Capítulo dedicado a Flo, Vero, Adriana y Mónica.


El Legado

Epílogo


I had a dream my life would be

So different from this hell I'm living

(I dreamed a dream - Les Miserables)


Un mes después.


Princesa Berry - Príncipe Rasp

Príncipe Row - Príncipe Leek


Cuando Berry escogió su habitación en el palacio, se preocupó de que fuese la más grande y espaciosa, y por supuesto en la sección trasera de palacio, con vista al acantilado en lugar de los patios de despegue o entrenamiento. No era algo que le interesara en lo absoluto y además, adoraba la privacidad.

—¿Hacemos las apuestas o no? —dijo Rasp tumbado en el gran y cómodo sofá de su hermana. Sentada a su lado estaba una de sus esclavas dándole de comer en la boca y preocupada que nunca tuviera su copa vacía—. Ya pasó un mes desde que nuestro hermanastro se esfumara. Se fue por voluntad propia, lo raptaron; está muerto, vivo…

—Un guerrero como él no va a morir así como así, sin que nadie se entere. Yo digo que está vivo, en algún calabozo de los cientos de enemigos que tiene este planeta —respondió Berry, cómodamente recostada de lado en su cama. Su esclava también estaba junto a ella atendiéndola.

—Yo digo que está muerto en alguna zanja sucia —comentó Leek con una mueca de desagrado, echado en un sillón, y su esclava desnuda del torso para arriba, sentada en sus piernas—. Espero que esté muerto ese maldito engreído.

Ninguno se encontraba con armaduras ni guantes, el alcohol y otras sustancias más fuertes hace rato habían hecho efecto. Solo el príncipe Row continuaba con su traje intacto, sentado erguido en una simple silla y sin esclava presente. Había asistido al cuarto de Berry pensando que sería algo solo entre ellos dos, pero se sorprendió al ver a su hermano y al hermano de ella ya enfiestados.

—Si Vegeta fue raptado hablaría muy mal de nuestro imperio. ¿Qué clase de príncipe se dejaría raptar así como así? Lo que me llama la atención es que nadie se haya adjudicado el supuesto secuestro, si es que lo hay —opinó Row, y puso los ojos en blanco cuando ninguno de los presentes le respondió por estar ocupados besando a sus esclavas. Él también estaba ebrio, pero no al extremo de ellos y si no se iba de ahí era porque no quería dejar a su hermano con ellos. Desde que Vegeta lo humilló de esa manera y le quitó el ojo, había estado distante y diferente, y juntándose demasiado con Rasp y Berry.

Cuando se puso de pie para dar a entender que se retiraba, Leek ni siquiera lo notó, preocupado en terminar de desnudar a la joven sirvienta, pero Berry sí, y se levantó de la cama para ir hacia él.

—No te vayas, quería que estuvieras aquí, conmigo —dijo sonriendo y tomándolo de las manos. Acostumbraba a dominar a los hombres con su sonrisa y rostro bonito, pero Row le había salido difícil, por lo tanto, más empecinada estaba de conquistarlo, lo que ella no sabía era que ya lo había conseguido.

Row la miró y estuvo a punto de ceder. En verdad le gustaba Berry y tenía deseos de estar con ella, pero no compartía su estilo de vida, era mucho más reservado con su intimidad.

—Quizás otro día… —dijo mirando y liberándose de sus suaves manos, luego se dirigió a su hermano en voz alta para que le pusiera atención—. Leek, ¿vienes conmigo?

Recién entonces el saiyajin le prestó atención.

—¿No vas a quedarte, hermanito?

—No es de mi interés verte teniendo sexo.

—Y mío tampoco, pero la mierda que me dio Rasp estaba tan buena que... —exclamó y rio con ganas al igual que Rasp que ya estaba desnudo sobre su esclava.

—¿Entonces te quedas? —preguntó Berry mirando a Row.

—Lo siento mucho, pero paso. —No quería dejar a su hermano, pero tampoco quería ser parte de sus costumbres, especialmente cuando tenía deseos serios hacia Berry. No tardó en dejar la habitación en busca de alguna de sus esclavas para saciar sus ansias de sexo.

Berry frunció el ceño molesta. Odiaba cuando no se salía con la suya y tendría que hacer algo para compensarlo.

—Leek, ven —dijo autoritaria. Tomó al saiyajin de la mano y se lo llevó a la cama. La esclava que esperaba a su ama se hizo a un lado para dejarles el colchón a ellos.

—Pensé que querías con mi hermano —dijo Leek después del primer beso que se dieron.

—Gracias a Vegeta eres idéntico a él, tan solo evita hablar demasiado —respondió sobre él, y se quitó la camiseta ajustada.


Bardock


Vas a arruinarlos —susurró Bardock cuando se apoyó en el marco de la puerta para mirar a su mujer sentada en la cama. Raditz de 5 años se había dormido aferrado a la pierna de su mamá, mientras que Kakarotto de pocos meses de vida dormía en los brazos de Gine después de haberle dado de mamar.

Déjame arruinarlos —respondió feliz, acariciando el cabello del pequeño, copia exacta de su padre.

Bardock se sentó a los pies de la cama para mirar a Gine. No se cansaba de observarla, tan contenta que lucía con su niño en brazos.

No te pongas celoso, ya tendré tiempo para ti —dijo y le cerró un ojo.

Sé esperar —respondió sonriendo levemente y continuó mirándola. Le encantaba hacerlo.


Lo primero que hizo Bardock luego de despertar fue ponerse un cigarro en la boca, no tardó en encenderlo y pronto salió de la cama rumbo a la cocina para hacerse algo de comer. Ya había recuperado parte de su contextura física, pero le faltaba mucho para estar en su mejor estado, aunque ya no estaba interesado en eso. Durante todo el tiempo que estuvo luchando en el círculo de fuego, sin saberlo se había hecho de una buena reputación entre los habitantes de la Zona Negra, por lo que en su llegada fue recibido de buena manera por aquellos que ganaron dinero gracias a sus victorias. Muchos quisieron comprarlo, ofrecerle de todo con tal de recuperar su fuerza y volver a luchar, pero Bardock no aceptó ningún trato, aún afectado por todo lo que ocurrió, decidió conseguir un lugar para vivir y estar tranquilo con sus demonios internos y cigarros.

Como era de esperarse, Raditz cumplió con su palabra y lo visitó varias veces a la semana. Al hombre no le gustaba la idea que vieran a su hijo frecuentándolo, pues le jugaría en contra a su reputación de guerrero, pero ya se había dado cuenta que sería imposible hacerlo cambiar de parecer, por lo que lo aceptó y pronto las cortas visitas se transformaron en importantes conversaciones que jamás había tenido con su hijo debido a su corta edad.

También antiguos compañeros de misión de Bardock fueron a visitarlo. Ellos, como guerreros más experimentados y de edad, no temieron a las consecuencias, ya que ya tenían sus propias empresas de misiones y no tenían miedo a las posibles repercusiones. Estas visitas también eran por tiempo reducido, ya que el guerrero ansiaba por aquella soledad que necesitaba.

Ahora, mientras desayunaba y fumaba, tocaron a la puerta de su pequeña casa. Por un momento pensó que podía ser Raditz, pero el joven lo había visitado apenas el día de ayer y se suponía que hoy se embarcaría en una misión.

Un tanto desganado, y con el cigarro en la boca, se puso de pie y fue hasta la puerta. Al abrirla encontró a dos saiyajin que reconocía por su periodo como luchador en el círculo.

—¿Qué quieren?

—Hablar de negocios —respondió el saiyajin bajo y calvo de sonrisa charlatana. El otro era de la estatura de Bardock y con abundante cabello.

—Ya dije que no —respondió aburrido e intentó cerrar la puerta, pero el saiyajin bajo puso el pie para que eso no ocurriera—. ¿Estás consciente que podría dejarte sin pie si lo quisiera? No tienes ningún nivel de pelea.

—¿Cómo lo sabes? No tienes scouter puesto.

—Basta con verte —dijo aspirando con ganas su cigarro.

—Dame un minuto, es todo lo que te pido, no soy como los otros que han querido meterte en negocios sucios, yo soy lo más limpio que encontrarás… Bueno, en cuanto a negocios, porque no recuerdo cuándo fue la última vez que me bañé.

Antes de responder, Bardock exhaló todo el humo directamente en el rostro del saiyajin que no dejaba de sonreír.

—Está bien, puedes entrar, pero solo tú y no toques ni te sientes en ningún lugar. —Regresó a la cocina donde estaba su desayuno y el saiyajin lo siguió—. Habla ya, tienes un minuto.

—Seré breve.

—Más te vale. —Se sentó junto a la mesa y le puso más atención a su comida que al saiyajin.

—Por culpa del perdón masivo que hizo el rey a los saiyajin castrados me quedé sin hom…

—No voy a trabajar para ti ni voy a volver a luchar.

—No es lo que quiero. Mi intención es que trabajes conmigo. Sé muy bien quién eres y cuáles son tus contactos.

—Me has estado vigilando.

—Estamos encerrados en esta área del planeta, no hay mucho que hacer con el tiempo libre… Entonces, con tus contactos sería muy fácil traer y sacar mercadería del planeta. Todo lo que necesitamos y que incluso esos estirados clase alta necesitan y vienen a conseguir aquí… Piensalo, te vendría bien ocupar tu tiempo en algo más que estar en casa comiendo, fumando y esperando la visita de tu hijo. Ahora llevas poco tiempo aquí, pero te aseguro que el tiempo es una perra y lo vas a sentir… Debes de preguntarte, qué ganas tú con este trato, si tú pones los contactos, pero yo también tengo los míos allá afuera y te aseguro que podrás tener lo que quieras aquí… para empezar, vivir en un lugar mejor que esta pocilga.

—No estoy interesado en contrabandear mujeres, niños ni rabos —dijo tajante.

—Acepto cualquier condición —dijo esperanzado por una respuesta afirmativa.

—Lo voy a pensar, vuelve otro día.

—Tengo muchos negocios pendientes, si pudieras decirme ahor… —Se cayó cuando vio su mirada asesina. Él tampoco tenía scouter para medir el poder, pero no tenía que ser genio para saber que Bardock podía dejarlo sin pie, sin brazos y sin cabeza en un abrir y cerrar de ojos—. Está bien, tómate unos días para pensarlo, sabré esperar. —Se apresuró en salir de la casa y cerrar la puerta con suavidad.

Bardock apagó el cigarro en la mesa y prendió otro.


Milk


Milk rio contenta cuando el confeti de papel cayó sobre su cabello y el de todos los presentes. Al mismo tiempo su padre y todos los empleados de la casa aplaudieron felices a la pequeña cumpleañera.

Sopla las velas, Milk —exclamó su padre dichoso de ver tan feliz a su niña.

Y no olvides pedir tu deseo —dijo Akiko, su niñera—. Y recuerda que no puedes decirle a nadie, o no se cumplirá.

Deseo poder ver la luz del sol sin que me haga daño —pensó Milk y luego sopló las cinco velas.

