¡Hola a todos!

Hace unos días una de mis lectoras (que prefiere permanecer anónima) me pidió escribir un Oneshot sobre Sesshomaru y Kagome, y aunque es la primera vez que escribo algo sobre Inuyasha, acepté. Seré sincera y diré que realmente me ha costado sangre, sudor y lágrimas escribir esto, ya que al menos para mí fue bastante difícil conservar la personalidad real de un personaje como Sesshomaru y agregarle además una pizca de interés por Kagome.

En fin, no se las hago más larga y aquí les dejo el producto. Disfruten la lectura.

Aclaraciones: El título de la historia en español es "Extraño Lenguaje", sin embargo, desde la presentación como preview e incluso ya aquí dentro del escrito, encontrarán el título en 3 idiomas diferentes: francés (título principal), ruso (antes de la frase) e inglés.
Está prohibido tomar mi fanfic sin mi permiso.

Disclamer: Los personajes no son míos, pertenecen a Rumiko Takahashi

Stranno Yazyk

"Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol".

Federico García Lorca.

Strange Lenguage

Kagome luchó unos momentos con el cierre de su enorme y abarrotada mochila amarilla, hasta que escuchó el sonido forzado que escapó cuando tiró del broche por última vez para cerrarla. En este viaje en específico, el contenido había terminado abarcando mucho más espacio del usual con los elementos extra que representaban sus libros de estudio, los alimentos y golosinas pedidos por sus amigos.

Agotada por el esfuerzo reciente, suspiró y se apoyó contra la puerta del templo en espera de su familia. Éste viaje a su época era el segundo que hacía en menos de quince días y si podía ser sincera, estaba a punto de llegar a cero en su nivel de energía. Después de todo, no estaba acostumbrada a moverse de un espacio de tiempo a otro con tan poco antelación y hacer viajes continuos que aunque no lo creyera el irascible hanyou que tenía por amigo, gastaba demasiada de su energía espiritual.

— Kagome, cuídate mucho. — susurró su madre mientras tiraba de ella desde su posición de descanso y la abrazaba con fuerza. — Y vuelve pronto, hija.

Rezaba al cielo porque las últimas palabras de su madre no se hicieran realidad. Volver pronto era precisamente lo que menos deseaba hacer después de los pasados dos viajes que se había visto forzada a hacer y estaba dispuesta a todo por evitarlos, de ser necesario.

— ¡Y saluda a Inuyasha por nosotros! — agregó su hermano con una sonrisa.

Sota admiraba y le daba a Inuyasha mucho más crédito del que algunas veces creía que merecía pero no podía culparlo, su pequeño hermano no conocía todas las facetas del hanyou como ella lo hacía, y a decir verdad, si de ella dependía, nunca las conocería. Con la ausencia de un padre y pese a la figura paterna que era el abuelo, el hanyou podía resultar ser la figura masculina que Sota necesitaba para crecer y convertirse en un gran hombre.

— Claro que sí. — respondió con una sonrisa. — Bien, es hora de irme. Los quiero mucho.

Un último abrazo de sus familiares, un esfuerzo más para cargar todo el peso de la enorme mochila y Kagome se lanzó directo al pozo. En cuestión de segundos y con la oscuridad reinante en el cielo, supo que una vez más había vuelto al Sengoku.

— Aquí voy de nuevo. — gimió por el peso de la mochila. — Subirla va a ser realmente difícil.

Había tenido la esperanza de que Inuyasha estuviera esperándola ahí cuando llegara y que la ayudara, sin embargo, en vista de que no había rastro alguno de su presencia, Kagome se resignó a subir sola la mochila. Cuando por fin logró salir del pozo devora huesos la soltó sin ningún cuidado y se dejó caer sobre la suave hierba para recuperar el aliento.

Las noches en la era del Sengoku la seguían fascinando, incluso después de llevar un largo tiempo transportándose de una era a otra. Sentada a un costado del pozo después del esfuerzo por subir la mochila y mientras esperaba la llegada de Inuyasha, se deleitó de estar rodeada por los altos y espesos árboles del bosque, sintiendo la brisa de la noche y admirando el cielo plagado de estrellas que en la época de donde provenía ya no era posible apreciar con el crecimiento de las grandes urbanizaciones y los inmensos cuerpos de concreto cuya función como edificios, en demasiadas ocasiones llegaban incluso a esconder las nubes en el cielo.

