En fin, querían metederas, tendrán metederas.

SNK no es mío.

Aclaraciones previas: Eren está caliente porque es un titán (Con caliente me refiero a la temperatura, mente sucia). Dudo de la existencia del lubricante (en aquella época, obviamente ahora es real), así que improvisé. Se supone que iba a ser rudo, y nada bonito, pero pues, demonios. Ustedes lean, y cof cof, síganme en Tumblr (eren-has-anger-issues).


Levi observó la montaña de papeles que se apilaban sobre su escritorio, escrupulosamente ordenados en una simple pila perfecta. Casi como una síntesis de su obsesión con el orden.

Era aquella compulsión que le exigía un entorno jerarquizado y recto. Todo lo relacionado con el caos le molestaba a niveles insospechados. Le irritaba el calor, que le hacía sudar bajo el ambiente claustrofóbico de su despacho. Detestaba estar consciente de que no había sido él quien había limpiado su propio espacio, por lo que desconfiaba de la pulcritud del suelo. Odiaba sus prendas ultrajadas, manchadas de fluidos corporales que ni siquiera pertenecían a él. Detestaba oler a él, sentir todavía la sensación sofocante de su peso sobre él.

Pero sobretodo aborrecía-parcialmente- a Eren Yeager. Eren era el desastre mismo, la representación física de una ineludible falta de control. Era aquel impulso que le había presionado a despojarse de sus propios pantalones, que le hacía tomar con la mano izquierda los arneses fríos pertenecientes a su subordinado.

Porque mientras tuviese aquel recordatorio de su presencia en un par de cinturones de cuero, le era más simple utilizar la mano derecha para masturbarse.

No se molestó en sofocar un jadeo cuando su pulgar rozó la punta de su pene, que se endureció ante su propio toque desesperado.

Intentó enfocarse en ese placer culposo que le provocaba mover sus caderas sinuosamente, el compás errático de su mano era casi ansioso. Podía masturbarse tras su escritorio con destreza, pero en esos momentos lo que necesitaba era a alguien atendiéndole. La sensación de unos dedos ajenos acariciándolo no se comparaba a hacerlo por sí mismo.

En su cabeza lo maldijo. Detestaba que Eren fuese capaz de reducirlo a una enredadera de desesperación y avidez. Odiaba desearlo.

Un par de toques ante su puerta interrumpieron su poca concentración. Levi frunció el entrecejo y chasqueó la lengua, sin embargo no cesó el movimiento frenético de su mano.

—Largo, Hanji—vociferó, a pesar de su respiración inconsistente, le sorprendió la serenidad de su hablar.

No obtuvo respuesta más que un sepulcral silencio. Considerándose a solas, se permitió cerrar los ojos. Los dedos de su mano izquierda se cernieron con fuerza ante los cinturones percibiendo la frialdad del material, y en su cabeza aparecieron un par de orbes verdes, centelleantes ante el esplendor de la inocente juventud.

Por ende, Levi no escuchó el leve rechinar de la puerta al abrirse, ni el repiqueteo murmurante de ésta tras ser cerrada. No fue hasta que escuchó unos sigilosos pasos acercarse, que dirigió la vista hacia su inesperado acompañante. Primero observó unos pies descalzos, después una caótica cabellera marrón, y finalmente los ojos que tanto necesitaba ver.

—Capitán, perdone la interrupción.

La respuesta de Levi fue apartar su mano de su propia entrepierna, deteniéndose en seco. Eren se ruborizó casi imperceptiblemente.

—Supongo que "ahora mismo" sería un tiempo adecuado para devolverle el favor—farfulló Eren. Nomás le faltaba señalar su erección para verse más torpe. Ante los ojos de Levi, Eren no podía ser más adorable.

— ¿Favores? —inquirió Levi, a su vez, cruzando los brazos a la altura del pecho y enarcando una elegante ceja. —No sabía que esta fuese una cuestión de favores.

