¡Hola!

No esperaba publicarlo ya, pero me agarró el ataque de querer hacerlo y lo hice. Apenas voy un par de capítulos, que no les sorprenda que me tarde en la continuaciín (igual saben que siempre, SIEMPRE termino lo que empiezo).

Es la primera vez en mucho tiempo que me animo a escribir algo que no sea corto, o al menos la idea es hacerlo de varios capítulos. Todavía no tengo idea de lo que me va a llevar, solamente les puedo decir que ya tengo toda la idea más o menos estructurada en mi famosa libretita de fics (donde anoto toda la magia) y que tengo pensado esto desde hace muchísimo tiempo. Es uno de esos proyectos que le rondan a uno la cabeza hasta que se decide escribirlo de una vez, y bueno, fue así.

Me cansé un poco de escribir en la línea del manga. Quería innovar, y tengo varios proyectos AU más, pero entre todos me terminé decidiendo por éste. ¿Por qué? Porque lo considero un pequeño desafío. El tema que se trata en este fic no es sencillo de abordar, y nunca escribí algo como esto. Es algo nuevo, espero hacerlo bien y que les llegue. Eso es todo lo que me interesa: que les llegue.

Espero no marearlos, porque si bien en un principio la idea era una sola y bastante clara, al final se me ocurrieron muchas cosas más para meter que podrían considerarse "subtramas", pero está todo ligado. Y es necesario, porque la historia tendría muchos baches de no meterlas. Igual los que me conocen saben cómo soy, siempre fui limpia en mis historias. No improviso, no creo sobre la marcha. Tengo estructura, orden, y trato de hacerlo lo mejor y más claro posible. Con esto les quiero decir que mi intención va a ser armar esta historia lo mejor y más completa posible, evitando embarrarla y confundir al lector con baches.

Espero de corazón que les guste mucho, que me dejen sus opiniones, sus críticas. Y por cierto, prepárense para leer algo crudo (al menos a mi parecer lo será) y una temática turbia. Bueno, ya me conocen.

Besos enormes, que Dios los bendiga.


Rota.

Capítulo 1: La chica del conteiner y el conflicto de intereses.

—Hey, no hagas tanto ruido, es temprano —mascullaba un castaño de ojos claros de unos dieciséis años a su amigo.

Ambos iban caminando por la calle normalmente, como cada mañana. Iban a la escuela, abrigados hasta las orejas, soportando el duro frío de esas horas y esa turbia época. El otro chico era un rubio con rizos que sonreía como si fuera el mejor día de su vida. Siempre lo hacía, claro. Eso era lo que más le molestaba al amigo.

Iba pateando una lata vacía, haciendo eco en las vacías y desoladas calles de aquel barrio de Tokio.

—Siempre estás de tan mal humor en las mañanas desde que tu novia te dejó —se reía el muchacho, y el otro se molestó.

—¡Imbécil! —le gritó— Eres tan pesado, no sé por qué te sigo haciendo caso. Me iré por el atajo así llego antes, tú sigue por el camino normal si quieres, idiota —le dijo el chico, desviándose por un oscuro callejón.

—Oye, es peligroso ahí, mejor vayamos juntos.

—Como quieras, idiota…

Ambos siguieron caminando mientras su amigo lo seguía molestando y riendo, haciendo chistes y demás, hasta que el castaño se detuvo en seco, sorprendiendo al rubio.

—¿Qué ocurre, tonto? —le preguntó, todavía riendo.

El chico no contestaba, estaba mirando a un punto que se encontraba a unos diez metros de distancia. El rubio siguió confundido su mirada, y su rostro se desfiguró en el terror por completo cuando vio lo mismo que él: Dos esbeltas piernas desnudas, teñidas de diversos colores fruto del frío y golpes, sobresaliendo de un conteiner gris y sucio de basura.

—Mierda, mierda —repitió nervioso el rubio, paralizado. El castaño, un poco más valiente, comenzó a caminar lentamente a ella.

