ellos está en riesgo. Naruto ambos dijimos que sí, ¿lo recuerdas?