Capítulo 2

Cuatro figuras aparecieron de repente en la calle Grimmauld Place, dos de ellas estaban encorvadas bajo el peso de otra persona un poco más alta. A trancas y barrancas se plantaron frente a los números 11 y 13, y uno de ellos agitó una varita, haciendo aparecer entre las dos casas una más, el número 12.

—Wow —silbó uno de ellos, su cabello rubio platino se adivinaba por los luces próximas de las farolas, llevándose una grata sorpresa.

Las cuatro figuras entraron en la casa y los dos que sostenían al mayor lo llevaron a una de las habitaciones principales. Después, el joven rubio se dirigió a la sala de estar, donde se encontró con Hermione, que le sonrió ampliamente.

—Bienvenido al número 12 de Grimmauld Place, Draco. El cuartel general de la Orden del Fénix.

Draco le devolvió la sonrisa, pero después se puso serio al recordar unas palabras que había soltado menos de una hora antes.

—Te he llamado sangre sucia esta noche... a pesar de que prometí no volver a hacerlo...

—No tiene importancia, Draco. Sé que estabas nervioso, y aterrado —Hermione colocó una mano sobre la de él con ternura—. Has hecho lo correcto. Estoy orgullosa de ti.

Draco miró al suelo, incómodo ante esas muestras inusuales de afecto.

—¿Y mi...?

—Están al llegar, estoy segura. Con los mortífagos en Hogwarts no creo que le haya costado mucho escapar.

—Quién-Tú-Sabes está fuera del país, pero se le puede llamar con esto... —se señaló la Marca Tenebrosa con un escalofrío.

—Habrá escapado, confía en ella. Además, Harry les ha enviado un Patronus a Remus y a Severus para asegurarse de que así sea —la muchacha llevó su mano al rostro del rubio y éste la miró directamente a los ojos.

—G-Gracias... Por todo —susurró el chico, sus mejillas tiñéndose de un suave color rojo.

—No es nada —la joven sonrió dulcemente y Malfoy se inclinó un poco sobre ella...

… justo cuando alguien carraspeó, haciendo que los dos se separaran rápidamente.

—Ya están de camino, Malfoy -Harry estaba recostado casualmente contra el marco de la puerta, observándolos con los ojos entrecerrados.

—Bien -soltó Hermione, sonrojándose profundamente—. Voy a... a hacer la cena mientras los demás... vienen...

—Claro -dijo Harry—. Gracias, Hermione. Yo mientras hablaré con Malfoy.

—De acuerdo... —Hermione le echó una última mirada al susodicho y desapareció por la puerta.

—Tu madre ha conseguido escapar y viene de camino junto con Remus y Snape.

Draco carraspeó, aclarándose la garganta.

—¿Está... bien?

—Sí, está muy bien. Sólo tiene muchas ganas de verte. En cuanto la Orden pueda, sacará a tu padre de Azkaban y lo... —Harry rechinó los dientes— lo traeremos aquí. Pero escúchame bien, Malfoy, te juro por lo que más quieras que si Hermione o alguno de nosotros llegamos a correr peligro por culpa de tu familia, te mataré con mis propias manos.

El rubio asintió, la derrota escrita en su rostro. Harry se giró para ir a la cocina y en ese momento Draco se dirigió a él.

—Quiero que sepas... que... lo siento... Yo no quería matar a nadie... —su voz sonaba amortiguada y cuando Harry se giró de nuevo, vio el arrepentimiento inundando los ojos de Malfoy.

—No lo has hecho. Dumbledore está a salvo gracias a que bajaste la varita. Un verdadero mortífago, una mala persona, no habría dudado un instante, lo cual quiere decir que no eres tan malo como quieres hacernos creer.

El rubio asintió, agradecido, y Harry finalmente salió del salón. Malfoy soltó un suspiro y cerró sus ojos. Hermione entró en ese instante en la sala.

—Draco... ¿te encuentras bien?

Malfoy volvió a asentir.

—No te veo muy...

—Van a ir a por mi padre a Azkaban para que no se vaya al lado de Quién-Tú-Sabes —le interrumpió el chico.

—¿Harry te ha dicho eso?

—No. Pero no ha hecho falta. Dijo que era para "protegerlo" —Malfoy la miró con una ceja enarcada—. ¿Tú te crees eso? ¿Sinceramente?

—Bueno...

Malfoy soltó una risa amarga.

—Es obvio que no, sólo es...

