Hola, hola! bueno otra vez les recuerdo que la historia fue inspirada por la canción "a thousand years" de Christina Perri (la encuentran en youtube), si la quieren escuchar mientras leen, además de que algunos diálogos son a partir de la letra de la canción.

Bueno, pues el último capítulo de esta historia es muy corto, así que decidí unirlo a este. Sip, así es, esté es el último capítulo de la historia y aquí se los dejo:


Capítulo 32

Neil observa desde uno de los árboles de la mansión como Candy se despide del rubio dejándolo solo sentado en la sala con un libro en la mano. «Perfecto» piensa el castaño y se mueve entre las ramas con torpeza esperando que se encienda la luz de la habitación de la rubia. Espera un rato y nada sucede. Se sorprende pero espera pacientemente. No tarda en darse cuenta que Candy sale con George por la puerta principal. Toma un coche y se alejan rápidamente. «Esta solo» piensa Neil con una sonrisa. «Ese imbécil de Johnson ha salido con Candy…»piensa mientras se mueve hacia el balcón del patriarca. Medita un poco el salto al ver que el árbol está bastante lejos del balcón. Medita entrar por los jardines, pero luego decide esperar.

Albert lee el mismo párrafo de su libro una y otra vez. Siente una enorme tensión y deseo de que Neil aparezca y terminen con este asunto para así poder disfrutar de su amor con Candy. «Candy me ama» piensa con una enorme sonrisa en el rostro «Candy me ha amado siempre y por fin estamos juntos» el rubio se pierde en sus pensamientos logrando olvidar por un momento lo que espera suceda. «Vamos Neil» piensa por fin «ven a buscarme, dame la oportunidad de golpearte por lo menos una vez…». Pero Neil no aparece, la noche prosigue y Albert empieza a sentir incomodidad en la espalda, desearía acostarse pero quiere estar en la silla cuando aparezca, desea poderse mover aunque sea un poco con él presente.

George y Candy entran por la parte de atrás, se reúnen con James el mayordomo y algunos hombres más del servicio, todos a la espera de lo que pueda suceder. George les pide con un gesto que guarden silencio y no se acerquen a la mansión. Candy y George entran en la casa hasta la biblioteca, ahí está uno de los hombres de seguridad y les dice que saben que está por los alrededores pero que no ha dado muestras de entrar a la casa. Los tres esperan en la biblioteca por lo que parece una eternidad.

- George – le dice Candy en un susurro – él no atacará hasta que sepa que todos están dormidos. Albert está en la sala y si nos vio salir, debe estar esperando a que regresemos. Sabe que lo haremos tarde o temprano.

Los hombres meditan las palabras de la rubia y después de un rato vuelven a salir de la casa por la parte de atrás, rodean y entran por la entrada principal, en la puerta George se despide de la rubia diciendo que dará una vuelta por el jardín antes de ir a su habitación en la parte de atrás. Candy entra en la casa y sube a la habitación de Albert.

- ¡Candy! – exclama el rubio al verla entrar en la habitación llevándose un gran susto - ¿Qué haces aquí?

- Estamos seguros que Neil nos ha visto salir y no ha atacado porque espera nuestro regreso. George se ha ido a dormir, bueno, debe estar ya en la biblioteca. Yo he venido a despedirme y me iré a mi habitación

- Enciérrate bien, Candy – le pide el rubio

- Lo haré – le responde con un guiño y su hermosa sonrisa – no creo que entre hasta que vea la luz apagada…

- Esperaré un rato más, luego la apagaré. Será como si me he quedado dormido en el sillón.

- Cuídate mi amor – le dice la rubia antes de salir de la habitación. Albert sonríe ante sus palabras. Es la primera vez que le dice "mi amor".

Neil observa que la rubia deja la habitación de Albert después de besarle varias veces «así que entre esos dos hay algo…» piensa el castaño. Luego se mueve entre las ramas y observa como la luz de la habitación de Candy se enciende. Espera un poco y ve como la del rubio se apaga. «deben ya de haberlo acostado» piensa descubriendo que es su oportunidad. Se mueve entre las ramas y salta al balcón más cercano. Se tambalea un poco al caer pero conserva el equilibrio. Mira a través de la puerta de cristal, sin observar nada extraño. Su objetivo está sentado en un sillón mirando hacia la puerta de la habitación de espaldas a él. Abre la puerta con suavidad y entra; camina lentamente hasta estar a unos centímetros de distancia.

