CAPÍTULO 11

La habitación se encontraba en completo silencio, la luz de la luna bañaba con su brillo plateado al joven elfo yacía inmóvil, con los ojos cerrados, su cuerpo cubierto cuidadosamente por suaves mantas blancas y marrones; su cabellera dorada que enmarcaba prolijamente su rostro sereno, tenía un brillo misterioso aportado por las estrellas y la luna haciéndolo ver aún más joven y engañosamente frágil, como si la más mínima brisa pudiese dañar al joven elfo allí recostado. La imagen que proyectaba era completamente distinta a la que cualquiera estaba acostumbrado a ver; el príncipe siempre había demostrado ser fuerte, alegre, tranquilo y sereno, incluso en las peores situaciones; era un elfo de temer e indomable, uno que no acostumbraba a permanecer demasiado tiempo encerrado en un mismo lugar, pero las circunstancias lamentablemente lo habían dejado así, atado a una cama por un tiempo incierto, situación que causaba gran dolor en el corazón de su padre y el reino en general.

Thranduil se acercó cuidadosamente como ocurría cada noche, la habitación de Legolas se había convertido en suya también, allí permanecía custodiando a su hijo, leyendo historias de antaño que tanto le gustaban, susurrando canciones de cuna y recordando viejas memorias y esta noche no sería la excepción.

Thranduil se sentó en el sillón ubicado al lado de la cama de Legolas, a la altura de su cabeza, tomó el libro que había dejado en la mesita de noche y comenzó a leer, esporádicamente daba miradas a su hijo con la esperanza de encontrar una reacción, pero nada sucedió. Continuó con la lectura hasta que sus cansados ojos le avisaron que ya era tiempo de detenerse, cerró el libro, lo devolvió a su lugar sobre la mesita, masajeó sus sienes y se puso de pie. Se dirigió hacia la ventana donde contempló las estrellas que jugaban con su reflejo en la lluvia que caía melodiosamente sobre el vasto bosque, suspiró al recordar las innumerables ocasiones en que había encontrado a su hijo durante las noches de lluvia sentado en el balcón observando las gotas caer, sintiendo el susurro de los árboles que se regocijaban con el agua que bañaba sus hojas; tal como le había dicho Legolas, los árboles reían con la lluvia. Cerró los ojos y dejó escapar una solitaria lágrima, suspiró nuevamente y se dirigió hacia el sillón al lado de su hijo; acarició su cabellera dorada, besó la pálida frente de su heredero y algo captó su total atención. Los párpados de Legolas revoloteaban inquietos, su ceño ligeramente fruncido de pronto fue acompañado por suaves movimientos de cabeza de un lado a otro. El corazón de Thranduil saltó en emoción.

-Ion nin, abre los ojos –

Sus párpados se agitaban fuertemente

-Regresa a mí Ion nin, por favor, abre los ojos –

El clamor de Thranduil era intenso, tomó la mano de su hijo y la aferró con fuerza, tratando de compartir su energía vital con él. De pronto sus esfuerzos fueron recompensados.

Dos orbes azules se asomaban tímidamente bajo pálidos párpados mientras su propietario intentaba enfocar su visión difusa.

-¿A… dar? – su voz sonaba cansada, la falta de uso le había dado un tono más áspero, muy diferente a la melodiosa voz que ostentaba.

Una dulce sonrisa se formó en los labios de su padre cuando sus ojos azules lograron centrarse en él.

-Sí, Ion nin, soy yo –

Thranduil tomó delicadamente a su hijo, lo envolvió en sus brazos y lo sostuvo en un fuerte pero cuidadoso abrazo, aspirando el aroma de su hijo, disfrutando de la calidez de su cuerpo y sintiendo su respiración que rozaba su cuello. Sintió como las lágrimas se derramaban por sus mejillas, sin importarle que su fachada de rey frio y temible cayera frente a su primogénito, las palabras no eran necesarias, el sentir los brazos de su hijo envolviéndose con cariño en su espalda era todo lo que precisaba.

-Lo lamento tanto Legolas – entre sollozos declaró el rey.