Inesperadamente, tocaron a la puerta y Draco se levantó muy deprisa, aunque se quedó en la sala y Harry fue a abrir.

—¿Dónde está? —una voz femenina desesperada se oyó, acercándose por el pasillo.

—Señora, está bien —dijo Harry a lo lejos con un suspiro.

—Madre, estoy aquí —exclamó Draco, el alivio claro en su voz ronca.

Una mujer alta y de cabellos rubios apareció en la puerta del salón, y acto seguido, se abalanzó sobre Malfoy y lo abrazó con fuerza.

—Mon amour —la mujer aprisionaba al joven contra sí, a la vez que se adivinaban las lágrimas en su voz.

El chico rodeó la delgada figura de su madre y enterró la cabeza en su hombro.

—Madre, no pude... -susurró él.

—No importa, hijo. Me alegra tanto que no lo hayas hecho...

—Pero os he fallado... Sabía que vuestras vidas estaban en peligro y no... no pude hacerlo... —murmuró el chico contra el hombro de su madre.

—Fuiste muy valiente, Draco. Fuiste capaz de perdonar una vida a sabiendas de que había otras dependiendo de ti. Estoy muy orgullosa de ti, mi niño.

De repente el chico se echó a llorar y toda la altivez que tenía junto con su fría máscara de indiferencia se desmoronó a sus pies, frente a los ojos de todos. Narcissa comenzó a masajear la espalda de su hijo con ternura y Harry y Hermione salieron de la habitación para darles intimidad. Fuera, en el pasillo, Hermione vio a Remus y a Severus Snape.

—Ellos se encontraron con Narcissa a mitad de camino. Snape tenía órdenes de Dumbledore para que fueran a por ella, en caso de que lograra convencer a Draco. Uno de los pocos que definitivamente quería que Draco fallara. Después de Dumbledore, claro.

Harry le echó una mirada a Hermione después de hablar, pero no comentó nada.

—Dumbledore estará bien. Su cuerpo está eliminando el veneno debidamente, en unas semanas se habrá recuperado del todo —dijo Hermione, intentando desviar el tema, y asintió hacia los hombres en forma de saludo.

—Está descansando en la habitación de Sirius -aclaró Harry.

Hermione sintió que sobraba en ese momento y que probablemente lo mejor que podía hacer era ir a ver cómo estaba Dumbledore.

—¿Cómo está? —le preguntó una voz ronca en cuanto salió de la habitación de Sirius. Hermione se giró y se encontró con Malfoy, que estaba apoyado sobre la pared.

—Está mejor —respondió la joven.

Malfoy suspiró con alivio.

—Draco... —comenzó la chica.

El muchacho no la dejó ni terminar, se acercó a ella rápidamente y la besó en los labios, tomando su rostro entre sus manos.

La chica, aunque sorprendida al principio, le devolvió el beso con igual fervor, sus manos subiendo y deteniéndose en el pecho del joven. Malfoy la besó muy lentamente, saboreando su boca con deleite. Por fin, pensó el chico. Casi con timidez, la lengua de ella lamió el labio inferior del chico y él se separó de ella, sorprendido de que le devolviera el beso. La respiración de ambos era entrecortada.

Hermione le acarició la mejilla y él cerró los ojos, mientras una pequeña sonrisa aparecía en su rostro.

—No sabes cuanto tiempo llevo queriendo hacer eso —murmuró Malfoy, a la vez que giraba su cabeza para besar la palma de la mano de Hermione—. No voy a decirte que desde que te conocí, porque sería una mentira, pero si desde hace mucho.

—¿En serio? —preguntó ella con asombro.

El rubio asintió y procedió a explicarse.

—¿Por qué si no iba a llamarte todas esas cosas hace unos años? Jamás me he metido con ningún otro hijo de muggles, sólo contigo, ¿por qué creías que era?

—Bueno...

—Es como... como el niño que tira de las coletas a la niña que le gusta... —dijo el rubio, sonrojándose profundamente.

Hermione se ruborizó a su vez, pero sus labios formaron una sonrisa. Después Malfoy tomó la mano de ella y besó el dorso, sin apartar sus ojos grises de los marrones de ella.

—Todo saldrá bien, Draco. Estaremos bien.

Malfoy le devolvió la sonrisa y se volvió a inclinar sobre la joven, para besarla suavemente en los labios y rodeando su cintura con los brazos, sin querer alejarse de ella jamás.

—Estaremos bien, Granger —susurró el rubio contra sus labios—. Ya lo creo que sí.

* * * FIN * * *