Su familia aplaudió y le cantó a la pequeña que animada untó un dedo para sacar un poco de torta y comerla.


Milk despertó dentro de su pequeña jaula con todo el cuerpo adolorido, pese a que sus capturadores habían tenido la consideración de darle una almohada y cobertor, era imposible acostumbrarse en esa pequeña y fría celda y mucho peor era aguantarse para que la llevaran al baño solo dos veces al día. Su aspecto inocente y tierno nuevamente le servía de algo, ya que de los humanos capturados era la que más comida recibía y nunca nadie intentó agredirla, todo lo contrario. Los carroñeros que habían dejado hijos en sus vidas pasadas se habían comportado muy bien con ella.

La niña no tenía la menor idea de su paradero, no era capaz de imaginarse que ya se encontraba en otro planeta poblado a la espera de que llegase su comprador. No sabía de Lunch desde hace semanas y lo último que escuchó de Ten fueron gritos de resistencia cuando los carroñeros lo llevaron con su nuevo dueño… Tenía tanto miedo.

Sonrió cuando llegó el carroñero que siempre le daba comida a escondida. Seguramente el hombre guardaba de su almuerzo para alimentarla y eso básicamente era lo que la había mantenido con fuerzas y mejillas rosadas después de tantas semanas en cautiverio. Ya había perdido el miedo inicial al hombre de piel roja y orejas puntiagudas que hablaba un poco de su idioma, pero costaba mucho entenderlo.

El hombre esta vez venía con las manos vacías, y en lugar de pasarle comida a la niña entre los barrotes, abrió la jaula con sumo cuidado para que nadie escuchara, ni siquiera los otros humanos prisioneros que se encontraban durmiendo. Tomó a Milk de la mano y la hizo salir.

—¿Dónde...? —Calló cuando el hombre le hizo una seña con un dedo sobre su boca indicándole que debía mantener silencio. La niña obedeció y caminó tomada de la mano con el hombre.

Ella pensaba que continuaban en la nave, pero no era así. Estaban en una bodega inmensa, repleta de personas, animales y diversos objetos robados de los planetas visitados, todos serían eventualmente vendidos y retirados por sus nuevos dueños, tal como hubiera pasado con ella si el carroñero no se hubiera enternecido por la niña.

Avanzaron por la oscura instalación hasta llegar a un pasillo angosto lleno de puertas cerradas. Cuando atravesaron la última puerta, Milk intentó tener una pista de su ubicación, pero estaban en un callejón sucio y abandonado como tantas veces vio en su viaje con Ten, Lunch y Chaoz. No parecía un planeta diferente, escuchó a lo lejos ruido de motores y ruido de gente.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó en voz baja para que nadie fuera a escucharlos.

—Salvo tu vida —dijo el hombre en un murmullo que a Milk se le hizo difícil entender.

Esperaron unos minutos hasta que un hombre de unos 60 años apareció. Vestía un abrigo largo negro que no dejaba ver el resto de su ropa. También usaba un sombrero antiguo que cubría su calva y parte de sus pequeños cuernos. Su piel y rasgos eran similares a los del carroñero.

—¿Ella es? —preguntó en cuanto estuvo frente a ellos.

—Ya —respondió el carroñero—. ¿Trajiste paga?

El hombre le pasó el dinero y se agachó enseguida para observar a Milk.

—Es perfecta, mi mujer va a estar tan feliz —dijo sonriendo. Entonces Milk dejó de tener miedo—. No puedo creer que la iban a vender para… eso.

—No detalles —dijo haciendo una mueca—. Adiós, niña. Te vas con él y su mujer. Es toda la ayuda de mi a ti… Ellos te cuidarán—. Acarició su cabeza tal cual lo hizo cuando la encontró en la Tierra y no tardó en entrar y cerrar la puerta tras él. No podían darse cuenta que había dejado su puesto de vigilancia o sospecharían.

El otro hombre le puso la mano en el hombro para invitarla a caminar.

—Tenemos que irnos de aquí ahora mismo, no pueden encontrarnos.

—¿Y mis amigos?

—Lo siento mucho… ¿Cúal es tu nombre pequeñita?

—Mi nombre es Milk.

—Te prometo que cuando estemos a salvo te ayudaré a buscar a tus amigos —mintió—. Ahora tenemos que irnos. Tu nueva mamá te está esperando con un plato caliente de comida.

—Mi mamá falleció cuando yo era un bebé —respondió Milk y caminó junto con el hombre.

—Eso es muy triste, Milk. Intentaremos hacer que te sientas como en casa.

Milk no pudo dejar de pensar en su antiguo hogar con su padre, su niñera y todos los trabajadores que en algún momento fueron su familia.


Ginn


Me gusta —dijo Ginn de 13 años a su hermana mayor que estaba a su lado. Ambas miraban desde lejos al rey que inspeccionaba a sus guerreros de élite junto con el príncipe heredero.

¿Quién te gusta? —preguntó la joven mujer— ¿El príncipe Vegeta?

Sí… Es fuerte y guapo. Me gusta.

Definitivamente estás ciega —dijo riendo divertida—. Ese niño es tan feo, bajito y desagradable.

Eso no es así —exclamó Ginn dándole un golpe en el brazo a su hermana, a lo que ella respondió con un abrazo fraternal.

Estás muy niña, cuando crezcas vas a tener buen gusto en hombres.

Ya sé lo que me gusta —reclamó Ginn.

Sí, sí, claro… Ya tengo que irme, no olvides leer lo que te dejé, que de regreso te voy a tomar la lección.

A papá no le gusta que me enseñes a leer.

No tiene por qué enterarse. Será nuestro secreto. —Le besó la cabeza y se marchó hacia el patio de despegue donde la esperaban.

Ginn sonrió ante la afectuosa despedida de su hermana y continuó mirando embelesada al joven príncipe que no tenía idea que existía.


Un tanto melancólica, Ginn caminó por el patio donde solía embarcarse junto con el escuadrón de élite de Vegeta. Se sentó en una banca de cemento y observó a los soldados del príncipe, sus antiguos compañeros que jamás la aceptaron, siguiendo órdenes de un superior para salir en búsqueda del príncipe. Hace más de dos semanas había decidido abandonar el escuadrón y embarcarse en una nueva aventura por su cuenta. Sabía que sería capaz de hacerlo, pues había aprendido mucho el tiempo que sirvió a Vegeta, y ahora que él no se encontraba y que Tarble la evitaba, no tenía motivos ni ganas de rondar el palacio.

La joven estaba segura que Vegeta se encontraba sano y salvo y que no lo encontrarían hasta que él lo quisiera así. Después de haberlo escuchado llorar de esa forma no le sorprendió saber que había desaparecido, y pese a la insistencia de los interrogadores, negó haberlo visto el día de su desaparición después de abandonar el coliseo. Nadie tenía porqué enterarse de algo tan íntimo.

La primera semana intentó comunicarse con Vegeta más veces de lo que podía recordar, sin embargo, después de casi volverse loca, decidió que no volvería a hacerlo y junto con eso dio por terminada el intento de relación que se esforzó en tener con el príncipe.

Se puso de pie para buscar a Tarble y despedirse. Tenía mucho que hacer y poco tiempo.


Príncipe Tarble


¿Cómo te has sentido? —preguntó Koora cerrando las cortinas de la habitación para que no pasara el frío de la noche. Lanzó un simple rayo a la leña para encenderla y avivar el fuego que estaba a punto de extinguirse.

Mejor, mamá —respondió Tarble, pálido y cubierto de varios cobertores. Las ojeras bajo sus ojos al menos ya habían disminuido.

Su madre fue a su lado y se sentó en la cama. Acarició sus mejillas y de paso sintió su temperatura.

¿Te has tomado el remedio que la mujer de Bardock hizo?

Sí, pero es muy malo.

Pero es lo único que te ha hecho bien, así que no importa lo malo que sea. —Se acomodó mejor y lo abrazó—. Tienes que ponerte bien —susurró contra su cabeza—. No sé qué haría sin ti.

Tarble sonrió cuando el calor de su madre lo llenó.

Siento ser tan débil… —dijo apenado—. Si fuera un saiyajin poderoso esto jamás me hubiera pasado.

No digas eso —respondió con los ojos cerrados, respirando el aroma del cabello de su niño—. No tienes que cambiar nada, eres perfecto.

Tarble pronto se durmió y tuvo la dicha de que su madre se quedara con él toda la noche...


Los soldados pasaron corriendo por el lado de Tarble y se movieron justo a tiempo antes de chocar con él. Tarble no vio si le hicieron una reverencia de disculpa o si simplemente continuaron corriendo, no le importó. La última semana había sido igual, desde que el rey casi perdió la cabeza porque Vegeta aún no daba señales de vida, todos iban de un lado a otro temerosos que la ira del monarca cayera sobre ellos. Y ahora, al parecer habían agregado más equipos de búsqueda, pero Tarble casi ni se dió por enterado, continuaba anestesiado por la muerte de su madre y no había cabida para la culpa por la desaparición de su hermano. En realidad no pensaba que sus palabras influyeran en él. Si su hermano había decidido marcharse se debía a sus propios demonios y no lo que pudo decirle ese día en el coliseo. No se creía tan importante en la vida de Vegeta.

Este mes había transcurrido lento y tortuoso, y salvo las visitas de Ginn, no había nadie más que se interesara en él. La joven le había asegurado que con el paso del tiempo aprendería a vivir con la pena, pero el pobre niño sentía como si la ejecución hubiese ocurrido esta misma mañana. El único recuerdo de su madre era una camiseta de ella que escondía bajo su almohada y abrazaba para dormir, era lo único que le daba consuelo por las noches.

No había nada que le llamara la atención, incluso su gusto por la lectura había muerto. A veces, pasaba por la biblioteca que ya estaba completamente arreglada y repleta de lectura nueva, pero solo permanecía en ella a la espera que las horas corrieran y se hiciera pronto de noche para regresar a su habitación. Estaba consciente que debía hacer algo para solucionar su situación, pero simplemente no se le ocurría y no tenía deseos de pensar, eso era lo peor.

Ahora que no estaba Vegeta, no tenía inconveniente alguno en visitar a su hermana que permanecía durmiendo en la incubadora, y como en los viejos tiempos intentó hablarle, compartir cualquier pensamiento con ella para que no se sintiese sola, no obstante le fue imposible abrir la boca y decir algo, ya que sentía que cualquier idea lo llevaba a narrar aquel fatídico día y no era algo que Kyle se merecía saber, por lo que simplemente se sentaba en el suelo a observar a su hermana, la versión en miniatura de su madre… Hace un par de días que no había ido a visitarla, pues finalmente habían decidido sacarla de su profundo sueño y estaba siendo atendida por dos de las mejores cuidadoras del planeta, alistandola para su primer día de entrenamiento… Sería tan difícil interactuar con la niña...

