Capítulo 18: Adiós a la Tierra


Sumary: El sueño de Dib se cumplió, tuvo la oportunidad de viajar al espacio y explorarlo, pero no tuvo la oportunidad de regresar a la Tierra.


Dib tenía sueño, pero sabía que no podía dormirse. Gaz se encontraba dormida, había estado conduciendo durante muchas horas y, aunque su padre tenía la capacidad para conducir, la nave no lo reconocía. De haber tenido tiempo Dib se hubiera encargado de hacer los ajustes, pero no fue así. Tuvieron que dejar todas sus pertenencias, de haberse demorado unos segundos más era probable que no hubieran sobrevivido.

Tenía hambre, pero sabía que no era el momento de comer. Las únicas provisiones que tenía dentro de la nave eran algunos aperitivos que habían guardado en la nave para usarlos durante las reparaciones. El espacio era desconocido para él por lo que no era seguro encontrar algo que fuera comestible.

El combustible le preocupaba. Un vistazo bastó para confirmar que tenía el tanque tenía la mitad de su capacidad, pero no conocía un lugar en el que pudiera recargarlo y aún de conocerlo no tenía los recursos para pagar por ese servicio. Ver varios planetas restaurantes le hicieron sentir un poco más animado.

—No sabía que los astronautas habían colocado este tipo de instalaciones —comentó el profesor Membrana, no parecía sorprendido sino ofendido al creer que le ocultaron ese tipo de información —, en otras circunstancias me hubiera quejado por el desperdicio de dinero, pero es justo lo que necesitamos.

—Son centros turísticos alienígenas —le dijo Dib —, no nos ayudaran a no ser que paguemos por ello.

—Mi pobre e insano hijo —Dib notó que su padre no parecía tan seguro de sus palabras —, iré a ver a los astronautas y todo estará solucionado. Quédate cuidando a Gaz, regresaré pronto.

Dib intentó detener a su padre, pero nada de lo que le dijo bastó para hacerlo cambiar de opinión. Sabía que su padre podía ser obstinado, pero nunca creyó que lo fuera a ese nivel. Después de todo lo ocurrido le resultaba extraño que siguiera negando la existencia de lo paranormal.

La espera le resultó eterna. Gaz seguía dormida y Dib tenía la sospecha de que no pasaría poco tiempo antes de que despertara. Quiso explorar el planeta en el que se encontraba, pero el que no hubiera nada a varios kilómetros y su incapacidad para alejarse le hicieron pasar un mal momento.

Tomó la caja de herramientas que acostumbraba a guardar en la nave de Tak e hizo unas reparaciones. Estaba cansado, pero ni siquiera consideró aprovechar la ocasión para dormir. Los recuerdos de lo ocurrido durante sus últimos minutos en la Tierra seguían frescos en su memoria. Algo que estuvo intentando evitar durante mucho tiempo.

La llegada de una nave espacial cambió sus planes. Por el humo que salía de esta, Dib tuvo la sospecha de que esta tenía problemas técnicos, algo que confirmó cuando el alienígena que la conducía le pidió ayuda. El dinero que le dieron por su trabajo hizo que tuviera una idea.

—¿Cómo te fue? —le preguntó a su padre cuando lo vio regresar.

—No me reconocieron, obviamente son unos ineptos que no saben con quién están tratando.

—Son alienígenas, dudo que sepan sobre lo que pasa en la Tierra.

—Ve a descansar —continuó hablando el profesor Membrana, para Dib era extraño el que su padre no le dijera que sus palabras eran una locura —, yo me encargaré de construir un lugar donde pasar la noche.

—He pensado en instalar un taller —Dib reprimió un bostezo —, siendo un centro turístico no es de extrañar que algunas naves necesiten de una reparación.

—Podría funcionar —el profesor Membrana parecía pensar en voz alta —, construiré un lugar en cuanto tengamos un lugar en el que quedarnos.