Cuando llegó miró el interior, y vio el cuerpo entero de la chica, semi acostado entre las bolsas y las botellas. Estaba doblada allí adentro, como si fuese un perro muerto que acababan de tirar y del cual alguien se quería deshacer con apuro.

—Creo que está mu… muerta —dijo, sin parar de mirarla. El rubio no se animaba a acercarse.

Iba a tocarla, y el grito de su amigo lo detuvo.

—¡¿Qué haces?!

—Qui… quiero ver si está viva —le respondió, turbado.

—¡Tú no sabes cómo hacer eso! ¡Llamaré a la policía! —gritó nuevamente el chico, sacando su móvil inmediatamente, temblante y todavía muy nervioso.

El castaño, aún asustado, acercó lentamente su mano. La oscuridad no le dejaba ver bien su rostro, pero estaba observando que tenía mucha sangre y lucía terriblemente mal. No tenía nada de ropa, era lo más horrible que vio en su vida.

Tomó su muñeca, buscándola entre las bolsas de basura, y la encerró en su mano, buscando en medio del silencio —y los gritos de fondo de su amigo a la operadora—, una mínima señal de vida.

—¡Oh por Dios! —exclamó, sorprendido, haciendo que el rubio tire el teléfono del susto.

Se sacó el abrigo, la cubrió con él como pudo, sin sacarla del conteiner.

—¡Olvida a la policía! ¡Llama a la puta ambulancia, está viva! ¡Está viva!

Sus gritos desesperados retumbaron en toda la zona.

Sus piernas se movían, pero no era ella quien las controlaba. Sus ojos estaban rojos de tanto llorar, y su rostro se había teñido del morado más oscuro por los golpes que había recibido. Pero ella no sentía nada. No.

Para ella el dolor ya no podía ser sentido, no como antes. Porque había alcanzado en su interior todo limite que una persona podría soportar, y llegó un punto en que sus sentidos simplemente se apagaron, y su alma escapó de su cuerpo. Rogó clemencia, exigió abandonarla. Aquello que la hacía humana ya no existía, ellos se lo habían arrebatado.

Sus piernas se movían, corrían descalzas y desnudas, pero ella no se los ordenaba. Era automático, porque conservaba parte de su sentir que le imploraba una sola cosa: Libertad.

Sakura quería ser libre, escapar de ese bizarro y oscuro lugar. No sabía dónde estaba ni qué puerta debía cruzar. Estaba cansada, pero si se detenía allí ellos harían que su corazón, lo único que se mantenía latiendo en ella por dentro, se detuviera. La iban a matar por lo que había hecho, aunque probablemente primero volverían a violarla.

Ella estaba desnuda, no tenía nada. Su cuerpo entero estaba cubierto de marcas que jamás desaparecerían, su interior de heridas que ya estaban demasiado profundas para cicatrizar alguna vez.

Corría y respiraba como podía, escuchando detrás las pisoteadas de quienes la buscaban. Ella no era –y nunca fue— una persona para ellos. Sólo era una cosa, una especie de mercancía que había causado terribles inconvenientes, unos que les sería muy difícil tapar. Pero ese no era el momento para pensar en ello, tenía que seguir corriendo… corriendo a la libertad.

Por un instante vio su reflejo en un ventanal… no se reconoció. Observó fugazmente sus ojos verdes manchados de un delineador de mala calidad, y el labial corrido de sus labios rojos, y el morado y colorado natural de sus mejillas. Su delgada y alguna vez pulcra silueta estaba llena de rasgaduras que no iban a sanar. Sucia, marcada por golpes y tratos inhumanos, más raquítica de lo que jamás había sido en su vida. Sakura cerró los ojos un momento, y siguió corriendo.

Y fue entonces cuando vio esa ventana abierta, al final del oscuro pasillo, directa al vacío. Llegó al borde del precipicio y vio que estaba a dos pisos de altura. Sintió el aire fresco sobre su cara, corriéndole los enredados mechones rosados hacia atrás y adelante. Fue la sensación más cálida que había sentido en semanas.

