Gracias a: Amore, Raquel Cisneros Taishō Okumura, JOAN, Guest, July, GiuliiVazquez, Valkira-san, Katherine p, aniianii, alei91, Marlene Vasquez, Jazmin L, GabiiSesshYue, Serenat Violin, arelymatamoros50, mnopizita, Aquarius-chan, HeySmile30, Kind Yuuki, marialaurajs, pao59, palo 20912, Kissat, Izanami-mina, mitykaty, marcela arce, alexaquevedo, yessi-chibi, AbiTaisho.
Hola a todas mis lectoras zorras que se mojan con mis historias! Si! Lo sé… ¿crees que no lo sabía? Esta habilidosa escritora de porno lo sabe todo… TODO! Bueno, de todas formas… jaja, gracias por los reviews, alertas y favoritos. Qué bueno que les haya gustado mucho el capítulo pasado, nada más porque tenía sexo… si no lo sabré, sucias del demonio U.U. Este capítulo está más calmado pero les va a gustar mucho! Sin mucho que decir, quiero decirles a las fans de KōgaxAyame que tengo un fic nuevo de BDSM que se llama Dulce Infierno y que quiero que pasen a leer. No olviden de agregarme en Facebook, los links están en mi perfil al igual que el link del grupo de Facebook de mi foro HEA.
Sin más promociones y parloteo, me despido esperando que de verdad disfruten la lectura y me dejen un comentario bonito allá abajo. Besitos, nos leemos!
12.
Para cuando ambos acordaron, se habían quedado dormidos y acurrucados en una posición que se había vuelto cómoda estando ambos en los brazos del otro.
Él despertó primero y se encontró con una maraña de pelo negro pegado en su cuello, Kagome dormía en paz envuelta en su cuerpo, su respiración le pegaba en el cuello y sonrió como estúpido al oler el shampoo de lavanda. Maldita sea, ¿en que se estaba convirtiendo eso? ¿Desde cuándo se alegraba por despertar junto a una mujer? Kagome había sido la primera mujer en mucho tiempo con la cual había despertado, desde aquella mujer que lo había engañado hacía más de cuatro años, cuando apenas empezaba su carrera y creía haber encontrado el amor verdadero con ella. Era joven, iluso, y aquella mujer mayor le había prometido el mundo integrándolo en juegos perversos para un chico como él, juegos que a él le habían gustado. Eventualmente, él se había enamorado y ella… bueno, para ella no había sido nada serio. ¿Quién lo diría? Con tan solo veinte años había tenido su primer corazón roto.
Kagome se movió contra su cuerpo y balbuceó el nombre Sōta y otras cosas de dulces y videojuegos. Él no pudo evitar volver a sonreír. Esa mujer lo volvía loco con solo balbuceos tontos. Sintió su cuerpo adherirse más al suyo y sintió que ella presionaba su pierna contra su erección. Una erección que se había agrandado al sentirla tan pegado a ella. Todavía podía probar el sabor de Kagome en sus labios y en un esfuerzo vano los relamió para poder seguir saboreándola.
―Carajo… ―susurró, cuando Kagome se movió más y su gran pierna regordeta se restregó contra su erección―. Kagome… ―habló, moviéndola un poco, haciendo que ella se restregará todavía más y él perdiera la razón, sacudiéndola para que se despertará, no quería cometer una barbaridad―. Kagome, despierta ―habló con voz grave.
Kagome abrió los ojos y se le quedó viendo.
― ¿Qué haces aquí? ―preguntó bostezando.
InuYasha aprovechó para moverse un poco más y hacer que su erección y la pierna de ella dejaran de tocarse. Respiró casi con alivio cuando el contacto se rompió.
―Nos quedamos dormidos.
Ella arrugó el ceño.
―Wow, ¿de verdad? Pasó otra vez, ¿huh? ―preguntó sin levantar su cabeza de su pecho.
Él la observó sin perderse de ningún detalle de su cara, no tenía un cutis perfecto pero a sus ojos esa mujer ya se estaba convirtiendo en pura perfección.
―Sí, supongo que quedamos exhaustos.
Ella sonrió y se separó de él, causando un estrago de necesidad en el cuerpo de él.
― ¿A dónde vas? ―preguntó con voz autoritaria.
