Harry Potter pertenece a la ingeniosa, increíble y talentosa J.K. Rowling. Yo solo tomo prestado los apasionados personajes Draco Malfoy y Hermione Granger, para hacerles pasar situaciones.
Ojos que no ven, Hermione que no siente.
5. Al Diablo que no vi, beso que le dí.
Los tres amigos caminaban despacio por los enormes y, ahora, ruidosos pasillos dirección a la salida del castillo. Alumnos de todos los cursos y casas de Hogwarts corrían alegres por los corredores, riendo emocionados por el comienzo de las vacaciones. Los estudiantes caminaban con energía hacia las enormes puertas del castillo, dirigiéndose con sus baúles al tren que los llevaría a pasar un buen verano con sus familias.
El último día de colegio siempre era alegre. El desayuno era abundante y exquisito, los profesores estaban de buen humor por la inevitable ausencia de los estudiantes y se oían más carcajadas por los pasillos en vez de gritos y peleas molestas entre Slytherins y Gryffindors.
A pesar de todo ese buen humor, el último día de clase, los pasillos de Hogwarts se convertían en un completo caos. Una maraña de niños y adolescentes impedían el paso a cualquiera que quiera pasar tranquilamente por allí.
O eso le parecía a Hermione, que frustrada se hacía hueco entre una aglomeración de estudiantes de quinto y sexto para salir del castillo con su inmenso baúl y su gato Crockshanks. Le seguían de cerca Harry y Ron, que al igual que ella, tenían dificultades de pasar por todos esos alumnos ansiosos de libertad, que chillaban y dejaban sordos a cualquiera.
Hermione bufó molesta y se colocó correctamente la insignia de Premio Anual, para después gritar: -¡Silencio todo el mundo! ¡Por Merlín, intentad no quedaros quietos en la entrada, obstaculizando a los demás estudiantes que quieren salir!
Los gritos y chillidos cesaron automáticamente al escuchar la severa voz de la Prefecta y Premio Anual de Gryffindor. Harry y Ron dieron un brinco al oír la aguda voz de su amiga, aquella pacífica chica que jamás se alteraba.
Observaron como la castaña regañaba a los alumnos por la poca colaboración, y les aconsejaba que salieran ya si no querían que avisara a la profesora McGonagall y diera parte de ello. Por ello, poco a poco, la entrada se fue vaciando hasta dejar al trío dorado y a un grupito de Slytherins de sexto año completamente solos.
Estos se reían mientras caminaban con sus maletas hacia el portón
-A nosotros no nos mandas, impura.- amenazó un chico Slytherin alto y moreno acercándose altivamente hacia la salida, seguido de sus amigos- Tu inmunda presencia apesta en ese castillo. Muérete ya y déjanos en paz.
Harry notó en ese momento como varias cosas sucedían. Presenció como su mejor amigo Ron apretaba los puños con rabia mientras sus orejas se coloreaban de rojo intenso. Sabía que los Slytherin estaban provocándoles, por lo que se apresuró a acudir hacia su amigo y sujetarle del antebrazo para que no alzase la varita. Le sujetó fuertemente, aunque su amigo se resistiera al agarre.
Por otro lado, vio como por el pasillo de la derecha se acercaba lentamente la profesora McGonagall llevando unos papeles en las manos.
Harry quiso rechinar los dientes maldiciendo su mala suerte. Cogió a Ron por el brazo y lo llevó a rastras hacia Hermione, para salir del castillo e ignorar a esa panda de serpientes.
El problema comenzó cuando su menuda amiga se apartó de ellos, acercándose sonriente al chico de sexto año. Harry intentó avisarla de que no cometiera ninguna locura, que McGonagall se acercaban, pero fue inútil.
-Yo que tu, chaval, andaría con más cuidado por esta vida.- dijo Hermione con una sonrisa resplandeciente – Nunca me ha gustado regañar a los estudiantes, pero tú, pequeño enclenque, serás la excepción. Como me vuelvas a insultar me veré obligada lanzarte algún hechizo bastante incómodo para ti.
Hermione se cruzó de brazos autoritariamente., con la varita sujetada en su mano derecha. Vio como el imbécil de sexto balbuceaba un par de palabras atónito, mientras sus amigos alzaban las cejas sorpendidos.
-Tú… tú a mí no me amenazas, impura.- advirtió el joven bullendo de enfado, sacando la varita de su túnica.
-Bueno, si no es por las buenas…- contestó Hermione alegremente- será por las malas.
Y con un giro de varita desarmó al chico para acto seguido lanzarle un Reducto, que lo dejó medio aturdido por los suelos, ahora con el cuerpo del tamaño de un duende, chillando como un bebé.
El trío dorado no pudo disfrutar mucho de la cómica escena cuando la consternada voz de la profesora McGonagall se escuchó por todo el pasillo, regañándoles.
-¿Quién eres y que has hecho con Hermione?- cuestionó Ron mirando a su amiga y entrecerrando los ojos sospechosamente.
-Oh, vamos. No seas tan dramático Ronald.- resopló Hermione apartándose un rizo del rostro y caminando hacia el Expreso de Hogwarts.- No ha sido para tanto.