Pensó que la libertad podía tener varios significados, y quizás uno de ellos era la muerte misma. Ellos la habían destruido tanto que pensó que era preferible elegir su propia libertad antes que someterse a una tortura más, y que ellos eligieran su propia muerte por ella. Que ellos decidieran su vida.

Eso último no se los iba a dejar.

—¡¿Dónde estás perra maldita?!

Sakura tuvo que escuchar eso en la lejanía para poder saltar. Esa fue su señal… y cayó. No sintió nada mientras caía. Solamente el viento acompañándola, el sabor dulce de una libertad comprada a medias, la paz. No tenía miedo, lo que caía sólo era un cuerpo vacío… un contenedor sin alma, sin sueños. Ya no tenía anhelos, ni esperanzas de nada. Esas emociones se habían perdido desde lo que parecía, a pesar de sólo algunas semanas, una eternidad. Sentía que lo único que la mantenía viva era la sangre que le bombeaba en el corazón, los circuitos de su cerebro que funcionaban… pero no su alma. Era un ente vacío, una mierda.

Y de pronto, un segundo antes del inminente impacto, todo se puso en blanco. Estaba en un lugar iluminado y vacío, sentada en la soledad.

—Tú siempre pensando en soluciones drásticas —oyó detrás suyo.

Sakura volteó y la vio, era Ino, mirándola con una sonrisa. Se paralizó al verla allí, de pie, impecable, feliz. Lucía real… tanto.

—¿Morí? —consiguió preguntarle, casi con alivio.

Ino le sonrió más y hasta dejó escapar una risita burlona.

—¿Morir? Pero Sakura… tú y yo tenemos un viaje que hacer, ¿recuerdas? Lo prometimos… en nuestro primer año.

Sakura sacudió la cabeza negándolo, llorando.

—No, yo no quiero viajar, no podemos Ino. Déjame ir contigo, por favor —le suplicaba, pero sus palabras no surtían efecto alguno en la rubia.

—¿De qué hablas? Tenemos que viajar, tú me convenciste… ¿ya lo olvidaste?

Sakura se sentía confundida, aturdida por las palabras tan seguras y frescas de su amiga. Era como si no recordara nada de lo que había pasado.

—¡Basta, Ino! ¡No podemos viajar! ¡Todo salió mal, recuérdalo!

—¿Mal? ¿Pero por qué lo dices? —ahora la confundida parecía Ino, pero no paraba de sonreír y aquello puso más histérica a Sakura.

—¡Te moriste, Ino! ¡Te mataron! ¡Estás muerta! —Sakura rompió en un llanto desconsolado— ¡Llévame, llévame! —imploraba una y otra vez.

—No.

Sakura abrió sus ojos sorprendida por la respuesta seca de Ino. Ella seguía ahí, mirándola con una sonrisa calma en los labios.

—¿Por qué…?

—Porque es mi viaje el que terminó, no el tuyo.

Aquello descolocó unos segundos a Sakura.

—¡Pero yo no quiero…!

—Despierta —la interrumpió Ino.

—¿Qué?

—Despierta, niña. Vamos, no mueras —los labios de Ino se movían, pero no era su voz la que salía, y Sakura se quedó mirándola turbada y pasmada—. Pásenme la epinefrina.

—¿Ino…?

—La epinefrina, aún hay latidos. Está normalizada.

De pronto Sakura sintió una bola de calor en el pecho que la trajo a la realidad. Abrió sus ojos lentamente, sintiendo espasmos y dolores en todos lados. Miró a su alrededor, apenas moviendo la cabeza como pudo. No sabía dónde estaba, casi no recordaba quién era hasta que algunas imágenes dolorosas la atormentaron, y su pulso se aceleró notablemente.

Comenzó a agitarse y sentirse desesperada, buscaba algo a su alrededor sin saber siquiera qué quería. Sentía que no podía respirar, y se dio cuenta que tenía cables en los brazos y vendajes en todos lados, y la cabeza se le partía. La tenía vendada casi por completo.

—Señorita, está despierta —dijo un enfermero, acercándose a examinarla.

