Bueno, como dije yo procuro respetar lo que decide la mayoría pero reafirmo mi posición como Yisus haciendo lo que se me de la gana de todas maneras(?) Okno. Espero que les guste y agradezco TANTO sus reviews, apoyo, comentarios en facebook, sean directos o indirectos. Me topaba a veces con páginas y grupos de gente recomendando este fanfic, me sorprendía y me hacia motivarme. Gracias por apoyar este proyecto que fue una locura, y nos estaremos viendo en otros más. GRACIAS y disfruten el cap.


Y el despertar fue saberse real, saber que no había sido un sueño, sentir el aliento chocar contra su rostro y descubrirse como un hombre capaz de destruir y lastimar…

Fuckin' Perfect : Capitulo Final - El cuadro perfecto

Ese pavimento era tan ruin, el anochecer amenazaba las calles y borraba la luz de los recovecos de ese poblado. Murmullos de gente volviendo a casa, a sus felices vidas, algunas soporíferas pero al menos estables. El hombre se inclinó entre el polvoso e inestable concreto y tomó la prenda conocida manchada de un carmesí. Sus manos temblaron, su corazón tembló y repentinamente el mundo se desplomó en sus hombros.

El sweater de Takeda se había quedado estampado en la calle con aquella mancha más él no estaba ahí.

Se movilizaron, la policía igual lo hizo, la familia de Ukai sentía culpa de ver la situación mientras el rubio caminaba, corría, gritaba, respiraba agotado y volvía a correr buscando en cada esquina, en cada rincón alguna señal de Takeda pero nada. Sus pies fallaron, insistió en seguir pero no podían responder. Había casi atravesado la ciudad, su cuerpo tenía un límite, su corazón y su amor no y por eso imploraba encontrarle, saber de él, decirle tanto, esperar que ambos estuvieran bien.

—Ukai….!Ukai! —gritaba Shimada intentando detenerlo —Ve a casa, la policía también está ….

—No… no puedo hacerlo —sus amigos se miraron entre sí, ¿Quién diría que aquel Ukai despreocupado, encerrado en su adolescencia, en su vida libertina y sin responsabilidades justo ahora estuviera corriendo hasta perder el aliento por una persona? La vida da vueltas, cuando crees que te ha sorprendido te sorprende aún más.

—Es posible que volviese a casa, además necesitas un baño y comida para tener energías y seguir buscando…—Ukai se mostró frustrado, regresó en sus pasos y tomó a su amigo por los hombros sacudiéndolo.

—¿Realmente crees que puedo digerir comida si él está perdido?...si mi hija y él…—no pudo continuar, el nudo en la garganta no se lo permitía. Un ardor y una frustración interna no permitían que las palabras salieran.

Un par de palmadas en la espalda en señal de apoyo, al final, casi cuando el reloj marcaba la una de la mañana, Ukai retornó a casa. En sus pies había heridas, duró unas cuantas horas sin detenerse y seguiría de no ser porque lo llevaron a rastras. Ni siquiera pudo comer un bocado ni tomar un baño, solo cambio sus ropas y lavó las heridas de sus pies para tirarse en la cama mientras su pie temblaba en desesperación, su puño cerrado en frustración, sus parpados ardientes en lamento.

Estar en aquella habitación no le calmaba, todo estaba tan lleno de ellos.

Entonces como si fuera un pequeño flashback al pasado, recordó como su cuarto estaba meses atrás. Tan vacío, con lo básico, algunas revistas de adultos bajo la cama, los cajones llenos de calcetines impares y las camisas clasificadas entre sucio y no muy sucio. Un par de zapatos era suficiente y no ponía esmero en el orden. Regresó a la realidad, a su mundo actual, a aquello que le rodeaba. Tanta ropita de bebé en los cajones, aquellos zapatitos de tela y la ropa de Takeda ordenada perfectamente junto a la suya la cual estaba toda limpia, el joven era más ordenado que él mismo.