-¿Qué no ha sido para tanto?- exclamó incrédulo Ron, mirando a Harry y buscando apoyo. Éste simplemente negó con la cabeza diverido.- Hermione, tú nunca has hechizado a nadie. Jamás.
-Bueno, pues esta vez sí.- gruño Hermione caminando más deprisa y dejando atrás a sus amigos- Así que dejad el tema ya.
Pero no pudo alejarse mucho más cuando el brazo de Harry la abrazó cariñosamente por sus hombros estrechos. Ella giró su cabeza para observarle interrogadora, pero él se limito a sonreírle amablemente. –Sé que te pasa algo Hermione.
La chica frunció los labios, mirando al frente.
- Sé que estás preocupada por tus padres, por toda esta situación.- continuó su moreno amigo- Por toda esta guerra que se avecina, por todos los riesgos a los que nos someteremos. Sé lo que te pasa, porque a mí también me ocurre.- Harry la apretó afectivamente el hombro.
Ron se apresuró a alcanzarles, despeinándose incómodo su cabello pelirrojo. No sabía que hacer en ese tipo de situaciones.
-Si...si quieres llorar Hermione, puedes hacerlo.- murmuró Ronald sonrojándose levemente – Las chicas se desahogan así.
Hermione miró a su amigo alzando las cejas escéptica, mientras Harry, detrás de ella, hacia señas con sus manos indicándole que dejara el tema.
-Mira chicos, no pienso llorar, ni gritar, ni nada que suelen hacer las chicas.- comentó la castaña tocándose un mechón de pelo – Sólo que…toda está situación, me pone de los nervios. Me harta los insultos racistas que oigo todos los días. Y, bueno, hoy llegué a mi limite.
Además…-continuó Hermione dejando de caminar. Los chicos se voltearon hacia ella curiosos.- estoy muy preocupada por mis padres. Mucho. A partir de ahora perteneceremos a la Orden, estaremos en Grimmauld Place. Y no podré protegerlos si les pasa algo.
-Tranquila.- consoló Harry- Ya pensaremos en algún conjuro de protección. Pero no nos preocupes así.
Hermione sonrió levemente, mirándoles con cariño, para acto después soltar una carcajada.- No sabéis el gusto que me ha dado hechizar a esa serpiente.
-No te había visto tan furiosa desde hacía mucho.- confesó el pelirrojo riéndose fuertemente- A veces das miedo, Hermione.
-Gracias, gracias.- bromeó la chica haciendo una reverencia, cosa que hizo reír aún mas a sus amigos.
-Pobre de los Mortífagos que se enfrenten a ti.- comentó Ron mirando al Expreso de Hogwarts, que cada vez estaba más cerca- Al menos a mí me daría miedo enfrentarme a duelo contigo.
Hemrione sonrió incómoda siguiendo los pasos de los dos chicos frente a ella. La guerra se avecinaba, era un hecho. Esta mañana habían ido al despacho de Dumbledore y habían acordado que a partir de hoy, convivirían con los de la Orden en Grimmauld Place. Por seguridad. Eran un blanco fácil si estaban completamente solos y desprevenidos.
Allí, a Grimmauld Place, a la mansión Black, se dirigirían cuando el Expreso los dejara en la estación. Los tres amigos se despedirían entonces de sus antiguos compañeros, del tren, de la estación. De Hogwarts y de su infancia. Y se prepararían para entrenar, aprender hechizos que los Aurores y los de la Orden les enseñarían. Todo ello para poder luchar contra Voldemort y su séquito. Para poder ganar esta guerra.
-Por cierto, Hermione, ¿quién te ha regalado ese colgante verde?- preguntó curioso Harry, girando para observar la cadena plateada que adornaba el cuello de su amiga.
-Un imbécil.- respondió ella moviendo la mano indicándoles que no hablaran del tema.
Los chicos se miraron entre sí, extrañados, para luego encogerse de hombros sin darle más importancia.
Llegaron al Expreso junto a varios de sus compañeros y subieron al tren contentos de empezar una nueva vida; no obstante no pudieron evitar echar un último vistazo al castillo, despidiéndose de Hogwart, el colegio que los acogió durante todos estos siete años.
Hermione paseaba por el estrecho pasillo del vagón, al ser todavía Prefecta y Premio Anual, se veía con la obligación de patrullar y mantener el control de los pasillos, al igual que los demás prefectos. Hacía bastante que el Expreso había salido de Hogwarts, y una extraña sensación de tristeza la inundó.
Ya no volvería a pisar ese enorme castillo que la asombró en primer año. Ya no asistiría a clases, ni comería junto a sus compañeros en el Gran Comedor. Su séptimo año había terminado, y con ello, todas sus diversiones. No volvería a ver a la mitad de sus compañeros, ni volvería a discutir con los Slytherins por los pasillos. Ni con Malfoy en la torre de Premios Anuales.
Pero, ¿En que estas pensando, Hermione? Definitivamente se había dado un golpe en cabeza, pensó la chica. Sobretodo por llevar puesto el colgante que la regaló. Si era sincera consigo misma, no tenía ni la más remota idea de porque lo llevaba todavía colgado de su cuello, cuando debería de haberlo tirado a la basura.
