Dedicado a: Angekila. Por su cumpleaños y para agradecerle todo el apoyo que ha dado este año (no llevo mucho aquí). Espero que te guste, :3.


Shaman King no me pertenece. Si así fuera hubiera hecho lo posible para que le crearan un remake más apegado al manga.


•The only exception•

Pasó sus delicados dedos sobre las hojas de carpeta revisando cada fotografía con detenimiento, sintiendo la mirada curiosa de la peliazul llena de nerviosismo.

Aunque su rostro reflejaba lo contrario, esas fotos estaban de maravilla.

La dueña de dichas imágenes decidió ahogar un suspiro al ver pasar otra hoja más donde la rubia miraba con detenimiento cada detalle de las imágenes. La oficina era gigante, decorada con estatuillas antiguas, una alfombra, pinturas asombrosas, una mesa de cristal y un ventanal que dejaba mirar a la ciudad con un cielo azul, mas ésta no lograba ocultar ese incómodo silencio que sólo lo interrumpía las manecillas del reloj. Miró a la editora de la revista de modas más famosa de todo Japón cerrar de golpe la carpeta donde segundos después la extendió hacia su dueña quien, de la impresión, sólo miraba los ojos negros de la chica.

―¿Dónde tomaste esas fotografías? ―preguntó después de unos segundos, frunciendo un poco más el entrecejo y recargando su barbilla en su mano, apoyándose en su mesa. Miró fijamente a la peliazul, quien tragaba saliva nerviosamente.

―En mi escuela y cerca de mi casa: fueron tomadas para que pudiera titularme...

―¿Y con estas fotografías lo lograste?

La chica se sintió pésima al escuchar las palabras tan secas de la rubia. ¡Podían jurar que eran peor que un mismo insulto! Sólo asintió ante el cuestionamiento y agachó la mirada, apretando con fuerza su falda de holanes azul. Maldita sea, ¡es que su mirada es tan pesada!

Ni siquiera se dignó a levantar la vista cuando escuchó a la rubia tomar su teléfono y llamar a su asistente quien segundos después apareció en la puerta con un folder negro y traje sastre lila grisáceo. Podía jurar que sus párpados ahora estaban llenos de lágrimas.

―¿Necesita algo, señorita Kyoyama?

―Sí, Tamao. Ella es Pirika, Usui Pirika. Necesito que la guíes hasta la oficina de Lyserg.

¿Lyserg?, se preguntó. ¿Para qué quería que fuera a la oficina del dichoso Lyserg? ¿Demanda para que se alejara lo más posible de ese establecimiento? ¿O de ella, tal vez? Instantes después no pudo ocultar su sonrisa. ¿Acaso era...?

―¿Inmediato? ―preguntó la ojivioleta, entendiendo rápidamente la petición que su jefa le hacía.

―Claro, contrato inmediato... bueno, si la señorita Usui quiere. Ese es el tipo de eficacia que quiero y buscaba para las próximas fotografías.

Pirika no ocultó su sonrisa gigante al escuchar las palabras de su ahora jefa. Si no fuera porque requería seriedad ya se hubiera lanzado sobre ella, asfixiándola con sus abrazos y matándola con sus besos. Se levantó lentamente, tomando la carpeta y abrazándola con fuerza. Sin ocultar su sonrisa, extendió la mano a la ojinegra quien le miró por unos segundos, dudosa.

―¡Muchas, gracias! Le aseguro que no la decepcionaré. Gracias por la oportunidad.

La rubia se levantó y, sin siquiera mostrar una sonrisa complacida o algo, estrechó la mano de la ojiazul. A ésta no le impresionó: por algo era muy nombrada en las revistas más famosas del mundo.

Una vez separadas sus manos, Pirika casi saltaba hasta donde estaba la pelirosa esperándola con una tierna sonrisa, lista para llevarla a firmar el esperado contrato.

Y cerrada la puerta, la rubia no ocultó más su sonrisa, sentándose y mirando por dónde habían salido las dos mujeres.

