Disclaimer: Los personajes de la historia que narro a continuación pertenecen a DC COMICS y los creadores originales de la serie de CW ARROW, así como todos los derechos que provengan de ella. Escribo sin ánimo de lucro, con respeto y la única intención de entretener.

Nota: Ha pasado el tiempo pero aquí estoy, ¡espero que quede alguien por leer estos momentos Olicitys! Como la serie está en un clima de… problemas, yo también he querido traer alguno. Porque no todos los instantes de pareja son felices, aunque desde luego, estos son más ''normales'' que por los que tienen que pasar Oli y Felicity en la serie.

Es algo que pensé que podría pasar, cuando logren llevar otra vez las cosas hacia adelante. La paciencia, la espera, la pena por desear algo que tarda en llegar. Los chicos son expertos en esto, pero eso no significa que no duela.

Espero os guste y me dejéis algún comentario

Cinco minutos

Oliver se tenía por un hombre paciente. Nada raro si se tenía en cuenta por todo cuanto había pasado en los últimos años de su vida.

Se requería paciencia, ciertamente, para soportar las torturas, daños mentales y emocionales que durante cinco años había padecido, día tras día, sin caso esperanzas de volver a su casa, de reencontrarse con su familia.

Después, había tenido paciencia para llevar a cabo la tarea encomendada por su padre, había esperado para convertirse en Arrow y después, en Green Arrow, y entre medias de todo ese proceso, la paciencia había sido requerida para entrenarse, aprender a confiar, lograr formar un equipo donde todos los integrantes fueran como uno y funcionaran de forma integral.

Pero sobre todo, Oliver Queen había sido paciente para asumir su amor por Felicity Smoak, lograr una vida junto a ella, recuperarla cuando su torpeza y malas decisiones casi provocaban que la perdiera y, posteriormente, lograr un futuro, una promesa de relación estable más allá de secretos, mentiras y villanos que les amenazaran.

Nunca le había pesado tener que esperar, pues todo ese tiempo invertido le había llevado adonde ahora estaba, sentado en el salón del ático que compartía con Felicity, el que ambos habían dejado y al que habían vuelto cuando las cosas y ellos mismos, estuvieron listos para volver a ser una pareja.

Jamás había sufrido por ser impaciente. No había sido un hombre con excesiva prisa o ansiedad.

Nunca, salvo ahora.

Felicity salió del cuarto de baño todavía secándose las manos, le dedicó una mirada que decía más que cualquier palabra y luego, dejando caer los hombros, depositó un paquetito de plástico blanco sobre la barra americana de la cocina donde todavía aguardaban restos de la ensalada que Oliver se había empeñado en cocinar al volver de su reunión con el Ayuntamiento.

Porque cocinar le relajaba y necesitaba tener las manos ocupadas para no llevárselas al cuello.

−Ahora a esperar −declaró ella, sin emoción en la voz−. Cinco minutos, ya sabemos de sobra cómo va.

−Felicity…

−Pero creo que podríamos ahorrárnoslo, Oliver. De verdad que sí. ¿Qué deferencia podría haber de esta a las otras veces?

−Ha pasado el tiempo.

−Eso pensamos hace dos meses. Y la vez anterior…

−Ha pasado el tiempo, Felicity –repitió él, levantándose del sofá y yendo a su encuentro. La sujetó de las manos, pero ella trató de soltarse−, eh, no me dejes de lado. Esto también es cosa mía.

−No voy a poder soportar otra decepción. No quiero, y tú no te lo mereces.

−Después de todo cuanto hemos vivido, visto y oído, ¿crees que esperar un poco más será demasiado? Estás hablando de nosotros. No nos subestimes.

−Tal vez nunca…

−Eso ya lo hemos discutido, Felicity. Y comprobado. Solo necesitamos tiempo, y tomaremos todo el que sea necesario.

Por fin, ella se dejó caer contra el pecho de Oliver, aspirando su aroma, tratando de que la calma que él parecía sentir, la embargara. Él echó un vistazo a la prueba, pero todavía no había pasado el tiempo suficiente, y además, como siempre, ella la había colocado boca abajo.

−Quizá debamos ver la realidad de todo esto, Oli.

−Nos hemos hecho exámenes, Felicity, no hay ninguna razón por la que no podamos…

−Incluso aunque todos los accidentes, drogas y… cosas que nos han pasado no afectaran a esto… cosa de por sí improbable, llevo una batería de nanotecnología implantada en la columna.

Oliver la miró, sin entender cómo ese hecho, por el que daba las gracias cada vez que la veía dar un paso, afectaría a los inmediatos planes que intentaban llevar a término.

−Fue absurdo pensar que no tendría efectos secundarios.

−¿Por qué dices eso? ¿Has estado notando…?

−Estoy segura de que llevarla dentro de mi cuerpo cambia mis ritmos, tal vez hay radiación en mis hormonas o mi fertilidad esté muriendo poco a poco, no lo sé.

−Te ayuda a caminar, Felicity. Curtis la sometió a tantas pruebas que si cogieras un resfriado por su culpa, él lo sabría.

−Pero tal vez me impida ser madre.

