N/A: Hola a todos. Este nuevo fic que he tenido en la mente desde hace mucho pues es una forma de una GRAN DISCULPA a todos por no haber logrado culminar la semana IH en español. Solamente subí tres drabbles y realmente lo lamento. Tuve unas situaciones personales que no me lo permitieron pero bueno... mil disculpas.

Este fic va a ser bastante largo. Comienza algo *SPOILER* trágico, pero luego se va a alivianar un poco. Ya veran

DISCLAIMER: Bleach no me pertenece, es propiedad de Tite Kubo-sempai\

ADVERTENCIAS: Muerte de personajes. Lenguaje.

8/18/2014


..::FORGET-ME-NOT::..

Nunca-me-olvides ...:Flor azulada. Se supone que quien la utilice, jamas será olvidado por sus seres queridos:...


"¿Seremos amigos para siempre, verdad, Pooh?" preguntó Piglet.

"Incluso más," respondió Pooh.

A. Milne


PROLOGO

"K-Kur…"

"….osa…"

"…ki-kun…"

"Kurosaki-kun"

Con un gran esfuerzo, Ichigo Kurosaki, abrió sus ojos color chocolate. Llevó sus manos a sus ojos para evitar de esa forma que la luz aumentara su creciente jaqueca. ¿Qué había pasado? Él no podía recordar nad…

No, no… él sí recordaba.

Él había estado peleando con Ishida, para luego descubrir que él no era un traidor y que todo eso lo había estado haciendo para vengar la muerte de su madre. Luego, ellos dos habían entrado a luchar de lleno contra Juha, mientras que Inoue y Sado se encargaban de Haschwat. Y al final… al final había surgido de la nada un reiatsu tan poderoso que incluso había opacado al de Aizen en su forma final. Después de eso, todo era borroso en su memoria.

—K-Kurosaki-kun, ¿estás bien?— cuestionó Inoue, con voz temblorosa. Ichigo no pudo dejar de notar que las mejillas de la chica estaban ligeramente rosadas… tampoco pudo ignorar el hecho de que sus ojos grises estaban repletos de lágrimas. ¿Qué demonios estaba ocurriendo?

Ichigo frunció el ceño, antes de asentir. —¿Qué ocurre, Ino…— sus palabras se vieron interrumpidas por una horripilante vibración de la tierra (si es que eso era tierra) bajo ellos. El shinigami observó con horror como un par de blancas y largas columnas se partían por la misma mitad y comenzaban a colapsar, dejando a su paso tierra y pedazos de cemento. Un zumbido bestial se hizo presente, atravesando los cielos. Él se tuvo que esforzar para no llevar sus manos a sus oídos.

¿Qué carajos estaba pasando?

—Kurosaki— gritó Ishida, mientras corría junto a Sado. Ichigo sintió un gran alivio al ver que ninguno de los dos estaba mal herido. Lamentablemente su alivio duró poco al ver los rostros de preocupación y horror de sus dos amigos.

Ichigo observó con confusión el cómo Ishida miraba a Inoue y negaba la cabeza. Ésta, al ver ese sencillo acto, comenzó a llorar. Él había visto a Inoue en muchas facetas de su vida, pero verla llorando como una niña pequeña no había sido una de esas. Sus pequeños y finos hombros se movían con fuertes temblores, mientras que sus labios temblaban con sus sollozos.

Él volvía a repetirlo. ¿Qué coños estaba pasando?

Ante su mirada de completa confusión, un visiblemente desencajado Ishida tosió. —Éste es el fin, Kurosaki.—

—¿A qué demonios te refieres?—

Ishida y Sado se observaron con gran pesar. Los tres hombres se mantuvieron en silencio, mientras que el zumbido, los ruidos de rocas al caer y los suaves pero nerviosos sollozos de Inoue continuaban como ruido de fondo.

—Juha ha muerto, pero antes de hacerlo, hirió de gravedad al Rey Espiritual. Y creo que eres lo suficientemente inteligente como para saber que va a ocurrir cuando el Rey muera… en los próximos minutos.— Ichigo sintió que las palabras de Ishida lo habían abofeteado en el rostro.

