Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto

Hola, gracias por entrar n.n

Creo que estamos todos igual, queremos que termine y no queremos que termine. En lo personal me pone triste, pero también me siento muy satisfecha por haber logrado llegar hasta aquí. Como les comentaba a algunas de ustedes la semana pasada por pm, me gratifica mucho el haber podido cumplir con la actualización tal y como lo había planeado y prometido, además de poder completar la historia como se debe.

Primero quiero agradecer por última vez a los comentaristas anónimos gabyota, también me encariñé, me cuesta despedirme. Gracias por leer y comentar n.n kds, no puedo ver pelis de terror, ¡me trauman! Gracias por tu afecto y tu compañía n.n tsuki-nata, gracias por leer y comentar n.n Julia, qué lindo review, mejor que ya lo hayas dejado porque después no podría contestarte XD Tal y como decís he puesto mucho de mí y de mis gustos en Hinata, creo que eso ayuda mucho a la credibilidad del personaje si se lo hace bien, claro. Por eso lo de las pelis de terror, ¡de verdad que pierdo el sueño durante días! No hay que verlas, punto. Agradezco tus hermosas palabras y tus reviews, sobre todo porque sé que tuviste que hacerte de tiempo para ello, así que te debo doble agradecimiento. Jajaja! ¡No tenés faltas ortográficas!, ni me fijo en esas cosas cuando el contenido es tan generoso. Abrazo grande, espero que todas tus cosas estén bien n.n laidy, tampoco tolero esas pelis, y la paso muy mal cuando en una reunión se ponen a hablar de espíritus :'( Me alegra que te haya gustado, espero que el final también. Y muchas gracias por seguir allí n.n

¡No quiero llorar! ¡Diablos! Pero me emociona tener que despedirlas :'(

No duden de que fue su apoyo el que ha sostenido el fic, ustedes han sido los pilares de esta historia. Si no fuera por sus amables y generosas palabras, un fanficker no encontraría mucha justificación para esforzarse. Así de importantes son los reviews. Yo veo en el conteo de lecturas una cifra de tres dígitos siempre, pero sólo si dejan un comentario uno se entera de que la historia gustó, porque puede tratarse de lectores desorientados que clikearon por error o que leyeron dos párrafos y se fueron. ¿Se entiende?

Hoy mencionaré a dos grandes escritores de la literatura universal: mi adorado y recordado García Márquez, fallecido hace un año atrás (en mi perfil hay un fragmento de una de sus novelas), que me ha deparado tantas horas de felicidad entre sus páginas que difícilmente pueda agradecérselo como se debe. Y no exagero nada. Lean "Cien años de soledad" con el corazón abierto y el entendimiento alerta, y podrán comprobarlo. Por último mencionaré a Baudelaire, por aquel soneto referido en las primeras citas con Sasuke.

Para aquellos que preguntan, la verdad es que por ahora no tengo un sasuhina en mente, sí un kakahina. Ya vieron el capítulo en cuestión XD Pero juro que nunca haría un long-fic como esa cita, por Dios, me esforzaría en hacer algo más digno. Antes que el sasuhina me gustaba ese pairing y tengo una idea rondando mi cabezota, pero todavía no sé si podré llevarla a cabo. Además, también tengo proyectos para otros fandoms.

Creo que es todo. *La chica estiraba la despedida porque no quería irse* XD

Al igual que en "No me salves" ha sido un placer escribir sobre esta pareja. Sólo tengo palabras de agradecimiento para todos ustedes, queridos lectores, por haber apoyado la historia y por haberme acompañado hasta aquí. Ojalá que este abril les depare cosas buenas.

Disculpen por los posibles fallos y por el fluf, consideren que es el final de un romance XD Y gracias por leer :D


30 de abril

Celebración


Abril es un mes transicional. Los días templados se viven como un agasajo, como un regalo, se disfrutan hasta el último segundo con la intensidad que brinda el conocimiento de que pronto habrá un cambio, un quiebre en el acontecer. Y esa maravillosa templanza acompaña y en algo reconforta los alborotados sentimientos.

Hinata le agradeció al cielo esas jornadas bienhechoras. Respiró el cálido aire profundamente, le echó un vistazo al taller mecánico que había abierto frente a su edificio hacía más de un mes atrás y se solazó con la idea de que su dueño tal vez pensase en ella.

Después entró para sacar el pastel del horno, esta vez de chocolate. Sus amigas no tardarían en llegar, autoconvocadas con motivo del término de un período más que significativo para todas, un mes que merecía el balance correspondiente. Al igual que aquel lejano primero de abril su casa fue el sitio elegido, porque allí había iniciado todo y allí debería dársele un cierre. Desde luego, ella no tuvo inconveniente con eso.

