Capítulo 1

Peeta

Ser el más joven de tres chicos definitivamente tiene sus ventajas. Vi a mis hermanos meterse en algunos problemas realmente grandes cuando estaban en la secundaria. Nunca se esperó de mi parte que yo siguiera sus pasos. Me comporto bien, no me meto en peleas y a los once años ya sabía qué quería ser de mayor. Soy conocido como "el chico bueno" de mi familia, del que se espera que nunca haga un desastre de su vida.

Mis amigos saben que tengo una loca rebeldía, pero mi familia no. No se puede evitar, soy un Mellark y el ser rebelde está profundamente arraigado en mis genes. El chico que mi familia ve por fuera no es necesariamente el mismo por dentro y yo intento mantenerlo de esa manera.

Juré nunca alejarme de mi meta de ir a la Universidad y estudiar aeronáutica, pero correr de vez en cuando algunos riesgos físicos alimentan mi deseo de adrenalina.

Estoy parado en la base de una formación rocosa en el Cañón Boulder con cinco de mis amigos.

Jack trajo equipo para escalar, pero no espero para ponerme el arnés. Tomo una de las cuerdas y la conecto con un mosquetón a mi cinturón, para que cuando llegue a la cumbre pueda anclar la cuerda para el resto del grupo.

―No es seguro subir sin el equipo, Peeta ―dice Beete―. ¿Pero eso tú ya lo sabes no?

―Sí ―digo. Comienzo mi ascenso libre en solitario, haciendo mi camino hasta la formación rocosa sin un arnés de seguridad. Este no es el primer solitario libre que hago en el Cañón y tengo el entrenamiento suficiente como para saber qué diablos estoy haciendo. No estoy diciendo que no sea un riesgo, es sólo uno calculado.

―¡Estás loco Peeta! ―grita desde abajo Jamie a medida que subo más alto―. ¡Si te caes morirás!

―Sólo quiero que todos aquí sepan que no soy responsable si te rompes cada uno de los huesos de tu cuerpo ―dice Jack―. Debería haberte hecho firmar una exoneración de responsabilidad.

El padre de Jake es abogado, así que él tiene siempre el molesto hábito de anunciar su falta de responsabilidad sobre prácticamente todo lo que hacemos.

No les digo que escalar sin un arnés de seguridad es un subidón de adrenalina. De hecho hace que quiera esforzarme más y tomar más riesgos. Jamie me llamó "un adicto a la adrenalina" después de que hice snowboard por la pendiente del diamante negro en Vail en el viaje de vacaciones de invierno, el año pasado. No le dije tampoco que coquetear con la chica que conocí en el vestíbulo también hizo que me subiera la adrenalina. ¿Eso me califica como un adicto a la adrenalina?

Cuando estoy a medio camino de la cumbre tengo mi mano derecha asegurada encima de mí y un pie plantado dentro de una grieta. Es lo suficientemente alto como para hacerme mirar abajo y ver que podría caer si suelto mi agarre.

―¡No mires abajo! ―dice Jack en pánico―. ¡Te dará vértigo y caerás…!

―¡Y morirás! ―agrega Jamie.

Dios mío. Mis amigos realmente necesitan relajarse. Ellos son blancos, y no fueron criados en una familia mexicana llena de chicos que prosperan en los desafíos y viven siempre al borde del peligro. Y aunque se supone que debería ser el único hermano Mellark lo suficientemente inteligente para no correr riesgos, me siento más vivo cuando lo hago. La cima está a tan sólo unos metros más. Paro y miro a través del cielo, divisando un pájaro que vuela sobre el paisaje. Es jodidamente increíble. Yo solía vivir en Illinois, donde el paisaje era completamente plano, a excepción de los rascacielos. Mirar a través de las montañas de Colorado, me hace apreciar la naturaleza. El viento está a mis espaldas, el sol está alto en el cielo y me siento invencible.

Alcanzo y agarro con mi mano izquierda el borde de una grieta en la pared de roca, como a unos tres metros de la cima. Ya casi estoy ahí. Mientras busco un lugar para colocar mi pie, siento algo perforar fuertemente mi mano.

Oh, diablos. Eso no fue bueno.

Acabo de ser mordido por algo.

Instintivamente, me apresuro a dejar bien plantados mis pies mientras retiro mi mano y le echo una ojeada. Tengo dos marcas pequeñas de mordedura en la palma de mi mano con sangre saliendo de ellas. ―¡Deja de rascarte las bolas, para que podamos llegar hasta ahí antes del atardecer Peeta! ―grita Eli Movitz desde abajo.

―Odio darles malas noticias chicos ―les digo mientras la cabeza de una serpiente aparece encima de mí y luego se escabulle al interior de la roca ―pero acabo de ser mordido por una serpiente.