Juha había muerto.

Juha había herido al Rey de gravedad.

El Rey Espiritual estaba muriendo…

… y con ello moriría todo lo que estuviera compuesto de espíritu.

O sea, todos.

Hollows, shinigamis, humanos, fullbringers, animales, espíritus, arrancars, espadas, etc… todos morirían en cuestión de minutos porque el Rey estaba muriendo.

Ichigo observó con el rabillo del ojo como Inoue cubría sus ojos con sus manos. Ella estaba aterrorizada.

Ishida estaba horrorizado.

Sado estaba atemorizado.

Joder, él ni siquiera podía procesar la información.

Todos morirían.

Su padre, Karin, Yuzu, Tatsuki, Keigo, Rukia, Renji… todos sus amigos morirían sin entender que había pasado. Sin tener una esperanza de vida. No había escapatoria.

Éste era el fin.

Y él no se avergonzaba en admitir que tenía miedo; un horrible y espantoso miedo. ¿Qué se suponía que ocurriría? Si todo moría, si no había Rey ni Sociedad de Almas… si no había una dimensión material… ¿Qué ocurriría con ellos?

Él había fallado en salvarlos. Él había fallado en protegerlos.

Ichigo no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas. Él tenía miedo, mucho miedo. No volvería a ver a su familia —aun cuando su padre era todo un dolor en el culo él lo amaba—, ni a sus amigos. No habrían más amaneceres… no habría más días de lluvia en los que sentirse de mal humor.

No habría más salidas con sus amigos.

No habría más ningún Sado para acompañarlo de la escuela a su casa, hablando tonterías sobre videojuegos o mangas.

No habría más ningún Ishida para pelear y competir, o para recibir sabios consejos en el momento de la lucha.

No habría más ninguna Rukia con la que reír, entrenar o simplemente hablar.

Ichigo miró a la pequeña y casi frágil figura de Inoue, quien temblaba debido a sus sollozos. Sus cabellos y sus manos cubrían su rostro, mientras que sus lágrimas caían sobre su vestido.

Ya no habría más ninguna Inoue que sanara sus heridas, que le regalara dulces… ya no habría una Inoue a la que proteger.

Ese era el fin.

Todo estaba perdido.

Sado e Ishida se sentaron al otro lado, con sus cabezas bajas. Él imaginó que ellos estarían pensando en sus familias y amigos; en las vidas que se perderían. En sus vidas, esas que les serían arrebatadas.

Sin poder contenerlo, un sollozo escapó sus labios, mientras que sus mejillas se humedecían con todas las lágrimas que caían libremente. ¿Por qué? ¿Por qué? ¡¿Por qué tenía que ser de ésta forma?!

Él sólo podía imaginar los cientos de miles de millones de personas que perderían sus vidas. Espíritus, hollows, shinigamis, humanos, fullbringers, quincys, bounds, espíritus de Zanpakto… todos desaparecerían en cualquier momento.

¿Dolería?

¿Qué pasaría?

¿Habría otro lugar?

Ichigo negó la cabeza. No, no lo habría.

Él imaginó que todo se volvería negro, y que ya no volvería a sentir, recordar o simplemente… vivir. "Todo para nada," pensó de forma agridulce, mientras que un nuevo sollozo se escapaba de sus labios. Unos segundos después, él escuchó a Ishida y a Sado romper en llanto.

No era por el mero hecho de morir puesto a que él sabía que la muerte era parte de la vida y que tarde o temprano llegaría —además, él sabía que iría a la Sociedad de Almas y que empezaría de esa forma una nueva vida— pero esto no era solamente muerte. Esto era desaparecer por completo. No habría nada. Solamente un vacío.

No habría Sociedad de Almas. Mundo Humano. Hueco Mundo. División Real. Ni siquiera existiría el infierno.

Nada.

Eso era lo que existiría. Una nada.

Una mano se posó sobre sus hombros y él se giró, aun con lágrimas en sus ojos. Inoue estaba tras de él, con sus ojos y mejillas rojas. Sus manos temblaban, sin embargo, una pequeña sonrisa se mantenía en sus labios. Ahí estaba ella, incapaz de controlar su dolor y miedo, y aun así, trataba de consolarle.