―Yo sé que no ―murmuró para sí―. Harás un gran trabajo.

Como le hubiera gustado decírselo frente a frente, dándole confianza a la peliazul para que no se sintiera incómoda con ella.

Pero no. Ella no era así. Ella era Anna Kyoyama, editora de una de las revistas de moda más famosas de todo Japón, seria, firme, de carácter peor que el de un viejo berrinchudo, de mano dura y fría, que no le temblaban las piernas a la hora de enfrentar cualquier problema que se le presentaba. E, incluso, la consideraban cruel.

A todos los trataba igual: cortante, fría, ruda y cruelmente. Simple y sencillamente no tenía «favoritos», tampoco odiaba a nadie. Y exactamente, nadie era su excepción. Por algo era bien reconocida. Y le gustaba recalcarlo.

Amaba su soledad, de eso estaba segura. Siempre le había gustado mantener una distancia con su alrededor. Había sufrido y aprendió que lo mejor era enfrentarse al mundo sola y con cara seria, que mal acompañada y fingiendo una sonrisa. Se había jurado a sí misma que los sentimientos jamás se interpondrían en su vida; sólo estorbaban. Había aprendido bastante después de sentir el maltrato de su madre y la indiferencia de su padre.

Había aprendido que la vida no era un cuento de hadas; y de la manera más fea y cruel posible.

Dejó sus pensamientos a un lado cuando escuchó el llamado a la puerta. Frunció el ceño: sabía perfectamente quién era y no estaba de humor para recibirlo... bueno, cuando se trataba de él jamás estaba de buen humor.

―Pase ―gritó segundos después de escuchar el segundo llamado a la puerta, tallándose la cara y esperando a que, esta vez, ese idiota acatara sus peticiones.

―Buenas tardes, Annita, vengo a entregarte la entrevista que me pediste.

Sólo hizo una señal para dejar pasar al pelicastaño y que éste le pudiera entregar la hoja con la entrevista, aún con una sonrisa gigantesca que la irritaba en cualquier sentido.

―No me llames «Annita», Asakura. Puedes retirarte.

Y como lo esperaba, el moreno ignoró su orden y se sentó en la silla recién ocupada por su nueva fotógrafa. Aún tenía el descaro de ignorar sus órdenes y hacer lo que se le viniera en gana cuando le convenía; y la única razón que encontraba para que él hiciera aquello era que era un idiota y tal vez retrasado mental.

Y por eso, Anna lo odiaba de sobremanera.

Pero, ¿qué más daba? Le venía valiendo queso si el imbécil frente a ella la ignoraba, se sentía orgullosa de sí misma. Y nada ni nadie la iba a hacer cambiar ni de carácter, ni de opinión, ni de parecer. Se educó así; y así seguiría siempre...

¿Verdad?


Wiiiiiiiiiiiiiii, por fin terminé esto.

Jaja, es extraño porque no sé todavía cómo plasmarla en Word y ya la publiqué, lel.

En fin, ¿por qué hago esto si todavía tengo un fic pendiente que no me he esforzado en actualizar? Bueno...

Este fic va hecho con mucho amor y caramelo para Geki (Angekila) por ser su cumpleaños. Sé que fue hace como veinte mil años (o sea, una o dos semanas) peeeeeeeeero ya tenía planeado desde hace muuuuuuucho tiempo regalarle esto.

Geki, si estás leyendo esto, espero que hayas pasado un feliz cumpleaños y que te haya gustado mi regalito, :3. Mariachis para ti cantando «las mañanitas» con un pastel gigante, :D. Obviamente lo continuaré, esto sólo es el inicio. Pero tenme paciencia: ya casi entro a la escuela y...

Sufro, T.T.

Bueno, ¿les gustó? ¿Quieren que lo continúe? ¿O lo borro de la faz de la página? Díganme qué piensan; contestaré, lo prometo.

Un besote. Que notas de autora más larga. Que sueñen con Ryu y sus labios gigantes. Bye. ^-^/.