Epílogo

Cuando Merlín recuperó el sentido, se sentía confuso. No podía recordarse quedarse dormido. Se sentía pesado, como si sus extremidades hubieran sido llenadas con metal y piedra y nadie se lo hubiera dicho. Estaba cansado, vacío, tan exhausto que no podía pensar. Todo estaba oscuro a su alrededor, y por un terrorífico momento Merlín se preguntó si realmente se había vuelto malvado. Un escalofrío le recorrió, y su estómago dio un vuelco amenazador.

- ¿Merlín? -dijo una vez, en algún lugar por encima de él. Sonaba en pánico-. ¡Merlín!

Con eso, Merlín se dio cuenta de algo más; le dolía la cabeza. Mucho. Un pequeño quejido salió de su garganta.

- Iré a despertar a Gaius -dijo una segunda voz.

Una mano se apoyó en su hombro.

- ¿Merlín? Abre los ojos -decía la primera voz-. Por favor, si puedes oírme, solo abre los ojos.

¿Tenía los ojos cerrados? Oh. Esa sería una explicación a la oscuridad que había por todas partes. Pero las pestañas de Merlín parecían tan pesadas como el resto de su cuerpo. La voz seguía hablando, suplicándole que despertara. Sonaba preocupada, asustada. A Merlín no le gustaba que alguien estuviera asustado por su culpa, y obligó a sus ojos a abrirse. El esfuerzo casi le hizo quedarse inconsciente otra vez.

El dueño de la voz, según parecía, también era el dueño de la mano. Y también estaba de pie inclinado sobre él. Pelo rubio. Ojos azules. Arturo. Merlín alzó la vista hacia él, y consiguió decir un pequeño:

- turo?

- Idiota -dijo Arturo-. Solo... idiota.

Y Merlín se fue una vez más.

La siguiente vez que Merlín consiguió despertarse, fue capaz de abrir los ojos sin desmayarse otra vez. Merlín lo tomó como una victoria. Pero seguía tan exhausto como antes. Esta vez, en cambio, Gaius le ayudó a sentarse, y le obligó a comer algo de pan. Merlín, temblando, tuvo que inclinarse totalmente contra su guardián para no colapsar. Parpadeó mirando alrededor.

- ¿Por qué estoy en tu cama? -susurró.

- Para que podamos mejorarte mejor que si estuvieras en la tuya -dijo Gaius.

- ¿Por qué estoy tan cansado? -dijo Merlín-. La magia... la magia es nunca... no es así.

- Lo que hiciste fue el equivalente mágico a hacer un sprint de cincuenta leguas arrastrando un carro lleno de piedras -dijo Gaius-. Derrotaste a un ejército entero tú solo. Y después tomaste la herida de Arturo.

- Lo siento.

Lo último que Merlín escuchó antes de quedarse dormido contra el hombro de Gaius fue al médico riendo suavemente, y diciendo:

- Nos has salvado a todos, Merlín. Disculpa aceptada.

El tiempo pasó. Merlín no sabía si había sido un parpadeo, o un día, un año. Gruñó, removiéndose ligeramente y abriendo los ojos para mirar al techo. Después una voz alegre, alta y afilada dijo:

- Buenos días.

Merlín giró la cabeza. Gwaine, tumbado boca abajo sobre la mesa, movió los dedos a modo de saludo en dirección a Merlín mientras Gaius hacía cosas en su espalda.

- Estás arrebatador -continuó Gwaine-. ¿Estar exhausto y sanguinolento es la nueva moda? Porque entre tú y yo y Lancelot podríamos hacer que las chicas...

Merlín no llegó a saber lo que podrían conseguir que hicieran las chicas. Estaba demasiado ocupado durmiéndose otra vez. Cuando resurgió la siguiente vez, aún sin tener ni idea de cuánto tiempo había pasado, Arturo estaba sentado a su lado, mirando pensativamente la pared. Gaius se movía por algún lado, fuera de la línea de visión de Merlín.

- Merlín -dijo Arturo, una vez que notó que el hechicero estaba despierto-. Morgana. Está... tú la... Lo que quiero decir es-

¿Morgana? Espera. Sí. La pelea. La pelea con Morgana.