Él decidió que ella era mucho más valiente que él.

Ichigo deseaba tener las fuerzas suficientes como para decirle que no se preocupara que todo estaría bien. Que ellos lo resolverían. Que Urahara entraría y con alguno de sus trucos sería capaz de detener todo esto.

Pero él sabía que nada de eso ocurriría. Y ella también lo sabía.

—Inoue,— un par de lágrimas volvieron a deslizarse por sus mejillas. Él se sentía como el ser más patético y débil de la historia de la humanidad… pero él no podía evitarlo. El miedo que sentía en su pecho en ese momento era mucho más fuerte que cualquier otro que hubiese tenido en el pasado. Cuando todo esto culminara, él ni siquiera sería capaz de recordar a su madre porque no habría nada. —Yo lo siento, lo siento tanto… lo lamento…— sollozó, incapaz de mirarle a los ojos. ¿Por qué no podía ser más fuerte? ¿Por qué no pudo detener a Juha antes de que él se enfrentara al Rey? ¿Por qué? ¿Por qué? Él no había sido lo suficientemente fuerte como para detener a Juha y su plan de destruirlo todo. Y ahora, en esos instantes, él estaba frente a sus aterrados amigos, que junto a él, se aferraban al mero recuerdo de la vida.

Inoue —siempre dulce Inoue— colocó un par de sus temblorosos dedos debajo de su barbilla y lo obligó a mirarla. Sus ojos grises brillaban con algún tipo de sentimiento que Ichigo no pudo comprender en el instante. La sonrisa que ella tenía en sus labios era tan suave y perfecta, que por unos momentos, él olvidó que estaban a punto de morir; que todo se iría a la mierda.

El zumbido y el movimiento de la tierra se incrementaron. Inoue perdió el balance y cayó sobre él. Ichigo la aferró a su pecho con fuerza, escuchándola sollozar sobre su hombro; él sólo pudo cerrar sus ojos y aferrarse a ella como si de un salvavidas se tratase. Él no deseaba rendirse de esa forma, pero ¿qué más podía hacer él? Él era un simple mortal; un joven con poderes de shinigamis que había llevado sobre sus hombros muchas más cargas que cualquier otro. Ichigo no tenía nada para detener toda esa calamidad.

Más de las columnas que mantenía el palacio en su lugar se derrumbaron, levantando una nube de polvo. Para horror de los jóvenes, uno de los palacios que estaba a la distancia —con lo que parecían ser mujeres y niños— se derrumbó, aplastando a todos sus integrantes a su paso. Los gritos de todas esas personas aún resonaban en los oídos de Ichigo. Él se quedó paralizado, observando como otro palacio se derrumbaba sobre algunos pobres infelices. ¿Estaría ocurriendo eso mismo en el mundo humano? ¿En la Sociedad de Almas? ¿Cuantas personas habrían perdido la vida por algún derrumbe?

—Kurosaki-kun, escucha,— dijo Orihime, alzando su voz para que él la pudiera escucharla. Inoue se apartó de su pecho y lo miró fijamente. Él sólo pudo observarle paralizado. —No queda mucho tiempo, así que por favor escucha, — sus mejillas se ruborizaron levemente, —gracias por salvarme; gracias por darle un nuevo sentido a mi vida cuando pensé que ya no tenía uno. Gracias por estar ahí, por siempre ser fuerte cuando yo no he podido serlo. Gracias por nunca rendirte, por siempre buscar la forma de proteger a todas las personas importantes en tú vida...— Ante los gritos de otras almas al ser aplastadas por las columnas, Inoue comenzó a llorar en voz alta. Ichigo sólo pudo mirarla anonadado, incapaz de poder decir algo para reconfortarla. —…gracias por enseñarme a vivir, por darme una razón más para creer en la belleza de la vida y continuar apreciándola… gracias, gracia porque si no estuvieras en mi vida, yo jamás habría conocido a todas las personas maravillosas que hoy en día llamo amigos.— Orihime llevó sus manos a sus ojos y limpió sus lágrimas, volviendo a sonreír. —En esta vida y en las demás… yo siempre me fijaré en ti. Gracias, Kurosaki-kun—

