Regina

Eran las siete de la mañana.

No había ni siquiera necesitado el despertador para abrir los ojos. Había sido un sueño regenerador y sin pesadillas después de meses. Acurrucada bajo el edredón, me decía que aquel sería el día más bello de todos.

La tranquilidad de tener a Henry en mi vida era algo inexplicable, algo que las palabras nunca lograrían describir.

Me deslizo fuera de la cama para ir a preparar el desayuno. Prepararía lo mejor de lo mejor para mi niño.

Caliento la leche de siempre en el fuego, y enciendo la cafetera para mí. Comienzo a tostar las rebanadas de pan sobre las que unto la mantequilla, mermelada de manzana y nutella. Cojo los cereales del mueble y los coloco al lado de la taza de Henry, con cucharita y servilleta.

La leche ya estaba caliente, así que me dirijo con paso rápido a su habitación.

Abro lentamente la puerta, no quería que se asustase.

«Amor…»

La cama estaba deshecha, el pijama sobre la almohada y él no estaba.

«¿Henry? ¿Estás en el baño?» abro aquella puerta, agitada.

«Henry, si esto es broma, no tiene nada de divertido» digo comenzando a buscarlo bajo la cama, en el armario, en el estudio…detrás de las cortinas.

Henry no estaba.

Él no estaba.

Lo habían secuestrado o se había ido.

Vuelvo a su habitación para buscar cualquier indicio, revolviendo todo lo que caía en mi mano. Una muy mala sensación se abría camino en mi mente, si llamara a la policía, esta seguramente llamaría a los asistentes sociales…de nuevo juicios, de nuevo audiencias.

Tiro las sábanas al suelo. Compruebo la cama, los cajones. Dentro del estuche.

Estaba el estuche pero no la maleta. Había cogido su mochila, ¿para meter qué?

Encima del escritorio, sus cuadernos perfectamente ordenados. Los ojeó compulsivamente, buscando algo que pudiese serme de ayuda. Grito lanzando todo al suelo.

La habitación estaba patas arriba y las primeras lágrimas descienden por el rostro. Son dolorosas, queman.

«Henry…» continuaba repitiendo su nombre como si pudiese aparecer de la nada.

Me siento desesperada en la cama. Con la mano en la cabeza intentaba pensar a dónde habría ido. Me pongo de nuevo en pie, recorro la casa, esperando que hubiese dejado alguna señal, una nota, en las películas siempre ocurría así, los niños escapaban, pero dejaban algo por el camino por lo que siempre eran encontrados. Ah, cuando volviera, los castigaría, pero bien. Porque tenía que volver.

Paso por todas las estancias, buscando algo que pudiera serme útil. Se había llevado chaqueta y capucha…al menos no cogería frío. Miro bajo el árbol de Navidad, quizás había dejado alguna carta que no debería leer. Y exactamente frente al gran árbol que había comprado para él, observo algo blanco sobre la puerta.

Me acerco. Una hoja pegada con cinta adhesiva.

"Para mamá" La abro nerviosamente, tanto que rompo un trozo y tengo que mantener la calma para no mojarla con las lágrimas antes de conseguir leerla.

«Hola mamá. Sé que ahora estás llorando y siento que te hayas preocupado tanto, pero si hubiese dicho esto no me habrías escuchado, y lo he hecho por mi cuenta. Quiero decirte que no te preocupes, volveré esta tarde, vete a trabajar esta mañana, así el tiempo pasará más rápido…de verdad estoy bien. No llames a la policía, no es necesario…he esperado que aquella mujer no pudiera llevarme antes de hacer esto, no quiero meterte en problemas. Estoy seguro de que en cuanto llegue a casa comprenderás por qué lo he hecho.

Te quiero mucho, Henry.

P. D: ordena de mi habitación, sé que la has puesto patas arriba»

Releo la nota un par de veces para estar segura de haber comprendido bien. ¿Se escapa de casa para hacer quién sabe qué y yo debía estar tranquila? Volverá está tarde. ¡Cuándo lo vea!

Ok, Regina cálmate…Henry es un niño que ha crecido muy rápido y no se metería en problemas, pero de todas maneras se ha escapado de casa y se ha ido a hacer algo que me había escondido, y todo esto me hacía enloquecer.