Continuó su paso aletargado por los pasillos exteriores de palacio en dirección a su habitación y cuando pasó junto a un alto y fornido guerrero lo ignoró como venía haciéndolo hace semanas.

—Siento mucho lo que pasó, Tarble —dijo el joven con suave y tímida voz pese a su aspecto físico intimidante.

Tarble casi no se detiene, de no ser porque el guerrero volvió a hablar.

—La reina fue una gran mujer.

El príncipe debió tomarse unos largos segundos para reconocer a quien le hablaba, ya que lo había visto muy pocas veces en su vida.

—Gracias, Broly… —respondió un tanto asombrado de ver al hijo de Paragus por el lugar y que además se atreviera a hablar de su madre en voz alta.

Por un momento pensó que podía tratarse de una trampa para encontrar una excusa y así deshacerse de él, pero pronto lo descartó y no le importó.

—No merecía lo que le pasó.

—Claro que no —respondió Tarble. Al niño le llamó poderosamente la atención la mirada de Broly. Cualquier joven de 15 años ya quisiera ser así de alto e imponente para intimidar a sus oponentes, pero los ojos de Broly estaban tan apagados, reprimidos y asustados que le recordaron a él mismo. Si lo pensaba bien, tenían bastante en común: como el rechazo y la vergüenza del padre, siempre oculto en las sombras e ignorado por todos, y por los rumores que se decían, su madre había muerto a manos de Paragus—. ¿Qué haces aquí, Broly?

—Mi padre me necesitaba a su lado, pero ya tarda demasiado… —Dejó de mirar a Tarble para ver a los guerreros que entrenaban en el patio interior, unos pisos más abajo. Tarble pensó que al joven le gustaría estar ahí con ellos en lugar de hablar con él.

—Que tengas un buen día, Broly —dijo el niño educado y siguió su paso, pero Broly volvió a hablarle.

—¿Te importaría si voy contigo?

—Iba a mi cuarto —respondió el príncipe.

—No importa el lugar, simplemente no quiero estar aquí.

—Está bien, vamos a la biblioteca, ese es un buen lugar para estar.

—Gracias —dijo con una leve sonrisa y se apresuró para caminar al lado de Tarble.


Rey Vegeta

Princesa Kyle


Así que será Rave… Me gusta esa guerrera para reina. Es de una familia poderosa y está preparada para el rol que le espera. Tus hijos serán poderosos, Vegeta —dijo el viejo rey Vegeta a su hijo mientras caminaban por los pasillos exteriores de palacio. Se detuvieron para observar a unos guerreros de élite que se preparaban para embarcarse en misión.

Sí, es lo mejor que pude escoger, padre —respondió el príncipe de 26 años, con la vista perdida en Koora, una de las guerreras más jóvenes del escuadrón, que no dejaba de hablar animadamente con uno de sus compañeros de misión.

Ya había averiguado todo sobre ella. Su nombre, quien era, su nivel de pelea y su familia. No tenía nada a su favor si la comparaba con Rave, pero la había visto pelear y eso fue lo que más le cautivó de la joven. Había algo en ella, en su forma de ser que la hacía destacar del resto y eso lo tenía totalmente intrigado.

Entonces, Vegeta, ¿cuando vamos a hacer el anuncio?

Muy pronto, padre. Muy pronto.

El monarca continuó caminando, mientras que Vegeta siguió contemplando a la joven guerrera. Tenía que ser pragmático. No podía dejar que ningún sentimiento inútil nublara su juicio. Muy pronto sería el rey de Vegetasei y debía comportarse como tal, como lo había hecho toda su vida.


—¿Cómo es posible que después de un mes no tengan noticias de mi hijo? —exclamó Vegeta caminando de un lado para otro en su habitación—. ¡Son todos unos incompetentes! ¡Es el príncipe de Vegetasei, maldita sea, es imposible que desaparezca así como así!

—Es el príncipe, pero también un jovencito atractivo —dijo Rave, siempre con calma, sentada en el sofá favorito de Vegeta—. Seguramente quiso darse unas vacaciones y se le salió de control, ya volverá. Vas a avergonzar al muchacho cuando regrese y vea el espectáculo que armaste por él.

—Por favor, Rave, estás hablando de mi hijo, no de los tuyos, un poco de seriedad te pido.

Rave no respondió nada, pero su mandíbula se endureció, mientras que el rey continuó con su paso frenético por la habitación mientras pensaba en voz alta.

—De haber sido secuestrado ya hubiera tenido noticia de sus captores… Su nave personal sigue en el patio de despegue y el localizador de la nave que falta desde el día que desapareció jamás funcionó, al igual que su scouter, que nunca respondió… Estoy rodeado de incompetentes, mi hijo debería haber aparecido ya, al menos tener una pista de su paradero, pero nada.

Rave bostezó aburrida de tener que escuchar lo mismo cada vez que visitaba a Vegeta. La idea era relajarlo un poco y tener sexo para embarazarse de una vez, pero cada vez era más difícil y pese a que se encargaba de hacerlo terminar en su interior no se embarazaba. Ella estaba sana, ya se había hecho revisar, pero jamás pensó en sugerirle al rey que hiciera lo mismo, conocía el ego absurdo de los guerreros machos y solo arruinaría más toda la situación.

—Tendré que ir yo personalmente a buscarlo.

—Escúchate, querido. Sabes menos que los que están buscando a tu hijo, solo perderás tu tiempo, y tienes compromisos pendientes con Atlas y otros emperadores. Si pretendes continuar expandiendo tus dominios deberías enfocarte en eso.

—Todo puede esperar, ya me encargué de Atlas… Si no sé de Vegeta en una semana iré yo por él, no me importa cuánto tarde en encontrarlo ni cuántos planetas destruya a mi paso.

Rave levantó las cejas ante la proclamación del rey.

Un llamado a la puerta los interrumpió. El monarca hizo pasar enseguida, pensando que se trataban de noticias sobre su hijo, pero era una de las guerreras encargadas del cuidado de la princesa Kyle que había sido sacada de la incubadora hace solo un par de días.

—Habla de una vez —dijo el rey mirando por una de las ventanas.

La joven mujer hizo una reverencia a los reyes antes de comenzar a hablar.

—Su majestad, tal como lo ordenó, la princesa ya está lista.

—Voy enseguida, esperame con ella.

—Sí, su majestad —La mujer se despidió con una reverencia antes de abandonar el cuarto.

—¿Vas a ir con esa niña? Pensé que estábamos teniendo una conversación y tendríamos sexo.

—Ya fuiste clara, Rave. No quieres hacerte cargo del entrenamiento de Kyle, y no dejaré que nadie más se acerque a la princesa. Yo mismo me ocuparé de su educación.

—A esta altura jamás tendremos un hijo propio.

—Deberías hacerte revisar. A tu edad el cuerpo puede fallar, a esta altura ya deberías estar embarazada.

—Voy a hacer como si no escuché lo que acabas de decir.

—Pues deberías… En cualquier caso ven a la noche y me encargaré de preñarte antes de marcharme.

—Insistes en eso.

—No permitiré que el heredero al trono continue inubicable —dicho eso se marchó de la habitación en dirección a la de su hija.

Rave puso los ojos en blanco. No podía creerlo. Primero fue Koora, después su hijo Vegeta y ahora esa niña Kyle que le robaban la atención del rey. Jamás pensó que sería tan complicado el matrimonio con el monarca.


La pequeña niña de 2 años y medio ya estaba con su traje de entrenamiento azul, botas y guantes blancos aguardando en su habitación por el rey. En estos pocos días de consciencia ya había aprendido a ponerse de pie y caminar, pero estaba un tanto reacia a hablar pese al intento de sus cuidadoras.

Kyle no entendía bien lo que ocurría a su alrededor y su único consuelo era apretar su rabo con ambas manos cuando la embargaba emociones que no reconocía por su corta edad e inexperiencia en el mundo. Era como un pequeño animalito herido que por puro instinto se alejaba de todo y todos por temor a ser atacada.

Cuando entraron a la habitación sus cuidadoras, la niña la observó desde su rincón y no se movió.

—Va a ser complicado tratar con ella —comentó una mirando a Kyle.

—He tenido niños más problemáticos —dijo la otra—. Al menos no es agresiva, simplemente es desconfiada. Me aseguraron que jamás la habían despertado, pero no se comporta como debería.

Cuando entró el monarca las mujeres lo saludaron y se hicieron a un lado para dejarlo pasar.

—Su majestad, la niña está lista para comenzar el entrenamiento cuando usted así lo quiera.

Vegeta no dijo nada. Fue como si el pasado y los recuerdos lo hubieran abofeteado cuando vio a la niña en pie y vestida. Si no fuera por el ceño constantemente fruncido de la criatura, sería una copia exacta de Koora. Era casi enfermizo lo que experimentó en ese momento, como si la misma Koora lo observara y juzgara desde aquel rincón, pero solo se trataba de una niña pequeña.

—¿Me puedo acercar? —preguntó sin quitarle la vista de encima a Kyle, que apretaba su rabo con ambas manos.

—Por supuesto, señor —dijo la cuidadora más experimentada.

El rey avanzó unos pasos, pero se detuvo al ver que la niña retrocedió, sin dejar de mirarlo con aquella mirada de desconfianza.

—No entiendo —dijo el rey. Se supone que hicimos ese asunto del vínculo cuando la despertaron. La tuve en mis brazos cuando despertó, debería aceptarme sin pensarlo —reclamó un tanto molesto.

—Hay algunos niños que nacen con más personalidad que otros, su majestad. La princesa es una de ellos, pero será cosa de días para que se acostumbre a su presencia. Será fácil una vez que comience a entrenarla.

—¿Y ya habla?

—Le hemos enseñado a comunicarse, pero la princesa salió bastante callada, sin embargo se nota que nos entiende cuando interactuamos con ella, pero al parecer escogió no respondernos.

—Tan pequeña y complicada —dijo Vegeta y sonrió complacido. En cuanto la sacaron de la incubadora hizo medir su poder de pelea y para su satisfacción, la niña resultó ser bastante fuerte. No tanto como su hermano Vegeta, pero sí muchísimo más que Tarble.

Desde su lugar, Kyle observó a los adultos hablar. Cada vez entendía mejor las palabras, pero no se sentía a gusto con la gente a su alrededor. Su instinto primario la hacía olisquear y buscar aquel aroma que pertenecía a la persona con quien realizó el vínculo la primera vez que salió de la incubadora, pero ni siquiera ella recordaba aquel momento, era su inconsciente el que añoraba ese contacto y calor en particular que ninguna de esas tres personas irradiaba.

—Muy bien, Kyle, es hora de ir a entrenar —susurró Vegeta para no asustarla. Jamás en su vida había tratado con una criatura tan pequeña y no sabía muy bien cómo tenía que actuar—. Ustedes nos acompañaran todo el tiempo y se encargarán de ella cuando yo no pueda atender su entrenamiento.

—Será todo un honor, su majestad.