Ansiosas y puntuales, Ino, Tenten y Sakura llegaron juntas riendo y hablando hasta por los codos, felices de volver a coincidir en una fecha que, además, era un día de semana. Hinata las recibió alegre y algo avergonzada, pues traía entre manos una clase de información que aún no había compartido con ellas. Y aunque pasó toda la noche muriéndose de ganas de contarles, ahora que las tenía adelante las palabras se le atoraban en la garganta.

La conversación al principio giró en torno a los asuntos relacionados con la salud, el trabajo y las familias de cada una, actualizándose con las típicas novedades que el tiempo suele proporcionar o, por el contrario, careciendo de ellas. La que tenía algo nuevo que decir lo dijo, y la que tenía poco y nada que aportar se limitó a señalarlo también.

-Entonces a lo que vinimos –dijo Ino después de aquel convencional intercambio y dejando a un lado su porción de pastel, del cual apenas había tomado un bocado-. Estamos aquí reunidas por una razón específica y debemos ir al grano.

-Vaya susto, por un momento creí que dirías "estamos aquí reunidas para celebrar la unión de esta mujer" –bromeó Tenten señalándola con la cabeza-, "y de esta mujer" –agregó, volteando en dirección a Sakura.

-Aprende a bromear, querida Tenten –se chasqueó Ino-. Pero sí, tal vez tengas razón y se trate de una jornada celebratoria.

-Eso está por verse –terció Sakura mientras saboreaba su ración-. No quiero ni imaginar lo que habrán sido estos días para la pobre Hinata, sometida a ese espeluznante desfile de caballeros.

-Sí, "pobre Hinata" –ironizó Ino.

-Sobre todo si pensamos que eran tus contactos de Facebook –señaló adrede Tenten.

-Ya quisieras tú tener la mitad de mis amistades.

-Oh no, gracias pero no.

-¿Estás segura de que no quieres intentarlo, amiga mía? Conozco a algunos hombres buenos y bastante desesperados.

-Me imagino, principalmente por lo de "buenos."

-Como sea –intervino Sakura, más interesada en la dueña de casa que en otra apasionante riña entre Ino y Tenten-. Cuéntanos, Hinata, ¿qué se siente sostener citas durante todo un mes?

La interpelada se ruborizó al tener de pronto tres pares de ojos ávidos de noticias sobre sí.

-Bu-Bueno… ha sido bastante… raro, incluso p-por momentos bizarro… Pero sin dudas edificante.

-¿Edificante? –se extrañó Ino.

-Edificante –corroboró Tenten.

-¿Y eso con qué se come? –indagó Sakura. Tenten procedió a explicarle que "edificante" significa "instructivo", entonces la joven la miró con resignación-. No puedo creer que hasta la experiencia de salir con chicos pueda parecerte educativa, ¡deberías renunciar a tu trabajo!

-No renunciará a su trabajo, Sakura –determinó Tenten. Y luego, volviéndose a Hinata, preguntó-: ¿A qué te refieres con "edificante"?

Ella se tomó algunos segundos antes de contestar.

-He conocido a muchos chicos, todos con diferentes personalidades, y con la mayoría simpaticé y pude conectar porque coincidíamos en la búsqueda.

-¿Qué búsqueda? ¿La del Hombre Perfecto? -se interesó Ino con ingenuidad.

Tenten puso los ojos en blanco y se mordió la lengua para contener la catarata de sarcasmos que le vinieron a la mente.

-La búsqueda de alguien especial, de alguien di-diferente –respondió Hinata, reflexiva-. Aunque a veces se hace difícil. Lo mejor fue que se mostraron siempre auténticos y se los he agradecido. Las máscaras, a la larga, son contraproducentes, nadie pu-puede fingir ser por mucho tiempo lo que cree que se espera que sea.

Durante unos instantes las cuatro guardaron silencio, pensando en ello.

-Vaya –terminó por decir Ino, visiblemente impresionada-. Eso fue… profundo. –Luego sacudió la cabeza para obligarse a reaccionar-. Pero ninguna de esas bonitas palabras hará que consigas novio, Hinata, ¡al menos al principio debes fingir estupidez!

Tenten le propinó un suave pero contundente correctivo en la cabeza con la cuchara.

-¿Es que no has escuchado nada de lo que dijo? –la regañó, haciendo caso omiso de su mirada asesina-. Se trata de conectar con el otro sin fingir ni crear una falsa imagen de uno mismo, ¡por eso dice que es difícil!

-¡Pues a ese paso te casarás a los cincuenta!

-¡Problema mío! –se defendió Tenten.

-¡Y mío! ¿Quién crees que te acompañará al médico cuando no puedas ir sola?

-Siempre hay un roto para un descosido –terció Hinata con filosofía.

-Pamplinas –porfió Ino. Las otras hicieron sus propios comentarios al respecto y finalmente, sin llegar a ninguna conclusión, decidieron volver al punto central-. No vinimos aquí a debatir sobre las mil y una formas de enamorarse, sólo quiero saber si mi noble intento de emparejarte con alguien ha dado sus frutos.