Sus cobijas tenían un aroma suave y los zapatos no estaban regados, Un montón de cosas nuevas, cosas viejas, cosas que poco a poco habían hecho de ese cuarto propio uno para tres personas. A lado de la cama estaba algo que no pudo evitar robarle un par de lágrimas, una cuna de madera que él mismo había armado apenas hace unos días, comprado con su salario y llevado a casa como sorpresa a Takeda. Entonces recordó como el de lentes había abierto los ojos con sorpresa, visto los detalles de la misma, esa cobija rosa palo con unos detalles de dibujos de granja y un par de peluches. Recordó que Takeda le miró con los mofletes rojos y le agradeció con un abrazo de esos que eran difíciles de dar por que su pancita se lo impedía.

¿Dónde estaría Takeda? ¿Dónde estaría su pequeña? Realmente los necesitaba con él.

No pudo pegar el ojo aun cuando se lo insistieran, realmente le carcomía el alma no saber que ocurría, estar en la incertidumbre, tener ese hueco en el pecho ante cada minuto que pasaba, cada instante. Entonces sonó el teléfono en casa, su padre contestó, una confirmación, una charla corta seguido de un "En seguida vamos".

—Tranquilo, lo han encontrado…—le informó y el alma le volvió un poco al cuerpo pero saber el lugar donde estaba le hacía helar en el miedo, saber que estaba ahí al menos, que podría verle al llegar daba un dejo de esperanza, una aceleración en sus latidos conforme se abría paso entre los blancos pasillos con aroma a limpio, a desinfectante.

Un hombre con bata blanca le obstruyó el paso, no pudo continuar. La familia detrás de él con el alma saliendo del cuerpo, el medico revisa su expediente al saber a quién buscaban y les indica el camino. No puede dar mucha información y menos sin la confirmación de que de alguna manera son familia. Ukai insiste, él es el padre de la niña y quiere saber si ambos están bien pero lo dicho por el hombre le hace abrir los ojos como plato.

—Alguien más, su pareja, estuvo aquí con él hace un momento…

El médico tras decir esas palabras se excusó dejándolos en la sala de espera mientras Ukai se sentaba en una silla digiriendo lo que pasaba. La única persona que podía haberse dado ese título era ese hombre, aquel quien hacía meses no veían, solo podía ser él ¿No es cierto?

Un dolor en el pecho provocó que se sostuviera de la camisa mientras apretaba la mandíbula y como bestia al ataque esperaba a verle. Si él le había hecho daño alguno a su bebé o a Takeda entonces la pagaría caro. Su porte de preocupación no se había desvanecido pero ahora era opacado por una rabia en sus orbes. La espera fue eterna mientras el otro en vano intentaba calmarse a si mismo, miraba para todos lados esperando seña alguna hasta que al final la enfermera salió de una de las salas de urgencias.

—¿Podría informarnos? —la mujer iba a abrir la boca pero pronto el un doctor diferente apareció atrás ella. Rebuscó con la mirada a alguien que no encontró — Disculpe…

—¿Son los familiares de Takeda ittetsu? —Ukai se adelantó enfrentando con la mirada al doctor, este suspiró y asintió.—Él está bien solo que tuvo una intervención de urgencia.

—¿Cómo está mi hija? —el doctor se extrañó un poco y entonces el rubio atinó a su duda así que sin profundizar en explicaciones dijo — yo soy el padre biológico…

—Vaya… bueno, entonces tengo la fortuna de anunciarle que es padre…—Ukai tardó en digerir las palabras ¿Ya había nacido? Era algo pronto para ello. Hubo miedo, preguntas, mil cosas que el medico de inmediato respondió — Nació prematura, ella está en las incubadoras y…

—¿Puedo verlos?...Por favor…—el doctor negó rápidamente.

—Al paciente no… acaba de salir de una cirugía delicada, perdió mucha sangre. Tuvo que someterse a cesárea y sigue anestesiado pero por la pequeña…—Ukai tomó aire. Era hora de ver a su niña-

Y estaba preparado para lo que fuera, las últimas palabras del doctor es que ella no estaba sola y pese a las insistencias de la familia de acompañarle decidió enfrentarle por su cuenta. Casi podía imaginar de quien se trataba, al paso más rápido que podía entró por diferentes puertas y llegó a los cuneros. No quería imaginarse si aquella persona le hacía algo a su niña, más le valía no tocarle, no hacerle mal, suficiente daño había hecho en su vida, en la de Takeda, era hora de dar fin a todo ese ciclo de dolor.

