- Trae aquí ese libro – exigió Godric levantándose a cogerlo. – No podemos dejarlo así. ¿Qué te parece Salazar, te apetece leer?
El aludido cogió el libro que le tendía su amigo mientras murmuraba algo por lo bajo.
- La inscripción en el muro – Leyó.
—¿Qué pasa aquí? ¿Qué pasa?
Atraído sin duda por el grito de Malfoy, Argus Filch se abría paso a empujones. Vio a la Señora Norris y se echó atrás, llevándose horrorizado las manos a la cara.
—¡Mi gata! ¡Mi gata! ¿Qué le ha pasado a la Señora Norris? —chilló. Con los ojos fuera de las órbitas,
- Pobre Mr. Forever alone hasta su gata le abandona.
- Sinceramente no creo que el gato le haya abandonado voluntariamente.
se fijó en Harry—. ¡Tú! —chilló—. ¡Tú! ¡Tú has matado a mi gata! ¡Tú la has matado! ¡Y yo te mataré a ti! ¡Te...!
- Y ya dejó de dar pena…
- Harry no puedes ir por ahí atacando gatos ajenos. Es de mala educación.
—¡Argus!
Había llegado Dumbledore, seguido de otros profesores.
- Halaaa ya está toda la peña.
En unos segundos, pasó por delante de Harry, Ron y Hermione y sacó a la Señora Norris de la argolla.
—Ven conmigo, Argus —dijo a Filch—. Vosotros también, Potter, Weasley y Granger. Lockhart se adelantó algo asustado.
—Mi despacho es el más próximo, director, nada más subir las escaleras. Puede disponer de él.
—Gracias, Gilderoy —respondió Dumbledore.
- No es tan guay como ir al despacho del director pero te lo contamos como punto positivo.
- James, que le lleven a un despacho para regañarle no es bueno.
- Depende de lo buena que haya sido la broma.
- Concéntrate Potter, recuerda la situación que estamos leyendo.
- Em… sí claro, es verdad, el grafiti psicótico…
La silenciosa multitud se apartó para dejarles paso. Lockhart, nervioso y dándose importancia, siguió a Dumbledore a paso rápido; lo mismo hicieron la profesora McGonagall y el profesor Snape.
- ¿Siempre tienes que meter la nariz en todas partes, Quejicus?
Cuando entraron en el oscuro despacho de Lockhart, hubo gran revuelo en las paredes; Harry se dio cuenta de que algunas de las fotos de Lockhart se escondían de la vista, porque llevaban los rulos puestos.
- No fastidies… Hasta en los retratos es patético.
- Que tiene de patético usar rulos, Potter, me dejan este pelo tan maravilloso (insertar movimiento pelo pantene)
- Nada nada… - replicó James levantando las manos en posición de rendición. – Pero por lo menos no te escondas.
El Lockhart de carne y hueso encendió las velas de su mesa y se apartó. Dumbledore dejó a la Señora Norris sobre la pulida superficie y se puso a examinarla. Harry, Ron y Hermione intercambiaron tensas miradas y, echando una ojeada a los demás, se sentaron fuera de la zona iluminada por las velas.
Dumbledore acercó la punta de su nariz larga y ganchuda a una distancia de apenas dos centímetros de la piel de la Señora Norris. Examinó el cuerpo de cerca con sus lentes de media luna, dándole golpecitos y reconociéndolo con sus largos dedos. La profesora McGonagall estaba casi tan inclinada como él, con los ojos entornados. Snape estaba muy cerca detrás de ellos, con una expresión peculiar, como si estuviera haciendo grandes esfuerzos para no sonreír. Y Lockhart rondaba alrededor del grupo, haciendo sugerencias.
—Puede concluirse que fue un hechizo lo que le produjo la muerte..., quizá la Tortura Metamórfica. He visto muchas veces sus efectos.
- Claaaaro que sí.
- ¿No podían haber petrificado a Lockhart? Así se estaría calladito el resto del año. – Propuso Fred.
Es una pena que no me encontrara allí, porque conozco el contrahechizo que la habría salvado.
- Wingardium levibullshit.
Los sollozos sin lágrimas, convulsivos, de Filch acompañaban los comentarios de Lockhart. El conserje se desplomó en una silla junto a la mesa, con la cara entre las manos, incapaz de dirigir la vista a la Señora Norris. Pese a lo mucho que detestaba a Filch, Harry no pudo evitar sentir compasión por él, aunque no tanta como la que sentía por sí mismo. Si Dumbledore creía a Filch, lo expulsarían sin ninguna duda.
Dumbledore murmuraba ahora extrañas palabras en voz casi inaudible. Golpeó a la Señora Norris con su varita, pero no sucedió nada; parecía como si acabara de ser disecada.
—... Recuerdo que sucedió algo muy parecido en Uagadugú —dijo Lockhart—, una serie de ataques. La historia completa está en mi autobiografía. Pude proveer al poblado de varios amuletos que acabaron con el peligro inmediatamente.
- ¿Eso es un lugar de verdad? – Media sala se encogió de hombros.
Todas las fotografías de Lockhart que había en las paredes movieron la cabeza de arriba abajo confirmando lo que éste decía. A una se le había olvidado quitarse la redecilla del pelo.
Los gemelos y James no pudieron evitar estallar en carcajadas.
Finalmente, Dumbledore se incorporó.
—No está muerta, Argus
- ¡Estaba de parranda!
—dijo con cautela. Lockhart interrumpió de repente su cálculo del número de asesinatos evitados por su persona.
- ¿Hasta cuanto creéis que ascenderá la cifra? Yo apuesto entre 0 y -10.
—¿Que no está muerta? —Preguntó Filch entre sollozos, mirando por entre los dedos a la Señora Norris—. ¿Y por qué está rígida?
—La han petrificado —explicó Dumbledore.
- La gata estaba petrificada, ¿Quién la despetrificara?
- El despetrificador que la despetrifique, buen despetrificador será. – Terminó George.
—Ah, ya me parecía a mí... —dijo Lockhart.
- Por Merlín y Morgana que alguien lo calle.
- Te digo yo que petrificarlo es la solución, que alguien le pase el recado al heredero.
Harry y Ron se giraron disimuladamente a mirar a Ginny, a pesar de todo ninguno de los tres pudo evitar sonreír aunque mínimamente.
- Habría sido una buena idea. – Murmuró Ron por lo bajo.
—Pero no podría decir como...
—¡Pregúntele! —chilló Filch, volviendo a Harry su cara con manchas y llena de lágrimas.
- Es un estudiante de segundo, ¿Cómo narices iba a hacer algo así?
- Si estuviéramos hablando de Hermione incluso lo considero posible, pero Harry… Ni de coña.
- Vaya gracias hombre.
—Ningún estudiante de segundo curso podría haber hecho esto
- ¡Excepto Hermione! – Gritaron los gemelos mientras Hermione se sonrojaba.
—dijo Dumbledore con firmeza—. Es magia negra muy avanzada.