−No pienses en eso.

−¿Acaso tú no lo piensas?

−No, Felicity. Yo pienso que sucederá. Pienso que en el momento más inesperado, en medio de la lucha, de los arcos y el trabajo, un día, quizá cuando no lo esperemos, vendrás corriendo y me mirarás con un brillo en los ojos que será diferente.

−Oli…

−Entonces yo iré hacia ti, y no necesitaré que digas las palabras, porque sabré que ha pasado por fin. Sabré que vamos a tener un hijo y entonces, recordaremos este momento y te diré que por una vez, yo tenía razón y tú, te habías equivocado. Será un día memorable para ambos.

Felicity sonrió por unos segundos, aunque interpretó correctamente la velada certeza que Oliver había enmascarado en su afirmación. Algún día… porque él tampoco creía que hubiera ocurrido ya, aunque no se lo dijera para evitar mermar sus ya de por sí desgastados ánimo.

Seguiría ahí, esperando los cinco minutos de rigor, dándole visiones positivas, aunque supiera de antemano cuál iba a ser el resultado final.

−Quizá deberíamos plantearnos otras opciones.

−Nos plantearemos lo que quieras –le acarició el rostro, mirándola tratando de esconder el dolor que le provocaba no poder darle de forma inmediata lo que quería. Lo que ambos querían−, pero no porque no tengamos más opciones. Nadie va a rendirse, Felicity. Ese no es nuestro estilo.

−Hemos pasado meses intentándolo. Ni siquiera ha tenido retrasos.

−Tras tu recuperación, el encierro de Darkh, la ayuda a Barry con Zoom, mi vuelta a la alcaldía… en personas normales un estrés común les hace tardar entre doce y dieciocho meses en concebir. En nuestro caso, el grado de estrés es triple.

−Alguien ha estado leyendo qué esperar cuando no consigues estar esperando.

−Sé lo que estás pensando y ni siquiera vamos a…

−Tal vez si me lo quito solo un mes…

−¿Y someter tu cuerpo a eso? ¿De verdad estás dispuesta a pasar otro mes en silla de ruedas? La batería no tiene la culpa. Lo sabes.

La vio boquear, quizá dispuesta a decir que haría lo que sea por lograr que aquella esperar terrible acabara de una vez. Sin embargo, Felicity negó, con la mirada triste pero segura. Sería demasiado volver atrás tras tanto tiempo de recuperación. No podría hacerse eso voluntariamente. No quería.

Oliver la envolvió en sus brazos, con fuerza, manteniendo el rostro de Felicity pegado a su pecho. Consultó el reloj de pasada. Habían pasado cinco minutos.

−Las mejores cosas que he tenido en mi vida, han empezado siempre contigo –le susurró−, y ninguna de ellas fue fácil o rápida de conseguir.

−Pero no somos de los que se rinden.

Él negó con fuerza, reteniéndola unos minutos más, antes de que diera la vuelta al predictor y la inevitable pena convirtiera el final de aquel día en algo amargo, aunque solo fuera momentáneamente. Era demasiado pronto, en el fondo, ella lo sabía tan bien como él, pero desde que habían decidido intentarlo, someterse mensualmente a aquella tortura de cinco minutos había sido inevitable.

Luego llegaba el resultado, o el periodo los visitaba rompiendo sus ilusiones, entonces, trataban de recomponerse, y volvían a empezar.

Porque no eran de los que se rendían. Ellos no.

−Nunca, Felicity. Puedes jurarlo.

Ella levantó la vista. Se le habían empañado un poco las gafas y los ojos estaban ligeramente más brillantes de lo que debían. También había comprobado el paso del tiempo, aseguró Oliver, aunque no hubiera mirado ningún reloj.

−Y seguir intentándolo… tampoco es lo peor del mundo.

Con una sonrisa y un beso, Oliver se lo ratificó. Ella trató de devolverle el gesto, aunque no le salió demasiado honesto.

−Esa es sin duda, la mejor parte.

Un ligero temblor recorrió el cuerpo de Felicity, que asintió con la cabeza y miró alrededor del salón, evitando la barra de la cocina.

−No voy a fallarte –oyó a Oliver susurrar−. Te lo prometo.

−Y yo no te fallaré a ti –de puntillas, Felicity le besó la mejilla−, ¿esperas mientras me ducho y cenamos fuera esta noche?

−Tarda lo que necesites.

La soltó despacio, viéndola subir escaleras arriba mientras se desabotonaba la camisa. Con un suspiro profundo, exhalado desde las profundidades de su alma, Oliver supo que ella lloraría bajo el agua, pero que luego, bajaría hermosa y sonriente, como si la tristeza se hubiera ido desagüe abajo.

Él haría lo propio, y pondría cada célula de su cuerpo en que aquella sensación de frustración y pena no volviera a entrar en su casa nunca más.

En silencio, recogió el predictor, echó una mirada rápida y después, envolviéndolo en papel de cocina, lanzó la decepción, junto al resultado negativo y los restos de la ensalada a la basura. Había que rehacerse, y volver a empezar.

Tenían todo el tiempo del mundo, se repitió.

No dejarían de intentarlo.