Ok, ¿qué debía hacer? Pasar el día, tenía que llenarlo, pero no iría a trabajar. No, quizás tenía razón, debería ir…Dios mío, estaba enloqueciendo, literalmente.

Quizás era mejor evitar el café.

Y también ordenar la habitación de Henry. Armada de paciencia comienzo a ordenar el caos que había creado media hora antes…parecía que hubiese pasado un tornado, un huracán. La ropa de cama tirada por el suelo, los cajones todos desordenados. No, era mejor ir a trabajar después de una buena ducha, luego pensaría en esto.

Aquellas seis horas en la oficina me parecieron eternas. Miraba la hora en el reloj de muñeca cada minuto, parecía que era mi mirada la que medía el tiempo y no las agujas. Había evitado el café que no habría hecho otra cosa, sino agitarme más.

Solo había bebido en toda la mañana agua mineral. Había esperado encontrar a Henry en la puerta al volver, pero a las tres de la tarde todo estaba en silencio y vacío.

Me quito los zapatos al lado del baño antes de meter mano al desastre que era la habitación de Henry. Comienzo por la cama, después poco a poco los cajones del escritorio, la cómoda y el armario encuentran su armonía. Los cuadernos estaban arrugados, pero como castigo se los haría copiar todos otra vez.

Asentía a las respuestas que mi cabeza daba a mis preguntas.

En la cocina todavía estaba dispuesto el desayuno y quizás era el momento de recoger todo eso. La leche parecía que estaba en buen estado, lo mismo no se podía decir de las tostadas, ya blandas e incomibles.

DIN DON

Oh, Dios el timbre, oh, Dios, Henry.

Dejo la puerta de la cocina abierta y me precipito a la entrada, arriesgándome a resbalar sobre el suelo demasiado liso. Abro con poca suavidad la puerta y lo que veo era absolutamente absurdo.

Henry sostenía la mano de Emma que a su vez sostenía en brazos a un bebé. Detrás de ellos un cochecito e Isabella, la amiga que me odiaba.

Henry estaban bien, sobre eso no había sombra de duda. Pero con él estaba Emma. Y un bebé. Emma y un bebé, Emma más mofletuda y más bella que nunca que abre la boca solo para decir.

«No me encuentro bien, coged a la niña»

Su brazo alrededor del bebé se vuelve fláccido, las piernas se doblan. Dando un paso cojo al bebé antes de que se cayera al suelo mientras Isabella desde atrás sostenía a Emma.

«¡Oh, Dios mío, Emma!»

Me hago espacio entre Henry y la puerta. Coloco a la que parecer ser una niña en el carrito y me arrodillo al lado de Emma, dándole alguna que otra cachetada.

«¡Emma! ¡Emma, soy yo!»

Henry estaba en casa y yo tenía que reanimarla.

«Henry, trae un poco de agua» estaba visiblemente asustado.

«Todo irá bien, verás» pasa por encima de mis piernas que impedían el paso y entra.

«Acuéstala bien, yo le levanto las piernas» digo a Isabella. Siguiendo mis consejos, apoya lentamente aquel desastre de cabellos rubios sobre el suelo, mientras intento alzarle las piernas.

«Ven aquí y mantenla así» ¿Qué diablos le había pasado?

Me separo de la cabeza, y le cojo la mano. Estaba caliente, pero sudada. Le compruebo el pulso: débil y veloz, había tenido una fuerte bajada de tensión.

Le acaricio el rostro continuando llamándola por su nombre. Hacía frío allí fuera y ella no mostraba signos de recuperarse. El rostro era pálido, los labios casi violetas.

«He traído el agua, ¿se está despertando?» dice Henry. Señalo que no con la cabeza.

Aferraba su mano mientras esperaba que sus ojos se abriesen de nuevo. Siento algo de fuerza en su agarre, quizás se estaba despertando.

«Umm» un pequeño lamento sale de su boca

«¿Emma?»

Bajo los párpados veo cómo los ojos se mueven de forma caótica. Le pellizco las mejillas.

«Ay» dice ella

«Entonces estás despierta» digo suspirando de alivio «Venga, ahora abre los ojos»

Ligeros movimientos de los párpados acompañaban a las respiraciones más profundas.

