Después de varios meses, he decidido subir este fic, por muy muerto que esté el fandom en español por estos lares de Fanfiction.

Aviso de antemano: si creen que mi OC va a tener sexo con todo el grupo o algo así, están equivocados.

Ubicado durante el capítulo 1X19 de la serie.

Disclaimer: los personajes de Metalocalypse le pertenecen a Brendon Small y Tommy Blacha.

Sin más que decir, les dejo mi primer capítulo.

Capítulo uno

Un viaje a Maine

—Bueno, chicos, vamos a organizar una fiesta de caridad dentro de tres semanas —dijo Charles, parado frente a la larga mesa de roble del comedor que yacía en el interior de la mansión Mordhaus. Los cinco integrantes de la banda más famosa del mundo, Dethklok, estaban cenando en ese momento y no tenían muchas ganas de escuchar a su manager hablar de beneficencia—. Las invitaciones han sido enviadas…

—¡A la mierda todo esho!—saltó Murderface, clavando su navaja en la mesa y removiéndola, como lo hacía siempre que estaba molesto. Un tajo se abrió en la superficie de la madera— ¿Para qué demoniosh tenemosh que organizar ese puto baile o lo que shea?

—Para evadir impuestos —respondió pacientemente Charles—. Ya habíamos hablado sobre eso y…

—¿Y dónde va a ser esa fiesta? —preguntó Nathan, pinchando una pieza de pollo.

—Aquí, Nathan.

Un silencio se apoderó del comedor. Antes de que Charles pudiera despegar los labios para seguir hablando, uno de ellos quebró el silencio.

—¡Debiste consultarnos si queríamos hacer esto! —protestó Pickles. Los demás asintieron lentamente con la cabeza.

—Además, ya habíamos asistidos a una campañas benéficas —comentó Skwisgaar, mientras tocaba la guitarra eléctrica con una rapidez endemoniada, prestando poca atención al plato que tenía enfrente

—Y era aburridas —agregó Toki, sentado al lado del rubio. Charles soltó un suspiro casi imperceptible, que nadie notó, ya que apenas lo estaban mirando.

—Mientras más donemos, eh, menos de impuestos vamos a pagar —explicó con toda la paciencia que podía —. Y quedamos bien ante el resto de la sociedad. Todo el dinero será donado a un hospital infantil y… —Charles fue interrumpido nuevamente, esta vez por el sonido de su celular —. Disculpen—Charles salió por una pesada puerta y respondió la llamada.

—¿Diga?

—¿Charles? ¿Eres tú? —una voz masculina ligeramente nerviosa se escuchó del otro lado del auricular. Le sonaba extrañamente familiar, como si no hubiese escuchado esa voz en varios años.

—Si ¿Quién habla? —preguntó.

La voz emitió una leve risa nerviosa y la sensación que ese hombre no le era desconocido se acentuó.

—La última vez que nos vimos, ni siquiera eras manager de Dethklok. Vaya que te has olvidado de mí. Soy yo, Dorian Fisher.

Charles permaneció en silencio un momento. Varios recuerdos amenazaron con invadir su mente, pero logró reprimirlos apenas lo notó. No podía perder el tiempo en sentimentalismos.

—Sí, te recuerdo. Han pasado varios años.

—¿Estás muy ocupado para un viejo amigo?

Charles miró la puerta por donde había salido unos momentos antes.

—Un poco, Dorian, ¿qué necesitas?

Dorian emitió otra risa nerviosa.

—Bueno… Sé que siempre estás muy ocupado y todo eso. Yo lo entiendo perfectamente, soy dueño de una cadena de hoteles y da mucho trabajo. Por suerte, mi esposa…

—¿Puedes ir al grano? —lo interrumpió Charles, levemente impaciente.

—Oh, lo siento. Es sobre Heracles. Falleció hace tres días.

Charles se mordió ligeramente el labio. Poco le importaba la muerte de ese hombre, pero tenía la sensación que su deceso le traería complicaciones.

—Lo lamento mucho —respondió, aunque en realidad no lo sentía.