No alcancé a ver bien a la serpiente, así que no tengo ni idea de si es venenosa o no. Miro abajo hacia mis amigos y el vértigo me golpea inmediatamente. Esto no estaba en el plan. Mi corazón se está acelerando y aprieto fuerte los ojos cerrados esperando que mi cabeza deje de dar vueltas.

―¡Joder tío! ―me grita Eli―. ¿Fue una cascabel?

―No lo sé.

―¿Cómo lucía? ―grita Jamie hacia mí―. ¿Tenía rayas?

―Sólo vi la punta de la cabeza, y no voy a regresar ahí para verla más de cerca ―le digo, preguntándome si debería moverme de lado y continuar los últimos tres metros de mi ascenso o intentar bajar.

Soy un tipo de matemáticas, así que inmediatamente considero las probabilidades de sobrevivir a esta situación. Definitivamente siento aguijonazos en mi mano, pero no está entumecida. Seguramente, si fui bombardeado con una gran cantidad de veneno de mierda, empezaría a sentirme entumecido y rígido ahora mismo.

―¡Cierra la maldita boca Jack! ―grito―. Las putas serpientes no tienen piernas, ¿así que cómo se supone que iba yo a pensar que habría una escondida en la pared de una maldita roca a tres metros por debajo la cumbre?

―¿Te sientes, como, normal? ―pregunta Beete.

―Una serpiente acaba de perforarme la mano con sus colmillos, Beete ―digo mientras bajo lentamente. Puede que sea mi imaginación, pero creo que mi mano está empezando a adormecerse―. Por supuesto que no me siento normal.

―¡Traigan a un guardabosques con un antídoto! ―grita Jack al resto. Tendríamos que conducir para encontrar uno. Ninguno de nosotros tiene permiso todavía, así que estamos jodidos. En realidad, yo soy el único que está jodido.

Con toda esta charla de antídotos y cascabeles, no puedo pensar claro y pierdo tracción.

Mis pies resbalan. Luego mi mano, la que no tiene dos perforaciones en ella empieza a sudar de repente y pierdo mi agarre. Me deslizo hacia abajo por la pared de la roca y escucho los jadeos y gritos de mis amigos debajo mientras lucho por conseguir hacer pie o sujetarme con la mano a algo sólido. No tengo oportunidad. Todo lo que puedo pensar antes de golpear el suelo es que no estoy listo para morir.

Katniss

―Te amo Cato.

Lo dije. No podía mirar dentro de los profundos y oscuros ojos de mi novio mientras las palabras fluyeron perfectamente de mis labios, porque también estoy ocultando algo.

Pensé que decir "te amo" para iniciar una conversación sería más fácil que decir que probablemente esté embarazada.

Fue cobarde no mirarlo a los ojos y decirle todo, pero decir esas dos palabras es un comienzo.

Me siento más vulnerable de lo que jamás me había sentido antes.

No me sienta bien lo de ser vulnerable.

Exhalo lentamente y reúno el valor suficiente para mirar a mi novio de hace un año. Perdimos nuestra virginidad juntos hace un mes cuando sus padres fueron al distrito 1 para visitar a su abuela.

Ni siquiera puedo pensar en eso ahora, mientras me centro en él. De acuerdo, dije "te amo". Es tu turno de decirlo, como lo susurraste en mi oído la primera vez que hicimos el amor. Después te diré que no me llegó el periodo este mes y que me estoy enloqueciendo. Luego tú me dirás que todo estará bien y que lo enfrentaremos juntos.

Él está sonriendo. Bueno, más o menos. Un lado de su boca se está levantando, como si fuera divertido. Yo no estaba buscando que se divirtiera. Estaba buscando su afecto y adoración; signos de que estaba bien contarle mi secreto. Miro hacia el Lago Michigan deseando que no estuviéramos afuera y esperando que nadie de nuestra escuela secundaria se aparezca.

Envuelvo mis brazos alrededor de mí misma. Todavía no hace calor en Illinois, y el viento proveniente del lago definitivamente me hace temblar. O tal vez son mis nervios.

―No tienes que decírmelo de vuelta ―digo para llenar el silencio, pero esa es una completa mentira. Sí espero que Cato me lo diga. No quiero escucharlo sólo en ocasiones especiales y cuando hacemos el amor.

La primera vez que me lo dijo fue después del baile de bienvenida en septiembre. Luego en víspera de Año Nuevo. Y en San Valentín. Y en mi cumpleaños. Tantas noches que pasé tumbada en mi cama, sola, pensando en cómo nuestro amor duraría para siempre.

Nosotros no tenemos los mismos amigos porque vivimos en diferentes lados del Capitolio, pero eso nunca importó. Lo hemos hecho funcionar. Después de la escuela solemos ir a casa y simplemente… estamos juntos.