— El aire es tan limpio aquí. — suspiró con satisfacción.

En esos momentos se sintió tan relajada, libre y bien como hacía mucho que no se sentía. De hecho, consideraría el momento como perfecto si no fuera por el enorme retraso de Inuyasha y la extraña sensación de la que no había podido desprenderse desde días antes de que viajara de vuelta a su época, esa impresión de ser observada por algo o alguien.

No daba mucha importancia al asunto porque no percibía ninguna energía que la preocupara, además, en una Era donde siendo sacerdotisa atraía a gran cantidad de criaturas y personas, no era algo tan fuera de lo normal. Excepto que esta mirada en particular la hacía sentir perturbada.

— ¡Ah! ¡¿Dónde te metiste, Inuyasha?! — gritó exasperada después de un rato.

Era difícil contar el tiempo en el Sengoku cuando su reloj había quedado olvidado en la época equivocada, sin embargo, estaba casi segura de que hacía horas de su llegada y aún no había visto o percibido ni una sola señal del hanyou.

Sin embargo, cuando la primera serpiente recolectora de almas cruzó sobre ella, la respuesta a su pregunta fue evidente: Inuyasha estaba entretenido con su eterno amor, Kikyo. Exasperada, dolida y abandonada, Kagome decidió no esperar ni un minuto más y aún a riesgo de perderse en medio del bosque por tomar otro camino para ir a la aldea de la anciana Kaede, tomó su mochila y comenzó a caminar hacia el lado contrario a donde se dirigían las serpientes.

— La historia se repite otra vez. — suspiró.

Finalmente, sus pasos, aunque lentos, terminaron por mermar sus fuerzas y llevarla a un claro que si sus poderes de sacerdotisa no la engañaban, era suficientemente seguro para reponer sus fuerzas e incluso dormir un poco antes de reemprender la marcha de vuelta al pozo para esperar a Inuyasha. Después de haber caminado tanto, estaba segura de que alejarse más y no llegar nunca a la aldea de la anciana Kaede no era una buena idea, pero si la suficiente razón para enfrentarse al hanyou que nuevamente le había roto el corazón.

— Así es tu vida, Kagome. — suspiró nuevamente mientras alzaba el rostro al cielo para admirar las estrellas. — Ya deberías estar acostumbrada.

No muy lejos de ahí, un demonio de cabellos plateados se acercaba sin estar completamente seguro de lo que lo había atraído hasta el claro en el bosque y le había hecho dejar atrás y a resguardo a sus subordinados. Ningún peligro estaba cerca, ningún demonio a excepción de él rondaba el terreno, incluso la esencia del hanyou Inuyasha y su grupo, era tenue y lejana. Pero había algo, una sutil y atractiva esencia que lo había atraído hasta el lugar, la promesa secreta de algo que podría ser de su interés aunque no pudiera identificar el qué.

— Claro que sé que fue tras ella, no soy estúpida. — gruñó una voz.

Sesshomaru detuvo su marcha sin ninguna razón en especial. Había escuchado el sonido de la voz de la sacardotisa que viajaba con su medio hermano innumerables veces y podía reconocerla en cualquier lugar, raramente un demonio tan poderoso como él olvidaba algo. Sin embargo, el motivo de que la humana estuviera tan alejada de su grupo, y aún más, que la esencia que lo había llevado hasta ahí se intensificara eran cosas que lo intrigaban.

— Esas serpientes cazadoras de almas no son muy discretas cuando vuelan. — continuó gruñendo.

Eso intrigaba más al demonio. Usualmente Sesshomaru daba poco espacio a la curiosidad pero el sonido que buscaba imitar a un gruñido saliendo de la humana le llamaba la atención incluso más que sus palabras. Ciertamente lo que dijera le era indiferente, pero esa atractiva esencia y el desastroso intento de gruñido lo llamaban casi con la misma intensidad que lo haría una hembra buscando aparearse.

— Estúpido Taisho. — gruño nuevamente.

Sabía que el apelativo no iba dirigido a su majestuosa presencia así que tampoco le era de importancia. Habían sido repetidas las ocasiones en las que había descubierto a la sacerdotisa llorando o protegiendo a Inuyasha, maldecirlo sólo agregaba un cambio a la rutina.