—Gracias. Bueno, Heracles dejó un testamento y tú estás mencionado en el, así que necesito que estés en Maine mañana al mediodía. Sé que te estoy avisando con poco tiempo, pero yo recién me acabo de enterar de ese testamento."

—Entiendo. Haré todo lo posible para llegar, ¿me puedes pasar la dirección?

—Claro —Dorian le dijo la dirección, la cual fue anotada mentalmente por Charles—. Te espero.

—Muy bien, adiós.

Charles terminó la llamada e introdujo su celular en uno de los bolsillos de su saco gris. Dirigió la vista hacia la ventana. El verano recién había llegado y, la noche clara y resplandeciente llena de estrellas era una clara prueba de ello. Se quedó mirando el paisaje unos momentos, pensativo. En el fondo, sabía que Dorian tenía otras intenciones. Seguramente le reprocharía todos los años que lo había ignorado por culpa de su trabajo y muy probablemente otras cosas más. Pero debía ir. Con un largo suspiro que jamás se permitiría delante de nadie, volvió a entrar al comedor.

—Como iba diciendo…—comenzó a hablar Charles pero se detuvo al ver que el comedor estaba vacío. Negando con la cabeza, el manager giró sobre sus talones y volvió hacia el pasillo. Sería muy fácil saber donde se encontraban, pero volverles a repetir el discurso sería inútil. Se encaminó hacia un ascensor metálico de aspecto siniestro y se adentró en él. Este lo llevaría hasta su despacho, donde pondría todos sus asuntos en orden para poder asistir a Maine sin contratiempos.


A la hora señalada, el manager de Dethklok estaba en el pequeño despacho del abogado de Heracles, ubicado en el primer piso de un antiguo edificio en Augusta, Maine. Dorian y su mujer estaban allí. Él era un hombre alto, de cabello castaño oscuro y mandíbula cuadrada. Ella era alta, no tanto como su marido; de cabello rubio y fríos ojos grises. También estaba presente una niña pelirroja que hacía todo lo posible por no mirar a Charles.

El abogado corroboró que todos los mencionados estuviesen presentes y se colocó unos gruesos anteojos de montura cuadrada para comenzar a leer el testamento:

—En la ciudad de Augusta, siendo el día doce del mes de setiembre del año 2003 en la Notaría Exodus, cuyo titular es Trinity Rivers, se hizo presente el señor Heracles Anastassakis, mayor de edad, de estado civil viudo, con domicilio en Avenida Elizabeth cincuenta y seis, quien goza completamente de sus facultades mentales, ante los testigos instrumentales Caroline Hellings y Rodrick Gin, mayores de edad, manifiesta por medio de esta Escritura Pública su última voluntad, a través de este testamento abierto, de conformidad con las siguientes cláusulas —la voz del abogado sonaba monótona y aburrida, como si hubiera repetido discursos similares miles de veces. Charles lo comprendía perfectamente. La esposa de Dorian se removió en la silla.

—Declaro también que no he otorgado ningún otro testamento y que me encuentro en el completo uso de mis facultades mentales por lo tanto es mi voluntad dejar mediante esta escritura pública, mi testamento, y declarar que es mi deseo que se cumpla mi voluntad, y que así lo mando y dispongo. Ordeno que las tres propiedades registradas en Albany, Nueva York; Philadelphia, Nueva Jersey y Charlotte, Carolina del Norte, de fallecer, deben ser dados en su totalidad a mi hija Athena Anastassakis Fisher.

La mencionada frunció levemente el ceño.

—A mi nieta, Alexandria Offdensen, le dejo el resto de mis bienes materiales, al igual que todo el dinero depositado a mi nombre.

Charles podía notar la tensión en el aire. Incluso oía el leve y desagradable rechinar de los dientes de Athena.

—También dejo en claro que sólo mi yerno, Dorian Fisher, puede manejar los bienes de Alexandría Offdensen hasta la mayoría de edad. En ningún caso, Charles Offdensen debe manejar esos bienes.

Charles sonrió internamente. Heracles siempre lo había detestado e incluso su desprecio estaba plasmado en cada letra de ese testamento.

