Sumario: En una fiesta universitaria todo puede pasar, y más con alcohol de por medio. AU total y absoluto, sin zombis.
Disclaimer: Nada ni nadie de la serie me pertenece, ni del fic excepto el pelirrojo en cuestión *-* Jack Evans y Rachel que pertenece a Acui, gracias por prestármela. Únicamente robé a los personajes temporalmente para este... experimento.
Cosas como ésta acaban en un Word cuando me junto con dos cabezas pensantes como Acui y Cass hablando del rol del foro "Open! Walkers inside", interacciones varias en posibles AU's con los personajes originales y los canon de la serie.
Advertencias: Exposición gratuita de piel, cuerpos varios contra superficies que están ahí de forma casual, miradas que queman, roces varios, relaciones bañadas en alcohol.
Smut/Lemon con cierto argumento. No soy una experta en escribir escenas así ni nada parecido así que… disculpad la inexperiencia en ese sentido y cualquier zarpa o salida de tiesto o personalidad de los personajes. También es mi primer Bethyl como tal así que… espero haberle hecho algo de justicia a ese ship.
Hilos musicales durante la escritura: Do I wanna Know de Artic Monkeys y I'm a man de Black Strobe.
Perdonad las erratas, son las 3 de la mañana y no coordino ya demasiado... Espero disfrutéis de la lectura ;)
No tenía ni puta idea de quién era la canción que sonaba en ese preciso momento por los altavoces de la casa pero le iba a estar eternamente agradecido mentalmente por componerla. El ritmo marcado por la batería y la guitarra eléctrica dictaba los movimientos gráciles de esa rubia menuda y aparentemente menor de edad para estar en la fiesta. Pero no, sabía que tenía la edad permitida para beber, reconocía su cara. La de ella, y la de su hermana que no le había quitado ojo de encima al chinito del grupo desde que había entrado por la puerta.
Se había apostado en una esquina de la sala de estar, su espalda contra la pared y un vaso de whisky con coca cola hasta el borde. A cada golpe de cadera le daba un trago a su bebida, su mirada entrenada en la curva de su espalda, en su melena rubia recogida en una larga trenza, en el tintineo de las pulseras en su muñeca.
Se humedeció los labios de forma inconsciente cuando se dio la vuelta, con los ojos aún cerrados y su vaso de cerveza sujeto con gracilidad entre sus finos dedos. Su mano libre rozando el antebrazo de la otra sin dejar de moverse con la voz de aquel cantante, dejándose llevar por la canción, dejándose abrazar por las sensaciones que la melodía creaba en su menudo cuerpo.
Bebió dos nuevos tragos, el segundo se quedó en su boca más segundos de los necesarios al ver como sus pestañas se separaban desvelando sus grandes ojos azules. Sus labios se curvaron en una sonrisa calmada descendiendo su vaso desde las alturas para darle un nuevo trago a su bebida.
El hombre siguió la trayectoria de una gota traicionera que descendió desde la comisura de sus labios hacia su pecho, colándose por el escote de su camiseta.
Cerró los ojos y bajó la mirada hacia la punta de sus botas, no podía mezclarse con ninguna alumna. Vale que todos los allí presentes fueran mayores de edad y él simplemente el suplente del entrenador, pero no… No era correcto.
Alzó la mirada de nuevo y vació el resto de su vaso de golpe casi sin pararse a respirar al verla sonreír a una chica de pelo moreno con una falda sacada de un cuento de Disney y abrazarla, haciendo que el bajo de su camiseta ascendiera lo suficiente para desvelar parte de su plano estómago, pálido y suave a la vista. Dejó su vaso vacío en el suelo junto a tantos otros y decidió que lo mejor era alejarse de ella o acabaría cometiendo una locura.
Necesitaba un cigarro.
Salió al jardín trasero y tomó asiento en una maceta que milagrosamente seguía manteniendo las flores en su sitio y parecía que nadie la había usado aún como baño. Sacó el paquete de tabaco del bolsillo y se encendió un cigarro.
Vio en la piscina a varios estudiantes, algunos de los cuales creía conocer de los entrenamientos del equipo o de verlos en las gradas durante los partidos animándoles.
Exhaló una bocanada de humo por la nariz, sus ojos ligeramente entrecerrados alejando a cualquiera que sintiera ganas de tocarle la moral al menor de los Dixon.
Estaba a punto de terminar su cigarro cuando llegó ese olor. Se maldijo interiormente a sí mismo por ser capaz de reconocerlo, por lo que eso significaba. ¿Por qué había tenido que ponerle los ojos encima? ¿Qué tenía ella de especial? ¿Por qué le interesaba?