Ichigo se quedó sin palabras cuando sintió a la joven acercarse a él. Con sus ojos abiertos y con lágrimas aun bajando por sus mejillas, Ichigo observó como Inoue cerraba los ojos, como sus mejillas se volvieron mucho más rojas y de cómo, sus pequeños y rosados labios, se acercaron a los de él. Sus labios eran suaves y tibios, mientras que sus húmedas mejillas eran tan delicadas como la porcelana china. Él se obligó a mantener los ojos abiertos porque lo único que deseaba era mantener esa memoria… aunque fuera por sólo un par de minutos más. Ese era su primer y último beso; había sido otorgado por una de sus amigas más apreciadas, y que aparentaba ser, estaba enamorada de él.

Él no entendía como ella se había fijado en él. Inoue era hermosa, con gran carisma y con un corazón enorme, ¿por qué se había enamorado de él? Ichigo deseaba preguntarle, tenía la gran necesidad de cuestionarle desde cuándo y por qué. Su corazón dio un doloroso vuelco al recordar que ellos morirían, que ella jamás sería capaz de responderle a sus preguntas. Inoue jamás tendría la oportunidad de lucir un vestido blanco para su boda, tampoco tendría la ilusión de sentir a un bebé dentro de ella.

Fuese con él —puesto a que ese pensamiento no era desagradable teniendo en cuenta cuán importante era ella para él— o con otro hombre, ella no tendría la oportunidad de formar una familia.

Nadie la tendría.

Él no tendría la oportunidad de ver a sus hermanas desfilar al altar, no vería a sus sobrinos… ni siquiera a sus hijos…

No habría nada.

De forma repentina, Inoue se colocó de pie y salió corriendo hacia el otro lado del palacio. Por unos momentos, ni Ichigo ni Sado ni Ishida reaccionaron debido a sus estados de shock. Ellos habían sido tomados por sorpresa. Ichigo aún no podía creer que Inoue le hubiera besado ni mucho menos que se le hubiera declarado. Sado e Ishida habían estado demasiado sumergidos en sus penas como para ver toda la situación que había ocurrido entre el shinigami y la joven mujer.

Unos segundos de silencio y de miradas de confusión bastaron para que los tres jóvenes se pusieran de pie y comenzaran a correr hacia donde Inoue había corrido.

— ¡Inoue! ¡Inoue!— gritó Ichigo, esquivando una columna que había estado a punto de caer sobre él. Eso no podía estar pasando. Lo único que él deseaba para —al menos— morir con cierta paz era tener a sus tres amigos junto a él. Pero no, Inoue tenía que irse corriendo sabe Dios a donde.

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Inoue corrió y corrió, escuchando a sus espaldas a sus amigos gritar por ella. Aun así, ella no se detuvo. Algo dentro de ella le gritaba que debía continuar corriendo y encontrar al Rey Espiritual. Ella no entendía porque tenía esa sensación, sólo sabía que debía hacerlo porque quizás, sólo quizás, todo ese cataclismo podía ser detenido. Probablemente su optimismo era erróneo, pero aun así, ella no se detuvo.

"En ésta vida y en las demás, siempre me fijaré en ti, Kurosaki-kun" pensó, mientras sus mejillas volvían a humedecerse con sus lágrimas. Había una alta posibilidad de que todo terminara mal, por eso ella había decidido en decirle todo lo que pensaba a él. Si todo culminaba en esos instantes, al menos ella moriría con la satisfacción de que le había dicho sus emociones.

Aunque él no las compartiera con ella.

Mientras corría por uno de las enormes terrazas del ya muy debilitado palacio, Inoue se percató de los cuerpos de Juha y su segundo al mando, Haschwalt. El último había sido empalado en una columna con alguna zanpakuto y su cuerpo yacía inerte, a unos cuantos centímetros del suelo. La columna donde estaba su cuerpo comenzaba a quebrarse poco a poco, dejando a su paso pedazos de cemento y polvo blanco. La sangre de Haschwalt se deslizaba en finos y largos ríos, empozándose en el suelo debajo de él. Sus ojos azules estaban abiertos pero era evidente la ausencia del brillo característico de los vivos. Ella se percató de que la mejilla izquierda del hombre estaba humedecida por lo que parecía ser una lágrima.

