Bueno, chicas. Llegamos al final de esta historia. Gracias por haberla seguido. Como ya habéis visto es una historia corta, pero muy dulce, o por lo menor a mí me lo parece. Totalmente basada en el descubrimiento del amor por parte de estas dos mujeres tan testarudas.

Ya tengo el permiso de dos escritoras para traducir sus fic, así que en cuanto acabe este, seguiré con Confidente's diary, y comenzaré con otro fic francés, porque italiano no he encontrado que me guste lo suficiente como para traducirlo, bueno sí hay uno que es muy bueno, pero la escritora no lo ha acabado, y no quiero dejar a la mirad una historia. Si algún día se decide a acabarlo, le pediré el permiso.

Y ahora a leer este último capítulo.

Capítulo 11

Sin duda, las cosas entre ellas mejoraron. Emma ya no tenía miedo de exteriorizar sus sentimientos, y Regina ya no tenía miedo a que se los demostraran claramente. El hecho de que los padres de la muchacha estuviesen al corriente volvía todo más sencillo.

Navegando a ciegas como estaban haciendo ya desde hace días, el grupo se encontraba sin nada que hacer durante todo el día. Snow y Charming pasaban el tiempo hablando entre ellos, acurrucados el uno con el otro sobre el puente de mando. Emma y Regina no eran diferentes. Las lecciones de espada habían llegado a un punto en que Emma no aprendería nada nuevo, sino solo mejorar. Por eso, las dos mataban el tiempo experimentando nuevos hechizos menores, acostumbrando poco a poco al cuerpo de Emma a la instrucción y a la fatiga que la magia le procuraba.

Cuando Rumpel había mirado a Hook, aludiendo al hecho de que todos estaban en pareja en el barco, el pirata había corrido a encerrarse en su camarote bajo la mirada divertida de Regina y de Emma, confusa de Charming y exasperada de Snow. Desde ese momento, cada vez que los dos se cruzaban en el puente, Hook cambiaba rápidamente de dirección.

Sin embargo, después de los primeros días de navegación, los ánimos comenzaron a volverse más intranquilos. No se veía tierra firme por ninguna parte y el grupo comenzaba a temer por la suerte de Henry. Regina era la que más sufría, y la que se sentía responsable por lo que había pasado.

Después de la cena del décimo día en Neverland, Emma la encontró observando el mar, apoyada en el parapeto de proa. Se acercó a ella por detrás, pasando delicadamente sus brazos alrededor de su cintura. Regina se apoyó en ella, sin dejar de escrutar la extensión de agua. Sus manos se aferraron a los antebrazos de la muchacha.

«Quiero de vuelta a mi niño, Emma» murmuró Regina, la voz que luchaba por no resquebrajarse «Quiero estrecharlo en mis brazos»

«Lo sé…» susurró Emma como respuesta, atrayéndola hacia el pecho y apoyando su barbilla en el hombro «Es un muchachito maravilloso. Es más hábil que tú, y es más testarudo que yo»

Aquello logró sacarle una sonrisa a Regina. Cerró los ojos por un instante, tragándose el nudo que se le había formado en la garganta.

«Lo quiero tanto que…»

«Te comprendo» la interrumpió Emma, con dulzura «Para mí es lo mismo. Y Henry también lo sabe»

Regina se abandonó sobre ella. Era increíble como lograba darle fuerza solo abrazándola de ese modo.

«Lo encontraremos, Regina. Te lo prometo» susurró Emma. Regina levantó la mirada hacia ella, y vio en sus ojos el mismo miedo, la misma angustia que la invadía.

«Sí, lo encontraremos» repitió, mirándola. Emma le dedicó una sonrisa dulce, apreciativa.

En ese momento, Regina se dio cuenta de que realmente la amaba con todo su ser. Y se preguntó por qué nunca se ha dicho.

«Te amo, ¿lo sabes? »

Para Emma fue como si alguien le hubiese tirado un balonazo en plena cara. Desencajó los ojos y abrió la boca. Aun en la oscuridad, Regina pudo ver su rostro sonrojarse, y la alegría dibujarse en sus rasgos.