La puerta del cunero para cuidados intensivos se abrió. Al fondo, en aquel cuarto a medio iluminar, estaba una cuna de cristal, frente a él un hombre azabache que acariciaba la misma con sutileza, ensimismado en la imagen de la criatura que ahí descansaba, un suspiro suave, una furia contenida por parte de Ukai, un susurro que fue respondido con una delicada mirada por parte de aquel hombre.

—Hiroshi…—habría pronunciado entre dientes y pese a cualquier pronóstico el joven le miró sin malicia ni rencor si no en una especie de calma que extrañó por demás a Ukai —aléjate de ella lentamente…

—Déjame un momento con la felicidad que me arrebataste…—dijo triste, lastimado, sus orbes tenían lágrimas, unas sinceras muestras de dolor — después de esto me iré para siempre…

Ukai no tuvo respuesta a eso, Hiroshi retornó la vista a la cuna donde ella reposaba y entrecerró los ojos. El rubio tomó aire y caminó a paso lento hacia ese lugar, casi podía escuchar armonía en esas máquinas que marcaban los latidos de su pequeño corazón diciendo "Hola a la vida". Entonces sus ojos la vieron, ella era tan perfecta, tan hermosa, justo como la imaginó. Pálida como Takeda, unos cuantos cabellos azabaches y los ojos apretados. Tenía esa gasa cubriéndole el ombligo, y unos quejidos demostraban lo activa que era.

Un suspiro involuntario, el descubrimiento de Ukai como padre, la derrota total de Hiroshi.

No sabía cuánto tiempo habían durado observándola, pero ambos no emitieron ninguna frase solo se dejaron llevar ante el momento. Ukai observó a Hiroshi y este retrocedió solo un poco pero aun tocando el cristal. Era necesario hablar, decir tanto, preguntar mil cosas. ¿Cómo había terminado él ahí? ¿Lastimó a Takeda? ¿Por qué seguía en ese lugar? La rabia y el desconcierto no le permitían pensar con claridad pues todo era sorpresivo, todo era tan extraño.

—Si te preguntas si pensaba lastimarlos la respuesta es sí….—susurró sorprendiendo más al rubio — estuve esperando este momento durante estos meses, el momento en que pagaran todo lo que me hicieron pero…—sus manos arañaron el cristal —verla aquí, saber que podría haber sido mi hija… saber que es la felicidad de Ittetsu es…

Le era difícil hablar, darse a entender. Takeda había sido el amor de su vida y todo lo que soñaba se había desvanecido en sus manos. Ahora veía cómo es que había obtenido todo aquello que él no pudo darle ¿Quién no caería ante la locura al verse así? Orillado a recibir amor en contra de la voluntad del otro con tal de no perderlo, con tal de disfrutar ese momento que no es suyo.

—Solo hasta ahora soy consciente de que Takeda no me dejó por irse contigo, no me dejó por que iba a tener un hijo….cuando él dijo que no me amaba me dio esa respuesta y todo lo demás fue colateral ¿cierto? —emitió una sonrisa irónica de esas que duelen — cuando amas a alguien después de arrastrarte para no perderle solo te queda sonreír y desearle que sea feliz…

Entonces le observó, encontró en Hiroshi alguien tal vez mucho más maduro que el mismo capaz de haber enfrentado su amor, no superado más si soportado tanto, casi al igual que Takeda. La indiferencia, la rutina, el cansancio, la pérdida, verse solo, verse como un criminal, ¿Todos podemos recibir perdón? ¿Una oportunidad de perdonar todo? No lo sabía y realmente Hiroshi no lo necesitaba, ya no quería nada de aquella vida. Lo hecho, hecho estaba, lo dicho había sido expresado. Solo estaba la promesa de que no volverían a verlo, de que fueran felices por él, que cada quien tomara su camino.

