Por fiiiiiin! ¡Qué alegría! Nuevo capítulo. Cortito, pero aquí está. Espero subir otro pronto, y antes de que nadie me lo pregunte (que dudo que suceda, pero bueno...), NO tengo ni idea de cuantos capítulos tendrá esta historia. ¿Al ritmo que voy? Pfff, pues alrededor de 17, como en EAH. O puede que 20. Arriba, abajo... ¡Depende!

Bueno, a leer y, como siempre, espero que os guste.


- ¡No, no, no! ¡NO!

A estas alturas ya no estoy seguro de si se lo digo a mis hermanas o a Céfiro, que se empeña en aplastarme, ahogarme e intentar abrazarme al mismo tiempo. El mediodía no habría podido empezar peor. ¡Y aún encima parece que va a llover!

- Que no te resistas, que es peor – repite Sanna. Luego se dirige a Linna -. ¿Por qué nunca me hace caso cuando tengo razón?

Porque después de pretender que lo haga incluso cuando no tiene razón, prefiero arriesgarme.

- Ya… ¡basta!

No ha sido tanto mi empuje como mi voz lo que al fin ha hecho que Céfiro pare. Sin embargo, no se aleja, sino que se sienta a mi lado y se distrae mirando a su alrededor.

- Míralos. Ya empiezan a entenderse – comenta Linna, encantada.

¿A eso lo llamas "entenderse"?

Me levanto y me sacudo toda la tierra que puedo de mi ropa.

- Bueno, y ahora, ¿qué? – las miro, frustrado -. ¡Oh, ya! No me lo digas. También nos lo quedamos.

Me miran confundidas por un segundo hasta que se dan cuenta de que me refiero al Nadder. Este sigue agazapado junto a Linna y, al igual que el Furia, gira su enorme cabeza en todas direcciones como queriendo encontrar algo.

- ¡Por supuesto! – exclama Sanna -. Aunque… tendremos que ampliar a mazo el establo.

¿A…

- …mazo? – completa Linna en voz alta.

- Eh… sí. Como en "a golpe de mazo".

Siempre he dicho que la aplastante lógica a prueba de tontos de mi hermana es peor que una horda furiosa de Velociaguijones. Por lo menos, es capaz de producirme el mismo efecto que su veneno.

Mientras yo interiorizo, con esfuerzo, las bobadas de Sanna, Linna juega con su recién adquirido dragón y lo inspecciona con cuidado.

- ¿Y bien? – pregunta nuestra hermana -. ¿Qué es?

- Creo que es hembra – le responde Linna, aunque sin una pizca de duda en su rostro -. La cabeza es bastante redondeada.

- Eh… - suspira Sanna en respuesta -. Yo diría que es más que redonda. Y los pinchos también son cortos, más que los de Tormenta. Si es macho, es uno muy afeminado.

Se ríe, y me entran ganas de rebatir sus argumentos, pero debo admitir que Sanna entiende de dragones. Puede que Linna haya leído mucho acerca de ellos, pero no goza de experiencia "de campo", como Sanna.

Pfff, ¿y a mí, qué? ¡Qué hagan lo que quieran, yo me voy a casa!

- Kyro… - mi hermana comienza su regañina casi en el momento en que pongo pies en polvorosa. Doy la vuelta de un salto y la encaro.

- ¡¿Qué?! ¿Qué no han sido bastantes aventuras por hoy? – registro que Céfiro aún me sigue y lo uso a mi favor -. ¡Sí! Tenéis dragones, me he curado. ¡Es genial! Vámonos – y el entusiasmo que he fingido durante todo el discurso desaparece en esa última palabra.

A diferencia del grito que esperaba, Sanna no responde. Desvía la mirada, aunque se mantiene tiesa en su sitio.

No me digas…

- No sabes dónde estamos.

- ¡¿Y cómo quieres que lo sepa?! – exclamó ella, irritada -. ¡Voltio iba demasiado rápido! Y en ese momento, solo pensaba en escapar. Además, ¿qué importa eso ahora? Tenemos que ponerle un nombre a tu dragón – señala a Linna.

- ¡Ah, es cierto! – frunce el ceño con gesto pensativo -. Veamos…

- ¿Pinchitos?

- No.

- ¿Tenacitas?

- Por supuesto que…

- ¡Tapioca!

… Y se acabó.

Exploto.

- ¡GENIAL! ¡Esto es genial! O sea, que estamos perdidos – enumero con los dedos -, sin comida, cansados –yo, al menos- y por si fuera poco, ahora hay dos dragones más. Y lo primero que se os ocurre es ponerle un nombre. ¡¿Es que este día podría ir peor?!

- ¿Dónde está Voltio?

- ¡Lo que faltaba! Eh… espera, ¿qué?

Dejo de gritar y me doy la vuelta, solo para encontrarme a mis hermanas buscando por todas partes y llamando al Tambortrueno.

Ni…

- … ni siquiera… me… estáis escu… Vale – me siento en la roca más cercana que encuentro y, sí, lo admito, me hundo en mi miseria. La miseria de saber que para ellas, la seguridad de un dragón desconocido es más importante que mi integridad (física y mental). Básicamente, mi cara en este momento es una cosa así:

Ō Ō

- ¡Voltio! – llama Linna, apartando una hoja enorme con el brazo.