- No -dijo-. No, no lo creo. Se marchó justo antes de que... ya sabes -las palabras parecían cristal en su garganta.

- Vale -dijo Arturo. Asintió, y se pasó una mano por el pelo, enviando mechones rubios en todas direcciones-. Vale.

- ¿Arturo? -dijo Merlín, parpadeando. Algo no estaba del todo bien.

- ¿Qué?

- Llevas una corona distinta.

Arturo hizo una pausa, aparentemente perdido, y después miró a Gaius.

- ¿Nadie se lo ha contado?

- ¿Contarme qué? -preguntó Merlín. Estaba desmayado otra vez antes de recibir la respuesta.

La quinta vez que Merlín se despertó, fue con un jadeo que le sacó de una pesadilla. Mientras se sentaba, la habitación giró a su alrededor en confusos y vagos círculos. No podía concentrarse, no podía sacudirse el sueño. Hubo un sonido sordo cuando varias de las botellas de Gaius explotaron. Todos los libros volaron fuera de sus baldas para caer al suelo. En el otro lado de la habitación, Lancelot se puso en pie y caminó hasta pararse al lado de la cama, aún cojeando ligeramente.

- ¿Merlín? -dijo.

- Oh, me senté demasiado rápido -murmuró, inclinando la cabeza contra la mano. Cerró los ojos y se obligó a respirar profunda y lentamente. Abrió los ojos otra vez, y miró a Lancelot, que estaba más o menos mirándole con la boca abierta. Gwaine estaba merodeando por la puerta. Después se dio cuenta del desastre que había causado en la habitación-. Um -dijo-. ¿Lo siento?

- Santo dios -dijo Gwaine-. ¿Qué va a pasar cuando te emborrache?

- Yo no me emborracho -dijo Merlín. Todo seguía girando un poco.

- Eso no es lo que Gwen me contó -dijo Gwaine-. Y me ha prometido contármelo tan pronto como vuelvas a estar en pie.

Merlín le sonrió con dulzura, y se tumbó otra vez cerrando los ojos marcadamente. Escuchó a Gwaine murmurar, "Mocoso", desde la puerta. Alguien le puso la manta por encima de los hombros. Esta vez, cuando se durmió, no fue en un completo vórtice de cansancio. Esta vez, era solo sueño normal.

Al final, le llevó a Merlín algo menos de dos semanas estar despierto más de una hora. Aún se cansaba fácilmente, pero todos asumían que era la progresión natural de las cosas. Ninguno de ellos había tenido ninguna experiencia previa en este tipo de temas, pero Merlín estaba mejorando, y eso era algo bueno. Por lo que todo el mundo pensaba, Merlín volvería a la normalidad en seguida.

Merlín tenía menos esperanzas.

No había hablado de Viejo Merlín a ninguno de ellos, ni siquiera a Gaius. Nunca sacó a relucir el hecho de que cuando pensaba en El Día, cuando había vuelto estrellándose a Camelot, un frío y afilado pánico se apoderaba de su pecho. Sabía que ninguno de sus amigos sabía de verdad lo cerca que había estado de volverse total y completamente loco El Día. No mencionó cómo a veces se despertaba, frotándose antiguas heridas de batalla que no había recibido aún. Cómo a veces alguien decía algo, y un recuerdo de dentro de diez años aparecía en su mente.

Después de todo, solo les preocuparía.

Así que Merlín estaba sentado en la mesa, escuchando a Gwen entretener a Gwaine con aquella vez en la que Merlín se había emborrachado. Gaius se había unido, y los tres se reían. Merlín sonreía con algo de remordimiento, y se frotaba en silencio el muslo que podría, en algún momento, ser herido lo suficiente como para que le doliera con unas punzadas sordas.

- Y entonces -dijo Gwen entre risitas-, entonces se levanta, se sube a la mesa, y empieza a cantar. Y entonces Arturo, igual de borracho, se sube allí con él y empieza a cantar con él-

- ¡No me dijiste que también había un Arturo borracho en la historia! -dijo Gwaine, irradiando deleite-. ¿Qué cantaban?

Gwen dirigió una mirada a Merlín.