-No te culpes Adar, estoy en casa ahora –

Thranduil aferró a su hijo, besó su cabeza y le ayudó a recostarse; luego secó sus lágrimas y le ofreció una copa con agua al joven elfo, quien gustoso la aceptó y bebió con avidez, al terminar entregó la copa y suspiró cerrando sus ojos.

Thranduil contempló a su hijo por unos segundos antes de sentarse a su lado, pasó su brazo detrás de su espalda y Legolas se acurrucó contra el cuerpo de su padre quien en suaves movimientos acarició su brazo.

-Descansa Ion nin, recupera tus fuerzas.-

Y con esas últimas palabras, padre e hijo se dejaron llevar por dulces sueños.

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La mañana amaneció brillante, a pesar de la lluvia, el sol había hecho su aparición dando al bosque un brillo único y especial, los árboles habían amanecido con alegría renovada, celebrando el regreso de su príncipe, los pájaros cantaban una dulce canción y el aroma de las flores parecía ser mucho más fragante de lo que nunca fueron antes.

El joven elfo abrió sus ojos, parpadeó para alejar los vestigios del sueño y contempló su alrededor; estaba en su habitación, había regresado a casa y eso lo llenaba de alegría, suspiró y nuevamente dejó que sus ojos recorrieran su habitación, algo faltaba, más bien alguien. De los recuerdos que poseía de la noche anterior, estaba seguro de haber visto a su padre y necesitaba reafirmar esa certeza antes de cualquier otra cosa.

Laboriosamente se irguió en su cama, las suaves almohadas detrás de su espalda le entregaban el apoyo que necesitaba, ya que los músculos de su cuerpo se sentían cansados y pesados, una señal de que había estado demasiado tiempo en reposo y eso era algo que no le agradaba. Contra todo sentid común, el joven príncipe sacó sus piernas fuera de la cama y sosteniéndose del respaldo, se irguió todo lo que sus atrofiados músculos le permitieron, saboreando esa pequeña victoria, Legolas comenzó a caminar, sin embargo, su alegría no duró mucho, ya que el mareo lo azotó violentamente mientras que puntos plateados comenzaron a danzar en toda su visión.

Thranduil entró a la habitación de Legolas, sólo para encontrarse con la imagen de su hijo sentado al borde de su cama con la mano izquierda sobre sus ojos mientras que la derecha descansaba firmemente en el colchón, el rey sonrió, conocía a su hijo y bien sabía que al momento de despertar iba a intentar levantarse, incluso podía oírlo justificar sus acciones señalando que había pasado demasiado tiempo descansando y que necesitaba moverse.

-¿Estás bien ion-nin? – el tono paternal que llenó la voz de Thranduil fue suficiente para llamar la atención de su hijo

-¡Adar! – se percibía la alegría en la voz del joven elfo y en su mirada la luz de la mañana brillaba dando un misterioso tono zafiro a sus ojos.

Thranduil cubrió la distancia que los separaba, se sentó al lado de Legolas y lo abrazó; correspondiendo al gesto, enterró su cabeza en el pecho de su padre, tal como lo había hecho cientos de veces cuando era un elfling.

-Me alegra que estés despierto Legolas

-Me alegra estar en casa Ada. –ambos ojos zafiro se reunieron, ambos llenos de amor y felicidad, sin embargo, algo estaba pendiente.

- Legolas, necesitamos hablar – Dicho esto, Thranduil le dio tiempo a su hijo para que se preparara y luego salió de su habitación.

Cinco minutos más tarde Legolas estaba listo, ahora vestía una simple túnica marrón, botas grises y su cabello estaba perfectamente acomodado sobre su espalda con sus trenzas guerreras en su lugar. Thranduil estaba esperando en el pasillo, dando instrucciones a un par de guardias y cuando divisó a su hijo solo bastó una pequeña señal para que los guardias se dirigieran a cumplir las órdenes de su soberano.

-¿Cómo te sientes Legolas?

-Me hiciste la misma pregunta no hace más de cinco minutos atrás Adar, estoy bien –Legolas contestó con una sonrisa adornado su bello rostro.