Ella rodó los ojos.
―Sōta llega en dos horas. Hemos dormido tanto, imagínate que nos hubiera encontrado juntos. ¿Qué le hubiera dicho? ―suspiró y se estiró, dejando ver una buena porción de su vientre plano.
InuYasha no pudo quitar su mirada, aun cuando ella se había acomodado las ropas y él había bajado su mirada a sus piernas aperladas. Kagome levantó una ceja.
― ¿Qué haces?
Él volteó a ver su rostro y sonrió con malicia.
―Veo tu cuerpo.
Ella sintió arder las mejillas y él sonrió aún más grande.
―No… no hagas eso ―dijo sonrojada.
―Hace rato hicimos…
― ¡Ya! ―gritó enojada.
― ¿Y ahora te sonrojas? ―se burló―. Tonta ―chasqueó y se levantó.
Kagome hizo un puchero y sus ojos no pudieron evitar dar a su parte baja en donde una gran erección se marcaba bajo el pantalón. Si fue posible, hizo que se sonrojara a un más, lo cual InuYasha encontraba adorable.
― ¿Te gusta lo que ves? ―preguntó levantando una ceja y fijando su mirada en su erección―. Fue tu culpa ―se encogió.
Kagome arrugó el ceño.
― ¿Yo que tengo que ver con tus calenturas?
InuYasha soltó una carcajada.
―Tú eres la razón de mis calenturas, niña ingenua. Ahora ven acá y quédate a mi lado ―ordenó palmeando sus piernas.
Fue el turno de ella de reír.
―Tengo que preparar la comida, vete ya ―dijo como quien no quiere la cosa, aventando una mano al aire y volteando para meterse en la cocina.
InuYasha no pudo resistir sonreír y seguirla. Kagome empezaba a sacar cosas del refrigerador y de la lacena, se movía despacio en la cocina y el no pudo evitar maldecir de nuevo por haber hecho lo que había hecho, dejarla en ese lugar sola y sin protección. Había sido su culpa. Si tan solo se hubiera quedado y la hubiera visto ir… si tan solo…
― ¿Qué haces ahí parado? Tienes que irte.
InuYasha negó y avanzó hasta ella.
―Quiero ayudar. Dame algo para hacer.
Kagome entrecerró los ojos.
― ¿Quieres ayudar? ¿Sabes cocinar?
―Claro que se cocinar. Vivo solo ¿Cómo crees que sobrevivo?
―Eres rico, supongo que sobrevives de comer en restaurantes o de tener un chef personal… cosas de millonarios ―se encogió como si aquello fuese normal para ella.
InuYasha sonrió apenas.
― ¿Qué impresión te han dado otras personas ricas que conoces?
Kagome lo vio de reojo y empezó a preparar la comida.
―No conozco a nadie más que tú.
―No me conoces tampoco, no puedes suponer cosas… como la vez que me llamaste niño mimado.
―Eres un niño mimado ―dijo, viéndolo con seriedad.
InuYasha negó levemente, tomándola de la cintura y pegándola a su cuerpo.
―No aprendiste esa vez… ¿Te duele? ―preguntó yendo a sus labios.
Ella negó.
―Quítate… no… ―susurró escapando de la cercanía de su rostro.
― ¿No…?
―Ya hemos hecho… cosas. No te aproveches solo porque soy más lenta.
InuYasha tomó su pequeño rostro con delicadeza.
―Lo siento ―susurró―. Si yo no me hubiera ido… nada de esto hubiera pasado.
Kagome se sonrojó levemente.
―Déjalo ya.
Él negó.
―Tú empezaste a cerrarte al momento en que yo dije algo que no te agradó. Me enojó tanto… yo solo quise salir de ahí, hacerte saber que no me interesabas.
Kagome lo vio con arrepentimiento y ternura.
―Lo siento… tú me asustas. Me pones de nervios.
― ¿Es mi status social? ―preguntó con quietud, acariciando levemente la parte posterior de su cuello.
Kagome suspiró y posó ambas manos en su pecho.
―No es eso.
―Lo es.
Ella se mordió el labio.