- ¿Cómo era, Merlín? ¿Algo sobre voces, y entender?*

Gwaine empezó a gritar de la risa, golpeando la mesa son los puños. Gwen se rindió a sus risitas, limpiándose los ojos, e incluso Merlín sonrió un poco. Gaius también se rió, y dio unos golpecitos a Merlín en el hombro.

- Oh, Dios -dijo Gwaine, agarrándose el costado-. Material de leyendas, reyes y hechiceros borrachos encima de mesas-

- Espera, ¿qué? -dijo Merlín, incorporándose y olvidando cualquier herida -real o por venir- que pudiera haberle ralentizado-. ¿Arturo es rey?

- Um -dijo Gwaine-. ¿Ups?


Arturo había ido a ver a Merlín varias veces -la mayoría, excepto por un par de excepciones, cuando el hechicero había estado inconsciente- pero sus nuevos deberes reales le mantenían apartado de las habitaciones de Gaius más de lo que le gustaría. Había momentos, aún así, en que Arturo se veía asaltado por un súbito e irracional miedo de que Merlín se hubiera muerto.

No es que le dijera eso a Merlín, por supuesto. Solo le alentaría. Y, hablando del diablo...

- ¡Tú! -dijo Merlín, abriendo de golpe la puerta de la habitación de Arturo y apuntándole con un dedo-. ¡Tú, tú... idiota!

- Es Rey Idiota para ti -dijo Arturo, dejándose caer en una silla mientras Merlín echaba chispas en la puerta, e hizo un gesto hacia la silla frente a él-. Siéntate, tenemos que hablar.

- ¿Cómo pudiste no decirme que eras el maldito rey? -dijo Merlín, entrando unos cuantos pasos.

- Tú eres el Gran Poobah de todo lo mágico, jinete de lagartos y freidor de brujas, y al parecer nunca encontraste el momento de mencionarlo -dijo Arturo, y señaló a la silla-. Siéntate.

Arturo podía ver el deseo de batalla vaciarse del hechicero.

- Me quedaré de pie, gracias -dijo.

- No, te vas a sentar.

- ¿Sabes? -dijo Merlín, empezando a removerse, como si lamentara su repentina entrada-. No sé si alguna vez me he sentado adecuadamente en una silla aquí. Bueno, no mientras tú estuvieras, al menos-

- Vale -dijo Arturo-. ¿Qué te parece esta línea de razonamiento? Eres mi amigo, y no tienes pinta de estar del todo bien, y si no te sientas me preocupa que te vayas a caer, otra vez, y entonces tendré que lidiar con explicarle a Gaius por qué te has dado con la cabeza en el suelo. Otra vez. Bajo mi vigilancia. Otra vez. Esto termina conmigo teniendo el reinado más corto de la historia de Camelot, porque Gaius me matará esta vez, Merlín, me matará. Así que siéntate. Siéntate.

Merlín se sentó.

Arturo crujió sus nudillos.

- Bien, entonces, a los negocios -dijo-. Estás despedido.

- Brillante -dijo Merlín-. Solo para tenerlo claro, ¿es por lo de mentir o solo porque tengo magia o por las dos?

- Ninguna de ellas, en realidad. Te he nombrado Consejero Jefe -dijo Arturo-. Sería incómodo si también fueras mi criado.

Merlín parpadeó una vez. Otra. Una tercera.

- Perdona, ¿qué?

- So el rey, y necesito consejeros, y que Dios me ayude, pero pareces ser el mejor para el puesto. Sé que probablemente aún estés algo molesto por haberte perdido la coronación, pero estabas dormido -dijo Arturo-. Esperamos tanto como pudimos, pero el consejo empezó a quejarse y gruñir sobre una guerra civil y malestar. Les dije que nadie iba a intentar usurpar el trono, no mientras pensaran que teníamos a Emrys merodeando por aquí. Lo hemos mantenido cubierto, por cierto, que te desmayaste después. Si alguien pregunta, has estado revisando todo lo que hay en las criptas, cosa que vas a hacer luego, pero... aún así. Esa es la historia.

- Arturo...