Apoyo mi brazo al lado de su cabeza, para poderla ver mejor una vez que hubiese abierto los ojos. Y allí está, se abrían y cerraban lenta y mecánicamente, podía ver sus pupilas dilatadas…y podía sentir también su pulso casi volverse loco bajo mi mirada.

«Hola…¿cómo te sientes?»

«No lo sé…¿la niña?» entonces era de verdad suya.

«Está durmiendo, la cogí al vuelo, estate tranquila»

Aprieta los labios, mordiéndoselos, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.

«No, ¿por qué lloras ahora?» le rozo la cara con el dorso de la mano, para después apoyarla en su pecho. Esta agitada y tenía taquicardia.

«Isabella, puedes soltarle los pies ahora. Lleva el cochecito adentro y nos dejas un momento solas, ¿por favor?» me giro hacia ella y aunque algo a disgusto, con la ayuda de Henry abre completamente la puerta para poder pasar las ruedas del carrito. Henry me deja el vaso de agua, y desaparece, detrás de Isabella.

Me giro de nuevo hacia ella que ahora lloraba.

«¿Puedes levantarte? ¿O sentarte?»

«Creo que sí» con ayuda de mis brazos, lentamente la ayudo a sentarse, haciéndola apoyar la espalda en la pared. Después cojo el vaso.

«Toma, bebe algún sorbo»

Lo agarra con manos temblorosas y después de apenas haberse humedecido los labios, lo deja a su lado.

Continuaba mirándome casi aterrorizada, con los ojos anegados en lágrimas y yo no comprendía por qué no lograba dejar de llorar.

«Estoy contenta de verte» confiesa finalmente

También yo estaba contenta de verla. Mucho, demasiado. Le había dicho adiós y ahora estaba ahí, frente a mí.

«Ven aquí» alargo la mano hacia ella antes de estrecharla en un abrazo «También yo estoy contenta de verte…no pensaba que pudiese suceder de nuevo» susurro entre sus cabellos. Aquellos cabellos, el perfume que desprendían…

Sentía sus manos estrecharme fuerte por la espalda, pero aquella posición, arrodillada sobre el frío mármol, no era la ideal para mis rodillas.

«Me duelen las piernas, ¿qué dices de entrar para hablar?»

Afloja el agarre, pero no suelta mi cuerpo. Aprieta las manos en las caderas.

Aquel agarre, sabía que significaba.

«Emma…» inclino un poco la cabeza, casi suplicándole, y un calor al que ya no estaba acostumbrada se insinúa dentro de mí. Aquella mirada era devastadora para mis sentidos.

«Es siempre difícil mirarte» dice ella, en voz baja.

Bajo la mirada, incómoda. Apoyándome en las manos, me enderezo, con las rodillas doloridas. Alargo el brazo hacia ella y con algo de esfuerzo se pone en pie en pocos segundos.

Ahora podía notar algunos cambios. La chaqueta abierta exponía un pecho mucho más grande respecto a la última vez…el vientre no era plano y las caderas eran más anchas y suaves.

Tenía miedo.

Miedo de cómo había tenido a aquella niña, miedo de escuchar que estaba casada o alguna otra cosa que me confirmara que la había perdido. No tenía ninguna alianza en el dedo, ni ningún otro anillo.

«¿Todavía te da vueltas la cabeza?» le coloco un mechón de cabello detrás de la oreja.

«No parece…»

«Bien, entonces podemos entrar»

Me doy la vuelta y le dejo espacio para entrar, cosa que hace en dos pasos inciertos, masajeándose las sienes. Cierro la puerta a nuestras espaldas.

Frente a nosotras, un Henry y una Isabella con ojos ávidos de curiosidad esperaban nuestra señal.

Emma se acerca al cochecito y emite un suspiro de alivio. Yo dejo el vaso de agua en la mesa.

«Aún duerme, afortunadamente…»

«Lo debe haber sacado de ti» dice Isabella que se había sentado, mientras tanto, en el sofá.

Silencio.

Yo me mantenía aparte mientras ella admiraba a la criatura que estaba en el carrito.

Henry rompe el silencio.

«Quizás deberíais hablar»

Emma alza la mirada encontrándose con la mía, después se sienta en el sofá.