Vegeta quiso tomar la mano de la niña, pero ésta no soltó su rabo por nada del mundo, por lo que el monarca le puso la mano en el hombro para hacerla avanzar. Kyle obedeció, tensa, desconfiada, mirándolos a todos. Una de las cuidadoras se apresuró en abrir la puerta para dejarlos pasar y recibió por parte de Kyle una mirada que ya se la quisiera un guerrero para intimidar al enemigo.

Pronto los cuatro abandonaron la habitación camino a la sala de entrenamiento donde Kyle comenzaría poco a poco a olvidar aquella necesidad de buscar a su vínculo.


Reina Rave

Príncipe Torn


¿Ya supiste la noticia? —dijo Rave cuando vio llegar a Torn a su lado. La mujer estaba en un patio de entrenamiento de palacio, dispuesto a gente de confianza, como ella.

Así es —respondió el saiyajin de cabello largo. Se sentó al lado de la mujer que había hecho una pausa para descansar y beber agua.

¿Y no vas a decirme nada? —preguntó altanera. Estaba de maravilloso humor y nadie podría arruinarlo, ni siquiera él.

Si quieres que me arrodille ante ti y te diga reina, tendrás que esperar a que eso pase, Rave. No antes —dijo sonriendo burlón.

El rey Vegeta hará el anuncio esta noche y será oficial mi compromiso con tu hermano, te guste o no, Torn.

Solo lo digo porque me agradas, Rave, pero no cantaría victoria tan pronto. Hace unas semanas que Vegeta me hizo investigar a una guerrera y no lo hizo porque sí… Te recuerdo que me pidió lo mismo contigo hace mucho tiempo.

Esa tal Koora no significa ningún peligro para mí.

Y aún así ya sabes su nombre. —Acercó la mano para tocar su brazo, pero la sola mirada de hielo de Rave lo hizo detener.

No vuelvas a intentar tocarme en público —dijo como si estuviera hablándole a un inferior y no al príncipe Torn.

El hombre volvió a mirar hacia el frente, a cualquier cosa menos a ella, pero no dejó esa sonrisa cínica.

Rave se puso de pie y miró a Torn con desprecio.

Eres tan despreciable, Torn. Cuando sea reina haré que te envíen lejos de aquí junto con tu horrible mujer e hijos.

Cuando seas reina —respondió el hombre mirándola a los ojos.

Rave abandonó el lugar, tenía que prepararse para el evento de la noche y no estaba dispuesta que nada arruinara su buen humor.


—Ustedes dos, afuera, ahora —ordenó Rave en cuanto entró al cuarto del hermano del rey y lo encontró en la cama con dos esclavas que recién comenzaban a quitarse la ropa.

Las muchachas obedecieron y en menos de un parpadeo se escuchó la puerta cerrar desde fuera.

—¿Qué pasó? —preguntó Torn sentado en la cama. Solo le quedaban los pantalones puestos, todo lo demás había terminado en el suelo—. Pensé que estarías con mi hermano haciendo principitos.

La sola mirada de hastío de la reina respondió la pregunta.

—¿Qué esperabas? Está desesperado por encontrar a Vegeta, yo estaría igual. De haber sido el inútil de su hijo menor no le importaría en lo más mínimo, sería un alivio incluso, pero es su heredero.

—Tal vez si tengo suerte ese muchacho jamás regrese —dijo Rave y caminó hacia una ventana. El sol le dio fuerte en la cara, pero permaneció en ese lugar disfrutando del calor.

—Ese muchacho es fuerte, y no es tonto, es zorro como la madre, aunque mi hermano jure que se parece a él. No es fácil de engañar. De seguro estará de regreso muy pronto. Nadie se ha adjudicado su desaparición y según mis informantes, ni siquiera nuestros enemigos saben que tenemos al príncipe extraviado.

—Imagino que tú no tuviste nada que ver…

Torn se puso de pie para ponerse detrás de ella.

—Por supuesto que no. No sería tan estúpido para hacer algo así, especialmente ahora que Vegeta desconfía de todos… Lo mejor es esperar a que vuelva a equivocarse y caiga de nuevo. Ni siquiera alguien como él resistiría otro error así de grave como el que cometió con Koora… ¿Tú has hecho tu parte? —preguntó con voz ronca muy cerca de la nuca de la mujer.

Rave abrió los ojos cuando sintió el aliento del hombre en su piel.

—Eso intento, pero entre lo que sucedió con Koora, Vegeta y ahora la niña que la hizo despertar para entrenar no tiene cabeza para nada. Si no lo conociera juraría que busca excusas para evadirme, cuando antes no podía quitármelo de encima.

—Déjalo que juegue con la niña un tiempo, ya cuando encuentre a Vegeta se aburrirá y la dejará encargada a otro.

—Eso es lo que me preocupa. Dice que irá a buscarlo y yo sigo sin embarazarme… Ahora más que nunca debería embarazarme y darle un niño. Si el príncipe no regresa mi hijo sería el siguiente al trono y todo sería más simple.

—Pensé que nunca lo pedirías —dijo Torn, y rodeó su cintura con los brazos. Escondió su rostro en el cuello de Rave y la respiró profundamente, con deseo, con amor—. Demonios, cuánto te he extrañado.

—Y por eso te comportas como un idiota cuando estamos en reuniones. —Las colas de ambos se entrelazaron.

—Tengo que ser igual con todos, de lo contrario sospecharían. —Besó su cuello y no tardó en recorrer su cuerpo con las manos. Rave cerró los ojos y disfrutó sus caricias—. Además, algún día tendrás que admitir que disfrutas discutir conmigo. —Le bajó el pantalón y la tocó con la seguridad de un amante de años, demasiados años—. Vamos a hacer un heredero, no importa lo que cueste… a ver si así algún día dejo de compartirte, primero mi hermano, luego tu esposo, mi hermanito nuevamente… —Sacó su miembro del pantalón y la penetró con brusquedad.

Rave hizo los brazos hacia atrás para tomarlo del cuello y obligarlo a besarla, disfrutando demasiado en sentirlo en su interior.

Tenía que haber un heredero, fuese como fuese.


Mai


¿Cómo dices que se llama esto?

Pizza —respondió Bulma sin mirarla. Estaba ocupada trabajando en la arma del carroñero. Debía desarmarla para entender su funcionamiento y así usarlo a su favor. Mientras tanto Yamcha era el encargado de preparar la comida en el pequeño horno que había llevado en una cápsula.

Jamás la he probado —dijo tímida, perdiendo su mirada en el joven, que además de ser simpático, también era guapo y sabía cocinar. A sus ojos era perfecto.

Te va a encantar —exclamó Yamcha—. No es la idea hacerla así, pero ya que estamos al aire libre y trabajando a escondidas de todos, vamos a aprovechar de comer esto que es demasiado delicioso para compartir. Mira, prueba un poco.

Mai palideció cuando Yamcha se acercó con un trocito de queso en la mano directo a su boca. De reojo miró a Bulma que continuaba sentada en el suelo concentrada en el arma, y cuando volvió su atención a Yamcha ese queso estaba casi rozando sus labios. No tuvo otra opción que abrir la boca y recibirlo.

¿Y qué tal? —preguntó sonriendo.

Mai masticó y tragó con las mejillas rojas y la cara caliente, aún así fue capaz de disfrutar el alimento.

Delicioso —susurró.

Ahora espera a que el queso esté derretido con los otros ingredientes. —Volvió con el horno a terminar la pizza.

Aún con el exquisito sabor del queso en su boca, Mai sonrió. Jamás en su vida se había sentido así de bien y cómoda.


Mai se se abrazó las piernas para que el reducido espacio de su jaula no la agobiara. Hace más de una semana había encandilado a sus captores con sus habilidades tecnológicas y conocimiento de armas para evitar ser vendida como prostituta, pero ahora no sabía qué pasaría con ella, si había funcionado su demostración o si simplemente terminaría en un prostíbulo de mala clase en un sucio y feo planeta. Intentaba no pensar en eso, pero le era difícil, le aterraba la idea de que un extraño intentara tocarla al punto de hacerla llorar hasta dormirse.

Cada día que pasaba perdía más la esperanza de que fueran por ella. No recordaba muy bien lo ocurrido en la Tierra, estaba demasiado drogada, pero tenía el vago recuerdo que Yamcha y los demás habían logrado subir a la nave de rescate, esperaba que fuese así y se encontraran bien, pero entonces ¿dónde estaban? ¿Por qué no habían ido por ella? ¿Estarían buscandola?

Casi dio un brinquito de susto en su reducido lugar cuando la mujer en la celda de al lado se puso a gritar como loca. Mai se cubrió los oídos, pero continuó mirando cómo la rubia luchaba contra los cuatro carroñeros que intentaban ponerle unas esposas. Era un caso curioso, pues esa misma mujer, hace solo unas horas tenía el cabello azul y estaba tan asustada como ella, incluso le había hablado cuando notó que también era humana, pero de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, su cabello se volvió rubio y su actitud cambió completamente. No entendía cómo era eso posible.

Mientras los carroñeros intentaban dominar a la rubia, otro abrió la celda de Mai.

—Sal, es hora de irnos. Tuviste suerte, tu numerito llamó la atención de muchos interesados, y te compró un pez gordo.

—Eso quiere decir que no me venderán como prostituta —exclamó feliz, pero se sintió mal al ver a los carroñeros finalmente dominar a la mujer en el suelo.

—No sé para qué te quiere tu comprador, ahora eres de él y podrá hacer lo que quiera contigo. —Sin delicadeza alguna la tomó del brazo y la obligó salir del lugar.

—¿Qué va a pasar con ella? —preguntó Mai preocupada.

—Se va directo a un zoológico, donde pertenece. Ahora camina, o terminaras en el suelo y esposada como esa.

Mai obedeció. Estaba tan asustada que ni siquiera se tomó el momento de apreciar la tecnología de la nave donde se encontraba, permaneció todo el trayecto mirando el suelo y tiritando levemente. Sentía que si la hacían abordar otra nave ya no tendría oportunidad de volver a ver a Yamcha y Bulma, ni siquiera estaba segura si sobreviviría.

Tal como temía, llegaron a un hangar de naves donde un hombre con rostro de sapo esperaba a los pies de su nave. Él y el carroñero hablaron por un rato un idioma que Mai no logró entender, pero al parecer el trato ya estaba hecho y fue cerrado con una pequeña reverencia entre los dos.

—Creeme, te hubiera ido mejor como prostituta —dijo el carroñero burlón cuando le dio un leve empujón para que se acercara al hombre verdoso.

Mai quiso decir algo, pero el carroñero ya se había marchado. El trato ya estaba cerrado y Mai no era de su incumbencia. Un hombre alto y musculoso vestido de armadura azul salió de la nave y la obligó a subir. Detrás de ellos fue el comprador y en cuanto estuvieron al interior de la nave encendieron los motores para partir.

—¿Tú me compraste? —preguntó tímida al hombre con rostro de sapo.

—¿Yo? —dijo y rió levemente—. Yo trabajo para el amo. Estoy encargado de llevarle personas dignas de trabajar para él.