El sonido de sus zapatos acompañó los demás sonidos de la pieza y se disolvieron tras una puerta cerrarse, entonces Ukai retornó la vista a la pequeña y encontró respuesta a una de sus preguntas. Acarició el cristal, se sintió agradecido, algo culpable por no haber estado ahí pero feliz con la vida por tenerla ahí, porque se recuperaba, porque tanto Takeda como ella eran muy fuertes. Ya lo habían superado todo.

Ese día los orbes de Takeda se abrieron, enfocó la vista sintiendo una pequeña punzada en la parte baja, un vacío extraño, un cansancio descomunal. Su mano era entrelazada por otra, pudo reconocerla al acto y buscó con los ojos encontrarse con la mirada de él. Un apretón y una sonrisa le hicieron ver que todo estaba bien, se hubiera alterado de verlo preocupado pero la expresión de paz en Ukai daban buenas noticias. Entonces recordó a Hiroshi, todas las cosas que pasaron en esas horas, su preocupación y temió preguntar pero era necesario.

—¿Cómo está? —Ukai sonrió feliz, de oreja a oreja.

—Es hermosa como tú y terca como yo… —acarició su mano con dulzura—está con oxígeno, parece que se ha adelantado un poquito pero estará bien, me ha dicho el doctor

—Menos mal yo…—se detuvo, iba a decir que no se perdonaría si algo le hubiese pasado pero eso estaba implícito. Entonces la siguiente pregunta salió— ¿Él…—solo pudo susurrar, Ukai le interrumpió.

—¿Te hizo algún daño? — Takeda negó con la cabeza.

—Cuando me encontró…—comentó agotado, con algo de dificultad, salir de la anestesia y ordenar las ideas era tarea difícil —él me trajo aquí y estuvo conmigo hasta antes de la operación…yo — entrecerró los ojos —estaba asustado pero él no intentó nada…solo estuvo aquí sin decir nada…

—Todo está bien ahora él prometió no volver —dijo mientras le peinaba los cabellos hacia atrás a Takeda. Ambos habían sido espectadores de una muestra de humanidad por parte de Hiroshi.

Y pasó un tiempo pero al fin pudieron tenerla entre sus brazos, respirando su aire, mostrando esa energía digna de una Ukai. Takeda jugaba con la manita de la pequeña quien balbuceaba por lo bajo mientras Ukai le acomodaba las ropitas mientras entraban a aquella casa donde vivían. Una cálida bienvenida, mil abrazos y felicitaciones, los chicos de Karasuno atentos y curiosos a la pequeña señorita.

—En serio es muy bonita, será una rompecorazones —emitió Tanaka, Ukai le reprendió pues su princesa no tendría novio hasta los cuarenta años.

Risas compartidas, tantos agradecimientos, muchas cosas nuevas vendrían con esa etapa. Vendrían desvelos, preocupaciones pero también felicidad y buenos momentos por igual. Ukai la puso en su pecho desnudo arrullándola antes de dormir, cuando todos se habían ido. Ya había comido bien, unas cuantas palmaditas le ayudarían a no tener cólicos. Susurros suaves y la calidez de papá eran agradables para la pequeña. Takeda le observaba desde la cama, no se podía mover mucho, la herida le estaba calando y esa cicatriz le incomodaba.

Ukai le observó, alzó una ceja ante su preocupación mientras palpaba esa zona y se aproximó un poco a la cama sin dejar de arrullar a la pequeña bebé.

—Mira tu padre, ¿No se ve perfecto con esa rajada? Es como si fuera a sonreír por ahí también…—dijo con una risa suave.

—Eso más que lindo suena perverso…—dijo inflando los mofletes. Ukai relajó la vista y le miró con esa expresión que le sugería que no debería preocuparse por esas cosas.— No se irá jamás ¿Verdad?

