Hola amigos de Frozen. :D

Tal vez ya me hayan visto pululando por ahí bajo el nombre de Frozen Fan y me reconozcan por los kilométricos reviews que dejo. O tal vez ni siquiera sepan quien soy y les importa un carajo. Sea como sea, el caso es que ha llegado la hora de que yo también aporte un poco al fandom Helsa, porque me encanta esta pareja y probablemente, nunca veamos este sueño hecho realidad. ¡Así que hay que usar nuestra imaginación!

Aquí colocaré oneshot's de todo tipo, es decir que habrá AU's, post-Frozen, tal vez alguno ambientado durante la película. Depende de lo que le de la gana a mi inspiración. Espero que todos ellos les gusten, no soy George R. R. Martin ni nada por el estilo, pero hago esto lo mejor que puedo. Así que si quieren patearme el trasero, hagánlo con amor. :3

El resumen de esta antología cambiará en función al oneshot que suba, para que se hagan una idea de lo que van a leer. Sin más dilatación, ¡vamos con el primero!

Disclaimer: Si Frozen me perteneciera estaría viviendo en medio de Disneyland, conduciendo naves de utilería de Star Wars, peleando con espadas láser y embriagándome con Mickey Mouse dentro del castillo de la Cenicienta, o algo así. Pero no, entonces, solo utilizo los personajes de Frozen para entretenerme un rato. Todos los derechos van para la empresa del ratón.


Ocasión


Su Majestad, es un placer volver a verla de nuevo.

Lamento no poder decir lo mismo.

Una música suave inundaba el salón de baile en aquel momento y bajo la luz de las múltiples arañas de cristal que colgaban del techo, era posible observar una multitud en la que se mezclaban vestidos elegantes, trajes de gala, conversaciones aristocráticas y sirvientes que se desplazaban de un lado a otro, evitando el vals del que en ese instante, formaban parte la mayoría de los invitados a la recepción.

El compromiso de la princesa de Arendelle con quien ahora era el repartidor de hielo oficial del reino, había sido una buena excusa para invitar a una gran variedad de aristócratas extranjeros y celebrar otro evento que, para la reina, era más bien tedioso. No se trataba solo del hecho de que no disfrutara tanto los bailes. Se trataba más que nada, del reencuentro que conllevaba tal ocasión y que muy a su pesar, no podía evadir por cuestiones de diplomacia.

El hombre alto y pelirrojo que se encontraba frente a ella, esbozó una sonrisa de lado. Era una mueca que, con toda su arrogancia, encajaba mejor con su verdadera personalidad. Esa que distaba mucho del príncipe noble que había aparentado ser meses atrás, durante la gran helada que había azotado al reino entero.

No esperaba otra cosa de usted, desde luego—le hizo saber, recalcando la poca importancia que le daba a su recibimiento y sin dejar de sonreír de aquella manera.

La Reina de las Nieves volvió a colocar el libro sobre la estantería, mientras el recuerdo se repetía una vez más en su cabeza. Tres noches atrás, pudo comprobar la sorpresa de más de un invitado al ver al príncipe sureño arribar al baile que se celebraba en honor de su hermana. Un hecho que no le tomó por sorpresa, debido al intercambio de cartas que había sostenido con anticipación con el actual rey de las Islas del Sur y en la que aceptaba su llegada como una oportunidad para permitirle disculparse y de paso, reafirmar el lazo que siempre se había mantenido con aquel reino.

A pesar de todo, ella no podía negarse cuando se trataba de una petición en la que las relaciones diplomáticas estaban en riesgo y menos aún, al ver que las intenciones del rey parecían ser sinceras, con las numerosas disculpas que le había expresado en más de una carta a modo de buscar el perdón para el más joven de sus hermanos.

Un perdón que de todas maneras, el susodicho no parecía desear, con su actitud altiva y sus maneras educadas para aparentar.

Exhalando un suspiro, Elsa volvió a echar un vistazo entre los títulos que se mostraban en aquel estante de la biblioteca, esperando encontrar alguno que fuera suficiente para distraerla de sus pensamientos. En dos días más, el barco proveniente de las Islas del Sur volvería a zarpar hacia su país de origen, llevándose al que era el más grande de sus problemas en aquellos momentos.