La joven decidió evitar mirar los detalles del cuerpo de Juha, quien yacía decapitado al otro lado de la terraza; su cabeza no se veía por ningún lugar. En esos instantes, ella se percató de que la mirada sin enfocar de Haschwalt había estado clavada en el cadáver de su antiguo rey. Quizás esa era la explicación ante la humedad en la mejilla del hombre. No era nada nuevo para ella el que Haschwalt sintiera un profundo amor y lealtad hacia Juha… él lo había dejado claro en más de una ocasión en su enfrentamiento con ella y Sado. Según él, ellos eran dos mismas caras de una moneda.

Por unos instantes ella sintió lastima por el hombre. Ver morir a la persona que más amas en la vida era una de las cosas más horribles y dolorosas; ella lo sabía por experiencia propia.

Orihime corrió con todas sus fuerzas, hasta que encontró al otro lado a una figura reposando en el descanso de las escaleras que conducían al primer palacio —el lugar donde residía el Rey Espiritual. Por lo que ella podía ver, la figura estaba cubierta de moretones y de un charco de lo que parecía ser sangre. Debido a lo oscuro que era los fluidos —casi negros— ella no sabía si se trataba de sangre o de otra cosa. Imaginó que Él, al ser el Rey Espiritual, poseía una sangre distinta.

Ella se arrodilló frente a Él y se sorprendió al verlo fijamente. Era apenas un joven, quizás igual o menor que ella. Sus mejillas estaban pálidas, mientras que sus ojos estaban cerrados; espesas y muy oscuras pestañas caían delicadamente sobre sus pálidas mejillas Su cabello era negro y estaba recortado para que le llegara a sus hombros. Su túnica blanca —con bordados verdes— estaba cubierta de sangre. Su pecho se movía lentamente, como si Él estuviera luchando por mantenerse con vida.

La chica sintió un gran dolor en su pecho. Ese chico, "más que un niño menos que un hombre" cargaba con todas las cargas del mundo espiritual, con todos los horrores de la guerra y de la muerte. Y aun así ahí estaba, horriblemente lesionado, pero aun así, tratando de sobrevivir para evitar la destrucción de todas las almas.

Antes de que Inoue pudiera decir o hacer algo, sus ojos se abrieron, dejando al descubierto unos orbes verdes esmeraldas.

Esos, por mucho, eran los ojos más hermosos que ella nunca antes había visto.

—Y-Yo… yo quiero ayudar…— murmuró ella, tragando seco. ¿Ayudar ella? Inoue bajó la cabeza. Ella siempre había sido un estorbo; siempre poniendo a sus amigos en peligro. ¿Cómo sería capaz de ayudar? "No, yo tengo que hacerlo" pensó con determinación.

Cerró sus ojos e invocó a sus seis hadas, quienes comenzaron a girar a su alrededor. "Ya saben que debemos hacer. Debemos detener todo esto…"

"¿Por qué haces esto, pequeña?" cuestionó con voz afable y casi paternal el Rey Espiritual en su mente. La joven se sobresaltó y bajó su mirada hasta Él, quien la miraba fijamente.

Inoue, en otra ocasión, hubiera fruncido el ceño. ¿Pequeña? ¡Él era quizás más joven que ella! Ella decidió que quizás era porque Él tenía muchos más años que ella.

"Porque yo no quiero que éste sea el final," murmuró ella en un hilillo de voz.

"¿Y si éste fuera precisamente el final? ¿Y si éste es el evento que yo he escogido para culminar con todo?" preguntó Él con la misma afabilidad de antes. Orihime decidió que su voz la confortaba, aun cuando decía cosas tristes.