Se llevó el pulgar a los labios, mordiendo un pellejo que no tardó en comenzar a sangrar en el interior de su boca. Ahogó un siseo al sentir su presencia a su lado, silenciosa, de pie a su lado.
Le escuchó ahogar un suspiro, por el rabillo del ojo pudo ver sus manos vacías, pero sobre todo pudo percibir su nerviosismo. ¿Había pasado algo desde que se había largado?
La chica carraspeó hurgando la punta de su zapato en el suelo, trazando una línea invisible que sólo ella parecía poder ver.
- ¿Podrías…?- Desvió su rostro ligeramente hacia ella, observándola entre la fina cortina de humo que creaba su cigarro a punto de consumirse.- ¿Tienes uno de sobra?- Le preguntó en un hilo de voz recolocándose un mechón de pelo tras su oreja.
Viéndola en esa camiseta y falda, con esa expresión casi angelical e inocente, creyó que había entendido mal sus palabras. ¿Fumaba?
Beth, sí se había aprendido su puto nombre como un maldito quinceañero pero había sido por fuerza mayor, culpa de Merle como siempre; desvió su mirada hacia la piscina murmurando algo en voz baja.
- Déjalo, no… No importa.
Entrecruzó sus brazos sobre su pecho, moviéndose inquieta de un pie a otro, rotando un tobillo y después el otro.
Daryl apagó el cigarro con el talón de su bota y sacó dos cigarros de la cajetilla. Con el suyo entre sus labios, rozó el codo de la chica de pie a su lado con el otro. Ella se volvió hacia él mirándole con cierta sorpresa y una sonrisa.
- Gracias.- Murmuró en voz casi inaudible para el volumen de música que abarrotaba el lugar.
Beth se inclinó ligeramente hacia la llama del mechero que había alzado en su dirección, dándole la oportunidad de ver su escote, y el encaje de su sujetador blanco ocultando sus pechos. Daryl apretó su mano libre sobre su rodilla, pensando en abuelas en ropa interior para evitar que una desgracia ocurriera en el interior de sus pantalones dejándole en evidencia.
- Gracias, Señor Dixon.- Dijo ella entre los hilos blancos de humo que bordearon sus perfectos labios ascendiendo hacia la noche. Daryl le miró en silencio con el mechero aún encendido y el cigarro aún sin prender.
- No me llames así…- Dijo en tono brusco centrándose en la tarea de encender su cigarro sin parecer un gilipollas integral en el proceso.
- Entonces…- Le escuchó aspirar una nueva calada de su cigarro, su mirada recayó sobre él unos instantes antes de desviarla de nuevo a la escena que se desarrollaba frente a ellos en la piscina.- ¿Puedo llamarte… Daryl?
¿Cómo diablos conocía su nombre? ¿Tal vez él no era el único que había estado observando al otro desde hacía tiempo en la distancia? No, no podía ser. Lo habría escuchado gritar a Merle en los entrenamientos mientras ella y sus amigas del club ese de cuentos y chorradas se reunían cerca del campo.
Ambos se quedaron en silencio cuando vieron aparecer por la puerta a uno de esos solitarios raros que siempre tocaban en las Universidades, pelirrojo, silencioso y fumador. Carne de cañón en fiestas como esa. El chico parecía tener la misma idea que ellos y sacó un cigarrillo que no tardó en encender y comenzar a fumar.
- ¡Lo siento pelirrojo!- Gritó la chica morena de falda imposible viendo al chico alejarse entre el gentío, huyendo de ella. Si no le fallaba la memoria esa lunática era su amiga.
En el fondo no podía culparle, era un tanto particular. Era la clase de taradas que suponía un reto apetecible para su hermano Merle en cuanto a llevarla a su terreno entre las sábanas.
- Hey Rachel, él se lo pierde.- Escuchó a Beth decirle a su amiga quien apuñaba la falda alzándola en el aire hasta casi desvelar su ropa interior. Daryl desvió su mirada de nuevo hacia el barro pegado a sus botas.
- Pero él es pelirrojo y es real y…- Dijo a modo de excusa la chica regresando al interior de la casa con expresión taciturna.
Beth rio quedo dándole otra calada al cigarrillo algo más relajada que instantes antes.
- Debería haberle dado una oportunidad…- Dijo en tono calmado.- Es una buena chica algo… Diferente pero, es buena gente.