Tenten ahogó una risa por lo de "noble" e iba a emitir la ironía correspondiente, pero Sakura le clavó una mirada de advertencia y se contuvo. Hinata, entonces, retomó la palabra.

-Bu-Bueno… -La joven empezó a ponerse nerviosa, había llegado el momento tan temido. Para peor, sus amigas la miraban con tal expectativa que mejor hubiera sido que la tierra se la trague-. Ha sido una e-experiencia interesante… algunos me gustaron mucho y…

A Hinata se le agotó el aire y quedó trabada.

-¿Y?

-¿Y?

-¿Y?

Entonces se halló en un buen aprieto. No sólo tenía que contarles que se había puesto de novia, sino que además debía precisar que el tan mentado candidato ni siquiera había surgido de entre las filas de Ino, que tan pendiente había estado ocupándose de concertar cada uno de los encuentros. Hinata temía disgustarla, decepcionarla y ofenderla, e incluso le temía al consecuente bombardeo de interrogaciones que se desataría con posterioridad.

Las chicas esperaban impacientes. Como el silencio se prolongaba y ella aún rehuía sus miradas, además de evidenciar una gran turbación, poco a poco comenzaron a intuir que algo extraño le ocurría, que algo inusual había acontecido.

Se miraron entre ellas con preocupación.

-¿Hinata? –inquirió Tenten-. ¿Estás bien?

La susodicha se apresuró a aclarar que estaba bien. Se hallaba tan obnubilada a causa de los nervios que no se había percatado de lo sospechoso de su silencio, y que las había perturbado.

-¿Entonces? –indagó Sakura, más curiosa que antes.

-Sólo dinos lo que tengas ganas de contar –propuso Ino, piadosa, ganándose las incrédulas miradas de sus compañeras.

Hinata no pudo menos que sonreír.

-Es que t-tengo algo muy importante q-que contar –musitó. A continuación, armándose de valor, apartó de un empujón sus pudores y se lanzó al vacío-. Estoy saliendo con alguien.

Ahora las jóvenes prorrumpieron en incontenibles exabruptos de alegría. Los consabidos "¡Oh!", "¡Ah!" y "¡Aleluya!" no se hicieron esperar, más los aplausos y exclamaciones características que se suceden entre las palabras de felicitación y augurios de felicidad. Se sentían tan dichosas por su amiga, tan aliviadas y emocionadas, que durante un buen rato sólo pudieron abrazarla y repetir la misma retahíla de señales entusiastas.

Es que Hinata siempre fue la más retraída, la más antisocial de las cuatro, además de la más concentrada en su trabajo, sin ningún interés especial en las relaciones amorosas. La novedad les causó tal asombro y algarabía que necesitaron de un buen lapso de tiempo, y de otra contundente rebanada de pastel, para terminar de asimilarlo. El corazón les desbordaba de satisfacción.

Tan cohibida como de costumbre, y muy conmovida además, Hinata les agradeció cada muestra de cariño. Sus amigas siempre fueron su gran apoyo, su motivación y su felicidad, por lo que nada podía ser más importante para ella que recibir también sus bendiciones.

Al menos hasta que les comunicara el otro pequeño detalle.

-Bueno, ¡basta! –determinó de pronto Ino después del alboroto. Esta vez, a falta de una buena botella de whisky, necesitó devorar hasta la última migaja de su ración de pastel para soportar tanta emoción-. Estás con alguien, ¡bien por ti, amiga! –dijo con la boca llena-, pero todavía no nos has contado lo más importante: ¿de cuál de mis queridísimos y selectos contactos de Facebook estamos hablando?

Ahora sí que a Hinata se le torció la sonrisa. El corazón le latía aceleradamente, le sudaban las manos y estaba segura de que le daría un gran disgusto, pero aun así tenía que completar aquella apoteósica misión suicida. Respiró hondo y volvió a saltar del trampolín.

-D-De ninguno –balbuceó.

Ino la miró sin comprender.

-¿Ninguno? –preguntó mirando a sus otras amigas para verificar que había oído bien-. Ninguno… ¿Dijo ninguno?

-Ninguno –corroboró Sakura, y se levantó para ir en busca del coñac así como lo había hecho en la reunión anterior.

-Ninguno –repitió Tenten, que después de algunos segundos de estupor ya no pudo contener la risa, estallando a borbotones.

Entonces Ino se vio obligada a encararse con la realidad.

-Ninguno –gimió en voz baja, desolada.

Mientras Tenten se doblaba de la risa, Ino se había transformado en un fantasma y Sakura volvió con la botella. Hinata guardó silencio, prudente y apenada, mientras esta última tomaba la muñeca de la más afectada para comprobar el pulso.

-¿Ino está b-bien? –se decidió a preguntar por fin.