—¿El amo? —repitió asustada.

—Así es. Y ahora tienes dos opciones, comportarte y obedecer o encerrarte en una jaula. El viaje será muy largo, tengo que hacer escalas en otros planetas recolectando esclavos para el amo y será más fácil para todos si cooperas.

—Me comportaré —respondió sumisa.

—Así me gusta. —Se le acercó y sin aviso le puso una muñequera de acero en el brazo. Inmediatamente después Mai se sintió cansada—. Con eso bastará. —Se alejó de ella y se encargó de ir con el piloto de la nave para dar instrucciones.

Mai miró a todos los hombres a bordo de la nave, nadie estaba preocupado de que pudiese intentar escapar o sabotear el viaje. Ya que tenía cierta libertad quiso recorrer el lugar para conocerlo, pero el cansancio creció más, al punto de tener que sentarse en el frío suelo del lugar. Observó la muñequera, le apretaba la piel y era incómoda, pero sintió que sería pésima idea intentar quitársela. De pronto sintió mucho sueño, demasiado y ya no pudo ponerse de pie, ni pensar, ni tener esperanzas de que pronto volvería a ver a Yamcha y Bulma.


Raditz


No es necesario, mamá. —Raditz intentó alejarse, pero Gine insistió en limpiarle las manchas de suciedad del rostro con un paño húmedo.

Estaban en la carnicería y el niño de 8 años había pasado para que su madre le curara unas heridas que se hizo por estar jugando al entrenamiento con otros niños de su edad. Su hermano Kakarotto dormía al interior del local, ajeno a lo que sucedía.

Cuando estemos en la casa te voy enseñar cómo curar tus heridas.

¿No es más fácil que lo hagas tú?

Si vas a ser un guerrero como tu padre tienes que aprender a coser tus propias heridas. Yo no voy a estar contigo todo el tiempo, y es mejor que para entonces sepas hacerlo bien.

En niño guardó silencio y dejó que su mamá lo limpiara.

Listo —dijo sonriendo. Se puso de pie y volvió al mesón de atención. No había ningún cliente, pero tenía carne que cortar—. Ahora ve a jugar y por favor trata de no hacerte ninguna herida más por hoy.

¿Mamá?

Dime Raditz.

¿Por qué vivimos acá si por el rango de papá podríamos estar en un lugar mejor para los guerreros? Allá tienen lugares de entrenamientos grandes y con máquinas.

Fue para que pudiésemos estar juntos. En ese sector suelen alejar a los hijos de sus madres y yo quería tener la oportunidad de criarlos, y también de seguir trabajando.

El niño abrió más sus ojos ante la respuesta de su madre. No le gustó la idea de no estar con su mamá, por lo que no insistió más.

Ahora ve a jugar, y no olvides venir a buscarme más tarde para ayudarme a llevar la carne que sobre.

¡Sí! —El niño corrió a darle un abrazo y luego se marchó del lugar.


Raditz abrió los ojos cuando la luz del sol se filtró por la ventana. Había dormido tan bien en su nueva habitación, en su nueva cama. Hace dos semanas que había decidido mudar sus cosas al antiguo cuarto de sus padres y desde entonces se sintió más descansado. Había pasado el mes entrenando con su hermano y los resultados eran evidentes. Con 17 años recién cumplidos ya medía un metro ochenta y su cuerpo era el de un guerrero fuerte, de músculos bien formados. Aparentaba más edad de la que tenía y su voz había comenzado a cambiar, más ronca.

Como cada mañana, fue descalzo, con el rabo colgando y solo con pantalón suelto y largo como pijama a preparar el desayuno, y como cada mañana, cuando ya estaba casi todo puesto en la mesa, Kakarotto bajó a desayunar. El casi adolescente que también había crecido un poco a causa de la demandante rutina de entrenamiento adoptada, comenzó a comer sin esperar a su hermano. Vestía armadura y traje de entrenamiento color café y negro, y aún tenía serios moretones en el rostro y por todo el cuerpo, el labio medio hinchado recién había comenzado a sanar después de haber tomado la primera prueba de ingreso al ejército de reserva.

—Te quitaste todas las vendas —dijo Raditz después de sentarse a desayunar. Debía aprender a sentarse más derecho, aún no estaba consciente de su estatura.

—Hoy comienzo el entrenamiento para quedar en el ejército de reserva, no puedo ir vendado —respondió sin prestarle atención y de buen humor, comía más rápido de lo acostumbrado, ya que se había quedado dormido y estaba atrasado.

Raditz todavía estaba sorprendido de que su hermano hubiese sido aceptado, pero el niño era tan testarudo que después de mucho insistir le permitieron dar la prueba solo para que se marchara derrotado y humillado, pero para sorpresa de todos la pasó y bastante bien, por sobre la mayoría de los postulantes, por lo que no les quedó otra más que aceptarlo en la siguiente fase.

—¿Te marchas hoy? —preguntó Kakarotto engullendo con ganas.

—Sí. El escuadrón sale en unas horas... Ayer pasé a ver a papá, está mucho mejor y ya casi no necesita ayuda, lo que no me sorprende.

Kakarotto respondió con un vago gesto. Al menos ya no despotricaba contra él cada vez que Raditz lo mencionaba. Estaba acostumbrándose a la idea de que mientras estuviera con su hermano, él se preocuparía siempre de los dos.

—Te dejé dinero en la habitación —continuó Raditz—, no tiene sentido seguir escondiéndolo en el bosque, ya lo recolecté todo, creo... Todo está listo en la cocina para un par de semanas y después tendrás que ir a comprar tú, más te vale que no quemes nada.

—Tranquilo, no haré volar la casa, ya me enseñaste a cocinar.

Raditz levantó las cejas ante ese comentario. Su hermano definitivamente no había aprendido a cocinar, más bien, había aprendido a no quemar la carne.

—Y no olvides prender el scouter de noche para cuando me comunique.

—Ya sé, ya sé. Has repetido lo mismo la última semana, eres peor que mamá —comentó el hermano menor y continuó comiendo como si nada. Raditz se percató de la mención de su madre, pero solo sonrió melancólico.

—No se cuanto tardaré, pero no olvides...

—Extraño a mamá —dijo Kakarotto interrumpiendo a su hermano—.

—También —respondió Raditz—. Nos hace mucha falta.

—¿Qué crees que pasa después de la muerte?

Raditz tuvo que pensar un poco antes de responder. Pese a ser una raza guerrera que enfrentaba a diario la muerte, él evitaba pensar al respecto, no era algo que le agradara.

—No lo sé… Se supone que cuando los guerreros mueren pasan a la otra vida donde les espera una guerra eterna, llena de desafíos y victorias… Todo dependiendo de su desempeño en vida, al menos eso es lo que he escuchado… Aunque a mí solamente me gustaría ver a nuestra madre.

—¿Crees que la volveremos a ver?

—Me gustaría pensar que sí.

Kakarotto se metió a la boca la última rebanada de pan y se puso de pie veloz.

—Nos vemos, que te vaya bien en tu misión, hermano. —Le dio una palmada en la espalda y salió a paso raudo. Tenía que apurarse para llegar a la hora.

Raditz terminó el desayuno con calma, aún tenía unas horas antes de marcharse.


Cuando llegó a los amplios patios de despegues comenzó a buscar el que correspondía a su nuevo escuadrón. Con todo lo que había pasado con su padre y ya que lo habían visto frecuentarlo allá en la Zona Negra, se le había hecho muy difícil conseguir alguien que lo aceptara por temor a represalias, por eso le llamó mucho la atención cuando sin ninguna esperanza postuló a esta nueva empresa que se había formado y lo llamaron enseguida para informarle que partirían en una semana. No esperaba nada espectacular, pero le haría bien salir del planeta.

Cuando encontró la sección donde estaban sus nuevos compañeros de misión listos para embarcarse en sus naves esféricas se acercó para presentarse, pero se le adelantaron y le hablaron por atrás.

—Mira nada más cuánto has crecido —exclamó Ginn mirándolo hacia arriba—. ¿Qué has estado haciendo este tiempo? ¿Hiciste que el enano del demonio te tirara de los brazos y piernas mientras dormías?

Raditz se dio vuelta y le llamó la atención que Ginn no vistiera su armadura acostumbrada, sino que ahora traía una de colores simples, como la de él. Quiso saludarla, responder a su comentario, pero no supo qué decir. Se sintió tan estúpido de no poder hablarle como correspondía a una chica tan bonita como Ginn, y en cambio ella era pura personalidad.

—Veo que va a ser imposible hacerte callar durante el viaje —dijo la muchacha riendo y le dio un ligero golpe amistoso en la armadura a la altura del abdomen. Luego se alejó de él y continuó revisando en su tableta que todos los guerreros de la nómina estuvieran presentes.

—¿Estás a cargo de este escuadrón? —preguntó Raditz.

—Así es —respondió atenta a su trabajo, así que el joven aprovechó para mirarla con mayor detenimiento—. ¿El enano también viene? porque no recuerdo haber visto su nombre en la lista.

—No, solo soy yo.

—Es una lástima, nos hubiera servido alguien como él, pero tendré que conformarme contigo, espero que no me desilusiones, estás grande y pareces fuerte, por eso decidí darte una oportunidad… Todos están a prueba y dependiendo de los resultados seguiremos trabajando juntos, así que más te vale ser mejor luchador que conversador.

—Lo soy —dijo, arrepintiéndose inmediatamente de sus palabras.

Diez minutos después el nuevo grupo ya había abandonado el planeta, cada uno en su nave esférica personal. Ya tendrían suficiente tiempo para conocerse una vez que llegaran a su destino.

Raditz se perdió en la contemplación del inmenso espacio que se abría ante sus ojos. Tenía una semana de viaje por delante, pero no tenía deseos de dormir por el momento. Revisó en su scouter la información que le cargaron sobre sus compañeros de misión y buscó el contacto de scouter de alguien en particular. Hace rato que deseaba tener un poco de aquella voluntad férrea y confianza que su hermano tenía en exceso, y para que eso ocurriera ya era hora de que comenzara a trabajarla, ya que no aparecería por arte de magia si se quedaba sentado sin hacer nada.

Apretó el botón para hacer la llamada. No tardó mucho en escuchar respuesta.

¿Sí? —respondió Ginn.

—¿Por qué me escogiste para ser parte del escuadrón? —preguntó sin dejar de mirar la noche eterna del espacio—. Sabes bien que no tendrán ayuda de nadie si se enteran que el hijo de un exiliado pertenece a tu escuadrón.

Quién lo diría —dijo Ginn. Raditz casi pudo imaginar su sonrisa—. Puedes hablar más de dos oraciones juntas sin problema… La verdad es que me importa un carajo lo que puedan opinar los demás, ya me cansé de obedecer órdenes y no conseguir nada a cambio, así que si quiero poner en mi escuadrón al hijo de un traidor, lo voy a hacer… Siento eso último, estuve tanto tiempo conteniendo mi lengua que ahora se manda sola.