―De acuerdo… tal vez lo sea, tu poder me descoloca y además, eres un cliente InuYasha. Sé que para ti está empezando a ser algo más pero yo no me puedo permitir convertir esto en algo más. Es mi trabajo, mantengo a mi hermano de esta forma ―habló sin verle a los ojos, aquella conversación la ponía ansiosa y él lo podía notar. Kagome no era así.
InuYasha tragó en seco. Aquello no le gustaba. Eso solo ratificaba que ella sabía que él se estaba tomando las cosas de una manera diferente. Que tal vez eso para el ya no era un simple escape a su realidad. Que Kagome se había vuelto más que eso y le asustaba. Y le aterraba el hecho de que ella se hubiera dado cuenta de eso.
― ¿InuYasha?
Pero él no hizo caso de eso, por primera vez en mucho tiempo se sentía vivo. Se levantaba con un motivo y se iba a la cama con otro. Era feliz, Kagome no iba a quitarle esa felicidad por un simple miedo. La vida era muy corta para aquello.
―Disfrútalo, Kagome. No tendrás que ver a más clientes más que a mi… solo a mí. ¿No te pone eso ni un poco feliz?
Ella se lo pensó, haciendo que él le apretara los glúteos con fuerza.
―Aah ―se quejó―…no lo sé… ―dijo sonriéndole―. Tendría que considerar a los demás clientes y después pensarlo seriame―
―Kagome… ―gruñó yendo a su cuello―. No juegues con fuego, niñita imprudente.
Ella evitó sonreír, sintiendo la nariz de InuYasha aspirar y después sus labios dejar rastros leves ahí y allá.
―Señor mandón.
―Aja…
―Niño mimado ―susurró, presa de los labios de InuYasha en lugares que hacían maravillas.
―Mmm… aja…
―Gruñón… InuYasha…
―Vamos nena, ¿o me dirás que tuviste suficiente con lo de hace rato? Yo no ―dijo subiendo a sus ojos y viéndola con fuego en la mirada.
Ella se dejó llevar por esa mirada por unos momentos hasta que se dio cuenta de la hora.
―Basta, InuYasha. Te he dicho que tengo que hacer la comida.
―Tsk ―se quejó él―. Que aburrida eres. De acuerdo, te ayudaré ―dijo, dándole un último pellizco en un glúteo.
― ¡Oye! ¡Eso dolió! ―se quejó, sobándose con una cara aniñada mientras que InuYasha empezaba a revolotear entre los ingredientes.
― ¿Y qué vamos a hacer hoy?
Kagome no pudo evitar sonreír al ver el gran cuerpo de su cliente exclusivo moverse de ahí para allá. Y así fue las próximas horas, fueron risas, peleas estúpidas y agarrones poco sutiles. InuYasha, por sorprendente que fuera, sabía cocinar y se lo probó cuando preparó el plato principal. Kagome lo observaba con fascinación. ¿Cómo alguien como él sabía cocinar y dirigía empresas multimillonarias? Además de que se hacía espacio para hacer artes marciales y ser beneficiario de fundaciones.
―Wow, pensé que solo bromeabas cuando dijiste que sabias cocinar ―dijo observando la pequeña mesa de la cocina llena de comida.
InuYasha sonrió con autosuficiencia, haciendo rodar los ojos a Kagome.
―Soy InuYasha Taishō ―se pavoneó, como si aquello lo resolviera todo.
―Claro ―sonrió―. Gracias por ayudarme, te puedes quedar a comer si así lo deseas.
Antes de que pudiera pensar en nada, esas palabras peligrosas salieron de sus labios, simuló su propia reacción y esperó que él dijera que no. Pero cuando vio el rostro esperanzado y la mirada casi brillosa que ese hombre se cargaba… no se arrepintió de habérselo pedido. Creía que ese hombre estaba necesitado de amor y de contacto personal y ella no podía negarle algo así. Ya le estaba dando mucho y ahora esto… Kagome no quería, pero su corazón empezó a dominar sobre su razón y cuando menos lo supo, Sōta ya había llegado a la casa y había conocido a su cliente.
Retrato Oral
― ¡Kagome, estoy en casa! ―gritó Sōta desde la entrada, en donde dejaba sus zapatos y sus cosas.
―Tenemos un invitado, ven a conocerlo ―contestó desde la cocina.