«¿De verdad?» balbuceó Emma «Es…¿lo has dicho en serio?»

Regina chasqueó la lengua, divertida y emocionada

«Me he enamorado de una idiota, por lo que parece»

Pero Emma se echó a reír y la agarró por la cintura, elevándola con una fuerza que Regina no pensaba que tenía. Cuando la dejó en el suelo, la beso con fuerza, con tal entusiasmo que Regina se quedó sorprendida.

«Repítelo, te lo ruego»

«¿Qué eres una idiota?»

Emma le robó otro beso, le abrió los labios no con demasiada amabilidad y le aferró la lengua entre los dientes, succionándola con lentitud.

«Te amo» balbuceo Regina, después de que la hubo soltado. Sentía las piernas temblorosas, y se pregunta por enésima vez cómo puede Emma provocarle ese efecto. Pero no tuvo tiempo de pensarlo. Emma la cogió de la mano y la arrastró hacia el camarote.

La puerta se cerró a sus espaldas y la ropa voló a algún lado, en la fogosidad y entusiasmo de Emma. Regina se dejó poseer por ella, por su amor y por sus emociones. Dejó que Emma festejase sobre su cuerpo aquella confesión. Dejó que Emma la descubriese por enésima vez, amándola y tomándola como si fuese la primera. Dejó que la muchacha descargase en ella el dolor y las ansias que la lejanía de su hijo estaba creando. Emma no era una persona acostumbrada a exteriorizar lo que sentía, y Regina ya lo había comprendido muy bien. Sabía que Emma sufría enormemente por la lejanía de Henry, y sabía que el único modo para que descargase ese dolor era dejarla que mandara durante el sexo. Y Regina se lo dejó hacer, una y otra vez, rindiéndose a ella, como había aprendido a hacer en esos días.

Cuando, exhaustas, se encontraron acurrucadas una contra la otra, Regina comentó otra cosa

«Cuando todo esto acabe…» murmuró, mirando los ojos claros de Emma, que la observaba con curiosidad «Vendrás a vivir conmigo y con nuestro hijo»

No era una pregunta. Ni siquiera era un orden. Era más… Una constatación de lo que era evidente que había que hacer. Por eso Emma se limitó a asentir, y por el resto de la noche, permitió que Regina la tomase en el modo que prefiriera, en la posición que desease, y durante el tiempo que quisiese.

Se despertaron sobresaltadas cuando ya el sol debía estar luciendo hace rato. Los ruidos que provenían del puente habían comenzado de improviso, y ambas se dieron cuenta después de unos segundos que algo estaba ocurriendo. Saltaron de la cama y se vistieron a la velocidad de la luz. Emma cogió las espadas que estaban cerca de la cama y lanzó una a Regina, antes de precederla fuera de la habitación.

La nave estaba claramente bajo asedio. Emma permaneció mirando por instantes interminables, estupefacta ante una escena, que, hasta ahora, solo había visto en las películas de aventura. Fue el grito de su madre el que la sacó del trance. Emma se lanzó hacia delante, llegando hasta donde estaba Snow, que había sido agarrada por tres pares de manos, y la liberó con una sacudida. Sin darse ni siquiera cuenta, Emma desenvainó la espada y la apuntó contra uno de los hombres que había intentado dañar a su madre. Y en ese momento se dio cuenta de que, de hecho, no eran hombres, sino niños. Eran niños.

«Pero, ¿qué diablos…?»

«¡EMMA!»

Emma se agachó instintivamente, como si hubiese advertido el peligro, poco antes de que un puñal se clavase en la madera del mástil, en el punto exacto en que poco antes se encontraba su cabeza. Se levantó rápidamente, y se dio la vuelta. Eran todos niños. Muchachos de la edad de su hijo, y estaban todos intentando hacerse con el control del barco.

«Los Niños Perdidos» susurró atónita y sorprendida ante la situación.

Snow la arrastró, y cuando Emma se giró, descubrió que su madre había logrado bloquear y atar a los tres niños que la habían atacado, y que ahora la miraban con una mirada atroz.