«Isabella y yo nos vamos a mi habitación, tengo que enseñarle un montón de cosas, ¿verdad?»

«Oh, seguro, me estabas hablando de eso antes» se levanta, cogiendo de la mano a mi hijo, y sonrientes desaparecen tras la pared del pasillo, hasta la habitación de Henry.

De nuevo silencio. El único sonido era el de nuestras respiraciones y el latir de los corazones. Estoy segura que el mío se podía oír desde fuera. Mete la mano en su bolsillo y saca una hoja.

Me resultaba familiar. Después comienza a leer.

"Amor mío,

Escribo en esta hoja palabras que nunca tendré el valor ni la oportunidad de pronunciar en voz alta mirándote a los ojos, tocando tus manos, besando tus labios.

Era mi carta.

«¿Cómo es que la tienes tú?»

«Me la ha dado Henry»

Eres una presencia constante, casi una sombra que sigue cada paso mío. Henry llena contantemente mis días, pero bastan cinco minutos sin él para que tú caigas encima de mí como un camión, y levantarme es cada vez más difícil.

«Te lo ruego, deja de leer…» estaba releyendo aquella carta. No podía escuchar las palabras que con tanto dolor había conseguido echar fuera, sobre ese papel, sin que el corazón se me partiese literalmente en pedazos.

«He usado a Henry para alejarte de mí cuando ha sido él quien me ha hecho comprender cuánto hubiera mejorado mis existencia, y la suya. Esta mañana tenía nuestra foto en la mano y él me ha dicho que a veces me veía triste y temía que no fuese feliz con él. ¿Te das cuenta? Pensaba que no estaba feliz de tenerlo conmigo»

«Le he explicado que él es lo más bello que me ha ocurrido, pero que te echaba de menos. Entonces me ha preguntado si eras mi novia. ¡Qué embarazoso, Emma! Me he sentido una niña de párvulo» su voz, mientras leía, era dulce. Temblaba y tomaba aire cada vez que leía lo que para mí no había acabado.

Tenías razón…tú no hubieras sido un obstáculo. Nuestra historia, nuestro amor estaba en los comienzos, pero Henry solo habría reforzado nuestro amor y Y el hecho de que te hubieras acordado de Henry me confirmó cuánto de perfecta podrías haber sido para mí. Tú casi fuiste mamá, habrías hecho de todo para salvar a tu hijo, ¿verdad? Pensaba que estaba haciendo lo justo por el mío.

Solo que me he equivocado contigo, la persona que amaba.

Que amo.

Dobla la hoja metiéndola de nueva en el bolsillo de la chaqueta, que poco después decide quitarse y dejar el reposabrazos del sofá.

Se acerca lentamente y siento el suelo temblar bajo mí.

«¿Es verdad todo lo que has escrito?»

Su mirada me paralizaba tanto como su olor y su presencia.

«Sí…»

«Ok…porque tengo que contarte algunas cosas, y no sé si te gustarán»

Oh, sabía que habría algo que definitivamente me destruiría.

Alarga el brazo para llamarme. Lentamente pongo en movimiento mi cuerpo, agarro sus dedos y los entrelazo con los míos, sentándome en el sofá, a su lado y al lado del cochecito.

Me siento un poco de lado, intento mantener un control. La realidad es que estaba aterrorizada.

«Entonces…» parecía que estuviera organizando las ideas «aquel famoso día de marzo en que me dijiste que tenías que pensar en Henry…decidí pensar solo en mí. No me encontrarías llorando o haciéndome, más o menos conscientemente, heridas en las manos con trozos de tazas en los que habías puesto tus labios»

Tenía una seguridad en los ojos que antes no tenía.

«Por eso, después de un sueño de casi 24 horas gracias a un somnífero, decido disfrutar a tope de todas las noches que tenía por delante porque mi vida no debía acabar por un amor equivocado»

Escuchar la palabra "equivocado" después de "amor" refiriéndose a mí me dolía.

«Así que durante dos meses salía todas las noches, volvía a casa borracha y sobre todo buscaba llenar ese vacío con alguna otra cosa, con algún otro»

Eso no sé si puedo soportarlo.

«Tú no estabas y las mujeres…pensar en tocar una mujer que no fueses tú me parecía, y tirando por lo bajo, una utopía, por eso dejaba que los hombres creyeran que podían interesarme. Los usaba y ya está…pero eran una calamidad y después me encontraba más vacía y triste que nunca»

«¿Con cuántos hombres has mantenido…sexo?»

Arruga las cejas con expresión confusa

«No lo recuerdo…y también porque casi siempre estaba borracha…»

«Bello modo para olvidarme…»

«No creo que estés en posición de juzgar, Regina…no puedes juzgar el modo que he usado para recomponer los pedazos de algo que tú destruiste»

Las palabras quemaban…pero en efecto, era verdad, la había dejado y sin volverme atrás, nunca.

«Después, durante un tiempo me encontré mal y los antiácidos que tomaba no me hacían efecto, y en ese momento me di cuenta de que no había tenido la regla desde que estuve contigo en el campo…y dio dos más dos…»

«Que siempre dan cuatro, ¿verdad?»

«Sin margen de error…y el día en que nos encontramos, en el que te acercaste al coche…estaba yendo al médico y estaba aterrorizada, tenía miedo de que con todo aquel alcohol hubiera podido perder al bebé de nuevo y no lo habría soportado»

Sonríe, después se levanta y coge a la niña. Descubre un poco su carita y sus manitas, que se aferran rápidamente alrededor de su dedo. Era bellísima. Y aquella criatura era tan perfecta entre sus brazos que…

«Hice todos los controles necesarios, después decidí marcharme de aquí. Verte me habría desestabilizado y quería estar tranquila por ella…» levanta la mirada hacia mí.

«¿La quieres coger?» me dice tímidamente

Me quedo un momento sorprendida antes de responder

«Sí, claro que la quiero coger» pone a la niña entre mis brazos. Tengo cuidado de sostener bien la cabecita morena. Tenía sus labios y su nariz. La forma de los ojos sin embargo era diferente. ¡Qué agradable sensación tener en brazos a esa pequeña!

«Y la mañana de hace quince días, nació ella…un parto larguísimo, daba largos paseos por los pasillos para acelerarlo pero parecía que no quería salir»

Se acerca a mí y le acaricia la frente.

«¿Quién es el padre?» pregunto a bocajarro.

La sonrisa muere de repente.

«¿Qué pasa? Puedo saber si conoce la existencia de esta niña, de mí, si, no lo sé, ¿está enamorado de ti…?» el volumen de mi voz había aumentado algún tono. De repente la idea de que Emma pudiera tener un hombre/padre de la niña a su alrededor me recuerda cuán celosa era.

«Te he dicho que ni siquiera me acuerdo de un nombre, ¿cómo puedes pretender que sepa quién es el padre?»

«Tesoro, una mujer siempre lo sabe»

«Bien, yo no lo sé, y sinceramente no me interesa saberlo. Si hubiese querido saberlo, lo habría averiguado hace meses y sobre todo no habría venido aquí con tu hijo, que parece que es el único que ha comprendido la situación»

Arrugo el ceño, intentando comprender.

«Sí, ha dicho que lo usamos a él y a la niña como excusas para no…afrontar…lo que sentimos»

«Con la diferencia de que te has tirado a media ciudad»

«Con la diferencia de que yo nunca te habría dejado»

«¡Tenía que pensar en Henry y lo sabes!»

«Diablos, yo habría sido de ayuda y nunca habría hecho nada para meterte en problemas. ¡Sé muy bien qué significa para ti!»

¿Por qué, aunque nunca se lo había dicho, me conocía tan bien?

Estaba enfada con ella. Había tenido sexo quién sabe con cuántos hombres…no estaba segura si podría perdonarla aunque el resultado había sido algo maravilloso. Apoyo la mano sobre el pecho de la bebé…estaba tan tranquila e ignorante de cuántos problemas había a su alrededor.

«Tienes una niña bellísima, con seguridad el padre no era un enano con los ojos saltones»

«Normalmente los elegía guapos y tontos, así no tenía que hablar demasiado…»

Además eran guapos.

«Pero no eran tan guapos como tú. Ninguno lo será nunca»

«Oportunista» respondo sin pensarlo, muy incómoda.

«¿Quieres saber cómo se llama?»

¿Por qué me hacía esta pregunta? ¿Qué podría haber de extraño en el nombre de una niña?

«A menos que no sea un secreto…»

«No, no lo es» sonríe «Se llama Mía. Mía Regina Swan»

Mia REGINA Swan. Regina. Le había puesto mi nombre. Continuaba mirando a la niña, después a ella, después de nuevo a la niña y lo único que lograba hacer era estar embelesada con la boca abierta.

«En cuanto me la pusieron encima, la miré a los ojos y después vi aquella mata de cabellos oscuros…me recordaba a ti. Y quería que ella tuviese algo de ti…es por eso que le he puesto tu nombre. Reforzó la idea de lo importante era ella para mí…»

Ha dado mi nombre a su hija. No era algo que pudiera imaginar. Creía que me odiaba, que intentaría alejarse de todo lo que le recordase mi existencia.

«Y esta mañana se ha presentado tu hijo y juro que lo iba a mandar en seguida contigo porque sabía lo preocupada que podías estar, pero me hizo leer la carta y…valía la pena escuchar sus palabras…»

«Es un excelente niño…» digo aún incrédula

«Ha tenido, tiene, una buena madre y una buena educación…»

Demasiadas novedades, demasiadas emociones.

«Hubiera querido tenerte a mi lado cuando nació…y me hubiera gustado que estuvieses también después…»

Sus ojos brillaban. Estaba triste y feliz, niña y adulta, asustada y valiente. Y rogaba que la tuviese con ella.

Basta. No podía esperar más. Me levanto y dejo a Mia en el cochecito. Cojo las manos de su madre y la atraigo hacia mí.

«Estás intentando comprarme, pero no importa…Te amo y no quiero que te vayas. No quiero que os vayáis…podemos ser una familia, tú, yo, Henry y Mia…serán nuestros hijos, en nuestra casa…»

No había pensado mínimamente en las consecuencias de lo que estaba diciendo, porque era lo que tenía en la cabeza desde el momento en que se había marchado.

Yo, ella y Henry.

Ahora también estaba la pequeña Mia y nada era más importante en nuestra vida que ser felices.

Algunos minutos para procesar la información. Mira a Mia, después me mira a mí. Sonríe. La sonrisa que había hecho que me enamorase de ella. Me roza los labios con los dedos antes de besarlos…muerde mi labio inferior y hundo mis manos en sus cabellos, para atraerla a mí. Ese era mi sí.

Se separa de mí por un momento…en sus ojos estaba de nuevo el fuego.

«No tienes la mínima idea de cuánto te deseo en este momento» sus manos bajo mi blusa.

«Son las hormonas, querida» digo aun asombrada por la situación y vuelvo a besarla.

«No, eres tú, eres siempre y solo tú, Regina. Y lo leo en tus ojos que también para ti es lo mismo» sus nuevas formas eran perfectas. Así como su boca en mi cuello. Su cuerpo casi aplastado sobre el mío me había recordado una cosa.

«¿Qué talla llevas de sujetador?»

«Una cinco…» lo dice sobre mis labios, con voz ronca

Meto mis manos en los bolsillos posteriores de sus vaqueros haciendo que se pegue más a mi cuerpo.

«Tengo esta necesidad malsana de desnudarte aquí mismo y tocar cada centímetro de tu cuerpo» la excitación había alcanzado un límite insospechado para mí.

«Creo que algunos centímetros deberás pasarlo por alto, no puedo tener sexo durante 25 días»

«Dime que es una broma» digo casi desesperada.

«Temo que no…en el post parto la cosas van así…pero tú en cambio nos has parido…»

Los labios se curvan en una sonrisa diabólica.

«¿Qué quieres hacer?» doy un paso hacia atrás, sin respiración. Ella me sigue dando otro paso hasta que acabo mi carrera en el tramo que dividía la entrada del salón.

«Creo que estás atrapada…» inclina un poco la espalda, insinuando la mano bajo la falda.

«Emma…está la niña aquí y tu amiga con mi hijo en la otra habitación»

«Tus palabras dicen una cosa, tu cuerpo otra» la ropa interior…aquella zona de mi cuerpo, en su presencia, non podía controlarla. «¿De verdad, Regina?» hace hacia un lado las bragas, acariciándome.

Me muerdo el labio intentando mantener el control. Con una sonrisa satisfecha y su boca sobre la mía, sofoca los gemidos que me provoca su mano entre las piernas.