—Me gusta que esté ahí…—Takeda alzó la vista y Ukai seguía mirando aquella cicatriz que empezaba a formarse — me hace recordar que estoy enamorado de una persona muy fuerte que soportó eso y más para traerme una bella hija…

Entonces los mofletes de Takeda se pusieron color carmesí, se sintió avergonzado ante las palabras dulces de Ukai que hicieron que su corazón latiera, que apreciara inclusive el feo de aquella marca, que era una marca significativa en la vida de ambos. Entonces el otro se recordó a su lado, la pequeña totalmente dormida en el pecho de papá y las luces apagadas. Un beso en los labios de buenas noches pero no sin antes recordarle algo que siempre debió saber, que siempre se lo debieron haber dicho y que ahora más que nunca debía creerse.

—Takeda…—antes de caer en el mundo de los sueños hizo un sonido para demostrarle que seguía despierto, entonces un susurro se hizo presente — nunca pienses que eres algo menos que perfecto…

Y aquello bastó para entender que ese hombre le amaba, que el amaba a ese hombre, que los complejos son nada cuando se mira con el corazón. Entonces un agradecimiento, el sueño invadiéndolos, se perdió a su lado en esa calidez y todo fue paz.

Y el despertar fue saberse real, saber que no había sido un sueño, sentir el aliento chocar contra su rostro, ver a Ukai aun con la pequeña en brazos y descubrirse como un hombre capaz de crear vida y sonrisas…

Nunca pienses que eres menos que perfecto.

FIN

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Extra: Más que perfecto

En aquel hermoso parque donde correteaban varios niños una dulce niña jugaba con un pequeño balón de vóley. Lo lanzaba contra una de las estatuas del lugar y buscaba atraparla en vista de que sus padres no se habían acercado a sugerir jugar con ella. Ella era una niña bien portada, había aprendido a no exigir cosas, era algo tímida en ocasiones pero si tenía confianza se volvía algo atolondrada y efusiva como Ukai que era.

Tenía alrededor de cuatro años, una suave cabellera negra que estaba sujetado con una coleta y un vestido en color melón. Tenía mucho de Takeda, mucho más que de Ukai, pero en ese tiempo le había descubierto manías que hacían constatar que obviamente era su hija, no es que lo dudara, pero era genial notar esas similitudes en ella.

La pequeña lanzó el balón con fuerza, este rodó un poco por el césped hasta las cercanías de un árbol y ella miró a sus padres para constatar de que estaban a la vista. Entonces caminó hacia el lugar donde el mismo estaba y lo tomó con cuidado entre sus manitas. Amaba el vóley y por eso solía apretar el balón con fuerza, era su juguete favorito.

Sus orbes oscuros miraron algo tan pronto dejó de ejercer presión al balón, una escena que le dejó confusa pero que, aun en su inocencia, supo cómo actuar. Un joven en la cercanía no podía alcanzar algo que se le había caído al suelo, la pequeña emprendió el camino y llegó hasta donde estaba él. Fue sorpresivo ver como la niña dejaba el balón de lado, tomaba ese juego de llaves y alzaba la manita para entregárselo.

—Eres muy amable…—susurró el hombre azabache. La niña le miró y ladeó la cabeza al notar eso extraño en el chico. Una pancita redonda era lo que le impedía moverse con facilidad y ahora para él era vergonzoso ser ayudado por una pequeña tan dulce. El joven le acarició los cabellos con suavidad y sonrió apacible, la niña le devolvió la sonrisa hasta que esa paz se esfumó al escuchar a sus padres buscarle en la distancia.

La niña tomó el balón y entonces giró para verlos ahí, junto a ese árbol donde ella había doblado. Los dos se veían preocupados, pensó por un instante que se enojarían, pero solo miraron con algo de sorpresa.

—Hiromi…—dijo Takeda extendiendo la mano a la niña —vamos….—la niña asintió y retornó la vista al joven. Con su manita se despidió y el chico devolvió la despedida de igual forma.

Entonces Hiromi corrió hacia sus padres y volvió a ver a aquel chico quien acariciaba su pancita. Otro joven apareció a su lado, uno alto y muy apuesto y parecía estarse disculpando, entonces ambos se miraron con amor. La niña no entendía lo que pasaba pero sus padres se veían felices, ese chico se veía feliz y ella estaba feliz también. Entonces cada quien tomó su camino en un silencioso andar.

Hiroshi había encontrado su propia felicidad.