"Treinta días de un Abril"


Capítulo 1: "Una noche"


DISCLAIMER: "Hey Arnold!" no me pertenece. Es propiedad de Craig Bartlett y Nickelodeon.


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Si hiciera una mirada retrospectiva, era bastante difícil de creer cómo había llegado a encontrarse en la posición en la que estaba. Había una misión, un plan mucho más que claro y preciso, un imperativo, una razón fundamental, pero, ¿él se atrevería? La línea de alerta sobre el fino trazo entre la traición y la resignación era tan malditamente estrecha, tan sensible y atrayente... Era como ella misma, si se ponía a pensar. Aunque como siempre, es preferible empezar por el principio del asunto, obedeciendo a esa retrospección que tantas y largas noches de sueño le logró quitar, y esa misma —que hasta ese momento—, lo había privado de seguir sus impulsos más auto reprochados.

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Todos los aspectos de su vida marchaban con la —casi aburrida— normalidad habitual, sin demasiados sobresaltos, podría decirse. Arnold era un chico conocido por muchos, debido a su gran e invariable sentido de la coherencia y por ser poseedor de cualidades escasamente vistas en alguien más. La preparatoria había sido un escalón alcanzado exitosamente por él y sus amigos, y a decir verdad, sólo les restaban tres años para graduarse, para tener ese vuelo propio tan ansiado. Mientras tanto, era esa época de galantería y conquistas, de comenzar a frecuentar fiestas y eventos socialmente impuestos a la juventud. Su vida amorosa resultó bastante tranquila, ciertamente. El muchacho de los cabellos dorados había tenido una o dos novias, de esas chicas tímidas y monocromáticas, repulsivamente nerds y más que aburridas. ¿Acaso así era él, aburrido, también? Quién sabía, pero nunca fueron relaciones demasiados sólidas de amor puro y enfermizo, de ese que roza lo obsesivo, por alcanzar un ideal imposible, no. Arnold había marcado por la vida, ateniéndose a lo seguro, a hacer lo correcto como esquema al que se constreñía son margen de error.

¿Qué hay sobre Helga? Esa chica contestataria, solitaria y —aparentemente— eternamente soltera, que únicamente se relacionaba con Phoebe, alguien en quien Arnold nunca se había fijado como potencial chica que le "gustara-gustara", ni siquiera por un momento, en trece largos años... Sí, realmente, no había nada nuevo.

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Érase la ocasión de la tan proclamada "noche de chicos", donde los muchachos se reunían en algún que otro bar para comer y beber moderadamente, cuando unas copas de más hicieron estragos en él.

—Cielos, hermano... Pareciera como si alguien le hubiera dado una buena tunda... —comentó Gerald con asombro, al ver a su amigo tendido sobre dos sillas, con las piernas a punto de caerse.

—Sí, no debió beber esas dos cervezas extra... —dijo por lo bajo.

—En realidad, Arnold... —comenzó Sid con cierto arrepentimiento—, Harold y yo lo desafiamos a que probara Vodka...

—¡¿Que?! —se indignó el rubio—, ¡habíamos prometido que sería una noche tranquila, entre amigos!

—Sí... Bueno... Lo siento... —se disculpó el chico de gorra verde.

—No pensamos que fuera a pegarle tan fuerte... —aclaró Harold, algo preocupado.

—¿"No creían"? ¡Viejo, por favor! El vodka es lo más fuerte que hay. —aseguró el moreno, reprendiéndolos—. Bien, ¿cuál de ustedes lo llevará a casa?

—¿"Llevarlo a casa"? —se re preguntaron Harold y Sid.

—¡Pues, sí, genios! Él es responsabilidad suya, ustedes lo dejaron así... —dijo señalando al chico desmayado-dormido.

—Oh, no, no, no... Mi mamá me mataría, Gerald... —se excusó Harold—, si llevo a un amigo en ese estado de ebriedad creerá que también soy un borracho...

—Lo eres... —le echó en cara, mientras Arnold parecía estar tratando de reanimar al chico para poder llevarlo hasta el Packard.

—¿Sí, Sid? —le preguntó inquisidoramente Gerald.

—Mi padre me mataría, chicos... ¡Oh, por favor, háganme este favor, prometo no pedirles nada más por un año! —rogó. Arnold y Gerald negaron la cabeza con incredulidad.

—Está bien, lo llevaré a mi casa... —afirmó Arnold, con desgano—. Pero sabrás que esto no puede volver a ocurrir, Sid y Harold... Es peligroso ingerir tanto alcohol...

—¡Oh, gracias, Arnold!, ¡muchas gracias Arnold! —agradecían los dos grandísimos tontos.

—Eres tan buen amigo, hermano...

—Lo que digas, Harold... —asintió rodando los ojos, sabiendo que no lo decía con honestidad.

—Ayúdennos a cargarlo hasta el auto, por lo menos... —reprochó Gerald.