Tengo que pedirle que disculpe mi franqueza, príncipe Hans, pero no me siento cómoda con esta situacióndijo ella mientras cruzaba las manos por encima de la amplia falda de su vestido de satén azul—. Si acepté su asistencia como invitado, se debe únicamente a la consideración que le tengo a su hermano, quién después de todo se ha comportado a la altura de las circunstancias. Sin embargo no deseo sus disculpas y sé que usted tampoco desea dármelas. Usted no ha cambiadoespetó e inconscientemente, alisó una arruga inexistente en sus faldas, ante lo tenso de la conversación—. Por lo que le pediré simplemente, mantener su distancia hasta que todo esto se termine.

Es una lástima que no crea en mi arrepentimiento, Su Majestadexpresó Hans sin abandonar el tono irónico de su voz, ni bajar la comisura de su labio—. Sé que me equivoqué. No quisiera fallarle a mi hermano, cuando ha puesto tantas de sus esperanzas en mí. Él suele tener expectativas muy altas ¿sabe?—dirigió una fugaz mirada a las manos de la reina, enfundadas en largos guantes de seda y apretadas la una sobre la otra, en una postura algo rígida—. Pero tiene razón en parte. No se me da bien disculparme, después de todo.

La sonrisa en sus labios se acrecentó con arrogancia, mientras los fríos ojos azules de la rubia le sostenían la mirada.

Espero que no haya contratiempos durante su corta estadía aquí, Su Alteza—le habló ella con una voz gélida. La velada amenaza que se ocultaba bajo sus palabras solo era perceptible para ellos dos.

"Cuestión de diplomacia", se repitió una vez más mentalmente, mientras tomaba uno de los nuevos ejemplares que uno de los invitados le había obsequiado. La novela, adquirida en Inglaterra, había resultado ser una auténtica revelación literaria que hace tiempo que tenía ganas de conocer. No obstante, todo apuntaba a que en ese momento ni "Orgullo y Prejuicio" sería capaz de despejar su mente de todos los recuerdos que no querían abandonarla.

Intranquila, avanzó hasta el sofá que se hallaba enfrente de la chimenea y abrió el libro con movimientos distraídos.

Luce usted realmente hermosa esta noche, Su Majestad, si permite que se lo mencione.

La obvia decisión de ignorar sus palabras anteriores, le indicó que tendría que poner atención a los movimientos del pelirrojo en los siguientes días. Y ni siquiera su falsa intención de halagarla sería suficiente para disuadirla de hacerlo.

Por favor, no se molesterepuso Elsa lanzándole una mirada helada—. Mucho me temo que esta conversación ha durado bastante. Si me disculpa.

Estaba haciendo el ademán de irse, cuando el príncipe se movió hacia uno de sus costados, interrumpiéndole el paso.

Lamento si la ofendí, Su Majestadhabló él aún con esa media sonrisa plasmada en su rostro—. Si no puede aceptar un halago, ¿al menos me concedería un baile?

La inesperada petición provocó que sus labios se apretaran ligeramente en una línea tensa. Un vistazo rápido a su alrededor le confirmó que varias personas se hallaban, disimuladamente, pendientes del intercambio de palabras entre ambos. Y su educación real, para bien o mal, le impedía ser tan brusca como hubiera deseado al negarse a su repentino ofrecimiento.

En otra ocasión—respondió tranquilamente, ante la intensa mirada que Hans mantenía clavada en ella.

Una expresión burlona, casi divertida, apareció en los ojos verdes del joven, quién hizo una reverencia antes de dejarla marchar.

La acalorada conversación de la ficticia familia Bennet había logrado captar su atención por un momento, haciéndole dejar atrás esa noche tan extraña. Ni siquiera fue consciente del leve sonido de la puerta abriéndose, inmersa en el silencio de la biblioteca y en los ingeniosos comentarios que empezaba a descubrir entre las páginas de la novela.

—Buenas tardes, Su Majestad—Elsa soltó un bufido y alzó la mirada al escuchar la voz masculina.

Su reacción no pasó desapercibida para el pelirrojo que ahora se encontraba de pie cerca de ella, con la misma mueca burlona y arrogante cruzando sus facciones y la leve inclinación que le concedió con la cabeza.

—Su Alteza—contestó neutralmente a modo de saludo.

—Hace buen tiempo el día de hoy—le dijo Hans al no recibir ninguna otra palabra por su parte—. Pensaba ir a dar una vuelta a caballo. Cerca del fiordo tal vez. En esta época del año, el paisaje es muy agradable.

Los ojos azules de la reina se mantuvieron observándolo, sin decir una sola palabra. Él se aclaró la garganta antes de proseguir.