—No exactamente—replicó Eren, acercándose. Sólo se detuvo cuando sus caderas chocaron contra la madera del escritorio. Casi podía palpar su desesperación, la forma nada disimulada en que Eren había rozado sus caderas contra el mueble para calmar su propio entusiasmo, friccionando sutilmente su entrepierna contra la madera. Maldita sea, el chico estaba más que listo para más. —Yo quiero

Pero aquellos jóvenes ojos inquietos descendieron intrépidamente, justo al punto ciego que no alcanzaba a observar desde donde se encontraba. Su garganta hizo un movimiento casi imperceptible cuando Eren tragó saliva, frustrado al descubrir que no conseguiría nada al clavar sus pupilas en la superficie de la mesa. Era más que inútil intentar ver a través de la madera. Levi ante su silencio y sintiendo cierta reciprocidad hacia su desesperación, le alentó a que continuara.

—Dime qué quieres, Eren.

Su voz se limitaba a un tono condescendiente y alusivo, casi como un murmullo ronco y dominante, Eren al escucharlo se estremeció ligeramente.

—Permítame complacerlo—demandó, armándose de valor.

—¿Qué puede saber un niño como tú acerca del placer?

Eren pareció premeditar su respuesta.

—No mucho—se encogió de hombros. —Después de todo el beso que usted me dio fue el primero—, admitió sin escrúpulos, para después buscar contacto visual, no se conformó hasta obtener su completa atención. —Pero por ello estoy aquí. Estoy dispuesto a aprender todo lo que usted quiera enseñarme.

Levi dirigió una breve mirada hacia aquellos labios, que temblaban casi imperceptiblemente. Eren lucía tan inocente, susceptible a corromperse bajo sus manos expertas. Levi se encontraba dispuesto a acceder a su petición.

— ¿Acaso quieres otro beso? —inquirió Levi. En un chirrido sordo, impulsó su silla hacia atrás de modo que hubiese una gran brecha entre el escritorio y él. Espacio suficiente como para que otra persona se posicionara entre ambos muebles. —Entonces, ven y arrodíllate frente a mí. Gánatelo, niño.

Sin titubear, Eren se dispuso a rodear el escritorio, lucía sumamente nervioso mientras se posicionaba frente a Levi y se impulsaba hacia abajo. Al lapso que descendía en una parsimonia tortuosa, permitió que sus manos vagaran por el pecho cincelado de Levi, quien gruñó levemente en respuesta. Cuando sus rodillas chocaron silenciosamente contra el suelo, sus dedos se crisparon en la tela blanca de sus pantalones desabotonados.

Sus pupilas dilatadas contemplaron la erección que se alzaba frente a él. Un pálido miembro más corto que el suyo, pero con un grosor más considerable. Levi advirtió como un sonrojo invadía aquellas trigueñas mejillas e involuntariamente se endureció más ante su escrutinio, incrementando su desespero y las ansias de arremeter contra aquella boca. Eren parecía inseguro, por lo que Levi posicionó una de sus manos sobre su cabeza, acariciando sus cabellos castaños en un toque confortante.

Entonces, Eren acortó las distancias entre su boca y su miembro, sus vehementes labios se separaron consintiendo la salida de una rosácea lengua, y finalmente procuró una lamida experimental y precaria. Levi gruñó, sus dedos vibraron al aferrarse con mayor fuerza a su cabellera, incitándole a proseguir.

Una calidez húmeda le envolvió, y percibió con palpitante sensibilidad los movimientos inexpertos de su lengua al saborearle con avidez. Cuando la punta de su entrepierna golpeó contra su garganta vulnerable, ambos gimotearon en unísono. Levi frunció el entrecejo, irritado tras permitirse soltar un sonido tan vergonzoso, al contrario de Eren, quien sorprendido ante su involuntaria réplica, interpretó su gemido como un consentimiento para continuar.

—Cuidado con los dientes—farfulló Levi, fingiendo molestia.

Eren jadeante, y con los ojos entrecerrados, empezó a mover su cabeza para enfatizar los movimientos precipitados de su lengua. Pronto la humedad tórrida de su boca y los labios ansiosos que le succionaban con avidez se tornaron demasiado abrumadores, el placer aplastante y la sensación palpitante en la parte baja de su abdomen provocaron que embistiera contra Eren, proporcionando una estocada brusca.

Eren se separó entre jadeos secos, en búsqueda de oxígeno, con una mano acariciando su cuello, como si eso fuese capaz de disminuir la nueva molestia en su garganta.

—Capitán, por favor—suplicó, con la voz enronquecida, al mismo tiempo que se incorporaba, de modo que sus rostros quedasen al mismo nivel. —Lo necesito dentro de mí.