Cuando él quiso tocarle el brazo para examinar el suero, ella se desesperó. Entró en pánico ante su tacto, recordando que manos similares la habían sujetado allí… y por todos lados, acariciándola sin su permiso en lugares que nadie antes había tocado.

Empezó a gritar desesperada, el enfermero no supo qué hacer, y tratar de mantenerla quieta entre sus pataleos eufóricos fue peor. Llegaron más médicos y enfermeros y le inyectaron una droga que la durmió por completo…

Las pisoteadas de Sasuke hacían eco en todo el pasillo del hospital. Iba caminando con su saco de paño oscuro y su traje formal, bien peinado y tan pulcro y profesional como siempre. Iba acomodándose la corbata en el camino, suspirando por el frío que acababa de sentir afuera. Era un invierno profundo y todavía sentía la helada en la cabeza. Era muy temprano, las ocho de la mañana para ser exactos. La habían encontrado en el conteiner a las cinco y media, y ni bien lo hicieron lo llamaron a él, el especialista asignado. Sasuke era bien reconocido por su trabajo como detective en investigación policial. Siendo tan joven ya había resuelto crímenes que nadie más había podido. Lo llamaban "el prodigio de la policía", y probablemente se debía a que toda su familia había trabajado para la policía en algún momento. Y ahora seguía él, un digno sucesor.

Sasuke llegó hasta el mostrador, donde había una enfermera con cara de dormida y varios policías más.

—Detective Uchiha, no esperábamos verlo tan rápido. Creímos que primero iría al lugar donde la hallamos —le dijo uno de ellos, mirándolo con todo el respeto que siempre le habían tenido. Sasuke era intimidante para ellos, un superior de gran trayectoria, un futuro superior de más alto rango inclusive.

—Ya fui —respondió, sorprendiéndolo—. Ya están realizando toda la inspección pericial, volveré en un rato. Primero quiero saber si la muchacha está consciente.

—¿Tan rápido? —inquirió otro policía, también impresionado. La mirada de Sasuke era fría y lo miró fijamente.

—No quiero que se muera antes de hablar —sentenció. Cayó una gota de sudor ante el estupefacto oficial que lo escuchaba. Todos lo miraban con un poco de desagrado ante su latente frialdad… pero no había llegado a tener esa reputación por nada. Hacía su trabajo, y punto.

Miró a la enfermera en específico, y ella supo que él esperaba un cuadro médico enseguida.

—Todavía no sabemos quién es. Despertó hace unos minutos, pero le pusieron un sedante porque estaba enloquecida. Su estado es sumamente delicado en verdad, pero milagrosamente se está recuperando. Es realmente fuerte… con la cantidad de heridas que tiene, estar viva para ella… No sé por qué sigue respirando honestamente. Aparentemente cayó de un lugar muy alto. Ingresó en un cuadro crítico y medio muerta. Tiene cinco costillas quebradas, un brazo y una pierna también. Un par de contusiones en la cabeza, hematomas en todos lados… y mucho viene desde hace tiempo. También descubrimos que tiene lesiones en toda su zona vaginal y anal, lo cual indica que fue forzada a tener sexo recientemente y en reiteradas ocasiones. Se le están aplicando todos los métodos que son previsibles y normales en este tipo de situaciones, medicamentos para evitar enfermedades, además de los cuidados restantes. Necesitará estar largo tiempo internada. El sedante durará un par de horas más, y luego traeremos a un psiquiatra que intente hablarle para que no vuelva a perder la razón. En sus condiciones no debería seguir con tantos sedantes, pero si sigue perdiendo la razón como hace rato no tendremos opción…

La enfermera lucía realmente indignada con todo lo que decía, a pesar de su dialogo técnico con Sasuke. No llegaban personas así todos los días, y todo el hospital estaba bastante impactado con su arribada repentina. Sin embargo Sasuke la escuchaba sin reacción aparente, indiferente. Con todos esos datos ya podía deducir que la habían secuestrado y mantenido en cautiverio largo tiempo.

—¿Hay algún resto de semen que se pueda investigar?

La enfermera sacudió la cabeza decepcionada.