Emma no podía creerlo. Los niños continuaban llegando. Veinte, treinta, cuarenta muchachos que saltaban el parapeto de la nave para meterse en la pelea. Los más grandes apenas tenían 17 años. Mirando alrededor, la Salvadora pudo ver como todos estaban intentando sacarse de encima a la los Niños Perdidos sin herirlos. Charming y Hook habían hecho equipo: los desarmaban, atándolos después de manera tosca a los mástiles. Regina estaba utilizando pequeños hechizos menores para bloquear sus miembros e impedirles que se movieran. Rumpel se limitaba a colgarlos por los pies de las cuerdas que pendían a lo largo de la nave.

«Son muchos…» susurró Emma

«Sí» respondió su madre, no menos sorprendida y desalentada «Y quieren nuestras cabezas»

Emma se giró a mirarla, extrayendo la espada a tiempo para contrarrestar el ataque de un par de muchachos que probablemente tenían la misma edad que Henry. Una vez desarmados, Snow la ayudó a atarlos.

«¿Por qué?» jadeó la muchacha «¿Por qué nos quieren muertos? Son niños»

Snow apoyó sus manos en las rodillas, retomando aliento. El calor era sofocante, y comenzaba a sentir el cansancio.

«Y nosotros somos adultos, Emma» respondió Snow «¿Te basta como respuesta?»

Emma no logró responder. El grito sorpresivo de Regina la hizo volverse rápidamente. Por un momento, Emma imaginó que algo malo habría pasado. Que hubiese sido golpeada, herida o capturada. Pero cuando vio a donde se dirigía la mirada de Regina, Emma se dio cuenta de que era mucho peor.

El muchacho volaba como doce pies sobre sus cabezas, los brazos cruzados y una tranquila sonrisa dibujada en la cara. Su ropa, que en el pasada seguro que hubo sido muy elegante y de un verde encendido, ahora parecía envejecida por la suciedad y el uso. Los Niños Perdidos chillaron al verlo.

«Peter Pan» susurró Emma, con la espada caída a un lado, inerte. El estupor era muy grande, incluso para ella.

El muchacho, que parecía tener unos 17 años, al igual que un par de los Niños Perdidos, habló y sonó mucho más adulto. Mucho más antiguo.

«¡Cuánta nueva diversión para nuestra isla!» comentó, cruzando las piernas y sentándose en mitad del aire «Es una pena que se estén resistiendo, ¿no creéis?»

Los Niños Perdidos batieron los pies y gritan palabras inconexas. Emma y Regina se miraron, sitiendo vibrar el suelo bajo sus pies.

«Liberadlos, y os dejaré marchar por vuestro camino. Por esta vez» dijo Peter Pan, aburrido

Los Niños emitieron exclamaciones de desilusión, pero Peter los calló con un gesto de la mano.

«No nos sirven las personas que no colaboran»

El grupo se miró, indeciso sobre qué hacer.

«¿Por qué tenemos que creerte, muchachito?» soltó Regina, desdeñosa. Peter Pan dejó caer su mirada en ella, y sus párpados se cerraron apenas. No respondió. Fue Snow, finalmente, la que se movió. Agarró su puñal con un gesto rápido y experto y cortó una de las cuerdas con las que estaban atados los niños al mástil mayor. Una media docena de ellos se levantaron, chillando. Sin embargo, no atacaron, y todos se precipitaron fuera del Jolly Rogers.

Emma corrió para ver, y observó pequeñas embarcaciones que navegaban cerca de la nave. Tras constatar que los Niños Perdidos no los atacarían, también Hook y Charming se unieron a Snow en la liberación de los prisioneros. Después, Regina retiró el hechizo que les tenía bloqueados los miembros a los que había capturado. Rumpel fue el último.

Los Niños Perdidos habían sido todos liberados, menos los suyos que todavía pendían de las cuerdas de la nave. Todo el grupo se giró para mirarlo. Rumpel devolvió una sonrisa sarcástica a esas miradas. Regina se cruzó de brazos y lo miró fijamente.