Daryl gruñó a modo de apoyo pegándose de cabezazos contra la pared mentalmente. Se estrujó el cerebro viendo como sus cigarros poco iban a tardar en terminar bajo las suelas de sus zapatos y así, esa oportunidad de oro que el maldito Universo, borracho y colocado también probablemente, le había servido en bandeja.
"Vamos Dixon, con un par." Separó los labios para decir algo pero incapaz de formular palabra los selló con la última calada de su cigarro. Ése iba a ser su fin. Con un pisotón su oportunidad de conocer a esa chica se iba a esfumar delante de sus narices. Por paleto. Inútil. Cobarde. Gallina. Paleto. Gilipollas. Imbécil…
- No pensaba que vendríais.- Comentó Beth con la colilla entre los dedos. La lanzó al suelo y la pisó con la punta de sus zapatos. Ahogó un suspiro moviendo una vez más uno de sus pies.- Malditos zapatos…- Masculló en voz baja.
Le miró a él de reojo quien arqueó una ceja expectante. En silencio, sin quitarle ojo de encima, le vio descender de sus zapatos de tacón, y dejarlos a los pies de la maceta en la oscuridad. Daryl observó el movimiento con la misma intensidad con la que seguía a las presas que cazaba los fines de semana junto a Merle. Fue incapaz de no pensar lo que sería verle deshacerse del resto de su atuendo, y sintió que al descalzarse había comenzado un juego al que no le importaría lanzarse de cabeza, pero del que estaba seguro sólo estaba en su imaginación. Nada más.
- ¿Te importa si…?- Gesticuló con su mano al exageradamente diminuto hueco que él dejaba en el borde de la maceta con sus piernas abiertas.
Su parte racional le gritaba que se negara en redondo, que era una idea malísima, que no iba a salir de allí nada bueno. Pero el demonio con el tridente que le pinchaba en su hombro izquierdo le susurraba al oído que era de buen caballero cerrar sus piernas para que pudiera ella sentarse a su lado o encima de él. Se mordió el labio inferior y pisó la colilla en el suelo, moviendo su trasero para que pudiera sentarse.
- Gracias Daryl.
El hombre tragó grueso ante el tono de voz usado. Sí, estaba claro que algo achispada iba pero era consciente del tono aterciopelado de su voz, del roce de su muslo contra el de él, de la calidez de su antebrazo contra el suyo desnudo por la ausencia de mangas. Maldito el día en que se las arrancó a esa camiseta.
Sus dedos lloraban por un nuevo cigarro pero no quería parecer ansioso y tampoco le quedaban demasiados. Debía aguantar con esa cajetilla hasta el lunes y aún le quedaban muchas horas por delante, pensando en esas piernas entrecruzadas, en sus uñas pintadas de azul, en sus clavículas desafiando la tela de su camiseta.
"Piensa en abuelas desnudas andando en bicicleta, Dixon." "Abue…" Su aliento se congeló en su garganta al verla agacharse a masajear sus pies, el gesto hizo que la parte baja de la camiseta a su espalda rodara hacia arriba, y su falda se separara ligeramente de su cintura dejándola ver su ropa interior.
"Joder, que lleva un tanga azul. A juego con las putas uñas. Mierda. Piensa en abuelas…" Mierda. Mierda. Mierda. A cámara lenta vio su mano cobrar vida propia y acercarse por propia voluntad hacia la piel descubierta de su espalda. Era tan jodidamente tentador.
Nada más rozar con la yema de sus dedos su suave piel- parecía la de un maldito melocotón, joder- sintió el cuerpo de la chica tensarse y sus movimientos bloquearse por completo.
"Quita esa puta mano de ahí, pervertido." Se espetó a sí mismo pero sus neuronas parecían estar en huelga al igual que sus nervios no mandando la orden a su mano, quien ajena a la tensión que se respiraba en el aire, ascendió con parsimonia por su espalda hasta rozar el bajo de la camiseta. Aquel tacto con la prenda le sacó de sus ensoñaciones y apartó la mano como un resorte y se puso en pie dándole la espalda.
- Joder, mierda… Lo siento yo…- Intentaba disculparse incapaz de mirarle, seguramente pensaba que era un enfermo que intentaba aprovecharse de ella.
Su voz llegó como el susurro del viento entre los árboles a su oído, su aliento rozando su oreja, la mano de ella se apoyó imperceptiblemente sobre su hombro para salvar la diferencia de altura entre ambos.
- ¿Por qué… paraste?