En otras circunstancias Dib le hubiera preguntado a su padre por lo que pasó durante su estadía en el restaurante espacial o hubiera insistido en la existencia de vida extraterrestre, algo que no creyó necesaria hacer estando en medio de una zona turística en medio del espacio. Estaba cansado. Las horas en vela comenzaban a pasarle factura. No pasó tanto tiempo conduciendo, pero sí despierto. El fin de la Tierra había hecho que muchos no pudieran dormir, al menos quienes sabían o sospechaban que algo terrible estaba por suceder.

—Tengo hambre —fueron las palabras de Gaz en cuanto despertó.

Dib planeaba darle una de las provisiones de la nave, pero su padre se adelantó. El profesor Membrana le entregó a él y a su hermana una bolsa de papel con lo que parecía ser el logotipo del restaurante que visitó pocos minutos antes.

—Parece que es comestible, no creo que tengamos problemas en varios días, pero lo mejor es racionalizar.

Aunque Dib se encontraba hambriento no probó la comida que su padre le dio. Confiaba en que fuera comestible para los humanos y aunque no lo fuera no la habría rechazado. El cansancio que experimentaba era mucho mayor al hambre que sentía. Ingresó a la nave y se sentó en el asiento del piloto. Este podía inclinarse, pero sabía que no podría hacerlo sin correr el riesgo de despertar a Gaz. La falta de espacio le hizo pensar en lo incómodo que sería dormir en ese lugar. Cuando se acostó comprobó que la apariencia que percibió de esta no fue del todo equivocada.

Tuvo problemas para quedarse dormido. No por la falta de espacio sino por sus propios pensamientos que no lo dejaban tranquilo. Mentalmente se preguntó si los habitantes de la Tierra se enteraron de que él estaba en lo correcto. Con todo lo ocurrido dudaba que hubiera ocurrido lo contrario. Incluso llegó a imaginar sus rostros cuando pensaron, si es que lo hicieron, en lo diferente que serían las cosas si lo hubieran escuchado.

El sentir cierta satisfacción lo hizo sentirse molesto. Era probable que toda la vida en la Tierra se hubiera extinguido. Dudaba que alguien más contara con una nave espacial o siquiera hubiera pensado en construir una, y él sentía cierto regocijo al pensar en lo que debieron sufrir todos los que se burlaron de él y creyeron que estaba loco. Se suponía que era un héroe, pero su comportamiento había dejado mucho que desear y no lo decía únicamente por haber fallado en su misión autoimpuesta de proteger a la Tierra.

—Papá nos llama —escuchó a Gaz decirle. No lo había dicho con palabras, pero Dib sabía que de no responder ella le haría mucho daño.

—Voy en seguida.

Gaz no respondió, pero la mirada que le dedicó era señal de la poca paciencia que tenía. Ella había sido testigo de todo lo ocurrido, pero no pareció que le importara. Dib tuvo la sospecha de que, si hubiera algo que lamentara, sería la destrucción del Cerdo de la Pizza y de la empresa responsable de la creación de su videojuego favorito. Una mirada al panel principal bastó para saber cómo se las había arreglado para recargar su Game Slave 2.

Dib no sabía cuánto tiempo había pasado desde que se quedó dormido, pero apostaba que fue bastante. Su padre había construido una pequeña casa en la que pudieran instalarse y un taller más grande en el que pudieran atender a futuros clientes. Un rápido vistazo fue lo que necesitó para saber el material que fue empleado para la construcción. Su padre usó las rocas y materiales que se encontraban en el suelo.

—Pondré un laboratorio —comentó el profesor Membrana —, el que no esté en la Tierra no quiere decir que deba dejar la ciencia real. Aquí hay varias bases por lo que creo que podremos adaptarnos rápido. Pero hasta que nos instalemos tendremos mucho por hacer.

Ver una sonrisa carente de maldad en el rostro de Gaz le pareció extraño a Dib, incluso llegó a considerarlo como una señal del apocalipsis, pensamiento que descartó al recordar que ese evento ya había ocurrido. Una mirada a su padre bastó para entender el motivo. Pasaría mucho tiempo antes de que su padre pudiera tener su laboratorio y ellos pasarían mucho tiempo juntos hasta entonces, era algo que harían incluso después de que lo tuviera, pues el nivel de trabajo con el que contaría no sería tan grande.