-No te preocupes, se recuperará –le aseguró Sakura mientras servía cuatro copas. Luego tomó una y la acercó hasta los labios de la convaleciente, sosteniéndola de la nuca para facilitarle la acción-. Bebe, querida, todo saldrá bien.

Hinata la miró con preocupación, Tenten lloraba de risa cubriéndose la boca con un cojín del sillón para apagar el ruido y Sakura procuró que Ino ingiriera la totalidad del brebaje. Nunca se habían visto en una situación tan desopilante y durante otro largo rato ninguna de las cuatro supo qué hacer con la buena nueva hasta que Tenten, de alguna manera, logró sosegarse para ponerle fin a la idiotez.

Sorprendiendo a sus amigas, que creyeron que se burlaría de Ino hasta la madrugada, profirió algunos comentarios moderados, tranquilizadores y conciliadores. Después de Hinata siempre había sido ella la más sensata, por lo que dadas las circunstancias se abstuvo cuidadosamente de hacer leña del árbol caído.

Incluso tuvo palabras de aliento para Ino, a quien le reconoció el esfuerzo realizado a lo largo del mes. Pocas personas se comprometían de ese modo tan fiel y constante, y no le sorprendía para nada viniendo de ella, que en todo caso se condujo con mucha más generosidad que las demás al compartir la fortuna de sus amistades. Pero, con sabiduría, añadió que la vida tenía sus ironías, por lo que tampoco le sorprendía que Hinata, al final, se hubiese enamorado de un pretendiente ajeno al plan original.

Ino, que de a poco volvió en sí, al principio desconfió de esa repentina muestra de conmiseración y escrutó tenazmente su rostro para ver si detectaba alguna mueca burlona que confirmase sus recelos. Sin embargo, esa mueca jamás apareció. Tenten estaba siendo sincera y se lo agradeció con un abrazo, y luego abrazó a Hinata para asegurarle que colapsó por la sorpresa y de ninguna manera porque se hubiese ofendido.

Y como en un cuento de hadas, así fue como todo volvió a la normalidad.

-Además, tengo la leve sospecha de que tu plan, de alguna manera, influyó para que Hinata se enamore, ¿me equivoco? –indagó Tenten, dirigiéndose a la aludida.

Ésta hizo un gran esfuerzo para terminar su copa de coñac, ya que las bebidas alcohólicas le sabían algo amargo. Cuando terminó, gruñó arrugando la cara debido al fuerte sabor que le quedó en la boca y las hizo reír.

-De alguna manera –corroboró asintiendo con la cabeza.

-¿Serías tan amable de explayarte? –pidió Ino, realmente necesitada de compensación.

Hinata sonrió, comprendiéndolo, y tuvo que darle el crédito que le correspondía.

-Ni bien supo del p-plan de las citas, empezó por interceptarme en medio de cada encuentro o inmediatamente después –les contó Hinata, recordándolo con afecto.

Las chicas volvieron a prorrumpir en exclamaciones arrobadas, aplausos y saltitos de emoción. Cuando se calmaron, la alentaron a continuar.

-Le fastidió mucho, al principio no p-podía contarle mis motivos para reunirme con tantos chicos, ni tenía por qué hacerlo –explicó Hinata cuidando de ser clara con pocas palabras-. Pero nunca se rindió. Los p-primeros días creí que me buscaba sólo para molestar, más tarde comprendí que se trataba de celos.

Nuevas reacciones femeninas de alborozo, las típicas en estas situaciones. Luego continuó:

-C-Creo que al final optó por resignarse. Supongo que pensó que de esa manera terminaría por verlo sólo a él, aunque los últimos días re-reconoció que tenía miedo.

-¿Miedo? –se apenó Ino, embelesada con la sola idea.

-Miedo. Suele decir que me enamoro de c-cualquiera excepto de él.

Ahora las chicas rieron abiertamente, divertidas con la tierna observación.

-Ya, dinos quién es –pidió Sakura en nombre de todas.

Hinata sonrió, libre al fin de sus escrúpulos iniciales.

-Lo vieron una vez –reveló. Sus amigas intercambiaron interrogativas miradas, desconcertadas, y poco les faltó para sonsacarle la preciosa información a través de cuestionables métodos de tortura psicológica. Viéndolas en ese estado, la joven ya no se hizo de rogar-. Su nombre es Uchiha Sasuke y es el mecánico que trabaja enfrente.

Ahí mismo, tres mandíbulas cayeron al piso componiendo cada una, con impecable fidelidad, las lóbregas y expandidas fauces del castillo Grayskull. Al mismo tiempo, demostraron que la imagen de Uchiha Sasuke, "ese semidiós nacido de la unión entre un ser humano y algún tipo de divinidad suprema" que Ino se jactó de descubrir un mes atrás, no era nada fácil de olvidar.

-Ese es otro mérito tuyo, querida Ino –agregó Hinata con calidez-, porque fuiste tú quien lo vio primero. De no ser por ti q-quizá nunca me hubiese percatado de su existencia.

