Hola de nuevo.
Espero no haberme tardado mucho con este capítulo, pero tuve una"visita inesperada" que me dejó escasa de elocuencia y me perdí yo sola con el rollo de la historia xD
Afortunadamente, volvía retomar el camino.
Primeramente, quiero aclarar que realmente me acomodo más al "modo Sadie" que al "modo Carter", y en los reviews me han dejado en claro que les gusta esa parte de humor de nuestra maga. En fin. Este cap, lo hice desde el punto de vista Carter porque quiero que no se me escape ningún detalle de los involucrados en la historia.
Así que, les agradecería mucho sus comentarios (constructivos y no constructivos) al final de la lectura.
Sin más que decir, les dejo para que lo lean.
Este cap va para Tlahcuilo-Yatziri: nadie iguala tu punto de vista "Cartersiano"…y lamento todo el troleo ;) sabes a lo que me refiero.
Bocaza egipcia
Carter
Si estas escuchando esto, es porque necesitamos ayuda.
Todo empezó cuando decidimos viajara a España y Sadie conoció a su igual.[¡Auch!, eso me dolió]
Como decía: La semana de festival española en Pamplona, era tan simple como una corrida de toros cualquiera. Mi hermana Sadie Kane y yo, nos paseábamos zigzagueando entra la gente que se amontonaba en la plaza cuando de repente vislumbre a una chica de cabello oscuro cortado por arriba de los hombros. Al principio pensé que era mi novia Zia, ya que ella lleva igual el cabello y aparentaba tener más o menos su edad. [Vale, Sadie, ya acabé de irme por las ramas. Ahora, por favor no me interrumpas]
Esta chica nos había contactado enviándonos un paquete con un shabti (un muñeco de arcilla que es animado con magia) dentro, llevando un mensaje que decía más o menos: "¡Olé, coleguitas!, mi ama os necesita en su tierra, ¡los suyos corren un gran peligro!, ¡si no acuden a su llamado las consecuencias serán desastrosas para vosotros!" Y tres días después nos hallábamos ahí, en esa tierra extranjera.
El calor era tan abrazador como en el Cairo, el aroma de las calles era como a incienso y la chica más bonita de España nos veía con esos ojos color violeta. Si, escucharon bien, eran color violeta, y cuando se oscurecían parecían purpura.
Sadie la miraba con recelo, y desde su distancia, la chica bien podría haber intimidado un poco a mi hermana con su postura altanera de brazos cruzados sobre el pecho, barbilla en alto y pómulos afinados que le otorgaban una mueca severa.
–¿Sofía Perusquia?—pregunté a la chica cuando la tuvimos de frente. Cuando me miró, una sonrisa pequeña asomó en sus labios.
— ¡La misma que viste y calza!—y sin esperar a que me presentara se acercó a mí con sus labios color cereza y me besó las dos mejillas en saludo.
–Disculpe, señorita Perusquia—interrumpió Sadie adelantándose unos pasos mientras agachaba la cabeza ocultando mi cara roja—Sadie Kane, asombrosa maga de la Casa de la Vida aquí. ¿Podemos saber para que hemos sido llamados?
Alcé la mirada viendo a la chica mirándome aun. ¿Cómo se reacciona ante una chica guapa que te observa con tanto interés?. Bueno, como no lo sabía, comencé a balbucear.
—Eh, en tu em…¿mensaje?, nos contabas acerca de un gran peligro.
—Vale, lo pilló.—contestó Sofía, sonriéndome—Mira, tío, el gran meollo del asunto es este: toros.
—¿Toros?—preguntó Sadie entre un bufido y una risotada— ¿No me digas que se desató la viruela loca del toro?. Si es eso, señorita española, deberías llamar a control animal, no a la Casa de la Vida, la que por cierto, tiene sospechas de ti.—mi hermana se plantó frente a la española— ¿Dime como es que sabes lo que somos y lo que hacemos?
Debo decir, que admiré a Sofía desde el inicio. La chica mostró su cara serena y hasta aburrida a mi hermana, sin dejar ningún momento de sostenerle la mirada.
—Mi apellido Perusquia, es egipcio.—comenzó Sofía—Mi madre es española, mi padre es descendiente de egipcios—su mandíbula se tensó un poco—Él era un mago de la Casa de la Vida, en el Nomo Primero. Cuando conoció a mi madre lo dejó todo por estar con ella.
—Espera—interrumpí—Cuando dices que él era, te refieres a que…
Me calló con una mirada que pasó de insinuante a fulminadora.
Genial, pensé, ya metiste la pata Carter.
—Si, a eso—contestó con amargura—Murió hace un año.
Sadie pareció sopesar aquello. Supongo que cuando sabes lo que se siente perder a un padre, sopesas la reacción de los demás que han pasado por ello.
—Vale,—empezó Sadie cambiando todo su peso sobre su pie izquierdo—nos da muchísima pena señorita Pedante…
—Perusquia—corrigió la española con una sonrisa fría.
—Si eso, Persuskia, pero no tenemos realmente tiempo para resolver el problemas con sus toros…
—Eh, eh, eh, haber bocaza rubiecilla, te ha dado la enfermedad de lengua floja o ¿qué?—la española alzó sus manos con exasperación— ¡Por mi madre!, que voz tan chillona tienes.
Sadie se veía como si le hubiera explotado una granada de color rojo en la cara.
—¿Disculpa?, ¿me dijiste "bocaza rubiecilla"?
Sofía se puso una mano sobre los ojos mirando en todas direcciones con fingido interés.
— ¿Hay alguna otra?
—Oh, pero que perr…
— ¿Cómo sabes que somos los líderes del Nomo en Brooklyn?—interrumpí a mi hermana antes de que ofendiera a una española que se veía muy cabreada. Las miradas de ambas brillaban con deje muy marcado de ira. Estar en medio de una batalla de miradas que matan no me estaba gustando nada. Pasado un rato incomodo (para mi), Sofía me miró de reojo con la comisura de su boca apenas elevada.
—Isis me lo dijo—contestó encogiendo de hombros como si fuera la cosa más obvia del mundo.
— ¿Isis?—inquirió Sadie.
Sofía se acercó a mí señalando con su dedo gordo a mi hermana.
—Esta pelmaza o ¿qué?
Sadie no pudo contener su rabia más.
Por lo bajo la oí pronunciar las palabras Agua en antiguo egipcio. Una cubetada invisible cayó desde arriba hasta la chica, empapándola por completo.
Sofía abrió la boca con sorpresa mientras el agua se derramaba por su cuerpo dejando rastros de brillantes jeroglíficos a su paso. La gente en la plaza solo veía a una de las suyas empapada hasta los huesos y algunas se pararon a observar o reír. Por un momento pensé esconderme al notar un leve brillo dorado en los ojos de Sofía, como un acto radioactivo que estuviera a punto de explotar.
Al final nada paso. Sofía miró a Sadie y desconcertándonos a ambos, sonrió. No era una sonrisa amistosa debó recalcar, era una mueca que dictaba peligro e ironía.
Luego pasó algo insólito que hasta dejó sin palabras a Sadie (si, así de raro fue).
Sofía seguía sonriendo con esa mueca cruel cuando tan solo con agitar su mano por encima de ella en un marcado baile de flamenco, su ropa se secó. Nada de agua escurría por su playera de tirantes ni sus pantalones militares. Había hecho magia sin decir una palabra y sin un báculo. Lucía como sin nada le hubiera pasado. Y seguía sonriéndonos.
—¿A que os he dejado impresionados? —dijo la castaña con una sonrisa que se hacía más ancha cada minuto que pasaba. En ese punto, ya no me parecía tan bonita…
No dije nada y miré a Sadie que simultáneamente miraba en todas direcciones con los ojos muy abiertos. Hice lo mismo leyendo la señal de alarma se había encendido en sus ojos y dentro de mí al mismo tiempo. Si alguien había visto eso…solo esperaba que los mortales comunes pasaran sin darse cuenta de nada.
Repentinamente, Sadie encaró a Sofía con la mandíbula tan apretada que me hizo pensar en una trampa para osos cerrada de golpe.
—Eres una estúpida—le escupió. Creo que de verdad le escupió, porque pude notar la mueca de desagrado que la chica le hacía a mi hermana.
—Y tú eres una boca foja con verborrea, quedamos a mano—sentenció la española con un tono que hacía difícil querer debatirle.
Antes de que Sadie entrara a discusión con Sofía me interpuse entre ambas armándome de valor para mirar dentro de esos inquisitivos ojos violetas. Tenía experiencia previa con los ojos llamativos e intimidantes, de alguna forma u otra ya me había acostumbrado.
—Sofí, ¿puedo decirte Sofí?—dije tratando de sonar neutral, pero mucho no ayudaba el hecho de que ella no me respondiera—Bueno…eh…¿podrías explicarnos con un poco más de detalle sobre los toros que dices?
La española seguía retando con la mirada a mi hermana cuando me respondió con tono firme.
—Será mejor que los vean por ustedes mismos.
...
Tres asaltos de miradas que matan después, persuadí a Sofía que nos llevara al lugar donde, según ella, los demonios habitaban dentro de los cuerpos de los toros.
Y casi le doy la razón.
Tomamos una limusina que nos llevó por las estrechas calles hasta encontrar un recinto que parecía una hacienda vieja y llena de telarañas. Vamos, como la clásica casona de las películas de terror.
—Y bien, ¿qué me dicen? —preguntó ella después de un silencio sepulcral dónde ella y Sadie no hacían más que lanzarse miradas furtivas de odio.
Nos había guiado dentro de la posada, paseándonos entra los arcaicos muebles de madera gruesa y carcomida por las polillas, los retratos viejos y uno que otro artefacto egipcio adornando las estanterías a la vista. [No seas dramática, Sadie, tus ronquidos saldrán en la grabación si te quedas dormida. Además, no me extendí tanto en la explicación.]
Bien, como decía, todo pintaba a viejo en esa casa. Excepto el hermoso jardín trasero lleno de flores silvestres, el mismo que Sofía señalaba con los brazos abiertos como invitación a asombrarse de lo maravilloso de las combinaciones de los colores, incluso los toros color bronce no podían opacar la perfección del paisaje. Aun cuando los toros (que en teoría no podrían moverse ya que estaban construidos de un material solido que no era para nada flexible), brincaban y se corneaban unos contra otros repetidas veces, el ambiente era tranquilo.
Solo hasta que el primero se fijó en mi con interés.
No había sido consiente de cuando exactamente había cruzado el espacio enrejado que limitaba la cercanía de aquellas criaturas. Sigo pensando que algo tuvo que ver mi hermana en eso. [Vamos Sadie, tu sonrisa socarrona te delata]
Intenté echarme hacia atrás pero no lo logré. Al parecer mis pies se negaban a obedecerme.
—¡Carter!, ¡vuelve aquí! —escuché una voz a lo lejos. No supe quien había sido, estaba muy concentrado en ese momento en los ojos cobre que me miraban con gesto salvaje. Los demás no tardaron en darse cuenta de mi cercanía y adoptaron posiciones de ataque. Eran más o menos unos cuatro o cinco, no me dio tiempo de contarlos en cuanto avanzaron a mí.
Es el fin, pensé con tristeza, no morí durante la guerra, pero sí aplastado por un toro que parece vaca.
—¡Carter! —gritó una voz que sí reconocí al instante.
Expectante, me volví en redondo (o todo lo que mis pies de plomo me dejaron) solo para encontrarme con el destello dorado de los ojos de Zia antes de tener su fragancia única llenando mis pulmones que estaban a punto de ser aplastados.
—¡Vete de aquí! —le advertí de regreso cuando la tuve al otro lado de la cerca.
—¡Cabeza hueca! —me regañó frunciendo el ceño y luego hizo algo que me sorprendió: me tomó de la camisa del cuello y con facilidad, me lanzó de vuelta a la casa.
Me estrellé con las escaleras, dejándome sin aire unos cinco minutos en los que mi borrosa visión absorbió tres figuras moviéndose entre los toros de metal que iban cediendo bajó el tacto de las manos humanas. [Calla, Sadie. Bastante lio armaste con tu inocente broma]
Las tres chicas peleaban contra los toros de cobre, Sadie les lanzaba hechizos, Sofía trataba de calmarlos montándolos como en un rodeo y Zia con su báculo, tocaba algún punto en la piel de cobre, haciendo regresar a las estatuas a su estado natural.
—¿Estas bien?—pregunté acercándome a Sofía que tenía el gesto de la cara ilegible.
—Eso creo—respondió lanzándole una fugaz mirada a Zia—Necesitamos hablar.
—Desde luego—respondió mi novia con el color de su piel algo deslavado por el esfuerzo.
—Estoy de acuerdo—terció Sadie estirando las manos detrás de su cabeza sin dejar de mirar a Sofía—Pero primero, ¿tienes algo de comida?
Las chicas se refrescaron un poco. Sofía les había prestado unas camisetas de lana y nos preparó unos refrigerios acompañados de una fresca agua de limón. Pensé que nada de lo que estaba ahí funcionaba, pero al parecer Sofía vivía en el lugar.
Intenté hablar con Zia a solas, pero no hizo más que ignorarme y excusarse. Por alguna razón que desconocía, parecía enojada conmigo.
Optamos por sentarnos en el comedor, el único lugar que estaba libre de polvo y arañas.
—¿Cuál es tu nombre?—pidió Zia amablemente mientras tomaba sorbitos de su bebida. La chica española masticaba un canapé cuando le respondió.
—Sofía Perusquia.
—Bien—mi novia no se inmutó ante el gran pedazo de bocadillo a medio comer que Sofía mostró y siguió con esa expresión calmada, que comenzaba a volverse extraña—¿Cómo es que conoces la Casa de la Vida?
—Mi padre era un mago—dijo simplemente sin dejar de morder su comida.
—¿Cómo es que pudiste canalizar tu magia sin un báculo? —esa era Sadie, interrumpiendo.
Casi agradecí el respingo que Zia hizo al oír la pregunta de mi hermana. Estaba asustándome el hecho de que parecía una estatua sin inmutarse.
—¿Es cierto? —mi novia se acercó un poco más a Sofía—¿Puedes hacer magia sin un báculo?
La española se encogió de hombros, sonriendo con suficiencia al tener todas las miradas expectantes en ella.
—Es cierto. Mi padre decía que yo era especial—añadió con deje nostálgico.
De reojo, vi como Sadie rodó los ojos al mismo tiempo que Zia se inclinaba un poco más hacia Sofía con interés.
—Tienes los ojos violetas—murmuró Zia tan bajo que tuve hacer un esfuerzo para escuchar. —¿Por qué tu padre decía que eras especial? —inquirió estrechando los ojos mientras Sadie terminaba el ultimo bocado.
—Siento decepcionarte, señorita Pelusa, pero eso se lo dicen todos los padres a sus hijos. —comentó Sadie y luego bebió todo el contenido de su vaso.
Sofía pasó de ella sin antes vocalizar alguna maldición en dirección al suelo para luego mirar a Zia con los ojos entornados.
—Amun Perusquia además de un mago, era un profesor de historia.
Inmediatamente crucé una mirada significativa con Sadie y luego con Zia, que seguía ignorándome olímpicamente.
—Continúa.—le apremió mi novia olvidando por completo su comida y observando con detenimiento cada uno de los movimientos de Sofía con interés. Sino conociera mejor a Zia, diría que manifestaba una atención desmesurado para con la española que apenas acababa de conocer.
—El doctor Perusquia estaba trabajando en una tesis sobre la mitología en nuestros tiempos. Mi padre me llevó a Estados Unidos y luego a Londres a una conferencia sobre un colega que al parecer pasó toda su vida sumido en libros de antigua historia egipcia, papá decía que era un sabelotodo en el tema. Él…—se silenció frunciendo el ceño a Sadie, que le devolvió el gesto con una ceja elevada. Por un momento temí que una nueva ronda de insultos se avecinaba—¿Dijiste que tu nombre era Sadie Kane? —le preguntó a mi hermana y esta elevó aún más su ceja.
—Sadie "Asombrosa" Kane—contestó ella con ambas cejas elevadas a reto.
—Más bien diría, Sadie "Bocaza egipcia" Kane—le devolvió Sofía sonriendo malévolamente.
—¿Qué has dicho? —siseó Sadie y entonces supe que la paz había colapsado.
—Nada que no sea verdad.—le contestó Sofía con una sonrisa ladina en un rostro.
—Tú eres más bocaza que yo en todo caso.
—¿No te mordiste la lengua?
—Cuidado, el veneno escurre por tu boca.
—No más que tu ego esparciéndose por el suelo.
—Víbora.
—Lengua afilada.
—Oh no, la lengua afilada y boca floja que tiene un serio problema de verborrea eres tú, señorita Pelusa.—le espetó Sadie señalándola.
—¡Mi apellido es Persuquia! —gritó con la cara roja de indignación la española.
—Er, chicas…—traté de intervenir cuando vi que Zia estaba más que divertida viéndolas pelear. Debí llamar la atención de ella también para preguntarle por qué no se estaba comportando como normalmente hacía. A lo mejor yo había olvidado algo importante y no me había dado cuenta.
—En realidad no me importa—murmuró Sadie con tono de aburrimiento—Tu apellido no es muy importante.
Traté de interceder de nuevo.
—Creo que deberíamos seguir con…
—¡Arg, cállate! —gritó Sofía.
De golpe, una luz violeta en forma de jeroglífico salió de los dedos de Sofía directamente a estamparse a la boca de Sadie. Asustada, mi hermana trató de quitarse el jeroglífico con las manos mientras emitía unos chillidos inteligibles. La magia se pegó a la cara de Sadie como un chicle de plastilina hasta que repentinamente desapareció.
Me quedé con el báculo en la mano estirada y la boca abierta al mismo tiempo que Sadie se paró de golpe clavando una mirada mortífera en Sofía.
Abrió la boca y con la cara roja de pura ira supe que se estaba preparando para gritarle una sarta de improperios y maldiciones a la española.
Repentinamente, Sadie cerró la boca y la piel de su cara se puso pálida. Se llevó las manos a la garganta y le frunció el ceño a una Sofía que se veía más blanca de lo que en realidad era.
Volvió a abrir la boca y agitó los puños en el aire sin decir nada. Temiendo por la salud mental de mí hermana [Sadie, te veías algo mal en ese momento, de verdad. No es ningún sarcasmo] me acerque cauteloso sin perderme de vista de sus ojos llenos de pánico. Y no era para más.
—La silencie—murmuró Sofía, sorprendida.
—Creo que ya es tiempo que dejen de pelear. —le dije a la española y a Sadie lo más suavemente posible.
—No entiendes, Carter—me contradijo—En verdad la silencie, yo…le lancé un hechizo. ¡Le lancé un hechizo!—repitió sin podérselo creer y para ser sinceros yo tampoco me lo creía.
Iba a preguntarle porque lo había hecho cuando una voz me distrajo, atrayendo la atención de todos.
—Vaya…creo que he encontrado lo que vine a buscar.
Todos no giramos, incluso la muda e impresionada Sadie [¡Auch!. Así te veías, no tengo la culpa]. Los ojos ámbar de Zia brillaban más que de costumbre y su sonrisa era impersonal. Todo aquello que me había enamorado de aquella chica no estaba en cuanto la miré al rostro porque, bueno, no era ella.
Fui el primero en darse cuenta lo que Zia planeaba hacer, así que fui más rápido y saqué mi báculo del casillero en la Duat.
—Eh, ¿Zia, de que estas hablando?—dije sin perderme ningún movimiento de…ella. Ya no podía llamarla novia.
A mi lado, Sadie envolvió su mano alrededor de mi muñeca con tanta fuerza que casi me hace gritarle que parara, pero llegados a ese punto, lo que más me dolía era estar pasado por esa situación otra vez, en la que Zia volvía a ser nada más que un shabti.
—Creo que ya lo sabes,—me respondió con burla—amiguete.
—¿Qué esta pasando? —esa era Sofía saliendo de su estupor. La miré con advertencia esperando que entendiera que era mejor que no hablara en ese momento.
—Lo que está pasando ahora, es que mis amiguetes tienen que tener más cuidado con las personas en las que confían—alardeó la falsa Zia con falsa ternura en la voz robada de mi novia.
Después de eso, no pude contenerme.
—Ha-tep—grité la palabra que significa "quedar en paz".
[No sé porque escogí esa, Sadie, la especialista en palabras mágicas aquí eres tú y no estabas muy habladora en esos momentos. Vale, lo dejo estar.].
Lo que quería era aplacar al shabti de Zia que tenía enfrente. Pero el hechizo le rebotó, saliendo disparado por toda la casa hasta que le dio a un espejo frente a Sofía e inevitablemente le cayó a la susodicha con tal impactó que la dejó tendida en el suelo. [No te rías Sadie, fue muy serio.]
El muñequillo de arcilla tamaño viviente me sonrió con desdén (ni siquiera sabía que los muñecos fueran tan buenos siendo altaneros).
—Date por vencido, Carter Kane.—dijo el shabti mirando a Sadie y luego a mí—Y ninguno saldrá…
—¡Incantare: Incendere! —gritó Sofía reincorporándose de golpe. Su palma abierta apuntaba directo a Zia y de sus dedos salían chispas, como si jugara con fósforos en sus manos.
No supe lo que estaba ocurriendo hasta que olor del humo a mi lado se metió por mi nariz, haciéndome toser y me di cuenta que me había quedado con la boca abierta de la impresión.
Sofía se había levantado completamente sobre sus pies y me miraba con los ojos abiertos.
—Carter, tenemos que irnos—dijo sacudiéndome por los hombros al ver que no reaccionaba.—¡Sadie, ayúdame!
Los dedos de mi hermana se cerraron alrededor de mi brazo y me jaló fuera de la habitación. Yo aún no podía despegar la vista del shabti que se había prendido en llamas azules abruptamente.
—¿Qué fue eso? —balbuceé dando tras pies cuando corríamos por el pasillo.
—¡Carter, no te detengas!—me apuró Sofía tomándome por la otra mano que Sadie no estaba arrancándome. [De verdad que me estabas dislocando la muñeca.]
Salimos al patio delantero y en un santiamén ya éramos una bola humana. Tropecé y caí al frente, llevándome a Sadie conmigo al suelo y de paso a Sofía que me tenía tomado de la mano. Rodamos hasta chocar con verja hechos un lio entre brazos entrelazados unos con otros y piernas incómodamente flexionadas.
Ahora que lo pienso, eso se hubiera visto gracioso sino me hubiera pasado a mí y desde luego no nos hubiera hecho retrasarnos, ya que entre la explosión que se oyó dentro de la casa y los quejidos de las chicas, el sonido de una aparición quedó camuflado.
Claro, hasta que el amiguete se nos puso enfrente.
—Hola, amigo Horus.
La punta de los zapatos pulidos de Setne fue lo primero que vi hasta que alcé la cabeza y gruñí por que no había persona con tan mala suerte como yo. [Deja de reír, esto es grave.]
Unos cincuenta hombres vestidos todos de lino blanco nos rodeaban apuntando con sus báculos a los tres magos (llenos de mugre y con la ropa hecha girones) que estábamos tendidos en el suelo.
—¿Qué es lo que quieres? —dije, al fin y al cabo ya que no tenía nada que perder…
—Es simple, chaval.—me respondió mirándose las uñas con interés antes de apuntar con un dedo a Sofía en el suelo.—La quiero a ella.
La española ampliaba sus cuencas con sorpresa mientras que Sadie miró de Setne a Sofía con el ceño fruncido. Abrió la boca para decir algo, pero su repentino silenciamiento se lo impidió y sin más que hacer, tomó un puñado de tierra y lo lanzó directo a la cara de Setne. Este retrocedió, llevándose las manos a cubrirse los ojos.
Sadie se levantó y me incitó con un bufido desesperado a que hiciera lo mismo.
—¡Atrápenlos! —aulló Setne doblándose a la mitad por el ardor que le provocaba la tierra en las pupilas.
Y entonces todos los hombres se abalanzaron sobre nosotros sin piedad.
...
Durante el trayecto a donde-sea-que-estemos, Setne preguntó porque mi hermana estaba tan callada. Ninguno de los tres le contestó o por lo menos, Sofía no tenía intención de contestarle cuando habló.
—Puedes hablar ahora. —soltó Sofía mirando a mi hermana y pronto, una sarta de vulgaridades salieron disparadas en dirección al amiguete que no tuvieron más remedio que silenciarla de nuevo con una tela sobre su boca.
No sabíamos dónde nos habían dejado después de que nos capturaran a los tres y nos llevaran en coche.
Seguimos sin saberlo.
Lo único que seguro era que la habitación bien podría haber sido una cárcel por lo reducido del espacio. Quizá una mazmorra por toda la humedad y el moho en el suelo. Bueno, nada era seguro.
Mientras habló con la grabadora de Sadie, mi hermana y yo esperamos (o al menos yo sí) pacientemente la llegada de Sofía para maquillar un plan.
Setne se veía muy emocionado desde la muestra de magia que Sofía había hecho en al coche.
Hace unos minutos que se la llevaron y no hemos podido hacer nada por huir, ya que al perecer las paredes están tapizadas de protección que no se derrumba con nuestra magia.
Incluso Sadie con el hechizo ha-di (el mismo que hace explotar las cosas) no ha sido capaz de hacerle una triste fisura al concreto.
—Creo que alguien viene, guarda eso Carter….
...
Ya ha pasado mucho tiempo desde que dejaron a Sofía tendida en el suelo.
Sadie está gritándole cosas cómo: ¡Despierta, bocaza Perusquilla! y ¡lengua de lagarto!, para ver si despierta.
Hasta ahora sigue sin mover un dedo…no, esperen, ya está despertando y oh…hubiera sido mejor que Sadie se hubiera callado antes…
...
Está bien.
Sofía está bien y se ha recuperado contándonos todo…claro, sin antes armarse una riña verbal con Sadie por llamarla cabeza inflada de ego.
Voy a resumir lo que nos dijo, para que pueda ser ella misma quien les cuente los detalles en cuanto llegue a ustedes.
Prácticamente, nuestro fugitivo Setne, echando mano del robado libro de Toth, convocó magia más poderosa que la del mismísimo lector en jefe de la Casa de la Vida, que en nuestro mundo, es el mago con mayor poder en la tierra.
Si, esto pinta mal, lo sé.
Y por si fuera poco, Serapis (un dios que realmente no sé de donde salió) está de su lado. Al igual que muchos semidioses y magos que trabajando en conjunto, han creado una organización lo bastante fuerte para aparecerse por el Campamento Mestizo y hacer desaparecer sus defensas.
La razón por la que no podemos hacer ningún hechizo que funcione, es sencillamente porque Setne uso magia egipcia y griega en conjunto como protección. Así que, según lo que deduje, mientras no tengamos a algún griego de nuestro lado, nuestro esfuerzo será en vano. Y nosotros (Sadie y yo) habíamos luchado a lado de ustedes en dos distintas batallas menores y acabado con lo que sea que estábamos lidiando.
Excepto por Sofía.
Ella nos contó esto al último porque se sentía nerviosa y no sabía cómo tomarlo. Pero al parecer su padre no era el único de sus progenitores con una descendencia antigua importante.
Sofía nunca conoció a su madre ya que, según su padre, ella era encargada de un trabajo importante, dueña de puesto al que no podía faltar. Entonces, Sofía comenzó a seguir la senda de Isis en cuanto descubrió que era una maga, teniendo la esperanza que crearía un hechizo de localización para hallar a su madre.
Basta con decir que eso no sucedió, pero la facilidad con la que Sofía se desenvuelve en batalla y su modo de removerse inquieta cuando pasa mucho tiempo sin hacer nada, me hace pensar en los chicos del Campamento en Long Island.
Juntos nos hemos puesto de acuerdo y canalizaremos nuestra energía para abrir un portal hasta Manhattan, pero solo Sofía podrá ir porque es la única a la que los hechizos que nos anclan aquí la repelen.
Así que, Percy, Annabeth, si escuchan esta cinta y la otra narrada por Sadie que lleva Sofía en el bolsillo de su pantalón, necesitamos su ayuda.
Lo más pronto posible.
*Introducir música de suspenso*
Muajaja, ¿A que soy mala? :)
Por favor no me odien. No es mi costumbre hacer Oc, pero a veces son indispensables. Por otro lado…
¿Qué pasara?, ¿Podrá Sofía llegar al Campamento Mestizo sin que Setne la descubra?, ¿Qué dirán los campistas cuando vean llegar a una desconocida con la cara mugrienta y la ropa rasgada?...sinceramente, ni yo sé que pasará xD
¿Qué tal les parece un "adivinemos que sigue después"?, ustedes me dicen sus teorías en los reviews, a ver quién se acerca.
Ya, ya, ahora si me despido.
Carpe Diem