Thranduil asintió y le dio una pequeña palmadita en la espalda, luego lo guió fuera del palacio hacia los jardines donde encontraron refugio bajo las frondosas ramas de un roble.

El jardín estaba rodeado de bellas flores que se regocijaban con las gotas que permanecían sobre sus pétalos, el pasto verde creaba un suave manto que consumía los pasos de los elfos generando un ambiente agradable y sereno, la tarde estaba bañada por la luz del sol que había hecho su aparición cuando el joven príncipe había despertado. Llegaron a un banco ubicado bajo un frondoso roble, ambos se sentaron y permanecieron en silencio, sus hombros se rozaban en una muda señal de comodidad, fueron unos minutos llenos de reflexión y armonía, disfrutando de la compañía del otro, hasta que uno de ellos rompió el silencio.

-¿Cómo te sientes Legolas? –

-Por tercera vez Adar, estoy bien, no tienes de qué preocuparte. - contestó con una suave risa que alegró el corazón de su padre.

-Lo sé, es que han sucedido tantas cosas que me es imposible dejar de pensar en ello.

-Te entiendo Adar, pero me alegra que todo haya terminado y al fin pueda estar en casa.

-¿Qué recuerdas Legolas?

La pregunta tomó por sorpresa al joven elfo, quien suspiró, bajó la cabeza y habló.

-Cuando fui capturado y desperté en esa oscura caverna, sentí miedo Adar, mucho miedo – sus manos se cerraron en puños - no sabía qué estaba pasando, ni quiénes eran mis captores, pero lo que más me aterró, es que no podría regresar a casa y decir cuánto lamento haber sido tan testarudo y…

-No tienes nada que lamentar Legolas, por el contrario, soy yo quien debe pedir perdón por mi comportamiento y por haber permanecido tanto tiempo alejado de ti ion nin –

Thranduil giró para enfrentar a su hijo, tomó sus hombros cuidadosamente y habló.

-Legolas, he sido muy tonto al creer que alejándome de ti podría protegerme del dolor que las pérdidas en nuestra familia causaron en mí, pero estaba ciego, Ion nin, no pensé en ti, no me di cuenta del sufrimiento que tú también enfrentabas y sobre todo te abandoné, no cumplí con mi deber de padre y rompí la promesa que le había hecho a mi esposa, protegerte a costa de mi vida y velar por ti –

Los ojos del rey estaban extrañamente brillantes, cubiertos por una suave capa húmeda que las lágrimas habían formado.

-No Adar, por favor no te culpes, ninguna responsabilidad recae sobre ti, lo que sucedió simplemente era imposible de predecir.

-Aun así Legolas, necesito que sepas que lamento mucho el haberte hecho daño, el haberme alejado y dejarte solo. Por eso ion nin, si me puedes perdonar, te prometo compensar y reparar todo el daño que te causé.

-¡Oh Adar! no digas eso, no hay nada que perdonar, pasaste por un momento terrible y simplemente reaccionaste en consecuencia, por favor no te culpes, porque yo jamás podría culparte. –

Legolas lo miró cariñosamente, sus ojos llenos de amor, bondad y comprensión iluminaron el alma de su padre.

-Te amo ion nin –

Fueron las suaves palabras de Thranduil antes de abrazar a su amado hijo, aferrarlo con fuerza a su pecho y disfrutar de la cercanía que hace tanto tiempo había olvidado. La vida no había sido fácil para ninguno de los dos, ambos enfrentaron crueles batallas, han sido testigos de la oscuridad que se sitúa silenciosamente en su hogar, su hijo debió desprenderse de su infancia demasiado rápido, ha sufrido, visto y padecido más que cualquier elfo de edad, además de cargar con la responsabilidad de ser un príncipe incondicional para su pueblo, sin embargo, la alegría y bondad de su corazón permanece intacta, siempre disponible para apoyar y guiar a su padre cuando la tormenta no permite ver salida.

Sin embargo, hay cosas que en efecto los cambiaron, situaciones que afectaron sus vidas significativamente, secretos y pruebas que el destino se empeñó en arrojar frente a ellos.

