DISCLAIMER: (Sí, en grande pa' que se vea xD) Nada es mío, todo es propiedad de Hoshino o sus diversos autores, si hablamos de música y tal.
¡Bienvenidos! He aquí mi primer fic. Tenía la intención de escribir un melodrama de los buenos... O lo que creo yo que es bueno, vamos. Últimamente me había quedado sin una buena dosis de tragedias con final feliz por aquí y... Decidí publicar la mía propia. No me la insultéis mucho que es mi primera historia...
Bueno bueno, espero disfrutéis del primer capítulo, que es más bien un prólogo en el que trato los temas en los que se basará la historia. Si os aburre... Dadle una oportunidad al segundo va... Ahí es donde empezará verdaderamente la historia en sí.
Luego de advertencias tenemos lo siguiente... (Lo pondré en negrita y así mola más).
ADVERTENCIAS: Yaoi, Violencia, Cortes (supongo que sabéis a lo que me refiero... Sois todos unos emos xD) Suicidio, Sangre... De momento, si hay algo más ya lo advertiré después, en otros caps...
Y eso es todo amigos, no olvidéis comentar, todo me ayuda a mejorar y a animarme a escribir algo xD ¡Hasta la próxima!
Dolly.
P.D: HISTORIA EDITADA! Quitando cosas que no tenían razón de ser y poniendo otras que se acercan más al canon. Y ya está.
Cuando Allen era pequeño se prometió salir adelante ante cualquier adversidad. Mana le había enseñado que, si confiaba en sus posibilidades y elegía siempre lo que creía mejor desde lo más hondo de su corazón, la vida le sonreiría. "No te detengas, sigue caminando" eran las palabras que le repetía una y otra vez, sin cansarse. Mana era muy optimista, se decía Allen, y cuando Mana murió, Allen juró seguir sus pasos sin flaquear, superando cualquier bache que encontrara en el camino. Y al cabo de los años, las palabras de Mana habían hecho que su vida llegara a ser la mejor para él, que seguía siempre adelante consiguiendo lo mejor... Y siempre sonriendo.
O al menos, era lo que él creía. O se intentaba decir.
Aquel día Cross no estaba. Habría vuelto a irse con sus "amigas" y a emborracharse con el dinero que Allen ahorraba para él, trabajando en sus horas libres. Mejor que se fuera, se dijo Allen. Así con suerte cuando volviera a casa aquella noche posiblemente estuviera durmiendo y no le amenazara otra vez con una botella de cerveza medio rota.
Así era Cross, su tutor. Mientras estaba sobrio no solía ser muy malo con Allen, sólo tenía un humor de perros y era mejor no hablarle mucho por si le echaba en cara que los domingos se tomara un descanso en el trabajo y no le diera ese dinero a final de mes, o que parecía un transexual con sus ropas y su aspecto... Pero lo peor llegaba cuando estaba borracho. Ahí Cross realmente se pasaba.
Pero él seguía caminando, adelante, sobreviviendo ante cada paliza, ante cada hueso roto, ante cada humillación. En cierto modo se estaba acostumbrando al dolor.
El dolor a veces provenía de su novio Tyki Mikk. Tyki tenía tres años más que él, es decir, diecinueve. Y Tyki no era precisamente el novio ideal. Sus hermanos eran la mitad pandilleros y la otra mitad asesores financieros. Allen no sabía qué mitad era la peor, suponiendo que los asesores trataban con gente del lado oscuro de la sociedad. Cuando empezaron a salir, hacía un año, Tyki era el novio más atento del mundo; dulce, amable y cariñoso. Pero las cosas se torcieron a los tres meses y sin saberse cómo Tyki cambió.
Ese cambio empezó en una reacción más arisca de lo normal cuando Allen le hablaba de sus amigos, o de su trabajo, o de las cosas que le gustaban y no compartían. Ya en el día en el que hacían cuatro meses, Tyki le levantó la mano por primera vez.
Estaban los dos en el coche de Tyki yendo hacia un festival de Heavy Metal en Oregón, cuando a Allen se le ocurrió hablar de un chico de su clase que le caía muy bien desde hacía un tiempo y que también iba a estar en el festival. A Tyki se le cruzaron los cables y le pegó un puñetazo en la mejilla con todas sus fuerzas.
Allen lloró y se deprimió mucho ese día, pero Tyki le prometió que nunca pasaría más, que todo era un desliz y nada más; que lo amaba como nunca amaría a nadie, y que prometía hacerlo feliz a partir de entonces.
Allen siguió adelante, creyendo en las palabras de Tyki como una promesa de salvación. Creyendo que todo mejoraría con el tiempo, a pesar de que le insultara, le pegara y le humillara en cuanto tenía la oportunidad. Tyki lo amaba, y él a Tyki, no hacían falta más motivos.
Aquel día Allen había quedado para ir al cine con Tyki. Una peli no más, cenarían quizá iría a casa de Tyki para saciarle las ganas de hacer el amor; cosa que Allen parecía no tener, y luego regresaría a casa. Allen intentó sonreír ante el espejo mientras se preparaba, pero lo único que consiguió fue esbozar una, tan falsa que casi rompió a llorar. Se sentía un monstruo, patético y anormal, que sólo sabía llorar y ser el causante de la ira de la gente que amaba.
Aunque su corazón se partiera en mil pedazos, aunque su cuerpo se llenara de cicatrices, y aunque su alma muriera día tras día, él seguiría adelante, con la vida que alguien como él merecía, sin pedir más, porque sabía que en vez de encontrar la felicidad, podría caer más hondo en el abismo.
Por el bien de Mana y por el bien de su vida. Seguiría adelante con su patética tragedia. Hasta el fin de sus días.
O hasta que alguien lo salvara.