—Quien le haya hecho eso usó condón y fue cauteloso —respondió la mujer.

—Entraré a verla —dijo Sasuke, mirando por última vez a los presentes. La enfermera asintió, y él se introdujo.

La habitación era solamente de ella, estaba en una zona de terapia intensiva por la gravedad de su estado. Se escuchaban los pitidos de la máquina, su corazón latía con normalidad. Sasuke todavía no la había visto a la cara, y no fue hasta que se situó frente a ella que sus ojos se ensancharon como huevos y su expresión cambió completamente. Sasuke se paralizó allí, de pie a la cama de ella, mirándola fijamente a la cara.

—Sakura… ¿Sakura? —musitó, todavía impactado.

Sus facciones, aunque heridas y moradas, definitivamente eran las suyas. Su cabello, ese inconfundible cabello. A Sasuke le tembló la mano por un momento, sin salir del asombro. No podía creerlo, simplemente no podía.

—Señor Sasuke, quizás deberíamos buscar si hay alguna desaparecida en la zona… —le comenzó a decir otro oficial, entrando en la habitación, pero Sasuke ni siquiera lo miró.

Se mordió el labio inferior y tragó saliva, pasando por al lado de él velozmente, chocándolo en el camino con el hombro. Salió como fiera de la habitación, y otro oficial que estaba afuera también se sorprendió de su repentina actitud.

—¿Señor Uchiha? —preguntó, pero Sasuke tampoco se detuvo ante él, y se fue rápidamente por el mismo lugar de donde vino sin dar explicaciones— ¡¿Señor Uchiha?! —no obtuvo respuesta ante su grito tampoco.

Sasuke estaba en su propia confusión interior, en el asombro, en todo. Salió del hospital como nunca lo había hecho tras ver una víctima internada. Ya había ido tantas veces, no sentía nada al verlas ahí tiradas sobre la cama. Para él todo era lo mismo, era trabajo y ellos eran el objeto sobre el cual versaba. No había muchas más vueltas que darle. Involucrarse sentimentalmente estaba prohibido, y esa era la causa de su éxito. Sasuke siempre pensaba en frío, no iba a consolar a nadie sino a investigar un crimen y hacer justicia aplicando la ley. Involucrarse era un sacrilegio, y eso se lo habían enseñado en su familia muy bien desde chico. O al menos en la mayoría de los casos era así para él.

Pero esta vez simplemente no podía salir del shock. Era esa chiquilla… era Sakura, esa niña.

Se metió en su auto, apoyándose sobre el volante, procesando lo que acababa de ver. Y estuvo así unos segundos hasta que alguien tocó el vidrio de su ventana.

—¿Señor Uchiha? —era el preocupado oficial que le había gritado, el que había ignorado.

Sasuke volteó a verlo, recuperando lentamente la compostura, tratando de respirar. Salió del auto, irguiendo su espalda de nuevo. Cerró los ojos y clarificó un segundo su mente.

—¿Está bien? —le preguntó el tipo, bastante sorprendido. Era la primera vez que veía así a su superior Uchiha. Sasuke lo miró y asintió.

—Se llama Sakura, Sakura Haruno —le confirmó. El tipo se asombró más todavía, pero esta vez entendió por qué había actuado de esa manera.

—Vaya… con que la conoce —le dijo—. ¿Qué deberíamos hacer?

Sasuke supo que el hombre se lo preguntaba por el conflicto de intereses, por la involucración posible que él podía tener con ella. Sin embargo hizo caso omiso a ello, y llevó la pregunta a otro lado.

—¿Cómo que qué debemos hacer? Contacta ahora mismo a su familia.

—Pero, señor…

—Contáctala, con esto ya nos ahorramos muchos pasos. Averigüen todos sus últimos pasos, quiero saber hasta qué comió antes de que esto ocurriera. ¿Viajó, salió de la ciudad, conoció a alguien, con quién estuvo?

—S-si… ¡Ahora mismo! —respondió asintiendo nervioso el hombre, temeroso de seguir contradiciéndolo.