—¡Lo hizo él! —saltó Filch, y su hinchado rostro enrojeció—. ¡Ya ha visto lo que escribió en el muro! Él encontró... en la conserjería... Sabe que soy, que soy un... —Filch hacía unos gestos horribles—. ¡Sabe que soy un squib! —concluyó.
- En realidad ni siquiera sabía lo que era un squib en ese momento. Si es que no me explicáis las cosas… - Se quejó mirando a Ron y Hermione con el ceño fruncido.
—¡No he tocado a la Señora Norris! —dijo Harry con voz potente, sintiéndose incómodo al notar que todos lo miraban, incluyendo los Lockhart que había en las paredes—. Y ni siquiera sé lo que es un squib.
—¡Mentira! —gruñó Filch—. ¡Él vio la carta de Embrujorrápid!
- Nunca pasara de moda. – Suspiró George limpiándose una lágrima de orgullo.
—Si se me permite hablar, señor director —dijo Snape desde la penumbra, y Harry se asustó aún más, porque estaba seguro de que Snape no diría nada que pudiera beneficiarle—, Potter y sus amigos simplemente podrían haberse encontrado en el lugar menos adecuado en el momento menos oportuno.
- Aquí hay gato encerrado.
- En realidad, querido Sirius, lo que hay es gata petrificada.
—dijo, aunque con una leve expresión de desprecio en los labios, como si lo pusiera en duda—; sin embargo, aquí tenemos una serie de circunstancias sospechosas: ¿por qué se encontraban en el corredor del piso superior? ¿Por qué no estaban en la fiesta de Halloween?
- ¿Por qué eres tan cotilla? Son preguntas existenciales.
Harry, Ron y Hermione se pusieron a dar a la vez una explicación sobre la fiesta de cumpleaños de muerte.
—... había cientos de fantasmas que podrán testificar que estábamos allí.
—Pero ¿por qué no os unisteis a la fiesta después? —preguntó Snape.
- Porque no les dio la gana, a lo mejor estaban cansados.
Los ojos negros le brillaban a la luz de las velas—. ¿Por qué subisteis al corredor?
- Porque Harry decidió seguir la voz de Jack el destripador por los pasillos.
- Pero al final resultó ser Jack el petrificador.
Ron y Hermione miraron a Harry.
—Porque..., porque... —dijo Harry, con el corazón latiéndole a toda prisa; algo le decía que parecería muy rebuscado si explicaba que lo había conducido hasta allí una voz que no salía de ningún sitio y que nadie sino él había podido oír—, porque estábamos cansados y queríamos ir a la cama —dijo.
- Una razón perfectamente válida, pero si quieres que te crean una mentira quizá deberías titubear menos.
—¿Sin cenar? —preguntó Snape. Una sonrisa de triunfo había aparecido en su adusto rostro—. No sabía que los fantasmas dieran en sus fiestas comida buena para los vivos.
- Uhuu plot hole, os ha pillado.
—No teníamos hambre —dijo Ron con voz potente, y las tripas le rugieron en aquel preciso instante.
- Y el inoportuno del estomago de Ron os acaba de vender.
La desagradable sonrisa de Snape se ensanchó más.
- ¿Podemos votar para que petrifiquen también a Snape?
- Señor Potter, no debería bromear con estas cosas.
- Pero profesora…
—Tengo la impresión, señor director, de que Potter no está siendo completamente sincero —dijo—. Podría ser una buena idea privarle de determinados privilegios hasta que se avenga a contarnos toda la verdad. Personalmente, creo que debería ser apartado del equipo de quidditch de Gryffindor hasta que decida no mentir.
- Que tendrá que ver una cosa con la otra. – casi gruñó la profesora McGonagall.
—Francamente, Severus —dijo la profesora McGonagall bruscamente—, no veo razón para que el muchacho deje de jugar al quidditch. Este gato no ha sido golpeado en la cabeza con el palo de una escoba. No tenemos ninguna prueba de que Potter haya hecho algo malo.
- ¡McGonagall te queremos! – Cantaron los Merodeadores mientras tiraban chispas rojas con sus varitas.
Dumbledore miraba a Harry de forma inquisitiva. Ante los vivos ojos azul claro del director, Harry se sentía como si le examinaran por rayos X.
- Profesor eso es trampa. – Se quejó Godric.
—Es inocente hasta que se demuestre lo contrario, Severus —dijo con firmeza. Snape parecía furioso. Igual que Filch.
- ¡Os jodeis! – corearon James y Sirius, mientras McGonagall les miraba mal, pero esta vez no les regañó.
—¡Han petrificado a mi gata! —gritó. Tenía los ojos desorbitados—. ¡Exijo que se castigue a los culpables!
—Podremos curarla, Argus —dijo Dumbledore armándose de paciencia—. La señora Sprout ha conseguido mandrágoras recientemente. En cuanto hayan crecido, haré una poción con la que revivir a la Señora Norris.
- Por supuesto necesitan las mandrágoras, sino no habrían aparecido antes con tanto detalle.
—La haré yo —acometió Lockhart—. Creo que la he preparado unas cien veces, podría hacerla hasta dormido.
- Como la haga Lockhart entonces Filch ya puede ir preparando el funeral de la gata.
—Disculpe —dijo Snape con frialdad—, pero creo que el profesor de Pociones de este colegio soy yo.
- Mira por una vez apoyo a Snape, dale duro, Quejicus. – La única respuesta que recibió fue una mirada fulminante.
Hubo un silencio incómodo.
- Ese es el momento idóneo para desaparecer de allí.
- ¿bromeas? Que se queden, si snape va a matar a Lockhart tenemos que escucharlo. – Hubo un coro de aprobación tras esa frase.
—Podéis iros —dijo Dumbledore a Harry, Ron y Hermione.
Se fueron deprisa pero sin correr. Cuando estuvieron un piso más arriba del despacho de Lockhart, entraron en un aula vacía y cerraron la puerta con cuidado. Harry miró las caras ensombrecidas de sus amigos.
- ¿No podíais ir directamente al dormitorio? Seguro que se meten en algún otro lio. – Se quejó Molly en voz alta de forma exasperada.
—¿Creéis que tendría que haberles hablado de la voz que oí?
- ¿Quieres acabar con una camisa de fuerza?
—No —dijo Ron sin dudar—. Oír voces que nadie puede oír no es buena señal, ni siquiera en el mundo de los magos.
Había algo en la voz de Ron que hizo que Harry le preguntase:
—Tú me crees, ¿verdad?
—Por supuesto —contestó Ron rápidamente—. Pero... tienes que admitir que parece raro...
- Todo a vuestro alrededor es raro – dijo Jean – si podéis aceptar cuadros que hablan, escaleras que se mueven y fantasmas que celebran su cumpleaños de muerte, ¿Por qué es tan raro que alguien escuche voces?
—Sí, ya sé que parece raro —admitió Harry—. Todo el asunto es muy raro. ¿Qué era lo que estaba escrito en el muro? «La cámara ha sido abierta.» ¿Qué querrá decir?
- Pues que la cámara ha sido abierta – dijo Sirius – si es que Harry hay que explicártelo todo.