Daryl volvió su rostro hacia el de ella, parpadeando sorprendido al ver la cercanía entre ambos, la escasa distancia que les separaba. ¡Maldita sea! Podía oler la cerveza y hasta las… ¿fresas? De su lápiz de labios que los hacía más brillantes y apetecibles. Sería tan fácil simplemente inclinarse hacia ellos, rozarlos con los suyos, morderlos y…
- ¿Por qué paraste Daryl?
Esos malditos ojos enormes de cervatillo que le miraban como si hubiera matado a su madre, su amigo el conejo o cualquier otro animal de pelaje suave, cuando lo único que intentaba era no arruinarla con sus manos en su cintura, sus labios en los suyos, sus dientes en su cuello. Siguió con su mirada la punta de su lengua asomándose entre sus labios, humedeciéndolos. Si eso no era una señal de que estaban en la misma página que le dieran un puto libro de instrucciones nuevo.
- ¿Qué quieres de mí, niña?- Le dijo él con voz ronca volviéndose hacia ella, escudándose en su diferencia de altura, intentando intimidarla, planear sobre ella, alejarla antes de que no hubiera vuelta de hoja.
Beth se encogió de hombros sin quitarle ojo de encima, su mano rozó la tela de su camiseta de forma casual pero sabía que estaba calculando cada uno de sus movimientos.
- ¿Qué es lo que quieres de mí, Daryl?- Le devolvió ella la pregunta con gesto serio, alzando su rostro hacia el suyo con esos condenados labios suyos entreabiertos.- Yo sé lo que quiero…- Sus dedos se aferraron al bajo de su camiseta, dio un paso adelante acercándoles más todavía. Le vio tragar saliva.- Te quiero a ti Daryl Dixon.
Su corazón pareció detenerse y explotar a la vez. Le quería a él, no de forma platónica era evidente pero le quería a él. A un don nadie que se dedicaba a soplar un silbato de vez en cuando y a hacer sudar a universitarios, a despellejar animales los fines de semana, a fumar como una chimenea en ocasiones, a arrancar las mangas de sus camisetas dejando su piel al descubierto como en ese instante… El roce de sus dedos sobre su antebrazo fue electrizante y a la vez la gota que colmó el vaso.
Sin pensarlo demasiado, dejándose pinchar de forma insistente por el tridente del diablo de su hombro sus manos tomaron a Beth de la cintura empujándola hacia las penumbras del porche, contra la pared de la casa. Lejos de las ventanas, lejos de la puerta, lejos de cualquier otro ser humano que estuviera en esa fiesta. Pegó su pecho al de ella sintiendo su latir acelerado, su aliento rozar su cara a gran velocidad, sus manos agarrarse con ímpetu a su camiseta, impidiéndole alejarse, reteniéndole allí.
Sonrió mentalmente ante la sola idea de alejarse de ella. No, no iba a hacerlo. Ya no. No después de haberle escuchado.
Soltó su mano derecha de su cintura y acarició su camino por su estómago, su pecho izquierdo, su cuello hasta asentarse en el nacimiento del pelo en su nuca. Sus dedos agarraron con ímpetu varios mechones de pelo arrancándole un gemido, le miró en silencio, sus ojos viajando de sus labios a su mirada.
- ¿Estás segura de eso, Beth?
Era la primera vez que le llamaba por su nombre, que daba fe de que sabía quién era. Una media sonrisa se formó en sus labios al ver en la expresión de la chica cómo asimilaba esa nueva información. En cuanto vio su mudo asentimiento estrelló su boca contra la de ella, robándole el aliento, la respiración y el alma con ese primer beso voraz.
No había espacio para la suavidad en ese instante, sólo quería coger todo lo que ella tenía, todo lo que ofrecía con los brazos abiertos y sin miedo a salir herida en el intento.
Apretó su frágil cuerpo contra la pared, estrujándola entre él y la casa, clavando sus dedos en la piel sobre el borde de su falda. Pronto sus dedos volvieron a tener vida propia y ascendieron por su espalda, descendiendo por ella, sintiendo sus yemas quemarse al contacto.
Besó sus labios, acarició su lengua, mordió su labio inferior para separarse lo suficiente y morder su mentón, el pulso acelerado en su cuello. Jamás se cansaría del tacto de su piel contra la de él, de su sabor, de su aliento entrecortado por él.
Un tirón de pelo le hizo alzar su mirada del borde de su escote ahí donde su mano estrujaba uno de sus pechos y sus labios besaban el contorno de su camiseta. Demasiada ropa.