Levi se sumergió en el verdor de sus ojos, al fondo escuchó el susurro de la tela al caer. Eren se desnudaba frente a él, nuevamente, y no obstante se encontraba imposibilitado para apartar la vista de aquella intensa mirada, colmada de un anhelo lacerante. Para Levi el declinar una visión tan sublime era casi un insulto. Él sería el único que lo vería tan vulnerable, el primero en tocarlo, el primero en depravar su cuerpo. Y como tal, quedaría grabado para siempre en su piel, forzosamente eterno en sus memorias.

Antes de que Eren pudiese colocarse en su regazo, Levi le interrumpió:

—Contra el escritorio.

Ruborizado, Eren acató las ordenes y retrocedió, sólo se detuvo cuando su trasero topó contra el borde del escritorio. Levi se puso de pie, deleitándose de su absoluta desnudez: sus piernas fuertes, sus masculinos brazos, su abdomen tonificado, y entre sus muslos, un miembro erecto que exigía atención.

En un par de fluidos movimientos, Levi se despojó del resto de las prendas que cubrían sus piernas, dejándose la camisa puesta en una señal involuntaria de desesperación.

—Siéntate sobre el escritorio—ordenó.

Eren obedeció, tomando asiento sobre el borde del mueble, en una posición sugerente. Sus piernas separadas temblaban con anticipación. Levi se aproximó hasta que se encontró entre sus torneados muslos, ante lo cual le fue inevitable conducir su mano hasta su mandíbula apretando con fuerza para forzarle al contacto visual. Eren suspiró con lascivia ante su toque rudo.

—Chupa—dictaminó Levi, rozando con pálidos dedos el borde de los labios de Eren, quien acató sus órdenes de inmediato. Con las mejillas ruborizadas, Eren empezó a succionar cada uno de sus dedos, delineando su longitud con la punta de su lengua. —Suficiente—masculló Levi, retirando su mano.

Levi estudiando su etérea desnudez, deslizó la áspera palma de su mano por el contorno interior de su muslo, palpando el firme musculo, hasta encontrar su erecta virilidad. Eren soltó un jadeo y se retorció cuando Levi encontró su entrada, tentando en roces circulares sobre el estrecho agujero.

Sin aviso previo, un dedo húmedo penetró en un impulso veloz, haciéndole respingar ante la nueva sensación, desconocida y sumamente incómoda. El interior de Eren era caliente, sofocante, de una manera que quebrantaba los límites normales, y sin embargo Levi sólo pudo encontrarlo más estimulante.

—M-más, por favor—instó Eren, entrecortadamente.

Levi insertó otro dedo con sumo cuidado de no lastimarlo. Los deliciosos sonidos que surgieron de la garganta de Eren, enviaron escalofríos por su espalda.

—Duele—murmuró Eren, para después apretar los dientes. Levi advirtió la forma en que su mandíbula se tensaba fuertemente, por lo que optó por ocupar su mano libre en acariciar los músculos contraídos de su abdomen en un intento para tranquilizarlo.

Movió sus dedos con lentitud, preparándolo. Al agregar el tercer dedo, Eren se cubrió la boca con la mano, sofocando un grito.

—Déjame escucharte, Eren—susurró Levi, acercando su rostro hasta su cuello. Aspiró con fuerza su esencia, aquel olor a almizcle tan atrapante y masculino. —Cuando esté dentro de ti, no quiero que te contengas.

Eren exhaló con fuerza ante su comando, el placer casi doloroso le hacía aruñar la superficie de la mesa. Maniobrando cuidadosamente, Levi colocó las piernas de Eren sobre sus hombros, de modo que la punta de su entrepierna rozara la entrada virgen. El pene de Eren, goteando con líquido preseminal, topaba contra el abdomen de Levi, provocando una fricción placentera ante sus movimientos.

Levi tomó su propia erección, guiándola de modo que pudiese penetrarle con mayor precisión. Escuchó a Eren proferir un grito ante el dolor lacerante, y atisbó gélidas lágrimas descender por sus mejillas encendidas. Le costaba tanto el contenerse, el sentir sus estrechas y cándidas paredes abrazar la punta de su entrepierna, quería destruirlo. Ansiaba omitir la dulzura, lo necesitaba.