—En los anteriores términos dejo consignada mi última voluntad, la cual deberá ser acatada en su integridad por los beneficiarios, en su oportunidad" finalizó el abogado, apoyando el testamento encima de la mesa del escritorio.

Athena fue la primera en levantarse. Se dirigió hacia la puerta con pasos largos y salió dando un portazo antes de que Dorian pudiese decirle algo. Sus tacos repicaron con fuerza en los mosaicos grises del suelo.

—Discúlpala, por favor —rogó Dorian a Charles, intentando no sentirse avergonzado por la actitud de su mujer—. Ella está muy afectada por la muerte de su padre.

—Entiendo —murmuró el manager, sin creerle, retirándose del despacho para dirigirse al pasillo. Un minuto después, Dorian y Alexandria salieron. Bajaron silenciosamente por las escaleras, visiblemente incómodos por la reacción de Athena. Atravesaron las puertas de vidrio que daban al exterior del edificio para recibir la tibia brisa de verano. Dorian se detuvo en seco.

—Se llevó el auto —murmuró el hombre, apretando los puños. Un momento después los relajó y sonrió levemente—. Llamaremos a alguien que nos pase a buscar.

—Tranquilo, Dorian, yo los llevaré en mi auto —lo tranquilizó Charles.

—Iremos a casa de Heracles, ¿estás seguro que no es molestia? Queda algo lejos de aquí.

—Ninguna molestia —respondió el manager. En el fondo, deseaba la compañía de su viejo amigo—. Conduce tú, ya que conoces el camino.

—Gracias, Charles —le respondió Dorian y los tres comenzaron a caminar.


El viaje de casi una hora hacia el pueblo donde Heracles habitó en vida no resultó ser muy agradable. Dorian hablaba de tanto en tanto con Charles, quien solo respondía escuetamente. En cuanto a la niña, estaba sentada en el asiento trasero del auto, con los brazos cruzados, sin despegar los labios, haciendole recordar vagamente a Murderface.

La ciudad fue dejada atrás para adentrarse en una zona más residencial. Dorian condujo por el pueblo de Caribou, tomó la avenida Elizabeth y condujo derecho hasta que la calle se volvió de tierra. Apenas un poco más adelante, el camino llegó a su fin, marcada por una gruesa arboleda. Dorian detuvo el auto y se apeó.

—Llegamos —dijo alegremente, esperando a que el resto de los ocupantes bajaran también.

La casa de Heracles (ahora perteneciente a Alexandría) era la única edificada en esa cuadra. Bastante grande, hecha de madera, con cimientos de piedra. Todas las ventanas de la casa estaban cerradas, dándole un aire triste. Estaba exactamente como Charles la había visto por última vez, hace muchos años atrás. Antes de conocer a Dethklok.

—¿Quieres entrar? —le preguntó Dorian.

—Te lo agradezco, pero necesito, eh, volver al trabajo.

—Justo de eso quería hablarte, hombre, de negocios.

Charles meditó por un momento.

—De acuerdo —aceptó y se bajó del auto con cautela para reunirse con ellos.

Apenas pusieron un pie dentro de la casa, Alexandria subió las escaleras y desapareció de la vista de ambos hombres. Un momento después, se escuchó el ruido de una puerta al abrirse, seguida de un portazo.

Dorian siguió caminando junto con Charles hasta llegar a la cocina americana.

—¿Quieres un café, Charles? —le ofreció el hombre.

—Bueno.

Permanecieron en silencio mientras la infusión se preparaba. La casa era tal cual lo recordaba, con el piso cubierto de cerámica negra, la barra desayunadora y los taburetes hechos de madera de caña. Esperó a que Dorian trajera las tazas de café y todo lo necesario en la mesa.

—¿Cuál es el negocio que quieres hacer conmigo? —preguntó Charles, estirando la mano hacia la azucarera.

—Verás, en unos meses voy a abrir mi primer hotel en Francia. Y que mejor publicidad que tus muchachos tocando en la inauguración, ¿verdad?

Charles reflexionó unos momentos, mientras sorbía su café.

