Hola! Aquí vuelvo con un nuevo fic de Riren!

Antes de nada, me gustaría aclarar algunas cosas antes de que surjan las dudas:

1. A las/os que seguís "De Policías y Ladrones", que sepáis que tiene preferencia; con esto quiero decir que NO voy a retrasar la salida de los capítulos de dicho fic debido a este. Esta una idea que me vino y quise escribir, y me está saliendo por pura inspiración; como acabo de actualizar el otro, no me pareció mal subirlo.

2. Será un fic de 7 capítulos (puede que 8, aún no lo sé), uno por cada día de la semana que Levi pase en el hotel.

3. Normalmente suelo llamar Rivaille al capitán, pero después de hablar con una amiga y de buscar un poco por internet, descubrí que el nombre bien escrito es Levi, así que, muy a mi pesar, lo llamaré así desde ahora (Rivaille le daba un aire más frances xDD).

Y creo que eso es todo. Estaba cansada de escribir drama, así que quise escribir algo de humor. ¡Espero que os guste, yo me lo estoy pasando genial escribiéndolo!

Y ahora... a leer!


Lunes

*RIIIING RIIIIING*

– Odioso despertador de mierda– masculló Levi, tirando el aparato de su mesilla de un manotazo y girándose en su cama, preparado para volver a su interrumpido sueño.

Sin embargo, no tardó mucho en levantarse, pues sabía que era imposible para él recuperar el sueño una vez despierto. Maldijo en todos los idiomas que sabía a aquel aparato del demonio y a su compañera Hanji por habérselo comprado. Hasta se maldijo a sí mismo por haberlo programado.

El pelinegro se desperezó con un largo bostezo y se levantó de la cama, frotándose los ojos y rascándose el abdomen, y miró el calendario. Ahí estaba la razón por la que había puesto el despertador tan temprano. Debía coger un vuelo, y tenía dos horas para prepararse, llegar al aeropuerto, facturar el equipaje y llegar a la puerta de embarque. Teniendo en cuenta que el aeropuerto estaba a casi una hora de su casa, entendió que debía salir cuanto antes, mejor.

Se movió rápidamente por su impoluta habitación, comprobando que llevaba todos los papeles que necesitaba. Se vistió e hizo su cama, guardando la documentación en su maletín y dejándolo sobre la maleta ya hecha la noche anterior. Cogió un par de barritas energéticas como desayuno y salió de su casa, cerrando la puerta mientras se despedía de su cómoda cama por una semana.

Su jefe, Erwin Schmitz, le había enviado a una serie de conferencias en la ciudad de Trost para tomar apuntes y notas de utilidad sobre economía y otros temas que no podrían interesarle menos a Levi. Sin embargo, la paga era buena, y además viajaba gratis; aunque pasar una semana en un hotel no le hacía mucha gracia, trataba de pensar en aquellos días como unas "vacaciones".

Se subió en su coche y salió de su plaza de aparcamiento, escuchando a uno de sus grupos favoritos, "Linked Horizon", con su último hit "Jiyuu no Tsubasa". El aeropuerto era pequeño, por lo que no necesitaba apresurarse, ya que no tardaría mucho en hacer las gestiones pertinentes allí. Tenía tiempo de sobra.

O eso creía, pues Murphy estaba a punto de imponer su ley más fuerte que nunca.

No llevaba ni diez minutos conduciendo cuando empezó a tronar y a diluviar. Una tormenta de verano se había tomado la molestia de ir a despedirse de él antes de su viaje. Como consecuencia, se produjeron tres accidentes en la carretera de doble sentido en la que se encontraba el pelinegro. Eso se tradujo en una hora y media de atasco. Levi comenzó a ponerse nervioso. Cuando por fin salió de las retenciones, aún le quedaban veinticinco minutos hasta llegar al aeropuerto. Esos veinticinco minutos se convirtieron en treinta mientras buscaba aparcamiento. Y obviamente, cuando entró en el edificio, había perdido el vuelo. Se puso de mal humor.

Tras todos los trámites para sacar un nuevo billete en el próximo avión hacia Trost, Levi pasó el control, donde tuvieron que cachearle, ya que le había dado por ponerse unos pantalones con botones metálicos y había pitado al pasar por el aparato. Su mal humor aumentó al tener que dejar que otra persona le tocara con unos guantes con los que había tocado a todo el mundo.