InuYasha no entendía el motivo de aquella ansiedad, quería saber más de la vida de Kagome, quería conocer la comida que cocinaba, a su hermano, el lugar donde vivía…
― ¿Quién? ―dijo entrando a la cocina.
InuYasha se topó con la mirada de Kagome en el rostro de un chico de dieciséis.
―Sōta, él es InuYasha, un amigo de la escuela ―mintió.
InuYasha levantó una ceja y sonrió.
―Si… estoy en mi último semestre. Mucho gusto, Sōta ―le tendió la mano.
Sōta se encogió y le tomó la mano.
―Igualmente. ¿Solo eres amigo de mi hermana? ―lo escrudiñó―. Jamás había traído a un chico a la casa.
Kagome abrió la boca y boqueó como pescado.
― ¡Sōta! ―exclamó indignada.
InuYasha no pudo evitar sonreír.
―Sí, solo amigos… por ahora ―le guiñó un ojo a Sōta quien rio.
― ¡Pues mucha suerte con eso! ―dijo riéndose―. No querrás tener al monstruo por novia, no la soportarías ―dijo yendo a la comida y husmeando.
InuYasha no pudo evitar reír, recibiendo un manotazo de Kagome en su hombre.
―Ya cállate ―le ordenó enojada.
Él siguió riendo.
― ¿Así que nunca has traído a ningún hombre a tu casa? ―preguntó con una voz ronca.
Ella echó humo por la nariz y se volvió con Sōta.
―Siéntate, Sōta. Yo te serviré ―dijo mientras que escuchaba la risa de InuYasha aun.
―Y dime Sōta… ―empezó InuYasha.
Para pesar de Kagome, de eso se trató la comida, ambos hombres hablando de ella como si no estuviera ahí. También hablaron de videojuegos, comics y cosas de ese tipo. Kagome pudo estar enojada al principio pero al ver a Sōta tan animado y a un InuYasha completamente diferente, se pudo permitir sonreír sin que esos dos la vieran.
― ¿En serio quieres jugar videojuegos conmigo? ―preguntó Sōta emocionado.
―Sōta… lo más probable es que InuYasha tenga cosas que hacer, ¿no es así, InuYasha? ―le preguntó con una sonrisa falsa.
―Nop. Estoy libre todo el día y cualquier día que quieras jugar videojuegos también estaré libre ―se encogió despreocupado.
Kagome apretó ambos puños y se fue a la cocina alegando que tenía que terminar de limpiar mientras que ellos dos se echaban en el sofá frente al televisor sin más preocupaciones. ¿Por qué InuYasha no entendía que no quería que se involucrara más en su vida personal de lo que ya lo estaba? Se había tomado la libertad de tocar a la puerta de su casa e invitarse solo. Había ido así de lejos, entrando a su hogar y ahora hasta había comido en su mesa, y en ese momento se encontraba haciéndose mejor amigo de su hermano. ¿Por qué era tan difícil para él comprender que ella no quería pensar en él de esa forma? Si, por eso había provocado que InuYasha se enojara en el restaurante y la dejara sola ahí. Él había hecho un comentario que a ella no le había gustado y su coraza se había cerrado de nuevo. Todo había ido bien pero él había dicho algo fuera de lugar y ella se había dado cuenta que esa relación no podía ir más allá de lo profesional, más allá de lo que se llevaba a cabo en la habitación y nada más.
Viéndolo ahí con Sōta, Kagome pudo comprender la verdadera faceta de InuYasha Taishō. Era tan solo un niño hambriento de atención, alguien que la buscaba a alguien como ella para proporcionarle contacto físico y a alguien como Sōta para reír y gritar como un adolescente. ¿Y qué pasaba con su propio hermano? El clon de InuYasha había parecido ser un hombre muy serio, dudaba mucho que con él se riera como lo hacía con Sōta. Ese hombre… solo era un hombre y ya.
― ¿Kagome? Ven a jugar con nosotros ―gritó InuYasha sin dejar de ver la pantalla.
―No, déjala. A ella no le gusta esto ―contestó Sōta con los ojos pegados en la pantalla.
Ella arrugó la nariz.
―Estoy bien, tengo que hacer tareas… vuelvo en un momento ―dijo.
Pero ninguno de los dos volteó a verla o le prestó atención.