"No, por favor," suplicó. ¡Ese no podía ser el final! ¡Ella no quería que todo terminara de esa forma! "Por favor, yo sólo quiero ayudar. Yo sé que yo puedo hacerlo… por favor…" Sus amigos merecían un mejor final que éste. Uno donde fueran felices con sus familias…

"Orihime-sama, podemos hacerlo, pero…" susurró Shun'ō con voz temblorosa. Ni siquiera Tsubaki había pronunciado palabra alguna. Orihime los observó confundida, ¿por qué tenían esas caras tan tristes? ¡Ellos tenían que hacerlo! ¡Así salvarían al mundo espiritual y material! ¿Por qué no la ayudaban a convencer al Rey Espiritual?

"Ellos desaparecerán, Inoue Orihime" culminó el Rey Espiritual en su mente, sorprendiéndola con su nombre.

"¿C-Cómo sabes mi nombre?" fue la única pregunta "inteligente" que pudo pronunciar. Otro temblor sacudió la tierra cuando el Rey Espiritual apretó sus dientes y torso, por lo que parecía ser dolor.

"Yo he creado a todas las almas, Orihime. Yo las conozco a todas. Sé que pueden hacer y que no pueden hacer. Sé cuánto valen y que poder tienen, puesto a que yo he sido quien se los ha otorgado," comentó Él con suavidad. "Si llegaras a utilizar a Shun Shun Rikka con la combinación de sus seis espíritus, indudablemente revertirás el daño que ha recibido mi espíritu —el mismo que alimenta a todos los demás espíritus en éste mundo y los demás — sin embargo, esa técnica exige un sacrificio."

"Tú vida y las nuestras, Orihime-Sama," respondió Lily, flotando frente a Orihime.

Inoue se quedó sin palabras. Ella estaba dispuesta a dar su vida, pero no la de sus Shun Shun Rikkas. Ellos no merecían morir, ellos merecían ser enviados a un nuevo amo que los tratara igual o mejor que ella. A alguien que fuera fuerte, poderoso… alguien mejor que ella…

"No necesitamos a un nuevo amo, mujer. Incluso cuando eres todo un dolor en el trasero… tú eres nuestro amo y te respetamos —y apreciamos— por ello." Las palabras de Tsubaki y las inclinaciones de cabezas de los otros cinco espíritus lograron que una nueva ronda de lágrimas se deslizara por sus mejillas. "Nosotros no tenemos por qué dar nuestras vidas por las del resto porque lo único que nos importa eres tú, mujer. No obstante, si eso es lo que tú —y sólo tú— deseas, nosotros haremos lo que sea necesario para que esto funcione." Inoue se quedó sin palabras; sus Rikkas, sus más preciados regalos, estaban decididos a dar sus vidas junto a la de ella para salvar al resto.

"Orihime, si fueras capaz de lograr esto, tú alma no regresará a la Sociedad de Almas. Tú espíritu se quebrará en cientos de pedazos, igual que el de las Shun Shun Rikkas." Orihime sintió un escalofrió correr por su espalda, aun así —y con gran dolor en su corazón— ella asintió.

"Tengo que hacerlo, debo salvar a todas las personas que amo" dijo en su mente, con voz determinada. Tatsuki, Matsumoto, Rukia, Renji, Ishida, Sado, Urahara, Yoruichi… Kurosaki-kun… todos ellos merecían tener una buena vida. Un mejor final.

La joven mujer respiró hondo, imaginando el rostro de Tatsuki, su gran amiga. 'Gracias, Tasuki-chan, por estar conmigo, por salvarme en tantas ocasiones… por ser mi mejor amiga. Por compartir mis penas y mis alegrías; por siempre traer una sonrisa en mi rostro aun cuando me siento triste. Gracias, gracias, gracias' sollozó mentalmente.

Con lágrimas en sus ojos grises, ella miró a sus seis compañeros inseparables, aquellos que habían ayudado a sus amigos, los que la habían protegido y salvado cientos de veces. Sus Shun Shun Rikka. Ella sonrió con dulzura, antes de inclinar su cabeza frente a ellos, en señal de respeto. "Gracias por ser parte de mí, Tsubaki, Lily, Ayame, Hinagiku, Baigon, Shun'ō… gracias por todos los momentos que hemos vivido juntos."