Y ahora es posible que tengamos un bebé. ¿Cómo va a tomar la noticia?

Hoy es el último día de nuestro año como estudiantes de primer curso antes de las vacaciones de verano. Cato sugirió que fuéramos a la playa después de la escuela, cuando le dije que necesitábamos hablar.

Tiene sentido en realidad. La playa es nuestro lugar especial.

Nos dimos nuestro primer beso en la playa el verano pasado. Ahí fue donde él me pidió que fuera su novia oficial, en la segunda semana de clases. Hicimos ángeles de nieve en esa misma playa en enero, cuando tuvimos un día de nieve. Venimos aquí para compartir todos nuestros secretos privados, como cuando me dijo dónde escondían las armas alrededor de la ciudad los miembros de la pandilla, para que asiera la policía no los atrapara llevándolas. Catos siempre ha conocido tipos que estaban fuertemente conectados con eso.

Se aleja unos pasos de mí, e inmediatamente se me pone la piel de gallina, como si mi cuerpo supiera que algo está pasando, no sólo por el viento del lago. Se pasan los dedos a través de su pelo negro azabache. Luego suspira. Dos veces.

―Pienso que deberíamos ver a otras personas ―murmura.

Pongo mi cabeza de lado. Obviamente no lo escuché bien.

Hay algunas frases que una chica espera oír después de haberle declarado su amor a su novio. Puedo pensar en alguna ahora mismo, pero creo que "deberíamos ver a otras personas" no es ninguna de ellas.

Estoy sorprendida. Y no puedo dejar de temblar mientras pienso en estar embarazada sin él a mi lado, diciéndome que todo estará bien.

― ¿P… po… por qué?

―Siempre dijiste que nunca saldrías con un pandillero, y yo voy a ser uno.

―Por supuesto que no voy a salir con un pandillero ―digo abruptamente―. Hace sólo dos días me dijiste que nunca te unirías a la banda, Catos. Fue justo antes de que hiciéramos el amor.

¿Recuerdas?

Él hace una mueca.

―Yo dije un montón de cosas que probablemente no tenía que haber dicho. ¿Y podrías por favor no llamarlo "hacer el amor"? Cada vez que lo dices así me haces sentir como una mierda.

― ¿Y cómo quieres que lo llame?

―Sexo.

― ¿Sólo sexo, eh?

Él rueda sus ojos, y juro que mi estómago se sacude en respuesta.

― ¿Ves? Ahora me estás haciendo sentir como una mierda a propósito.

―No lo estoy haciendo a propósito.

Él abre la boca para decir algo, parece que se lo piensa mejor porque la cierra.

Escaneo su rostro, esperando que diga "¡Sólo estaba bromeando! Por supuesto que te elijo a ti antes que a los Profesionales", pero él no lo hace. Mi corazón se siente como si alguien lo estuviera picando en pedacitos, parte por parte.

―Es sólo que somos… tan diferentes.

―No, no lo somos. Somos perfectos juntos. Vamos a la misma escuela, pasamos el mejor tiempo juntos… ambos somos de los distritos.

Él se ríe.

―Tú no hablas una sola palabra sin ese extraño asentó que tienen aquí, Katniss. Mis padres y amigos hablan de ti mientras estás en la habitación y ni te das cuenta. Realmente, tú no eres de los distritos.

¿Estaba bromeando?

Mis padres nacieron en el 12, al igual que el resto de mis antepasados. Nadie los confundiría con otra cosa más que con distritales. Mis padres vinieron a los Estados Unidos después de casarse. Después de eso, mi papá fue a la escuela de medicina e hizo su residencia en el Tributos Memorial.

―Ser parte de una banda no te hace más rebelde , Cato. No hagas a la banda más importante que nuestra relación.

Él patea la arena con su pie.

―No hablas como nosotros.

―No sé qué acabas de decir. ¿Podrías traducirlo por favor?

Él levanta sus manos en señal de frustración.

―Ese es mi punto. Para ser honesto, he estado saliendo con los Profesionales desde hace un tiempo.

¿Cómo puede decir eso? Pongo mi mano sobre mi estómago en un débil intento por proteger a cualquier bebé que pueda estar creciendo en mi interior. No puedo evitar que las lágrimas broten de mis ojos. Sé que luzco desesperada y patética mientras un río de lágrimas corre por mis mejillas. Todo lo que pensé que tenía con Cato acaba de desaparecer ante mí. Me siento más sola que nunca en mi vida.

―No puedo creer esto ―digo casi en un suspiro.

Debería decirle mi secreto. Tal vez le haga cambiar de parecer saber que puede que tengamos un bebé. Pero si no estoy embarazada, ¿estoy sólo prolongando lo inevitable?