«Se lo diré a Belle, ¿sabes?»

Bastaron esas palabras. Rumpel chasqueó la lengua, irritado, y retiró el hechizo haciendo que los muchachos aterrizaran poco delicadamente en el suelo. Cuando el último de ellos saltó por el parapeto, el grupo se giró para levantar la mirada hacia Peter Pan, que aún estaba sentado en la nada. El muchacho hizo una cabriola en el aire y los miró uno a uno.

«Habéis hecho lo que he dicho, y os dejaré tranquilos. Pero solo por esta vez»

Emma estrechó los dedos en la empuñadura de la espada, intentando controlar la magia que había luchado por salir durante el combate. Regina hubiera estado orgullosa de ella.

«Si os veo de nuevo por estas tierras, no responderé»

Peter Pan les dio la espalda, y se escabulló hacia las alturas, desapareciendo de su vista. Esperaron algunos segundos, antes de mirarse unos a otros, y de relajarse.

Emma, Hook y Charming enfundaron las espadas. Snow se sentó sobre un barril, pasándose la mano por la cara. Fue la voz que no esperaban escuchar más la que los hizo sobresaltarse.

«Pero tú me has faltado el respeto» dijo Peter Pan, con un gruñido que le deformaba el rostro «Yo no soy un muchachito»

Y, apuntando el dedo índice contra Regina, descargó un rayo de luz verde en su dirección. Regina no tuvo tiempo de reaccionar ni de echarse a un lado. Rumpel solo tuvo tiempo de dar un paso hacia la mujer. Fue Emma la que se metió en medio. De su cuerpo emanó una intensa luz blanca, que se expandió de golpe y rodeó el hechizo de Peter Pan. El tiempo se paró por un instante infinito. Emma permaneció inmóvil, quieta con los brazos abiertos delante de Regina, con la luz blanca que las rodeaba, difundiéndose desde su pecho, del punto exacto donde se aloja el corazón. Y a continuación la luz explotó, literalmente, tirando a todos al suelo, dando la vuelta a algunos barriles y destrozando una decena de cuerdas.

Regina y Rumpel pudieron percibir el calor emanado de la onda de expansión que el hechizo protector de Emma había desencadenado. Un calor que asustó a Regina enormemente, porque era el calor vital que alimentaba no solo la magia, sino también la vida de Emma. El viento azotó la ropa durante unos pocos segundos, antes de que todo se calmara y volviera a como había sido poco antes. Todo no había durado sino unos pocos segundos.

Al levantar la mirada, lo primero que vio Regina fue a Peter Pan que se alejaba volando, con una sonrisa dibujada en la cara. Y lo segundo, fue la luz blanca que disminuía rápidamente, volviendo a encerrarse dentro del cuerpo de Emma.

«Emma…»susurró Regina, intentando ponerse en pie, sin creerse que Emma pudiera estar en pie después de una hechizo similar.

Los hechizo protectores eran los más complicados de todos, porque obligan a la persona a usar mucha energía, a cusa del choque que se creaba al contacto de las dos magias. Emma cerró lentamente los brazos y se dio la vuelta, siempre con increíble lentitud, para mirar a los presentes. Sus ojos volaron sobre sus padres, sobre Hook, y finalmente sobre Regina. Y obviamente sobre ella se detuvieron, sobre ella que todavía no se había puesto del todo en pie.

«¿Emma…?» repitió Regina, al verla que no se movía ni decía nada.

Emma sonrió y se le escapó un sollozo, un débil sollozo.

«Encuentra a Henry» dijo mirando a Regina.

Sus ojos se dieron la vuelta, sus piernas cedieron y el cuerpo de Emma se derrumbó sobre el suelo, como una marioneta a quien le hubiesen cortado los hilos. Snow gritó. Regina gritó. Charming y Hook emitieron una exclamación de sorpresa, y Rumpel simplemente corrió hacía la muchacha con una velocidad que no creía tener y aferró a Emma antes de que su cabeza impactase contra el suelo. Regina luchó con sus manos y sus pies para poder levantarse y correr hacia ellos. Rumpel no consiguió aguantar el peso muerto y se arrodilló, sujetando la cabeza de Emma entre sus manos, controlándole las pulsaciones. Levantó la mirada hacia Regina y sacudió la cabeza.