—El caso es que me suena un poco —dijo Ron despacio—. Creo que alguien me contó una vez una historia de que había una cámara secreta en Hogwarts...; a lo mejor fue Bill.
- Que Harry no lo sepa vale, pero que tú y Hermione no os acordarais… esa es una de las leyendas más famosas de Hogwarts.
- Pues muchos en la sala no sabían a qué se refería el título del libro hace un rato.
—¿Y qué demonios es un squib? —preguntó Harry.
- Pobre e ingenuo Harry, siempre se nos olvida que no sabe las cosas mas básicas.
Para sorpresa de Harry, Ron ahogó una risita.
Como unos cuantos habían hecho al leerlo.
—Bueno, no es que sea divertido realmente... pero tal como es Filch... —dijo—. Un squib es alguien nacido en una familia de magos, pero que no tiene poderes mágicos. Todo lo contrario a los magos hijos de familia muggle, sólo que los squibs son casos muy raros. Si Filch está tratando de aprender magia mediante un curso de Embrujorrápid, seguro que es un squib. Eso explica muchas cosas, como que odie tanto a los estudiantes. —Ron sonrió con satisfacción—. Es un amargado.
Ron alzó la mano – que quede claro que no tengo nada contra los squibs, es solo en el caso de Filch en el que puede haber alguna burla al respecto.
- Lo mismo para nosotros. – Apoyaron los Merodeadores y los gemelos.
De algún lugar llegó el sonido de un reloj.
—Es medianoche —señaló Harry—. Es mejor que nos vayamos a dormir antes de que Snape nos encuentre y quiera acusarnos de algo más.
- Nah, está muy ocupado matando a Lockhart, mientras los otros profes intentan separarlos y Dumbeldore y McGonagall miran.
Durante unos días, en la escuela no se habló de otra cosa que de lo que le habían hecho a la Señora Norris. Filch mantenía vivo el recuerdo en la memoria de todos haciendo guardia en el punto en que la habían encontrado, como si pensara que el culpable volvería al escenario del crimen.
- Y si el culpable vuelve? Como piensa detenerle?
- A lo mejor solo se conforma con compartir el mismo destino que se querida gata.
Harry le había visto fregar la inscripción del muro con el Quitamanchas mágico multiusos de la señora Skower, pero no había servido de nada: las palabras seguían tan brillantes como el primer día. Cuando Filch no vigilaba el escenario del crimen, merodeaba por los corredores con los ojos enrojecidos, ensañándose con estudiantes que no tenían ninguna culpa e intentando castigarlos por faltas imaginarias como «respirar demasiado fuerte» o «estar contento».
- ¡Como osáis estar contentos, es imperdonable, que le corten la cabeza!
- El pobre Darth Vader fue expulsado de hogwarts por respirar demasiado fuerte… - bromeo Will, mientras los que sabían algo de cultura muggle se reían y los demás le miraban raro.
Ginny Weasley parecía muy afectada por el destino de la Señora Norris. Según
Ron, era una gran amante de los gatos.
La mayoría se giró a mirar incrédulos a Ginny.
- Por muy amante de los gatos que seas, ese bicho no cuenta.
- No era por eso, Ron solo es un tonto exagerado. – No muchos notaron el ligero temblor en su voz, distraídos por Ron que había gritado un "eh!" indignado.
—Pero si no conocías a la Señora Norris —le dijo Ron para animarla—. La verdad es que estamos mucho mejor sin ella. —A Ginny le tembló el labio—. Cosas como éstas no suelen suceder en Hogwarts.
- ¿Estás seguro de esa afirmación? Quizá quieras replanteártela. – Sugirió Neville mirando fijamente al trío dorado.
Atraparán al que haya sido y lo echarán de aquí inmediatamente. Sólo espero que le dé tiempo a petrificar a Filch antes de que lo expulsen. Esto es broma... añadió apresuradamente, al ver que Ginny se ponía blanca.
- Ronald, que bestia eres hijo, no tienes remedio. – Murmuró Arthur negando con la cabeza.
- No tienes tacto ni cuando lo haces sin querer – le susurró Hermione.
Aquel acto vandálico también había afectado a Hermione. Ya era habitual en ella pasar mucho tiempo leyendo, pero ahora prácticamente no hacía otra cosa. Cuando le preguntaban qué buscaba, no obtenían respuesta, y tuvieron que esperar al miércoles siguiente para enterarse.
- La paciencia es una virtud chicos. – Espetó Hermione.
- Pero Hermione llegaste a dormir abrazada a los libros, si es que dormías…
- No soporto no saber algo
- Lo sabemos – respondieron todos sus compañeros al unisono.
Harry se había tenido que quedar después de la clase de Pociones, porque Snape le había mandado limpiar los gusanos de los pupitres. Tras comer apresuradamente, subió para encontrarse con Ron en la biblioteca, donde vio a Justin Finch-Fletchey, el chico de la casa de Hufflepuff con el que coincidían en Herbología, que se le acercaba. Harry acababa de abrir la boca para decir «hola» cuando Justin lo vio, cambió de repente de rumbo y se marchó deprisa en sentido opuesto.
- Que poco ha durado esa fugaz amistad… ¿No se supone que los Hufflepuff son amigables y leales y confían ciegamente en sus amigos? – Dijo Sirius irritado.
- Tampoco te pases – le contestó Tonks dándole un codazo en las costillas, - no es como si fuéramos haciéndonos amigos de todo el mundo y confiando en cualquier cosa.
- Además tampoco es que fuéramos tan amigos – añadió Harry.
Harry encontró a Ron al fondo de la biblioteca, midiendo sus deberes de Historia de la Magia. El profesor Binns les había mandado un trabajo de un metro de largo sobre «La Asamblea Medieval de Magos de Europa».
Sirius y James cayeron mágicamente en un profundo sueño cual Bella Durmiente con solo escuchar esas palabras.
—No puede ser, todavía me quedan veinte centímetros... —dijo furioso Ron soltando el pergamino, que recuperó su forma de rollo— y Hermione ha llegado al metro y medio con su letra diminuta.
- Hermione eso es abusar.
- ¿De verdad Binns corrige los trabajos? Quiero decir que es un fantasma… no puede cogerlos o escribir…
—¿Dónde está? —preguntó Harry, cogiendo la cinta métrica y desenrollando su trabajo.
—En algún lado por allá —respondió Ron, señalando hacia las estanterías—. Buscando otro libro. Creo que quiere leerse la biblioteca entera antes de Navidad.
Harry le contó a Ron que Justin Finch-Fletchey lo había esquivado y se había alejado de él a toda prisa.
—No sé por qué te preocupa, si siempre has pensado que era un poco idiota —dijo Ron, escribiendo con la letra más grande que podía
- Aww Ronnie usas nuestros trucos – dijo Fred limpiándose una lagrimilla.
—. Todas esas tonterías sobre lo maravilloso que es Lockhart...
- Ahí teníamos que haber sospechado.
Hermione surgió de entre las estanterías. Parecía disgustada pero dispuesta a hablarles por fin.
—No queda ni uno de los ejemplares que había en el colegio; se han llevado la Historia de Hogwarts —dijo, sentándose junto a Harry y Ron—. Y hay una lista de espera de dos semanas. Lamento haberme dejado en casa mi ejemplar,
- ¿Cómo es posible que se te haya olvidado? Eso es blasfemia o pecado o algo para vosotros
- ¿Acaso sabes lo que es una blasfemia o un pecado Sirius?
- Nope, pero mi madre usaba esas palabras a menudo, he deducido que eran algo malo si estaban en su vocabulario.
pero con todos los libros de Lockhart, no me cabía en el baúl.
- Al final todo es culpa de Lockhart.
—¿Para qué lo quieres? —le preguntó Harry.
—Para lo mismo que el resto de la gente —contestó Hermione—: para leer la leyenda de la Cámara de los Secretos.
—¿Qué es eso? —preguntó Harry al instante.
- ¿Te acuerdas de esa inscripción en rojo sangre que encontrasteis los tres junto con un gato petrificado en Halloween y de la que todo el mundo está hablando? Estas lento Harry.
—Eso quisiera yo saber. Pero no lo recuerdo
- ¡Imposible! Has perdido facultades
—contestó Hermione, mordiéndose el labio—. Y no consigo encontrar la historia en ningún otro lado.
—Hermione, déjame leer tu trabajo —le pidió Ron desesperado, mirando el reloj.
- Aquí cada loco con su tema.
—No, no quiero —dijo Hermione, repentinamente severa—. Has tenido diez días para acabarlo.
—Sólo me faltan seis centímetros, venga.
Sonó la campana. Ron y Hermione se encaminaron al aula de Historia de la Magia, discutiendo.
- Hay cosas que no cambiaran nunca – murmuró Harry.
Historia de la Magia era la asignatura más aburrida de todas. El profesor Binns, que la impartía, era el único profesor fantasma que tenían, y lo más emocionante que sucedía en sus clases era su entrada en el aula, a través de la pizarra. Viejo y consumido, mucha gente decía de él que no se había dado cuenta de que se había muerto.
- Creo que sí que lo sabe pero no quiere aceptarlo.
- Pues no estaría mal tener un profesor nuevo que le aporte algo de vidilla a la asignatura.
- Ba dum tss – Jack imitó el sonido de una batería.
Simplemente, un día se había levantado para ir a dar clase, y se había dejado el cuerpo en una butaca, delante de la chimenea de la sala de profesores. Desde entonces, había seguido la misma rutina sin la más leve variación.
Aquel día fue igual de aburrido. El profesor Binns abrió sus apuntes y los leyó con un sonsonete monótono, como el de una aspiradora vieja, hasta que casi toda la clase hubo entrado en un sopor profundo,
Estado en el que también se encontraban Sirius y James.
sólo alterado de vez en cuando el tiempo suficiente para tomar nota de un nombre o de una fecha, y volver a adormecerse. Llevaba una media hora hablando cuando ocurrió algo insólito: Hermione alzó la mano.
- ¡Milagro!
- Es Hermione, tampoco es tan raro que levante la mano.
- Nadie levanta la mano en esa asignatura, ni siquiera Hermione.
El profesor Binns, levantando la vista a mitad de una lección horrorosamente aburrida sobre la Convención Internacional de Brujos de 1289, pareció sorprendido.
—¿Señorita...?
- ¿En serio no se sabe los nombres de los alumnos?
—Granger, profesor. Pensaba que quizá usted pudiera hablarnos sobre la Cámara de los Secretos —dijo Hermione con voz clara.
- A simple vista parece una buena idea… pero sabes lo que piensa Binns de las leyendas…
Dean Thomas, que había permanecido boquiabierto, mirando por la ventana, salió de su trance dando un respingo. Lavender Brown levantó la cabeza y a Neville le resbaló el codo de la mesa.
El profesor Binns parpadeó.
- Has conseguido sorprender a Binns y despertar a toda la clase, eres buena.
—Mi disciplina es la Historia de la Magia —dijo con su voz seca, jadeante—. Me ocupo de los hechos, señorita Granger, no de los mitos ni de las leyendas. —Se aclaró la garganta con un pequeño ruido que fue como un chirrido de tiza, y prosiguió—: En septiembre de aquel año, un subcomité de hechiceros sardos...
Balbució y se detuvo. De nuevo, en el aire, se agitaba la mano de Hermione.
- No te vas a librar tan fácilmente fantasmita, jajaja – Rio Sirius que también se habia despertado.
—¿Señorita Grant?
—Disculpe, señor, ¿no tienen siempre las leyendas una base real?
- ¡Zas! ¿Como responderá Binns ha ese golpe?
El profesor Binns la miraba con tal estupor, que Harry adivinó que ningún estudiante lo había interrumpido nunca, ni estando vivo ni estando muerto.
- Siempre hay una primera vez para todo.
—Veamos —dijo lentamente el profesor Binns—, sí, creo que eso se podría discutir. —Miró a Hermione como si nunca hubiera visto bien a un estudiante—. Sin embargo, la leyenda por la que usted me pregunta es una patraña hasta tal punto exagerada, yo diría incluso absurda...
Salazar bufó por lo bajo ligeramente ofendido.
La clase entera estaba ahora pendiente de las palabras del profesor Binns; éste miró a sus alumnos y vio que todas las caras estaban vueltas hacia él. Harry se sentía completamente desconcertado al ver unas muestras de interés tan inusitadas.
- Es que la clase ha dado un giro muy inesperado, quien habría dicho que algo interesante podía salir de la boca de ese fantasma.
- Por no hablar de que saber la leyenda de la cámara podría ayudaros a sobrevivir a este curso.
- Bueno… la leyenda en si tampoco es que ayudara mucho. – Susurró Ron por lo bajo, preocupando a los adultos a su alrededor.
—Muy bien —dijo despacio—. Veamos... la Cámara de los Secretos... Todos ustedes saben, naturalmente, que Hogwarts fue fundado hace unos mil años (no sabemos con certeza la fecha exacta)
- ¿Quieren saberla? Pues fue en el año… Auch, Rowena, eso ha dolido.
- No estropees el misterio…
- Nooo, queremos saberlo.
- Tendréis que descubrirlo de otra forma, esto es hacer trampas.
por los cuatro brujos más importantes de la época.
- Oh, oh, oh, ¿creéis que seremos nosotros? – Empezó Godric entusiasmado haciendo reír a todos.
Las cuatro casas del colegio reciben su nombre de ellos: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin.
- ¿Habéis oído?, ¡somos los más grandes! Toma esa Merlín.
- Ha dicho de la época Godric…
- Siempre arruinando la diversión – contestó él poniendo cara de cachorro bajo la lluvia.
Los cuatro juntos construyeron este castillo,
- Bueno también hubo obreros y esas cosas ayudando. – Añadió Helga sonriendo. – No lo hicimos todo nosotros mismos.
- Dice la que nos hacia trabajar desde el amanecer hasta el atardecer.
- Tampoco exageres.
lejos de las miradas indiscretas de los muggles, dado que aquélla era una época en que la gente tenía miedo a la magia, y los magos y las brujas sufrían persecución.