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—¿Sabes, Arnold? Tú siempre haces lo correcto... —hizo una pausa—. Viejo, ¿cómo lo haces? Es decir, ¿no te molesta la gente, el resto de la gente que no es como tú? —le preguntó mientras Arnold conducía.

—Es lo que debo hacer, Gerald...

—Me pregunto si alguna vez, alguna vez, por pequeña que fuera, te descarrilarás aunque sea un poco, y pruebes qué se siente estar del otro lado...

—¿Qué quieres decir?

—Que alguna vez, la vida te acorralará entre la espada y la pared, entre lo correcto y lo incorrecto, y por más que tú creas poder contra lo incorrecto, acabarás tentándote por... digamos, lo 'incorrecto'... —explicaba Gerald, mientras Stinky aun inconsciente, babeaba el asiento trasero del Packard.

—Es fácil elegir las vías más comunes, hacer lo jodido, en vez de seguir ciertos lineamientos, Gerald... Pero yo no soy así no me sentiría bien conmigo mismo...

—Ay, ay, ay, Arnie... Realmente eres de otro planeta... Esos idiotas deberían haberse hecho cargo de Stinky, pero eres mejor persona y amigo, que ellos. Aun así, ¿no te molesta que se salieran con la suya?

—Sí, pero porque lamento que no haciendo lo correcto puedan estar tranquilos...

Gerald suspiró. Su mejor amigo era una persona intachable.

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Antes no lo había notado tan directamente, la adolescencia potenciaba la idiotez de más de uno, y básicamente, ese era el problema de chicos como Harold, Sid y Stinky, razonó. Y ahí estaba este último, desvanecido en su sillón rojo, más que inconsciente de toda realidad. Demonios, el tipo claramente babeaba. De no ser por los intermitentes y casi imperceptibles sobresaltos que daba mientras yacía allí, hasta lucía como si hubiera muerto. Arnold frunció el cejo. Lo siguiente sería llamar a sus padres y comunicarles que tendrían un partido de fútbol (ficticio) al día siguiente, muy temprano, y que por la hora que era, Stinky y otros amigos se quedaban a dormir en su casa. ¿Mentir estaba bien? No, pero esta en realidad, había sido una mentira piadosa, para encubrir y ayudar al chico, para no recibir el sermón materno de su vida, para que recapacitara sobre que otra vez no ocurriría, y eso solo, lo tranquilizaba al saberse un mentiroso.

Al rato, y ya con su ropa de dormir puesta, Arnold regresó a su habitación. La llamada telefónica resultó creíble, así que sin más, planeaba irse a la cama. Sin embargo, su ebrio amigo parecía estar recobrando algo de conciencia.

—¿Ar-nold…? —preguntó pausadamente, con cansancio y sin poder abrir bien los ojos.

—Sí, Stinky, ¿cómo te sientes?

—¿Esta es tu casa...? No sé cómo llegué aquí, debía ir al bar con los muchachos... —comenzó, confundido, incorporándose.

—No, no, —se aproximó Arnold— de allí venimos... Tú... Bebiste de más...

—¿Ah sí? —preguntó con incredulidad y más confusión.

—Sí. —asintió con cierto hartazgo—, ten, te traje algo de agua... Es lo único que ayudará a sentirte mejor...

—Gracias, eh... ¿Arnold? —preguntó en sus delirios.

—No hay de qué. Llamé a tu mamá, le dije que te quedarías aquí esta noche...

—Oh, mi mamá... Genial, Arnold... —dijo acabándose el vaso de agua.

—Bien. ¿Deseas algo más, Stinky? —este suspiró hondamente.

—No, Arnold... Supongo que no hay una medicina que lo cure todo...

—¿Qué?

—Me siento mal...

—Has bebido el triple de lo normal, amigo... —justificó el rubio, sentándose en su cama.

—No es esa clase de dolor o molestia, Arnold... —dijo recostándose en el sillón, nuevamente.

—¿Qué sientes, estás mareado? —Inquirió Arnold, con preocupación.

—Me duele… Me duele el corazón... —lanzó con tonada de típico ebrio.

—¿En serio? Cielos, debemos llamar a un médico... —aseguró, poniéndose de pie rápidamente.

—¡No! —lo detuvo Stinky, con lentitud de reacción, pero a tiempo—. Me duele, ya me dolía, por eso acepté el desafío de Harold... —Arnold se asombró por una afirmación coherente, de Stinky aún ebrio—. Quise beber para comprobar si podía ahogar mis penas... Así dice el mito, Arnold... —lo miró, resoplando.

—¿Qué penas, Stinky? ¿Seguro que estás bien?

A estas alturas, ya dudaba de todo lo que el muchacho dijera.

—Son penas de amor, Arnold... Esto apesta y sé que no tiene solución...

—¿Qué?, ¿de qué hablas?

—Me gusta una chica, ¿bien?

—Ah, con que de eso se trata... —afirmó el rubio.