Snow creyó que el grito de Regina se había podido oír en toda la Isla que no existe. Charming no se lo podía creer. Se limitó a sujetar a Regina por la cintura para que no cayese. Hook se arrodilló cautelosamente al lado de Rumpel, para asegurarse de que era verdad.

«¡Dejadme…ir con ella!»

Regina se soltó del agarre de David, arrastrándose hacia el cuerpo de Emma y empujando literalmente a Rumpel y a Hook.

«Regina…» la voz de Rumpel era baja y tranquila. Se habría podido decir que no le importaba nada, pero su rostro estaba pálido y tenso «La magia que ha utilizado era demasiada. Le ha parado el corazón»

«¡Cierra esa boca!» gritó Regina, agarrando a Emma por los hombros y atrayéndola hacia su regazo. La sacude por los hombros, y la cabeza de la muchacha se cayó hacia un lado, los cabellos acabaron en su rostro.

«Emma…Emma, por favor…»

Regina le agarró el rostro entre sus manos, y la beso repetidamente en sus labios muertos. No sucedió nada. Hook se acercó a ellas. Empuja a Snow, inmóvil como una estatua, los ojos clavados en el rostro de su hija, y se arrodilló a lado de Regina.

«Márchate»

Esa única palabra fue la que Regina logró pronunciar, porque los sollozos comenzaron a apoderarse de ella tan fuerte que le impedían hablar. No lograría salir de esta, no otra vez. Pero Hook no se marchó. Todo lo contrario. Agarró el cuerpo de Emma y lo arrancó, literalmente de los brazos de Regina. Y Regina gritó de nuevo. Intentó arrojarse contra Hook, pero Charming la agarró antes de pudiera hacer cualquier otro movimiento.

Envuelve sus brazos alrededor de su pecho y la mantiene quieta. Regina intentó liberarse con magia, pero David no la dejó marchar. Sus brazos temblaban del esfuerzo, pero mantuvo a Regina alejada de Emma, con lágrimas que le corrían por el rostro pálido.

A continuación Hook sacó algo del abrigo, virutas de lo que parecía chocolate blanco. Dobló la cabeza de Emma hacia atrás y le abrió la boca, haciendo bajar esa especie de tableta minúscula por la garganta, asegurándose de que no se quedasen bloqueadas.

«No nos gastes esta broma, Swan» murmuró el pirata

Y, levantando el puño, lo dejó caer con fuerza sobre el pecho de Emma, golpeándola con tanta fuerza que podría romperle los huesos.

Regina se bloqueó, dejó de sacar energía mágica en el intento de liberarse. Rumpel batió simplemente los párpados, Snow permanece inmóvil. Y David soltó a Regina. Todos miraron fijamente a Emma, como si lo que acababa de suceder fuera reversible…

…Y finalmente el cuerpo de Emma se tensó, se arqueó. La boca de la muchacha se abrió en un estertor sofocado y sus ojos se desencajaron. Sus músculos saltaron como resortes y Emma se encontró sentada, las manos apretando convulsamente el pecho, los ojos desorbitados, las pupilas dilatadas que se disparaban en todas las direcciones. Regina sollozó, llevándose las manos a la boca. Emma se dobló sobre sí misma, la respiración entrecortada, y finamente sus ojos lograron detenerse en un punto fijo.

Regina.

Que la miró y cayó de rodillas delante de ella. Que levantó la mano y la apoyó con fuerza en su rostro, abofeteándola con toda la fuerza que le quedaba en el cuerpo. Emma tuvo que apoyar ambas manos en el suelo, tanta fue la fuerza del golpe. Sus hombros se alzaban y descendían a un ritmo muy rápido. Y no logró sostener el peso cuando Regina le lanzó los brazos al cuello y la apretó contra sí.