La bomba cayó en el medio de la sala estallándoles en la cara y generando una gran conmoción. Contra todas las leyes de la naturaleza femenina, durante unos interminables instantes ninguna pudo proferir palabra. La primera en reponerse fue Tenten, quien en medio de ese momento de perplejidad consideró oportuno darle a la jornada el tinte que correspondía.

-Bien, señoras mías, la Verdad ha sido pronunciada –dictaminó con tono ceremonioso-. Ahora sí podemos afirmar sin temor a equivocarnos que estamos aquí reunidas para celebrar.

-o-

Después de tan agitada reunión, Hinata necesitó con urgencia otro de sus cálidos abrazos. En parte lo ansiaba y en parte se sentía una tonta por ello, pues volvió a recordar que antes vivía tranquilamente sin ese tipo de requerimientos. Pero el amor también era eso, era el vértigo de conocer a alguien con quien estrechar de tal modo los lazos que un buen día se vuelve imprescindible. La joven se encogió de hombros y una vez más trató de aceptarlo.

Después de despedirse de sus amigas, subió de nuevo para ordenar, ducharse y cambiarse de ropa. Luego recordó que hacía tiempo arrastraba una duda, por lo que se conectó a internet para googlearla. La primera búsqueda no dio resultado, pero cuando reformuló la pregunta la respuesta saltó de inmediato, sorprendiéndose del escaso tiempo que le llevó.

Internet seguía siendo para ella el misterio más grande del universo, un fenómeno insondable. A veces hacía una pregunta concreta y no encontraba nada, y otras la garrapateaba como podía, insegura de cómo formularla, y hallaba la respuesta en la primera entrada de la lista. En ocasiones esa incongruencia le resultaba indignante.

Pero como tenía mejores cosas en qué pensar y un caballero con el que ilusionarse, apagó la máquina de inmediato, satisfecha de haber resuelto por fin su interrogante. Luego apagó las luces –ya era de noche-, tomó las llaves y bajó.

Encontró a Sasuke, como en otras tantas oportunidades, trabajando debajo de un automóvil, un lujoso Mercedes. Parecía que el muchacho se estaba haciendo de una clientela importante. Qué diablos hacían los mecánicos allí abajo era otro gran enigma, algún día se lo preguntaría con seriedad, pero en ese momento se conformó con anunciar su presencia.

-Sasuke-kun –saludó agachándose junto a sus zapatillas desatadas.

-Dos minutos –pidió él desde lo profundo del averno automotriz.

Hinata asintió y procedió a anudar las agujetas. Luego se puso de pie y anduvo por aquí y por allá mientras los segundos transcurrían. Al rato, Sasuke emergió de los abismos mecánicos con su eterno uniforme de trabajo manchado de grasa. Se quitó los guantes que llevaba y tomó un paño para limpiarse las manos. Como de costumbre, pensó Hinata, sintiéndolo propio y familiar.

-¿Qué tal tu cita? –le preguntó él.

-Sabes que fue con mis amigas.

-Entonces no me contarás nada.

-Sólo una cosa: hablamos de ti.

Sasuke hizo una mueca.

-Y me he convertido en un simple tema de conversación porque…

-Porque estoy saliendo contigo.

El mecánico se cruzó de brazos, escrutándola con atención. Si bien el asunto de su noviazgo se entendía de forma tácita, una declaración formal le vendría muy bien para que quede asentado. No obstante, tal espontaneidad en alguien tan tímido como ella le generó ciertos escrúpulos.

Primero: cuando lo dijo lo miró directo a los ojos. Segundo: se ruborizó menos que otras veces. Tercero: no tartamudeó. Conclusión: se trataba de una broma.

-Pruébalo –requirió.

Hinata lo miró sin comprender.

-¿P-Probar qué?

-Que estamos en una relación oficial.

-¿Por qué?

-Discúlpame si después de verte salir con otros hombres a lo largo de todo un mes desconfío de tus palabras, Hyuuga.

Hinata se sintió ligeramente ofendida. Sin embargo, entendió el punto.

-Es verdad –terminó por admitir con docilidad-. Pe-Pero también es cierto que nos hemos… nos hemos… besado –agregó con atolondramiento-. Y t-también hemos… hemos….

-¿Hemos…?

-Tú sabes –murmuró Hinata, avergonzada y disgustada por su falta de consideración.

El joven compuso un falso gesto de inocencia.

-Recuérdamelo –pidió con simpleza, desentendiéndose de la tribulación ajena. La joven gruñó, molesta. El otro, en cambio, se estaba divirtiendo en grande-. Si no puedes decir con tus propias palabras que hemos hecho el amor, ¿cómo esperas ganarte mi confianza? Cuando tartamudeas al menos sé que eres sincera.

-¡Sasuke-kun!