Pero la guinda del pastel la puso la tormenta, quien parecía no querer dejarlo ir y se situó sobre el aeropuerto, retrasando así todos los vuelos durante casi dos horas. Levi quería morirse.

Durante el vuelo, nadie se le acercó, ni osó decirle nada. Su cara indicaba claramente que asesinaría a cualquiera que se atreviera a molestarle. Sin embargo, tres bebés ajenos a ello se pasaron el viaje llorando y berreando, lo que le impidió a Levi echarse la siesta. El pelinegro simplemente rezaba porque el día fuera mejor en Trost.

Pero sus plegarias no fueron escuchadas.

Probablemente debido al largo retraso, la persona que tenía que ir a recogerle ya no estaba allí. Fue a llamar a Erwin para que contactase con ella, pero su móvil no tenía batería. Así que Levi tuvo que costearse un taxi y dirigirse hacia el hotel él solo. Y cómo no, otra tormenta había ido a recibirle, por lo que el tráfico era mayor y tardó casi media hora en llegar.

Para entonces, estaba exhausto, furioso e indignado. Entró en el hotel ya de noche, con cara de pocos amigos, mojado y a paso rápido. La recepcionista se sobresaltó cuando el pelinegro soltó las maletas, que cayeron estrepitosamente frente a ella.

– B-buenos días – dijo la chica, tratando de dar su mejor sonrisa.

– Los habrás tenido tú – bufó el pelinegro. – Tengo una reserva a nombre de Erwin Schmitz.

La chica trató de reaccionar lo mejor posible y buscó la reserva. Cuando la encontró, le pidió la documentación, y se sorprendió al ver que los nombres no coincidían.

– Di-disculpe...- le dijo.- Los datos no coinciden con lo que tengo en la base...

– ¡¿Qué?!- bramó Levi.

– Usted no es Erwin Schmitz...

Levi la miró como si fuera retrasada mental. Aquella chiquilla rubia de ojos azules no debía tener más de diecisiete años y tenía toda la pinta de no llevar trabajando allí mucho. Si quedara algo de paciencia en el interior del pelinegro, quizá habría sido comprensivo con ella. Si quedara.

– ¡Pues claro que no soy Erwin Schmitz!- gritó, señalando la pantalla.- ¡¿Es que estás ciega?!¡Esa reserva la hizo mi jefe, y aquí pone mi nombre como cliente!¡Míralo!¡Le-vi!

La chica se asustó tanto que se le saltaron las lágrimas. Al escuchar los gritos, el encargado de recepción salió apresuradamente a ayudarla.

– Disculpe, ¿qué ocurre?- preguntó el chico.

– Sólo quiero que me den ya la maldita llave de la habitación para poder irme a dormir- bufó Levi.

El joven, de pelo color caramelo, con un peinado parecido al suyo, tomó el lugar de la chica y comenzó a hacer los trámites con agilidad. Ella se fue de la recepción, cabizbaja, hacia dos chicos vestidos con uniforme de botones.

El más alto, moreno y de ojos turquesa, le puso la mano en la cabeza a la chica, tratando de calmarla, mientras miraba con desaprobación al recién llegado. Mientras tanto, el otro chico, rubio de ojos azules, le daba ánimos a la joven.

– Odio a ese tipo de clientes- murmuró el más alto, con molestia.- Si ellos tienen un mal día, tenemos que pagarlo todos.

– Eren, no deberías hablar así- le reprochó el otro chico.- Después de todo, son ellos los que pagan.

– La culpa es mía- dijo la chica.- Aún no me acostumbro a la base de datos...

– No es tu culpa, Christa- dijo Eren.- Estás aprendiendo.

– Eso es verdad, no te preocupes- corroboró el rubio.

La chica sonrió con aire de culpabilidad.

– Muchas gracias, Eren, Armin- dijo.

– No hay por qué darlas- respondió el rubio.

Su conversación fue interrumpida al escuchar un bufido del recién llegado y la voz del recepcionista.

– ¡Eh, Eren!- le gritó.- ¡Lleva las maletas de nuestro cliente a su habitación!

– Maldito cara de caballo- murmuró el aludido, dirigiéndose a recepción.