—Está bien —respondió el joven—. No importa lo que piensen de mi padre, yo sé quién es él. Puede haber cometido errores, pero no es un traidor.

Eso es mucho más de lo que puedo decir de mi padre… Y dime, ¿no piensas dormir? Tienes que estar descansado para la misión.

—Ya he dormido demasiado estos días. No me vendría mal una conversación. — Se esforzó en sonar totalmente confiado, y agradeció que ella no pudiera ver sus mejillas rojas.

Muy bien, Raditz. Tampoco me gusta mucho dormir tanto tiempo, y considerando que eres mucho más parlanchín por comunicador que en persona, me vendrá bien matar el tiempo contigo…

Raditz sonrió.


Kakarotto


Tranquilo, no tengas miedo —susurró Gine en el oído de su hijo después de meterse a la cama y abrazarlo por detrás—. Aquí estoy.

Kakarotto dejó de tiritar cuando sintió el cuerpo tibio de su mamá. Estaban en el cuarto de sus padres y Raditz se había dormido hace rato a los pies de la cama, pero él no podía dormir a causa del dolor que aún sentía por la brusca castración de su rabo hace solo un par de días.

No te preocupes, Kakarotto. Tu rabo crecerá, porque eres un niño especial y podrás tener una vida normal —Acarició su rostro con calma, para relajarlo y ayudarlo a dormir. Con su melodiosa voz tarareó la única canción que sabía y su padre le había enseñado cuando era pequeña.

El niño hipnotizado por la suave voz de su madre logró calmarse y finalmente dormirse profundamente.


Los postulantes a los ejércitos de reserva entrenarían en los mismos lugares que los ya seleccionados. Era una forma de motivarlos para lo que se venía si eran lo suficientemente buenos para pasar todas las pruebas. A Kakarotto le recordó ese periodo que entrenó con su hermano en las instalaciones de palacio, ya que había de todo lo que quisieran para ejercitar, además de las pequeñas arenas para practicar ataques de a dos, en conjunto y combates de todo tipo.

Kakarotto jamás había estado en estas gigantescas instalaciones, y le costaba mucho mantener su posición firme junto con los otros treinta y nueve postulantes de su sección. Habían mucho más, pero los dividían en grupos para sacar de ahí a los mejores que finalmente serían parte del ejército de reserva.

Ante los jóvenes postulantes estaba un guerrero mayor, de unos 40 años con el rostro lleno de cicatrices dándoles las primeras instrucciones de cómo serían estos meses de entrenamiento. Los postulantes, todos de edades similares (entre los 16 y 18 años) prestaban atención atentos, pero era imposible no mirar a Kakarotto de 12 años alterando el tamaño de la fila.

—Desde el día de hoy seré su líder de escuadrón. No anunciaré ninguna decisión hasta que concluya el entrenamiento después de seis meses. No habrá favoritos, ni preferencias, por lo tanto si creen que van muy bien durante todo el entrenamiento y la cagan el último día, no dudaré en expulsarlos. Yo soy el único que toma las decisiones aquí, su futuro depende de mí, así que harán lo que yo les diga, cuando lo diga. ¿Está claro?

Los cuarenta jóvenes respondieron al unísono y el experimentado soldado continuó caminando para observar y conocer su nueva camada de guerreros.

—Este primer periodo trabajaremos como un clan. El objetivo será dar lo mejor de ustedes y luego escogeré a los diez mejores que nos representarán en la competencia contra los representantes de los otros grupos. Está demás decir que si no ganan las competencias de grupos lo van a pasar muy mal. Todos. —El hombre se detuvo cuando estuvo frente a Kakarotto y le preguntó con la misma seriedad que había estado hablando—. Y tú, soldado. ¿Eres más joven que el resto o simplemente eres condenadamente bajo?

—Tengo doce años, señor —respondió Kakarotto, intentando imitar las voces más roncas de sus compañeros. La de él aún era la de un niño.

—¿Cómo demonios un niño de tu edad pasó la prueba de entrada?

Kakarotto no alcanzó a responder, lo hizo otro guerrero mayor que se acercó.

—La pasó como uno de los mejores de ese día, por eso insistí que lo pusieran bajo tu mando. Sé que sacarás lo mejor de ese niño.

El líder de escuadrón hizo una pequeña reverencia en forma de saludo para el guerrero de pelo canoso y no tardó en presentarlo a sus nuevos reclutas.

—Atención, soldados. Si pasan las pruebas y son los mejores de su generación van a tener la oportunidad de seguir el entrenamiento con el general Grendel. Él mismo va a estar vigilando su desempeño y el de los otros clanes para escoger a sus hombres en los ejércitos.

Todos los jóvenes lucían más que entusiasmados ante el discurso de su líder y la presencia de este general, pero Kakarotto no dejaba de mirar por el lugar en busca de Straw. Sabía que no sería fácil, que quizás le tomaría años de entrenamiento tener la fuerza suficiente poder enfrentarlo y acabarlo, pero no le importaba dedicar su vida a eso. El ejército era el mejor lugar para hacerse fuerte y tener cerca a ese hijo de puta. No le gustaba mentirle a Raditz, pero sabía que no estaría de acuerdo con su decisión y eso solo los distanciaría, y era lo último que deseaba justo ahora que vivían juntos y tenían una buena relación.

—Soldado Kakarotto, responde la pregunta. Eres hijo de Bardock.

Kakarotto dio un pequeño brinquito cuando escuchó su nombre. Había estado tan pendiente de encontrar a Straw que perdió totalmente la concentración.

—Sí, soy hijo de Bardock, señor. —respondió con el ceño fruncido. Sabía que tarde o temprano (demasiado temprano para su gusto) le saldrían con el tema, y lo mejor era enfrentarlo enseguida.

—Muchos dirán que por tus venas corre sangre de traidor, soldado —dijo el general Grendel con tono severo—, pero yo soy de los que cree que no podemos cargar con las fallas de nuestra sangre, sin embargo tendrás que trabajar el doble si quieres dejar de ser el hijo de.

—Es por lo que estoy aquí —respondió mirando a los ojos al general.

—Así me gusta… Te estaré observando soldado. Si logras sorprenderme tal vez te guarde un lugar.

—Gracias, señor.

El general continuó hablando con el líder de escuadrón, a lo que Kakarotto aprovechó de seguir viendo a su alrededor. Pensaba que tendría la oportunidad de ver a Straw, pero debía tener paciencia. Le llamó la atención uno de sus compañeros al otro extremo de la fila que no dejaba de mirarlo. Hace tanto tiempo que no veía a Turles que pensaba que estaba muerto, pero no, ahí estaba igual de asombrado mirándolo, tal como la mayoría de los jóvenes. Por su mirada podía apostar que moría de rabia al verlo ahí presente… maravilloso, no solo tendría la presión de ser el más joven y ser hijo de un traidor, sino que ahora tenía un antiguo "enemigo" de la niñez que seguramente intentaría sabotear sus avances.

Pese a todo el niño sonrió emocionado por todo lo que le esperaba.


Yamcha


Ya que se les hizo demasiado tarde para volver al refugio decidieron dormir al aire libre, en un lugar seguro. En la cápsula llevaban sacos de dormir térmicos para protegerse del frío, por lo que no se vieron en la necesidad de hacer fogata para calentarse, además con la luz corrían el riesgo de atraer a alguien indeseable.

Yamcha decidió no dormir para cuidar a las jóvenes. Bulma, que no resistía mucho del frío se había acostado entre los dos y acurrucado a su lado, hace rato que dormía profundamente, mientras que Mai intentaba conciliar el sueño, pero le era imposible.

Nunca tuve la oportunidad de darte las gracias por salvar mi vida —susurró Mai a Yamcha.

Yamcha la miró, estaba tan atento en velar por el sueño de Bulma que no había notado que la otra chica no se había dormido.

No tienes que agradecérmelo, es lo que hubiera hecho cualquiera.

No, cualquiera no hubiera hecho lo que hiciste tú. Me salvaste de esos carroñeros y estoy segura no cualquiera hace eso por una desconocida… Gracias.

De nada, Mai —respondió sonriéndole.

Mai correspondió su sonrisa con un par de mejillas rojas.


—Yamcha, deberías ir a dormir, cuando Bulma despierte nos van a avisar —dijo Morgan con su característica voz suave. Bajo su ropa se podían ver las vendas de la herida en el abdomen que no había sanado por completo aún.

El joven, con ojeras más grandes de las que tuvo alguna vez en la Tierra permaneció en su asiento y miró a Bulma durmiendo en la cama de su habitación antes de responder.

—Quiero estar aquí cuando despierte, Morgan.

—Está bien, pero intenta dormir. Ese sofá está muy bueno para hacerlo —dijo apuntándolo con el mentón.

—Sí, lo haré —respondió sonriendo.

El hombre abandonó la habitación.

Yamcha se mantuvo en el asiento. No quería ir al sofá, de lo contrario se quedaría dormido enseguida. Ya era un mes desde que abandonaron la Tierra y Bulma aún no despertaba. Se supone que la tecnología en este lugar era superior, y los doctores afirmaron que ya estaba fuera de peligro, pero le desesperaba que no abriera sus ojos.

Suspiró cansado y triste. No podía quitarse de la cabeza la mirada de Mai cuando la alejaron de su lado, era algo que lo atormentaba y lo ayudaba a mantenerse despierto para continuar velando el sueño de Bulma. No sabía qué sería de la vida de todos una vez que las heridas sanaran y el tiempo pasara, pero nada sería igual sin Mai con ellos. Se había convertido en parte del grupo y sin ella habría siempre una herida abierta.


Bulma


Eres la niña más linda de este planeta —exclamó la mamá de Bulma cuando la vio llegar al jardín con su vestido nuevo.

¿Solo de este planeta? —preguntó la pequeña de 4 años corriendo alrededor de la mesa que habían puesto en el patio trasero. Desde ahí podían ver las cientos de mascotas del Dr. Brief.

La niña más linda de toda la galaxia, Bulma —respondió su padre mientras acariciaba a Tama que reposaba sobre su hombro.

Cuando Bulma dejó de correr se lanzó a los brazos de su madre, que la recibió con afecto y sentó en sus piernas. En la mesa había fruta, jugo fresco, galletas y cosas deliciosas hechas por la mujer.

Estas galletas son lo mejor que he comido en la vida —dijo el hombre—. Debería dejar el negocio de la Cápsula Corporación y dedicarme a vender tus galletas, querida.

Claro que no. La receta de estas galletas son un secreto. Nadie más que yo lo sabe, solo Bulma cuando sea grande y aprenda a cocinar lo sabrá.

Yo no quiero cocinar, quiero trabajar con papá y usar las joyas de mamá.

Los padres rieron ante el comentario de su hija.

Para trabajar conmigo Bulma, vas a tener que estudiar mucho.

Está bien —dijo como si ya lo tuviera resuelto. Sonrió más y sus ojos se iluminaron cuando su mamá se quitó su collar para ponérselo.