-Como sea. Demuéstrame que estamos saliendo, que yo soy tu pareja.

Para su desazón, Hinata comprendió que iba en serio. ¿Pero cómo diablos se demostraban ese tipo de cosas? Ya le había dicho la otra noche lo que sentía por él, incluso antes de que él se lo dijera a ella, y bastante bochornoso había sido. ¿Qué más quería ahora?

Entonces, un súbito rayo de lucidez la atravesó de parte a parte. Por algo tenía un título universitario, se dijo con pueril orgullo al trazar en su mente la estrategia ideal para repeler el ataque.

-Demuéstralo tú –lo desafió. Nada mejor que un buen contraataque para neutralizar las bravatas de las fuerzas opositoras.

Sasuke la miró con fastidio. Era ella la que hacía, deshacía, decidía y manejaba los tiempos en esa relación, ¿cómo tenía el descaro de hacerle semejante planteo? Había sido paciente, tolerante, constante, incluso amable cuando la situación lo había requerido, atentando contra su propio temperamento. ¿Qué más debería hacer para garantizarle cuán importante era para él? ¿Refundar la biblioteca de Alejandría?

-Tienes agallas, Hyuuga –reconoció entre dientes, aunque también había elaborado ya su propia estrategia-. Sin embargo, más allá de lo que les hayas dicho a tus amigas, sigues siendo terca con respecto a nuestra relación. Me recuerdas a Amaranta.

El disparo fue limpio, preciso, infalible. Y acertó en la diana de su corazón. Hinata, anonadada, no supo qué decir. Sasuke, en cambio, sonrió satisfecho.

-Te has topado con la horma de tu zapato, jovencita –se regodeó-. ¿Pensaste que lo olvidaría?

-Tú… –balbuceó Hinata, incrédula.

-Así es, la última novela que me quedaba por leer. El autor murió hace poco, ¿verdad?

La chica no lograba reponerse, impactada por la disciplinada lectura del sujeto. Había leído una de sus novelas más queridas, una que ella había leído demasiadas veces como para contarlas: Cien años de soledad. Era un golpe bajo.

-No soy c-como Amaranta –se defendió una vez que logró salir del estupor.

-Pues te le acercas bastante –repuso él, reflexivo-. Ha tenido candidatos, pero los ha rechazado de plano quedándose sola hasta el final de su vida. Terminé de leer la novela ayer, pero aún no logro comprender la causa de su cerrazón.

-Es un personaje complejo –señaló ella, todavía ceñuda.

-No me importa. No soy un estudioso de la literatura, sólo soy un hombre enamorado –declaró Sasuke sin pudor alguno-. Me gustaría entender por qué una mujer podría vivir marginándose del amor hasta ese punto. Por qué una mujer o cualquier persona, quiero decir.

-El amor p-puede ser realmente atemorizante.

-Aun así… -Sasuke volvió a darle vueltas al asunto, pero de nuevo fracasó en dilucidarlo.

Hinata suspiró con resignación.

-¿Por qué hay personas que saltan en paracaídas con toda la felicidad del mundo –postuló-, y otras se paralizan de miedo?

-Porque es arriesgado –respondió él.

-Exacto.

Ahora Sasuke se quedó cortado, visualizando la idea por fin.

-Entiendo –murmuró-. Entonces puede decirse que tú y yo hemos tomado el riesgo, que lo hemos aceptado.

-Su-Supongo que cada pareja, al unirse, lo hace, incluidos nosotros.

-Hum… -Sasuke, ante la atenta mirada de Hinata, siguió meditándolo. Después de unos instantes de silencio volvió al tema inicial-. Bien, por ahora vamos empatando: yo he leído esa novela y tú has decidido arriesgarte.

A Hinata le pareció muy cómica la forma en que lo planteaba y admitió que venían practicando un modo de negociar bastante peculiar. Sin embargo, todavía no habían dirimido lo principal.

-Si no te basta con eso, se me ocurre otra idea –dijo, pues recordó que tenía un as bajo la manga.

Sasuke la miró con una ceja levantada, impresionado por su iniciativa.

-Soy todo oídos.

-Demostremos que estamos juntos exponiendo algo q-que sepamos del otro.

-Sé mucho sobre ti y tú sabes mucho sobre mí.

-Me refiero a algo co-concerniente a nuestros ámbitos laborales. Demostremos que nos interesa lo que el otro hace.

-Ya he leído cuatro novelas –señaló él-, e incluso puedo confeccionar el árbol genealógico de los Buendía sin temor a equivocarme. ¿Qué más quieres, Hyuuga?

Hinata rió, dijo que después le tomaría lección para corroborarlo e insistió con su idea. Sasuke, resignado, empezó a pensar en otro tipo de conocimiento que guardase sobre su disciplina.