-También te amo Adar, recuérdalo siempre –

-Lo haré Legolas, no lo dudes-

A pesar de la comodidad que los brazos de su padre le ofrecían y a pesar de no estar al cien por ciento en su condición, después de todo estar dormido por varios meses tenía sus consecuencias, Legolas estaba decidido a darle sentido a lo acontecido.

-Adar, hay algo que me preocupa.

-¿Qué es Ion nin?

-Cuando estuve cautivo, recuerdo haber visto a un elfo y cuando me encontraste él estaba allí también, ¿lo has visto?

-Eso es algo de lo que ciertamente debemos hablar Legolas

La mirada de curiosidad en el rostro de Legolas le recordó a aquella que muchas veces vio cuando era un pequeño elfling descubriendo el mundo.

-Existe una leyenda que data de hace cientos de años, el padre de mi padre solía contársela a menudo; en ella describía a un poderoso elfo de cabellos plateados, decía que su piel era tan pura como la nieve y sus ojos brillaban como zafiros bajo la luz de la luna, un elfo como nunca se ha visto en Arda, mi abuelo solía decir que ese elfo vivía en lo profundo del bosque, oculto a los ojos curiosos, su única contemplación era asegurar el bienestar del bosque. Algunos decían que el Espíritu del Bosque se presentó una vez en un sueño al antiguo rey de Greenwood, donde le advirtió que el bosque sufriría bajo el dominio de la sombra, que el mal cubriría el vasto verde de sus praderas; sin embargo, había esperanza, el Espíritu del Bosque le hizo sellar un pacto donde las generaciones sucesivas servirían bajo su mandato, a cambio de la seguridad de su pueblo él entregaría a sus descendientes para hacer frente a grandes e incansables batallas por largos años que les mantendrán al filo de la desesperación, pero la promesa indicaba que un día, la última luz nacida en el bosque resplandecería sobre su pueblo, retornando las esperanzas e iniciando una nueva oportunidad para derrotar al mal, porque su Espíritu renacerá en él, será un faro en la noche más oscura y su virtud le acompañará. Esas palabras fueron las que transmitió mi abuelo en cada generación y hasta ahora, nadie creía posible que algo así en verdad existiera.

El rostro de Legolas era una mezcla de sorpresa y confusión, nunca antes había escuchado esa historia, la existencia de un ser o un elfo, que coincidía exactamente como lo había descrito su padre era prácticamente imposible, una idea sacada de su más salvaje imaginación.

-¿Cómo es posible…?

-Lo viste cierto.

No era una pregunta, Thranduil estaba confirmando sus sospechas.

Legolas asintió

-Sí Adar, lo vi cuando estuve cautivo y después que me encontraste.

Thranduil abrazó a su hijo y besó su frente.

-Legolas, ion nin, el elfo que viste, es el Espíritu del Bosque, él acudió a tu llamado en tiempo de necesidad y ahora está ligado a ti, responderá a tu llamado cada vez que le necesites, te guiará y mostrará cosas que ningún otro elfo conocerá; porque tú eres la última luz nacida en el bosque.

Decir que Legolas estaba sorprendido, era un eufemismo, el joven príncipe estaba completamente confundido, nunca se había imaginado enfrentarse a semejante revelación, mucho menos creía posible que él tuviera una relevancia tan trascendental en el destino de su pueblo. Simplemente estaba sin palabras.

-Mi amado Legolas, siempre supe que estabas destinado a grandes cosas, tu Naneth y yo lo supimos desde el momento en que naciste, cambiaste nuestras vidas de una manera que no puedes imaginar. Incluso tu abuelo lo mencionó, él dijo que la luz había nacido en nuestro bosque una vez más.

El rey se perdió en el recuerdo por unos segundos, sus ojos indicaban que estaba reviviendo la memoria como si hubiese acontecido escasos minutos atrás. Suspiró suavemente y volvió su atención a su hijo.

-Ahora lo entiendo Legolas, mi padre lo sabía, desde que te tomó en sus brazos supo que tú eras nuestra esperanza, nuestra luz en la oscuridad. Ahora todo tiene sentido.