- Así que eres amante de William – le dice tomándola con sus fuertes brazos por el cuello. Candy no tiene tiempo de pronunciar palabra, la está ahorcando. – no te preocupes huérfana, no te voy a matar… todavía. Vayamos con él para que vea como lo hago. – dice abriendo la puerta de la habitación caminando por el pasillo hasta la recámara principal.

Neil abre la puerta y entra con Candy cerrando la puerta sin ninguna precaución. El ruido alerta a los guardias y al patriarca quien enciende la luz listo para enfrentarse a él. Lo que encuentra le deja sin habla. Sus peores temores se están haciendo realidad. Por ese motivo había renunciado a ella la última vez, pidiéndole a Terry que se la llevara a Los Ángeles; por ese motivo había peleado con ella par que fuera al Hogar de Pony y por ese motivo él le había rogado que se fuera de la mansión esa noche. Ahí estaba lo que más amaba en la vida, en manos de ese ser despreciable, y él sin poder correr a quitársela.

- Que gusto me va a dar matar a esta estúpida huérfana enfrente de ti – dice Neil acercándose al patriarca con el cuello de Candy entre sus manos. Sus palabras alertan a los mellizos y los guardias al saber que Neil tiene a Candy de rehén. Ninguno sabe si viene armado y si se descubren pueden darle tiempo de lastimarla. Así que esperan que Albert diga algo antes de salir de su escondite. Pero Albert está mudo. Neil se acerca más a él, riendo al verlo inmóvil, pálido… derrotado. – vamos tío, por lo menos gritabas cuando era esa señora gorda que te cuidaba, ¿acaso no quieres siquiera a Candy un poco? ¿no ha sido una buena enfermera contigo?

Albert siente una gran furia en su ser, tiene las manos en la ruedas de su silla y por fin reacciona quitándose la manta y moviendo la silla hacia él.

- Vaya – le dice sorprendido el castaño – ahora no tendré el gusto de verte en el suelo como un completo inútil

- ¡Suéltala! – le grita el rubio furioso

- Considero que si tú has lastimado a mis padres, yo lastime a tu amante ¿no te parece? – Neil se concentra en el cuello de la rubia y comienza a apretarlo con fuerza. Albert rueda rápidamente hacia ellos estampándose contra él. Neil recibe el golpe y suelta a la rubia quien da unos pasos cayendo en la cama del rubio, comenzando a toser. Albert toma al agresor por el torso, le acerca y golpea fuertemente en la mandíbula un par de veces antes de que los mellizos salgan de su escondite quitándoselo de las manos al rubio. Albert sigue intentando golpearle sacando su furia con él por intentar matar a su adorada Candy. Los guardias de seguridad resguardan al castaño mientras los mellizos controlan al rubio. Candy se acerca a él logrando tranquilizarlo.

- ¡Candy! – exclama el rubio tomándola entre sus brazos sentándola en su regazo.

- Ya pasó Albert – le dice arrojándose a su pecho abrazándolo. Feliz de saber que ya la pesadilla ha terminado

- ¿Estás bien, pequeña?

- Estoy bien, Albert. te lo aseguro. Sobre todo porque ya tenemos a este hombre y no volverá a hacerte daño

En poco tiempo la gente de la mansión está movilizada, la policía de Chicago entra en la casa y detienen al castaño para encarcelarlo. George y la seguridad acompañan a la policía a levantar el acta, asegurarse de que el detenido sea resguardado y dar su declaración.

Alfred lleva un poco de té a la habitación y salen rápidamente dejando a los rubios solos. Candy sirve un poco de té que entrega al rubio y luego tomando otra taza se sienta a su lado.

- Lo siento mucho Albert – le dice después de un largo silencio – hice todo lo que me pediste que no hiciera

- Por suerte todo salió bien, Candy. Te tengo a mi lado y estás a salvo

- Y Neil ya no nos molestará más.