- Se ponen un poco pesados.
- A veces hasta son divertidos.
Se detuvo, miró a la clase con los ojos empañados y continuó:
—Durante algunos años, los fundadores trabajaron conjuntamente en armonía, buscando jóvenes que dieran muestras de aptitud para la magia y trayéndolos al castillo para educarlos. Pero luego surgieron desacuerdos entre ellos y se produjo una ruptura entre Slytherin y los demás.
- Como no – murmuraron Sirius, James y Ron, pero se callaron cuando Remus, Lily, Hermione y Harry les miraron mal. Mientras tanto por otro lado:
- ¿Qué? ¿Por qué íbamos a pelearnos?
- Salazar, hermano, ¿qué ha pasado? ¿te hemos hecho algo? ¿Te molesto que me comiera tu postre?
- Os acordáis de que eso todavía no ha pasado verdad? Algo malo tuvo que pasar.
Slytherin deseaba ser más selectivo con los estudiantes que se admitían en Hogwarts. Pensaba que la enseñanza de la magia debería reservarse para las familias de magos. Lo desagradaba tener alumnos de familia muggle, porque no los creía dignos de confianza. Un día se produjo una seria disputa al respecto entre Slytherin y Gryffindor, y Slytherin abandonó el colegio.
- Nunca me han gustado los muggles, pero no como para una disputa así… - dijo Salazar confuso.
- Quizá con la edad te volviste más gruñón todavía. – Propuso Helga que observaba a los dos hombres preocupada.
- Es posible que pasara algo más que no haya transcendido en las leyendas. – Reflexiono Rowena.
- Ciertamente es muy posible. – intervino Dumbledore. – La casa Slytherin ha sido conocida durante mucho tiempo por su desprecio hacia los muggles y los hijos de muggles, puede que por eso solo esa parte de la leyenda haya llegado hasta nosotros.
- No importa, yo tengo fe en ti hermano, solucionaremos esto. – Declaró Godric rotundamente y Helga y Rowena asintieron sonriéndole a su amigo, que les devolvió la sonrisa.
- Ver esto me hace preguntarme cómo es posible que las casas puedan llevarse tan mal entre ellas más allá de una sana rivalidad. – Dijo Remus.
- En nuestra época este tema ha mejorado mucho – le respondió su hija.
El profesor Binns se detuvo de nuevo y frunció la boca, como una tortuga vieja llena de arrugas.
—Esto es lo que nos dicen las fuentes históricas fidedignas —dijo—, pero estos simples hechos quedaron ocultos tras la leyenda fantástica de la Cámara de los Secretos. La leyenda nos dice que Slytherin había construido en el castillo una cámara oculta, de la que no sabían nada los otros fundadores.
»Slytherin, según la leyenda, selló la Cámara de los Secretos para que nadie la pudiera abrir hasta que llegara al colegio su auténtico heredero. Sólo el heredero podría abrir la Cámara de los Secretos, desencadenar el horror que contiene y usarlo para librar al colegio de todos los que no tienen derecho a aprender magia.
- Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw, Slytherin, hace mucho tiempo las cuatro casas vivían juntas en armonía, pero todo eso cambió cuando a Salazar se le fue la olla.
- Pensándolo bien, si has hecho algo así puede que tenga algo menos de fe en ti… ¡pero con cariño eh!
Cuando terminó de contar la historia, se hizo el silencio, pero no era el silencio habitual, soporífero, de las clases del profesor Binns. Flotaba en el aire un desasosiego, y todo el mundo le seguía mirando, esperando que continuara. El profesor Binns parecía levemente molesto.
—Por supuesto, esta historia es un completo disparate —añadió—. Naturalmente, el colegio entero ha sido registrado varias veces en busca de la cámara, por los magos mejor preparados. No existe. Es un cuento inventado para asustar a los crédulos.
Salazar se rió por lo bajo – como si cualquiera pudiera encontrar mi cámara. – Toda la sala le miraba fijamente pero él no añadió nada más.
- Espera, ¿significa eso que ya has construido esa cámara?
- Pero si aun no nos hemos peleado.
- Si, ya la he construido, pero no tenía en mente algo como lo que dice la leyenda. Supongo que eso se me ocurrirá después. Pero no os molestéis en buscar, aunque la encontréis no podréis entrar sin mí.
- ¿Es eso un reto? – Preguntó Godric sonriendo arrogante, Salazar le devolvió una mirada todavía más arrogante sabiendo que su amigo no podría entrar por mucho que lo intentara.
Hermione volvió a levantar la mano.
- ¡tres veces el mismo día! Si Binns no estuviera ya muerto le daría un ataque.
—Profesor..., ¿a qué se refiere usted exactamente al decir «el horror que contiene» la cámara?
—Se cree que es algún tipo de monstruo, al que sólo podrá dominar el heredero de
Slytherin —explicó el profesor Binns con su voz seca y aflautada.
Los que sabían lo que era el horror de la cámara intercambiaron miradas nerviosas que no pasaron desapercibidas para todos.
Mientras tanto Godric, Helga y Rowena miraban entre curiosos y rozando el enfado a Salazar.
- Os dije que necesitaba guardar algo ahí. – Se excusó este levantando las manos.
- ¿un monstruo que puedes usar para matar a los alumnos?
- Por algo tengo que tenerlo encerrado…
- ¿Qué es?
- Spoiler Alert – interrumpió Teddy. La mayoría le miraron extrañados pero consiguió parar la conversación y seguir con la lectura.
La clase intercambió miradas nerviosas.
—Pero ya les digo que no existe —añadió el profesor Binns, revolviendo en sus apuntes—. No hay tal cámara ni tal monstruo.
- Que poca fe, vive en el mundo de la magia, tan difícil es imaginar que hay una cámara con un monstruo en un castillo antiguo y encantado… Todos nosotros lo hemos aceptado bastante rápido.
—Pero, profesor —comentó Seamus Finnigan—, si sólo el auténtico heredero de Slytherin puede abrir la cámara, nadie más podría encontrarla, ¿no?
- Exacto. – Afirmó Salazar sonriendo a pesar de todo.
—Tonterías, O'Flaherty —repuso el profesor Binns en tono algo airado—, si una larga sucesión de directores de Hogwarts no la han encontrado...
—Pero, profesor —intervino Parvati Patil—, probablemente haya que emplear magia negra para abrirla...
- No exactamente. Bueno yo no lo considero magia negra al menos. – Muchos le miraron escépticos a pesar de que no tenían ni idea de cuál era el método para entrar, por lo que sabían podía ser una simple contraseña.
—El hecho de que un mago no utilice la magia negra no quiere decir que no pueda emplearla, señorita Patati —le interrumpió el profesor Binns—. Insisto, si los predecesores de Dumbledore...
—Pero tal vez sea preciso estar relacionado con Slytherin, y por eso Dumbledore no podría… —apuntó Dean Thomas, pero el profesor Binns ya estaba harto.
- Y vuelven a acertar.
- Tienes buenos alumnos ahí Godric.
- Es que tienen una gran jefa de casa. – Respondió Godric sonriendo caballerosamente a McGonagall.