- Como iba diciendo. Estarás en cargo de todas las cosas mágicas, una vez que Gaius te considere sano. Puedes llevar un sombrero -dijo Arturo, señalándose la cabeza-. Uno grande y puntiagudo. Te gustan los sombreros grandes, ¿no? Podemos añadir otro título ahí, también, si quieres, como Consejero de Magia. Hablaremos con Gwen, a ella se le da mejor poner nombre a estas cosas que a mí.

- Arturo, para -dijo Merlín, levantando una mano-. No entiendo lo que está pasando.

- Sé que has tenido unas semanas complicadas, Merlín, pero en serio -dijo Arturo-. Habría pensado que reconocerías un ascenso cuando vieras uno.

- Sí, pero -dijo Merlín, balbuceando ligeramente-. ¿Por qué...

- Porque he estado hablando con Gaius y Lancelot estos últimos días -dijo Arturo-. Y todas sus historias parecen apuntar a que tienes un remarcablemente bajo sentido de autoconservación. Eres importante, Merlín. Para los caballeros, para Gaius, para Camelot... para todos nosotros. Todos los demás parecen verlo, menos tú. Y si eso significa que voy a tener que enterrarte en títulos y códigos y éticas para que lo asimiles, entonces será lo que haga. Acostúmbrate a ser respetado, Merlín, porque va a suceder quieras o no. Así que, felicidades, ahora eres un miembro del consejo. Creo que Gwaine ha estado diciendo algo sobre adoptarte en su familia o algo así, pero tendrás que hablar con él sobre ello.

- No puedo... -Merlín se detuvo-. No puedo aceptar nada de eso. Gracias, pero...

- Tienes la impresión de que te estoy dando a escoger -dijo Arturo, poniéndose de pie-. Y eso me parece divertido. Ahora, si me disculpas, tengo otras cosas que hacer. Soy rey, después de todo.

- Arturo...

- No me digas 'Arturo', Merlín -dijo, y se rascó la barbilla pensativamente-. Te nombraría caballero, también, si pensara que te gustaría algo así. ¿Lo harías?

- ¿Si haría qué?

- Aceptar la caballería -dijo Arturo, poniéndose recto-. Porque podría arreglarlo.

Merlín arrugó la nariz con desagrado.

- ¿Qué? No. No. Solo... no.

Arturo suspiró con alivio.

- Gracias a Dios. Habrías sido un caballero espantosamente horrible.

- El peor -coincidió Merlín-. ¿Puedes imaginarlo siquiera?

- No puedo, sinceramente no puedo -dijo Arturo.

Merlín dio golpecitos en la mesa con el dedo, y dijo:

- Siento lo de tu padre.

Arturo pareció concentrarse mucho en sus pulgares.

- Yo también. Por el tuyo. Lo cual, de hecho, trae una pregunta; ¿quién de los dos mató al dragón de verdad? Y quiero la verdad.

- Um -dijo Merlín-. ¿Qué harías si te dijera que ninguno de los dos?

Uno de los párpados de Arturo tembló ligeramente.

- Probablemente darte una bofetada y a la porra las consecuencias de Gaius.

- En ese caso, creo que alguien me está llamando -dijo Merlín, poniéndose rápidamente de pie-. Debería irme.

- ¡Merlín!

Merlín huyó. Su plan era ir a esconderse a la habitación de Lancelot, pero al parecer el destino, una vez más, tenía una idea distinta.

- Un momento, si no te importa -dijo alguien desde detrás de él, agarrando su brazo y atrayéndole a un hueco en la pared. Merlín chilló, y casi se cae hacia atrás de la sorpresa. Viejo Merlín le observó desde detrás de una capucha.

- Lo sabías, ¿no? -acusó Merlín, apuntando con un dedo a su yo mayor-. Sabías lo que haría.

- Bueno, en cierto modo -dijo Viejo Merlín- podías haber reducido la ciudad a cenizas. Casi lo hiciste. Y, y no intentes negarlo, lo recuerdo. Hubo ese momento, antes de que subieras a la sala del trono, cuando yo... tú... nosotros nos dimos la vuelta y miramos al castillo, y la idea estaba ahí, que podíamos haberlo hecho si quisiéramos. Pero no lo quería. Ni tampoco tú, al parecer.

- No -dijo Merlín-. No lo quería. Pero aún así, lo sabías.

Viejo Merlín le dirigió una sonrisa torcida.