Aburrido pero sin poder apartarse de la esencia que rodeaba el claro y a la sacerdotisa, el poderoso demonio tomó asiento debajo de un frondoso árbol, lo suficientemente lejos para que la limitada vista humana no lo percibiera, pero lo bastante cerca para seguir observando a la miko y embriagarse con la misteriosa esencia.

— Vamos, Kagome, esta vez no vas a deprimirte por ese estúpido. — murmuró. — Estás agotada, lo mejor será que duermas un poco y mañana regreses a la aldea aunque sea sin el imbécil de Inuyasha.

Hablar en tercera persona no era algo ajeno para el daiyokai, sin embargo, escucharlo de la mujer a la que llevaba noches acechando le irritaba sin una razón. Mientras recargaba su espalda sobre el tronco captó la imagen de la sacerdotisa acomodando y extendiendo una extraña tela sobre el suelo para recostarse sobre ésta. Una muestra sumamente clara de la estupidez humana estaba ahora frente a sus ojos, una mujer sola, que independientemente de su poder como miko seguía quedando expuesta a cualquier peligro al dormir en campo abierto.

Se convertía a sí mismas en el blanco perfecto para cualquier clase de criatura que rondara por la noche.

Perfecto para un daiyokai acosado por la necesidad de encontrar la fuente de la esencia que llevaba llamándolo noche tras noche. Justo un demonio como él.

Ciertamente no había nada extraño en su actuar, ni emociones interpuestas en su búsqueda, más que la acusante necesidad de apoderarse de esa esencia. A fin de cuentas, un débil e insignificante ser humano era todo lo que significaba la mujer de su medio hermano para él. Desafortunadamente, eso no explicaba el origen real de su necesidad. Y si había algo que realmente molestaba y fastidiaba al Lord del Oeste, era no comprender lo que una situación significaba.

— Kagome. — paladeó el nombre de la sacerdotisa.

Sin embargo, no hubo cambio alguno en su fisiología, ni un latido de más, ni una respiración sobrante, absolutamente nada. Un nombre humano pronunciado por un poderoso daiyokai no generaba cambios, ni un poco de interés. Sin embargo, no podía decir lo mismo sobre la esencia que mientras se ponía de pie y se acercaba sigiloso hacia la humana, más se acrecentaba.

¿Cómo podía una esencia de esa magnitud venir de un cuerpo tan pequeño y frágil?

Era inaceptable y sin embargo, ahí seguía él, a un solo paso del cuerpo dormido de la sacerdotisa, captando a detalle cada parte de su cuerpo, las largas pestañas rozando sus mejillas, el cabello esparcido sobre la tela en el suelo, el pequeño espacio de piel que la extraña ropa que portaba dejaba entrever de su blanco y lechoso cuello, y los rosados labios entreabiertos.

Sesshomaru no era romántico ni poético, además, pocas cosas llamaban realmente su atención pero el cuerpo expuesto de la miko y la deliciosa esencia desprendida de éste ciertamente comenzaba a atraer su especial interés en la blanca piel. ¿Valdría la pena el disgusto y la repugnancia de permitir que su piel entrara en contacto contra la de un ser tan inferior, sólo por esa esencia?

Mhm…Sota no te comas mi hamburguesa… — murmuró en sueños Kagome.

La mano que el daiyokai había comenzado a extender tras bajar a una posición más cercana al suelo, se detuvo en el aire con las más que extrañas palabras de la miko. No comprendía el término utilizado por la mujer pero había identificado el nombre de un macho. ¿Un amante, tal vez? Era consciente de que Inuyasha sentía una preferencia por la otra sacerdotisa, así que podría eso haber impulsado a la humana a buscar otro hombre, era parte de la naturaleza de su especie, después de todo.

Lo dejó correr, ese tampoco era un tema de importancia para él. Entonces, la mano en el aire volvió a moverse, bajando suavemente hasta encontrar con los nudillos de los dedos la piel de la sacerdotisa. Era algo impresionante, debía admitir. Anteriormente, gracias a los breves contactos con su protegida, Sesshomaru había descubierto que la piel de las hembras humanas tendía a ser suave y delicada, pero la textura en la piel de ésta mujer era diferente, mucho más suave y atractiva de lo normal.