—Oye, una última cosa —lo llamó, antes que siguiera—. No hablen con los medios de comunicación.

Sasuke había recuperado la dureza de su voz, pero en su interior había algo que seguía flojo…

Sasuke volvió a la escena del crimen, donde la habían hallado. Los testigos seguían allí, prestando declaración ante los oficiales. El conteiner de basura estaba abierto y tenía cintas policiales alrededor. Ya habían inspeccionado y no encontraron nada.

Los dos muchachos estaban allí, prestando declaración ante los policías todavía. Ya estaban más calmados que cuando recién encontraron a la chica, pero todavía temblaban un poco. Sasuke se acercó a ellos, mirándolos fijamente. Los muchachos se sintieron un poco intimidados.

—¿No vieron nada extraño además de la chica? —les preguntó. El policía que tomaba la declaración tuvo que detenerse en sus propias preguntas de rutina para que Sasuke hablara. Él era independiente en su trabajo, detestaba compañeros y muy pocas veces les prestaba atención o colaboración. Siempre era al revés; eran ellos quienes lo ayudaban a él.

—No, sólo a ella… —respondió el rubio, temblando.

Sasuke cerró los ojos indignado. Ellos no iban a ser de ayuda, para nada. Les dio la espalda tan rápido como les había hablado, y se dirigió con el superior, el único al que realmente le dirigía la palabra sin darle órdenes. Pero antes de que hiciera eso el castaño, el que la había tocado, lo detuvo.

—¿Ella estará bien? —le preguntó con la voz fina. Sasuke lo miró de reojo, con aquel brillo oscuro y atemorizante en los ojos, suspiró y no respondió absolutamente nada.

Llegó hacia él, aquel viejo hombre de cabellos oscuros y ojeras. Danzou era quien organizaba todas las actividades de seguridad de esa zona de la ciudad, el superior, el jefe de policía. Se situaba tras un escritorio la mayor parte del tiempo, organizando papeleos aburridos y burocráticos, porque realmente jamás le era necesario moverse de allí para nada. Los delitos de Japón rara vez eran de ese calibre, las víctimas casi siempre estaban conscientes y nunca tan heridas como ella. Había cierto prestigio que Danzou se encargaba de mantener. Por otro lado Sasuke era un detective que había ascendido desde abajo con honores al igual que Danzou en su momento, y era una parte importante del departamento de investigación de la policía. Sólo le asignaban lo más complicado e importante. Pero, incluso así, todas las órdenes que podía llegar a recibir venían de él.

Tenía el ojo tapado por algún episodio violento de sus épocas de acción, y usaba bastón. Sonrió cordialmente cuando vio a Sasuke acercarse a él.

—Danzou-sama —Sasuke le hizo una leve reverencia cuando estuvo frente a él—. Es extraño verlo aquí.

—No hay casos como éste todos los días en Tokio… o en todo Japón. Este es uno grande. La prensa vendrá en cualquier momento, querrán hablar con alguien. Te lo dejaría a ti, pero es mejor que te enfoques en tu trabajo.

—No debemos hablar con la prensa todavía —se apresuró a contestar Sasuke.

—¿Por qué dices eso?

—Porque no sabemos qué le ocurrió a la chica y quiénes pudieron hacerle esto. Hasta ahora lo único que sabemos es que alguien la dejó aquí entre las diez de la noche y las cinco y media de la mañana, porque si hubiera sido antes entonces los basureros la habrían encontrado antes que los mocosos. No debemos exponerla.

Danzou era viejo, pero también era sabio. Sasuke siempre era frío cuando hablaba de las víctimas, un calculador por excelencia… y esa no era la excepción, o al menos no la habría sido para alguien que no hubiera sabido leer los sutiles cambios en su tono de voz, la forma en que corrió al suelo un momento los ojos sin darse cuenta cuando dijo la palabra "chica", y la manera en que tragó suavemente saliva al terminar de hablar, frunciendo el ceño.

—¿Qué sabes hasta ahora? —le preguntó, todavía dudoso del comportamiento del chico, Danzou a Sasuke. Éste aspiró una bocanada de aire antes de revelar la verdad y confirmarle las dudas a su jefe.