¿Al menos vas a aprender a cocinar mis galletas, Bulma?

Construiré un robot como papá para que te ayude a hacerlas cuando seas viejita y no puedas moverte.

Su madre rio, la abrazó con fuerza y le dio un apretado beso en la cara. Bulma sonrió y respiró el aroma del perfume de su madre que tanto le encantaba.


Cuando Bulma despertó terminó sentada en la cama a causa de una horrible pesadilla. Pensó que continuaba soñando cuando pudo mover sus manos y piernas sin problemas, ya que recordaba a la perfección el brutal golpe que sufrió contra la pared luego de disparar a la nave que estaba a punto de llevarse a su padre.

Asustada miró hacia el lado y encontró a Yamcha durmiendo en una incómoda silla y a Morgan asomado en la puerta con una sonrisa tan cálida que le hizo saber que ya estaban a salvo.


Mientras Bulma y Morgan caminaban por los pasillos del edificio, la chica no podía dejar de mirar por las ventanas. Era mucho más hermoso que la Tierra antes que se vieran obligados a esconderse para sobrevivir. El verde abundaba en las calles gracias a los hermosos árboles y montañas lejanas. La gente paseaba en la calle, se reía y conversaba sin temor alguno en sus corazones y las aeronaves poblaban el hermoso cielo azul. Era una imagen que Bulma pensó no volvería a ver. Lamentablemente no era motivo para sentirse feliz.

—¿Qué pasará con Mai entonces? —preguntó apenada.

—Enviaron naves de rescate a la Tierra, mejor equipados y con mayor capacidad, pero es poco probable que den con ella o con los humanos de los refugios. Esos carroñeros estaban bien equipados y ya deben estar demasiado lejos para encontrarlos, pero no te preocupes, estaremos atentos a las ventas de humanos en los planetas pertenecientes a la comunidad.

Bulma debía afirmarse del brazo de Morgan para caminar, aun estaba muy débil y adolorida, pero totalmente sanada de sus heridas internas.

—¿Y mi papá?

—Está durmiendo. En cuanto despierte podrás verlo.

—Por favor, Morgan, no me mientas, ya no soy una niña y soporto cualquier noticia.

—Lo sé, pero siempre serás mi niña —dijo melancólico.

—¿Le pasó algo a mi papá? —preguntó asustada.

—Físicamente está muy bien. De hecho, ahora tiene una pierna especialmente diseñada para su cuerpo que le permite caminar sin problemas. Ya no necesitará silla de ruedas… El problema es que todo lo vivido estos años, sumado a la terrible forma de salir del planeta lo agotó mentalmente… Pero espero que una vez que te vea bien vuelva a ser el de antes.

—¿Estamos muy lejos de la Tierra? —preguntó queriendo cambiar el tema para no llorar.

—Bastante. Viajamos tres semanas hasta llegar a este planeta y nos espera un viaje más largo aún para reunirme con mi familia.

—¿Has hablado con ellos al menos?

—Sí —respondió evidentemente feliz—. Mi hija tiene tu edad y muere de ganas por conocerte. Espero que los tres me honren y se vayan a vivir conmigo.

—No lo esperaría de otra forma —respondió Bulma contenta por Morgan. Debió detenerse cuando el hombre paró su andar. Más adelante había un joven de 17 años y mirada melancólica mirando por la ventana—. ¿Qué pasa Morgan? ¿Lo conoces?

—Fui novio de su madre durante nuestra juventud… —susurró más para él que para Bulma—. ¿Te molesta si lo voy a saludar? Hace poco perdió a su familia y creo que no tiene a nadie más en el mundo.

—Está bien.

Se acercaron al joven, pero Bulma se detuvo unos pasos antes para dejar que Morgan hablara con el chico de piel azulada y cabello rubio claro. Pudo reconocer la misma mirada de dolor que ella veía cada vez que se miraba al espejo.

—Príncipe Troy —dijo Morgan llamando la atención del chico—. Puede que no me recuerdes, hace mucho años dejé mi planeta, pero fui muy amigo de tu madre Alina… Sé que no encontrarás consuelo en mis palabras, pero tu madre fue una gran mujer y su muerte no ha dejado indiferente a nadie.

Troy miró a Morgan y casi pudo recordarlo de no ser por el dolor y el odio que no lo dejaban pensar con claridad.

—Sí, lo fue —respondió triste.

—Sé que muchos te lo deben de haber ofrecido, pero cuenta con mi apoyo y lealtad para cuando asumas el trono. En mi y mi gente tendrás siempre un aliado.

—Algún día te cobraré la palabra…

—Morgan, mi nombre es Morgan.

—Gracias Morgan.

El hombre hizo una leve reverencia en señal de respeto. Más adelante vio a otros conocidos de aquella época que no pensó volver a vivir.

—Bulma, vuelvo enseguida. —No esperó respuesta y fue a paso rápido para no perder de vista a las viejas amistades.

—¿De qué planeta eres princesa? —preguntó Troy cuando quedaron solos. Bulma pensó que el joven estaba jugando con ella, pero pronto se dio cuenta que no.

—De ninguno. La gente de Morgan nos rescató de nuestro planeta en ruinas.

—Lo siento mucho… Por tu porte pensé que pertenecias a la realeza.

—¿Hay más reyes y príncipes en este planeta? —preguntó curiosa.

—Así es. Varios han venido a refugiarse aquí al fin del mundo a la espera que las guerras cesen.

Bulma guardó silencio. Ella que había pensado que el infierno estaba en su planeta, y al parecer podía encontrarlo en todos lados.

Los jóvenes guardaron silencio y observaron por la ventana la hermosa vista primaveral. Ambos muy dañados y con temas pendientes. No tenían idea cuánto tenían en común…


Yamcha salió al balcón con un abrigo para Bulma que insistía en no entrar a su habitación. Había quedado enamorada de la ciudad llena de luces, ruido y movimiento. Intentaba no pestañear para no perderse ningún detalle.

—¿Crees que mi papá se mejore? Cuando me vio casi sentí que no me reconoció.

—Morgan dice que necesita tiempo —respondió abrazándola por atrás para darle más calor.

—Me dijo lo mismo, dijo que con tiempo todos sanaríamos, pero no siento que es posible… Estamos a salvo, ya no tengo miedo, pero no puedo sentirme mejor, no con mi papá así, no sin Mai y sin todas las personas del refugio que fueron cazadas.

—Te entiendo, pero confío que la encontraremos y que tu papá sanará. Todos lo haremos...

—Sé que debería sentirme bien, dichosa, pero no puedo, no puedo comenzar a sanar si siento esta tristeza tan grande y tanto odio en mi interior. —Las lágrimas no tardaron en aparecer. Lo último que Bulma quería era llorar, pero fue imposible. Había esperado a estar sin su padre y Morgan para desahogarse.

Yamcha la abrazó con más fuerza, pero no le dijo nada. Sabía lo orgullosa que era para todo, así que se limitó en acompañarla en silencio hasta que dejara salir toda la tristeza que la embargaba.

Era muy pronto para Bulma pensar en sanar heridas y dejar el pasado atrás, cuando las lesiones de todo lo que sufrió seguían abiertas y palpitantes. Debería pasar mucho tiempo para que eso ocurriera y hasta entonces, debería aprender a vivir con todo lo que le abrumaba para no dañar a sus seres queridos.

A Bulma le esperaba un largo camino de aciertos y errores para algún día encontrar la paz interior.


Saiyajin


Atlas dejó su arma junto al trono para recibir un obsequio que acababa de llegar. Al menos veinte sujetos vestidos de overol azul eran los encargados de mover y transportar el gigantesco acuario con ruedas que el mismísimo rey Vegeta había enviado para el monarca draxon en forma de disculpa por no poder asistir a su planeta en el plazo previamente pactado.

—Este cabrón sí que sabe disculparse —exclamó Atlas caminando alrededor del tanque de dos metros de alto por cuatro de ancho—. Haganse a un lado, maldita sea —dijo a los encargados del regalo, quería observarlo como correspondía.

El asistente de Atlas, un hombre alto y delgado que claramente no era un draxon, leyó con detenimiento la información que venía con el regalo para decirle solo lo que hombre necesitaba escuchar.

—Gran señor, la ninfa fue capturada durante una purga en el planeta Mezzanine, es de lo mejor entre su tipo y puede vivir dentro y fuera del agua, pero es en el agua donde alcanza su verdadero potencial.

La preciosa sirena de cabello lila y rostro triste, dentro del tanque se arrinconó asustada observando como era analizada por el monarca y todos los curiosos presentes del lugar. Jamás había sido pudorosa, no conocían eso entre la gente, pero bastó las miradas de todos para sentir la necesidad de ocultar su turgente busto desnudo con los brazos.

Dentro del agua sintió una falsa seguridad que no duró mucho. No esperaba que el inmenso hombre que recorría el acuario observándola, volara y sin ningún cuidado metiera la mitad de su cuerpo al agua para agarrarla del brazo y sacarla. Altas la dejó sentada en la pequeña superficie de piedra que disponía el tanque para tener una mejor visión de ella, sin la distorsión del agua.

—Gran señor, la ninfa se alimenta mayoritariamente de peces, algas y animales marítimos pequeños. No requiere mayor cuidado. Las instrucciones de mantenimiento del tanque se las daré al cuidador.

—¿Y por dónde se supone que la voy a coger? ¡No tiene piernas, ni coño! —vociferó casi como un niño malcriado decepcionado de su regalo.

El asistente continuó leyendo con rapidez, buscando si salía algo relacionado a la inquietud de su amo.

Sin ningún cuidado, Atlas manoseó la cola de la sirena, la tomó de las muñecas para bajarlas y poder ver su busto. De un tirón le quitó su collar de carey y pasó su rostro por su pecho para olerla y probar el sabor de su piel y pezones. La chica no pudo hacer nada contra la fuerza descomunal del hombre y no luchó cuando la obligó a abrir la boca para ver el estado de sus dientes.

—No importa —dijo satisfecho—. Ya encontré por donde nos conoceremos más tarde—. Le dio un ligero empujón para regresarla al agua—. Llevenla al zoológico —ordenó a los hombres encargados del transporte. Uno de los hombres de Atlas les indicó el camino.

—¿Señor, mando a preparar la sala de conversión?

—No, aún no, esta no podrá avanzar mucho si escapa del acuario, la quiero bien despierta.

—Cómo ordene, señor.


Horas más tarde, la joven sirena se encontraba en un rincón del acuario observando su collar destrozado, el único recuerdo de su familia que ya debía encontrarse muerta a manos de los saiyajin que invadieron su planeta. Las lágrimas desaparecían bajo el agua, pero eran abundantes y gruesas. Desde ese mismo lugar intentó observar a su alrededor, pero la poca luz se lo impidió, y ya que no parecía haber movimiento alguno decidió salir del agua hacia la superficie de roca para observar mejor.