―Chicos… ―siseó en voz baja, rodando los ojos y suspirando.
Era cierto, tenía que hacer tareas porque ahora tenía trabajos acumulados por no haber ido a la escuela en casi más de una semana. Maldita su suerte con los hombres. Primero el señor Amuro y ahora InuYasha… ¿por qué ella?
Retrato Oral
―Y dime… ¿es cierto que tu hermana nunca ha traído a ningún hombre antes? ―preguntó InuYasha mientras ambos seguían jugando.
―Nop, ni uno solo ―respondió sin verlo.
― ¿Y hace cuanto que no tiene novio?
Sōta lo meditó.
―Mmm… tiene veintiuno… desde la escuela preparatoria. Si, hace más de cuatro años.
InuYasha arrugó el ceño pero siguió jugando. ¿Cuatro años sin novio? ¿Kagome? ¿Qué es que nadie la había visto jamás? Esa mujer era hermosa. ¿Por qué no había tenido novio en tanto?
― ¿Y por qué?
―Bueno, no lo sé. Desde el accidente Kagome ha cambiado…
― ¿Accidente? ¿Qué accidente? ―preguntó, aunque ya lo sabía.
Sōta se calló por un momento.
―Nada de importancia ―se encogió―. Volvamos al juego.
―Tu hermana me contó ―mintió.
Por los Dioses, estaba mintiendo de algo así solo porque quería saberlo todo de ella. Quería saber que había pasado en ese accidente y quería saber cómo había cambiado, quien había sido la antigua Kagome y en quien se había convertido. Ese niño era la respuesta a todas sus preguntas, valía oro. Además de que en realidad se estaba divirtiendo con él.
― ¿De verdad? ―preguntó extrañado.
InuYasha se encogió.
―Confía en mi… nos conocemos de hace tiempo. Somos buenos amigos.
Sōta asintió aun pensativo.
―Bueno, si ella te lo contó… no creo que tenga nada de malo contártelo yo también.
A InuYasha le brillaron los ojos y asintió como un perrito.
― ¿Por qué ya no es la misma?
―Bueno… ella y papá se accidentaron y desde entonces… Kagome tuvo que empezar a trabajar, hacerse responsable por los gastos de la casa junto a mamá, yo aún era pequeño y no podía trabajar así que ayudaba en la casa. Kagome no resultó tan mal herida como papá… papá no pudo caminar en más de un año ―susurró dejando el mando en su regazo―. Kagome entregó sus horas de sueño y de vida personal para mantenernos a todos. Hizo cosas extrañas para traer dinero a la casa y a veces ni siquiera sabíamos cómo lo hacía. Mamá y papá nunca se atrevieron a preguntar y hasta la fecha es un tema que se evita ―Sōta suspiró, InuYasha supo que hablar de eso no le traía los mejores recuerdos pero él quería seguir escuchando más―. Como Kagome era más joven que mamá, siempre traía mucho más dinero a la casa. Mamá es maestra y la paga era buena pero Kagome… ―hizo una cara―. Kagome traía mucho más dinero ―tragó en seco―. No sé qué es lo que mi hermana hizo pero ganaba tanto dinero que logró cubrir más de la mitad de los gastos de hospital de papá en menos de un año ―una mueca de un asombro aun existente se instaló en el rostro de Sōta junto con algo más lleno de una emoción que InuYasha pudo identificar como algo similar a la repulsión. Algo que el muchacho no se había podido terminar de tragar desde aquellos años―. Nunca juzgué a mi hermana, es solo que…
―Estabas preocupada por ella.
Sōta volteó a verlo y asintió.
―Todos lo estábamos. Papá no podía caminar, mamá ganaba un sueldo que solo llevaba comida a la casa pero no alcanzaba para mantener los gastos de la casa y otras cosas… Kagome incluso puso techo nuevo en nuestro hogar. Te digo que de verdad llevaba mucho dinero a la casa, InuYasha ―lo llamó por su nombre, no cabiendo del asombro―. Kagome a veces llevaba millones de yens semanales a la casa… yo la veía contar el dinero en su habitación, bueno… la espiaba ―se encogía.