—Su nombre es Sakura Haruno —respondió, sin añadir una sola palabra más. Danzou no estaba conforme con esa respuesta.

—¿Estaba despierta cuando la visitaste?

—No. Despertará en una hora y media.

Eso fue todo.

—¿Qué? ¿La conoces?

Sasuke asintió la cabeza levemente, confirmándole definitivamente las sospechas al viejo.

—Vaya… vaya —masculló el tipo, mirando un momento al cielo.

Sasuke miró a Danzou firmemente.

—Esto no interfiere conmigo. Es un caso más —le dijo, tan seguro que hasta él se lo creía. Y quizás realmente quería creérselo.

—¿Seguro? Puedo asignar a otro.

—Seguro. Incluso me servirá para saber dónde investigar la vida de la chica en caso de que no hable cuando despierte.

Danzou lo miró un poco dudoso, moviendo la cabeza de un lado a otro pensándolo.

—Si fueras otro probablemente no te habría dado la oportunidad de responder siquiera. Pero eres tú, el gran Uchiha. No dejes que tus emociones interfieran en esto o podría ser grave para ti. Nadie puede involucrarse más de la cuenta con la victima jamás. No interesan tus anteriores vínculos. Somos profesionales. Recuerda eso, Uchiha Sasuke.

Sasuke lo escuchó en silencio, sin parpadear, mirándolo. Cabeceó lento cuando terminó, y luego hizo una reverencia de respeto para irse a seguir su labor. Danzou lo observó irse en silencio… y luego se dirigió fuera del callejón, donde ya estaban los periodistas esperando por un poco de morbo amarillista.

—Quiero que consigan un permiso para revisar las cámaras de seguridad que haya aquí y en toda la zona, al menos unos cinco kilómetros de diámetro —ordenaba, tan seguro como siempre, a los subordinados mientras éstos tomaban nota y asentían con obediencia.

Sasuke apenas acababa de decir eso, cuando su teléfono comenzó a sonar.

—Sasuke Uchiha —dijo ni bien tocó el botón verde.

—Señor Uchiha, soy Kawosuke —dijeron del otro lado, como si él tuviera interés en recordar el nombre de alguno de los policías comunes a los que daba órdenes—. Hemos revisado el nombre de la chica como lo pidió… no pudimos contactar a su familia.

—¿Qué, por qué? —preguntó Sasuke confundido, recordando vagamente el rostro de Mebuki y Kizashi, aquellos dos animados esposos que iban a cada acto escolar a fotografiar a su bebé melosamente.

—Porque sólo tenía a sus padres, y ambos fallecieron hace años en algún tipo de accidente —aquello sorprendió de sobremanera a Sasuke, quien no contestó nada—. ¿Señor? —preguntó el oficial, esperando alguna pregunta inmediata como era de costumbre.

Sasuke se acomodó la garganta rápidamente y endureció la voz.

—Sí, ¿qué hay de ella?

—La chica acabó de recibirse de medicina hace apenas cinco meses, pero aún no hizo la residencia. Tenemos en el registro que viajó a Argentina un mes después de recibirse, pero no hay registrado ningún vuelo de regreso con su nombre real.

Sasuke se tildó en ese momento.

—¿Viajó…. al otro lado del mundo…? —le preguntó al oficial, turbado.

—Sí, así es señor… ¿Señor?

—¿Cuál es su dirección?

—Aparentemente vivía en Osaka, en un departamento de la calle Fushiwa —contestó el hombre.

Sasuke colgó en ese momento, intrigado. Se decía a sí mismo que debía enfocarse en los detalles, pero por alguna razón su cabeza se había fragmentado de una forma casi imperceptible, pero mortal. Él se estaba haciendo preguntas que jamás se había hecho en ningún otro caso, como por ejemplo… ¿Por qué? ¿Por qué ella, qué hizo, a dónde se metió, con quién?

¿Por qué de todas las japonesas, justamente ella? ¿Por qué de todas las mujeres ella?

¿Por qué?