Sacudió la cabeza, entrando en el siguiente vagón del tren. Ahora tocaba enfrentarse a temas más serios. No podía pensar en esa asquerosa serpiente, que se había deslizado sin su permiso en sus pensamientos. No lo permitiría.
Caminó por el escandaloso pasillo bastante lleno de alumnos. Comían chucherías y comentaban en voz alta todo lo que harían este verano. Hermione no atisbó ninguna muestra de violencia, ni estudiantes con ganas de hacer alguna broma, por lo que la chica se dispuso a seguir con su camino y controlar otros vagones.
De pronto una humareda negra se esparció por todo el pasillo y los compartimentos a la derecha, impidiendo ver absolutamente nada, haciendo que los estudiantes comenzaran a chillar y a gritar confusos. Hermione se alarmó, pero no tardó mucho en relajarse, dándose cuenta que era una broma de mal gusto.
-En serio, lo que me faltaba.- murmuró Hermione intentando retroceder para alejarse de la humareda. No veía absolutamente nada, por lo que extremó las precauciones.
De pronto, y sin ningún aviso, una mano grande y fría le tapo la boca, evitando que Hermione pudiera soltar algún grito. Intentó soltarse, pero otra mano agarró sus manos con fuerza, estrechándola contra un cuerpo masculino bastante alto. Este la guió por el corredor hasta un compartimento, también oscuro, donde se encerraron los dos.
Sin ninguna explicación aquellas dos manos fuertes la soltaron con delicadeza, sin que el chico que la había encerrado dijera absolutamente nada.
Hermione se quedó completamente quieta. Sus músculos estaban entumecidos, no la obedecían, no conseguía moverse, ni ver nada. Tan sólo sentía una respiración profunda, enfrente de ella. Una respiración que provenía del que la había encerrado.
Se alarmó. Tragó saliva, y se apartó un poco. Aclaró su garganta.- ¿Qué es lo que quieres?- preguntó con un susurro suave. Parpadeó, pero aún así no consiguió reconocer a la alta figura que se alzaba frente a ella.
Sin temor alguno alzó la mano delicadamente, muy despacio, hacia el rostro del chico. Pero otra mano, más grande que la de ella, la paro. La cogió de la muñeca, acariciándola, casi efímeramente, como si temiera hacerla daño. Sin previo aviso, el chico acercó la mano de ella a su propio rostro, y besó su palma, sus dedos, su muñeca.
Hermione cerró los ojos y reprimió un escalofrío. Aquel desconocido le estaba besando y acariciando la mano con sus fríos labios. Notaba su respiración mentolada sobre su muñeca, sobre todo su antebrazo, erizándole el vello.
De pronto notó un fuerte agarre en su nuca, acercándole a él. Pero no pudo pensar más porque esos labios fríos tocaron los suyos propios. El chico rozó y acarició sus labios con suavidad, pidiéndola permiso. Hermione quiso coger aire por lo que entreabrió los labios, dando al chico la oportunidad perfecta para profundizar el beso.
Sabía a hierbabuena, a fresco. Notaba su lengua experta bailar en su boca, mordiéndola con experiencia, bebiendo de ella. La agarró de la cintura acercándose más a ella. Hermione apoyó sus manos en su pecho firme creyendo que se desmayaría en cualquier momento. Que sus temblorosas piernas la fallarían.
Pero el la abrazaba fuertemente evitando que ella se cayera, o se apartara de él. Quería apoderarse de la chica, unirse a ella.
Hermione soltó un suspiro de satisfacción, al notar la mano de él bajar por su espalda, pero sin ningún motivo aparente, el chico se apartó de ella. Bruscamente, casi haciendo esfuerzo por poner distancia entre los dos
-Ten cuidado.- dijo él con voz ronca por el beso. Después salió del compartimento cerrando la puerta con violencia, y dejando a Hermione más que confusa.
Aunque él no lo supiera, la humareda negra se había esfumado levemente. Aunque él lo ignoraba, los ojos de Hermione se habían acostumbrado a la oscuridad del compartimento, identificando al chico que le había dado ese beso robado, con sabor a despedida.
Y aunque él confiaba en que Hermione jamás sabría su identidad, se equivocaba. Puesto que antes de salir y cerrar la puerta, la chica identificó aquel pelo rubio platino que tantas comeduras de cabeza le había dado últimamente.
Hermione suspiró desconcertada, todavía con las piernas temblorosas del beso. La chica ignoraba en aquel momento, que pasarían muchos meses antes de que volviera a ver a Draco Malfoy de nuevo.
Espero que os haya gustado, para cualquier cosa, quejas, comentarios, criticas o preguntas, tomates, limones o peras, no dudéis en dejármelo saber.
Muchísimas gracias a todas vosotras, por los comentarios, de veras, me alegráis el día.
Para tener a un Draco Malfoy que forme todo ese drama de la humareda negra, sólo para darte un beso de despedida, regálame un Review.
Os quiere, Hypatiia.