Le besó de nuevo dejando que sus uñas rozaran la piel de su cadera clavándose cuando coló su rodilla entre sus piernas. Se separó unos segundos para recuperar el suficiente aliento para hacerle una sola pregunta.
- ¿Vamos a otra parte?
Beth le respondió con un beso casi tan hambriento como el primero que habían compartido y coló su mano en la suya, tirando de él hacia el interior de la casa.
Sus ojos no se separaron de su espalda hasta que comenzaron a ascender por la escalera, que descendieron entonces hacia su trasero, precariamente cubierto por la falda. Quizá algún día la esperaría en los pies de la misma para así poder ver ese hilo azul esconderse en su trasero.
Antes de que diera un paso en dirección a cualquiera de las habitaciones, detuvo su avance pegando su espalda contra su pecho, una mano extendida sobre su estómago plano, la otra rozando la piel de su muslo bajo la falda. Pegó su oído al de ella.
- El baño, las habitaciones estarán ocupadas.
Ella asintió ahogando un gemido cuando su mano rozó el triángulo de tela entre sus piernas. Mordió el lóbulo de su oreja y la volteó a tiempo de pegar su espalda contra la puerta del baño y engullirla de nuevo con su cuerpo contra la superficie de madera, devorando sus labios y el gimoteó que escapó de entre ellos al colar sus dedos bajo su ropa interior.
Justo al par que Beth abría la puerta a su espalda ahogando una risa al rozar su costado provocándole cosquillas, Daryl vio al fugitivo pelirrojo en el pasillo mirándoles de reojo. Era hora de poner el espectáculo a cubierto de miradas indiscretas.
En cuanto coló su figura en el interior del baño desierto volvió a convertir a Beth en el relleno perfecto de su sándwich favorito. Raudo no tardó en soltar la cremallera de la falda cayendo ésta a sus pies, junto a su camiseta que ella se había afanado en arrancarle de la cabeza cuando intentó ayudarle.
Una sonrisa poco angelical decoró sus labios cuando vio sus músculos de su estómago tensarse al roce de sus uñas también azules. El azul iba a convertirse en su color favorito después de esa noche, estaba seguro.
La camiseta de Beth terminó en la bañera mientras ella se encargaba de soltar el cinturón de sus pantalones y bajarle la cremallera.
- Joder…- Masculló entre dientes con los ojos cerrados al colar su mano en sus calzoncillos.
- Creo que usted también me quiere a mí, señor Dixon.- Dijo en tono bajo la chica mirándole con una media sonrisa disfrutando de su falta de vocablos temporal.
Al primer apretón que le dio pensó que esa noche tocaría a su fin antes de tiempo. No podía permitir eso. Le quitó la mano de sus calzoncillos y soltó el broche de su sujetador, dándole la vuelta, pegando su mejilla contra la puerta, su pecho rozando la piel desnuda de su espalda.
Sus dedos contaron sus costillas mientras sus dientes mordían sus hombros y su mano libre se encargaba de devolverle el favor con su mano entre sus piernas. Beth gimió su nombre con su boca entreabierta, echando su mano hacia atrás agarrándole del pelo mientras le acercaba hacia ese cielo que ambos querían saborear esa noche.
- Daryl…- Le miró con los ojos entre cerrados, el sudor pegando algunos mechones sueltos de la trenza contra su sien. Deshizo el trenzado de su pelo, soltándolo sobre su espalda, colando varias hebras entre sus dedos.
Pegó su nariz contra su mejilla, asegurándose de que toda su espalda estaba en contacto con su pecho.
- Dime, Beth…- Le susurró cerrando los ojos incrementando la presión de sus dedos, de todo su cuerpo sobre el de ella, acariciando sus pechos.
- Por favor…- Gimió con el aliento entre cortado y las uñas amenazando con arrancarle varios mechones de pelo.- Por favor…
Una parte de él deseaba mantenerla en vilo todavía más tiempo, deseaba sentir su cuerpo enmudecer contra su pecho. Pero otra parte de él deseaba hacerlo estando dentro de ella, sentirla estremecerse de pies a cabeza contra él, ansiaba sentirla perder el control y otorgárselo a él.
- Está bien.- Susurró contra su pelo, besándole la sien sacando sus dedos de sus bragas, deshaciéndose de ellas.
- Por favor…
Volvió a pedir ella sin saber qué más decir para terminar con esa espera, con esa agonía en la que ambos se habían metido de cabeza sin miedo a las consecuencias.