El cambio de los nudillos por un breve deslizamiento de sus dedos y el mínimo contacto con una de sus largas uñas, sin embargo, demostró cuán frágil seguía siendo cuando produjo un corte sobre su mejilla derecha. El hilillo de sangre no tardó en deslizarse de la herida, acrecentando la esencia y embotando por milésimas de segundos los desarrollados sentidos del daiyokai.

Ahí se encontraba la esencia que lo había atraído, estaba atrapada en cada gota de sangre caliente de esa mujer y era magnífica. Otra caricia se abrió paso en la tersa piel de la chica, esta vez Sesshomaru cuidó no tocarla con sus garras. Quería percibir más de su esencia, pero herirla la traería de vuelta a la consciencia y aunque la llegada de su medio hermano no le preocupaba, la idea de estropear el deleite del momento le fastidiaba.

Ahora que sabía donde se concentraba lo que su bestia ansiaba, le quedaba un largo debate sobre la mejor manera de obtenerla y no desperdiciarla. Matarla era la única opción potencialmente viable para un demonio tan poderoso como él, sin embargo, no era tonto, acabar con su vida significaría acabar con la fuente de la esencia. Herirla en cortos periodos de tiempo para obtenerla era una mejor idea.

Su mano comenzó a descender suavemente hasta la curva del cuello de la miko para generar un nuevo corte que estropeara su lechosa piel y le proveyera de su nueva adicción cuando la sintió removerse en sueños y sus sentidos captaron las señales de que pronto despertaría. Decididamente apartó sus manos de ellas, pero no su cuerpo. Ansiaba ver la reacción de la chica cuando lo viera al despertar.

Kagome abrió los ojos cuando una ligera quemazón sobre su rostro la arrancó del mundo de los sueños. Frente a ella inmediatamente reconoció la dureza y frialdad de los dorados ojos del demonio. Rápidamente, el ligero ardor en la mejilla que la había incomodado lo suficiente para arrancarla del mundo de los sueños se había ido al olvido ante el reconocimiento y el temor de tener el gran y atractivo cuerpo del taiyokai tan cerca de ella.

— Sesshomaru… — susurró con una mezcla de sorpresa y temor.

El Lord del Oeste no lo admitiría nunca, pero en ese preciso momento, cuando de los rosados labios escapó susurrado su nombre mezclado con la inconfundible esencia del temor, finalmente pudo dar nombre a la sensación que llevaba largas noches persiguiéndolo.

Deseo.

Un poderoso deseo de herir, marcar y poseer a aquella mujer. Una necesidad de robar a la hembra de su hermano y esconderla para deleitarse con su cuerpo y seguir probando la textura de su piel y embeberse de su esencia.

Un enfermo y desagradable deseo por adueñarse de su cuerpo, degustar la sangre sobre su piel y escuchar su nombre salir de esos labios envueltos en tonos de placer y temor por él.

— Estúpidos humanos.

El problema residía en que Sesshomaru no era como su padre o como su medio hermano, el mayor contacto humano que aceptaría sería el de su protegida y no por mucho más tiempo. El deseo recién descubierto por la sacerdotisa, entonces, debía ser encerrado en el rincón más oscuro de su alma, donde el poder, la ambición y la frialdad lo congelaran y dejaran en el olvido.

Después de todo, él era el poderoso daiyokai Sesshomaru, Lord de las tierras del Oeste, y ninguna hembra fuera humana o demonio, tendría control sobre él.

— ¿Sesshomaru?

Una última mirada por parte de esos hermosos ojos dorados y Kagome lo vio ponerse en pie y desaparecer. Sin palabras y completamente sola en medio del claro en el bosque, sólo le quedó tiempo para maldecir a Inu no Taisho por los genes donados a su descendencia, genes de belleza extrema y poderes capaces de poner de cabeza el mundo de cualquier mujer.

Y para su mala fortuna…por dotarlos con la capacidad de desconcertar por igual a su corazón.


Por alguna extraña razón, el final no terminó por cuadrarme como cierre para un Oneshot, parece más un prólogo, así que me disculpo por eso. Pero no los voy a engañar, la verdad soy malísima para escribir historias cortas.

Quién sabe, igual luego se convertirá en algo más largo y complejo.

En fin, espero que les haya gustado, o al menos, que no les haya parecido tan malo. Hasta la próxima (: