Capítulo 5: Almas solitarias

En una de esas mañanas normales, Impa se encontraba en su rutina de siempre, resolviendo pendientes, firmando papeles y encargándose de los asuntos de la princesa. En ese momento se encontraba en su despacho verificando que Zelda hubiera cumplido con sus deberes académicos, descubriendo que así había sido; incluso había conversado con sus consejeros y estos dieron muy buenas referencias de ella. Ante eso decidió ir a verla para felicitarla por su buena labor.

La Sheikah se dirigió al cuarto de la princesa, y antes de tocar la puerta pudo escuchar el sonido de la caja musical acompañado de la voz de ella. Aquella situación le llenó de bastante curiosidad, por lo que tocó y la princesa le indicó pasar.

- Buenos días, Zelda. Por lo que veo has amanecido muy contenta. – preguntó con una sonrisa.

- Buenos días. Impa. La verdad… si he amanecido de buen ánimo. – dijo, mientras ensimismada escuchaba la melodía.

- ¿Y esa cajita de música? Nunca te la había visto. – preguntó extrañada.

La princesa se puso nerviosa, pues temía que su cuidadora descubra que su soldado se la había regalado, o peor aún, que los vieron mientras paseaban por la ciudadela a escondidas.

- La tenía guardada desde hace tiempo. ¿No la recuerdas? – pregunto nerviosa.

- No, la verdad…

La Sheikah también vio que en la mesita estaba una rosa en un florero. Sin duda la situación se estaba tornando extraña para ella.

- ¿Y esa rosa que está ahí? ¿Quién te la regaló? – preguntó firme.

Los nervios de la princesa iban en aumento con las preguntas, así que rápidamente encontró una excusa para librarse del interrogatorio.

- La… la corté en el jardín, Impa… me gustó mucho y la quise traer acá.

- Qué raro… no se parece a las rosas que crecen en el palacio, parece de otro lugar.

Zelda sólo se limitó a sonreírle, mas decidió no responderle nada más.

Impa sentía que la princesa no estaba siendo del todo sincera, pues la conocía desde niña y sabía con mirarla a los ojos que ocultaba algo.

- Espero que no se te ocurra salir del palacio sola. Sabes que es peligroso para ti, no sólo por tu seguridad física, sino también por el fragmento que posees…

Al escuchar esas palabras Zelda se sacó del brazo uno de sus largos guantes de seda, en su mano izquierda tenía una marca muy extraña…tres triángulos idénticos a los que tenía Link.

- Lo sé, Impa, pero créeme, no he salido a la ciudadela; tampoco me quito los guantes para no ser descubierta. – dijo Zelda.

- Debes cuidar siempre ese detalle, nadie más que yo en el palacio sabe sobre tu poder, tus padres me lo encomendaron desde el día en que naciste, ni siquiera Yago sabe de su existencia. – dijo la Sheikah, preocupada.

- ¿Por qué jamás me has explicado de qué se trata este poder? Ni siquiera me has hablado bien sobre la Trifuerza.

- Aun no es el momento. Sé paciente, ya llegará el día que sepas todo.

- ¿Soy la única que tiene esta marca? – preguntó curiosa.

La Sheikah se sintió nostálgica ante la pregunta de la princesa, mientras los recuerdos invadían su mente. Poco después le respondió.

- No eres la única. Tus padres me contaron que antes de que nacieras hubo otra persona con un fragmento similar al tuyo, pero fue asesinado junto a su familia el mismo, por su poder… y es por eso que te pido que tengas cuidado; nadie debe ver que eres portadora de ese símbolo. – repitió preocupada.

- Tranquila, Impa, siempre seré cuidadosa. – dijo la joven sonriendo.

- Bueno a lo que vine… hable con los consejeros y pude ver que has cumplido con todas tus tareas. Desde que tienes a tu escolta te has hecho más responsable, eso me alegra.

Zelda no pudo evitar sonrojarse con el comentario de su cuidadora, y esta lo notó de inmediato.

- Si, Impa… Link ha fortalecido mi sentido de responsabilidad.

- Ya es hora que te alistes para tus clases de arco y fecha, Link te ha de estar esperando.

La princesa asintió a la orden de su cuidadora, y en ese momento la Sheikah se retiró.


Link se encontraba en los campos de entrenamiento practicando con el arco y la flecha, al igual que Zelda él era muy bueno en eso. Poco después Impa llegó.

- Buenos días, Link. Espero que tu estancia en el castillo esté siendo de tu agrado.