—Ella no me corresponde y nunca lo hará...

—¿Por qué dices eso, Stinky?, ¿cómo lo sabes?

—Porque no sé nada sobre ella y sé que no me permitiría acercármele a menos de dos metros, chico...

Los desvaríos del joven no habían desaparecido por completo. Entre sus parloteos aun había mucho alcohol.

—¿Quién es la chica?, ¿tiene novio? —inquirió Arnold.

—Creo que no... No tiene novio. —aseveró, triste.

—Stinky, no pierdas las esperanzas, ¿quién es la chica? No puedes embriagarte así y poner en riesgo tu salud por una cuestión amorosa... Bueno, por ninguna cuestión, ¿sabes? —razonó luego—, ¿por qué estás tan escéptico sobre la chica?

—Porque ella es inalcanzable...

—Cielos, ¿quién será? —preguntó como para sí, en voz alta—. ¿Hace cuánto que te gusta?

—Creo que hace un mes... No puedo dejar de pensar en ella, Arnold...

—Bien, ¿sabes qué? Te daré un consejo, conócela, haz que ella te conozca y estoy seguro que la conquistarás...

—¡Arnold, pfff! —le arrojó un almohadón—, ¿qué rayos dices? Jamás podría hablarme, me mataría, moriría de vergüenza...

—Debes confiar en ti mismo, darte algo más de crédito, amigo...

—Me gusta Helga, Arnold. Helga. —confesó en un susurro.

—¿Helga?, ¡¿nuestra Helga?!

—¿Lo ves? ¡¿Lo ves, Arnold?! Gritas porque sabes que ella es imposible... Oh, Dios, qué tonto soy... Cómo pude pensar que tendría una oportunidad con ella... —comenzó a emitir sonidos muy extraños, parecidos a un llanto.

—Stinky, tranquilízate, amigo... —dijo apoyando su mano en el hombro del chico, quien se cubría el rostro con ambas manos.

—Debes ayudarme, Arnold... Debes hacerlo por mí, yo nunca podría...

—¿Hacer qué cosa?

—Lo que dijiste, conocerla, para que luego me conozca...

—¿Quieres que sea tu informante? —preguntó, sin comprender.

—Sí, sí... —susurró—, quiero que finjas delante suyo, para que sepas todo sobre ella y me ayudes a conocerla, a través de ti...

—¿Y qué le diría, para que no sospeche?

—Que tienes un "amigo" al que ella le gusta...

—Creo que funcionaría, Stinky... —dijo, lo más positivo que pudo.

—Pero hay una condición...

—¿"Condición"? —preguntó el rubio.

—Sí... Si en un mes, de empezado el plan, ella no me acepta, o no logras conocerla como queremos, mi idea fallará, y tendré que olvidarla...

—Calma. Todo saldrá bien, Stinky. Le hablaré de ti, sin que sepa que lo hago... A las chicas les gusta la idea de tener un admirador secreto...

—Helga es diferente, Arnold... Solo espero que funcione.

—Lo hará. Ahora, ¿qué tal si descansamos un poco? —sugirió un Arnold exhausto.

—Bien... Gracias... —pronunció un minuto antes de caer en sueño profundo, por las secuelas de la bebida.

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Y ahora, Arnold se preguntaba cómo haría para cumplir exitosamente una misión algo más que complicada, es decir, se trataba de Helga... Nunca hubiera imaginado que la chica en cuestión, sería precisamente la rubia más temida de la escuela... Pero como buena persona positiva que era, y con el único objetivo de que su amigo no continuara sufriendo por amor, decidió convencerse de que el plan sería logrado con creces... Lo que no sabía, era cuán involucrado acabaría con todo el asunto...

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CONTINUARÁ…


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¡Hola a todos! Bienvenidos a todos aquellos que pasen por aquí. ¡Sí, ya sé! Dirán que la demente MarHelga ha regresado y esta vez con una nueva historia. Es verdad, hoy es mi cumpleaños y quise auto-obsequiarme el publicar este nuevo fic. Tenía esta idea en mente hace más de un año, y fui escribiéndolo de a poco. Me tiene muy atrapada y ansiosa, porque mantendré la esencia de todos los personajes y, además, porque es la primera vez que redacto algo que se orientará desde la perspectiva de Arnold, principalmente, y reconozco, ¡me gusta su mirada de las cosas!

Les ruego, (a los seguidores de mis otros fics) no me arrojen verdura por no haberlos actualizado aún. Sobre eso, novedades: En esta semana actualizaré "Un carruaje para Cecile" y hacia el fin de semana, "Mi corazón se fue a la Jungla contigo". Luego, "Caleidoscopio".

¡Comentarios, opiniones, porras y demás, serán bienvenidos, esperados y respondidos, no teman en hacerlo! Seré inmensamente feliz de leerlos.

Nos reencontramos en unos días por aquí.

Saludos, que comiencen bien la semana!
MarHelga.