- Hacerme la pelota no funciona conmigo señor Gryffindor, como podrán asegurarle muchos de los presentes. – Dijo ella pero le devolvió la sonrisa.
—Ya basta —dijo bruscamente—. ¡Es un mito! ¡No existe! ¡No hay el menor indicio de que Slytherin construyera semejante cuarto trastero!
Salazar puso cara de ofendió y se llevo una mano al pecho, - ¡ha llamado cuarto trastero a mi cámara!
- Y luego yo soy el dramático. – Dijo Godric.
Me arrepiento de haberles relatado una leyenda tan absurda. Ahora volvamos, por favor, a la historia, a los hechos evidentes, creíbles y comprobables.
Y en cinco minutos, la clase se sumergió de nuevo en su sopor habitual.
- Y el hechizo se ha roto.
· · ·
—Ya sabía que Salazar Slytherin era un viejo chiflado y retorcido —dijo Ron a Harry y Hermione,
Salazar dirigió su mirada ofendida (y excesivamente dramática) hacia Ron que se encogió en el sitio.
mientras se abrían camino por los abarrotados corredores al término de las clases, para dejar las bolsas en la habitación antes de ir a cenar—. Pero lo que no sabía es que hubiera sido él quien empezó todo este asunto de la limpieza de sangre. No me quedaría en su casa aunque me pagaran. Sinceramente, si el Sombrero Seleccionador hubiera querido mandarme a Slytherin, yo me habría vuelto derecho a casa en el tren.
- Tampoco es eso, la casa en si no tiene nada de malo, ninguna casa es mala, son diferentes y aportan algo distinto a la escuela y los alumnos. Lo que está podrido es la sociedad.
Hermione asintió entusiasmada con la cabeza, pero Harry no dijo nada. Tenía el corazón encogido de la angustia.
Harry no había dicho nunca a Ron y Hermione que el Sombrero Seleccionador había considerado seriamente la posibilidad de enviarlo a Slytherin. Recordaba, como si hubiera ocurrido el día anterior, la vocecita que le había hablado al oído cuando, un año antes, se había puesto el Sombrero Seleccionador.
Podrías ser muy grande, ¿sabes?, lo tienes todo en tu cabeza y Slytherin te ayudaría en el camino hacia la grandeza. No hay dudas, ¿verdad?
- Lo cierto es que si que tienes algunas de las características que se asocian con los Slytherin, por lo menos son las buenas… - Sirius sorprendió a la sala con ese comentario haciendo sonreír a su prima Andromeda que era para Sirius (y la mayoría de la sala) el ejemplo de un Slytherin de verdad, de los que no están excesivamente corrompidos por la creencia en la pureza de sangre, o al menos no le dan demasiada importancia.
Pero Harry, que ya conocía la reputación de la casa de Slytherin por los brujos de magia negra que salían de ella, había pensado desesperadamente «¡Slytherin no!», y el sombrero había terminado diciendo:
- Solo habías conocido a Malfoy, no es como si todos los Slytherin fueran como él… Solo la mayoría.
Bueno, si estás seguro, mejor que seas ¡GRYFFINDOR!
- Puede que tengas habilidades que le gusten aquí a Salazarin pero también eres un gran Gryffindor. – Le dijo Godric sonriendo ampliamente.
Mientras caminaban empujados por la multitud, pasó Colin Creevey.
- ¡Alerta de fanboy! Retirada estratégica.
—¡Eh, Harry!
—¡Hola, Colin! —dijo Harry sin darse cuenta.
—Harry, Harry.., en mi clase un chaval ha estado diciendo que tú eres...
Pero Colin era demasiado pequeño para luchar contra la marea de gente que lo llevaba hacia el Gran Comedor.
- Pobrecillo – se compadeció Molly con un pequeña sonrisa.
Le oyeron chillar:
—¡Hasta luego, Harry! —Y desapareció.
—¿Qué es lo que dice sobre ti un chaval de su clase? —preguntó Hermione.
- Que tiene una sonrisa arrebatadora – dijo Fred – ¿a que si Ginny?
—Que soy el heredero de Slytherin, supongo —dijo Harry, y el corazón se le encogió un poco más al recordar cómo lo había rehuido Justin Finch-Fletchley a la hora de la comida.
Salazar observó atentamente a todos los Potter.
- Podría ser posible… - Comentó – pero creo que realmente no soy el fundador al que más se parece vuestra familia, en el caso de que alguien aquí sea alguno de nuestros descendientes – lo formuló como una pregunta, como si alguno de los presentes de repente fuera a levantarse y contarles que es uno de sus herederos, de los otros tres claro porque Salazar dudaba que su propio heredero se encontrara en la sala con lo que estaba pasando en el libro.
—La gente aquí es capaz de creerse cualquier cosa —dijo Ron, con disgusto.
- No creas, una vez intenté explicarle a un amigo cómo funcionaba la televisión de los muggles y no me creyó.
- ¿Qué es una veletision?
- Esa palabra ni siquiera se parece a lo que yo he dicho…
La masa de alumnos se aclaró, y consiguieron subir sin dificultad al siguiente rellano.
—¿Crees que realmente hay una Cámara de los Secretos? —preguntó Ron a Hermione. —No lo sé —respondió ella, frunciendo el entrecejo—. Dumbledore no fue capaz de curar a la Señora Norris, y eso me hace sospechar que quienquiera que la atacase no debía de ser..., bueno..., humano.
- Ya te digo – susurró Hermione, mientras los que sabían que era el monstruo contenían un escalofrío.
Al doblar la esquina se encontraron en un extremo del mismo corredor en que había tenido lugar la agresión. Se detuvieron y miraron. El lugar estaba tal como lo habían encontrado aquella noche, salvo que ningún gato tieso colgaba de la argolla en que se fijaba la antorcha, y que había una silla apoyada contra la pared del mensaje: «La cámara ha sido abierta.»
—Aquí es donde Filch ha estado haciendo guardia —dijo Ron.
- ¿Realmente cree que va a descubrir algo estando ahí parado mirando la pared?
Se miraron unos a otros. El corredor se encontraba desierto.
—No hay nada malo en echar un vistazo —dijo Harry, dejando la bolsa en el suelo y poniéndose a gatear en busca de alguna pista.
- Así es como siempre os metéis en líos, ¿es que no podéis estaros quietos un ratito?
—¡Esto está chamuscado! —dijo—. ¡Aquí... y aquí!
—¡Ven y mira esto! —dijo Hermione—. Es extraño.
Harry se levantó y se acercó a la ventana más próxima a la inscripción de la pared. Hermione señalaba al cristal superior, por donde una veintena de arañas estaban escabulléndose, según parecía tratando de penetrar por una pequeña grieta en el cristal.
Un hilo largo y plateado colgaba como una soga, y daba la impresión de que las arañas lo habían utilizado para salir apresuradamente.
- ¡Odio las arañas! – Se quejaron a la vez Ron y Alex.
—¿Habíais visto alguna vez que las arañas se comportaran así? —preguntó Hermione, perpleja.
—Yo no —dijo Harry—. ¿Y tú, Ron? ¿Ron?