- Sinceramente, ¿qué pensabas que iba a pasar? -preguntó-. Hemos puesto demasiado esfuerzo en Camelot como para destruirla en un arrebato. Dios mí, pensar en todos esos años echados a perder en esclavitud, solo para convertirlo todo en polvo.

- Gaius hubiera estado decepcionado -caviló Merlín.

- ¡Merlín! ¡En qué estabas pensando, destruyendo el castillo! ¡No lo puedo creer! -gritó Viejo Merlín en una imitación terroríficamente buena del médico.

Merlín sonrió, y los dos se rieron silenciosamente por un minuto. Después, la alegría de Merlín murió.

- Hubiera perdido a todo el mundo. Gwen, Lancelot, Gwaine, Arturo...

- Probablemente hubiéramos tenido a Morgana -reflexionó Viejo Merlín. Ambos miraron hacia la distancia, y después se estremecieron simultáneamente ante las visiones que se les pasaron por la cabeza. Viejo Merlín se recompuso otra vez, y dijo-. No hace falta decirlo, pero me alegro de que las cosas hayan salido así.

- ¿Merlín? -se escuchó la voz de Gaius por el corredor-. Merlín, ¿a dónde has ido?

- Esa es la señal de que debo marcharme -dijo Viejo Merlín-. Bueno, buena suerte. No mueras, o podría tomármelo como algo personal. Oh, y antes de que me vaya, siempre he lamentado no-

Pero entonces se había ido, en el espacio de un parpadeo. Merlín se sobresaltó por lo repentino que fue, y la curiosidad por lo que Viejo Merlín iba a decir, lo que siempre había lamentado. Pero se recordó a sí mismo que sin lugar a dudas lo descubriría algún día, en el momento adecuado. Con una ligera sacudida de cabeza, salió del hueco al corredor, llamando a Gaius. El hombre apareció doblando la esquina.

- ¿Con quién hablabas? -preguntó Gaius, mirando alrededor-. Habría jurado que te escuché hablando con alguien.

- Oh, no era nadie -dijo Merlín, desechando la idea con un gesto. No le había contado mucho a nadie sobre el tiempo que había pasado fuera de Camelot aquella semana, sobre Morgana intentando que se uniera a su lado, ni sobre el dragón, ni sobre su futuro yo apareciendo de visita. No sabía por qué; todo lo que podía decir era que no parecía el momento adecuado. Le sonrió a Gaius, y dijo-. Solo conmigo mismo. Hablaba conmigo mismo.

- ¿Por qué eso no me tranquiliza demasiado? -preguntó Gaius-. De todos modos, Arturo te está buscando, algo sobre dragones. Le dije que te había visto dirigiéndote a la ciudad.

Merlín se rió y dio las gracias a su mentor, y caminó al lado del médico. Hubo un cómodo silencio la mayor parte del camino de vuelta a sus habitaciones, pero entonces una pregunta se le ocurrió a Merlín.

- ¿Gaius?

Gaius le miró, indicándole que continuara.

- Solo me preguntaba -dijo Merlín-. ¿No sabrás algo sobre los viajes en el tiempo?


¡Está acabado, aleluya aleluya!

Lo sé, yo tampoco me lo creo.

A los que seguís aquí, muchas gracias por haber aguantado mis intolerables retrasos. Ahora me queda terminar el último capítulo de Morales retorcidas, y espero hacerlo antes de empezar los exámenes para no verme en la misma situación una vez más...

*IMPORTANTE. Si no sabéis a qué viene la referencia, es por un vídeo que Bradley y Colin subieron cantando la canción 'The Voice' de John Farnhan, de la película Hot Rod (concretamente el verso al que se refiere dice 'you're the voice trying to understand'. Es absolutamente maravilloso y podéis verlo en youtube aquí: /watch?v=LDZQGS6hoC8. Puedo aseguraros que vuestra vida será mejor después de verlo.

Si además queréis un pequeño extra de Colin adorablemente avergonzado mientras le explica el origen del vídeo a una chica en una convención, podéis ver el principio de esto: /watch?v=an6z9vFShs0

Y sin más, espero que hayáis disfrutado del fic! Cualquier cosa en los comentarios :3