—Relájate, será más doloroso si estás tenso—advirtió Levi, con sutileza; para después depositar húmedos besos en su clavícula, ascendiendo, hasta encontrar su mandíbula. Eren cerró los ojos, y gimió, en esta ocasión debido al placer; la voz de Levi detonaba un efecto tranquilizador.

Levi posicionó sus manos en las caderas estrechas de Eren, profundizando en su interior con una suave embestida. Eren exhaló sonoramente, aferrando sus dedos con fuerza a la amplia espalda de Levi, en un punzante apretón.

—¡C-capitán!—clamó Eren, parecía debatirse entre el dolor que se sentía con la intensidad de ser despedazado a la mitad, y el hermoso deleite que implicaban las caderas de Levi al chocar con las suyas.

—Di mi nombre—farfulló Levi entrecortadamente, acelerando el ritmo entre las embestidas, procurando encontrar aquel sitio que lo haría gritar de placer.

Las estocadas se tornaron más brutales, y entonces, de súbito, Eren arqueó la espalda, gimiendo de gozo, dando a entender que Levi había golpeado su próstata. Su juvenil rostro esbozó la expresión más sensual que Levi había visto jamás, los labios entreabiertos, hinchados de tanto mordérselos, el rostro ruborizado, el cabello apelmazándose contra su frente.

—Levi—murmuró Eren, el verde de sus ojos nublado en medio de la abrumadora dicha. —Levi—repitió lentamente, saboreando como su nombre brotaba de su garganta, mientras era arremetido justo en aquel sitio que le hacía retorcerse de placer.

Levi estampó su boca contra la de Eren, silenciándolo en el acto. Sus lenguas se encontraron, enredándose con brutalidad. Caliente. La lengua de Eren era tibia, al igual que su interior, todo en él era la epítome de la calidez, él era la representación del caos mismo, de lo ilícito y lo sumamente delicioso. Sus sutiles gemidos fueron amortiguados por los labios de Levi, que se deslizaban en un frenesí apenas comparable con la cadencia violenta de sus caderas.

De tan sólo pensar que este era el segundo beso del chico, le volvía loco. Levi quería guiarlo, destrozarlo y mostrarle el lado oscuro de entregarse a las necesidades carnales de cuerpo. Sería suyo. Levi lo marcó, mordiendo su labio inferior, atrapándolo entre sus dientes y tirando de él, descendiendo hasta su cuello, para succionar con avidez. Suyo, sólo suyo.

Nuevamente, el cuerpo de Eren se tensó. De ser posible, por unos instantes se volvió aún más estrecho. Se encontraba cerca, y Levi al límite, gruñó con desespero. El placer era demasiado abrumante, fogoso. El apogeo era oscuramente delicioso, y el final parecía arrasar con él con brutalidad. Eren tembló con violencia, y Levi buscó su mano, entrelazando sus dedos. El orgasmo les abrasó con una intensidad estremecedora, barriendo con sus sentidos.

Ambos culminaron juntos, Levi en silencio, apretando de su mano, permitió que su semilla colmara a Eren, quien a su vez, se corrió en su estómago, ensuciándole la camisa abierta. De nuevo.

Eren respirando con dificultad, permaneció lánguido con la espalda contra el escritorio, el cálido semen deslizándose por medio de sus muslos vacilantes. Levi, recostado sobre él, enterró la nariz entre sus cabellos marrones, exhalando discontinuamente. Níveas manos vagaron por el torso trigueño, deleitándose ante los movimientos exagerados que el cuerpo exhausto de Eren forjaba al intentar normalizar su respiración.

—Mío—masculló Levi, para después mordisquear su oreja con lisura.

—Suyo—concedió Eren, entre la dicha vertiginosa. Parecía mareado, sus ojos fluctuaban entre parpadeos efímeros.

—No, no—gruñó, en respuesta. Los labios de Levi, vagaron por su rostro, castos y breves besos fueron esparcidos por la piel húmeda de su frente, para continuar en sus mejillas, finalizando en los ángulos ligeros de su quijada. —Si alguna vez quieres que esto se repita, necesitas olvidar las jodidas formalidades.

Eren suspiró, en esta ocasión haciendo acopio de sus últimas fuerzas, alzó la cabeza un poco para besarle la boca.

—Tuyo—susurró, contra sus labios.