- ¡Voltio! – grita Sanna con las manos junto a la boca.

- Sapphire*.

Las dos se vuelven y me miran, confundidas.

- Tu dragón – aclaro -. Podría llamarse Sapphire. Te gustaba ese nombre, ¿no?

A Linna le brillan los ojos, aunque Sanna no deja de mirarme escéptica.

- ¡Claro! ¿Cómo no lo pensé antes? – exclama entusiasmada -. ¿Qué dices? – le habla al dragón -. ¿Te gusta Sapphire?

Por toda respuesta, el dragón sacude la cabeza de lado a lado.

- ¿Eso es un "no"? – pregunto con genuina curiosidad.

- ¡Bueno, venga! – reacciona Sanna -. Se llama Sapphire, estamos todos muy contentos…, -¡Voltio!- pero os recuerdo que estábamos buscando a mi dragón… ¡Voltio!

- Ahora que lo dices, qué raro que aún no haya vuelto – comenta Linna.

- ¿Raro? – intervengo -. Es un dragón salvaje. Lo raro es que se haya quedado tanto tiempo.

Digo eso, pero en realidad estoy sorprendido. Creía que los dragones eran más leales que eso.

- No puede andar lejos – insiste Linna -. Vamos, sigamos buscando.

Se ponen en marcha en seguida. Yo resoplo, pero tras una mirada a Céfiro, que está poniendo ojos de cachorrito, siento que debo ayudar.

Lo buscamos por todas partes, hasta debajo de las piedras (obviamente, me refiero a Sanna), Céfiro y Sapphire olisquean demasiado cerca el uno del otro como para encontrar algo y yo, aparte de observarlos, miro fijamente la cola de Voltio, que se balancea rítmicamente sobre el terraplén justo en frente de mí. Tendría que resistir la tentación de rodar los ojos… Tendría, pero no puedo.

- Eh, chicas.

Se acercan a mí, esperando que siga. Pero en vez de eso, señalo hacia arriba.

- ¡Oh, Voltio! – exclama mi hermana. - ¡Baja de ahí ahora mismo!

Se escuchan unos gruñidos, seguramente de su dragón.

- Será cabezota…

- Me pregunto a quién se parece – comento para mí.

- Ayudadme a subir ahí. Lo bajaré aunque sea a la fuerza.

Me sorprendo a mí mismo agarrándome a Céfiro y alejándolo de ella. Lo peor que Sanna a lomos de un TamborTrueno es Sanna a lomos de un Furia Nocturna. Por suerte elige montarse con Linna en Sapphire y despegan en un segundo. Yo me quedo rezagado; quizá abría sido mejor subirme al dragón con ellas. A regañadientes intento subirme a Céfiro pasando una pierna sobre su lomo, pero mis piernas son algo cortas y tengo que intentarlo unas cuantas veces. ¡Bueno, al menos con Céfiro ya lo he hecho antes! Como resbala, procuro apretar con fuerza las rodillas contra los costados para no caerme. De repente, oigo un grito de Sanna.

- ¡Kyro! Tienes que ver esto. ¡Deprisa!

- ¡Voy todo lo deprisa que puedo!

Y no miento. Antes de nada, debo concienciarme de que dentro de unos segundos seré lanzado al aire como uno de esos inventos de papá a los que llama "petardos" en honor a Petardo, un señor que se tropezó con esos chismes ese día y salió despedido y envuelto en humo y chiribitas.

- Vale – digo -, vuela.

Cierro los ojos y trago fuerte.

Espero.

Pero Céfiro no se mueve.

¿Qué pasa? ¿Acaso he hecho algo mal? Me incorporo para averiguar qué sucede y…

- ¡VENGA!

¡Ahora sí! Casi me caigo del tirón cuando Céfiro reacciona al grito de mi hermana y bate con un fuerte golpe las alas, hecho que nos impulsa lo suficiente para que lleguemos a la altura de los demás en un santiamén.

- ¡Argh! Ahora me arrepiento de no haber escogido a Céfiro – refunfuña Sanna.

- ¿S-s-s-e ha p-p-parado? – tartamudeo -. ¿Es-s-s-tamos quietos?

- Tranquilo, lelo. Solo ha sido un segundo.

- Dos, como mucho – apoya Linna.

- ¡Ven, rápido!

Ya no me miran. Han vuelto a centrar su atención en lo que sea que las tiene tan preocupadas.

La buena noticia es que, efectivamente, el viaje ha sido tan corto que ni me ha dado tiempo de marearme. ¡Y eso que ha sido una subida en vertical! La mala noticia es que cuando me acerco a los matorrales tras los que se esconden para ver qué es lo que les preocupa, se me viene el mundo encima: una flota, de unos cincuenta barcos por los menos, se dirige a velocidad alarmante hacia Berk, al encuentro de otros tres navíos más pequeños atracados en el puerto. Las velas son negras y enormes, y en el centro se distingue la figura retorcida de un dragón.

- ¿Sanna?

Muerto de miedo, busco a mi hermana mayor, que trata como puede de calmar a su dragón.

- Que no cunda el pánico – dice – pero tenemos problemas.