- Podremos ser felices – le dice el rubio acercándose a ella para besarla. Candy acorta la distancia y le besa llena de amor.

- A tu lado siempre lo he sido, Albert – dice entre un beso y otro. Él rubio termina la serie de caricias y rueda hacia el ropero de la habitación buscando algo. Candy se acerca ofreciendo ayuda pero él encuentra antes lo que busca. Entrega la pequeña caja negra a la rubia y la invita a sentarse nuevamente en la sala. – ¿qué es? – le pregunta intrigada

- Es el anillo de compromiso de mi madre

- ¡Albert! – exclama sorprendida. Albert toma sus manos con la caja en ellas, clava su mirada en la de ella y observa como comienzan a salir lágrimas de ellos. Sonríe.

Capítulo 33

Sus corazones laten rápidamente, el mundo recupera sus colores y promesas de un futuro posible. El hombre suspira mirando los bellos ojos esmeralda de la mujer que ama.

- Mi querida Candy – comienza a hablar observando como el tiempo se detiene en la belleza que ella es. Suspira «debo ser valiente» piensa el rubio – he muerto cada día esperando por ti…

- Albert, no tengas miedo, te he amado desde hace mil años y te amaré por mil más – le dice la rubia sin dejar de mirarle. Él sonríe y continua hablando

- No dejaré que nadie más se vuelva a llevar lo que tengo delante de mí; cada respiración, cada momento, cada hora nos ha traído hasta este momento. Siempre supe que te había encontrado, solo necesitaba que el tiempo trajera tu corazón hasta mí.

- Y aquí estoy, Albert – le responde la rubia acariciando suavemente el rostro del rubio, secando las lágrimas que esos ojos de azul profundo empiezan a derramar – Amor, no tengas miedo, te he amado siempre, desde ese día en la Colina de Pony. Estoy segura que te he amado desde hace mil años y te amaré por mil más

Candy se levanta de la silla sentándose en el regazo del rubio, le rodea con sus manos y le besa en cada una de las lágrimas que resbalan por sus mejillas. Luego le besa en los labios buscando demostrar la seguridad de su amor por él. Albert la rodea por la cintura, deja a sus manos recorrer la espalda de Candy y la abraza con fuerza como si quisiera fundirse con ella.

- Te amo Albert – susurra entre besos la rubia. Él la separa un poco y volviendo a tomar la caja en sus manos la abre sacando un hermoso diamante solitario. Candy observa el anillo y sonríe no solo por la belleza de la joya sino por el significado que tiene para Albert y para ellos.

- ¿Aceptarías ser mi esposa, Candy? ¿Compartir nuestras alegrías y tristeza por el resto de nuestras vidas?

- ¡Por supuesto! Como lo hemos hecho siempre y los seguiremos haciendo por mil años más – responde la rubia besando a su prometido mientras este le coloca el anillo en su dedo.

La tensión y las emociones del día les hacen mella. Candy transfiere al rubio a la cama y éste, tomándola por la cintura la jala hacia él haciéndola caer a su lado.

- ¿Te quedarás? – le pregunta no desando separarse pero no queriéndola presionar

- Por siempre– le susurra con dulzura. Se acomoda dentro de las sabanas y toma su posición favorita, rodeando al rubio: su cabeza en el hombro, su brazo alrededor del fuerte pecho y sus piernas entrelazadas con las de él.

Albert apaga la luz, besa la frente de su adorada Candy y cierra los ojos sintiéndose el hombre más feliz del planeta.

Fin


Dejenme decirles que me sorprendió mucho la respuesta a esta historia, además de que no creí que fuera a ser tan larga, según yo sería de unos cinco capitulos. Muchísimas gracia a todas las que siguieron esta historia y las que dejaron sus mensajes, no saben lo feliz que me hicieron.

Como pueden ver la última escena es la que más se basa en la canción así que a partir de esa escena es que desarrollé la historia, por eso la termino aquí, aunque creanme que me quedo con algunas ideas de lo que debería seguir con estos dos rubios, así que ustedes denme más ideas y veamos si puedo seguir esta historia con otro fanfic.

Muchas gracias por sus comentarios, por seguirme durante este tiempo y espero leerlas pronto! saluditos, Alif.