Volvió la cabeza hacia su amigo. Ron había retrocedido y parecía estar luchando contra el impulso de salir corriendo.
—¿Qué pasa? —le preguntó Harry.
—No... no me gustan... las arañas —dijo Ron, nervioso.
- Es eso es el eufemismo del siglo.
—No lo sabía —dijo Hermione, mirando sorprendida a Ron—. Has usado arañas muchas veces en la clase de Pociones...
—Si están muertas no me importa —explicó Ron, quien tenía la precaución de mirar a cualquier parte menos a la ventana—. No soporto la manera en que se mueven.
- Son demasiado asquerosas.
Hermione soltó una risita tonta.
- Hermione eso es cruel – la regañó su madre – seguro que a ti no te gustaría que se rieran de tus miedos.
- Además el miedo a las arañas está muy justificado – añadió su padre – como han dicho antes son asquerosas.
—No tiene nada de divertido —dijo Ron impetuosamente—. Si quieres saberlo, cuando yo tenía tres años, Fred convirtió mi... mi osito de peluche en una araña grande y asquerosa porque yo le había roto su escoba de juguete. A ti tampoco te harían gracia si estando con tu osito, le hubieran salido de repente muchas patas y...
- ¡Fred! – gritó su madre.
- Fue magia accidental – se quejó él.
- No importa, discúlpate con tu hermano.
- Lo siento Ronnie.
Dejó de hablar, estremecido. Era evidente que Hermione seguía aguantándose la risa. Pensando que sería mejor cambiar de tema, Harry dijo:
—¿Recordáis toda aquella agua en el suelo? ¿De dónde vendría? Alguien ha pasado la fregona.
- Claro, no lo iban a dejar todo encharcado.
—Estaba por aquí —dijo Ron, recobrándose y caminando unos pasos más allá de la silla de Filch para indicárselo—, a la altura de esta puerta.
Asió el pomo metálico de la puerta, pero retiró la mano inmediatamente, como si se hubiera quemado.
—¿Qué pasa? —preguntó Harry
—No puedo entrar ahí —dijo Ron bruscamente—, es un aseo de chicas.
- Dulce inocencia – dijo James suspirando teatralmente, hasta que Lily le dio un codazo en las costillas.
—Pero Ron, si no habrá nadie dentro —dijo Hermione, poniéndose derecha y acercándose—; aquí es donde está Myrtle la Llorona. Venga, echemos un vistazo.
Y sin hacer caso del letrero de «No funciona», Hermione abrió la puerta.
Era el cuarto de baño más triste y deprimente en que Harry había puesto nunca los pies. Debajo de un espejo grande, quebrado y manchado, había una fila de lavabos de piedra en muy mal estado. El suelo estaba mojado y reflejaba la luz triste que daban las llamas de unas pocas velas que se consumían en sus palmatorias. Las puertas de los retretes estaban rayadas y rotas, y una colgaba fuera de los goznes.
Hermione les pidió silencio con un dedo en los labios y se fue hasta el último retrete. Cuando llegó, dijo:
—Hola, Myrtle, ¿qué tal?
Harry y Ron se acercaron a ver. Myrtle la Llorona estaba sobre la cisterna del
retrete, reventándose un grano de la barbilla.
- Ya es la segunda vez que sale Myrtle, estará contenta con la atención.
—Esto es un aseo de chicas —dijo, mirando con recelo a Harry y Ron—. Y ellos
no son chicas.
- Muy observadora.
—No —confirmé Hermione—. Sólo quería enseñarles lo... lo bien que se está aquí.
Con la mano, indicó vagamente el espejo viejo y sucio, y el suelo húmedo.
- Es el paraíso, creo que lo voy a elegir como destino vacacional.
—Pregúntale si vio algo —dijo Harry a Hermione, sin pronunciar, para que le leyera en los labios.
- Mala idea…
—¿Qué murmuras? —le preguntó Myrtle, mirándole.
—Nada —se apresuró a decir Harry—. Queríamos preguntar...
—¡Me gustaría que la gente dejara de hablar a mis espaldas! —dijo Myrtle, con la voz ahogada por las lágrimas—. Tengo sentimientos, ¿sabéis?, aunque esté muerta.
—Myrtle, nadie quiere molestarte —dijo Hermione—. Harry sólo...
—¡Nadie quiere molestarme! ¡Ésta sí que es buena! —gimió Myrtle—. ¡Mi vida en este lugar no fue más que miseria, y ahora la gente viene aquí a amargarme la muerte!
- Te lo dije
- ¿El qué?
- Da igual…
—Queríamos preguntarte si habías visto últimamente algo raro —dijo Hermione dándose prisa—. Porque la noche de Halloween agredieron a un gato justo al otro lado de tu puerta.
—¿Viste a alguien por aquí aquella noche? —le preguntó Harry.
—No me fijé —dijo Myrtle con afectación—. Me dolió tanto lo que dijo Peeves, que vine aquí e intenté suicidarme. Luego, claro, recordé que estoy..., que estoy...
—Muerta ya —dijo Ron,
- Tacto, Ron, t-a-c-t-o.
con la intención de ayudar.
- Bueno, la intención es lo que cuenta.
Myrtle sollozó trágicamente, se elevó en el aire, se volvió y se sumergió de cabeza en la taza del retrete, salpicándoles, y desapareció de la vista; a juzgar por la procedencia de sus sollozos ahogados, debía de estar en algún lugar del sifón.
- Drama Queen…
- Estar muerto y vivir en un baño debe ser muy aburrido.
Harry y Ron se quedaron con la boca abierta, pero Hermione, que ya estaba harta, se encogió de hombros, y les dijo:
—Tratándose de Myrtle, esto es casi estar alegre. Bueno, vámonos...
Harry acababa de cerrar la puerta a los sollozos gorjeantes de Myrtle, cuando una potente voz les hizo dar un respingo a los tres.
—¡RON!
Percy Weasley, con su resplandeciente insignia de prefecto, se había detenido al final de las escaleras, con una expresión de susto en la cara.
- Ha heredado tus pulmones Molly.
—¡Esos son los aseos de las chicas! —gritó—. ¿Qué estás haciendo?
- Admirar la arquitectura.
—Sólo echaba un vistazo —dijo Ron, encogiéndose de hombros—. Buscando pistas, ya sabes...
Percy parecía a punto de estallar. A Harry le recordó mucho a la señora Weasley.
- Mira Harry también lo piensa.
—Marchaos... fuera... de aquí... —dijo, caminando hacia ellos con paso firme y agitando los brazos para echarlos—. ¿No os dais cuenta de lo que podría parecer, volver a este lugar mientras todos están cenando?
- Ahí tiene razón.
- Pero está exagerando un poco.
—¿Por qué no podemos estar aquí? —repuso Ron acaloradamente, parándose de pronto y enfrentándose a Percy—. ¡Escucha, nosotros no le hemos tocado un pelo a ese gato!
—Eso es lo que dije a Ginny —dijo Percy con contundencia—, pero ella todavía cree que te van a expulsar. No la he visto nunca tan afectada, llorando amargamente. Podrías pensar un poco en ella, y además, todos los de primero están asustados.