La preciosa sirena enmudeció cuando comprendió que efectivamente se encontraba en un zoológico. La escasa luz no la dejó ver a lo lejos, pero pudo apreciar a la perfección la decena de acuarios sin agua que había a su izquiera, a su derecha y al frente, separados por un pasillo ancho y largo. Fácilmente contó treinta cárceles para treinta mujeres de diferentes razas y planetas dentro de prisiones de vidrio reforzado que en su interior recreaba artificialmente el ambiente necesario para sobrevivir. Era horroroso donde había terminado y considerando su movilidad reducida fuera del agua, no tenía posibilidad alguna de escapar.

Le llamó la atención que pese a que algunas de las peceras no tenían tapas, las mujeres no intentaran escapar. Simplemente debían subirse sobre algo, saltar y escalar, pero todas estaban sentadas, en silencio con la mirada perdida en la nada, casi durmiendo con los ojos abiertos y la mirada nublada.

La joven se arrastró por la roca hasta que llegó al vidrio y pudo asomarse por un costado para mirar a su "vecina" de celda. Le hizo señas con la mano, incluso le susurró, pero la mujer continuó sentada e inmóvil. La observó con atención y vio cicatrices de quemadura antiguas en su brazo derecho y parte del cuello, además, a la pobre mujer le habían afeitado el cabello, a la altura de la cien y por detrás de la oreja para atornillar una pequeña placa de metal a su cráneo. Ese objeto debía ser el que las tenía en aquel transe y seguramente también se lo pondrían a ella. La sirena volvió a llamar a la mujer de cabello y ojos negros, pero calló asustada cuando observó otro detalle de su vecina. No podía ser, tenía cola alrededor de su cintura, igual que los demonios que atacaron su planeta… Si una saiyajin no era capaz de escapar de este horrible lugar, entonces no había esperanza alguna para ella.

Desesperanzada regresó al fondo de la pecera en busca de su collar, esperando no volver a ver a ese horrible hombre, pero sabía que no sería así.

Mientras tanto en la pecera de al lado, la saiyajin continuaba ajena a todo, tal como sucedía con las cientos de mujeres del zoológico cuando apagaban las luces. El aparato en su cabeza funcionaba tan bien, que en estos casi tres años de encierro solo debieron cambiárselo un par de veces, pero cuando el silencio y la oscuridad reinaban, el último recuerdo violento que vivió antes que su vida cambiara por completo salía a flote.

Volvía a experimentar el miedo terrible de que le arrebataran a su niño querido por no tener rabo, la ira incontrolable cuando luchó con su cuchillo carnicero para mantenerlo a su lado; el dolor indescriptible cuando lo alejaron de ella. Luego la sangre, los gritos, el fuego y más dolor. Todo ese infierno lo revivía dentro de su cabeza cada noche sin poder reaccionar. El nombre Kakarotto aparecía insistente entre gritos internos, incluso lo tenía escrito con sus uñas en el piso de la pecera, sin embargo cuando llegaba la luz del día todo se borraba y esa palabra escrita una y otra vez en el suelo ya no tenían ningún significado para ella.


Vegeta


Vegeta de 5 años sintió que casi quedaba sin aliento cuando vio la batalla ante sus ojos. Lo habían preparado toda su vida para este momento, para asistir a una guerra real en otro planeta, pero la realidad golpeó su pequeño cuerpo y no supo reaccionar, el miedo y la sorpresa fueron mucho más fuerte que cualquier deseo. Ni siquiera las ganas de demostrar ser hijo del rey lo motivaron a volar y combatir.

Cuando vio al enemigo volar directo a él quiso defenderse y atacar, pero además del temblor de sus extremidades, no hizo más, estaba totalmente paralizado. Antes que los rayos pudieran siquiera agitar su capa roja, Koora se puso ante él, lo tomó en brazos y recibió todo el impacto de los ataques en su espalda. El pequeño niño observó a su madre apretar los dientes, con el ceño fruncido y no se movió ni un milímetro de su lugar, estrechándolo entre sus brazos, protegiéndolo con todo su ser.

¡¿Dónde carajo está la guardia del príncipe?! —rugió cuando los ataques cesaron. No tardaron en llegar los cuatro soldados del príncipe Vegeta que lo perdieron de vista solo por un segundo. Afortunadamente para ellos, Vegeta ni siquiera se había despeinado.

Vegeta pensó que su madre lo reprendería por su paupérrimo comportamiento cuando lo dejó en el suelo, pero en lugar de eso solo recibió una cálida sonrisa y un guiño. Inmediatamente después la mujer se lanzó contra los ocho guerreros que osaron intentar lastimarlo. Anonadado, observó cómo su madre con la armadura completamente destrozada en la espalda era capaz de eliminar a esos hombres con una agilidad asombrosa.

¡Era tan poderosa!

Anhelaba tanto algún día ser como ella.


El traje de combate azul, la capa, armadura, guantes y botas quedaron atrás en cuanto pisó tierra. Fue tan fácil vender su ropa que se sorprendió, y con el dinero obtenido consiguió una nueva, acorde al planeta (demasiado holgada para su gusto) pero justo lo que necesitaba para cubrir su rostro en caso de encontrar hombres de su padre. Porque estaba seguro que su padre debía tener el reino dado vuelta con tal de encontrarlo.

Las ropas de colores claros y crema ayudaron a que el violento sol fuese más soportable, pero por un momento pensó que hubiese sido buena idea conservar las botas para no sentir la arena caliente bajo sus pies, aunque ya no importaba, acababa de vender su nave y estaba a punto de conseguir otra a un muy buen precio.

Nuevamente Koora se hizo presente en su cabeza cuando debió negociar en idioma extranjero por la nave. De no conocer más idiomas hubiese sido imposible llegar así de lejos sin usar la fuerza bruta, como solía hacerlo su raza, pero él era inteligente y capaz de lograr las cosas mediante el uso de las palabras… tal como Koora le había enseñado y él tanto que se había reusado en aprender y estudiar.

En cuanto abordó su nueva nave, que incluía un pequeño baño y cuarto para dormir cuando dejase el piloto automático, se quitó la ropa y quedó solo con pantalones blancos anchos. Se sentía raro de esa forma, pero lo ignoró y se apresuró en hacer andar la máquina. Necesitaba alejarse más, mucho más. No era suficiente lo avanzado, todavía sentía la culpa, el odio a sí mismo y el dolor carcomerle desde los huesos hacia afuera, tenía que huir.

No dejaba de cuestionarse todos sus actos y pensamientos, junto con su supuesto deber y responsabilidades como príncipe. No estaba seguro de nada, ni siquiera de su crianza, que fue lo que lo llevó a… a aquel descenlace con Koora. ¿Qué es lo que era sin corona, sin reino, sin título? ¿Qué fue lo que llevó a Koora a actuar como lo hizo? Necesitaba entender a Koora, necesitaba encontrar respuestas a como diese lugar.

Cuando la nave estuvo inmersa en el espacio, en medio de la nada, el joven se sentó en su asiento junto al panel de control, donde dejó el recorte de periódico de la foto de su madre, su hermano y él, el único recuerdo de su vida en Vegetasei. Allá atrás no había nada para él, necesitaba respuestas y esperaba encontrarlo en otro lado, muy lejos. Lo que no sabía era que muchos años después el destino lo haría regresar al mismo lugar del que ahora huía con tanta desesperación, y sería ahí mismo donde encontraría lo que tanto buscaba.


Fin de la primera parte


Y sigo sin creer que finalmente terminé El Legado. Les juro que me embarga una felicidad muy extraña porque me hizo llorar.

Pretendía hacer la tremenda nota de autor, casi del tamaño del fic (mentira, exagero) pero estoy tan cansada, porque como podrán ver, el capítulo salió muy largo. Es el capítulo más largo del fic, con 36 páginas. Tengo los ojos cuadrados de tanto escribir estos últimos 3 días, así que intentaré ser breve. Cualquier cosa lo podemos discutir cuando responda sus rws.

Amé el final de Raditz y Kakarotto, ellos más que nadie necesitaban algo bueno y vivir juntos como los hermanos que se aman y protegen. Ya están más grandes y tienen su vida que seguirá adelante. Kakarotto entrenando con un objetivo en mente y Raditz por fin armándose de valor para hacer las cosas. (Me encantó escribir a Raditz con Ginn)

Por fin se supo el secreto mejor guardado del fic! Gine está viva! me costó tanto guardar este secreto y simplemente tenía que mentir cuando me enrostraban todo lo que habían llorado por su muerte. Ahora, no está en el mejor lugar del mundo, pero está viva, y en la segunda parte conocerán más de cómo llegó ahí. ¿Ahora entienden por qué Bardock no murió? Tendrá mucho que hacer.

El rey Vegeta no tiene tiempo de descansar, pero se lo merece por cabrón y ya debería ser hora de hacerse revisar, o van a seguir engañándolo con los hijos jajajajaj. Su hermano Torn y Rave tienen una historia muuuuy larga y también tienen planes para quedarse con el trono así que mejor que reacciones o va a terminar mal.

Por fin despertó Kyle y su instinto clama por Bardock, pero no tienen idea de lo que sucede a su alrededor, es demasiado pequeñita para reaccionar. Habrá que esperar la parte 2 para verla de adolescente.

Nuevamente la ternura de Milk le salvó la vida, pero ¿hasta cuándo podrá ser así?

Mai se salvó de ser vendida como prostituta, pero le tocó ir a un lugar peor. Y me imagino que adivinan dónde le tocó ir a Lunch, jajajaj es demasiado obvio.

Tarble tiene muchas heridas que sanar y el pobre quedó más solo que nunca. Me da mucha lastima con él, odio verlo sufrir, pero así es la vida en ese planeta. Apareció Broly, lo que significa que también tendrá su parte en la continuación del fic.

Yamcha va a tener que cargar con la culpa de haber dejado a Mai, lo cual va a influir a futuro en su proceso de sanación al igual que Bulma que pese a ya estar sanos y salvos no se sienten felices y bien pese a haber salido del infierno… ¿Se fijaron con quien conversó Bulma? Sí, con Troy, el hijo de Alina.

Y finalmente Vegeta. No es claro dónde va, pero sí que no tienen intensiones de volver a Vegetasei. No le importó el reino ni sus deberes. Se puede decir que lo sucedido con Koora fue como lo que pasó con ella cuando hirieron a su hijo al borde de la muerte. Nadie cambia después de experimentar algo así.

Y no puedo dejar de mencionar que amé volver a escribir de Koora aunque sean en unos flashbacks.

Bueno, vuelvo a agradecerles mucho el apoyo que me dieron y me acompañaron al final, especialmente a Ina y las chicas del chat (y Charly) que me llenaron de energías para continuar escribiendo cuando la depre me bajaba y estaba cansada. Un abrazo y beso apretado. Infinitas gracias.

Espero sus rws! Estoy ansiosa por comentar con ustedes y tal vez ande de generosa y responda dudas de El Legado II jajajajaj estoy de muy buen humor.

Nos estamos leyendo en otra historia proximamente.

Dev.

19/05/20.