El silencio se posó entre ellos. Asimilar y comprender esta nueva información era un desafío para el elfo más joven, mientras el mayor finalmente podía ensamblar todas las piezas que fueron dejadas al azar por su padre. La verdad había encontrado su camino y ahora solo faltaba que su hijo aceptara su rol en esta historia.

-Legolas, ¿estás bien?

Su ceño fruncido y la mirada de confusión fija en el horizonte, dejaba en claro que aún estaba intentando comprender.

-Adar… tengo miedo...

Finalmente habló, su voz un susurro cargado de temor como un pequeño elfling en las noches de tormenta.

Thranduil lo abrazó

-No tengas miedo ion nin,

-Pero si no soy capaz…

Thranduil negó con la cabeza y sonrió dulcemente.

-Siempre has superado los desafíos que se han puesto en tu camino, has salido victorioso en batallas que cualquiera, incluso el más experimentado guerrero, consideraría como perdida. Eres capaz de cosas inimaginables Legolas, tu espíritu es único y el que recaiga sobre ti esta responsabilidad, es una bendición de los Valar y créeme Ion nin, si el Espíritu del Bosque te escogió es porque vio en ti la misma fortaleza y devoción hacia tu pueblo que tu abuelo, tu madre y yo hemos percibido en ti. Así que no tengas miedo y recuerda Legolas, siempre estaré a tu lado, pase lo que pase, aquí estaré.

-Hannon le Adar.

Una sonrisa iluminó el rostro de Legolas mientras abrazaba fuertemente a su padre.

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Los meses pasaron presurosos, el verano llegó con toda su fuerza y el sol iluminó cada recoveco en el palacio de Thranduil mientras los pájaros y animales se regocijaban bajo su cuidado.

El príncipe se había recuperado en su totalidad, se había reunido con las familias de los caídos y junto a su padre les rindieron homenaje por sus valientes actos que permitieron el retorno de su amado príncipe; sin embargo, las cicatrices iban a permanecer en su corazón, no se borrarían y tampoco olvidaría lo que significó la vida de Tirentar, Úras y Endamor para él, ellos permanecerían en su memoria y él llevaría su recuerdo como un ejemplo de vida; las familias lo sabían y agradecían su bondadoso gesto.

Thranduil se gozaba en cada segundo que podía pasar con su hijo, a pesar de las patrullas, las largas jornadas fuera del palacio y los deberes propios de sus cargos, siempre habría un momento donde podría disfrutar de la compañía de su hijo.

Legolas había regresado a sus labores y estaba muy contento en poder cumplir con sus deberes como príncipe y guerrero. Luego de la revelación hecha por su padre, había aceptado el papel que le correspondería desempeñar en un futuro quizás lejano, quizás muy cercano, pero él estaba completamente dispuesto a enfrentar las pruebas que el destino situaría en su camino, sortearía cada dificultad porque ahora no estaba solo, su padre estaba con él y no importa que tan difícil sea la situación, sabía que podía contar con él.

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La luz del bosque brilló una vez más y su cálido fulgor cubrió todo el bosque, se regocijó en silencio por la vida devuelta a su amado arbolado mientras el sol se reflejaba sobre la plata.

FIN.

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¡Hola a todos!

El fin de esta historia ya está aquí, espero hayan disfrutado leyéndola, así como yo me entretuve escribiendo.

Lamento haber tardado tanto en finalizarla, pero realmente me supuso un desafío, además de verme sobrepasada con trabajo, pero finalmente ya está acabada, así que espero el final les agrade y haya resuelto la trama que les presenté.

No me queda nada más que agradecer a todos aquellos que dejaron bellos comentarios, los cuales no se imaginan cuánto me alegraron y me animaron a continuar escribiendo. Por supuesto, espero recibir opiniones del final.

Un abrazo a todos quienes han leído y seguido esta y mis otras historias y será hasta la próxima :-)

Descargo de responsabilidad: Ningún personaje conocido es de mi propiedad, el resto lo es.