―Vaya… ―él también se sorprendió. Una chiquilla sin educación universitaria, o parientes ricos… entonces todo lo que había leído en el expediente de Kagome había sido por aquello. Ella necesitaba pagar las facturas del hospital y también los gastos en casa.
―Así es ―suspiró Sōta―. Kagome se convirtió en la proveedora de la familia, y aun de esa forma siguió atendiendo a la universidad. Después de eso, Kagome decidió hacer que nos mudáramos ella y yo a este departamento porque la universidad de Tokio era mejor y si yo venía con ella, le quitaría un peso de encima a mamá y papá. Papá se recuperó y siguió trabajando pero todavía no hemos terminado de pagar los gastos del hospital. Aunque Kagome ha pagado mucho y está por terminar de pagarlos, aun no sé de dónde saca el dinero y no se en que trabaja ―susurró lo último, con una mano a lado de su boca.
InuYasha había escuchado todo pero todavía no podía creer que a esa mujer a la que le había hecho el amor como un loco hubiese sufrido tanto. Claro, el expediente le había hecho saber que había sufrido en un accidente automovilístico pero leer eso y escuchar la historia detrás, era totalmente diferente.
― ¿Y dices que le falta poco para terminar de pagar los gastos de hospital?
Sōta asintió.
―Sí, eso creo. Aunque ahora quiere comprar un auto nuevo a mamá y otro a papá… creo que ha estado viendo carros en su laptop. No sé de dónde saca el dinero pero sé que pronto comprara esos dos autos ―comentó ido―. También comentó que me compraría uno a mí pero le he dicho que no… no quiero que haga nada más de lo que hace para conseguir todo ese dinero ―susurró con los puños crispados.
InuYasha sintió pena por el chiquillo. Si supiera que su hermana se había acostado con hombres por dinero… no podría volver a verla como siempre lo hacía.
―Está bien, Kagome es una chica fuerte ―lo animó InuYasha―. Lo que sea que haga, lo hace por ustedes y debes respetar eso.
Sōta asintió y sonrió apenas.
―Gracias, InuYasha. Ya veo la razón por la cual Kagome te trajo a casa.
― ¿Para jugar videojuegos contigo? ―Alzó una ceja.
Sōta rio.
―También por eso.
― ¿Tu hermana seguirá haciendo tarea?
Sōta se encogió.
― ¿Te molesta si voy a buscarla? Prometo no hacer nada indebido ―bromeó.
Sōta se encogió de nuevo.
―Haz lo que quieras… me caes bien ―dijo dándole un permiso irresponsable a lo que InuYasha rio.
InuYasha se paró de ahí y se dirigió al pasillo donde había puertas por ahí y por allá. Escuchó la voz de Kagome y la siguió hasta una puerta entreabierta.
―Maldita sea… ―Se quejaba con la camisa arriba y observándose al espejo.
InuYasha la espió sin vergüenza y pudo observar el cuerpo de Kagome vendado.
― ¿Ese desgraciado te hizo todo eso? ―dijo entrando a la habitación y haciendo que Kagome se bajara la blusa de inmediato.
―InuYasha, ¿Qué haces aquí? ―preguntó sin saber qué hacer. Que InuYasha entrara a si habitación ya era mucho.
InuYasha avanzó rápidamente hacia ella quien retrocedió con ojos abiertos y topó con su peinador. Cuando estuvo suficientemente cerca levantó su blusa con desesperación y observó su cuerpo lleno de gazas.
―Maldita sea… ―dijo viendo el vendaje―. ¿Estás bien? ¿Yo provoqué esto? ―La cuestionó horrorizado.
―Por los Dioses, no, InuYasha ―Le aseguró―. Esto no fue culpa de nadie. Son cosas que pasan ―dijo.
InuYasha tensó cada parte de su cuerpo.
―Prometo que jamás dejaré que te toquen de nuevo, Kagome. Nadie pondrá un dedo en ti, jamás.
La promesa de InuYasha y aquellos ojos, terminaron por convencerla que InuYasha si sentía algo más por ella. También se dio cuenta que ella también sentía algo más porque aquella promesa despertó cosas en su interior que no sabían que existían. Entonces pensó seriamente en InuYasha, pero… no podía ser, su razón habló sobre su pasión y solo sonrió a InuYasha.
Es obvio que me vas a dejar un review porque me amas… solo digo.