—Dethklok no es barato —le dijo.

—Lo sé. Pero si me haces… un descuento, pueden alojarse gratis en cualquiera de mis hoteles.

—Los chicos tienen su Dethbus para alojarse. No creo que me sea, eh, útil alojamiento gratis cuando ellos tienen el suyo.

Dorian mordió una galleta de canela.

—Lo sé, lo sé, pero escúchame: te pagaré la mitad de lo que pidas para que tus muchachos toquen durante la inauguración y te daré la otra mitad después. Gracias a la publicidad, es cuestión de meses de que el Sheraton sea un motel barato al lado de los hoteles Fisher —explicó el hombre, completamente emocionado. Charles lo miró a los ojos, pensativo. Lo que decía Dorian no era errado, pero no sabía si confiar en él. Habían sido compañeros en la universidad y buenos amigos en una época, pero había aprendido que las palabras se las llevaba el viento— El Dethbus no es tan grande como para que los cinco tengan su propia habitación allí. Pero la tendrían en mi hotel, con todos los lujos y caprichos que ellos quieran.

—Podríamos arreglar un precio. Pero avísame con anticipación cuando será la inauguración. El itinerario que tenemos es bastante apretado y hay muchos papeles que tienes que firmar

—Lo sé, no lo digas como si me hubiese pasado durmiendo en la clase de Economía —comprendió Dorian, sonriendo levemente. Charles terminó lo que quedaba de la taza y se incorporó.

—Gracias por el café, Dorian, pero debo irme ahora. Tengo cosas que hacer.

El hombre se levanto de la silla rápidamente.

—¡Espera! Tengo una cosa importante que decirte. Es sobre Alex.

Charles, que ya se estaba dirigiendo a la puerta, se detuvo y lo miró por encima del hombro. Sabía que el negocio sólo era una excusa para retenerlo.

—Creo que no hay nada que hablar sobre ella —murmuró Charles.

—Es tu hija…

—Y me detesta —el manager se giró hacia él, algo molesto—. Así que no tengo nada que ver con ella."

—Pues yo creo que sí —Dorian se puso al frente de Charles en cuatro zancadas—. Ella no va a vivir conmigo. Lo siento.

El manager carraspeó suavemente.

—¿Y quieres que yo la cuide? Trabajo demasiado, tengo un evento de caridad que planear y dentro de muy poco tiempo, Dethklok filmará una película. Además, Mordhaus no es el lugar adecuado para que viva, ah, una niña.

—Tiene catorce años, no es tan pequeña y necesita pasar tiempo con su padre —reclamó Dorian, con chispas en sus ojos—. Yo casi no estoy en casa con el proyecto del hotel y tendré que viajar a Francia varias veces para supervisarlo. Alex se quedaría con Athena todo el día y tanto tú como yo sabemos que no es buena idea. Me basta con verle la cara a mi esposa los tres días que tu hija pasó con nosotros.

Charles miró hacia un costado. Athena era la hija mayor de Heracles, tía de Alex y esposa de Dorian. Ella lo había odiado desde que se conocieron y no le cabía ninguna duda de que odiaba a su sobrina con la misma intensidad que a Charles.

—Mira —siguió Dorian, apretándose el puente de la nariz con dos dedos—. Deja que viva contigo hasta la inauguración de mi hotel. Luego, me la llevaré a casa y no sabrás nunca más nada de ella.

Charles chasqueó apenas su lengua.

—Lo dices como si la odiara y no es así —le recriminó—. Sigo pensando que convivir conmigo, los chicos y los Klokaters no es, eh, lo adecuado para ella.

— ¿Aceptas o no?

Charles se quedó en silencio durante varios segundos antes de contestar.

—De acuerdo, Dorian. Pero no te demores tanto en construir tu hotel.

—Y tu piensa en el negocio que tenemos —sonrió el hombre, más relajado—. Iré a hablar con Alex. Te la llevarás hoy mismo.

Mientras veía a Dorian subir las escaleras, Charles se quitó los anteojos y se tapó los ojos con una mano. Debió haber huido del despacho del abogado apenas tuvo la oportunidad.