Mientras se iba acercando al recién llegado, Eren fue transformando su cara a una un poco más sonriente, se acercó a él y fue a coger sus maletas. Percatándose de la mirada gélida que le lanzaba el hombre, y fijándose un poco en su aspecto, dejando de lado el hecho de que estaba empapado, comprendió que era una persona muy pulcra y que parecía molestarle que tocaran sus cosas sin cuidado. Por eso, antes de coger las maletas, se sacó unos guantes de mayordomo y se los puso.

Fue un acto sencillo, pero sorprendió de sobremanera a Levi. De alguna forma, aquel chico había leído su mirada. Su humor mejoró ligeramente, y siguió al joven hacia su habitación.

Eren caminó hacia el ascensor cargando con la maleta y el maletín del pelinegro, satisfecho con el cambio de humor que notó en el hombre. Era una persona muy perceptiva, había estudiado el lenguaje corporal y de signos, y en algunas ocasiones podía saber el estado psicológico en el que se encontraba una persona o incluso su personalidad con sólo echarle un vistazo.

Sin embargo, aquello fue sólo un pequeño oasis en el horrible día que llevaba Levi. Cuando las puertas del ascensor se cerraron, un incómodo silencio reinó entre sus paredes. El pelinegro daba golpecitos en el suelo con el pie impacientemente, mientras el más joven miraba la luz del marcador de piso según iban subiendo. Y entonces, ocurrió.

Tras un gran rayo que cayó sobre el hotel, las luces se apagaron, y el ascensor se quedó quieto.

- ¡¿Pero qué mierda...?!- gritó Levi.- ¡Lo que me faltaba!

Eren dejó las maletas en el suelo y tanteó la pared hacia donde estaban los botones. No podía asegurarlo, ya que la luz se había ido, pero quizá podría hacer sonar la alarma. Sin embargo, no contaba con que su acompañante se había movido de su sitio y se chocó con él, sobresaltándolo.

- ¡¿Qué haces?!- gritó este, furioso.

- ¡Cálmese, estoy intentando llegar a los botones...!

- ¡¿Que me calme?!¡Maldita se-!

El hombre se tropezó con una de las maletas y empezó a caer. Inconscientemente alargó el brazo y se agarró a lo primero que encontró: Eren.

- ¡Uah-!

Los dos cayeron estrepitosamente al suelo. El ojiverde sólo había conseguido presionar la campana de emergencia durante un segundo. De alguna forma, Levi había conseguido usar al chico como amortiguador de la caída. El ascensor se movió de una forma que asustó hasta al pelinegro, quien decidió que era mejor no moverse más. Escuchó unos leves quejidos por parte del menor debido al golpe que se había llevado, pero no se movió. El chico estaba debajo de él, de espaldas al suelo. Podía sentir el latido acelerado de su corazón debido al susto.

- ¿P-podría quitarse de encima...?- pidió Eren en un susurro.

- Aquí no se mueve nadie hasta que este cacharro vuelva a encenderse- siseó el otro, encendiendo la pantalla de su móvil para conseguir ver algo. No tenía cobertura.

- ¡¿Qué?!- exclamó el otro, agitando sus brazos y provocando más movimientos no deseados en el ascensor.

- ¡Que te estés quieto, joder!- gritó Levi, al borde de un ataque de nervios.

Al ver que Eren no le hacía caso, agarró sus muñecas y las apresó contra el suelo. El chico abrió mucho los ojos, entendiendo que si no hacía caso a aquel hombre podría hasta recibir uno o dos puñetazos. Levi contempló la expresión del menor, haciendo caso omiso de lo indecente de la situación en la que estaban. Aquellos dos ojos turquesa, ahora sólo iluminados por la tenue luz de su pantalla de móvil, lo miraban con curiosidad y confusión. Por primera vez, Levi se fijó realmente en aquella persona que había conseguido llamar su atención minutos antes. Sintió el leve temblor que le recorría el cuerpo a Eren desde la caída. A pesar de ser un chico alto y moreno de piel, de alguna forma parecía frágil. Se dio cuenta de lo estrechas que eran sus muñecas, de lo delgado que estaba y de lo finas que eran sus facciones. Por un momento, hasta pensó en lo brillantes y suaves que parecían sus labios, en el suave aroma a vainilla que desprendían sus cabellos, o en lo largas que eran sus pestañas, para ser un chico.

Pero sobre todo, pudo ver, aún estando en la penumbra, una inmensidad de deseos y sentimientos escondidos en aquellos curiosos ojos turquesa; era como si el chico estuviera en otra parte, en un mundo mucho más amplio e interesante que la realidad en la que vivía Levi. El pelinegro sintió la necesidad de ver más de aquel lugar, de aquel muchacho. Por eso, ni siquiera se inmutó cuando la pantalla del teléfono se apagó, dejándolos de nuevo a oscuras. Sólo se dejó llevar, embriagado por aquellas fuertes emociones que provenían de aquel chico...

… hasta que unos golpes en la puerta del ascensor le hicieron volver a la realidad. Sin moverse, observó como dos personas abrían las puertas a la fuerza, e inmediatamente después, una linterna los apuntaba directamente, cegándolos.

- ¡Eren!- escuchó.- ¡¿Estás bien?!¡Hemos oído la campana y...!

- ¿Mikasa...?- preguntó el chico, con los ojos entrecerrados.

- ¿Qué esta pasando aquí...?- preguntó la misma chica, esta vez con voz sombría.

Levi recordó la situación en la que se encontraban y se apartó rápidamente del menor, que se incorporó nada más ser liberado.

- Nada, Mikasa- respondió el chico, levantándose.- Nos tropezamos con las maletas y caímos al suelo, nada más. ¿Puedes quitarnos la linterna de la cara?

La chica permaneció en silencio, pero hizo lo que le dijo el chico. Levi pudo entonces ver el aspecto de sus "salvadores": dos chicos altos y fuertes, uno rubio y el otro castaño, y una chica de rasgos orientales que le estaba mirando muy mal. El pelinegro sintió la necesidad de devolverle la mirada, y así lo hizo, provocándola aún más.

- ¿Está bien?- le preguntó el chico alto y rubio.

- Sí- respondió secamente Levi.

- Sentimos las molestias, ha caído un rayo enorme y nos ha dejado sin luz- informó el alto y moreno.- Pero no se preocupe, no creemos que tarde mucho más en volver.

"Entonces podríais haber esperado un poco más antes de abrir las puertas, capullos", murmuró mentalmente el pelinegro, sorprendiéndose al instante de sus propios pensamientos.

Eren cogió las maletas y salió del ascensor, esperando a Levi en el pasillo, únicamente iluminado por las luces de emergencia. El otro no tardó en seguir sus pasos, aliviado al poder salir al fin de aquella caja del demonio. Vigilado por la constante mirada de la asiática, se puso al lado de Eren.

- Le llevaré a su habitación- dijo el chico, comenzando a caminar.

- De nuevo, disculpe las molestias- dijo el rubio antes de que se fueran, recibiendo un gruñido del cliente como respuesta.

En mitad del trayecto, la luz volvió. Ninguno de los dos había dicho una sola palabra desde que habían salido del ascensor, pero esa vez el silencio no era tan incómodo como antes. Cuando llegaron a la habitación 509, el chico se detuvo y esperó a que el hombre abriera la puerta con la tarjeta que el recepcionista le había dado. Cuando Levi entró en su habitación, bastante grande por cierto, el menor entró detrás y dejó las maletas al lado del armario.

- Si necesita cualquier cosa, use el teléfono para contactar con la recepción. Estaremos encantados de atenderle- dijo Eren, haciendo una reverencia y saliendo por la puerta, cerrándola tras de sí.

Levi se quedó mirando la puerta unos instantes. Había notado un leve sonrojo en las mejillas del chico desde que la luz había vuelto, pero obviamente no había comentado nada. Una leve sonrisa se fue formando en su cara. Se pasó la lengua por los labios mientras se sentaba en un sillón al lado de la ventana, para observar aquella tormenta que tantos problemas le había dado.

- Quizá el día no ha sido tan malo, después de todo- murmuró.

En el pasillo, Eren caminaba a paso rápido tratando de calmarse, alejándose de la habitación de aquel extraño hombre que en la oscuridad del ascensor le había robado su primer beso.


¡Yay!¡Rivaille pervertido!

Espero que os haya gustado.

Agradezco mucho los reviews! (pero mucho mucho XD)

Hasta el próximo capítulo.

Rikku.