Ellos le devolvieron la sonrisa —incluso Tsubaki, quien trataba de ocultar sus lágrimas con su pañuelo— antes de asentir y comenzar a brillar y a brillar… hasta que su brillo podía compararse con el mismísimo sol. Un escudo parecido al de Santen Kesshun se materializó sobre ella y el Rey.

"Por favor, podría… ¿podría salvar a mis amigos?" preguntó con timidez en su voz. Los ojos verdes del Rey Espiritual no habían dejado de verla ni por un solo segundo.

"Eres muy valiente, Orihime... de todas mis creaciones, tú alma es mi predilecta." Las mejillas de Inoue se ruborizaron levemente ante el cumplido. "Prometo que ellos estarán bien. Y también te prometo que…" Antes de que ella lograra escuchar sus últimas palabras, el escudo estalló en cientos de pedazos, mientras que cada uno de sus Shun Shun Rikka comenzó a iluminarse y a deteriorarse en forma tan fina que parecía polvo de hadas.

Orihime, al sentir una calidez extendiéndose en su cuerpo, observó sus manos. Estaban tan resplandecientes como las de los Rikkas. Y poco a poco, frente a ella, su cuerpo comenzó a deteriorarse en un polvillo parecido al de las estrellas. No sentía dolor tampoco miedo… sólo una profunda paz y alegría en su interior. Algo que ella era incapaz de entender o explicar.

—Adios, Rikkas— murmuró, para luego cerrar sus ojos y dejar que la luz la tragara por completo.

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—¡Inoue!— Ichigo ni siquiera tenía fuerzas para correr más rápido. Ni siquiera podía ser capaz de manejar su shunpo.

—¡Inoue-san!— gritó Ishida, corriendo tras de Ichigo y Sado. Los tres jóvenes apenas podían respirar, debido a la gran cantidad de polvo que había a su alrededor. Tampoco ayudaba la poca cantidad de aire y reiatsu que había en el ambiente.

—¡In…— antes de que Ichigo lograra culminar el nombre de Inoue, una luz extremadamente radiante —'como un sol' pensaría luego Ichigo— apareció en el castillo principal. El temblor de la tierra se detuvo, igual que los derrumbes. —¿Qué carajos es eso?— cuestionó Kurosaki, parándose junto a Sado e Ishida. Ninguno de los tres tenía idea alguna de que estaba ocurriendo.

Quizás ese era el fin.

Ante sus ojos, la luz parecida a un sol naciente se extinguió, para luego, como si de una bomba se tratase, detonar y cubrir toda la dimensión con su luz. Los tres jóvenes fueron empujados por la onda de sonido que había emitido dicha luz, siendo lanzados por los aires y envueltos en una nube de humo, polvo y escombros. Con un doloroso 'BAM' sus cuerpos colapsaron en el suelo, siendo cubiertos no sólo por la nube de polvo, sino por la luz más cegadora que ninguno de ellos hubiera sido capaz de ver en su vida.

Ichigo cerró sus ojos, mientras que una sensación de tranquilidad y calidez cubría sus sentidos. Él no podía ver, ni escuchar ni sentir nada… sólo sabía que estaba envuelto en una luz cálida y pacífica.

Una luz muy parecida al reaitsu de Inoue.

Abrió sus labios y trató de gritar y gritar y gritar. Trató de abrir sus ojos y buscar a su amiga, porque si de algo él estaba completamente seguro en ésta vida era que esa ola de reaitsu le pertenecía a la dulce Inoue.

"Inoue, Inoue, Inoue" repitió su mente como si de un mantra sagrado se tratara.

"Ella estará bien" dijo repentinamente una voz afable a su oído. Ichigo reconoció la voz como la de un joven hombre, quizás de unos quince o dieciséis años, pero lo único distinto de ésta era la basta sabiduría que emitía con ella.

Aun sin poder abrir sus ojos, Ichigo sintió que su cuerpo caía. ¿Hacia dónde? ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso éste era el fin? ¿Por qué? Antes de que pudiera gritar o pensar, todo se volvió negro y él perdió el conocimiento.

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La Sociedad de Almas, donde hasta hacía unos minutos atrás había reinado el caos debido a los temblores y falta de reaitsu, se iluminó por una luz amarillenta que se abrió paso en los cielos. Los shinigamis que estaban en el lugar, encabezados por Rukia Kuchiki y Renji Abarai, se quedaron sin palabras.