- Buenos días, Impa. Me siento muy bien aquí, gracias por preguntar. – respondió el joven con una sonrisa.

Impa observó a Link detenidamente, cosa que desconcertó al mismo.

- ¿Sucede algo? – preguntó el joven.

- Disculpa si te miro así, lo que pasa es que siento que conocí a un hombre muy parecido a ti hace mucho tiempo… y ahora que te veo con tu armadura, podría jurar que eres su vivo retrato.

Link no supo qué responder en ese momento, sólo se limitó a poner su típica sonrisa. Poco después llegó la princesa.

- Bueno, los dejo para que hagan sus actividades. Hasta luego. – dijo Impa.

Una vez que la Sheikah se retiró los jóvenes se pusieron nerviosos, pues recordaron el cálido momento que compartieron la noche anterior.

- Buenos días, Link… espero hayas dormido bien. – preguntó tímida.

- Buenos días, Zelda… si dormí bien, y espero que tú también lo hayas hecho.

Los dos mentían, pues ninguno de los dos pudo dormir por estar enfocados en sus pensamientos.

- Empecemos a practicar, quiero ver cómo has mejorado – dijo Link.

La princesa tomó su arco y flecha, y apuntó hacia los blancos más lejanos del lugar. Lanzó una flecha y atinó a cada uno de ellos, y así siguió por un buen rato. Todo iba en perfecto orden hasta que por accidente, al tomar una de las flechas, se lastimó su mano derecha. Comenzó a sangrar y a quejarse de dolor.

- ¡Déjame ver tu mano! – pidió Link, preocupado.

Link le sacó el guante y pudo notar la herida. No era muy profunda, pero si se veía dolorosa.

La princesa trató de hacerse la fuerte, pero unas pequeñas lágrimas rodaron por sus mejillas. El joven al notarlo sintió que se desvanecía, pues no había cosa más dolorosa para el que ver a su protegida llorando, en ese momento sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo amarró en su herida, y sin medir sus actos le besó la mano y la abrazó con cariño para que se calme.

Zelda se quedó de piedra con el actuar de su escolta, pero se dejó llevar por sus actos y lo rodeó con su brazo para abrazarlo de igual forma, sin embargo no se imaginó lo que vendría después… el joven besó su frente con ternura mientras le acariciaba el cabello.

- Tranquila, Zelda… esto sanará pronto. – dijo Link.

- Gracias… ¿por qué eres tan bueno conmigo? – preguntó confusa.

- Sólo cumplo con mi deber, no me des las gracias… Creo que es mejor que detengamos el entrenamiento por hoy, te llevaré hasta tus aposentos para que descanses.

La princesa y el escolta se dirigieron a la parte interna del palacio, y este se encargó que Zelda vaya a descansar a su cuarto.


Después de dejar a la princesa en su habitación, Link se dirigió al campo de entrenamiento para empezar a modificar sus técnicas con la espada. Al llegar a su destino, empezó a recordar lo que había pasado con Zelda, y su cara empalideció cuando notó lo que había hecho.

- ¿Qué hice? ¡Soy un imbécil!

Su cara se puso roja de la vergüenza, y en ese momento corrió hasta los aposentos de su protegida, y por suerte ella aún no había ingresado, pues antes pasó por la enfermería a curarse su mano.

- Zelda, por favor, perdóname por mi imprudencia. – pidió nervioso.

- ¿Imprudencia? ¿De qué hablas, Link?

- Por haber tenido esos acercamientos contigo. Lo lamento.

Link estaba angustiado, parecía que en cualquier momento su corazón iba a estallar, y tenía miedo que la princesa se aleje de él por su atrevimiento, pero en ese momento ella sonrió, se acercó a él y le acarició el rostro, mientras lo miraba a los ojos con dulzura.

- No te disculpes por eso, la verdad te lo agradezco, pues aparte del dolor me sentía muy avergonzada por la torpeza que hice al tomar mal la flecha. Somos amigos y ya nos hemos abrazado, no me incomoda para nada que seas cariñoso conmigo.

Esas palabras retumbaron en los oídos de Link una y otra vez, pues él nunca en su vida había sido cariñoso con nadie. Él era un chico educado, cordial y colaborador, pero haber tenido demostraciones de afecto con alguien, eso jamás.

- No quiero que pienses que te falto el respeto y que no me ubico en mi lugar. – dijo Link.

- Para mí no eres un escolta, eres mi amigo. En eso las jerarquías no existen.

Link estaba ensimismado con la caricia de la princesa, y al mismo tiempo impactado con sus palabras. No supo qué responder, sólo asintió con su sonrisa habitual, esa que a Zelda le encantaba contemplar.


Después del incidente de la flecha las semanas transcurrieron normalmente, Link y Zelda retomaron sus escapadas a lugares desconocidos de Hyrule. Sin haberlo analizado ni planificado los dos se portaban muy cariñosos el uno con el otro, no entendían la razón de su comportamiento, pero el sólo verse provocaba que tuvieran esas afectuosas demostraciones.

En ese momento los jóvenes se encontraban en la región de Eldin caminando, estaba muy felices observando el paisaje, hasta que a la princesa se le antojó correr por todos lados. Link la perseguía, y cada vez que la atrapaba la tomaba en sus brazos y la alzaba dando vueltas.

- ¡Me vas a marear! – reclamó ella entre risas.

- ¡Los dos nos vamos a marear! ¡Deja de ser tan escurridiza! – respondió animado.

Después de dar un montón de vueltas, Link la puso con delicadeza en el suelo, para luego acto acariciarle el rostro. Para él tocar la piel de la princesa era una sensación placentera, sentía como los dedos se le estremecían con ese ligero roce. Por otra parte la joven también disfrutaba de las caricias que le regalaba su escolta. Todos esos gestos iban acompañados de intensas miradas llenas de afecto.

- Eres muy divertida, me haces reír mucho. – dijo Link.

- Tú también me diviertes, Link. Eres la primera persona con la que he pasado tan bien, con la que me he sentido libre. – dijo la princesa.

El frío comenzó a invadir el ambiente, así que se subieron a Epona y se encaminaron de regreso al castillo. En el camino Link pudo notar que la princesa empezaba a temblar, así que la abrazó para que se sienta abrigada.

- Te abrazaré para que no tengas frío. – dijo sonriendo.

- Gracias, Link. – dijo ruborizada.

Se mantuvieron abrazados durante el camino, mientras deseaban que el tiempo se detenga, pues a pesar que ninguno de los dos se atrevía a afrontarlo, sabían desde el fondo de sus corazones que se habían enamorado, se amaban profundamente y se necesitaban el uno al otro para seguir siendo felices.

Durante el recorrido, Zelda decidió preguntarle a su escolta cosas más personales de su vida, tenía un enorme interés por saber más sobre él.

- Link, no sé muchas cosas sobre ti. Quisiera que me cuentes algunas cosas.

- Claro, pregúntame lo que quieras.

- ¿Tienes familia?

Link se puso un poco nostálgico con su pregunta, pero sin quitar su sonrisa le respondió.

- No tengo familia. Fui criado en Ordon por una pareja de esposos muy buenos. Moy, el buen hombre que se encargó de mí, me contó que me encontró en los brazos de mi madre muerta arrimada a un árbol a la salida del pueblo, a mi lado también estaba Epona, pero estaba muy pequeña en ese entonces. Moy me enseñó todo lo que sé sobre la espada, me inculcó la importancia de prepararme en mis estudios y trabajar para aprender a valerme por mi mismo, por eso a la edad de 15 años construí una casa en el mismo árbol donde fui encontrado, es pequeña pero muy acogedora, espero algún día te la pueda enseñar…

- Comprendo. – dijo la princesa, atenta a la charla.

- De mi padre no sé nada, ni siquiera de mi madre, sólo sé que tenía un cabello tan negro como la noche, la piel blanca y finas facciones. Sólo tengo una referencia de mi vida pasada.

Link se metió la mano a su cuello y se sacó la cadena que siempre usaba, Zelda la observo atentamente y pudo ver que tenía grabada su nombre y la Trifuerza.

- Esta cadena fue fabricada aquí. – dijo Zelda.

- Lo sé, por eso descubrí que nací aquí. Una de las razones por las que decidí venir a Hyrule fue para ver si podía averiguar aunque sea un poco de mi vida. Tal vez mi madre murió por que mi padre la abandonó, no tengo idea… ojalá algún día pueda responderme tantas preguntas. En Ordon tuve una vida feliz, sin embargo, a pesar de que estuve rodeado de tantas personas, siempre me sentí solo, con un vacío inexplicable. – recordó entristecido.

Zelda se entristeció en sobremanera al escuchar las palabras de su escolta. Aunque sus historias eran diferentes, ella sabía lo que es tener esa amarga sensación de soledad, por eso luego de escucharlo se abrazó a su pecho con fuerza, decidida a brindarle su apoyo.

- ¿Todavía te sientes solo?

- No, ahora que te tengo a ti ya no me siento solo. – respondió sonriendo.

- Lamento lo que te ha pasado. Mis padres murieron hace algunos meses en una emboscada, fue la peor noticia de mi vida, pues a pesar de sus grandes responsabilidades como reyes, siempre me dieron todo su amor. Los extraño mucho, y desde que ellos se fueron me sentí más sola que nunca, aunque Impa me cuida y se preocupa por mí, me hacen mucha falta.

Zelda soltó unas pequeñas lágrimas al recordar a sus padres, y en ese instante sintió la mano de Link acariciando su cabeza.

- Ellos siempre estarán a tu lado… y recuerda que nunca más estarás sola pues ahora me tienes a mí.

- Gracias, Link… desde que estás conmigo también dejé de sentirme sola.

Los jóvenes siguieron su camino al castillo, mientras el ocaso empezaba a cubrir el cielo.


Aún faltaba una hora para la llegada de la noche, así que al llegar al palacio Link escoltó a Zelda a sus aposentos, pero en la entrada estaba Impa esperándolos.

- Buenas noches. ¿Cómo estuvo el entrenamiento?

Los jóvenes se pusieron pálidos con la pregunta de la Sheikah, pues ellos sabían que sus escapadas eran para estar juntos y divertiste, mas no para practicar. Ese era a su pequeño secreto.

- Nos fue bien, Impa. La princesa ha mejorado bastante. – respondió Link.

- Me alegro mucho, Link. Por cierto, el Primer Ministro necesita de tu presencia en su despacho urgentemente, así que anda cuanto antes a verlo.

Link asintió al pedido de Impa y se retiró a averiguar qué deseaba el Ministro.


Luego de un par de horas de haber anochecido, Zelda se encontraba tocando la lira en su jardín. En ese momento llegó Link, quien tenía una cara muy seria y preocupada. Al llegar hasta la princesa, se sentó a su lado e interrumpió su melodiosa actividad.

- Tengo algo que decirte.

- Te veo muy serio, ¿pasa algo malo? – preguntó preocupada.

Los ojos de Link mostraban una profunda tristeza, pero trató de contenerse para hablar con Zelda de una vez.

- Voy a ausentarme dos meses…

El rostro de Zelda quedó petrificado por las palabras de su escolta, y sin poder contenerse sus ojos se llenaron de tristeza y temor infinitos.

- ¿Irte?... ¿Por qué? – preguntó alarmada.

- Hay problemas con el reino vecino, Damisia. El Ministro nos indicó a todo el ejército que se están presentando anomalías que están afectando a Hyrule. Han encontrado muertos en las fronteras y también hay desaparecidos. Tenemos que ir a averiguar qué pasa… y si es necesario luchar contra ellos para que dejen de perjudicarnos, lo haremos, para eso nos hemos estado preparando todo este tiempo.

Zelda no pudo aguantar más y las lágrimas salieron de sus ojos. Inmediatamente abrazó a Link con mucha fuerza, provocando que el joven sienta como se hacía pedazos por dentro al ver a su amada princesa sufriendo.

- ¡No te vayas! Tú eres mi escolta y tienes que estar a mi lado. – suplicó desesperada.

- Quisiera quedarme, pero también soy soldado real y tengo la obligación de ir. No puedo fallarle al reino. – dijo Link, serio.

- ¿Y si sales herido? ¿O si mueres? – preguntó desconsolada.

- No moriré, y te juro por mi vida que jamás te abandonaré. Yo regresaré y volveremos a estar juntos. No llores, por favor. – suplicó entristecido.

- Es que si algo te pasa yo no lo podría soportar, eres la única persona, aparte de Impa, que se ha preocupado por mí.

- Eso jamás va a cambiar. Cree en mí, por favor.

Link sintió que por primera vez en mucho tiempo las lágrimas iban a estallar de sus ojos, trató de camuflar su tristeza con una sonrisa para no preocupar a Zelda, después de eso acarició su rostro, secándole sus amargas lágrimas.

La princesa estaba muy triste al saber que su amado escolta se iría por tanto tiempo, pero trató de no llorar para no preocuparlo más, pues no quería interferir en su trabajo.

- Espérame aquí, Link. Ya regreso.

El joven se quedó extrañado viendo como la princesa se retiraba de los jardines, pero no hizo preguntas y sólo se limitó a esperarla. Después de unos minutos ella llegó con una caja en sus manos, se sentó a su lado, abrió la caja y le enrolló en el cuello el objeto que sacó de la misma.

- Toma esta bufanda, Link. La hice yo misma. – dijo sonrojada.

La bufanda que la princesa le había puesto al joven era larga y de color azul, los bordes superiores de esta eran color naranja y tenía grabado el mismo símbolo de su armadura.

- Gracias, Zelda, está muy bonita, también está muy suave y tiene tu aroma. – respondió ensimismado.

- Iba a ser un regalo para mi padre, pero jamás se la pude dar porque él ya había muerto. – dijo apenada.

- Entonces no puedo aceptarla, esto es demasiado valioso para que me lo des.

La princesa colocó un dedo en los labios de su escolta para que no diga nada, provocando que el joven sienta un cosquilleo recorrerlo entero.

- Precisamente porque es valiosa quiero que la tengas tú. Acéptala, por favor, me harás sentir feliz y también así no me extrañarás tanto en tu viaje.

Link le sonrió a la princesa, le tomó la mano y se la besó, después de eso metió sus manos a su cuello y se sacó su cadena para colocársela a ella.

- Ya que yo me llevo algo valioso de ti, quiero que también tú tengas algo valioso de mí. – dijo el joven.

- Link, pero esto es un recuerdo de tu origen, sin ella no podrás encontrar datos de tu vida.

- No importa, de todas formas quiero que la tengas. Yo no dejaré de averiguar cosas sobre mí. No sé exactamente si mi cadena es la llave para descubrir mi origen.

Los ojos de Zelda se nublaron nuevamente y se abrazó a su escolta, ella no lo sabía en ese momento, pero Link también derramó unas lágrimas, pues no quería alejarse de ella. Deprisa secó su rostro y la tomó del mentón.

- Prométeme que no vas a salir sola a pasear por el reino. Mientras yo no esté, no quiero que salgas de aquí, al menos que sea con Impa. No quiero que te pase nada malo.

- No lo haré, sólo contigo me siento segura. Esperaré tu regreso impacientemente y ahí retomaremos nuestros hermosos paseos. – dijo la joven sonriendo.

- Mañana saldré antes del amanecer, así que no podré despedirme de ti. Es mejor que lo hagamos ahorita, ya es tarde y si nos ven aquí nos podemos meter en problemas.

Link besó dulcemente la frente de la princesa, provocando que ella sienta un escalofrío agradable recorrerle el cuerpo, luego de eso se abrazaron por última vez y se retiraron a sus habitaciones muy tristes por su lejanía. Ambos rogaban a las Diosas que el tiempo pase rápido y puedan volver a estar juntos.


Pasó un poco más de dos meses desde que los soldados y el Ministro Yago dejaron Hyrule. Zelda estaba desesperada, pues no tenía ninguna noticia de Link desde hace ya unas semanas.

- ¡Ya debieron haber llegado hace semanas! ¿Por qué tardan tanto? – se preguntó a sí misma.

La princesa estaba muy angustiada, a cada momento tomaba la cadena de Link y la apretaba en sus dedos, mientras le pedía a las Diosas que él esté bien.

Luego de unas horas de preocupación, escuchó un ruido en la entrada del palacio. Se asomó por el balcón y vio que a lo lejos llegaba el Primer Ministro con la corte de soldados. Zelda bajó rápidamente a recibirlos, estaba desesperada por ver a Link, lo extrañaba tanto que no creía poder contenerse y abrazarlo delante de todos, pero esto último lo analizó, pues no quería que piensen mal de ellos.

Al llegar a donde el ministro y los soldados se encontraban, buscó a Link con la mirada, pudo ver a Epona, pero el joven no estaba con ella.

- Buenos días, Ministro. Me alegro mucho que hayan regresado sanos y salvos. ¿Podría decirme dónde está mi escolta? – preguntó fingiendo calma.

La mirada de preocupación del ministro hizo que a Zelda se le helara la sangre, en ese momento ella empezó a desesperarse más.

- ¿Dónde está Link?

- Princesa, él está en la carroza del fondo, pero… se está muriendo… está muy grave.

Las palabras del ministro provocaron que Zelda entrara a un estado de shock. Sintió como su corazón se partía en mil pedazos, mientras una lágrima caía por sus mejillas.

*Continuará…


Comentarios finales:

Gracias por la eterna espera y mil disculpas por la demora. La verdad ha sido un año complicado en todos los sentidos, pero siempre me levanto para retornar con mis historias. Hasta ahora la trama no ha cambiado mucho, pero a partir del siguiente capítulo se vienen cosas nuevas, misterios, detalles relacionados al pasado de Link.

Gracias por haber leído, comentado y recuerden que siempre estoy presente en las páginas. La siguiente actualización que se viene es "Pasión entre las sombras".