―Yo simplemente no quiero que me fastidies por ser un Profesional ―él suelta―. Todos mis amigos se unieron.

Miro hacia abajo a mis uñas. Las pinté la noche anterior y dibujé un corazón rojo en el medio de cada una. En mis pulgares, dentro de los corazoncitos, puse las iniciales C&K: Cato y Katniss.

Pensé que estaría halagado. Obviamente, estaba delirando. Rápidamente escondo mis pulgares en mis puños.

―Lo siento ―dice, luego frota mi hombro como un padre consolando a su hijo―. No llores.

Nosotros podemos seguir siendo, ya sabes, amigos… amigos con beneficios incluso.

―Yo no quiero que seamos amigos con beneficios, Cato. Yo quiero ser tu novia. ―Todo el contenido de mi almuerzo amenaza con salir fuera.

¿Qué es lo que la banda le está dando que yo no pueda darle?

Él se queda en silencio y patea la arena de nuevo.

Mis manos caen sin fuerza a mis costados mientras me doy cuenta de que no puedo arreglar esto. Él me mira de forma diferente, como si yo fuera sólo una más de las chicas del colegio, y no la chica de sus sueños o la futura madre de sus hijos.

Él saca su celular del bolsillo y le echa un vistazo a la hora.

―Umm… sobre lo de esta noche…

― ¿La fiesta de fin de año en Maltti's? ―Es la "oficial y no oficial" fiesta de pizza para los estudiantes de Fairfield High. Ellos ponen una gran tienda fuera de su restaurante y tienen DJ y eso de toda-la-pizza-que-puedas-comer desde las 18 hasta las 23 horas. Después de eso la mayoría de los estudiantes pasan el tiempo en el campo de fútbol americano de Fairfield hasta que la policía viene a disolverlos.

―Sí ―dice él―. Así que si sabes de alguien que quiera volarse, házmelo saber.

― ¿Estás vendiendo drogas? ―le pregunto.

Él se encoge de hombros. ―Es dinero.

―Es dinero sucio, Cato. E ilegal. No lo hagas. Podrías ser arrestado y enviado a prisión.

―No necesito una puta charla de tu parte.

Él revisa su celular de nuevo. ¿Está esperando que alguien le llame o le envíe un mensaje?

Siento como si ya hubiera perdido todo lo que tuvimos una vez.

Las lágrimas corriendo silenciosamente por mis mejillas son la prueba de que definitivamente no estoy bien, pero a él parece no importarle. Las limpio de mis mejillas y me maldigo a mí misma por ser tan débil.

Puedo manejar esto. Soy una chica independiente que no necesita de un chico para saber qué hacer. Obviamente este es mi problema, sólo mi problema.

Si estoy embarazada, él lo descubrirá cuando vea mi panza hinchada como una pelota. Él sabrá que es suyo. Si elige aceptarnos y limpiar su vida, hablaremos.

Miro hacia Cato y le doy una pequeña sonrisa.

―No quiero controlarte. Nunca quise ser la chica que te retuvo.

―Pero lo hiciste… lo fuiste. Ya no puedo más.

Supongo que en realidad no soy independiente. Nuestra relación me definía, y me gustaba de esa manera. No puedo creer que él me quiera fuera de su vida. No tiene ningún sentido. Recibe un mensaje, pero no puedo ver de quién es. Él escribe de vuelta.

― ¿Puedes llegar a casa por tu cuenta? ―me pregunta. Sus dedos se mueven rápidos y furiosos mientras continúa escribiendo.

―Supongo.

―Genial ―él se inclina y me besa en la mejilla―. Mis amigos pensaron que te pondrías toda loca. Pensaron que me ibas a golpear o algo así.

Ahora que lo pienso… pero no, no podría golpearlo.

Antes de que pueda abrir la boca para suplicarle que vuelva y perder toda la dignidad que me queda, se da vuelta y se va. Luego, él simplemente se ha ido. Fuera de mi vista, pero definitivamente no fuera de mi mente.

Eligió a la banda antes que a mí. Jadeo. Miro al lago y tengo la tentación de saltar dentro, para nadar y pretender que esto no está sucediendo. La desesperación se apodera de mí como las olas que lavan las huellas en la arena de la costa, y empiezo a temblar incontrolablemente. Mis rodillas se derrumban en la arena y puedo sentir mis lágrimas calientes caer de nuevo. Esta vez no las aparto. Rompo a llorar recordando todos y cada uno de los momentos que Cato y yo pasamos juntos, y rezando porque mi periodo sólo esté retrasado y yo no esté verdaderamente embarazada.

Quedarme embarazada a los quince años nunca fue mi plan.