Los ojos azules de Rukia brillaban por el miedo, mientras que sus dedos se encontraban aferrando con fuerza la tela del uniforme de Renji.

Hasta hacia unos minutos atrás, ellos habían creído que ese eral final. Que todo estaba perdido.

—¿Q-Qué es eso?— se preguntó a sí misma, con voz temblorosa.

La respuesta no vino de Renji ni de ninguna otra persona. Sino que ella misma respondió su duda al ver cuatro cuerpos caer de forma lenta, y envueltos en una luz radiante. Las cuatro figuras colapsaron en medio del Seireitei, y la luz que los había envuelto se opacó hasta el punto de desaparecer.

Kurosaki Ichigo, Ishida Uryu, Yasutora Sado e Inoue Orihime habían caído a la Sociedad de Almas.

Rukia salió corriendo hacia los cuatro cuerpos de sus amigos, gritando con histeria. Empujó a todos los shinigamis que se habían animado a ir al lugar. —¡Muévanse! ¡Muévanse!— gritó con voz ronca —¡Ichigo! ¡Ichigo! ¡Inoue! ¡Ishida! ¡Sado!— gritó, tratando de llegar al lugar entre el gran revuelo de personas.

—¡Háganse a un lado!— gritó Renji tras de ella, empujando con más fuerza a todos los shinigamis que estaban frente a él. En cuanto el espacio estuvo libre, Rukia salió corriendo, olvidando incluso agradecerle. La joven teniente ni siquiera se fijó en su hermano o en el resto de sus compañeros.

—¡Ichigo! ¡Inoue! ¡Ishida! ¡Sado!— gritó con todas las fuerzas que sus pulmones le permitieron. En cuanto llegó al lugar, se sorprendió al ver que una lluvia de pétalos azules de 'no-me-olvides' caía sobre el área, como si estuviera intentando cubrir los cuerpos de sus cuatro amigos.

Rukia se detuvo frente a ellos, contemplando con lágrimas en sus ojos, que sólo tres de sus amigos continuaban respirando, puesto a que su adorada amiga de cabellos naranja yacía inmóvil y con sus horquillas —antiguamente azules— negras. Sus ojos grises estaban cerrados —sus pestañas caían sobre sus mejillas, algo que le recordó a las muñecas de porcelana— y sus labios —antiguamente rosados— estaban violáceos.

—¡Rukia!— gritó Renji, logrando alcanzarla.

Las temblorosas manos de la teniente cubrieron su boca. Y antes de que ella pudiera reaccionar a lo que acababa de ver, Renji la abrazó con fuerza. —¡Inoue!— gritó a los hombros de Renji, con sus ojos cerrados y con un gran dolor en su pecho. ¡Ella debió haberlos acompañado! Si ella hubiera ido… ¡si ella hubiera ido, Inoue estaría viva!

Los miembros de la cuarta división los empujaron hacia un lado, para empezar sus labores con los otros tres jóvenes que aun respiraban. Rukia observó a Ichigo, y al ver que éste aún estaba inconsciente pero vivo, corrió hacia el cuerpo de Inoue. Orihime tenía algunos pétalos de 'no-me-olvides' en su rostro y cuello, causando que un suave aroma se esparciera por su cuerpo.

En otra ocasión Rukia hubiera reído ante la ironía de todo eso. Su amiga estaba muerta y las flores que la cubrían eran las 'no-me-olvides'. La teniente mordió sus labios, pero aun así fue incapaz de dejar escapar un doloroso sollozo. —¡Inoue!— gritó, tomando a su joven amiga por los hombros y acostándola sobre su regazo.; sus interminables lágrimas bañaron el pálido rostro de Inoue. "Nunca te olvidaré, lo prometo" murmuró para sí misma, llorando sobre el cadáver de su amiga.

Esta era la segunda vez en su vida en la que una persona importante para ella moría. La segunda vez en la que mantenía el cuerpo de un amigo sobre su regazo.


Nos vemos en la próxima ;)