«Te he echado tanto de menos» le digo intentando mantener el equilibrio sobre las piernas temblorosas.

«No existe cosa más excitante que tus ojos cuando estás bajo mis manos y ni todos los hombre o mujeres del mundo pueden hacerme feliz como tú lo haces»

Los movimientos de sus dedos y de sus manos eran devastadores para mí: clavo las uñas en su espalda, incapaz de resistir otro minuto.

Con la respiración jadeante, apoyo mi cabeza sobre su hombro, sobre el que dejo pequeños besos.

«Te amo» dice de repente «Y no quiero marcharme»

«No será fácil, ¿lo sabes?» digo yo rodeándole los hombros con mis brazos.

«No me gustan las cosas fáciles…y además entre nosotras nunca ha sido fácil, pero quizás vale la pena»

Era así. Era tan evidente que fuera así.

«No quiero estar en otra parte sino en tus brazos, y sobre todo no quiero que tú estés en los brazos de ningún otro»

«Entonces nos pondremos manos a la obra para que eso no suceda»

Un sollozo de Mia nos hace volver a la realidad.

«Voy a cambiarla»

«Yo voy a llamar a esos dos» le doy un beso en los labios antes de colocarme bien la falda.

Emma se dirige hacia el baño y yo toco en la habitación de Henry.

«¿Estáis vivos?» abro la puerta

«Nos estábamos preguntando lo mismo…»

«Venga, salid…»

De repente me acuerdo de Henry y de que se había escapado sin decirme nada. Me pongo delante de él con expresión severa. Entrecierra fuerte los ojos a la espera de mi bronca.

«No lo hagas más» me limito a decir abrazándolo

«Lo he hecho por ti…»

«De todas maneras no lo hagas más»

«Está bien, mami…Mia es bonita, ¿verdad?»

«Es bellísima, Henry, bellísima» me abraza antes de escapar de nuevo de mí para ir con Mia y me quedo sola con Isabella.

«Si la haces sufrir de nuevo, te las haré pasar mal» dice con un tono de amenaza.

«Ni siquiera me conoces…»

«Te conozco lo suficiente. Emma te ama…no cometas más errores con ella. Es una persona frágil, necesita seguridad y personas estables»

«Yo también lo soy demasiado…»

«Entonces estamos de acuerdo» alarga la mano en señal de paz. Se la estrecho.

«Gracias por no haber matado a mi hijo en un accidente de tráfico»

«Emma nunca me lo habría perdonado, y yo lo quiero mucho» asiento mientras la invito a salir para marchar hacia el salón.

En el salón, Emma daba de mamar a la pequeña, y estaba visiblemente cansada. Tenía la cabeza apoyada en el respaldo del sofá y tenía los ojos cerrados. Henry miraba encantado a la niña.

«Creo que me marcharé ahora» me dice Isabella en voz baja.

«Ok, te acompaño»

«Volveré mañana para vigilar la situación…»

«Mensaje recibido» digo mirándola.

«Adiós Isabella, gracias» balbucea Emma desde el sofá

«Adiós pequeña» responde ella traspasando el umbral

«Adiós Regina»

«Adiós»

Cierro la puerta y me reúno con ellos en el sofá.

«¿Quieres repasar el post parto de un neonato?» me pregunta divertida.

Cojo a la niña de sus brazos poniéndola en posición vertical. Henry seguía cada movimiento y se coloca detrás del sofá para mirarla mejor.

«Hola, hermanita…yo soy Henry»

Abro los ojos de par en par y giro la cabeza hacia Emma que estaba tan sorprendida como yo. Le sonrío dulcemente, después tomo a la niña para mirarla directamente a los ojos.

Y es en aquel momento que experimento aquel repentino e inexplicable amor que se siente por un hijo. Amor que no depende de quién lo ha traído al mundo, sino del esfuerzo, del sufrimiento, del tiempo pasado para amarlo, o para amar lo que te une a él.

Y yo amaba a Emma.

Eso hacía de Mia Regina también mi hija.

Eso hacía de nosotros una familia.

FIN

Bueno, hasta aquí ha llegado este fic. Espero que os haya gustado mucho. Nos seguimos leyendo en otras historias.