—Me preguntaba si quizá le gustaría acompañarme—soltó sin más, sosteniéndole la mirada y apreciando el destello de sorpresa que cruzó sus facciones un segundo.

—Se lo agradezco, pero en estos momentos estoy algo ocupada—respondió Elsa devolviendo los ojos hacia el libro e intentando no externar su confusión hacia él—. Si no le importa.

Espero a que él se marchara ante lo directo de su negativa e incluso, lo que podría interpretarse como un gesto maleducado. Sin embargo, no había nadie más que ellos dos en la habitación y poco podía importarle aparentar ser muy cortés entonces.

Hans se quedó mirándola por unos segundos, antes de dar un par de pasos hasta donde se encontraba sentada de manera sigilosa, lo que provocó que volviera a prestarle atención con la interrogación implícita en su mirada azul.

—No soy bueno disculpándome, se lo dijehabló él mientras su tono de voz se tornaba más serio—. Aun así… tan solo quería decirle que hablaba en serio cuando le mencioné que sabía que me había equivocado. Supongo que mis motivos no importan, ahora que el daño está hecho—su mirada verdosa se deslizó momentáneamente hacia la apagada chimenea antes de volver a posarse en sus ojos, como si le costara admitir todo aquello—, y quiero que sepa también, que no ha pasado un solo día en el que no dejara de pensar en todo lo que ocurrió hace unos meses. Tampoco le negaré que le he guardado algo de rencor—confesó, sintiendo que las palabras fluían con más facilidad de sus labios—, pero sé que soy el único culpable aquí y de alguna forma, he tenido tiempo para reflexionar en mis acciones.

—Entiendo que no es fácil para usted decirme todas estas cosas—dijo Elsa removiéndose ligeramente incómoda en su asiento—. No insistiré en ello. Más que una disculpa, me gustaría olvidar todo aquello. Después de todo, esos problemas han quedado atrás y aunque temo que jamás podré considerarlo como alguien de mi agrado—agregó sin poder evitar ser sincera—, sé que no sirve de mucho pensar en lo que ya está hecho. El pasado está en el pasado.

—Resulta más fácil para usted, aquí yo soy el malo—dijo Hans en un tono más brusco de lo que pretendía que sonara—. No pretendo ser hipócrita Su Majestad y tampoco quiero su perdón. Sé que no lo merezco—añadió haciendo que su mirada se volviera más penetrante sobre la de ella—y no voy a implorar, ni insistiré por él. Mi hermano ya se ha encargado de darme en que pensar y en que ocuparme todos estos meses; tal vez no lo suficiente como para arrepentirme del todo, pero si para hacerme comprender el fallo que cometí. No sé si entienda lo que quiero decirle—avanzó un paso más hacia ella y la cercanía que ahora había establecido entre ellos hizo que la joven se pusiera de pie, con el mentón alzado—. Enfrentarme al hecho de que había fallado, además de las medidas que mis hermanos tomaron contra mí, fue el peor castigo con el que he tenido que lidiar en todo este tiempo.

Elsa se aclaró la garganta antes de volver a hablar. Tal vez fuera el hecho de que él se encontraba demasiado cerca o de que no esperaba escucharlo hablar como lo había hecho, pero la incomodidad se había hecho aún más patente en la estancia.

—No deseo conocer los detalles de ese asunto, sé que ellos habrán hecho lo que fuera conveniente—dijo—y francamente, no esperaba tampoco verle pedir perdón. Como le dije, el pasado esta atrás para mí. Y a menos que esté en sus planes volver a interrumpir la tranquilidad de mi familia o mi reino, me parece que también puedo dejarlo a usted atrás.

El escuchar estas palabras le provocó una punzada en el pecho a Hans, que solo pudo volver a sonreír arrogantemente. Era evidente que tenía muy poca importancia para la reina.

—¿Puedo hacer algo más por usted, Su Alteza?—preguntó ella, indicándole indirectamente que aquella conversación había terminado.

—De hecho Su Majestad, sí podría—contestó Hans despreocupadamente mientras una idea se formaba en su cabeza—. Si mal no recuerdo, creo que usted me debe un baile.

—¿Disculpe?—espetó la rubia mientras arqueaba una de sus delicadas cejas.

—Cuando le pregunté aquella vez si podría concederme un baile, usted respondió que en otra ocasión—explicó él de manera casual—. Esta es otra ocasión y es un buen momento—dijo mirando a su alrededor—. No hay invitados que le hagan sentirse incómoda ¿verdad?