«Estúpida inconsciente»

Acabaron tendidas sobre las tablas de madera del puente, y solo en aquel momento Snow Y Charming se permitieron el lujo de moverse. Se miraron y se abrazaron, estrechándose fuertemente el uno al otro. Regina se incorporó para sentarse, atrayendo a Emma a su regazo. La muchacha se hizo un ovillo entre los brazos de Regina, sus ojos como locos vagando de un lugar a otro.

Regina la acunó, acariciándole los cabellos y dejándole suaves besos sobre la frente, perlada de sudor frío. Otra mano se posó sobre la cabeza de Emma. Una mano más gruesa, más rugosa. Hook tendió a Regina agua, con una débil y cansada sonrisa. Regina lo miró por un largo instante.

«¿Qué…?»

Los sollozos la atraparon nuevamente, y sacude la cabeza. Emma se aferró a su chaqueta. Hook sonrió

«¿Qué le he dado? En vuestro mundo es una droga. Aumenta el ritmo cardiaco a niveles muy altos, y he pensado que si lo ingería, podría funcionar»

En ese momento, Emma habló por primera vez.

«¿Qué me ha pasado?»

«Ha pasado…» dijo la voz de Rumpel «que tu corazón se paró porque no has controlado la cantidad de magia liberada»

Hubo un instante de silencio profundo, y después…

«Deficiente»

Emma rio con una risa débil, y escondió el rostro en el pecho de Regina. La mujer miró a Hook que se estaba alejando. Le agarró la muñeca y lo vio volverse hacia ella.

«Gracias»

Hook sonrió y se alejó

Ella sacudió la cabeza y estrechó aún más a Emma, peinándole los cabellos con los dedos.

«Deberías saberlo, que yo te salvaré siempre» murmuró Emma

Regina se quedó bloqueada. Se separó de ella, y levantó una ceja

«¿En serio, Miss Swan? » soltó, pero los ojos le brillaban «¿La misma cantinela que tus padres?»

A sus espaldas, los dos en cuestión rieron, las risas sofocadas por las lágrimas. También Emma rio, o lo intentó. Apoyó una mano sobre la mejilla de Regina y la miró.

«Cuando todo esto acabe…»dijo repitiendo las mismas palabras que Regina le había dicho aquella misma noche «te pediré que te cases conmigo»

Regina la miró fijamente. Inmóvil. Por segundos eternos.

«Hemos perdido mucho tiempo. No quiero perder más»

Regina abrió la boca, y la volvió a cerrar. Desvió la mirada, y la posó nuevamente en Emma

«Persiste el hecho de que eres una idiota» dijo finalmente

Emma se echó a reír, risa que se transformó rápidamente en un golpe de tos.

«Me amas de esta manera» dijo con la voz ronca

Regina cerró los ojos y apoyó su frente en la de ella. Los dedos de Emma se aferraron convulsivamente a la tela de su chaqueta, intentando controlar los espasmos que la droga, aún en circulación, daba a su cuerpo.

«Maldita sea» dijo Regina «Pero sí, te amo así como eres»

Emma sonrió, cerrando los ojos.

«Entonces, vamos a buscar a nuestro hijo» murmuró con voz somnolienta.

Regina asintió, y abrió los ojos. Miró a Emma, y le pareció lo más bello del mundo.

«¿Emma?» murmuró, segura de que, de un momento a otro, la muchacha se dormiría.

«¿Mmm?»

Regina sonrió, besándole delicadamente los labios

«Cuando todo esto acabe…» repitió «me volverás la persona más feliz del mundo al casarte conmigo»

Emma abrió los ojos, la miró por un momento y los volvió a cerrar

«Seré yo la persona más de feliz del mundo, no seas egocéntrica» masculló la muchacha, exhausta.

Regina rio débilmente. Se enjugó las lágrimas con el dorso de la mano y se colocó mejor. Por nada del mudo la dejaría ir.

«Entonces, vamos a buscar a nuestro hijo» repitió, mirando a su Final Feliz reposar entre sus brazos.

FIN