- Y eso que todavía no había pasado nada realmente grave – comentó George intentando aligerar el ambiente. Mientras Bill y Charlie, que no se habían enterado muy bien de todo lo que había pasado ese año, miraban a Ginny con una ceja alzada, no recordaban haberla visto "llorar amargamente" desde que tenía unos 7 años.
—A ti no te preocupa Ginny —replicó Ron, enrojeciendo hasta las orejas—, a ti sólo te preocupa que yo eche a perder tus posibilidades de ser Representante del Colegio.
- ¡Zasca!
- Un bonito golpe bajo, que probablemente se acerque un poco a la verdad.
—¡Cinco puntos menos para Gryffindor! —dijo Percy secamente,
- ¡Traidor!
llevándose una mano a su insignia de prefecto—. ¡Y espero que esto te enseñe la lección! ¡Se acabó el hacer de detective, o de lo contrario escribiré a mamá!
- Los golpes bajo vuelan esta tarde…
Y se marchó con el paso firme y la nuca tan colorada como las orejas de Ron.
· · ·
Aquella noche, en la sala común, Harry, Ron y Hermione escogieron los asientos más alejados del de Percy. Ron estaba todavía de muy mal humor y seguía emborronando sus deberes de Encantamientos. Cuando, sin darse cuenta, cogió su varita mágica para quitar las manchas, el pergamino empezó a arder. Casi echando tanto humo como sus deberes, Ron cerró de golpe El libro reglamentario de hechizos (clase 2). Para sorpresa de Harry, Hermione lo imitó.
- ¡Habéis roto a Hermione! – Gritó Fred, pero todos le ignoraron.
—Pero ¿quién podría ser? —dijo con voz tranquila, como si continuara una conversación que hubieran estado manteniendo—. ¿Quién querría echar de Hogwarts a todos los squibs y los de familia muggle?
- La pregunta del milenio…
- Tenéis unas cuantas posibilidades.
—Pensemos —dijo Harry con simulado desconcierto—. ¿Conocemos a alguien que piense que los que vienen de familia muggle son escoria?
Miró a Hermione. Hermione miró hacia atrás, poco convencida.
—Si te refieres a Malfoy...
- No es lo suficientemente listo, solo tiene 12 años y no es más que un mocoso que busca atención.
—¡Naturalmente! —dijo Ron—. Ya lo oísteis: «¡Los próximos seréis los sangre sucia!» Venga, no hay más que ver su asquerosa cara de rata para saber que es él...
—¿Malfoy, el heredero de Slytherin? —dijo escépticamente Hermione.
—Fíjate en su familia —dijo Harry, cerrando también sus libros—. Todos han pertenecido a Slytherin, él siempre alardea de ello.
- Muchas familias antiguas llevan perteneciendo a Slytherin desde hace generaciones. – Dijo Andromeda
Podrían perfectamente ser descendientes del mismo Slytherin.
- En realidad cualquiera podría serlo, hay millones de posibilidades.
- ¿Cuántos hijos secretos tienes Salazar?
Su padre es un verdadero malvado.
- Eso no hay quien lo niegue, jajajaja.
—¡Podrían haber conservado durante siglos la llave de la Cámara de los Secretos! —dijo Ron—. Pasándosela de padres a hijos...
—Bueno —dijo cautamente Hermione—, supongo que puede ser.
- Siempre hay que considerar todas las hipótesis. – Dijo Ojoloco – incluso las más inverosímiles.
—Pero ¿cómo podríamos demostrarlo? —preguntó Harry; en tono de misterio.
- Ahí está el quid de la cuestión.
—Habría una manera —dijo Hermione hablando despacio, bajando aún más la voz y echando una fugaz mirada a Percy—. Por supuesto, sería difícil. Y peligroso, muy peligroso. Calculo que quebrantaríamos unas cincuenta normas del colegio.
- ¿Pero cuantas normas tiene mi colegio? – Gritó Godric horrorizado.
- ¿Pero qué narices estáis pensando? – Gritaron Lily y Molly irritadas. Mientras James y Sirius les miraban entusiasmado.
—Sí, dentro de un mes más o menos, te parece que podrías empezar a explicárnoslo, háznoslo saber, ¿vale? —dijo Ron, airado.
- Relájate hermano, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento y el sufrimiento… no se… te llevara a otro sitio supongo.
—De acuerdo —repuso fríamente Hermione—. Lo que tendríamos que hacer es entrar en la sala común de Slytherin y hacerle a Malfoy algunas preguntas sin que sospeche que somos nosotros.
—Pero eso es imposible —dijo Harry, mientras Ron se reía.
—No, no lo es —repuso Hermione—. Lo único que nos haría falta es una poción
multijugos.
- No te conformas con cosas pequeñas, eh Hermione. Tú vas a lo grande.
—¿Qué es eso? —preguntaron a la vez Harry y Ron.
- Que Harry no lo sepa vale, pero tu Ron has tenido que oír hablar de esa poción.
—Snape la mencionó en clase hace unas semanas.
—¿Piensas que no tenemos nada mejor que hacer en la clase de Pociones que escuchar a Snape? —dijo Ron.
- En realidad tampoco hay nada mejor que hacer.
- Hasta mirar al techo sin más debe ser mejor que escuchar a Snape.
—Esa poción lo transforma a uno en otra persona. ¡Pensad en ello! Nos podríamos convertir en tres estudiantes de Slytherin. Nadie nos reconocería. Y seguramente Malfoy nos diría algo. Lo más probable es que ahora mismo esté alardeando de ello en la sala común de Slytherin.
- Es un buen plan. – Dijo Lily – pero potencialmente peligroso. – Añadió preocupada.
—Esto del multijugos me parece un poco peligroso —dijo Ron, frunciendo el entrecejo—. ¿Y si nos quedamos para siempre convertidos en tres de Slytherin?
- Siempre puedes cambiar el color de la corbata del uniforme y pasarte a otra casa.
- O ir a la enfermería y suplicar clemencia.
—El efecto se pasa después de un rato —dijo Hermione, haciendo un gesto con la mano como para descartar ese inconveniente—, pero lo realmente difícil será conseguir la receta. Snape dijo que se encontraba en un libro llamado Moste Potente Potions que se encuentra en la Sección Prohibida de la biblioteca.
- Es imposible que consigáis el libro, los ingredientes y hacer la poción correctamente.
- Y todo sin que salga algo mal.
Solamente había una manera de conseguir un libro de la Sección Prohibida: con el permiso por escrito de un profesor.
—Será difícil explicar para qué queremos ese libro si no es para hacer alguna de las pociones.
—Creo —dijo Hermione— que si consiguiéramos dar la impresión de que estábamos interesados únicamente en la teoría, tendríamos alguna posibilidad...
—No te fastidia... ningún profesor se va a tragar eso —dijo Ron—. Tendría que ser muy tonto...
Hubo un estruendo de risas en la sala.
- Ya sabemos gracias a quien van a conseguir la poción. – Dijo James frotándose las manos en anticipación.