—No sea ridículo—replicó Elsa con altanería ante lo absurdo de la idea.

Dejó el libro que estaba leyendo sobre la mesita que se encontraba a un lado del sofá y dio un paso hacia adelante con la intención de esquivarlo y salir de ahí. Aquel encuentro comenzaba a oscurecer su estado de ánimo.

Se tensó cuando en vez de apartarse, él volvió a dar un paso en dirección a ella y colocó una mano en su cintura mientras con la otra, tomaba una de las de ella.

—Un baile —repitió el príncipe ante la mirada incrédula y ofendida que le lanzó—. No es gran cosa—dijo componiendo una sonrisa que pretendía ser encantadora.

—¿A dónde quiere llegar con todo esto?—preguntó Elsa frunciendo el ceño—Francamente me parece algo estúpido, incluso para usted—se permitió decir provocando una risa por parte del joven.

—Nunca había sido más elocuente Su Majestad—expresó él al tiempo que comenzaba a guiarla en un lento vals, al ritmo de una música inexistente—. Escuché que no se le daba bien bailar. Tal vez no le haría mal intentarlo un poco, ¿no cree?

—Desde luego y me aseguraré de conseguir una mejor compañía, si llego a tomar en cuenta su consejo—dijo la reina con una expresión sarcástica en el rostro, mientras se preguntaba a sí misma porque permitía que el sureño se le acercara de aquella manera y más aún, porque ella se estaba moviendo con él.

—¿Sabe? Es mejor cuando se atreve a decir lo que piensa, aunque sea solo para ofenderme—apuntó Hans con un dejo de ironía—. Me hace ver que no es tan fría como le gusta aparentar.

—¿Terminó con esto? Tengo asuntos que atender—dijo la muchacha volviendo a otorgarle una mirada tan helada como el hielo.

—Hay otra cosa que debe saber.

—Termine de una vez, Alteza—le ordenó ella con voz cortante, instándolo a hablar.

Sin previo aviso, el pelirrojo abandonó la mano que le tenía sujetada para llevarla también hacia su cintura y poder atraerla hacia él. En un movimiento rápido agachó la cabeza y sus labios presionaron los de ella de manera sorpresiva, dejándola momentáneamente paralizada. Aquel era el primer beso que recibía en su vida. La calidez de aquella boca masculina contra la frialdad de su piel, hacía que su corazón se acelerara de una forma inexplicable.

Sin embargo, sus labios no se movieron ante la invasión de la que ahora eran objeto. Sintió como el príncipe profundizaba el beso, buscando una respuesta de su parte y como sus manos se deslizaban de los costados de su cintura hacia su espalda, logrando estrechar el abrazo en el que la tenía atrapada.

Su lengua delineó el contorno de sus labios tratando de buscar una entrada y fue entonces cuando se decidió a llevar las manos hasta su pecho, haciendo ademán de empujar mientras dejaba que el frío se concentrara en sus palmas.

Elsa logró separarse tras ser consciente del escalofrío que recorrió el cuerpo que antes la retenía. Tuvo que contenerse para controlar la ráfaga de hielo que luchaba por salir de sus manos, dándose cuenta también que la temperatura en la habitación había descendido notablemente.

Estrechó su palma en un puño, haciendo caso omiso del impulso de abofetear al hombre que ahora la miraba con ojos oscurecidos y temblando ligeramente, a causa del frío que le había provocado.

La reina lo fulminó momentáneamente con sus ojos, antes de recomponer una postura severa y avanzar hacia la puerta. Había decidido que no dejaría que la viera alterada.

—Buenas tardes, príncipe—habló dándole la espalda mientras salía—. Cuando su barco esté listo para regresar a casa, le pido que no se moleste en buscarme. No son necesarias las despedidas.

Hans la observó marcharse sin decir una palabra, mientras escuchaba internamente sus propios latidos acelerados. La frialdad de la joven hacia él era algo que no había dejado de consternarle desde su llegada al reino que alguna vez, había intentado usurpar.

Tal vez su corazón había empezado a descongelarse.


*"Orgullo y Prejuicio" por si alguien no la conoce, es una novela de Jane Austen. Menciono a la familia Bennet en el fic porque es la principal dentro de este libro. Para más información, sigan el camino de Wikipedia.

¿Y? ¿Les gustó? :D No sean tímidos y presionen el botón de abajo para felicitarme, decirme que apesto o comentar lo que harían ustedes si estuvieran en Disneyland.

Si quieren más oneshots de esta pareja, ¡los reviews son la clave!