Daryl la giró sobre sus pies. Quería ver su rostro cuando se rompiera en mil pedazos y él se encargara de recoger cada uno de los trozos. Quería ver el iris azul de sus ojos casi desaparecer en sus grandes ojos, quería ver sus labios formar su nombre cuando llegara el momento y no pudiera aguantar más.
Dando gracias a sus salidas de caza y a su suplencia como entrenador que le ayudaban a mantenerse en buena forma, la alzó en el aire, obligándole a abrazar su cintura con sus piernas, sus brazos sobre sus hombros y cuello.
Besó sus labios entrando en ella de una fuerte embestida. Detuvo sus movimientos nada más hacerlo abrumado por la calidez, por las sensaciones que provocaba esa unión entre ambos, por los labios de ella contra los suyos, aferrándose a ellos como si de su boca dependiera que siguiera respirando en ese mundo.
Separó sus bocas para recuperar el aliento, las fuerzas, la compostura para no dejarle en la estacada en menos de un minuto de placer. Quería que lo recordara, que disfrutara de ello, que quisiera repetirlo alguna vez. Quería grabar su nombre en su piel, en sus huesos, en cada uno de sus músculos que se contraían contra él, no quería hacerle daño pero quería destrozar cada una de las plumas de su angelical cuerpo.
- Estoy bien, Daryl.- Susurró ella mirándole con las mejillas encendidas.- Estamos bien…
Le aseguró ella capturando su boca, moviendo sus caderas, instándole a seguir su ritmo, a dejarse llevar por sus instintos, a coger cuanto quisiera de ella sin miedo al precio a pagar.
Las palabras sobraban en ese momento, sólo había espacio para los dedos hincándose en la carne del otro, para los labios devorando al otro, para los dientes intentando acallar los gemidos en la piel del otro. Sólo había espacio para no perder el aliento y aguantar para alcanzar ese estallido final que les haría perder la noción del tiempo y el lugar donde estaban perdiéndose en el cuerpo de quien les acompañaba en ese viaje.
- Daryl voy a…- Masculló Beth entre dientes pegándose más a él, estrujándole entre sus piernas, instándole a que incrementara el ritmo. Él no se hizo de rogar. Besó su cuello, mordió su mandíbula.
- Vamos princesa, hazlo por mí.- Dijo con voz estrangulada por el esfuerzo, por la cercanía de su propio climax.
- ¡Dios, Daryl!- Gimió abrazándose a sus hombros siendo engullida por esa explosión final de placer que absorbió todas sus fuerzas, dejándola casi inerte entre sus brazos, arrastrándole con él hacia ese mar de sensaciones.
- ¡Joder!- Jadeó contra su cuello dejándose llevar por ese último estallido que le robó el aliento y la coherencia.- Joder…- Jadeó de nuevo atinando a soltar sus piernas de su cintura y ayudarle a apoyar los pies en el suelo pero sin soltarla por miedo a que perdiera el equilibrio.
Acarició sus muslos con suavidad, ascendiendo por su cintura, apoyando su frente contra la de ella, el aliento de ambos golpeando sus pechos desnudos.
Ella besó su pecho y pegó su mejilla contra él recuperando el aliento.
- Quizá…- Se humedeció los labios.- Deberíamos aprovechar que estamos en el servicio y… refrescarnos un poco.- Dijo ella mirándole entre su melena revuelta mordiéndose su labio inferior. Otra vez esa inocencia que encendía sus mejillas.
Daryl la tomó de la nuca y la besó con calma, sin prisa, sin ansias, sin querer arrancarle la piel a tiras con sus propios dientes.
- Sí, es buena idea.- Admitió él apartándole el pelo de la frente.- Aunque no sé si podré solo…- Dejó la frase sin terminar clavando su mirada en ella.
Esa era una de las razones por las que no había querido tocarla, besarla, rozarla con anterioridad. Sabía que, una vez que lo hiciera, querría repetir hasta que ella se cansara de él.
Estaba perdido.
- La noche es muy larga.- Respondió ella besándole la comisura de los labios, bordeándole para colarse en la bañera. Se volvió hacia él, su mano extendida.- ¿Viene, Señor Dixon?
Me escondo cual ninja tras un arbusto y espero a que me digáis qué os ha parecido esta locura transitoria en la que me he embarcado.
Esta grillada se lo dedico a Jack Evans que fue el descubridor de esa pareja en mi cabeza, y a Acui y Cass por darme alas y animarme a escribirlo y no darme de leches en el proceso.
¡Gracias por leer!
Ekhi