Alguna vez había oído decir que las personas son insondables, que es imposible conocer a alguien en verdad. La mayoría fragua en su imaginación una idea de lo que quiere, de lo que busca o anhela, y luego la realidad hace de las suyas, porque lo cierto es que nadie se parecerá jamás a lo que hemos imaginado. Siempre habrá un desajuste, una irregularidad, una arista. Y ahí es cuando empiezan los problemas.

Hay quienes lo aceptan, quienes se rebelan, quienes porfían en negarlo y quienes se resignan a lidiar con ello, pero son pocos los que comprenden, en definitiva, que eso es ser humano. Sólo aquellos que tienen inteligencia y sensibilidad entienden que eso también es parte de la vida, que es natural que las personas no sean como se espera o como se figura, o al menos no en todo momento, porque además la gente cambia y no siempre quiere mostrar la misma cara a las mismas personas.

Sasuke conocía y desconocía a Hinata, y viceversa, y ambos habían aceptado el riesgo. Por eso el amor es tan difícil a veces, y por eso es lo más maravilloso que pueda pasar. Él lo sabía, lo había entendido a lo largo de ese abril inusual e inolvidable, y continuaba tratando de entenderlo ahora que debía pensar en algo que sí conociese de ella, algo con lo que pudiera retribuirle y que, al mismo tiempo, fuese una ofrenda.

Y ese algo lo visualizó sobre su escritorio, casi olvidado entre los muchos papeles que anidaban allí. En esas líneas la había encontrado hace tiempo ya, cuando ni siquiera sabía que existía, y tenía que compartirle la extraordinaria revelación.

Fue atrás, tomó el papel y regresó a su lado, aunque la encontró junto al Mercedes en el que había estado trabajando. La miró con interrogación.

-¿Cómo se llama este artefacto? –le preguntó ella, señalando con el dedo el objeto de metal que yacía en el suelo y con el cual se desplazaba debajo del automóvil.

-¿No deberías saberlo a estas alturas? –replicó él con aires de superioridad-. Así jamás llegarás a demostrarme que…

-Camilla.

El mecánico la miró con estupor. Vaya, la chica realmente había hecho su tarea, darse aires de misterioso durante tanto tiempo se le había vuelto en contra. Y de pronto se sintió un idiota, porque por fin comprendía la razón del desafío que le había propuesto.

-Ya lo sabías –le reclamó-, sabías cómo se llamaba y te has aprovechado de ello.

-¿Demostré o no demostré mi interés en ti?

-Siempre te sales con la tuya.

-¿Demostré o no demostré mi interés en ti?

-Pequeña desvergonzada.

-¿Demostré o no demostré mi interés en ti?

-Sí, sí. ¡Diablos! –masculló él, herido en su amor propio.

Esa reacción tan infantil la hizo reír. ¿Que ella se salía con la suya? Vaya, había que ver el nivel de desfachatez con que le echaba en cara una cualidad tan propia de su personalidad.

Pero jamás se dejaría afectar por ello. En ese momento corría con ventaja y no sintió ni un ápice de remordimiento, pues fue él quien empezó ese estúpido juego de credibilidad. Así que se puso seria y se cruzó de brazos, esperando su demostración.

Sasuke se tomó unos instantes para reponerse de la sorpresa. Podía parecer una tontería, pero lo que había hecho Hinata no lo hacía cualquier chica. Había tenido pocas novias formales y casi ninguna se había tomado la molestia de averiguar aunque sea un mínimo aspecto de su oficio. La mayoría de las veces se desentendían o se referían a sus herramientas como "cosas" sin siquiera interesarse por el nombre correcto de alguna.

Hinata, en cambio, cada vez que venía se detenía a observar, a interiorizarse, y aunque nunca lo hubiesen comentado él lo notaba y se lo agradecía. Las veces que se había tomado un tiempo para asistirlo se había preocupado por preguntar, aunque sea sólo por curiosidad o por ser de ayuda, el nombre de las herramientas que manipulaba y que luego le alcanzaba con esmero. Tampoco le había hablado de ello, pero interiormente lo emocionaba.

Pequeños detalles, ínfimos, pero determinantes a la hora de demostrar un verdadero interés. Y cada día que pasaba, gracias a eso, se sentía más cerca de ella, hasta el punto de preguntarse cosas desde su perspectiva. ¿Qué haría Hinata en tal o cual situación, con tal o cual problema, con tal o cual persona? Y ésa era la prueba irrefutable de que ya formaba parte de sí.

Ojalá ella pudiera ver cuán esencial era para él y cuán comprometido se hallaba con el riesgo que habían asumido, porque no sólo se lo agradecía, sino que también estaba más que dispuesto a honrarlo y protegerlo. De algún modo tenía que reafirmar cuán afortunado se sentía.

-Toma, lee –le pidió tendiéndole el papel que sostenía-. Ahí está escrito cuando supe de ti.

Hinata, algo asombrada, tomó la hoja y se dispuso a leer. De inmediato reconoció el soneto que había encontrado en su escritorio días atrás:

La avenida estridente en torno de mí aullaba.

Alta, esbelta, de luto, en pena majestuosa,

pasó aquella muchacha. Con su mano fastuosa

casi apartó las puntas del velo que llevaba.

Ágil y ennoblecida por sus piernas de diosa,

me hizo beber crispado, en un gesto demente,

en sus ojos el cielo y el huracán latente;

el dulzor que fascina y el placer que destroza.

Relámpago en tinieblas, fugitiva belleza,

por tu brusca mirada me siento renacido.

¿Volveré acaso a verte? ¿Serás eterno olvido?

¿Jamás, lejos, mañana?, pregunto con tristeza.

Nunca estaremos juntos. Ignoro adónde irías.

Sé que te hubiera amado. Tú también lo sabías.

-¿Recuerdas el poema que te mencioné en nuestra primera cita?

Hinata lo recordaba.

-Baudelaire –murmuró, conmovida.

-Lo estudié en la escuela hace mucho tiempo. Cuando te conocí, de repente lo recordé. –Sasuke hizo una breve pausa para pensar en lo que quería decirle-. Hay algo que no sabes, Hyuuga. Lo he pensado mucho y he llegado a la conclusión de que te conocí varias veces.

Ahora Hinata lo miró con incredulidad, absolutamente perdida entre la emoción y las extrañas palabras que le decía.

-Te conocí cuando abrí el taller –explicó él-. Te vi caminar por la acera de enfrente, cabizbaja, concentrada, serena, y supe que te quería. Luego te conocí aquella noche en que acompañaste a tus amigas a tomar un taxi, ¿recuerdas?

-Lo recuerdo.

-Entonces me vino a la memoria: el poeta que se fija en una transeúnte al pasar a su lado, como cualquier persona, en el medio de la calle. Todo lo que siente con sólo verla y la incertidumbre al final, cuando se aleja. Jamás la verá de nuevo, pero pudo haber sido.

-La ciudad moderna –murmuró Hinata recordando la poética de Baudelaire-. Cada vez más gente conviviendo con más gente, y la imposibilidad de conocerse, de detenerse. Y sentirse solo aunque se esté rodeado de personas. Uno de ellos puede ser el amor de tu vida, se cruzarán en un efímero instante, pero el trajín cotidiano lo alejará de ti y tú te alejas de él, y quién sabe si algún día volverán a coincidir.

-Cuando te conocí, por fin comprendí lo que de adolescente no podía comprender aún. Y algo más inquietante todavía –agregó, convencido de sus impresiones-: empecé a creer que cuando leí el poema en aquel entonces fue cuando te vi por primera vez.

Al oír semejante teoría, Hinata rió entrecortadamente haciendo grandes esfuerzos para contener el inminente desborde de sus sentimientos. Que él la hubiese visto en un poema mucho antes de conocerla, ¡las cosas que se le ocurrían!

-De todas maneras –acotó-, c-como hace más de un mes que sabes bien en dónde encontrarme, nunca llegaste a sufrir ese tipo de incertidumbre.

-Sabes perfectamente que en el último mes he sufrido bastante de incertidumbre –retrucó él.

-¿Sigues pensando que me esfumaré?

Sasuke se acercó hasta ella, la tomó de los hombros y la miró a los ojos durante unos instantes. Luego se inclinó y la besó largamente, lentamente, casi como si lo hiciera por primera vez. Cuando el beso terminó la estrechó contra sí.

-¿Sirve ese poema de demostración? –le preguntó.

Conmovida, Hinata asintió con la cabeza. Le devolvió el abrazo y se mecieron juguetonamente durante un buen rato, acostumbrándose a quererse.

Más allá de las dificultades y los azares, cada uno busca, desea, lucha y resiste sin bajar la guardia, sin dejar de mirar en derredor por si alguien especial se cruza un día en su camino. A lo largo de ese abril tan singular, en ese apartado pasaje de la ciudad, Hinata se topó con la persona menos esperada y Sasuke halló lo que buscaba. Si se hubieran dejado vencer por lo abrumadora que resulta a veces la realidad nunca se habrían encontrado.

Cierto que el mundo parece desmoronarse continua e irremediablemente. A veces no se sabe qué pensar al respecto. Sin embargo, si se le diese espacio al otro, tal vez la carga se torne más liviana y menos dolorosa, tal vez se descubra algo nuevo sobre uno mismo.

Sasuke y Hinata tuvieron todo un mes para aprenderlo, aunque el corazón jamás se rija por almanaques. Lleva tiempo, más corto para unos, más largo para otros, pero siempre lleva tiempo, porque sólo viviendo, compartiendo y experimentando es como se establece un vínculo real con las personas. Para cualquiera ese tiempo puede ser hoy o quizá se extienda durante toda la vida. O también puede ser en abril, un abril para enamorarse.

FIN